Por Orson Mojica

El arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el 20 de enero del 2017, trajo consigo un redoblamiento de las presiones imperialistas contra el gobierno de Nicolas Maduro, heredero del chavismo.

Trump inicio un nuevo ciclo de presiones económicas, prohibiendo la transacción de bonos de Venezuela, después apretó la tuerca impidiendo cualquier transacción con oro con el gobierno de Maduro. Estas medidas acentuaron el caos económico de Venezuela, al restringir la preciosa entrada de divisas. Finalmente, las presiones subieron al máximo a partir del reconocimiento de Juan Guaidó como presidente designado de Venezuela, al congelar cualquier ingreso de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) en Estados Unidos, y trasladándolos al espurio gobierno de Juan Guaidó.

La estrategia de Trump para recuperar el control sobre Venezuela

Trump fue elegido, no solo para contener la inmigración ilegal y preservar la supremacía de la población blanca de origen europeo al interior de Estados Unidos, sino también para iniciar una feroz ofensiva a nivel mundial que permita recuperar la hegemonía económica y militar de Estados Unidos en el mundo.

Actualmente la administración Trump libra batallas simultaneas en varios frentes:  guerra comercial contra el ascenso económico y tecnológico del nuevo imperialismo chino; fortalecimiento militar de gobiernos aliados en Europa Oriental contra la resurrección del imperialismo ruso como nueva potencia militar a nivel mundial; debido a la derrota militar sufrida en Siria, ha redoblado las presiones contra el gobierno de Irán, desconociendo el acuerdo nuclear firmado por la administración Obama; ha suspendido las negociaciones sobre desarme nuclear con  Corea del Norte.

América Latina ha sido el tradicional patio trasero de Estados Unidos, pero debido al surgimiento de gobiernos nacionalistas alrededor del chavismo, el control norteamericano ha sido resquebrajado. Para recuperar el espacio perdido, la administración Trump ha tenido que revivir la doctrina Monroe, implantando un bloqueo económico y financiero casi total contra el gobierno de Nicolas Maduro. Para lograr sus objetivos en Venezuela, ha tenido que suspender la distención con Cuba, iniciada por Barack Obama, reiniciando un nuevo ciclo de sanciones y presiones económicas contra la isla, permitiendo incluso la apertura de juicios para que las empresas norteamericanas puedan recuperar los bienes confiscados, arruinado con ello la política castrista de atraer inversiones extranjeras en un momento de aguda crisis económica en la isla.

La administración Trump identificó que el subsidio petrolero de Venezuela era un enorme tanque de oxígeno para la economía cubana, y que el corazón de la llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) se asentaba en la riqueza petrolera de Venezuela. El cerco económico y financiero contra el gobierno de Nicolas Maduro tienen un efecto de carambola política sobre Cuba y Nicaragua.

Similitudes y diferencias entre Cuba y Venezuela

En esta primera fase, el eje de los ataques imperialistas contra el gobierno de Nicolas Maduro, ha sido fundamentalmente el bloqueo económico y financiero, con el objetivo de intensificar el caos económico y la desesperación de las masas, para que estas se rebelen contra el gobierno de Maduro.

Los efectos de la asfixia económica contra Venezuela son bastante similares a los sufridos por Cuba en 1962. Incluso, a nivel político, los intentos de aplicación de la llamada Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) son también parecidos a la expulsión de Cuba de la OEA ese mismo año. Pero las similitudes terminan ahí, en las apariencias formales.

La gran diferencia consiste en que Cuba, bajo la conducción de Fidel Castro, en abril de 1961, presionado por las agresiones del imperialismo norteamericano, como un mecanismo de autodefensa, nacionalizó las empresas transnacionales y la revolución cubana entró en una dinámica anticapitalista que permitió no solo ganarse a la mayoría de las masas, sino también garantizar una efectiva defensa militar, a pesar de los efectos devastadores del bloqueo iniciado en 1962, que mantienen sumida a la economía cubana en niveles de subsistencia básica.

En Venezuela ocurrió otro fenómeno, completamente distinto al cubano. Chávez proclamó su modelo de “socialismo del Siglo XXI” que no fue otra cosa más que una renegociación de la renta petrolera, dejando intactos los mecanismos de participación mayoritaria de las transnacionales, lo que le permitió, a pesar de todo, obtener recursos suficientes para consolidar su modelo asistencialista, hasta que ocurrió el derrumbe de los precios internacionales del petróleo.

Sin recursos económicos suficientes, la única manera que el chavismo retuviese el poder era acabando con el juego democrático de las elecciones, instaurando un régimen dictatorial, asentado en la captación de la cúpula de las fuerzas armadas, tal como ha ocurrido.

La demagogia democrática de Trump, que derrama lagrimas de cocodrilo por las reales violaciones de los derechos humanos en Venezuela, son utilizados nada más como armas ideológicas para combatir a la dictadura de Maduro, quien defiende la continuidad del chavismo en el poder, sin apoyarse en las masas y esperando una mejor coyuntura de los precios internacionales del petróleo.

Trump sufre dos reveses.

El eje político de las presiones económicas y las amenazas militares imperialistas, en esta primera fase, es causar el caos económico suficiente para que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se desligue del gobierno de Maduro. No es un asunto fácil porque la alta oficialidad ascendió socialmente bajo el chavismo. Han saboreado las mieles de los negocios derivados de la administración de la renta petrolera, y no es sencillo que acepten voluntariamente descender socialmente y dejar de percibir los ingresos y beneficios que tienen en la actualidad. El cemento que une a la alta oficialidad con el chavismo son los grandes privilegios económicos.

