Por Melchor Benavente

Un hecho político de enorme importancia acaba de ocurrir en las recientes elecciones legislativas en Argentina. El peronismo, a pesar de ser una dirección burguesa, ha sido tradicionalmente el partido de los sectores obreros y populares. Esa enorme contradicción política y social explica la actual debacle de Argentina, que a comienzos del siglo XX era uno de los países más ricos del mundo, y ahora está sumido en una crisis crónica que arroja a los trabajadores al abismo de la barbarie y la marginalidad social.

La crisis del peronismo y Kirchnerismo

El peronismo ha sido tradicionalmente el partido hegemónico en Argentina. Sus diversas corrientes se han alternado en el gobierno, a veces luchando abiertamente entre sí.

Cristina Fernández de Kirchner es actualmente la máxima representante del Kirchnerismo, corriente política dentro del peronismo, que ha mantenido el control del gobierno en los últimos diez años. Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández de Kirchner después, mantuvieron un discurso populista de izquierda que permitió reconfigurar al peronismo y acceder al poder. El Frente de la Victoria es el partido de esta corriente peronista.

Después del fallecimiento de Néstor Kirchner, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es visto en América Latina como un gobierno de izquierda, aliado de Venezuela, pero con cierta autonomía, a tal grado que no forma parte del proyecto del ALBA.

A pesar que Cristina Fernández de Kirchner ha mantenido roces con el imperialismo y con algunas trasnacionales, en realidad ha aplicado a lo interno de Argentina una cruda política neoliberal, mezclada con programas de asistencia social, que tiene sumido al país en una crisis pavorosa. El país se degrada constantemente provocando una enorme cantidad de luchas de resistencia por parte de los trabajadores.

La crisis económica provoca un desgaste político del peronismo y del Kirchnerismo como corriente dominante y en el gobierno.

La constitución del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT)

El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) es una alianza electoral de partidos trotskistas, creada el 14 de abril de 2011, con el objetivo de presentar una alternativa electoral independiente de izquierda de cara a las elecciones presidenciales del 2011.

El FIT fue constituido por el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS). Este tipo de alianzas son cruciales para superar la tradicional dispersión de las fuerzas que se reclaman del trotskismo. La gravedad de la crisis económica hizo que se superaran tradiciones sectarias.

Ya ha habido otras experiencias unitarias en el plano electoral. En 1987, se formó la alianza Izquierda Unida (IU) entre el Partido Comunista de Argentina (PCA) y el antiguo Movimiento al Socialismo (MAS). Esta alianza electoral obtuvo 400,000 votos en las elecciones de 1989 y logró meter a Luis Zamora como diputado en el Congreso Nacional

La crisis del MAS en 1990 contribuyó al dispersión de IU en 1991, volviendo a conformarse en el periodo 1997-2005, como una alianza electoral entre el Partido Comunista de Argentina (PCA) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), una de las corrientes que surgieron de la atomización del antiguo MAS. IU desapreció cuando el PCA decidió formar una alianza muchos más amplia, con sectores empresariales, abandonando criterios de independencia de clase que mantuvo tímidamente durante la existencia de IU.

IS surgió como una repuesta a la degeneración oportunista del MST. Y después de un largo periodo de derrotas de los trabajadores y de dispersión de la izquierda, la constitución del FIT en el año 2011 representó una esperanza para la construcción de una alternativa independiente de los trabajadores y la izquierda.

Las elecciones internas

A dos años y medio de la constitución del FIT, el pasado 11 de agosto del 2013 se realizaron las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), conforme la legislación argentina, que obliga a escoger los candidatos por medio de elecciones primarias simultaneas.

En agosto del 2013 el FIT obtuvo 732.925 votos, el 3,22% de los votos totales. En las internas del año 2011 el FIT había obtenido 520.000 votos. El aumento de votos fue significativo. Un sector importante de la vanguardia obrera y juvenil se sintió motivada con la creación de esta nueva alternativa electoral, y los resultados fueron halagadores.

Otras organizaciones que se reclaman trotskistas, como el Nuevo MAS, principal partido de la corriente Socialismo o Barbarie (Sob), no forman parte del FIT pero obtuvieron de manera independientes unos 120.000 votos.

Lo anterior indica que la crisis del capitalismo en Argentina está creando condiciones para una corriente de masas, que se encuentra en proceso de ruptura con la conducción peronista, en sus diversas variantes.

El programa del FIT

El programa del FIT plantea una salida socialista a la actual crisis del capitalismo en Argentina: escala móvil de salarios, contra la burocracia sindical, por la nacionalización de los servicios públicos que fueron privatizados, cesar el pago de la deuda externa usuraria, en defensa de la educación y salud públicas, defensa de los derechos de la mujer, contra la entrega de los recursos naturales y la megaminería.

El FIT planteó la pelea por la defensa del salario y las jubilaciones iguales a la canasta familiar; la derogación del impuesto al salario, el fatídico 82% móvil. Planteó la necesidad de una YPF (petrolera) 100% estatal y la nacionalización del petróleo y el gas. La re estatización del ferrocarril y del metro (subte), poniéndolo a funcionar bajo control y gestión de trabajadores y usuarios.

El resultado de las elecciones del 27 de Octubre

Mientras el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se revolcaba en la crisis, y la propia Cristina estaba convaleciente en un hospital, se realizaron las pasadas elecciones legislativas del 27 de Octubre del 2013.

La votación del FIT en las elecciones de octubre fue de 1.200.000 votos. Nunca en la historia de Argentina, la izquierda había obtenido semejante triunfo electoral. El FIT obtuvo tres diputados nacionales, 7 legisladores provinciales (que se suman a los dos existentes en Neuquén y Córdoba) y todavía está peleando contra el fraude la diputación de Liliana Olivera en la provincia de Córdoba.

Hubo regiones en donde la votación del FIT fue muy alta, si se toma en consideración que es una alianza de reciente creación. La votación en provincia fue significativa. En Salta obtuvo el 20% de los votos, en Mendoza el 14%, en Santa Cruz el 13%, en Jujuy el 11%, en Neuquen el 9,9% y en Córdoba el 7,5%.

La ruptura con el peronismo.

Durante 60 años el peronismo ha sido el partido que cautiva a la clase trabajadora y las masas populares. Esta influencia política viene desde la época en que el general Juan Domingo Perón, en una época de bonanza capitalista, concedió muchas conquistas a clase trabajadora “descamisada”.

Pero esa época de bonanza terminó hace décadas y después de un largo periodo de desilusiones, comienza el proceso de ruptura política con el peronismo. Esto ha sido posible por una confluencia de factores: Enorme crisis del capitalismo en Argentina, unidad de los principales partidos trotskistas, experiencia que ha vivido la vanguardia obrera y juvenil bajo el Kirchnerismo, y la necesidad objetiva de buscar una alternativa independiente de la patronal y los partidos tradicionales.

Esta ruptura es apenas incipiente. En el proceso electoral salieron fortalecidas opciones derechistas. La crisis del peronismo produce sangría por ambos lados, derecha e izquierda.

La enorme responsabilidad del FIT

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) saludamos y felicitamos a la heroica militancia de los partidos hermanos que conforman el FIT, por el gran triunfo obtenido. Pero no es momento de cantar victoria o caer en la borrachera electoral. El desafío del FIT es enorme. La vanguardia obrera y juvenil ha puesto sus ilusiones en esta alianza electoral.

El FIT no debe ser solo una alianza electoral, debe avanzar mucho más: hacia la constitución de un Partido de los Trabajadores, con democracia interna, para atraer a más sectores a la construcción de un partido revolucionario con influencia de masas.

Las diferencias de método, que son las que dividen a los partidos trotskistas deben ser superadas con la experiencia unitaria. Se debe acabar con el método sectario de ver la realidad a través de los esquematismos ideológicos de cada corriente. De la misma manera que en diversos países reclamamos la constitución de un partido de los trabajadores, de esa misma manera los partidos trotskistas que hoy forman el FIT deben avanzar hacia la constitución de una organización unitaria, no por efectos de la votación, sino por medio de la lucha cotidiana de los trabajadores.

A veces se nos olvida que el Partido Social Demócrata de Alemania, a finales del siglo XIX, fue el producto de la fusión de los grupos marxistas con la corriente de Ferdinand Lasalle. Fusión que Marx criticó por su programa endeble, pero a veces un enorme paso en la práctica, que permita la organización de decenas de miles de trabajadores, es más importante que un buen programa o que una buena votación.

Es nuestro humilde consejo desde la distancia, confiados en que las condiciones objetivas son más fuertes que los esquemas sectarios.


Por Juan Castel

El “Paro Nacional Agrario y Popular” en Colombia, que iniciase el pasado 19 de agosto, tiene sus causantes históricas en la desigualdad del campo colombiano y en un régimen democrático burgués cimentado económicamente en un puñado de grandes terratenientes y del mismo imperialismo yanqui, los dos motores del estado oligárquico-imperial colombiano. Pero el Paro Agrario y Popular que ha puesto actualmente en jaque al gobierno de Juan Manuel Santos tiene sus precedentes organizativos y de su accionar de lucha de masas en la historia del pueblo colombiano.

Antecedentes de la lucha

El 14 de Septiembre de 1977 será una fecha que los bogotanos no podrán olvidar, fecha en que los de abajo hicieron templar a la cúspide del poder militarista colombiano. El gobierno central estaba hacía tres años bajo el mando del Partido Liberal Colombiano (PLC) presidido por Alfonso López Michelsen; el alcalde designado por el PLC para gobernar el distrito especial de Bogotá fue el también liberal Bernardo Gaitán Mahecha. Junto con esa renovación del poder central, los bogotanos vieron un cambio en la forma de hacer política, cambio que desterraba al hegemónico Partido Conservador; pero ese cambio nunca llegaría y sería remplazado rápidamente por una crisis económica, el descredito de los partidos políticos y la intensificación de las desigualdades sociales, este contexto llevará en última instancia a la fuerte protesta urbana y social.

En agosto se anuncia la realización de una “huelga general”, que fue pronto criminalizada y tachada por los órganos gubernamentales de tener un carácter “subversivo y político”. Para llevar a cabo el paro se conformó un comité de coordinación que integraron varios sectores convocados por el Consejo Nacional Sindical (CNS), conformado por: Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC), Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) y la Confederación General del Trabajo (CGT). La protesta tuvo como plataforma los siguientes puntos: 1) Aumento de los salarios por encima del 50%. 2) Congelación de los precios de los artículos de primera necesidad y de las tarifas de servicios públicos. 3) Suspensión del Estado de Sitio y respeto de las libertades políticas y sindicales. 4) Derogación del Estatuto Docente, reapertura y desmilitarización de las universidades, adjudicación de un presupuesto más adecuado a sus necesidades. 5) Abolición de las normas de Reforma Administrativa para que los trabajadores de servicios del Estado puedan disfrutar del derecho de asociación, contratación colectiva y huelga. 6) Entrega inmediata de tierras a los campesinos de las haciendas afectadas por el INCORA. 7.) Jornada de 8 horas y salario básico para los trabajadores del transporte. 8) Suspensión de los decretos de reorganización del ICSS que lesiona los intereses de los usuarios y viola los derechos y conquistas de los trabajadores del mismo instituto.

