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La Revolución de 1952

La historia y el presente de Bolivia están signados, de forma sobresaliente a otros países latinoamericanos, por la recurrente sublevación de su pueblo. Es así que tuvo el honor de vivir la primera revolución obrero y campesina de América Latina, allá por el año 1952. Por entonces el pueblo encabezado por el proletariado minero se insurreccionó, derribando en su lucha al ejército del Estado burgués, formando sus propios organizaciones, las milicias obreras y campesinas. Como señala Liborio Justo en La revolución derrotada: “ese mismo proletariado en armas creó su propio órgano de poder, organizando la Central Obrera Boliviana (C.O.B.) el 17 de abril de 1952, es decir, a los escasos días del levantamiento del 9. En ella estaban representadas todas las tendencias políticas revolucionarias, sobre la base de la más efectiva democracia sindical, lo mismo que los campesinos. Como secretario fue designado el dirigente de los mineros Juan Lechín Oquendo. Desde su instalación, la C.O.B. fue el verdadero y efectivo poder que existió en Bolivia; el otro, el que estaba en el Palacio Quemado, no era más que una sombra que se encontraba allí sólo por tolerancia del primero y bajo su control.” A pesar de su fuerza y disposición a la lucha, la orientación política de la dirección de la COB encerró al movimiento insurrecto en los marcos del régimen capitalista y el Estado “democrático” burgués y no avanzó, como señalaba el programa político votado en Pulacayo, hacia la construcción de las bases de una sociedad socialista.

El programa inscripto en las Tesis de Pulacayo señalaba centralmente lo siguiente: “La nacionalización inmediata de las minas, sin indemnización y bajo control obrero; de los ferrocarriles, para que sean administrados por los trabajadores; la ocupación de las fábricas por los obreros; la nacionalización de los latifundios para su entrega a los campesinos organizados, para que los trabajen dentro de un sistema colectivo”. Y fundamentaban tales demandas en los siguientes conceptos: “El proletariado boliviano es el más joven en la América Latina, pero también el más combativo y avanzado políticamente. Su elevada conciencia de clase ha superado la lucha meramente económica, reformista y conciliadora. Su objetivo es la transformación integral de la sociedad bajo la dirección revolucionaria y como caudillo de toda la nación. Las tareas que correspondían históricamente a la burguesía serán realizadas por el proletariado. El toque de difuntos de la propiedad privada es el toque de clarín para la revolución proletaria. Esto quiere decir que los trabajadores en el poder no se detendrán en los límites demo-burgueses,  sino que sucesivamente darán cortes cada vez más profundos en el derecho de la propiedad privada, abrazando con ello reivindicaciones socialistas y tomando, de este modo, la revolución un carácter permanente. La lucha anticapitalista y antiimperialista, que comienza en el marco sindical, se profundiza en lo nacional y también se extiende a lo internacional, adquiriendo el carácter permanente en ambos sentidos. La consigna que tiene solidez es la de los Estados Unidos Socialistas de Latino- América, cuya realidad evitará que la revolución boliviana pueda ser ahogada por los bloques económicos del imperialismo” (3).

Es así que, a pesar del programa socialista de la COB, el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), un partido de característica nacionalista, se apropió del poder, otorgándole para eso grandes concesiones a los trabajadores, al mismo tiempo que inició un proceso de restauración de las bases del Estado que la insurrección supo derribar. Años después pueblo boliviano recuerda esa revolución con orgullo pero con un sentimiento de traición que persiste hasta nuestros días. Esa desconfianza hacia sus direcciones políticas perfila la subjetividad de los trabajadores bolivianos en el sentido de recurrir a métodos de organización basados en la democracia directa. Este elemento será central para comprender la tensión existente hoy entre la base del movimiento de masas y sus direcciones sindicales y su partido hegemónico en la actual situación política: el MAS de Evo Morales. El MNR se mantuvo en el poder durante años (1952 a 1964) y montó una suerte de “Estado social” conocido con el nombre de “Estado del 52” asentado sobre la nacionalización de la minería y distintas beneficios sociales a las masas. Una vez más, el nacionalismo absorbía la fuerza revolucionaria de los trabajadores y la conducía hacia la vía muerta del capitalismo “regulado” por el Estado.

