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Este libro sale a luz cuando los jóvenes y las masas populares de Nicaragua todavía enfrentan las embestidas represivas de la Policía Nacional y las fuerzas de choque, organizada por el gobierno asesino de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. El resultado de la lucha todavía no se ha transformado en una victoria popular, pero esperamos que ocurra a la mayor brevedad posible.

 

Lo que comenzó siendo una reducida protesta estudiantil contra las inconsultas reformas al sistema de seguridad social, rápidamente se convirtió en un proceso insurreccional que fue momentáneamente contenido a sangre y fuego, provocando una espantosa masacre de jóvenes desarmados. Esta represión, lejos de atemorizar a las masas populares, provocó una repuesta airada, un proceso de insurrección cada vez más amplio que en dos meses de duración registra más de 160 muertos y cerca de 1500 heridos, mas centenares de personas detenidas.

La gran debilidad del actual proceso insurreccional es que no tiene una clara conducción centralizada a nivel nacional. Es la sumatoria de procesos de lucha locales que tienen sus propias e improvisadas direcciones locales, quienes libran la batalla contra una Policía y el partido FSLN que actúa en contra, de manera súper centralizada. Las masas populares insurrectas son como un gigante ciego que golpea fuerte pero que avanza a tientas, sin una orientación clara y preestablecida.

Fuera de Nicaragua, existe mucha desinformación. La izquierda reformista vinculada al chavismo y al castrismo, repite a coro los mismos argumentos de la propaganda del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en el sentido que no se trata de una legitima lucha popular, sino que estamos ante un “golpe de Estado”, organizado por el imperialismo norteamericano.

Esta visión simplista y maniquea no quiere reconocer un fenómeno que ocurrió hace más de dos décadas: después de la derrota electoral de 1990, y es que los comandantes guerrilleros del FSLN, con Daniel Ortega a la cabeza, se convirtieron en una nueva burguesía. Una parte de ellos, desde los altos cargos del Ejército y la Policía Nacional, se convirtieron en los garantes del nuevo statu quo que se estableció después de esa fecha.

Dejaron de ser revolucionarios, una parte se volvió administradora del Estado burgués, defendiendo los intereses de los grupos empresariales emergentes. En el año 2007, cuando el FSLN recuperó el gobierno, su dirigencia ya se había transformado en empresarial, y por ello aplicó los mismos planes neoliberales de los gobiernos antecesores, aunque siempre mantuvieron un lenguaje populista de izquierda.

La insurrección desarmada que actualmente se desarrolla en Nicaragua estalló inicialmente contra las reformas a la seguridad social, pero se transformó rápidamente en cuestionamiento al modelo económico neoliberal y al régimen político dictatorial. Por esta razón, las protestas son masivas.

En sentido contrario a la dinámica de las masas, la izquierda reformista chavista y castrista defiende al gobierno Ortega-Murillo que masacra a los jóvenes. No quieren entender que, durante casi 12 años, Daniel Ortega mantuvo una alianza muy cercana con los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), quienes se convirtieron en cómplices de la instauración de un régimen bonapartista, que limitaba las libertades democráticas al pueblo.

El flujo de miles de millones de dólares del convenio petrolero con Venezuela, le permitió al gobierno Ortega-Murillo contar con los recursos mínimos necesarios para repartir migajas entre los sectores más pobres, y mantener la alianza con los empresarios. SE repartían el pastel sin mayores contradicciones, pero cuando estos recursos se acabaron, comenzaron los problemas económicos y afloraron las contradicciones con la burguesía organizada en el COSEP.

Ahora los principales grupos económicos están en conflicto con el gobierno, pero no por que tengan diferencias en la aplicación de planes neoliberales, sino porque la burguesía esta temerosa que la lucha insurreccional contra Daniel Ortega los termine arrastrando a ellos también.

Estos empresarios del COSEP temen a una nueva revolución. José Adán Aguerrí, presidente del COSEP, recientemente se ha golpeado el pecho en una entrevista, al afirmar de manera autocritica que “(…) una vez que comenzó a suceder este escenario de violencia, inmediatamente la decisión nuestra fue suspender todas las reuniones con el Gobierno a partir del 19 de abril (…) Somos responsables, también, de que ese crecimiento económico que hubo no fue acompañado de un fortalecimiento en la parte institucional. (…) Si yo hubiera sabido que el resultado de todo este proceso iba a ser lo que sucedió a partir del día 18 de abril, respondo que obviamente (nos equivocamos)”. (Confidencial 13/06/2018)

En pocas palabras, hasta que estalló la rebelión popular y se produjo la masacre de abril, el COSEP cambió de posición. Sabemos que la burguesía del COSEP no trabaja para el desarrollo de la revolución, trabajan en contra, conspiran con la OEA y el gobierno de Estados Unidos para encontrar una salida electoral, ante el crecimiento de la insurrección popular. Están dispuestos a reconciliarse con Daniel Ortega, con tal de evitar un triunfo revolucionario.

En este libro explicamos estos temas, y concluimos que los estudiantes y los sectores populares deben construir su propia alternativa, actuar de manera independiente del COSEP, única manera de lograr la ansiada democratización de Nicaragua.

Este libro es una síntesis de los análisis elaborados por el camarada Sebastián Chavarría Domínguez, también cuenta con la colaboración de artículos escritos por Aquiles Izaguirre, Diógenes Castillo y Maximiliano Cavalera. Al final se encuentran, en orden cronológico, las Declaraciones del Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) sobre el actual proceso insurreccional que sacude a Nicaragua.

 

Centroamérica, junio del 2018

 

Victoriano Sánchez

 

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