La jornada del paro tuvo un preámbulo el día 13 a las 11:45 pm cuando “Los voladores, lanzados desde las azoteas de diez edificios y de otras casas particulares, los que notificaron con el grito de júbilo de la pólvora que se aceraba la hora cero señalada por las directivas de las cuatro centrales obreras” (Medófilo Medina: La protesta urbana en Colombia; 1984)

El 14 de septiembre de 1977 estalló el paro cívico más fuerte que quizás se ha realizado en Bogotá, por ende la protesta urbana más importante de la segunda mitad del siglo XX. En Bogotá la población interrumpe el transporte y se enfrenta a las fuerzas gubernamentales. Se produce desorden, interrupción del transporte y saqueos a grandes almacenes, a camiones de la Pepsi-cola, tomas de calzadas y avenidas principales, al tiempo que la población es fuertemente reprimida. Paro que en primera instancia aglutinará a los asalariados urbanos que serían secundados por obreros, empleados independientes, estudiantes, amas de casa y otros. En algunos lugares se produjeron asaltos a cinco empresas industriales medianas. Además se dio el intento de las multitudes de tomarse la Estación Central de Teléfonos de Bogotá y una estación de energía eléctrica en el sur. “Las tomas y los saqueos que se produjeron el 14 de septiembre no constituyen en modo alguno el aspecto más representativo o extendido del paro cívico, visto desde el ángulo de la protesta urbana” (Medina: 1984), ya que la clase dominante, los medios de comunicación y el gobierno se valieron de estos hechos para descalificar el paro, haciendo ver una protesta que fue justa, como un acto violento e ilegal, y por tanto lo reprimieron violentamente.

Los Campesinos del Catatumbo encendieron la chispa

A finales de junio del presente año, se desató una fuerte movilización de campesinos en la región del Catatumbo al noreste del departamento norte de Santander. La movilización fue mantenida férreamente a pesar de las embestidas represivas del ejército colombiano y de las persecuciones, asesinatos y desapariciones a manos de los grupos paramilitares –en clara alianza con el gobierno nacional- contra las poblaciones campesinas y los líderes de la movilización. Las causas primordiales del levantamiento de los campesinos del Catatumbo, tiene su base en la desigualdad en la que estos deben competir contra las grandes industrias agrícolas, agropecuarias, férreas, mineras y cafetaleras; estas últimas respaldas por las facilidades brindadas por “El Acuerdo de Promociones Comerciales entre Estados Unidos y Colombia”, también llamado TLC. Este entró en vigencia el 15 de mayo del 2012 y a sub-arrendado el campo colombiano y sus productos a las importaciones trasnacionales, haciendo de los grandes hacendados y terratenientes colombianos los administradores nacionales del patio trasero yanqui y a la clase política fiel representante de la oligarquía colombiana.

Esto no amilanó a los campesinos, quienes manteniendo una lucha indefinida de más de dos meses, trajeron de nuevo a la palestra colombiana –distraída por los diálogos de paz de la Habana- de manifiesto los problemas de la desigualdad del trabajador empobrecido del campo (en Colombia 14 millones de campesinos viven en la pobreza y cerca de un millón de familias no poseen tierras para subsistir) que muere a la sombre de una competencia protegida por el falso “desarrollo”, por el gasto militar norteamericano en armas para con sus aliado más importante y productor de bienes básicos en América latina (plan Colombia). Fue el Catatumbo el que empujó a las masas a luchar abiertamente contra un gobierno que acusa a cualquier “basta ya” de los pobres, de tener influencia directa de la guerrilla y de los terroristas.

El Paro Agrario de todos, por una Colombia de todos

El paro colombiano convocado por diversas organizaciones sociales, progresistas, democráticas, sindicatos y de un amplio movimiento de izquierdas, estallaría el pasado 19 de agosto. Pero este no era como lo dice el gobierno pro-fascista y militarizado colombiano, un ataque influenciado por la guerrilla o por su nuevo “enemigo público” –dada una posible paz firmada en la Habana- el terrorismo. Este paro fue desde las primeras horas, un paro popular con su gran base campesina movilizada a lo largo y ancho de Colombia. Millones de hombres y mujeres que reclaman una solución estructural a los problemas que aquejan a la mayoría de la población en el país, que se evidencian en la miseria del 73% de los campesinos y campesinas; en 6,6 millones de hectáreas despojadas por las fuerzas estatales, paramilitares y transnacionales; en 5,5 millones de personas desplazadas a sangre y fuego de sus tierras; en el 52% de la propiedad rural concentrada en 1,15% de la población, con un Coeficiente de Gini del 0,85 (donde 1 significa el nivel máximo de desigualdad).

Es por estos motivos que actualmente Colombia entera se ha declarado en “Paro Nacional Agrario y Popular”, exigiéndole al gobierno mediante la Mesa Nacional Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdo (MIA): 1) La implementación de medidas y acciones frente a la crisis de la producción agropecuaria. 2) El acceso a la propiedad de la tierra. 3) El reconocimiento a la territorialidad campesina. 4) La participación efectiva de las comunidades y los mineros pequeños y tradicionales en la formulación y desarrollo de la política minera. 5) Que se adopten medidas y se cumplan las garantías reales para el ejercicio de los derechos políticos de la población rural. 6) Inversión social en la población rural y urbana en educación, salud, vivienda, servicios públicos y vías.

El gobierno de Juan Manuel Santos ha intentado inútilmente invisibilizar el Paro y la multitudinaria movilización que lo sostiene, lo que no ha impedido que cada día sean más los sectores que se suman para manifestar su inconformidad con las políticas neoliberales, cuyos efectos se han profundizado con la firma de diferentes Tratados de Libre Comercio, especialmente el pactado con Estados Unidos en 2010. La represión ha estado a la orden del día, con ataques indiscriminados a las comunidades y manifestantes, ametrallamientos, daños a bienes civiles, confinamientos, retenciones arbitrarias en el campo y la ciudad.

La respuesta gubernamental

El gobierno se apresuró a desmentir el hecho de un paro general de los campesinos, cafeteros, cacaoteros, mineros, paperos, arroceros, algodoneros, trabajadores y usuarios de la salud, transportistas, mineros, estudiantes, junto a las principales expresiones organizadas de la izquierda y del sindicalismo. Declaración de Juan Manuel Santos: “El tal paro nacional agrario no existe, hay algunos sectores de algunos departamentos que tienen legítimas reclamaciones que están pidiendo ayuda del Estado de forma legítima…Decían que van a aislar a Bogotá, no hay tal, son 10 o 15 personas, la situación está bajo control y los problemas se están solucionando” (Caracol Radio, 25 de Agosto). Apelando a que las protestas eran reducidas y estaban infiltradas por los grupos de la izquierda radical y de la ultra derecha. “En su alocución durante la Caminata por la Solidaridad, el jefe de Estado manifestó que son muy pocos los campesinos que están protestando y que las manifestaciones están infiltradas por violentos de la extrema derecha y la extrema izquierda” (Caracol Radio, 25 de Agosto).

Mientras Santos hace estas declaraciones no se detiene la arremetida policiaco-militar en el campo convulsionado por las manifestaciones y barricadas campesinas, tampoco es diferente el tratamiento que reciben los estudiantes y obreros parados en 30 de las 32 principales ciudades del país. La violencia del estado ha sido maximizada por los grupos paraestatales y los de choques gubernamentales, encabezados estos últimos por las despreciables fuerzas del “Escuadrón Móvil Antidisturbios” (ESMAD), a la cual se le atribuyen las muertes de manifestantes durante choques contra la policía. Mientras Juan Manuel Santos, respetando la ruptura con la fracción burguesa representada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, sale a desmentir estos ataques y represión indiscriminada diciendo: "Nunca ha habido un Gobierno que le haya dado tanto a los campesinos y que esté tan comprometido con ellos" (http://www.noticiascaracol.com/nacion/articulo-302718-santos-se-disculpa-con-campesinos-y-acepta-abrir-mesa-de-dialogo) y culpando de todo este embrollo –claro no tácitamente- a los gobiernos anteriores presidido por Barco, Gaviria, Samper, Pastrana.

Esto le llega a la burguesía colombiana como “un golpe inesperado” durante las negociaciones de paz en La Habana, en la cual pone sus esperanzas de que la guerrilla de las FARC-EP claudique a la democracia burguesa, validando el sistema clientelar y corrupto que mantiene los privilegios de la minoría poseedora de la renta nacional y de los jugosos tratos con el capital trasnacional sobre la miseria de la amplia mayoría campesina y de los obreros y asalariados públicos y privados.

Por eso desde el Partido Socialista Centroamericano nos solidarizamos con el pueblo colombiano, y animamos a seguir la movilización y la lucha contra el estandarte de la pobreza, la expoliación y la muerte, como siempre lo ha sido el gobierno colombiano, rapaz administrador neoliberal de la oligarquía terrateniente nacional y del interés imperial yanqui. Aquella lucha cívica en Bogotá en septiembre 77 revive hoy, más fuerte, con una lógica de clase más amplia, de muchos colores y de más voz. Aquella huelga general de 1977 fue derrotada por las armas al no poderse propagar por todo el campo. Pero este paro popular ha hecho en más de un mes de lucha lo que la guerrilla de las FARC-EP con su foquismo, no pudo hacer en más de 60 años de lucha. Hacer temblar al otrora inexpugnable poder oligárquico-imperial. Desde la distancia, sin el conocimiento concreto de los hechos, nos atrevemos a aconsejar a los campesinos y trabajadores en paro que empiecen a formar Comités de Autodefensa para enfrentar la represión generalizada que el gobierno ha lanzado sobre ellos; también aconsejamos que los compañeros se organicen en Comités de Abastecimiento y Autoayuda para poder sustentar los gastos del paro y que las familias trabajadoras subsistan. Estos son embriones de poder popular indispensables para que el paro pueda prolongarse exitosamente sin problemas. “Las masas en la movilización nunca serán derrotadas”.