La Asamblea Popular de 1971

20 años después, luego del fracaso del nacionalismo por independizar a Bolivia del colonialismo, de desarrollar la industria y terminar con la pobreza, la discriminación racial y la explotación económica, los trabajadores urbanos (mineros) y campesinos protagonizaron una nueva experiencia de lucha y organización política. En el marco del último gran ascenso de masas de los años 60´ y principios de los 70´, los trabajadores mineros y campesinos ponen en pie un organismo nuevo, forjado al calor de la lucha: la Asamblea Popular, creada el 1º de Mayo de 1971 en la ciudad de La Paz. Esta Asamblea surge en un contexto de una gobierno débil que llego a prometer impulsar el socialismo, como producto de la presión de las masas que habían vuelto a levantar su programa socialista, reclamando todo el poder para la Asamblea Popular, el armamento de los trabajadores y el desarme del ejército burgués, etc. En lo que hace su programa, a su organización independiente del Estado, a su funcionamiento basado en la democracia de base, la Asamblea Popular se constituyó como un embrionario poder dual, alternativo al poder estatal de la burguesía. Sin embargo, no llegó a desarrollarse nacionalmente, ni tuvo la orientación de ponerse como dirección del conjunto de los oprimidos, quedando en una política de presión sobre el gobierno de Torres que llevo a una espera truncada, que devino en un golpe de estado contrarrevolucionario.

Una vez más, a pesar de su capacidad de lucha y organización, la orientación política del proceso revolucionario lo llevaría por vía muerta.

La contraofensiva capitalista de los 80´ y 90´

Los años 80` y 90` bolivianos no estuvieron desligados de los acontecimientos mundiales. Dos elementos de destacan para entonces en la escena política internacional.

La salida de la crisis del petróleo a fines de la década del 70´ fue comandada por la burguesía mediante la imposición, en América Latina, de regímenes dictatoriales que aniquilaron los intentos revolucionarios de la clase trabajadora. En Bolivia, la dictadura de 1971 y luego el MNR en los 80´ consumaron las reformas económicas necesarias para re-componer un nuevo ciclo de acumulación de capital: así se dio inicio al neoliberalismo, donde se privatizaron los recursos naturales y se tiró abajo con años de conquistas populares. El Estado boliviano, como casi todos los latinoamericanos, se convirtió en una “sede” del Departamento de Estado norteamericano y su economía un reservorio de materias primas para el saqueo imperialista. Otro acontecimiento decisivo ya a fines de los 80´ será la caída de la URSS, del mal llamado “socialismo real”, lo que devino en un triunfalismo capitalista a escala planetaria, borrando del horizonte las esperanzas y aspiraciones de un mundo sin explotadores ni explotaos. Las ideas socialistas y el marxismo como guía para la praxis revolucionaria sufrieron su peor cuestionamiento en la historia, entrando en vigencia la ideología del fin de la historia y los grandes relatos, la muerte de las verdades objetivas en ciencias sociales, etc. Así, el subjetivismo se ponía de moda y con él el individualismo más chato y unilateral.

Todo este coctel en el plano ideológico se transformó en un pesimismo político, producto de la desorganización social y la derrota política de la clase trabajadora a lo largo y ancho del mundo. En Bolivia, la ofensiva concertada entre el imperialismo y el nacionalismo burgués, hizo verdaderos estragos en la conciencia política y desarticulo al movimiento obrero como la vanguardia del proceso revolucionario. En este período, el pico más alto de la lucha obrera se produce en marzo de 1985 cuando las bases de la COB le imponen a su dirección una huelga general por tiempo indefinido, que es derrotada. Y como producto de esta derrota el gobierno de Paz Estensoro impone el Decreto 21060 que da forma a las políticas neoliberales que se venían realizando, y que a partir de ahí se profundizarán.

Finales del Siglo XX: inicio de un nuevo ciclo histórico

Los últimos años del pasado Siglo XX dan muestras del agotamiento mundial de la ofensiva capitalista iniciada a fines de los 70´ y prolongada durante los 80´ y 90´. Así, por el propio desarrollo desigual de las fuerzas productivas, ese agotamiento se expresó en primer lugar en los países de América Latina. En un primer momento se tradujo en una recesión económica de mayor o menor intensidad según la región, que devino en numerosas rebeliones populares contra los gobiernos neoliberales de entonces. Producto del levantamiento de amplias sectores de masas, muchos gobiernos cayeron o tuvieron que retroceder en sus políticas.

Las rebeliones cambiaron la relación de fuerzas a favor de las masas y obligó a las clases dominantes a constituir gobierno con perfiles políticos más o menos “anti-neoliberales”, que al día de hoy continúan en el poder en gran parte de la región.

De todos los gobiernos emergentes de estas rebeliones el actual de Evo Morales muestra un carácter excepcional. Ahora bien, esta excepcionalidad se mantiene dentro de los márgenes de la sociedad capitalista y semi-colonial boliviana, y de una política gubernamental de contención social y mediación política entre las princípiales clases sociales.

