La COB y los sindicatos comienzan a jugar un rol dirigente e independiente

Por Abelardo de la Torrente

La huelga general convocada por la Central Obrera Boliviana (COB) duró 18 días, contó con una participación mayoritaria de sus sindicatos afiliados, a excepción de algunos influidas por el Movimiento Al Socialismo (MAS). Se pretende hacer un breve balance de esta huelga y del contexto de este país, que sin duda es fundamental para las luchas del proletariado a nivel mundial.

La huelga general se realizó en un contexto de movilizaciones y huelgas parciales como la de los médicos y salubristas por mantener la jornada de 6 horas y la realización de la IX marcha indígena tras la chusca consulta donde supuestamente se aprobó la realización de una carretera por una reserva ecológica. Estas luchas son producto de la crisis mundial del capitalismo. Bolivia es uno de los países con mayores índices de pobreza y subdesarrollo, a pesar de las programas asistencialistas del gobierno de Evo Morales, en un marco de magníficas ganancias para las transnacionales por la explotación de recursos naturales bajo nuevas formas de saqueo.

Las “nacionalizaciones del gobierno del cambio”, implican que la estatal Yacimientos Petrolíferos Bolivianos Fiscales (YPFB) y la estatal minera COMIBOL exploren y exploten minería, petróleo, gas, etc., junto a diversas trasnacionales, con márgenes de ganancias mayores para las empresas estatales. Estos recursos se usan para financiar un sinfín de programas gubernamentales, en su mayoría necesarios para reducir los niveles de pobreza, pero limitados por su carácter asistencialista. Esta sociedad con las empresas privadas se da supuestamente a cambio de que las inversiones de las transnacionales (muchas de capital brasileño y de otras naciones emergentes), se realicen en la industrialización de los procesos productivos. Sin embargo esta industrialización ha quedado a medias y no ha habido una mayor transferencia de valor a la explotación de recursos naturales.

El PT y el gobierno de Evo Morales

En ese contexto, un hecho político de relevancia es la aparición de un instrumento político de los trabajadores, con el nombre de Partido de los Trabajadores (PT). Este instrumento es una demanda obrera desde la insurrección de 2003 y la agenda de octubre, de parte de las bases y de muchos sindicatos afiliados a la COB, pero por algunos años fue postergada por la burocracia sindical debido a su colaboracionismo con el gobierno del MAS. El papel del Mas ha sido mediatizar la lucha de clases para recomponer el capitalismo, como parte de un programa de una nueve élite, una nueva burguesía que se enfrentó a la oligarquía tradicional boliviana y al imperialismo, dando concesiones a los sectores populares.

Pero desde 2008, tras la reelección de Morales y después de la rebelión de derecha de sectores autonomistas en varios departamentos, el gobierno de Morales inició una embestida contra las conquistas populares como el gasolinazo, que pretendía aumentar los precios al consumidor de los combustibles y mejorar el margen de ganancias de las distribuidoras de ese producto.

A partir de esas situaciones, las bases de la COB presionaron a la dirigencia para que se organizaran movilizaciones contra las políticas antipopulares del gobierno y rompiera con el masismo. Resultado de eso es la creación del PT. Sin embargo, este proceso tiene resultados inacabados, pues consideramos que pese a que es un gran avance la existencia de un partido de los trabajadores edificado desde la COB, éste no está exento de peligros en lo que respecta a su naturaleza.

Entre estos peligros, se encuentra la misma burocracia cobista dirigida por Jaime Solares, que impulsa este partido por la presión de abajo pero que además tiene intereses contrarios a los de la burocracia masista. Por otra parte, hay sindicatos y grupos internos en éstos, que siguen siendo parte de la estructura del masismo. Ambas corrientes le apostarían a convertir el PT en un partido electoralista o que podría terminar negociando una alianza con el MAS para las próximas elecciones. Existe una gran diversidad de sindicatos y grupos internos como los mineros de Huanani y otros que buscan convertir el PT en un auténtico partido revolucionario.

