Historia

La Conferencia de Zimmerwald, se celebró clandestinamente entre los días 5 y 8 de septiembre de 1915 en esa localidad de la neutral Suiza). Allí se reunieron 38 delegados y delegadas, representantes de la minoría de izquierda socialista europea que se oponía a la I Guerra Mundial, considerándola una “guerra imperialista”.

La Conferencia, tras intricados debates, aprobó como conclusión de su trabajo, el siguiente manifiesto, redactado por León Trotsky.

El pasado 8 de septiembre se cumplieron 100 años del Manifiesto de Zimmerwald, una declaración de internacionalismo proletario ante la traición de la socialdemocracia durante la Primera Guerra Mundial. En esa reunión participaron un puñado de revolucionarios, entre los más destacados estaban Lenin y Trotsky. 

Publicamos un relato de León Trotsky sobre la realización de la Conferencia de Zimmerwald.

Cuando los internacionalistas cabían en 4 coches

“(…) Ninguno de nosotros necesitó falsificar el pasaporte. El Gobierno de Suiza, que no se había emancipado aún por completo de las prácticas de antes de la guerra, nos dio a todos papeles en regla.

La organización de la conferencia corrió a cargo de Grimm, dirigente socialista de Berna, que por entonces se esforzaba cuanto podía por arrancarse al nivel de limitación de su partido, y al suyo propio. Había elegido para la reunión un lugar situado a diez kilómetros de Berna, un pueblecillo llamado Zimmerwald, en lo alto de las montañas. Nos acomodamos como pudimos en cuatro coches y tomamos el camino de la sierra. La gente se quedaba mirando, con gesto de curiosidad, para esta extraña caravana. A nosotros no dejaba de hacernos tampoco gracia que, a los cincuenta años de haberse fundado la Primera Internacional, todos los internacionalistas del mundo pudieran caber en cuatro coches. Pero en aquella broma no había el menor escepticismo. El hilo histórico se rompe con harta frecuencia. Cuando tal ocurre, no hay sino anudarlo de nuevo.

(…) Los cuatro días que duró la conferencia -del 5 al 8 de septiembre- fueron días agitadísimos. Costó gran trabajo hacer que se aviniesen a un manifiesto colectivo, esbozado por mí, el ala revolucionaria representada por Lenin, y el ala pacifista a la que pertenecían la mayoría de los delegados. El manifiesto no decía, ni mucho menos, todo lo que había que decir; pero era, a pesar de todo, un gran paso de avance. Lenin se mantenía en la extrema izquierda. Frente a una serie de puntos, estaba solo. Yo no me contaba formalmente entre la izquierda, aunque estaba identificado con ella en lo fundamental. Lenin templó en Zimmerwald el acero para las empresas internacionales que había de acometer, y puede decirse que en aquel pueblecillo de la montaña suiza fue donde se puso la primera piedra para la internacional revolucionaria.

Los delegados franceses subrayaron en sus informes la importancia que tenía para ellos el que siguiese publicándose el NascheSlovo, que mantenía en pie las relaciones espirituales con el movimiento internacional de otros países. Rakovsky hizo notar que nuestro periódico contribuía notablemente a formar una posición internacional en la socialdemocracia balcánica. El partido italiano conocía el periódico por las frecuentes traducciones de la Balabanova. Pero donde más se citaba el NascheSlovo era en la prensa alemana, sin excluir la oficiosa; pues, del mismo modo que Renaudel intentaba apoyarse en Carlos Liebknecht, Scheidemann, no sentía reparo alguno en tomarnos a nosotros por aliados.

Liebknecht no se presentó en Zimmerwald. Estaba ya prisionero en el ejército de los Hohenzollers, antes de estarlo en el presidio. Pero envió una carta, en la que se pasaba bruscamente del frente pacifista al frente revolucionario. Su nombre sonó muchas veces en la conferencia. Aquel nombre era ya una consigna en la lucha, que estaba desgarrando al socialismo mundial.

