Por Leonardo Ixim

Después de las nominaciones oficiales en las convenciones de los principales partidos imperialistas, el Demócrata y el Republicano, los principales candidatos se aprestan con todas sus baterías para las elecciones presidenciales de noviembre del presente año.

En la convención republicana celebrada entre el 18 al 21 de julio en Cleveland Ohio, se nominó a Donald Trump y en la convención demócrata celebrada entre el 25 al 28 de julio en Filadelfia Pensilvania a la ex Secretaria de Estado en el primer gobierno de Obama, Hillary Clinton como candidata de ese partido. En las convenciones se eligió los candidatos a vice presidente Mike Pance por el Partido Republicano y Tim Kaine del Partido Demócrata.

Para el establecimiento estadounidense la formalidad del acto implica un respiro, o ese es el deseo, después de meses de fragmentación en ambos partidos, que ocasionó un vendaval al interior de estos; los votantes desde distintas sensibilidades a partir de posiciones de clase, edad, género y origen étnico, se rebelaron a la casta de políticos del imperialismo.

Atrás quedo el miedo -aparentemente- que género que la candidata por los demócratas respaldada por los grandes monopolios, Hillary Clinton quedara fuera de la contienda por el sorpresivo Bernie Sander. Mientras que, dentro del partido republicano, el temor con la salida del candidato de los grupos empresariales como Jef Bush, y la nominación del multimillonario Donald Trump que con sus constantes ataques a los prominentes líderes republicanos -el último contra el presidente de la Cámara Baja y quien fungió como jefe de ceremonia en la convención republicana, Paúl Ryan- presumiblemente quedan zanjadas tales diferencias.

¿Se zanjan las divisiones internas?

En el otro partido imperialista, la nominación de Kaine que al igual que Pance, siendo prominentes figuras del stablishment de cada partido, buscan cohesionar estas maquinarias electorales tras los respectivos candidatos a presidente. Sin embargo esto aún está por verse, pues pese a que Sander, cumpliendo con lo dicho al inicio de su campaña de que en el caso de no ser nominado apoyaría a Clinton, defraudando toda su base de apoyo conformado por colectivos y organizaciones denominadas sanderists, quienes creyeron en la famosa revolución política que promulgaba, es muy difícil que voten por Clinton; y eso quedó evidenciado en una serie de manifestaciones públicas de los delegados quienes apoyaban a Sander y de protestas de colectivos en las afueras de la convención demócrata, contra la nominación de Hillary.

Del lado del Partido Republicano, la constante diatriba de Trump contra las minorías hispanas, asiáticas y musulmanas, la propuesta de levantar un muro en la frontera sur de ese país pagado por México para parar el flujo de migrantes, le ganaron criticas al interior de este partido, por posibles votos de origen latino, aunque sabemos que este partido al igual que el demócrata no representa los intereses de los trabajadores latinoamericanos. Logrando la animadversión de dirigentes republicanos, así los insultos contra los personeros más importantes de este partido y los enfrentamientos con los pre candidatos, especialmente John Kaisich, Ted Cruz y Marco Rubio, provocaron el temor a que se fragmentara este partido. En ese sentido la nominación de Pance para la vicepresidencia, es un intento de Trump de mantener la cohesión al interior, pues este ejerce importantes cargos de dirección, tiene simpatía en la cúpula y es afín a los sectores más conservadores.

De fondo, lo que existe es una serie de movilizaciones pos crisis financiera de 2008, obligando a una cantidad grande personas quienes habían hipotecado sus casas, a venderlas, ante lo cual los bancos si bien en un primer momento aprovecharon, la falta de liquidez obligó a importantes monopolios financieros a la quiebra, lo cual fue respondido por el gobierno de Obama inyectando cantidad exorbitantes de dinero, salvado así a estos parásitos. Esto mientras que las condiciones de vida de la clase trabajadora empeoraron, pese a todas las promesas populistas de Obama.

Esto provocó una serie de revueltas, como las de los indignados, las ocupaciones en parques y puertos, las movilizaciones de maestros y empleados públicos por mejoras salariales, de estudiantes con respecto a la abusiva deuda para sufragar sus estudios, de trabajadores sobre todo de cadenas de comida rápida en su mayoría latinos, por aumentar el salario mínimo de 10 dólares la hora a $ 15, la cual se logró en algunas ciudades y las movilizaciones del Black Live Matter contra la constante agresión y asesinato de afroamericanos por parte de elementos de las policías locales, que por su parte se han caracterizado por una militarización nunca antes vista.

Se reflejó en el apoyo a la revolución política que proponía Sander, de quien sus partidarios esperaban que siguiera en la contienda, evidenciando en las convenciones estaduales donde en varios estados este ganó la nominación, logrando el 46 % de los votos; o en menor medida la elección de Kshama Sawant para el puesto de concejal de la ciudad de Seatle, militante de un partido marxista como es Socialist Alterantive miembro de CWI, quien ha apoyado la campaña para subir el salario mínimo y se propone lanzarse para candidata al legislativo del estado de Washington.