 

Por Silvia Díaz y Andrés Méndez

Este ensayo fue escrito en Octubre de 1973, a escaso días del golpe de Estado del 11 de Septiembre de ese mismo año, como introducción a un libro titulado “La Tragedia Chilena”, que condenaba el golpe de Estado y el asesinato de Salvador Allende, pero también reunía varios artículos críticos sobre la experiencia del gobierno de la Unidad Popular (UP) y la política reformista que manejaron los partidos y organizaciones de izquierda en Chile. 40 Años después hemos creído conveniente publicarlo.

El 11 de setiembre, la "vía pacífica hacia el socialismo" fue bruscamente cortada por las bombas y cañonazos con que las fuerzas armadas dieron por finalizado el experimento de "dejar gobernar" a la Unidad Popular. El asesinato del presidente Salvador Allende fue la manifestación más visible del salvajismo con que los gorilas chilenos actuaron: hasta los reaccionarios de todo el mundo se vieron obligados a derramar lágrimas de cocodrilo (el Papa y el presidente Nixon, entre ellos). Pero la muerte de Allende no fue sino un hecho más: las Fuerzas Armadas descargaron su odio de clase en el bombardeo sistemático de las zonas fabriles y de las barriadas obreras, en el fusilamiento masivo de la vanguardia obrera y de los militantes de izquierda, en el encarcelamiento y la tortura de miles de trabajadores y estudiantes, en la brutal persecución a los muchos revolucionarios latinoamericanos que habían buscado en Chile un refugio contra la barbarie de sus propios gobiernos. La afición del régimen militar brasileño por la prisión, la tortura y el asesinato de militantes es tristemente célebre y ha ganado un lugar de honor en la galería de horrores que el capitalismo en decadencia descarga sobre la humanidad; a pesar de ello, exiliados brasileños en Santiago prefirieron asilarse en la embajada de su país y ponerse en manos de esa sangrienta dictadura, antes que enfrentar a la ferocidad de los "salvadores de la patria" chilenos. Este solo hecho pinta mejor que todas las palabras la brutalidad de la represión en Chile. Después del aplastamiento de la Comuna de París (la gran revolución obrera del siglo pasado), las burguesas mojaban la punta de sus paraguas en la sangre de los insurrectos para tener un recuerdo de la represión. Los gorilas chilenos no mojan paraguas, pero su brutal represión no es un invento nuevo. Siempre que la burguesía ve de cerca la posibilidad de una revolución obrera, se sobrepone a su miedo con enormes reservas de odio y de ferocidad.

No será una novedad que denunciemos el papel jugado por el imperialismo yanqui en Chile. Cuando el Departamento de Estado admite que tenía informes del estallido del golpe cuarenta y ocho horas antes de que se produjera, cuando Kissinger declara a la prensa que la CÍA "nada tuvo que ver con el golpe, que yo sepa", como abriendo el paraguas con tiempo, cuando los primeros en reconocer a la Junta Fusiladora han sido las dictaduras más ligadas a la política del imperialismo (Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay), nadie puede conservar una duda razonable. La misma mano que actuó en Brasil en 1964, en la República Dominicana en 1965, en Bolivia en 1971; la misma mano que actuó en Guatemala en 1954 y en nuestro país al año siguiente, es la que hoy ha acompañado a la burguesía chilena y a sus fuerzas armadas en el golpe reaccionario.

Si hiciera falta aportar pruebas del carácter antiobrero del golpe, si no bastara con ver la particular predilección con que se atacó a los barrios obreros y con que se fusiló a los activistas proletarios, bastaría con decir que las primeras medidas de la Junta Militar fueron la congelación de salarios y la devaluación del escudo, que sumó un elemento más a la carestía creciente.

La Junta ha dicho de este modo que el peso de la crisis económica chilena ha de recaer sobre los trabajadores. Mencionar que se ha obligado a los empleados a trabajar un día sin cobrar para "ayudar a recuperar al país1', es casi redundante después de lo que hemos dicho.

Durante tres años, la experiencia del gobierno de Allende fue centro de atención para propios y extraños. El imperialismo, las burguesías latinoamericanas, las fuerzas reformistas, el ultraizquierdismo y los marxistas revolucionarios hemos seguido paso a paso el desarrollo de esa experiencia, cada cual por sus propias razones y movido por sus propios intereses. Hoy, cerrado el ciclo del gobierno de la UP, ha llegado el momento de sacar las conclusiones. El balance de lo hecho y de lo omitido está lleno de enseñanzas que todo el movimiento revolucionario latinoamericano deberá aprovechar. Después del 11 de setiembre, se han rendido muchos homenajes a las víctimas del golpe y se ha prometido continuar su lucha. La mejor forma de hacerlo es aprender de los errores cometidos. La única manera de que su sacrificio no haya sido inútil, es. que sirva para evitar nuevas derrotas y nuevas masacres al movimiento obrero latinoamericano y mundial.

El análisis del proceso chileno, que culminó en el golpe del 11 de setiembre no es, entonces, un juego intelectual. Es una obligación de todos los revolucionarios y de todos los obreros de vanguardia. Y más que una obligación, es una cuestión de vida o muerte. De allí la importancia de encararlo con responsabilidad y de sacar las conclusiones correctas.

"La burguesía se moviliza, gana la calle y se prepara a fondo utilizando todos tos medios legales e ilegales a su alcance" (Avanzada Socialista, N° 35, 25/10/72). Esto se dijo casi un año antes del golpe, cuando aún los militares chilenos mantenían la ficción del "profesionalismo" y muchas fuerzas políticas de izquierda aún creían posible una convivencia con la burguesía. La realidad confirmó aquel pronóstico. Y confirmó también la conclusión del mismo artículo: "Sólo la movilización armada de los trabajadores y campesinos habrá de asegurar el camino al socialismo”'.

Algunas explicaciones sobre el golpe chileno

1. ¿Es posible unir a la derecha y a la izquierda?

Casi inmediatamente después de producido el golpe, el general Perón respondió a un periodista que le pidió su opinión, que los culpables son "los apresurados de siempre". Posteriormente, amplió su pensamiento: para él, Allende cayó víctima "de su sectarismo, de su política tendiente al exceso" y que "la responsabilidad no fue de los militares sino de los guerrilleros".

¿Qué habría que haber hecho, entonces? Indirectamente, Perón nos lo contesta, al esbozar su propio plan para evitar en nuestro país el "exceso" y el "sectarismo"; "logrando la unidad de todos en torno de un objetivo común para la izquierda y la derecha: reconstruir lo que destruyeron muchos años de mal gobierno", (declaraciones al "Giornale d'Italia").

El general Perón tiene hecho un balance del proceso chileno y ha sacado sus conclusiones: si no queremos llegar al mismo resultado en la Argentina, debemos recurrir a "la unidad de todos los argentinos, cualesquiera sea el matiz político" (discurso de cierre de campaña).

Hemos subrayado "unidad de todos" por lo que esto significa: unidad de los explotadores y de los explotados, unidad de los que producen y sufren cada día mayor miseria y de los que no producen y viven entre lujos, entre los que encarcelan, torturan y asesinan y sus víctimas. Aplicado a Chile, quiere decir: unidad con los asesinos del 11 de setiembre, con Frei, con Alessandri, con las bandas derechistas de Patria y Libertad, con los sirvientes del imperialismo. Aplicado a la Argentina, quiere decir unidad con Balbín, con Manrique, con Frondizi, con Alsogaray, con Lanusse, con Carcagno y con el capitán Sosa.

Pero la unidad con los explotadores sólo puede realizarse al precio de admitir que continúe la explotación. Si nadie hubiera afectado o amenazado sus privilegios, no hay duda que ni los imperialistas, ni los explotadores chilenos y sus sirvientes de uniforme, hubieran recurrido al golpe. ¿Para qué? Si renunciamos a defendernos, nuestros enemigos (imperialistas o nacionales) no necesitarán utilizar la violencia. Pero esa "pacificación" se basa en mantener el hambre y la explotación de la mayoría para garantizar las ganancias de una minoría.

La unidad de todos los argentinos (como en cualquier otro país donde exista la explotación del hombre por el hombre) es la unidad de la soga y el ahorcado. Existe mientras los trabajadores admiten resignadamente que se los siga explotando y oprimiendo. Pero, apenas los trabajadores comienzan a luchar por sus derechos, poniendo en peligro el sistema de explotación, la unidad desaparece y la burguesía recurre a los instrumentos adecuados (policía, ejército, bandas armadas a sueldo) para hacer "entrar en razón" a las masas y eliminar a los "elementos subversivos".

En resumen, vemos que la conclusión de Perón ante la derrota de la Unidad Popular chilena es consecuente con lo que él mismo hizo en 1955 y que hoy suele recordar como su gran mérito: evitar la guerra civil, dejando triunfar sin lucha al imperialismo y a sus aliados.

2. ¿Es posible unir a los trabajadores con la burguesía "no comprometida con el imperialismo"?

Pero, sin coincidir con la concepción de "unidad de todos" que proclama Perón, hay quienes tienen una concepción similar en muchos aspectos. Veamos cómo interpreta la derrota chilena el Partido Comunista argentino. Agreguemos, de paso, que sus posiciones y conclusiones nos merecen particular atención, ya que el PC chileno jugó un papel de primerísima importancia en el proceso interrumpido el 11 de setiembre.

El 19 de setiembre, "Nuestra Palabra” achacaba buena parte de la responsabilidad por la derrota a "la ultraizquierda", por haber contribuido "con su infantilismo tremendista" a "alejar a vastos sectores de la clase media, a los elementos vacilantes de las Fuerzas Armadas confundidos por la derecha". ¿Qué política creen que hubiera sido correcta y lo será en el futuro? "Nuestra Palabra" exhorta a "ampliar la unidad". Pero, reconozcamos que no se trata aquí de la unidad de todos los argentinos ni de todos los chilenos. Más modestamente, se trata de un "Frente Patriótico y Antiimperialista que encuadre ei 80%". ¿Y quiénes han de constituir ese 80%? "La pequeña y mediana burguesía, la burguesía nacional no comprometida con el imperialismo, las masas católicas y militares patriotas de raíz sanmartiniana". Los obreros y estudiantes, formando bloque con este heterogéneo conjunto, podrían haber derrotado a la oligarquía y al imperialismo y marchado "constitucionalmente" hacia el socialismo.

