Europa


Por Antonio Renard

Las imágenes de los últimos fines de semana, donde los chalecos amarillos, nombre de un colectivo ciudadano que llamó a partir del 17 de noviembre a protestar contra los recientes aumentos en el impuesto a los carburantes, especialmente el diesel, han tomado las portadas de los diferentes noticieros. Paris, la ciudad de la luz, esta vez no brilla por la torre Eiffel si no por los vehículos de la policía y otros que han sido incendiados luego de los enfrentamientos entre los CRS y los manifestantes.

Esta ola fluorescente se ha esparcido a lo largo y ancho del hexágono pero también ha llegado hasta Bélgica, en la región valona al sur del país. Todas las fuerzas políticas y sindicales han sido tomadas por sorpresa debido a que pensaron que no pasaría de un simple plantón. Pero la dinámica de la lucha ha sobrepasado por su fuerza y por los métodos combativos cualquier proyección simplista del asunto.  Su consigna, la dimisión de Macron, que antes de estos incidentes se encontraba ya en una situación de fragilidad en los sondeos de opinión, por debajo de Hollande en la misma época.

¿Esta nueva ola de protestas, será la vencida?

Desde hace un poco más de un quinquenio, una serie de manifestaciones, huelgas y otros movimientos sociales han tratado de enfrentar a la deriva neo liberal de los gobiernos de turno. En el 2012, el presidente Sarkozy fue derrotado en las urnas y la elección de François Hollande generó una enorme expectativa en las masas, luego de haber utilizado un discurso izquierdoso durante la campaña presidencial. El anuncio del impuesto a la fortuna y otros más quedaron en el tintero o fueron convertidos en simples recordatorios moralistas. Por el contrario, el gobierno de Hollande, junto con su flamante ministro de finanzas Macron avanzaron en una ofensiva en contra de los trabajadores y el pueblo. La ley el Khomri puso fin a una serie de derechos adquiridos por la clase trabajadora que vinieron a ser rematados por la reciente reforma del código de trabajo impulsada por la actual administración.

A la par de esto, siguiendo el dogma neo liberal, la reforma fiscal hizo que los impuestos para los ricos disminuyeran en un equivalente de 4,5 millardos de euros. Un hueco en las finanzas publicas que no tienen forma de recuperarse por otro mecanismo. En resumen, un regalo a los ricos y poderosos del país.  Un ataque también al monto de las pensiones vía la combinación de dos mecanos, el aumento de la CSG (contribución social general) y el congelamiento de los aumentos de las mismas, ha dado un duro golpe a este sector de la población. Entonces podemos ver en dónde comienza a apretar el zapato.

Durante la administración Hollande, los intentos para criminalizar la protesta mediante la utilización de la ley anti terrorismo dio sus frutos. La represión de los estudiantes que conformaron el movimiento Nuit Debout junto a otros sectores de la población que empezaron también por medio de las redes sociales a intentar organizarse. El ejemplo de “on vaut mieux que ça” (valemos más que eso) denunciaba las condiciones de sobre explotación que padecen los trabajadores jóvenes sub pagados o victimas de practicas abusivas en las empresas. La “Convergencia de luchas” también apareció en el mismo periodo. Las asambleas ciudadanas en las plazas de las principales ciudades del país trataron de organizar el descontento. La reacción del entonces primer ministro Manuel Valls fue brutal. Los jóvenes y demás participantes fueron desalojados manu militari.

Además de los elementos antes citados, la participación de la militancia sindical no fue para impulsar la lucha si no mas bien para contenerla y tratar de coptarla burocráticamente. La división entre los luchadores tuvo un efecto nocivo para el movimiento y creo desconfianza en las bases que salieron a luchar. La burocracia sindical jugó una vez más su rol traidor a los intereses de la clase trabajadora.

La huelga de los ferroviarios también fue una gran oportunidad desperdiciada por la dirigencia sindical y por La France Insoumise liderada por Mélenchon, tercer partido más votado en las elecciones del 2017.

Al mismo tiempo que los trabajadores de la SNCF, la empresa estatal de los ferrocarriles, empezaban la huelga, los estudiantes universitarios empezaban una huelga con toma de sedes universitarias en casi todo el territorio para oponerse a las nuevas restricciones para el acceso a los estudios superiores. Los primeros se oponían a la reforma del estatuto de los trabajadores y a la privatización de varias líneas del ferrocarril, al mismo estilo que la realizada en Inglaterra en los años ochenta.

Ambos movimientos fueron derrotados por la ausencia de unificación de las luchas, muy a pesar que en las bases esa necesidad de unidad de acción fue expresada muchas veces por medio de asambleas  y piquetes conjuntos sobre todo cuando las fuerzas represivas del régimen empezaron a atacar a los estudiantes para desalojarlos de las sedes. La LFI se caracterizó por llamados huecos y por manifestaciones esporádicas en algunos lugares para lanzar la figura de Mélenchon como primer opositor al gobierno, pero sin llamar a la huelga general. Una lenta agonía hizo que el movimiento se desvaneciera pese a la resistencia heroica de los trabajadores del ferrocarril.

Estos aspectos son importantes para entender el marco actual de las cosas y porqué también la desesperación de miles de miles de franceses se traduce en estas manifestaciones.