Estos por su parte junto a la Tendencia de El Militante y partidos socialdemócrata como Socialist Party apoyaron la campaña de Sander, aunque desde posturas críticas; sin embargo, tendrán que hacer el balance de algo esperado, pero que aleja sin más de la propuesta de estas tendencias de formar un partido de los trabajadores. Otros partidos marxistas como PSL y el SWP proponen sus respectivas candidaturas.

SA por su parte, junto a muchos grupos colectivos sanderistas ahora apoyan a la candidata de Green Party Jill Stein, quien tiene el 3.2 por ciento de preferencias de voto; habrá que analizar si una candidatura así con un programa un poco más radical que el Sander, logra movilizar la clase trabajadora. Por su parte al interior del Partido Republicano los anticuerpos que logró Trump ha ocasionado que desde agentes de stablishment, hasta la tradicional base de población blanca, moralmente conservadora y protestante, desconfíen de este. Esto por su parte ha incorporada a sectores de clase trabajadora blanca, de igual forma conservadora y en algunos casos a organizaciones de extrema derecha y-o neo nazis a respaldar a Trump, lo cual generó que en cada lugar donde este se presentaba en la pre campaña y las convenciones estaduales, así como en la convención de Cleveland, hubo fuertes protestas contra su discurso racista.

Sin embargo, no logra atraer el grueso de los votantes republicanos, al grado que el candidato del Partido Libertario, el ex gobernador de Nuevo México Gary Johnson, con el 7.4 % de las preferencias de votos recoge parte del voto republicano anti Trump. Y recientemente un grupo de republicanos por fuera de la nominación oficial de su partido ha presentado a Evan McMulin un ex agente de la CIA y asesor del grupo parlamentario republicano.

El voto latino y el programa imperialista

Las últimas encuestas de agosto muestran casi un virtual empate entre los principales candidatos, estando levemente encima la candidata demócrata con un 45 % sobre el Trump quien se sitúa en entre un 40 y un 43 %. En ese sentido Clinton arrecia sus llamados a las comunidades latinas, que según últimos censos serian 14.5 % de la población (45.5 millones) de habitantes, de los cuales 11 millones serían ilegales. Prometiendo con ello acelerar la reforma migratoria para regularizar la situación de estos que Obama nunca pudo implementar, debido a sus inconsistencias y la negativa de los republicanos; y que a cambio se volvió el gobierno que más ha deportado a inmigrantes calculándose en tres millones de personas de vuelta a sus países de origen.

Por otro lado, según encuestas tanto Clinton con un 63 % y Trump con un 67 % son rechazados por los votantes, recordemos que en este país se encuentran los niveles más altos de abstencionismo de las denominadas democracias industrializadas, debido a un sistema que para nada es democrático, pues no existe una elección directa sino se realiza por medio de la selección de colegios electorales por estado, quienes son los que votan supuestamente en representación de los votantes.

Moreno plantearía que para caracterizar el régimen político de ese país se debe partir no de las marcadas, aunque parciales libertades democráticas sino del carácter injerencista de su Estado, en función de los intereses (www.elsoca.org 31 de julio). Por tanto, tan solo con ver el pasado reciente de Clinton como secretaria de Estado, donde apuntaló la política intervencionista en distintas regiones del orbe, invadiendo Libia, interviniendo Siria, apoyando el golpe de Estado contra Zelaya en Honduras, etc. evidencia tal situación.

Trump por su parte, quien gracias a su discurso populista de derecha contra los tratados de libre comercio con México o los negociados actualmente con varios países del Pacifico y con la Unión Europea proclamó traer los empleos perdidos por la deslocalización de empresas hacia China o México. Anunciando su verdadero programa, de recortar impuestos a los más ricos o liberalizar la industria energética regulada por los gobiernos demócratas. Y su equipo, a diferencia de sus diatribas constantes contra Wall Street, se conforma por dueños y ejecutivos de fondos de negocios, quienes son sus socios.

Clinton por su parte para tratar de atraer la base sanderista, busca apropiarse de algunos aspectos del programa de Sander, como el aumento del salario mínimo, el mantenimiento de los controles ambientales, o extender el acceso al Medicare; sin embargo, con la crisis fiscal y el enfriamiento de la economía, pese a que esta se mantiene creciendo levemente, es difícil que logre esto. En ese sentido llamamos a los sindicatos, las organizaciones de afro y latino americanos, de defensa de los derechos civiles, de mujeres y de preferencias sexuales diversas, etc.; así como a los partidos que se reclaman marxistas, a la conformación de una plataforma que avance en la construcción de un partido de las y los trabajadores.

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