Vamos por partes. Lo primero que podemos decir de esto es que se trata de una absurda mescolanza, donde se entremezclan sectores sociales y cosas que no se sabe muy bien por qué están ahí. Para no ir más lejos, ¿de qué "masas católicas" se habla? Porque se supone que los católicos (pertenezcan o no a las "masas") deben formar parte de algún sector social: o son obreros, o son pequeñoburgueses, o medianos burgueses, y en ese caso, ya están incluidos en la lista; o son grandes oligarcas, y en ese caso, no se los puede incluir ni con toda la buena voluntad del mundo. Las "masas católicas" pequeño-burguesas estuvieron en la punta de lanza del golpe, pero no porque fueran católicas y la Unidad Popular Jes hiciera temer la pérdida del Paraíso, sino porque eran pequeños burgueses, que vieron que las medidas económicas del gobierno de la Unidad Popular y el consiguiente sabotaje de la derecha y el imperialismo, hundían el país en la crisis económica y que Allende era incapaz de solucionarla. Debemos aclarar que Allende no era incapaz de solucionar la crisis por exceso de socialismo. Todo lo contrario. No podía hacerlo porque no aplicó la planificación socialista y porque no mostró a esas masas pequeño-burguesas cómo podía beneficiarlas concretamente (económicamente) la expropiación de los resortes fundamentales de la economía y su puesta en funcionamiento bajo el control de los trabajadores. De ese modo, las amas de casa de clase media se toparon con la crisis del abastecimiento y se dejaron arrastrar por la derecha a las famosas "marchas de las cacerolas vacías". Repitámoslo: no las arrastró el catolicismo, sino algo más prosaico: la falta de tomates en las ferias.

Pero, dejemos a las "masas católicas". "Nuestra Palabra" propone "ampliar el frente". Pero, esa fue precisamente la política que siguió Allende, calurosamente aplaudido por el PC chileno. Incontables veces, el gobierno de la UP llamó a la "oposición democrática" (es decir, la Democracia Cristiana) a que se uniera al proceso de "liberación". Un mes antes del golpe, Allende intentó un acuerdo con la D.C. Veamos qué decía en agosto, "El Siglo", diario del PC chileno: otro llamado "a un entendimiento... que permitiera ordenar jurídicamente, mantenernos dentro del estado de derecho, tal como lo plantea el programa de la Unidad Popular, lograr que las convergencias y las confluencias de ideas programáticas expresadas por la DC y la UP se materialicen cada vez más".

Hemos extraído un ejemplo entre más. Una revisión rápida de lo sucedido en los tres años de gobierno de la UP, proveerían muchos más. Porque esa fue la política constante del gobierno de Allende y fue la prédica constante del PC chileno.

El PC no está sólo en su teoría del "frente del 80%". También desde la mayoría de las corrientes del llamado "peronismo combativo", se tiran cables hacia los "empresarios nacionales" y "militares patriotas". Escuchemos a uno de sus exponentes.

Manuel Firmenich, dirigente de los Montoneros, dijo el 22 de agosto en el acto realizado en la cancha de Atlanta, que ellos admitían la estrategia del frente antiimperialista de Perón, que engloba a "seis millones de trabajadores", pero también a "un millón de comerciantes y pequeños y medianos productores". Y más adelante aclaró que esos sectores "están políticamente representados en tres superestructuras que se han presentado en los últimos comicios, que son el Frente Justicialista de Liberación, la Unión Cívica Radical y la Alianza Popular Revolucionaria". Examinemos a los "pequeños y medianos productores" de Firmenich: grandes latifundistas y estancieros, como Jury y Romero (gobernadores de Tucumán y Corrientes, respectivamente, elegidos por el Frejuli), la burguesía agraria que responde mayoritariamente a la UCR y gran parte de la burguesía industrial (CGE e incluso UIA) que han apoyado sin reservas el acuerdo Perón-Balbín.

Naturalmente, la coincidencia de estas corrientes peronistas y del PC es casi total en lo que hace a la interpretación del caso chileno. "El Descamisado" del 18-9-73, hace la siguiente descripción del golpe: "Todo esto volteó a Allende: un plan gestado en el Pentágono que combina, malestar en los cómodos, miedo de los generales sin pueblo, dirigentes políticos oportunistas, asalariados de cuello duro, más la histeria de las matronas que no encontraban alimentos en los negocios". Naturalmente, es más sencillo descargar maldiciones sobre los chivos expiatorios más visibles que analizar seriamente el proceso y extraer las conclusiones. Este párrafo nos hace pensar en un boxeador que, después de haber recibido una tremenda paliza como producto de sus propias fallas técnicas, se quejara amargamente diciendo que su adversario ha sido el culpable, porque le pegó. Hasta un novato le diría: "para eso subió al ring; el problema es que Ud. se dejó pegar y no le pegó a su vez".

El Pentágono tiene su trabajo (defender los intereses de los grandes monopolios yanquis) y lo cumple muy bien; los generales, con o sin pueblo, tienen su trabajo (defender los intereses de las clases dominantes de sus paises) y tampoco lo hacen mal; los políticos oportunistas, lo mismo; los asalariados de cuello duro y las matronas tratan de cuidar sus intereses y, si se equivocan, no es toda la responsabilidad de ellos, sino de los "revolucionarios" que no supieron mostrarles dónde estaban sus verdaderos intereses.

En fin, para decirlo en criollo, la culpa no es toda del chancho, sino también de quienes le dan de comer. Si se atacara al Pentágono, dejando inerme a la burguesía nacional (con la que está unido por mil lazos, aunque tengan diferencias), su efectividad se reduciría casi a cero; si las fuerzas revolucionarias preparan a las masas obreras (y se preparan ellas mismas) para ganar a los soldados y suboficiales para la Revolución, los "generales sin pueblo" se convertirán en "generales sin soldados" (y sin armas), lo que seguramente será mucho más triste para ellos. Si a los políticos oportunistas no se les permite que tengan su oportunidad, poco podrán hacer. Y si, en lugar de despotricar contra los "asalariados de cuello duro" y las "matronas", se tiene una audaz política para ganar a la clase media, mostrándole cuánto tiene que ganar con el derrocamiento del régimen burgués y la instauración de un ' gobierno obrero y popular, indiscutiblemente la cuestión cambiaría.

Porque el Pentágono no actuó solo. Actuó junto con toda la burguesía chilena, incluidos los "empresarios nacionales" y "medianos productores". El golpe no fue obra de "generales sin pueblo", sino del conjunto de la oficialidad de las Fuerzas Armadas. El oportunismo no fue el de los "momios" reaccionarios del Partido Nacional ni de los "opositores demócratas" de la Democracia Cristiana: ellos defendieron los intereses de clase de la burguesía con toda seriedad y consecuentemente. El oportunismo estuvo en las filas de la Unidad Popular, donde se sacrificó toda posibilidad de movilizar a las masas por la vía revolucionaria, para no perder la posibilidad de concretar el "frente del 80%".

También "El Descamisado" tiene su ataque a los "apresurados": "... los apresurados del campo propio. Esos que pretenden afectar duramente los intereses imperialistas, antes de tener el pueblo organizado para aguantar después la respuesta de los yanquis. . ."

El PC chileno, cuando los obreros de los Cordones Industriales reclamaban movilización, les contestaba que esperaran, que tuvieran paciencia, que se organizaran, que estuvieran alertas. Mientras tanto, los gorilas no esperaban, aprovechaban cada día, cada hora, para reprimir, para sabotear, para preparar el golpe.

Como vemos, el PC y las corrientes "combativas" del peronismo coinciden en su diagnóstico del golpe chileno y en su aplicación a nuestro país: reivindican la política dé Allende como correcta y que hay que seguir aplicándola: "frente con la burguesía 'no comprometida con el imperialismo' ".

3. ¿Existe la burguesía "no comprometida con el imperialismo"?

Allende y el PC tendieron permanentemente a lograr un acuerdo con esa burguesía "no comprometida con el imperialismo". Los resultados están a la vista. La burguesía "no comprometida" aparentemente estaba representada por la Democracia Cristiana, hacia la que se dirigieron todos los llamados a la unión, a la paz y a la cooperación de la UP. Sin embargo, la DC ha avalado el golpe del 11 de setiembre y no sabemos hasta que punto lo habrá promovido. En todo caso, es sugestivo que, en los días previos al golpe, los demócratas cristianos hayan llevado adelante una .ofensiva brutal contra el gobierno, a través de sus legisladores y órganos de prensa. No es casual que hoy, los militare« golpistas se defiendan de los ataques que se les hacen de haber roto la continuidad constitucional, afirmando que el Congreso (con el voto de los conservadores y de la DC) se dirigió a los ministros militares pidiendo que restablecieran la normalidad constitucional, "rota" por Allende.

En la DC existe un ala de "izquierda" (Tomic y Cia.). ¿En qué se distinguió ese sector de los pro-golpistas como Frei? Abiertamente o con un prudente silencio, toda la DC convalidó el golpe gorila, antiobrero y proyanqui.

Por mucho que pueda asombrar a los redactores de "Nuestra Palabra" y de "El Descamisado", esto no tiene nada de extraordinario. El comportamiento de los demócratas cristianos chilenos ha sido fiel a los intereses de la burguesía chilena, y el comportamiento de la burguesía chilena ha sido el que era de esperar en la burguesía de un país dependiente. Las burguesías de los paises dependientes viven una situación extremadamente contradictoria: son, por una parte, explotadoras de las masas trabajadoras de su país; pero, por otra parte, explotadas por los monopolios imperialistas con los que debe compartir sus ganancias (ya que, por ser económica y políticamente más poderosos, se llevan la parte del león y amenazan constantemente con el desplazamiento total). Podemos decir que son socios menores del imperialismo, atados a él por multitud de lazos, pero tratando, todo el tiempo, de lograr mejores condiciones en el reparto de las ganancias.

Por eso, no compartimos la concepción ultraizquierdista que no ve ninguna diferencia entre las burguesías imperialistas y las de los países dependientes. Concepción que no comprende la contradicción que existe entre ellas y opina que la burguesía de los países dependientes no es más que un agente directo de los monopolios imperialistas. Contra esta idea, seguimos a Lenin y a Trotsky, que definían las burguesías de los países coloniales y dependientes como una clase a medias explotadora y a medias explotada y que, en los trabajos preparatorios al II Congreso de la Internacional Comunista, definían a los movimientos nacionalistas burgueses como progresivos y señalaban la necesidad de que los revolucionarios participaran en ellos.

Pero, también seguimos a Lenin y a Trotsky en otro aspecto: no abrigamos ninguna esperanza en el carácter consecuente del antiimperialismo de la "burguesía nacional". Los roces y contradicciones de los "empresarios nacionales" son reales y explican las medidas de resistencia contra la penetración yanqui tomadas en los últimos años por varios gobiernos latinoamericanos (Perú, Bolivia en el período de Ovando y Torrez, Chile hasta el golpe, Argentina hoy, y otros). Pero esos roces son roces entre capitalistas, entre dueños de tierras y fábricas que explotan trabajo humano. Son roces originados en el reparto de las ganancias que les deja la explotación del trabajo ajeno. Las burguesías latinoamericanas ven afectadas sus posibilidades de enriquecerse, cuando los monopolios yanquis invaden y dominan la economía de nuestros países. Pero, monopolios y "burgueses nacionales" tienen una coincidencia de fondo: explotan trabajo ajeno y le extraen ganancias, y aspiran a seguir haciéndolo. Están de acuerdo con que subsista el sistema capitalista, con la propiedad privada de los medios de producción y la posibilidad de explotar a los trabajadores. Lo que une a los Frei y Tomic con los yanquis es el temor común que tienen a que los trabajadores tomen el poder y liquiden el régimen de explotación.

