Historia


Por León Trotsky

Introducción.- La revolución rusa de 1905 fue, junto con la revolución mexicana de 1910, uno de los principales acontecimientos mundiales antes del estallido de la primera guerra mundial. Incluso, Lenin llamo a la revolución rusa de 1905 el “ensayo general” que preparó al Partido Bolchevique para encabezar la toma del poder en octubre de 1917. Fue León Trotsky quien nos heredó, con su prolífica pluma, relatos sobre los acontecimientos que vivió, siendo presidente del Soviet durante la revolución rusa de 1905. Publicamos extractos de su obra “1905, Resultados y Perspectivas”

“(…) Asambleas populares absolutamente libres entre los muros de las universidades, mientras que en la calle reina sin límites Trépov: he ahí una de las paradojas más sorprendentes de la evolución política y revolucionaria durante el otoño de 1905. Un general viejo e ignorante, Glazov, nombrado no se sabe por qué ministro de Instrucción Pública, creó — para su propia sorpresa— estas islas de libertad de palabra. Los profesores liberales elevaban protestas: la universidad pertenece a la ciencia, la calle no tiene nada que hacer en los claustros universitarios. El príncipe Serguei Trubetskoi murió con esta verdad en los labios, pero las puertas de la universidad permanecieron abiertas de par en par durante varias semanas. "El pueblo" llenaba los pasillos, las aulas y las salas. Los obreros iban directamente de la fábrica a la universidad. Las autoridades estaban desconcertadas. Podían detener, arrastrar y fusilar a los obreros en tanto que éstos se encontraban en la calle o en sus casas pero en cuanto el obrero había traspasado el umbral de la universidad su persona se convertía en inviolable. Así, las masas recibieron una lección de experiencia que les demostraba las ventajas del derecho constitucional sobre el derecho autocrático.

El 30 de septiembre tuvieron lugar las primeras asambleas populares en las universidades de San Petersburgo y Kiev. La agencia telegráfica describe con horror el público que se había amontonado en el paraninfo de la universidad de San Vladimiro. Según los telegramas, se veía en esta multitud, entre los estudiantes, gran número "de personas de ambos sexos venidas del exterior, alumnos de enseñanza secundaria, adolescentes de las escuelas privadas, obreros, un amasijo de gentes de toda especie y pordioseros".

La palabra revolucionaria había salido de los subterráneos y resonaba en las salas de conferencias, en los pasillos y los patios de la universidad. La masa se impregnaba con avidez de las divisas de la revolución, tan hermosas en su sencillez. Una multitud no organizada, reunida por azar, que, para los imbéciles de la burocracia y los aventureros del periodismo reaccionario, no era más que "un amasijo de gentes de toda especie", manifestaba una disciplina moral y un instinto político que arrancaron exclamaciones admirativas incluso a los publicistas burgueses.

(…) El 19 de septiembre, los cajistas de la imprenta Sitin, en Moscú, se pusieron en huelga. Exigían una disminución de las horas de trabajo y un aumento del salario a destajo basado en mil caracteres, incluidos los signos de puntuación: este pequeño acontecimiento no tuvo otro resultado, ni más ni menos, que abrir la huelga política general de toda Rusia; se comenzaba por los signos de puntuación y se debía, a fin de cuentas, echar abajo el absolutismo.

La huelga de Sitin fue aprovechada, como se lamenta en su informe el departamento de policía, por una asociación no autorizada que se titulada "Unión de obreros tipolitógrafos de Moscú". En la tarde del 24, cincuenta imprentas se hallaban ya en huelga. El 25 de septiembre, en una reunión autorizada por el gradonatchalnik [prefecto de policía de la ciudad], se elaboró un programa de reivindicaciones. El gradonatchalnik atribuyó este programa a "la arbitrariedad del Consejo [Sóviet] de diputados de los tipógrafos" y, en nombre de la "independencia" individual de los obreros, a la que amenazaba la voluntad proletaria, el sátrapa intentó aplastar la huelga con todos sus medios.

Pero el movimiento que había comenzado por una cuestión de puntuación ganaba ya a otras ramas de la industria. Los panaderos de Moscú dejaron las artesas y se obstinaron en su resistencia, hasta el punto que dos escuadrones [sotnias] del Primer Regimiento de cosacos del Don se vieron obligados, con la bravura aventurera que caracteriza a esta arma insigne, a tomar por asalto la panificadora Filipov. El primero de octubre se telegrafiaba de Moscú que la huelga estaba en declive en las fábricas y factorías pero no era más que un descanso.