Al momento de escribir estas líneas, el gabinete se reúne de emergencia para analizar la situación. Macron recién entrado de la cumbre del G20 en Argentina fue a visitar los daños en el arco del triunfo, no sin ser acompañado de un coro de transeúntes que le pedían su renuncia.  Tal y como lo dice el presidente del senado, Gérard Larcher, que el gobierno “no puede permitirse un tercer sábado negro”.

Los chalecos amarillos, lejos de la caricatura la realidad de los testimonios

El detonante de toda esta bronca ha sido el aumento del impuesto a los carburantes como se ha mencionado antes. Los más afectados son un sector de la población que debe movilizarse en vehículos, principalmente diesel, que han visto cómo los precios se dispararon con el argumento de la transición ecológica. Este argumento falaz esconde varias cosas. En un primer lugar oponer a las medidas ecológicas contra el cambio climático a la población en general.

Al contrario de los Estados Unidos (el país más energívoro del planeta) la UE orientó el consumo del diesel para la flota vehicular. Luego, los expertos “descubrieron” que dicha apuesta creaba muchos problemas de salud ligados a la emanación de partículas finas. La orientación cambia ahora para favorecer los vehículos que consumen gasolina que, estos a la vez aumentan la cantidad de CO2 y posteriormente, una vez que la industria automotriz asi lo acepte, pasar a los vehículos eléctricos, que tienen otras consecuencias nefastas para el ambiente como por ejemplo la composición de las baterías y otras partes del motor. Los escándalos de los engaños de los tests en que se han visto envueltos los gigantes de la producción automotriz como VW y los otros que le han seguido dejan en entredicho las verdades argüidas por los gobiernos de la UE para combatir el cambio climático. Las medidas restrictivas para impedir la circulación de ciertos modelos contaminantes castigan fundamentalmente a los que menos ingresos tienen.

Por otro lado, el recorte de presupuesto en los transportes públicos ya sea a nivel nacional como a nivel regional, dejan a muchos trabajadores presos de estos aumentos y golpean a la categoría de más bajos salarios. Dentro la lógica neo liberal del gobierno, las compañías que más contaminan como la aeronáutica se ven exentos de impuestos para el “fuel” de los aviones. Los gigantes petroleros como Total, por ejemplo, también pagan sumas ridículas. Otra vez mas, Macron se ciñe con los trabajadores y el pueblo.

Estos gilets jaunes expresan en su mayoría que, a mediados de mes, sus cuentas están ya en rojo. Muchos viven con salarios mínimos o de empleos mal pagados. Este aumento de  los combustibles representa un duro golpe a sus bolsillos. La planificación urbana en la periferia y las zonas rurales hace que los pobladores tengan que hacer grandes recorridos en sus vehículos particulares. Bajo la consigna de la rentabilidad, médicos, bancos, comercios han desertado los pueblos para aglomerarse en centros urbanos con mayor población.

Este costo que han disminuido por un lado se ha trasladado a los usuarios que, antes la poca frecuencia de los transportes públicos (también recortados por aspectos de “rentabilidad”) no tienen otra alternativa que utilizar el vehículo para todos los desplazamientos. Los anuncios del gobierno para dotarles de primas para poder cambiar de carro no llegan a satisfacer las necesidades, es una simple medida demagógica ya implicaría un nuevo crédito a cargo de los trabajadores que ya no pueden más.

Algunos de los elementos dentro de los “chalecos amarillos” pertenecen a partidos de la extrema derecha. Pero como en varios poblados, cuando han querido ponerse como interlocutores de estos, las bases los han sacado y no aceptan su discurso xenofóbico al querer poner en la palestra el problema de la migración como el número uno. Por otro lado, algunos de los académicos y miembros de la intelligenzia critican a estos luchadores por la “falta de claridad”. En algunos centros urbanos, las asambleas de luchadores han expresado una gran claridad sobre las causas del problema, los recortes presupuestarios y la negativa para que el país se transforme como lo pretenden Macron y los liberales de todo cuño en un modelo social a la estadounidense o inglés donde las conquistas sociales han borradas por la ofensiva conservadora de los últimos treinta y pico de años.

Abajo el gobierno de Macron! Que la crisis la paguen los ricos!

El llamado de los luchadores es claro: “Macron démission” . Como ministro primero y como presidente después, ha demostrado que su proyecto es para que crisis la paguen los trabajadores y el pueblo. Por otro lado, los regalos a los multimillonarios y los grandes empresarios no terminan.

El silencio de las centrales sindicales es un mal síntoma y busca salvaguardar el status quo. Las bases de los sindicatos deben presionar a las cúpulas para que se organicen asambleas democráticas y poder converger con la lucha de los chalecos amarillos. La violencia social impuesta por Macron y los neo liberales puede ser detenida.

Por otro lado, las bases de LFI debe llamar también a profundizar la lucha y ponerse al servicio de la misma. No bastan con discursos interminables en el parlamento para que la correlación de fuerzas cambie.

La unidad internacional es también muy importante. Los chalecos amarillos belgas y franceses deben de unir las fuerzas para enfrentar a los mismos enemigos a ambos lados de la frontera. Michel y Macron representan lo mismo para la clase trabajadora en ambos países.

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