La insurrección de Octubre y la salida electoral

La 1ª gran rebelión de este ciclo se produce en el 2000 en la ciudad de Cochabamba, en repudio a la suba de las tarifas del agua. Durante varios días una Asamblea Popular (llamada Coordinadora en Defensa del Agua y la Vida) se enfrenta al gobierno local y a la empresa concesionaria del servicio de agua y ejercen, de hecho, un control parcial de la región, al punto tal que llega, por medio de la movilización campesina, a aislar la ciudad del resto del país. Como resultado de esta acción de masas logran dar vuelta atrás con el tarifazo y avanzan en la estatización del servicio de agua. Pero recién en el año 2003 los campesinos y mineros se levantan en gran parte del país levantando un pliego de demandas que tomaría el nombre de Agenda de Octubre, centrada en 3 puntos: la nacionalización de los recursos naturales, la convocatoria a una Asamblea Constituyente con participación del movimiento campesino-indígena y una reforma agraria que termine con el latifundio. Por medio de masivas movilizaciones y bloqueos de rutas y ciudades, el pueblo boliviano derribó al gobierno derechista de Sánchez de Losada y puso al Estado boliviano en una grave crisis política. Sin dudas, esta rebelión denominada la “Guerra del gas” marca un antes y un después y sienta las bases del programa político impulsado por los movimientos en lucha durante los años por venir.

En 2005 la movilización obrera y campesina volverá a tomar protagonismo retomando la tradición revolucionaria de la Asamblea Popular de los años 70´, creando un situación insurreccional en grandes regiones del país, pero esta vez con una determinación mucho más alta que abren las vías para que la clase dominante regule en su política y busque un recambio político dentro del régimen que le permita mantener el conjunto de sus privilegios. El camino a las elecciones presidenciales se abría para desviar de la movilización a la clase obrera y campesina.

En paralelo y como un subproducto del movimiento ascendente de masas, desde mediados de los 90´ se fue forjando al interior del movimiento campesino un nuevo partido político. Este partido fue llamado Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), que incluía en su interior centralmente a los campesinos organizados en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. Luego, el IPSP se planteó la necesidad de no sólo dar la lucha en el “terreno sindical”, sino también en el “terreno político”. El IPSP considera que dar la lucha en el terreno político significa la disputa por el poder de las instituciones del Estado. Así, no toma en consideración que el Estado boliviano es una organización estructurada por la burguesía, los terratenientes y el imperialismo para explotar y oprimir a los trabajadores bolivianos; y no una “herramienta” o “espacio” que alcanza con ocuparlo para cambiar su orientación política. Al obviar una caracterización del contenido de clase del Estado, el IPSP sólo se detuvo a verlo en su forma y sacó la conclusión que cambiándole la forma podría cambiarle el contenido. Es así que decidió lanzarse a las elecciones nacionales a través del nombre Movimiento Al Socialismo (MAS).

El contexto de crisis política aplastó la legitimidad de los partidos tradicionales de la burguesía, al mismo tiempo que situó en el centro de la escena política al líder cocalero Evo Morales, que se presentaba ante las masas como quien concretaría, desde el gobierno nacional, la Agenda de Octubre.

De esta manera, la movilización de las masas en lucha por sus reivindicaciones fue canalizada en los marcos institucionales de las elecciones presidenciales y Evo Morales fue elegido por el voto popular como presidente. Así, en enero de 2006, por vez primera en la historia un campesino indígena era proclamado en el primer cargo del Estado boliviano.

El gobierno del MAS

Entre la izquierda latinoamericana hay un debate de estrategias y programas que se expresa en la caracterización política del gobierno de Evo Morales. Desde un punto de vista materialista la caracterización de un gobierno se realiza por las clases sociales en las que se apoya para gobernar, por la forma política que asume la representación de los intereses de esas clases y por el programa político que lleva a cabo. Por su puesto esta representación no es directa ni mecánica, ya que un miembro de una clase puede representar intereses de otras clases, incluso antagónicas socialmente.

Tomando estos elementos para el análisis podemos ver que el gobierno del MAS es expresión de una alianza de clases sociales con hegemonía del campesinado, formada por los trabajadores mineros asociados en cooperativas , el movimiento obrero bajo la representación de la burocracia de la COB, y fracciones minoritarias de las capas medias urbanas. Así, caracterizamos al gobierno del MAS como un Frente Popular, una alianza de clases populares.