Se había prohibido rigurosamente escribir nada acerca de la conferencia desde Zimmerwald, para que no trascendiesen a la Prensa antes de tiempo ciertas noticias que podían causar trastornos a los delegados en su viaje de regreso y cerrarles las fronteras. A los pocos días, el nombre de Zimmerwald, hasta entonces perfectamente ignorado, resonaba en el mundo entero. Esto causó una sensación estremecedora al dueño del hotel en que nos alojamos. Aquel honorable suizo le dijo a Grimm que tenía firmes esperanzas de que aumentase el precio de su finca y que, en agradecimiento, estaba dispuesto a contribuir con una cantidad a los fondos de la Tercera Internacional. Creo, sin embargo, que lo habrá pensado mejor.

La conferencia de Zimmerwald imprimió gran impulso al movimiento antiguerra en los diversos países. En Alemania, contribuyó a intensificar la acción de los Espartaquistas. En Francia, se creó el “Comité para el fomento de las relaciones internacionales”. Los obreros de la colonia rusa de París se compenetraron más íntimamente con nuestro periódico y tomaron sobre sus hombros el lado financiero y otras cargas. Martof, que durante la primera época había colaborado calurosamente en el NascheSlovo, se separó de él en vista del giro que tomaba. Las diferencias de opinión, puramente accidentales, que me había separado de Lenin en Zimmerwald, se borraron en el transcurso de los meses siguientes (…)”

En ocasión del 100 aniversario de la Conferencia de Zimmerwald, publicamos el texto íntegro de esta valiosa declaración de internacionalismo proletario.

Manifiesto de Zimmerwald

"¡Proletarios de Europa!

¡Hace más de un año que dura la guerra! Millones de cadáveres cubren los campos de batalla. Millones de hombres quedaran mutilados para el resto de sus días. Europa se ha convertido en un gigantesco matadero de hombres. Toda la civilización, creada por el trabajo de muchas generaciones está condenada a la destrucción. La barbarie más salvaje celebra hoy su triunfo sobre todo aquello que hasta la fecha constituía el orgullo de la humanidad.

Cualesquiera que sean los principales responsables directos del desencadenamiento de esta guerra, una cosa es cierta: la guerra que ha provocado todo este caos es producto del imperialismo. Esta guerra ha surgido de la voluntad de las clases capitalistas de cada nación de vivir de la explotación del trabajo humano y de las riquezas naturales del planeta. De tal manera que las naciones económicamente atrasadas o políticamente débiles caen bajo el yugo de las grandes potencias que, con esta guerra, intentan rehacer el mapa del mundo, a sangre y fuego, de acuerdo con sus intereses explotadores. Es así como naciones y países enteros como Bélgica, Polonia, los estados de los Balcanes y Armenia corren el riesgo de ser anexionados en todo o en parte por el simple juego de las compensaciones.

Los objetivos de la guerra aparecen en toda su desnudez a medida que los acontecimientos se desarrollan. Pieza a pieza, caen los velos que han ocultado a la conciencia de los pueblos el significado de esta catástrofe mundial.

Los capitalistas de todos los países, que acuñan con la sangre de los pueblos la moneda roja de los beneficios de guerra, afirman que la guerra va a servir para la defensa de la patria, de la democracia y de la liberación de los pueblos oprimidos. Mienten. La verdad es que, de hecho, ellos entierran bajo los hogares destruidos, la libertad de sus propios pueblos al mismo tiempo que la independencia de las demás naciones. Lo que va a resultar de la guerra van a ser nuevas cadenas y nuevas cargas y es el proletariado de todos los países, vencedores o vencidos el que tendrá que soportarlas.

“Incremento del bienestar”, dijeron, al declararse la guerra.

Miseria y privaciones, desempleo y aumento del coste la vida, enfermedades y epidemias, son los verdaderos resultados de la guerra. Por décadas los gastos de guerra absorberán lo mejor de las fuerzas de los pueblos comprometiendo la conquista de mejoras sociales y dificultando todo progreso.