Sin duda el peligro de que el PT se convierta en electoralista, sirva a intereses de la burocracia o que termine aliándose con el MAS es real, pero es más consecuente luchar contra la burocracia a nivel interno, democratizar este instrumento aceptando la existencia de corrientes internas y apoyando la movilización desde las bases. Es cierto que en la coyuntura de la huelga general el PT no se explayó en un elemento de vanguardia para la movilización, pues si las tareas de la COB son dirigir estas acciones y articularse con otras luchas indígenas y campesinas, es el PT el instrumento que debe orientar revolucionariamente todas estas luchas sociales y democráticas.

El PT por su parte, se proyecta como un partido clasista, independiente y con un programa que combinaría demandas democráticas y demandas transicionales, retomando parte de las Tesis de Pulacayo, el programa político del proletariado boliviano para la revolución social, promulgado hace más de 50 años y es tarea de los sindicatos clasistas y las fuerzas de izquierda realizar plenamente esto en base a tales tesis.

Resultado de la huelga general

La huelga resultó de una movilización que fue convocada por la dirigencia de la COB para exigir la reforma a la ley N. 65 sobre pensiones; esta ley promulgada durante el gobierno actual continúa con disposiciones de carácter neoliberal impuestas en el sistema de pensiones desde 1995. La actual ley contempla un fondo con una supuesta aportación tripartita (empresarios, Estado y trabajadores), los aportes de los dos primeros son inferiores a un 3 %, mientras que el aporte de los trabajadores es de 12 %.

La COB exigía que la jubilación de todos los trabajadores fuera del 100 %, en base a sus últimos 24 salarios, no como la actual ley contempla de solo un 60 %, lo cual genera indignación pues los militares se jubilan con el 100 % de su salario. Se exige además que la renta de jubilación sea superior a la actual, convirtiéndose de 8 mil bolivianos para mineros y 5 mil bolivianos para otros empleados públicos; la propuesta gubernamental es de 4 mil y 3,500 respectivamente. También se pedía que se retome y estudie la situación de los trabajadores mayores de 65 años, pues el gobierno niega que existan, lo cual es una falacia denunciada por los sindicatos.

En fin el actual sistema, aunque ha permitido que mas trabajadores se jubilen, mantiene la lógica neoliberal del aporte individual manejado por instituciones financieras privadas con algún tipo de rectoría estatal.

La participación obrera durante la marcha fue masiva; se movilizaron médicos, maestros, salubristas, estudiantes e indígenas y campesinos en solidaridad con los obreros, por medio de tomas de calles, carreteras y concentraciones. Llenaron las calles de La Paz y la Plaza Murillo, sede del poder ejecutivo. Pero fue el grueso de mineros tanto de Huanani como de otros yacimientos el elemento duro de la huelga; ante la represión y los arrestos a líderes, propios de cualquier gobierno burgués, estos se defendieron con dinamita y otros pertrechos.

El gobierno utilizó recursos como la difamación de las demandas obreras y la movilización de sectores populares afines, sobre todo campesinos de la sierra, buscando una confrontación la cual no se dio, asustando con el fantasma del golpe de estado por la participación de policías en la huelga y el papel de algunos partidos de derecha que quisieron jalar agua para su molino.

La dirigencia de la COB al final terminó cediendo, aceptando la propuesta gubernamental de jubilarse con solo el 70 % del salario; no se tocaron temas del funcionamiento del sistema de seguridad social ni las otras demandas presentadas. Con ello, muchos sectores del proletariado, maestros, salubristas, mineros, regresaron a sus lugares desilusionados. Los fabriles que heroicamente paralizaron muchas fábricas en distintas ciudades pese a la apatia en sus centros de trabajo, retornaron a sus labores.

La huelga fue mal preparada sin una discusión real en las bases de cuáles eran los objetivos; se limitó a pedir reformas a ley de pensiones y no a una modificación real del sistema de pensiones; no se tocó el tema del aumento del salario mínimo; no se sumó a sectores que trabajan en la informalidad exigiendo jubilación justa para estos sectores, muchos de estos base social del MAS y beneficiados con programas asistenciales.

El gobierno usó eso diciendo que con el aumento de tasa de jubilación se iba a quitar recursos para esos programas. Pese a todo esto, hubo una participación masiva del proletariado boliviano. Se pone en evidencia que nuevamente en Bolivia, al igual que en 1952 y en 2003, el proletariado independientemente de cualquier partido burgués disputará el poder político y ahí es donde entra el papel del PT como real instrumento de los trabajadores.

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