En lo que hace a su programa político, se basa en una serie de reformas centradas en la estatización parcial de las empresas privatizadas (como la telefonía, el petróleo y el gas), por medio de la compra de la mayoría de las acciones. También lleva a cabo programas de asistencia social a los ancianos que carecen de jubilación con un monto real similar a lo que aquí sería un plan social para los desocupados de $150, es decir, muy lejos de cubrir las necesidades básicas. También otorga un bono llama Juancito Pinto a los niños para que asistan al colegio que no es más de lo que aquí sería $1 por día, que no llega a cubrir los elementos indispensables de la canasta escolar. Otro programa social que tuvo mucho éxito fue la alfabetización de miles de ciudadanos que no sabían leer ni escribir, llegando a cubrir a casi la totalidad de la población. Pero de todo el programa político, aquel punto que logró que el MAS se constituya en el partido de las grandes masas fue el impulso y realización de la Asamblea Constituyente, con la consecuente reforma de la Constitución Política del Estado, que fue aprobada en enero de este año. Esta reforma, aunque para el pueblo significa un avance hacia las conquistas de sus reivindicaciones más sentidas, se mantiene en los marcos del régimen capitalista semi-colonial, manteniendo intacta la propiedad privada y el gran latifundio; es decir, legaliza de pies a cabeza todo el sistema social vigente en Bolivia y no avanza en la realización de la Agenda de Octubre. Sin embargo, la realización de esta nueva Constitución y la política de estatización de hidrocarburos generaron una brutal agresión de la burguesía y el imperialismo, que viene atacando al gobierno y al movimiento obrero y campesino mediante un programa político sedicioso y racista. Por medio de ataques de grupos armas fascistas, masacres a campesinos y un movimiento popular encauzado en una ideología reaccionaria, reclaman la autonomía de los departamentos de Bolivia ubicados en la llamada Media Luna (Beni, Pando, Santa Cruz, Tarija). Toda una “gran excusa” para defender con uñas y dientes sus grandes privilegios de clase.

Como producto de la última arremetida de la burguesía racista en la Masacre de Pando en septiembre de 2008, el gobierno del MAS terminó cediendo a los reclamos sediciosos. Así realizó un pacto con la derecha que borró los elementos progresivos centrales que poseía la constitución elaborada por la Asamblea Constituyente. De esta manera, el gobierno del MAS viene cumpliendo los objetivos que la clase dominante se había puesto: canalizar las demandas populares por los carriles de las instituciones del sistema, de modo de moderarlas y evitar un cauce revolucionario…. sin embargo…..

La contradicción entre las expectativas populares y la política del MAS

Hay tres elementos, al menos, que se combinan en la coyuntura política boliviana que la hace objetivamente explosiva; es decir, que la ponen en condiciones de entrar en un nuevo ascenso de la lucha de masas.

El central y que tiñe toda la situación mundial es la crisis cada día más profunda del sistema capitalista. De golpe, casi de un día para otro, el sistema capitalista entró en una estrepitosa crisis económica, política y crecientemente social que repercute sobre todos los planos de la existencia social. Esta crisis restringe todas las maniobras económicas de la burguesía para conducir un ciclo estable de la acumulación de capital y acrecienta el rol político para orientar el funcionamiento del sistema. Esto tensa las relaciones entre las clases, entre los Estados, etc. En definitiva, todas las fracciones capitalistas se ven debilitadas para conducir de forma pacífica, ordenada dentro de los marcos normales de desarrollo, la lucha de clases. Así, la entrada en un período de crisis irá agudizando los enfrentamientos de clase. Esta realidad es inexorable a la estructura contradictoria del capitalismo, que es una formación social de clases antagónicas. En Bolivia la crisis ya ha empezado a golpear con fuerza.

El segundo elemento es el resultado de años de luchas del pueblo boliviano: la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado. Esta fue una de las banderas centrales de la Agenda de Octubre, y suponía su realización, la concreción del resto del programa de reivindicaciones de la Agenda. Es decir que la nueva constitución debía, en la conciencia popular, resolver los problemas fundamentales del pueblo. La Constitución fue aprobada en enero y ya entró en vigencia. Como ya señalamos, ninguna de las demandas centrales que generaron las distintas rebeliones de los últimos años son consumadas en la nueva Constitución; ni siquiera beneficios importantes.

El tercer elemento es la subjetivad de las masas bolivianas. Recordemos que la clase obrera y campesina de Bolivia tienen una gran experiencia histórica de lucha y organización revolucionaria. Esta tradición, significativa en relación a la clase trabajadora de América Latina, se presenta como un factor revolucionario fundamental en un contexto en el que se combina una agudización de la crisis capitalista y un cúmulo de grandes expectativas en las reformas de la Nueva Constitución.

Todo este escenario preanuncia que en Bolivia estamos en la puerta de un nuevo ascenso de masas. La tarea central en este nuevo período es la construcción de un nuevo instrumento político con un claro programa socialista. Instrumento que evite que las próximas jornadas revolucionarias sean cooptadas y encarriladas por direcciones políticas reformistas y puedan encaminar a la clase obrera y campesina en la lucha por el socialismo.

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