En realidad, hay otros lazos que unen a la "burguesía nacional" con los monopolios imperialistas: relaciones económicas de todo tipo, uso de patentes, dependencia tecnológica, diversos grados de sociedad con los capitales monopolistas, uso de marcas, etc. Tambien estos lazos impiden una ruptura total de la "burguesía nacional" con sus socios mayores.

Algunas corrientes con las que polemizamos (la revista peronista "Militancia", por ejemplo, e incluso el PC) están dispuestos a reconocer que la burguesía nacional no está dispuesta a admitir el fin de toda forma de explotación, que no está dispuesta a llegar hasta el socialismo. Sin embargo, nos dirían, la burguesía nacional es una garantía en una "primera etapa", en la lucha por la liberación nacional contra el imperialismo. Una vez más, se trata de la teoría de las "dos etapas": en una primera (dirigida por la burguesía nacional) la "nación" se enfrenta al imperialismo y se libera de él. Cumplida esta tarea, los burgueses nacionales ceden el lugar a los trabajadores, para que los expropien y lleven a cabo la liberación social pasando a construir el socialismo.

Pero, mientras la "primera etapa" está en marcha, mucho cuidado con los "apresuramientos". ¡Nada de asustar a la burguesía nacional! Por eso, el gobierno de la UP prometía devolver a sus dueños capitalistas las fábricas ganadas por la lucha de los obreros chilenos. Esas fábricas no pertenecían a la "primera etapa", sino a la "segunda" y, por lo tanto, era legítimo hacerlas invadir por la Fuerza Aérea, que de paso, se entrenaba para ocupar las barriadas fabriles más tarde. ¿Qué esto significa desmoralizar y desalentar a los trabajadores e imposibilitar así el paso a la "segunda etapa"? Mala suerte; nuestros teóricos de las "dos etapas" todavía no saben cómo hacer para pasar de la "primera" a la "segunda". Paciencia, hasta que lo logren, nos dejarán en la "primera".

En cambio, la burguesía nacional sabe muy bien cómo y cuándo debe saltar de la "primera etapa" a ... la etapa cero. Es decir, cuándo el movimiento de masas en que se apoyaba para luchar contra el imperialismo se ha vuelto demasiado peligroso. Entonces, antes de que las masas pasen a la "segunda etapa" pisoteando las cabezas de los teóricos del estilo de 'os redactores de "Nuestra Palabra" y de "El Descamisado", la burguesía nacional recurre a la represión más salvaje y se reconcilia con el imperialismo. Así sucedió en China en 1927, así sucedió en la España de la década del 30, así sucedió en Brasil en 1964 y en Indonesia en 1965, así sucedió en Bolivia hace dos años y así acaba de suceder en Chile.

En 1938, hablando de las burguesías nacionales latinoamericanas, Trotsky decía: "No pueden lanzar una lucha seria contra toda dominación imperialista y por una auténtica independencia nacional por temor a desencadenar un movimiento de masas de los trabajadores del país, que a su vez amenazaría su propia existencia social". Las experiencias vividas por las masas latinoamericanas en los treinta y cinco años que han pasado desde que dijo esto, no han hecho más que ratificar sus palabras.

4. ¿Es posible la unidad con los "militares patriotas"?

Si volvemos a echar una ojeada sobre las conclusiones del PC argentino, que ya hemos citado, vemos que el "Frente Patriótico y Antiimperialista del 80%" engloba a los "militares patriotas de raíz sanmartiniana". Y es natural que así sea, ya que uno de los pecados que "Nuestra Palabra" achaca a la "ultraizquierda" es el de haber contribuido a alejar "a los elementos vacilantes de las Fuerzas Armadas confundidos por la derecha". Corresponde que nos preguntemos: ¿hubo o no hubo una política clara y consecuentemente aplicada por parte del gobierno de Allende para incorporar a las Fuerzas Armadas, no sólo al "Frente Patriótico", sino incluso al gobierno?

Ni siquiera un redactor de "Nuestra Palabra" podría negarlo. En dos oportunidades, los más altos jefes de las Fuerzas Armadas ocuparon puestos claves en el gabinete de la UP (incluyendo los ministerios del Interior y Defensa). Veintinueve días antes del golpe, "El Siglo" (diario del PC chileno) se entusiasmaba con el ingreso al gabinete de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y del director de Carabineros, considerando que era "para asegurar la constitucionalidad, para decirle a todo el país que ha llegado la hora de normalizar la situación sediciosa en que están colocados los dirigentes de los camioneros". (El Siglo, 13/8/73).

Un mes y medio antes, apenas pasado el "tancazo", el PC y la Central Única de Trabajadores (CUT) aclamaron a los "patriotas" generales .Prats y Pinochet, por haber sido los "guardianes" del gobierno constitucional. ¿Qué dirían ahora, cuando el "patriota Prats huyó del escenario de los acontecimientos con una velocidad inusitada y el "patriota" Pinochet ha declarado fuera de la ley al PC, disolvió la CUT, mantiene al dirigente comunista Luis Corvalán bajo la amenaza de la pena de muerte y persigue a miles de activistas sindicales y militantes comunistas?

Cuando, desde la izquierda revolucionaria, se criticaba al gobierno de (a UP por haber incluido a los jefes militares en el gabinete, recordemos que los voceros del PC argentino contestaban que los militares chilenos no eran como los argentinos, que eran "profesionalistas" y "civilistas". El presidente Allende elogió en numerosas oportunidades el "profesionalismo" de los Pinochet, Ruiz Danyau, Leigh, Medina y Mendoza. ¿Profesionalistas? ¿Quién lo duda? ¿Acaso no cumplen a conciencia con su profesión? Sí, pero su profesión es la de defender los intereses de los explotadores y masacrar a los trabajadores.

¿Qué opina "El Descamisado" de la participación militar en el golpe? La atribuye "a la traición de algún general" y extiende la responsabilidad a los "milicos del zonzaje víctimas de todos los golpes con el asunto de la obediencia y el escalafón".

Evidentemente, hay quienes creen que los insultos son el arma más efectiva en la lucha política. Lamentablemente, calificar a los militares chilenos de "traidores" o "zonzos" no va a impedir que sigan ocupando el poder en Santiago, no va a impedir que sigan masacrando a la vanguardia obrera y a la militancia de izquierda, no va a impedir que avasallen las conquistas obreras, no va a impedir que vuelvan a negociar con los monopolios yanquis expropiados. . . en fin, no continuemos. Los insultos no van a perjudicar a la dictadura chilena. Lo único que pueden hacer es confundir a los trabajadores y a los militantes de .izquierda sobre el verdadero papel que las Fuerzas Armadas tienen en una sociedad capitalista, basada en la explotación del hombre por el hombre.

Sin contar que es una "zoncera" más que regular creer que el golpe chileno se debió a "la traición de algún general". Se debió a que todos los generales (del ejército, la fuerza aérea y los carabineros) y todos los almirantes llegaron a la conclusión de que el gobierno de Allende ya había dejado de ser útil para salvaguardar la existencia del sistema capitalista en Chile y que, por lo tanto, esa salvaguarda debía ser confiada a un gobierno militar capaz de reprimir la movilización obrera. Si algún general tuvo dudas o no compartió ese criterio, se limitó a retirarse a su casa y seguir los acontecimientos por radio "para no afectar la unidad de la institución" (declaraciones del general Prats al solicitar su relevo). Entonces, nada de "traición". Todo lo contrario. Tan fieles son los militares chilenos a los intereses de clase que defienden (los de los explotadores) que durante tres años se aguantaron la molestia de un gobierno "marxista" porque la burguesía chilena lo necesitaba para enfrentar al imperialismo y contener a las masas trabajadoras.

Tampoco "zoncera". Si alguien en Chile ha demostrado tener claro sentido de la oportunidad, clara visión de la situación, planes definidos e inteligencia para aplicarlos han sido los militares. No es por casualidad que han resultado triunfadores. En cuanto al "asunto de la obediencia y el escalafón", realmente es un argumento lamentable. Subestimar al enemigo es un error que suele pagarse muy caro. Pensar que el enemigo de clase es incapaz de jugarse por los intereses que defiende y que obra solamente impulsado por pequeñeces personales, es imitar a los gorilas que suponen que lo que lleva a Perón a la presidencia por tercera vez, es la "ambición personal", en lugar de analizar la profundidad de la crisis de la burguesía ante el ascenso de las luchas obreras, que la obliga a recurrir a la confianza que la clase obrera aún tiene en Perón. No, no es "cuestión de obediencia y escalafón", lo que ha hecho que los oficiales chilenos se plegaran al golpe. Explicarlo así equivale a decir "en realidad, veían con simpatía a la UP, pero son cobardes y arribistas". Creemos que no es así, que no veían con simpatía a la UP y sí a los intereses de clase de la burguesía, y que salieron a defender estos intereses, que son, en definitiva, la verdadera base del "escalafón" y de la "obediencia" en los ejércitos burgueses.

5. En una sociedad de clases, el ejército es un instrumento de los explotadores.

Analizando el surgimiento del Estado en la historia humana, Engels indicaba que "el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase", pero no a la manera de un intermediario neutral entre las clases antagónicas, sino como "el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida" (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). Precisamente, porque la maquinaria estatal está indisolublemente ligada a las clases dominantes, Marx indicaba que la revolución no debía "hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla" (Carta a Kugelmann, 12-4-1871).

Vale decir, no basta con apoderarse del aparato del Estado burgués; con esto no se ha logrado la revolución. En necesario reemplazar ese aparato por otro: por el Estado obrero y popular, por el aparato estatal de los trabajadores, de los que producen.

¿Y cuál es el elemento decisivo de ese aparato estatal burgués? Nuevamente, recurriremos a Engels, quien señala como rasgo característico "la institución de una fuerza pública, que ya no es el pueblo armado" y que "no está formada sólo por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género" (El origen . . .)

He aquí el esqueleto del Estado capitalista: los destacamentos, armados destinados a defender los intereses de la burguesía, ya sea contra las burguesías de otros países o contra la revuelta de la mayoría trabajadora y explotada de la población del propio país.