Colapso de la civilización, depresión económica, reacción política; estos son los beneficiarios de este terrible conflicto de pueblos.

La guerra revela así el verdadero carácter del capitalismo moderno que se ha revelado incompatible no sólo con los intereses de las clases trabajadoras sino también con las condiciones elementales de existencia de la comunidad humana.

Las instituciones del régimen capitalista que disponían de la suerte de los pueblos, los gobiernos -monárquicos o republicanos- la diplomacia secreta, las poderosas organizaciones patronales, los partidos burgueses, la prensa capitalista y la Iglesia: sobre todas ellas pesa la responsabilidad de esta guerra nacida de un orden social que los nutre, que ellos defienden y que no sirve más que a sus intereses.

¡Trabajadores!

Vosotros, ayer explotados, desposeídos, despreciados habéis sido llamados hermanos y camaradas cuando ha llegado la hora de enviaros a la masacre y a la muerte. Y hoy que el militarismo os ha mutilado, destrozado, humillado, aplastado, las clases dominantes y los poderosos reclaman de vosotros además la abdicación de vuestros intereses y la renuncia a vuestros ideales, en una palabra, una sumisión de esclavos a la paz social. Os arrebatan la posibilidad de expresar vuestras opiniones, vuestros sentimientos, vuestros sufrimientos. Os prohíben formular vuestras reivindicaciones y defenderlas. La prensa controlada, las libertades y los derechos políticos pisoteados: es el reinado de la dictadura militarista con puño de hierro.

Nosotros no podemos ni debemos permanecer inactivos ante esta situación que amenaza el porvenir de Europa y la Humanidad.

Durante muchos años el proletariado socialista ha encabezado la lucha contra el militarismo; con una creciente aprensión sus representantes se preocuparon en sus congresos nacionales e internacionales del peligro de guerra que el imperialismo hacía paso a paso más amenazante. En Stuttgart, en Copenhague, en Basilea, los congresos socialistas internacionales trazaron la vía que debía seguir el proletariado.

No obstante, partidos socialistas y organizaciones obreras de varios países, pese a haber contribuido en su día a la elaboración de estas decisiones, han olvidado y repudiado desde el comienzo de la guerra las obligaciones que les imponían. Sus representantes y dirigentes han llamado e inducido a los trabajadores a abandonar la lucha de clases, el único medio posible y eficaz para la emancipación proletaria. Han votado con sus clases dirigentes los presupuestos de guerra; se han colocado a la disposición de sus gobiernos para prestarles los más diversos servicios; han intentado a través de su prensa y sus enviados ganar a los neutrales a la política de sus gobiernos respectivos; han incorporado a los gobiernos “ministros socialistas” como rehenes para la preservación de la “Unión Sagrada” y para ello han aceptado ante la clase obrera compartir con las clases dirigentes las responsabilidades actuales y futuras de esta guerra, de sus objetivos y de sus métodos. Y de la misma manera que ha ocurrido con los partidos separadamente, el más alto organismo de las organizaciones socialistas de todos los países, la Oficina Socialista Internacional, también ha fallado y faltado a sus obligaciones.

Estas con las causas que explican que la clase obrera que no había sucumbido al pánico nacional del primer periodo de la guerra o que poco después se había liberado de él, no haya encontrado aún en el segundo año de la matanza de pueblos los medios para emprender en todos los países una lucha activa y simultanea por la paz.

En esta situación intolerable, nosotros, representantes de partidos socialistas, de sindicatos y de minorías de estas organizaciones; alemanes, franceses, italianos, rusos, polacos, letones, rumanos, búlgaros, suecos, noruegos, suizos, holandeses, nosotros que no nos situamos en el terreno de la solidaridad nacional con nuestros exploradores, sino que permanecemos fieles a la solidaridad internacional del proletariado y a la lucha de clases, nos hemos reunido aquí para reanudar los lazos rotos de las relaciones internacionales, para llamar a la clase obrera a recobrar la conciencia de sí misma y situarla en la lucha por la paz.

