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El agotamiento del bipartidismo en Estados Unidos

Una de las pocas ventajas del sistema electoral de Estados Unidos es que los periodos de elección de los diputados o Representantes son relativamente cortos. La Cámara de Representantes debe renovarse cada dos años, y el Senado por tercios cada dos años. Esto permite una mayor capacidad de decisión y control de los votantes. Los Representantes no han ocupado sus asientos cuando ya deben andar en campaña para permanecer en ellos. Aunque también hay síntomas de hastío, porque las elecciones por si solas no han resuelto los grandes problemas.

Podemos pasar días enteros debatiendo sobre las desigualdades sociales en Estados Unidos, pero las elecciones de medio periodo (midterms) se vuelven cruciales para los norteamericanos y para el mundo entero, porque todo lo que ocurre en Estados Unidos tiene repercusiones en el resto del mundo, especialmente en Centroamérica, considerado su patio trasero, aunque su hegemonía es cada vez más precaria.

En periodos normales, dentro del sistema bipartidista de Estados Unidos, si un presidente es republicano, en las elecciones de medio periodo los votantes se inclinan por los demócratas, y viceversa. Es un mecanismo de control, aunque débil, de los votantes sobre el gobierno y el Congreso. Bajo segunda administración de Barack Obama, en las elecciones de medio periodo, los republicanos obtuvieron 247 y los demócratas bajaron a 188 representantes. Bajo la administración Trump, en las elecciones de medio periodo, los demócratas obtuvieron 235 y los republicanos bajaron a 200. Es una especie de circulo vicioso hacia abajo.

El hartazgo generalizado bajo la administración Trump, permitió el triunfo de Joe Biden en 2020, obteniendo los demócratas una holgada mayoría en ambas cámaras del Congreso. La presidencia de Biden ha estado sacudida por la crisis: pandemia, guerra en Ucrania, una avalancha migratoria sin precedentes, inflación, crisis energética, y bajo la amenaza de una recesión generalizada para el año 2023. Obviamente, bajo estas condiciones se produjo un desgaste de la administración Biden, que se proyectó en las encuestas que auguraban un arrollador triunfo de los republicanos, quienes estaban alentados por la verborrea incendiaria del expresidente Donald Trump.

Pero el Partido Demócrata realizó una gran maniobra: comenzó a levantar posibles soluciones a sentidos problemas económicos y sociales, como oponerse a la sentencia dictada por la Corte Suprema de Justicia que abolió el derecho al aborto, legalizar la marihuana en muchos Estados, rebajar el monto de las deudas de los estudiantes, etc. Ligaron hábilmente varios referendos estatales, por temas de interés social, con las elecciones de medio periodo.

Uno de los factores que evitó un triunfo arrollador de los republicanos, no solo fueron las maniobras de los demócratas, sino el profundo temor al retorno de Trump. El trumpismo está vivo, es un reflejo del reaccionario supremacismo blanco con que se construyó los Estados Unidos.

Pero si bien es cierto que las cifras preliminares indican que los republicanos controlaran la Cámara de Representantes, no será un triunfo aplastante, como pronosticó Trump, y la mayoría en el Senado todavía está en juego. Biden y los demócratas se auto consuelan, como los tontos. Dicen que pudo haber sido peor, pero el peligro sigue latente. Pese a las políticas capitalistas e imperialistas de Biden y los demócratas, existe un justificado temor de un importante sector de masas, al discurso y acciones de los republicanos.

Muchos norteamericanos creen que votando por los demócratas salvaran la democracia en Estados Unidos, un país profundamente polarizado políticamente, dividido y con enormes desigualdades sociales, y a veces da la impresión que está al borde la guerra civil.

Bajo el sistema capitalista actual, en decadencia, la democracia en Estados Unidos está en peligro permanente. Ni los demócratas ni los republicanos son la solución.

Los sindicatos deben dar el paso al frente y llamar a la conformación de un Partido Laborista, basado en los trabajadores y en los organismos comunitarios. Una gran tarea pendiente es atraer al proletariado blanco, que ha sido cautivado y engañado por el discurso de Trump y los republicanos.

Estados Unidos es un país de migrantes, ese Partido Laborista que debe fundarse, debe luchar por unificar a todos los trabajadores, bajo reivindicaciones de todos los sectores y minorías, en un solo frente de lucha política y electoral para hacerle frente al bipartidismo que se hunde y amenaza con arrastrar a la sociedad norteamericano a las profundidades del averno.

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