¿Esto significa que hay que liquidar a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas? Evidentemente, eso es una tontería. Lo que se debe hacer es tener una política para descomponer al aparato estatal, con sus fuerzas armadas, su policía y todos sus otros instrumentos represivos. Lo que se debe hacer es tener una política dirigida a ejercer una fuerte presión de la clase obrera sobre los integrantes de los organismos armados.

Si hubo un lugar en que las condiciones eran propicias para esto, fue Chile. En primer lugar, porque el gobierno de la UP contó desde sus comienzos con la simpatía de amplios sectores y la neutralidad benévola de otros, todavía más amplios. Simpatía y neutralidad que se esfumaron ante la presión combinada de la audacia de la derecha y de la debilidad de la UP. La derecha tuvo una política dirigida a ganar a los cuadros militares (de todos los niveles) para el golpe. La única política que la UP se dio con el objetivo de "ganar las simpatías" de los militares, fue la de ceder a la derecha; por una parte, con medidas a medias que precisamente por ser a medias no hacían más que agravar la crisis, y permitiendo a los fascista desquiciar al país (como en los dos paros de camioneros y los varios de médicos, ingenieros, etc.). La mejor combinación para arrojar a los militares más indecisos en manos de la derecha, ante la evidencia de la "inoperancia" y "debilidad" del gobierno.

Incapaz de ganar o de neutralizar al ejército, el gobierno de la UP optó por el peor camino: confiar en él. Así "recapituló el presidente Allende los hechos del 29 de junio (cuando el Regimiento Blindado 2 atacó la sede presidencial): ". . . desde allí llamé al pueblo dos veces por radio. Primero, para decirles que tuvieran confianza en las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones . . ." La conspiración estaba en marcha, solo faltaban setenta días para que "Fuerzas Armadas y Carabineros" lo derrocaran y lo mataran, pero Allende desarmaba a los obreros recomendándoles que "tuvieran confianza" en los golpistas. Ni una palabra dirigida a organizar a los trabajadores contra el golpe.

Peor aún. Cuando la tripulación de un buque de guerra comenzó a reunirse para discutir cómo prepararse y organizarse contra el golpe, los oficiales de la marina los detuvieron, los torturaron y los procesaron. El gobierno de la UP abandonó a sus defensores en manos de sus enemigos. Supongamos que haya habido oficiales dispuestos a luchar para defender al gobierno. Con semejante ejemplo a la vista, ¿podía atreverse a hacerlo?

Despotricar hoy contra los golpistas puede ser un buen desahogo, pero mucho más eficaz hubiera sido alertar a tiempo sobre el peligro del golpe y prepararse para frenarlo.

Trotsky decía que la insurrección obrera no es tanto la lucha contra el ejército, como la lucha por el ejército. En Chile, esto se reveló otra vez como una verdad irrebatible. La UP no luchó por el ejército, por ganar el mayor número posible de sus integrantes, convenciéndolos, infundiéndoles confianza en la fuerza de la propia UP y de la clase obrera, organizándolos y poniendo frente a ellos obreros preparados para luchar. Entonces, cuando tuvo que luchar contra el ejército, fue derrotada.

La clase obrera es la única garantía de liberación y de revolución

La burguesía nacional no garantiza una lucha antiimperialista consecuente; los militares "patriotas" no garantizan ir más allá que la burguesía. . . entonces, ¿quién podrá tomar a su cargo la lucha por la liberación nacional y la tarea de librar a nuestros países de la crisis económica que los agobia?

La respuesta está en los Cordones Industriales chilenos, donde los obreros, sin plan, sin dirección, debatiéndose contra el sabotaje de sus partidos y direcciones, comenzaron a construir la alternativa revolucionaria frente al golpismo pero también frente al gobierno de la UP, Maniatados y encapuchados por sus dirigentes, los obreros buscaron el camino. Sólo ellos podían hacerlo. Sólo un gobierno basado en órganos de poder surgidos de la base obrera podía encarar en Chile la lucha contra el imperialismo, la lucha contra la oligarquía y la instauración de un gobierno auténticamente popular, capaz de iniciar la construcción del socialismo.

Seguramente, surgirá la pregunta: ¿acaso el gobierno de Allende no era un gobierno popular? ¿no era un gobierno socialista?

En "Adonde va Chile", Ernesto González señalaba que el gobierno de la UP se inició expropiando algunas de las mayores empresas imperialistas (especialmente las extractoras de cobre), que desde hacía décadas venían robando escandalosamente al pueblo chileno. Junto con esto, un aumento general de salarios y otras medidas permitieron resolver sustancialmente el nivel de vida de los trabajadores. Sin embargo, en los dos años y medio siguientes, poco es lo que el gobierno de la UP avanzó a partir de estas medidas, positivas, antiimperialistas y pro-obreras, pero incapaces de cambiar el carácter de) Estado y la estructura económica capitalista del país. El grueso de la industria, la banca y el comercio permanecieron en manos de los capitalistas. En el campo, se llegó hasta la represión de los campesinos que intentaban profundizar la reforma agraria.

Peor aún, el gobierno retrocedió, tratando de devolver a manos privadas la mitad de las fábricas que habían pasado al "área social" (estatal).

En el gobierno mismo, nunca integraron un gabinete representantes de los trabajadores elegidos por ellos mismos y sometidos a su control. En cambio, lo hicieron representantes de un partido burgués de ínfimo peso electoral (el Partido Radical) y los altos jefes de las Fuerzas Armadas.

Se mantuvo la Constitución y las leyes que protegen la propiedad privada de fábricas, tierras, y capitales y el derecho de los capitalistas a explotar el trabajo ajeno. El gobierno se sometió a un Congreso con mayoría de los partidos oligárquicos y burgueses. Ese sometimiento permitió al Congreso trabar el proceso de nacionalización de la economía, saboteó la marcha del gobierno y votó leyes reaccionarias, como la de control de armas, gracias a la cual el ejército allanó fábricas ocupadas y barrios, mató obreros y realizó el "ensayo general" de la ocupación de Santiago bajo el golpe. ¿Puede aspirar a llamarse "popular" o "socialista" el gobierno que admitió y bajo el cual se aplicó semejante ley?

Se mantuvieron intactas las Fuerzas Armadas y policiales, tal como fueron heredadas del gobierno de Frei, como instrumentos de represión contra el pueblo y con la estructura y disciplina impuestas por la burguesía.

Se mantuvo el Poder Judicial, con los mismos jueces, códigos y procedimientos que habían sido ideados para reprimir a los trabajadores y se respetaron los fallos de esa justicia, incluyendo el encarcelamiento de muchos de los mejores defensores del gobierno (los marinos de Valparaíso).

Entonces, ¿qué tipo de gobierno fue el de la UP? ¿El "terror marxista", como afirmaba la derecha? ¿Reformista o popular, como dicen muchos izquierdistas? Definir esto es un juego intelectual. Es decisivo para tener una política correcta.

Ernesto González, en el artículo citado, define al gobierno de la UP como "nacionalista-burgués". Esto quiere decir, un gobierno burgués que resistía a la penetración imperialista. La historia latinoamericana tiene muchos ejemplos de gobiernos de este tipo: el de Arbenz en Guatemala, el de Perón en la Argentina, el de Paz Estenssoro en Bolivia, Vargas en Brasil, entre otros. Y, hoy mismo, el gobierno peruano. Se trata de gobiernos que hacen frente al imperialismo, sin tocar a la propiedad privada de los medios de producción.

La debilidad de las burguesías latinoamericanas hace que, muchas veces, estos gobiernos deban apoyarse en la movilización de las masas (aunque, naturalmente, tratando de controlar esa movilización), para contrapesar la presión del imperialismo. En estos casos, el gobierno no expresa los intereses directos de ningún sector burgués en particular. Defiende los intereses generales del sistema capitalista y, al decir de Trotsky, "oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente numeroso". En este equilibrio está el secreto de los gobiernos de este tipo. Por no representar el interés de un sector en particular y estar "como suspendido sobre las clases en conflicto", respondiendo al interés general de la sociedad burguesa, Trotsky los llamó "bonapartistas sui géneris", marcando su diferencia con el bonapartismo clásico estudiado por Marx en la Francia del siglo pasado. "Bonapartista sui géneris" fue el gobierno de la UP, independientemente de las intenciones subjetivas o motivaciones de sus componentes.

Ernesto González preveía que, en caso de continuar la presión de las luchas obreras, el gobierno adquiriría probablemente características "kerenskistas", aludiendo al gobierno de Kerensky, inmediatamente anterior a la toma del poder por los bolcheviques en la Rusia de 1917. Como sucedió con el gobierno de Kerensky, el aumento de la presión obrera para profundizar el proceso y el consiguiente aumento de la presión de la burguesía para iniciar una contrarrevolución, debían acentuar la inestabilidad del gobierno, hasta dejarlo suspendido "en el aire". Como en el caso de Kerensky, este gobierno debía caer, o bien para ser reemplazado por un gobierno de los trabajadores y demás sectores populares, o bien para ser derrocado por un golpe contrarrevolucionario.

El tiempo ha confirmado las previsiones. Lamentablemente, lo ha hecho por la vía más sangrienta y regresiva: la del golpe de la reacción.

¿Cuál hubiera sido una política correcta? En primer lugar, que la clase obrera no confiara más que en sus propias fuerzas, en su propia movilización, en su propia lucha. La política correcta consistía en alertar a las masas sobre el hecho de, que el gobierno de la UP no era su gobierno; que merecía ser apoyado y defendido contra los embates del imperialismo y la oligarquía, pero que no era el gobierno obrero y popular capaz de liquidar totalmente al imperialismo y de asegurar el tránsito al socialismo.

Eso es precisamente lo que decimos cuando hablamos de "nacionalismo burgués". Desde Lenin, el movimiento revolucionario sabe que la clase obrera puede y debe participar en el Frente Antiimperialista, pero sólo a condición de que mantenga su política y organización independientes, para apoyar las medidas progresivas de la burguesía, mientras le disputa la dirección del movimiento, y gana para sí a las clases medias.

Aún como nacionalista-burgués, debemos señalar que el gobierno de la UP no se distinguió entre los más audaces y consecuentes. Veamos sino el ejemplo de Egipto. Nasser ha sido un nacionalista-burgués típico. ¿Cómo encaró la ofensiva de la derecha egipcia? Muy sencillo, la privó de su base social expropiando a todos los terratenientes y la privó de dirigentes, procediendo a colgar en la plaza pública a un gran número de líderes de la Hermandad Musulmana y hundiendo en la cárcel a los demás (donde, por otra parte, aún siguen). Con los bienes expropiados, pudo atender a las expectativas de las masas populares, elevando su nivel de vida. Con la política contraria, Allende entregó a la clase media a la reacción. No expropió de raíz a los capitalistas, de modo que no pudo mejorar y ni siquiera le permitió mantener su nivel de vida, y permitió que los dirigentes derechistas hundieran al país en el caos con los paros de camioneros, comerciantes, etc. Villarín dirigente de las dos huelgas de camioneros, no sufrió más represión que unos pocos días de cómoda prisión, y los dirigentes del grupo fascista "Patria y Libertad" se movieron libremente, apareciendo y desapareciendo cuando les pareció más conveniente.

