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Detener la ofensiva imperialista de Trump

A pocas semanas de haber asumido la presidencia de Estados Unidos, el multimillonario Donald Trump está desarrollando una ofensiva en todos los ámbitos para recuperar la hegemonía indiscutible del imperialismo norteamericano en el mundo.

Comenzó con la revisión de los tratados de libre comercio, retiró a Estados Unidos del acuerdo transpacífico, amenazó con retirarse del NAFTA para obligar a México a una renegociación del mismo, la que ya está en marcha.

Inmediatamente después, a pesar de criticar el histórico déficit fiscal y el endeudamiento de las administraciones anteriores, aumentó considerablemente los gastos militares, con el objetivo de devolver la supremacía militar a Estados Unidos, lo que incluye la renovación de su arsenal nuclear. Su argumento central es que la fabricación de armamentos con tecnología avanzada creara nuevas fuentes de empleo para los trabajadores norteamericanos. Manipulando uno de las justas aspiraciones de ese proletariado que también ha sido víctima de la globalización capitalista.

A pesar de su coqueteo con Rusia, Trump acaba de ordenar el bombardeo con misiles de un aeropuerto militar en Siria, un aliado de Rusia, con el pretexto que la dictadura de Assad utilizó armas químicas contra civiles indefensos. No debemos descartar que efectivamente Assad haya utilizado este tipo de armas contra los civiles que apoyan a los insurgentes, pero también debemos estar claros que cada vez que el imperialismo desata un ataque militar contra cualquier país, en cualquier parte del mundo, monta una campaña de mentiras y desinformación precisamente para justificar esos ataques militares. Así pasó en Irak cuando se dijo que la dictadura de Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, y al final resulto que fue una mentira cuidadosamente difundida en los medios de comunicación para atraerse a la opinión pública a su favor.

Trump ha superado las vacilaciones de Obama y ha decidido intervenir en la guerra civil siria, restándole capacidad de ataques aéreos a la dictadura de Assad, la que se perfila como triunfadora. Estos ataques militares están destinados a obligar a Rusia a una renegociación del destino de Siria, presionar militarmente a Irán y alentar el ejército sionista de Israel a aventurarse a cualquier tipo de ataque contra el eje chiita que representan Líbano, Siria e Irán, aliados de Rusia.

Trump ha sentado el precedente, como lo hizo en su momento Ronald Reagan, de poder atacar cualquier objetivo, en cualquier país, sin necesidad de recurrir a organismos inservibles como la ONU.

En América Latina, Estados Unidos intenta, a toda costa, recuperar la hegemonía perdida. Por el momento no se vislumbran ataques militares, pero el almirante Kurt W.Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, acaba de brindar un peligroso informe anunciado que “la creciente crisis humanitaria en Venezuela podría obligar a una respuesta regional”.

Trump pretende arrodillar a México en la renegociación del NAFTA, pero al mismo tiempo está librando una gran ofensiva política contra los países de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), centralmente contra el gobierno de Venezuela que está acosado por una pavorosa crisis económica, producto de la caída del precio del petróleo, y por el estallido de la indignación social.

La punta de lanza de esta ofensiva la desarrolla la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual mantiene tácticas diferentes ante Venezuela y Nicaragua, dos países miembros del ALBA. En el caso de Nicaragua, la OEA mantiene una posición conciliadora, a pesar que en el Congreso de Estados Unidos se acaba de poner en marcha una nueva versión de la NICA ACT.

Detrás de esta ofensiva, está el aislamiento de Cuba, un tema que la administración Trump pretende resolver a la brevedad posible. Lamentamos que, ante la ofensiva imperialista, Venezuela y Nicaragua, aunque las situaciones son diferentes, han optado por buscar cada quien el salvamiento individual, y no la lucha conjunta, como había soñado Chávez.

Solo los trabajadores, con sus propios partidos y organizaciones, actuando de manera independiente, pueden sostener con firmeza la bandera de la lucha antiimperialista que es la otra cara de la lucha contra el capitalismo.

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