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2019: año del estallido de la crisis en América Latina

Faltan pocos días para que finalice el año 2019. Este año fue, sin lugar a dudas, el del destape de la crisis económica y política en América Latina. Atrás están quedando los años de relativa bonanza económica, sostenida por los elevados precios de las materias primas que eran compradas por países como China, cuya economía se encontraba en expansión.

 

Esta bonanza económica en América Latina permitió el auge de los llamados gobiernos “progresistas”, auto proclamados de izquierda, los cuales tuvieron los recursos económicos necesarios para combatir la extrema pobreza a través de programas de asistencia social, que servían al mismo tiempo para consolidar su base electoral clientelista.

Obviamente, esos recursos ayudaron a disminuir la extrema pobreza, incentivando el consumo, pero en realidad todos estos países (Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina) --con la excepción de Brasil, cuya economía es muchos más desarrollada— no lograron cambiar sus economías, que siguen siendo esencialmente exportadores de materias primas.

La desaceleración de la economía mundial, especialmente de China que era el gran comprador, redujo abruptamente los ingresos fiscales de los llamados gobiernos progresistas, y nuevamente hemos vuelto a la dura realidad: endeudamiento, crisis fiscal, incremento de la pobreza y la extrema pobreza, mayor pauperización de nuestras sociedades, etc.

Los ejemplos más trágicos de la crisis del modelo asistencialista los tenemos en Venezuela y Argentina. Ambos países se han degradado a niveles inauditos. La pauperización de Argentina abarca a un tercio de su población, algo inimaginable hace algunos años. La agudización de la crisis en Argentina desarrollo nuevas ilusiones en que el peronismo podría devolver los niveles de vida que se han perdido, y por eso el binomio Fernández-Fernández ganó las elecciones. La realidad nos mostrará nuevamente que Argentina, bajo el gobierno peronista, no podrá salir de sus crisis, porque el origen de la misma reside en la explotación imperialista y capitalista. La situación cambiará hasta que los trabajadores tomen el poder y constituyan su propio gobierno.

Venezuela se cae a pedazos, más de cuatro millones de personas, presionadas por el hambre, se han visto obligadas a salir del país, y vivir como menesterosos en los países vecinos, que no pueden asimilar semejante cantidad de trabajadores desempleados.

La dictadura de Maduro ha logrado sostenerse en el poder por el apoyo incondicional de las fuerzas armadas, el verdadero centro de poder que administra los ahora escasos recursos provenientes del petróleo. La oposición burguesa liderada por Juan Guaidó, a pesar del apoyo de Estados Unidos y el reconocimiento diplomático de más de 50 gobiernos, no ha podido derrotar a la dictadura de cívico-militar de Maduro, sencillamente porque, al no priorizar la movilización y la convocatoria a una Huelga General, ha sido incapaz de canalizar el descontento popular en un país que se desintegra rápidamente. El resultado es el “sálvese quien pueda”.

Pero mientras Argentina y Venezuela se degradan a ritmos diferentes, en otros países hubo una repuesta revolucionaria a la crisis. En Perú las enormes movilizaciones contra la corrupción fueron desviadas a las elecciones, pero el conflicto inter burgués sigue latente. En Ecuador hubo una explosión social contra el paquetazo del gobierno de Lenin Moreno. En Chile, después de casi 40 años de dominio neoliberal, se produjo una explosión social sin precedentes. En Colombia, una cadena de paros nacionales exitosos, nos muestran a una juventud radicalizada, y a una población indignada contra la oligarquía que gobierna ese país. Hasta hace poco el uribismo, el ala de extrema derecha de la burguesía colombiana, ganaba abrumadoramente las elecciones, pero en pocos años la decepción se ha transformado en una poderosa movilización.

Tenemos, pues, dos grandes enseñanzas del 2019: La primera es que la crisis capitalista continuará degradando a nuestros países hasta niveles de barbarie, si los trabajadores y la izquierda no logramos tomar el poder e instaurar un sistema económico más justo. La segunda es que la “derechización” de algunos procesos, como Colombia, Brasil y Uruguay, son fenómenos aparentes. La crisis nos empuja a la lucha en las calles y en ese proceso avanzará la conciencia y surgirán nuevas opciones revolucionarias.

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