Esta lucha es la lucha por la libertad, por la fraternidad de los pueblos, por el socialismo. Hay que emprender esta lucha por la paz, por la paz sin anexiones ni indemnizaciones de guerra. Pero una paz así no es posible más que con la condición de condenar todo proyecto de violación de derechos y de libertades de los pueblos. Esa paz no debe conducir ni a la ocupación de países enteros ni a las anexiones parciales. Nada de anexiones, ni reconocidas ni ocultas y mucho menos aún subordinaciones económicas que, en razón de la pérdida de autonomía política que entrañan, resultan todavía más intolerables si cabe. El derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos debe ser el fundamento inquebrantable en el orden de las relaciones de nación a nación.

¡Trabajadores!.

Desde que la guerra se desencadenó habéis puesto todas vuestras fuerzas, todo vuestro valor y vuestra capacidad de aguante al servicio de las clases poseedoras para mataros los unos a los otros. Hoy en día es precisa que, permaneciendo sobre el terreno de la lucha de clases irreductible, actuéis en beneficio de vuestra propia causa por los fines sagrados del socialismo, por la emancipación de los pueblos oprimidos y de las clases esclavizadas.

Es el deber y la tarea de los socialistas de los estados beligerantes desarrollar esta lucha con toda su energía. Es el deber y la tarea de los socialistas de los Estados neutrales ayudar a sus hermanos, por todos los medios, en esta lucha contra la barbarie sanguinaria.

Jamás en la historia del mundo ha habido tarea más urgente, más elevada, más noble; su cumplimiento debe ser nuestra obra común. Ningún sacrificio es demasiado grande, ninguna carga demasiada pesada para conseguir este objetivo: el restablecimiento de la paz entre los pueblos.

Obreros y obreras, padres y madres, viudas y huérfanos, heridos y mutilados, a todos vosotros que estáis sufriendo la guerra y por la guerra, nosotros os decimos: Por encima de las fronteras, por encima de los campos de batalla, por encima de los campos y las ciudades devastadas. ¡Proletarios de todos los países, uníos!

Zimmerwald, septiembre de 1915

Por la delegación alemana: Georg Ledebour, Adolf Hoffmann.

Por la delegación francesa: A. Bourderon, A. Merrheim.

Por la delegación italiana: G. E. Modigliani, Constantino Lazzari.

Por la delegación rusa: N. Lenin, Paul Axelrod, M. Bobrov.

Por la delegación polaca: St. Lapinski, A . Varski, Cz. Hanecki.

En nombre de la delegación rumana: C. Racovski;

En nombre de la delegación búlgara: Vassil Kolarov.

Por la delegación sueca y noruega: Z. Hőglund, Ture Nerman.

Por la delegación holandesa: H. Roland Holst.

Por la delegación suiza: Robert Grimm, Charles Naine

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Manifesto de Kienthal

 

El 14 de abril de 1916 se celebró la segunda Conferencia, en el Hotel Baren de la pequeña aldea de Kienthal, Suiza. Aunque la corriente de izquierda de Zinmerwald había crecido un poco, no logró su objetivo de crear una nueva Internacional.

El Manifiesto Kiental fue redactado por un comité de Giuseppe Modigliani, Ernst Meyer y Karl Radek, que representan respectivamente las corrientes derecha, centro e izquierda de la segunda conferencia. Fue adoptado el 30 de abril de 1916.

 

PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES, UNIDOS!

¡Dos años de guerra mundial! ¡Dos años de devastación! ¡Dos años de sangre de las víctimas y furia de reacción!

¿A quién culpar? ¿Quién está detrás de los que arrojaron la antorcha encendida al barril de pólvora? ¿Quién había deseado por mucho tiempo esta guerra y preparado para ella?

Las clases dominantes!