Las masas obreras estaban dispuestas a luchar: lo demostraron saliendo a enfrentar al ejército apenas tuvieron noticias del golpe. Tenían armas para hacerlo. ¿Qué faltó, puesto que sobraban brazos y coraje? Faltó una dirección. Ni el gobierno, ni la UP, ni los Partidos Socialista y Comunista, ni el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) hicieron nada por darles un plan, por centralizar las acciones, por preparar el enfrenta-miénto inevitable. Los partidos y la CUT dijeron a las masas que confiaran en Allende; Allende las remitió a confiar en los generales; ésa fue la ruta de la masacre.

Hemos hablado de la Rusia de 1917. Allí, la caída de Kerensky terminó con el triunfo de la clase obrera, que tomó el poder e instauró el primer Estado obrero del mundo. Tremenda diferencia con las siniestras jornadas de setiembre en Chile. Pero esa diferencia no es casual. En Rusia, hubo un partido revolucionario de la clase obrera, que fue capaz de mostrarle la realidad y guiarla en medio de las trampas de la confianza en la burguesía y en el ejército. En Chile, no existió ese partido.

El MIR no fue alternativa

Las grandes derrotas de la ultraizquierda suelen provocar un auge de las corrientes reformistas. A la inversa, las grandes derrotas del reformismo suelen alentar a la ultraizquierda. No sería extraño que la brutal derrota del gobierno de la UP volcara a numerosos militantes de la izquierda hacia posiciones ultraizquierdistas, como reacción contra los errores de los partidos reformistas en Chile. Ya es posible escuchar a compañeros que sacan como enseñanza fundamental, que no es posible derrotar al imperialismo y a la burguesía si no es a través de una "guerra prolongada", cuyo eje sea la construcción de un "ejército revolucionario". No faltan quiénes sostienen que la derrota de los obreros se debió a la diferencia entre su poder de fuego y el del ejército. Quizás el caso más trágico sean las declaraciones de un dirigente juvenil socialista chileno, días después del golpe: no encontraba nada que criticar de lo hecho hasta el 11 de setiembre y agregaba: "ahora, hay que pasar a la lucha armada" (¡Después de la derrota! ¡Después del exterminio físico de lo mejor de la vanguardia obrera! ¡Después de perder de un plumazo, partidos y sindicatos! ).

Para borrar estas ilusiones, nada mejor que el análisis de la política seguida por el MIR (organización guerrillerista chilena) y de cómo sus errores fueron el complemento "de izquierda" de los partidos reformistas.

Por cierto, el MIR señaló muchas veces que no había posibilidades de "vía pacífica al socialismo". Fue la corriente que más consecuentemente criticó las claudicaciones del gobierno a la DC. Impulsó movilizaciones. Y, un gran mérito que queremos reconocer antes de iniciar la crítica, fue la única corriente que trató de hacer una campaña contra el golpe sobre las Fuerzas Armadas, antes de que se produjera. Aunque, como veremos, lo hiciera con gruesos errores.

Ni el indiscutible coraje de sus militantes ni el hecho de ser la corriente más radicalizada de la izquierda chilena, permitieron al MIR reemplazar al PC y al PS en su influencia sobre la clase obrera. Sus errores lo mostraron incapaz de dirigir la combatividad de las masas hacia la derrota definitiva del imperialismo y los explotadores y hacia el triunfo de la Revolución Socialista.

Esto no sucedió porque el MIR no tuviera su "brazo armado" (que sí lo tenía), sino porque no se desprendió en la medida necesaria del lastre de las desviaciones ultraizquierdistas y oportunistas propias de su formación guerrillerista.

Sucedió porque el MIR no aclaró frente a las masas trabajadoras que el gobierno de la UP no era un gobierno obrero y popular; que había que defenderlo, pero sin confiar en él. Sucedió porque el MIR no fue más allá de denunciar "sectores reformistas dentro de la UP y el gobierno". El MIR recordó la definición marxista del Estado, pero no pasó de allí. En lo concreto, en la aplicación al Estado chileno, se expresaba como si esa definición no existiera o no fuera aplicable: en lugar de decir claramente que se trataba de "reemplazar" ese estado por el de los obreros y el pueblo, proponían "transformarlo" (conferencia de prensa de Miguel Henríquez, el 22-5-72), y "utilizar el aparato estatal como palanca de apoyo a las luchas de los trabajadores" (carta del MIR a la Comisión Política del PS, 20-1-73).

Este error es imperdonable: mientras su prensa denunciaba día a día los hechos que probaban que el Estado seguía siendo burgués, y que el gobierno prefería hacer "buena letra" con la burguesía antes que alentar las movilizaciones obreras, el MÍR contribuía a mantener a las masas obreras en el error de que se trataba de su gobierno.

Otro tanto podemos decir de su posición frente a las Fuerzas Armadas. Lo menos que se puede decir en este aspecto es que el MIR no dió pie con bola. Alternó declaraciones de tono esperanzado sobre las Fuerzas Armadas en su conjunto, con acciones irritati-vas que eran otras tantas municiones propagandísticas para la derecha. La conferencia de prensa del secretario general del MIR, Miguel Henríquez, del 22 de mayo de 1972, es ilustrativa de lo primero. Un político derechista había proyectado una ley para desarmar a los trabajadores y a la izquierda. Henríquez decía de él: "Quiere arrastrar a las Fuerzas Armadas a controlar el gobierno interior del país. . . Quiere arrastrar a las Fuerzas Armadas a colocarse contra el pueblo. . . " Y, refiriéndose a la represión de los carabineros contra manifestantes de izquierda en Concepción, sostenía que "algunos sectores de la UP y el gobierno antes que reconocer que hay malos oficiales, prefieren afirmar que hay malos campesinos.. . No tienen el valor moral de reconocer y criticar, que realmente hay malos oficiales, malos carabineros. . . " (subrayados nuestros).

Evidentemente, no hay "malos" oficiales a quienes su "maldad" lleva a reprimir. Hay organismos destinados a la represión, destinados a la defensa de los privilegios de los explotadores. Ni "traidores" ni "zonzos", pero tampoco "malos". Sí, entrenados, preparados y pagados para defender a la burguesía y reprimir a los trabajadores y campesinos. No es distinguiendo entre "buenos" y "malos" oficiales, cómo se prepara a la clase obrera para resistir la ofensiva del ejército burgués.

Es cierto que el MIR inició un trabajo sobre la base del ejército, con la consigna de "Soldado, desobedece al oficial golpista". Pero lo hizo tarde y en una forma tan insuficiente que se volvía inútil. Era correcto tratar de organizar grupos de soldados para resistir el golpe, pero sólo una firme presión de la clase obrera, volcada masivamente sobre los cuarteles, podía garantizar el éxito de esa tarea. "Soldado, desobedece al oficial golpista", susurrado por un militante del MIR o escrito en un volante, no podía tener el mismo poder de convicción que hubiera alcanzado en las gargantas de decenas de miles de obreros. ¿Quién aseguraba al soldado que "desobedecer al oficial golpista" no era condenarse a prisión o ponerse frente al pelotón de fusilamiento? Sólo la fuerza de las masas movilizadas, sólo la presión audaz de la clase obrera ejercida simultáneamente sobre todas las tropas, era capaz de infundirle la confianza necesaria para "desobedecer al oficial golpista".

El MIR no hizo nada de esto. No porque fuera débil y no dirigiera a la clase obrera (aunque ambas cosas son ciertas). No lo hizo porque no se lo planteó. ¿Qué organismos existentes hubieran podido tomar esta consigna y llevarla, respaldada por la movilización obrera, a la puerta de los cuarteles? Los Cordones Industriales, evidentemente, ya que eran los organismos de base de los sectores más avanzados y movilizados de la clase. ¿Y qué les faltaba a los Cordones Industriales para poder encarar semejante tarea? Coordinación y centralización: dejar de actuar desperdigadamente para hacerlo en forma coordinada y de acuerdo a un plan único.

¿Planteó el MIR la coordinación y centralización de los Cordones como tarea urgente y decisiva? ¿Puso todo su esfuerzo y volcó a todos sus militantes para asegurar que se cumpliera esta tarea? No. Y, lo que es peor, lanzó organismos paralelos a los Cordones (los comandos comunales), que no pasaron de ser meros fantasmas, basados en la influencia del MIR en ciertos barrios.

¡En las fábricas surgían embriones de poder obrero y el MIR trataba de reemplazarlos por organismos artificiales alejados de las luchas fabriles!

Entonces, no puede llamarnos la atención que hubiera diferencia entre el poder de fuego de las masas y el del ejército.

La mayor parte de las armas estaban en manos de obreros y campesinos en el momento del golpe. Pero esos obreros y campesinos estaban enrolados como soldados en el ejército. La diferencia en el poder de fuego hubiera sido favorable a los trabajadores, sólo con que hubiera habido una firme política destinada a lograr que esos obreros pasaran al lado del pueblo con las armas que tenían a su cargo. Mientras eso no se hiciera, era inútil tratar de armar pequeños núcleos de los comandos comunales o grupos guerrilleros.

Sin eso, ni siquiera las armas que había en poder de los obreros sirvieron para algo. Porque no basta con las armas: hay que tener un plan, una dirección, un estado mayor. Y todo eso nadie podía proveerlo, sino a través de la coordinación y la centralización de los Cordones Industriales.

El MIR no fue capaz de comprender lo que León Trotsky había dicho en su balance de la revolución rusa de 1905: "Es preciso que los soldados vean con toda claridad que el pueblo se ha echado a la calle para una lucha decisiva. . . Entonces, y solamente entonces, se da el momento pisco lógico en que los soldados pueden pasarse a la causa del pueblo. . . Así, la insurrección es, esencialmente, no una lucha contra el ejército, sino una lucha por el ejército. Si la insurrección continúa, aumenta y tiene posibilidades de éxito, la crisis de transformación en los soldados estará cada vez más cercana". Y agregaba, refiriéndose a los sucesos ocurridos en distintos puntos de Rusia, estas palabras claves: "En estas circunstancias diversas, los instrumentos más perfeccionados del militarismo, como fusiles, ametralladoras, artillería pesada y acorazados, pasaron con facilidad de las manos del gobierno al servicio de la revolución".