Desde que se inició la ofensiva imperialista que permitió que más de 50 gobiernos en el mundo reconocieran a Juan Guaidó como presidente interino, la administración Trump ha sufrido dos reveses importantes. El primero fue el fracaso de introducir la “ayuda humanitaria”, lo que hubiera permitido afianzar el liderazgo de Guaidó. Era previsible que, por los factores materiales anteriormente anotados, la cúpula de la FANB permaneció fiel al gobierno de Maduro. Y así fue.

El segundo revés fue el fracaso de la llamada “operación libertad”. La lata cúpula de la FANB continuó fiel al gobierno de maduro, pero en esta ocasión fue visible la división latente en la alta oficialidad. Un sector, todavía reducido, de militares se rebeló en la Base Aérea de La Carlota y liberó a Leopoldo López, quien tuvo que refugiarse en la embajada de España cuando se comprobó que el conjunto de las FANB volvió a cerrar filas con el gobierno de Maduro. La intentona de golpe de Estado volvió a fracasar, pero en esta ocasión estuvo involucrado nada menor que el general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, jefe del temido Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).

Pero la deserción de Figuera refleja que hay una profunda crisis en las FANB y nada ni nadie garantiza que este continuará siendo fiel a Maduro en el futuro inmediato.

Maduro intenta recuperar la iniciativa

El gobierno de Maduro superó la parálisis inicial causada por el fenómeno Guaidó, primero llamando al Dialogo Nacional y después, al verificar la fidelidad de la cúpula militar, pasando a la contraofensiva. Por el momento no ha realizado acciones directamente contra la persona de Guaidó, quien se mueve libremente por Venezuela, pero si ordenó el encarcelamiento y procesamiento penal contra Roberto Marrero, "jefe de despacho" del gobierno ficticio de Guaidó, y después promovió que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un legislativo paralelo bajo su control, levantase la inmunidad de una decena de diputados, llegando a detener a Edgar Zambrano, miembro del partido Acción Democrática (AD), vicepresidente de la Asamblea Nacional.

El fracaso de la llamada “operación libertad” le ha permitido a Maduro encarcelar a cinco tenientes coroneles, cuatro mayores, cuatro capitanes, seis tenientes y treinta y seis sargentos.

Pero estas son dos victorias pírricas del gobierno de Maduro, quien todavía mantiene el control de las FANB y de la maquinaria estatal, pero en medio de un terrible huracán que destroza las bases económicas de la sociedad venezolana y con ellos tiende a fragmentar la disciplina todavía monolítica de las FANB.

La dialéctica entre desgaste económico y amenazas de intervención militar

Bajo la administración Trump, la diplomacia del Departamento de Estado parece haberse convertido en una guerra de tuits, plagados de amenazas y ultimátum. John Bolton y Mike Pompeo amenazan en sus declaraciones y tuits, que todas las opciones, incluida la militar, están sobre la mesa.

Hasta el momento, la estrategia de la administración se ha concentrado en presionar con el bloqueo económico y financiero, para que las FANB se vean forzadas a retirar su apoyo al gobierno de Maduro, y conseguir de esta manera la rendición política del chavismo, e iniciar una transición hacia elecciones democráticas que, obviamente en las actuales condiciones, serian ganadas por la derecha.

Pero esta estrategia todavía no ha logrado los resultados planificados. De continuar este inestable impasse, que permite a Maduro sostenerse precariamente en el poder, mientras el conjunto de Venezuela se hunde en la barbarie, no podemos descartar que el imperialismo norteamericano se vea forzado a ir mas allá, es decir, que logre el consenso internacional que le permita a Trump iniciar ataques militares que desencadenen una guerra civil. La deserción del general Figuera es una comprobación de la baja moral dentro de las FANB y puede adelantar el inicio de una segunda fase de agresiones militares directas del imperialismo norteamericano.

Mientras Trump enfrenta a China subiendo aranceles en la guerra comercial, tiene una relación mas amistosa con el imperialismo ruso, y negocia con este el respeto de las inversiones rusas en Venezuela, a cambio de su neutralidad en caso de invasión militar.

¿Y ahora?

La estrategia de Trump al montar el proyecto de Juna Guaidó no ha logrado doblegar al chavismo, pero si ha paralizado al movimiento de masas, que se mantiene expectante sobre quién o qué bando logra el apoyo de los militares. Aunque se mantienen algunas movilizaciones de Guaidó, ha disminuido el ambiente insurreccional que existía hace dos o tres meses.

Ya no se discuten políticas o consignas para ganarse a las masas, sino quien logra el apoyo de los militares. Esta situación refleja un cansancio y agotamiento de las masas, producto de la pavorosa crisis económica y los apagones que han hecho retroceder a Venezuela a la barbarie.

Por muy complejo que sea la situación, el único camino para evitar una intervención militar del imperialismo, que aprovecharía la desmovilización y expectativas de las masas, es convocar a una Huelga General que derroque al gobierno de Maduro, e instaure un gobierno de los sindicatos y organismos populares que participen en la misma. No hay otra salida. El otro camino es el abismo que representa un posible golpe de Estado, que sería un triunfo del proyecto de Trump y Guaidó

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