En septiembre de 1915, nos reunimos como socialistas de países en guerra y neutrales en Zimmerwald, uniendo nuestras manos a través del sangriento caos. En medio de los horrores desatados por la guerra, nos unimos para declarar en nuestro Manifiesto :

Los poderes dominantes de la sociedad capitalista, que tenían el destino de las naciones en sus manos, tanto los gobiernos monárquicos como los republicanos, la diplomacia secreta, los poderosos grupos empresariales, los partidos burgueses, la prensa capitalista, la iglesia, todos ellos llevan la totalidad. El peso de la responsabilidad de esta guerra, que surgió de la organización social que alimenta estas instituciones y es defendida por ellas, una guerra librada en nombre de sus intereses.

Como dijo Jaurès unos días antes de su muerte, "todas las naciones corrían por las calles de Europa blandiendo antorchas encendidas".

Millones de hombres han caído en sus tumbas. Millones de familias están obligadas a llorar. Millones de mujeres y niños se han convertido en viudas y huérfanos. Las ruinas se han apilado sobre las ruinas, mientras que los monumentos culturales insustituibles han sido destruidos. Y después de todo esto, la guerra ha llegado a un callejón sin salida.

A pesar de las innumerables masas de víctimas en todos los frentes de batalla, no se ha logrado nada decisivo. Los gobiernos sacrifican millones y millones de soldados simplemente para cambiar las líneas de batalla ligeramente.

¡Ni vencedores ni vencidos! O mejor dicho, todos los bandos están derrotados, todos están desangrados, todos están arruinados, todos están agotados: ese será el resultado de esta horrible guerra. Todo esto para mostrar a las clases dominantes que sus fantasías de dominación mundial imperialista no se han logrado.

Una vez más, queda claro que los únicos socialistas que han servido a los intereses de sus pueblos son aquellos que, a pesar de la persecución y la calumnia, se han mantenido firmes contra la histeria nacionalista y han pedido una paz inmediata sin anexiones.

Así que únete a nosotros para gritar a través de los campos de batalla: ¡Abajo la guerra! ¡Viva la paz!

Trabajadores de ciudad y campo:

Los gobiernos y las camarillas imperialistas, junto con su prensa, te dicen que esperes hasta el final para liberar a las naciones oprimidas. Este es el método de engaño más burdo de todos los que se han utilizado en esta guerra. El verdadero objetivo de esta masacre generalizada es, para algunos, asegurar las tierras que han reunido y conquistado a través de siglos de guerra. Otros quieren dividir el mundo de nuevo para expandir sus propiedades. Su objetivo es anexar tierras adicionales, separar y desgarrar a pueblos enteros, para reducirlos al estatus de siervos y patines comunes.

Tus gobiernos y tu prensa te dicen que la guerra debe continuar para destruir el militarismo.

¡Que no te engañen! El militarismo en una nación solo puede ser eliminado por esta misma nación, y la tarea de derribarla se plantea en cada país.

Sus gobiernos y su prensa también le dicen que la guerra debe continuar para que pueda ser la última guerra. Esto también es un engaño. Nunca una guerra ha puesto fin a la guerra. Por el contrario, cada guerra despierta la sed de venganza. La violencia engendra violencia.

Así, después de cada sacrificio, tus atormentadores exigirán nuevos. Tampoco los fanáticos pacifistas burgueses pueden escapar de este círculo vicioso.

Solo hay una forma de prevenir futuras guerras, a saber, que las clases trabajadoras conquisten el poder político y abolan la propiedad capitalista.

La paz duradera solo puede lograrse con un socialismo victorioso.

¡Proletarios! ¿Quiénes son los que te instan a "esperar hasta el final" hasta la "victoria"?

Ellos son los verdaderos responsables de causar la guerra. Entre ellos: la prensa venal, los contratistas de guerra, los especuladores de la guerra, y también los patriotas sociales que imitan las consignas de la guerra burguesa. Entre ellos se encuentran los reaccionarios, quienes están secretamente complacidos por la muerte en los campos de batalla de aquellos que ayer estaban amenazando los privilegios de los gobernantes: socialistas, sindicalistas y todos aquellos que sembraron las semillas del socialismo en la ciudad y el campo.