Hay que reconocer que el MIR hizo un gran progreso desde sus posiciones guerrilleristas originarias, procurando ligarse a las masas y postularse como partido revolucionario. Lamentablemente, en las condiciones de hierro de la situación chilena, no pudieron o no tuvieron tiempo de elevarse hasta la formulación de una política revolucionaria coherente. No llegaron a desprenderse de la desconfianza en las masas obreras (rasgo típico del guerrillerismo) y este error les impidió constituirse en la dirección que los hechos reclamaban. La lucha de clases cobra caros los errores: hoy el MIR paga los suyos con la muerte y la prisión de sus cuadros. ¡Si, por lo menos, extrajera las enseñanzas de esta experiencia, ese sacrificio no sería inútil!

Los análisis de los guerrilleristas argentinos no fueron más felices. El órgano del PRT-ERP, en los números anteriores al golpe a los que tuvimos acceso, no caracterizó al ejército correctamente ni una vez (ni siquiera después del "tancazo" del 29 de junio): fue necesario el triunfo del golpe para que apareciera la definición marxista del rol de las Fuerzas Armadas. Poco antes del golpe, aconsejaba desarrollar "comandos" para la "lucha prolongada", sin prepararse para la "lucha corta" que se produjo el 11 de setiembre. Como lo hacía el MIR, calificó a la política del PC chileno como "tesis equivocada", sin desnudar su carácter contrarrevolucionario.

El guerrillerismo no ha demostrado ser más capaz que el reformismo en los acontecimientos chilenos. Por el contrario, demostró ser la cara opuesta de la misma moneda. Fue el "crítico de izquierda", pero no pudo ni supo ser la alternativa revolucionaria. (….)”

 La COB y los sindicatos comienzan a jugar un rol dirigente e independiente

Por Abelardo de la Torrente

La huelga general convocada por la Central Obrera Boliviana (COB) duró 18 días, contó con una participación mayoritaria de sus sindicatos afiliados, a excepción de algunos influidas por el Movimiento Al Socialismo (MAS). Se pretende hacer un breve balance de esta huelga y del contexto de este país, que sin duda es fundamental para las luchas del proletariado a nivel mundial.

La huelga general se realizó en un contexto de movilizaciones y huelgas parciales como la de los médicos y salubristas por mantener la jornada de 6 horas y la realización de la IX marcha indígena tras la chusca consulta donde supuestamente se aprobó la realización de una carretera por una reserva ecológica. Estas luchas son producto de la crisis mundial del capitalismo. Bolivia es uno de los países con mayores índices de pobreza y subdesarrollo, a pesar de las programas asistencialistas del gobierno de Evo Morales, en un marco de magníficas ganancias para las transnacionales por la explotación de recursos naturales bajo nuevas formas de saqueo.

Las “nacionalizaciones del gobierno del cambio”, implican que la estatal Yacimientos Petrolíferos Bolivianos Fiscales (YPFB) y la estatal minera COMIBOL exploren y exploten minería, petróleo, gas, etc., junto a diversas trasnacionales, con márgenes de ganancias mayores para las empresas estatales. Estos recursos se usan para financiar un sinfín de programas gubernamentales, en su mayoría necesarios para reducir los niveles de pobreza, pero limitados por su carácter asistencialista. Esta sociedad con las empresas privadas se da supuestamente a cambio de que las inversiones de las transnacionales (muchas de capital brasileño y de otras naciones emergentes), se realicen en la industrialización de los procesos productivos. Sin embargo esta industrialización ha quedado a medias y no ha habido una mayor transferencia de valor a la explotación de recursos naturales.

El PT y el gobierno de Evo Morales

En ese contexto, un hecho político de relevancia es la aparición de un instrumento político de los trabajadores, con el nombre de Partido de los Trabajadores (PT). Este instrumento es una demanda obrera desde la insurrección de 2003 y la agenda de octubre, de parte de las bases y de muchos sindicatos afiliados a la COB, pero por algunos años fue postergada por la burocracia sindical debido a su colaboracionismo con el gobierno del MAS. El papel del Mas ha sido mediatizar la lucha de clases para recomponer el capitalismo, como parte de un programa de una nueve élite, una nueva burguesía que se enfrentó a la oligarquía tradicional boliviana y al imperialismo, dando concesiones a los sectores populares.

Pero desde 2008, tras la reelección de Morales y después de la rebelión de derecha de sectores autonomistas en varios departamentos, el gobierno de Morales inició una embestida contra las conquistas populares como el gasolinazo, que pretendía aumentar los precios al consumidor de los combustibles y mejorar el margen de ganancias de las distribuidoras de ese producto.

A partir de esas situaciones, las bases de la COB presionaron a la dirigencia para que se organizaran movilizaciones contra las políticas antipopulares del gobierno y rompiera con el masismo. Resultado de eso es la creación del PT. Sin embargo, este proceso tiene resultados inacabados, pues consideramos que pese a que es un gran avance la existencia de un partido de los trabajadores edificado desde la COB, éste no está exento de peligros en lo que respecta a su naturaleza.

Entre estos peligros, se encuentra la misma burocracia cobista dirigida por Jaime Solares, que impulsa este partido por la presión de abajo pero que además tiene intereses contrarios a los de la burocracia masista. Por otra parte, hay sindicatos y grupos internos en éstos, que siguen siendo parte de la estructura del masismo. Ambas corrientes le apostarían a convertir el PT en un partido electoralista o que podría terminar negociando una alianza con el MAS para las próximas elecciones. Existe una gran diversidad de sindicatos y grupos internos como los mineros de Huanani y otros que buscan convertir el PT en un auténtico partido revolucionario.

Sin duda el peligro de que el PT se convierta en electoralista, sirva a intereses de la burocracia o que termine aliándose con el MAS es real, pero es más consecuente luchar contra la burocracia a nivel interno, democratizar este instrumento aceptando la existencia de corrientes internas y apoyando la movilización desde las bases. Es cierto que en la coyuntura de la huelga general el PT no se explayó en un elemento de vanguardia para la movilización, pues si las tareas de la COB son dirigir estas acciones y articularse con otras luchas indígenas y campesinas, es el PT el instrumento que debe orientar revolucionariamente todas estas luchas sociales y democráticas.

El PT por su parte, se proyecta como un partido clasista, independiente y con un programa que combinaría demandas democráticas y demandas transicionales, retomando parte de las Tesis de Pulacayo, el programa político del proletariado boliviano para la revolución social, promulgado hace más de 50 años y es tarea de los sindicatos clasistas y las fuerzas de izquierda realizar plenamente esto en base a tales tesis.

Resultado de la huelga general

La huelga resultó de una movilización que fue convocada por la dirigencia de la COB para exigir la reforma a la ley N. 65 sobre pensiones; esta ley promulgada durante el gobierno actual continúa con disposiciones de carácter neoliberal impuestas en el sistema de pensiones desde 1995. La actual ley contempla un fondo con una supuesta aportación tripartita (empresarios, Estado y trabajadores), los aportes de los dos primeros son inferiores a un 3 %, mientras que el aporte de los trabajadores es de 12 %.

La COB exigía que la jubilación de todos los trabajadores fuera del 100 %, en base a sus últimos 24 salarios, no como la actual ley contempla de solo un 60 %, lo cual genera indignación pues los militares se jubilan con el 100 % de su salario. Se exige además que la renta de jubilación sea superior a la actual, convirtiéndose de 8 mil bolivianos para mineros y 5 mil bolivianos para otros empleados públicos; la propuesta gubernamental es de 4 mil y 3,500 respectivamente. También se pedía que se retome y estudie la situación de los trabajadores mayores de 65 años, pues el gobierno niega que existan, lo cual es una falacia denunciada por los sindicatos.

En fin el actual sistema, aunque ha permitido que mas trabajadores se jubilen, mantiene la lógica neoliberal del aporte individual manejado por instituciones financieras privadas con algún tipo de rectoría estatal.

La participación obrera durante la marcha fue masiva; se movilizaron médicos, maestros, salubristas, estudiantes e indígenas y campesinos en solidaridad con los obreros, por medio de tomas de calles, carreteras y concentraciones. Llenaron las calles de La Paz y la Plaza Murillo, sede del poder ejecutivo. Pero fue el grueso de mineros tanto de Huanani como de otros yacimientos el elemento duro de la huelga; ante la represión y los arrestos a líderes, propios de cualquier gobierno burgués, estos se defendieron con dinamita y otros pertrechos.

El gobierno utilizó recursos como la difamación de las demandas obreras y la movilización de sectores populares afines, sobre todo campesinos de la sierra, buscando una confrontación la cual no se dio, asustando con el fantasma del golpe de estado por la participación de policías en la huelga y el papel de algunos partidos de derecha que quisieron jalar agua para su molino.

La dirigencia de la COB al final terminó cediendo, aceptando la propuesta gubernamental de jubilarse con solo el 70 % del salario; no se tocaron temas del funcionamiento del sistema de seguridad social ni las otras demandas presentadas. Con ello, muchos sectores del proletariado, maestros, salubristas, mineros, regresaron a sus lugares desilusionados. Los fabriles que heroicamente paralizaron muchas fábricas en distintas ciudades pese a la apatia en sus centros de trabajo, retornaron a sus labores.

La huelga fue mal preparada sin una discusión real en las bases de cuáles eran los objetivos; se limitó a pedir reformas a ley de pensiones y no a una modificación real del sistema de pensiones; no se tocó el tema del aumento del salario mínimo; no se sumó a sectores que trabajan en la informalidad exigiendo jubilación justa para estos sectores, muchos de estos base social del MAS y beneficiados con programas asistenciales.

El gobierno usó eso diciendo que con el aumento de tasa de jubilación se iba a quitar recursos para esos programas. Pese a todo esto, hubo una participación masiva del proletariado boliviano. Se pone en evidencia que nuevamente en Bolivia, al igual que en 1952 y en 2003, el proletariado independientemente de cualquier partido burgués disputará el poder político y ahí es donde entra el papel del PT como real instrumento de los trabajadores.

8 de marzo de 2013: Congreso de fundación del PT de BoliviaIntroducción.

El pasado 8 de Marzo, con el boicot de los grandes medios de comunicación, en la localidad de Huanuni, se realizó la “1ª Conferencia Político-Sindical de los Trabajadores de Bolivia”, en la cual los sindicatos organizados alrededor de la legendaria Central Obrera Boliviana (COB) decidieron constituir y fundar el Instrumento Político de los Trabajadores- IPT-, mejor conocido ahora como Partido de los Trabajadores (PT) de Bolivia.

Leer más…BOLIVIA.- Programa del recien fundado Partido de los Trabajadores

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