¡Ese es el partido de los políticos que insisten en que nos sostengamos!

Ellos controlan el poder estatal; gobiernan sobre la prensa mendaz que envenena a la gente; disfrutan de la libertad de agitar para continuar la guerra y aumentar la muerte y la devastación.

Y ustedes son las víctimas. Solo tienes derecho a pasar hambre, a callarte, a sufrir las cadenas del estado de sitio, la censura y el aire rancio de la mazmorra.

USTEDES, el pueblo, las masas trabajadoras, son víctimas de una guerra que no es la suya.

Ustedes, trabajadores de la ciudad y el campo, están en las trincheras, en las líneas del frente, mientras que detrás de las líneas se ven muchos de los ricos y sus cómplices, los shirkers que viven a salvo. Para ellos la guerra significa la muerte de otros.

E incluso mientras luchan en su lucha de clases contra ti incluso más ferozmente que antes, te predican sobre la "paz civil". Sin piedad, obtienen ganancias de tu pobreza y tu sufrimiento, mientras te incitan a traicionar a tu clase y expulsar a tu clase. Tu corazón es tu mayor fortaleza, tus esperanzas en el socialismo.

La injusticia social y el gobierno de clase son aún más evidentes en la guerra que en tiempos de paz.

En paz, el sistema capitalista roba a los trabajadores las alegrías de la vida; en la guerra les roba todo, incluida la vida misma.

Y HAGAMOS terminar con la devastación. Ustedes, trabajadores, serán ustedes quienes soportarán la carga de estos montones de ruinas hoy y en el futuro.

Los cientos de miles de millones en efectivo que se arrojan a las fauces del dios de la guerra no están disponibles para mantener el bienestar de la gente, para propósitos culturales y para una reforma social que podría aliviar su suerte, promover la educación popular y aliviar la pobreza.

Y mañana se impondrán nuevos y pesados ​​impuestos sobre sus hombros encorvados.

Así que terminemos con el despilfarro de su trabajo, su dinero y la energía de su vida. ¡Levántate en la lucha por una paz inmediata sin anexiones!

EN TODOS los países en guerra, las mujeres y los hombres trabajadores se están volviendo contra la guerra y sus consecuencias, contra la pobreza y la necesidad, contra el desempleo y la inflación. Permítales levantar sus voces para restablecer los derechos civiles que les han sido quitados, para que la legislación social presente las demandas de las clases trabajadoras en la ciudad y en el campo.

Que los proletarios de los países neutrales apoyen a los socialistas en los países en guerra en su difícil lucha y resistan con toda su fuerza cualquier expansión adicional de la guerra.

Deje que los socialistas de cada país actúen sobre las decisiones de los congresos internacionales, lo que hizo que la clase trabajadora tenga el deber de hacer todos los esfuerzos para llevar la guerra a una conclusión rápida.

Pon toda la presión que puedas sobre tus diputados, parlamentos y gobiernos.

Exija que los representantes parlamentarios de los partidos parlamentarios rechacen inmediatamente cualquier forma de apoyo a las políticas de guerra de los gobiernos. Exija que de ahora en adelante voten en contra de todos los créditos presupuestarios para la guerra.

¡Usa todos los medios posibles para acabar con la masacre humana!

Toma el eslogan: ¡Para un armisticio inmediato! ¡Levántate en la lucha, los pueblos sufren la ruina y el asesinato!

¡Armarse de valor! Tenga en cuenta que usted es la mayoría y, cuando lo desee, puede asumir el poder.

Hágales saber a los gobiernos que el odio contra la guerra está creciendo en todos los países y, con ello, el deseo de retribución social. Esto está acercando la hora de la paz entre los pueblos.

¡Abajo la guerra!

¡Viva la paz, la paz inmediata, sin anexiones!

¡Viva el socialismo internacional!

 

Segunda Conferencia Internacional Socialista de Zimmerwald

1 de mayo de 1916.

 

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