El 2 de octubre, los cajistas de las imprentas de San Petersburgo decidieron probar su solidaridad con los camaradas de Moscú mediante una huelga de tres días. Se telegrafía de Moscú que "la huelga continúa" en las fábricas. No hubo desórdenes en las calles: el mejor aliado de la policía fue, en esta ocasión, una lluvia torrencial.

Los ferrocarriles, que habían de desempeñar un papel tan considerable en la lucha de octubre, dan entonces un primer aviso. El 30 de septiembre comenzó la agitación en los talleres de las líneas de Kursk y de Kazán. Estas dos vías estaban preparadas para abrir la campaña el primero de octubre. El sindicato las retuvo. Fundándose en la experiencia de las huelgas de empalmes de febrero, abril y julio, preparaba la huelga general de los ferrocarriles para el momento de convocatoria de la Duma; en aquel momento se oponía a toda acción separada pero la fermentación no se apaciguaba. El 20 de septiembre se había inaugurado en San Petersburgo la "conferencia" oficial de los representantes ferroviarios, en relación a las cajas de retiro. La conferencia tomó sobre sí la ampliación de sus poderes y, con el aplauso de todos los ferroviarios, se transformó en un congreso independiente, sindical y político. De todas partes llegaron felicitaciones al congreso. La agitación crecía. La idea de una huelga general inmediata sobre los ferrocarriles comenzaba a abrirse paso en el radio de Moscú.

El 3 de octubre, el teléfono nos anuncia de Moscú que la huelga en las fábricas y las factorías disminuye poco a poco. En la línea de Moscú-Brest, donde los talleres habían dejado de trabajar, se aprecia un movimiento en favor de la vuelta al trabajo. La huelga no era todavía decidida. Reflexionaba, vacilaba.

La asamblea de diputados obreros de las corporaciones de la imprenta, de la mecánica, de la carpintería, el tabaco y otras ramas, adoptó la resolución de constituir un consejo [sóviet] general de los obreros de Moscú.

En las jornadas que siguieron, todo parece ir hacia el apaciguamiento. La huelga de Riga había concluido. En los días 4 y 5 volvieron al trabajo en todas las imprentas de Moscú. salieron los periódicos. un día más tarde aparecían los periódicos de Saratov, después de una semana; nada pues parecía anunciar los acontecimientos.

En la reunión universitaria de San Petersburgo, el 5, una resolución invita a los obreros a dejar las huelgas, "por espíritu de solidaridad", en una fecha fijada. Desde el 6 de octubre, los cajistas de Moscú regresan a sus cajas después de una manifestación de tres días. En la misma fecha, el gradonatchalnik de San Petersburgo anuncia que el orden reina en la dirección de schlusselburg y que los trabajos, interrumpidos por las órdenes venidas de Moscú, se han reanudado en todas partes. El 7, la mitad de los obreros del astillero de construcciones navales del Neva regresaban a sus puestos. En el distrito del Neva todas las fábricas trabajaban, con excepción de la de Obujov, que había declarado la huelga política hasta el 10 de octubre.

Evidentemente, las jornadas iban a recuperar su ritmo acostumbrado, naturalmente su ritmo revolucionario. Parecía que la huelga hubiese querido hacer unas cuantas experiencias al azar para abandonarlas pronto e irse. Pero no era sino una apariencia.

En realidad, la huelga iba a desplegarse en toda su amplitud. Resolvió realizar su obra con la mayor brevedad y se volvió de inmediato a los ferrocarriles.

En razón a la efervescencia que se hacía sentir en todas las líneas, particularmente en el radio de Moscú, la oficina central del sindicato de ferroviarios decidió declarar la huelga general. El propósito no era por lo demás sino ensayar una movilización de todas las fuerzas disponibles; la batalla seguía siempre aplazada hasta enero.

El 7 de octubre fue un día decisivo. "El corazón tuvo espasmos", escribía Novoie Vremia: las locomotoras en los ferrocarriles de Moscú se apagaban una tras otra. El telégrafo lanzaba partes de alarma: Nizhni-Nóvgo-rod, Arzamas, Kachira, Riazan, Venev, unas tras otras o al unísono, se quejaban de haber sido traicionadas por los ferrocarriles.

El 7, la línea de Moscú-Kazán se puso en huelga. En Nizhni-Nóvgorod, el empalme de Romodanovo cesó también el trabajo. Al día siguiente, la huelga se extendió a las líneas de Moscú-Yaroslav, Moscú-Nizhni y Moscú-Kursk pero los otros centros no respondieron de inmediato al llamamiento.

El 8 de octubre, en la conferencia de los ferroviarios del radio de San Petersburgo, fue acordado ocuparse inmediatamente de la organización de un sindicato panruso de los ferrocarriles, cuya creación había sido decidida en el congreso de abril en Moscú; y esto, para presentar a continuación un ultimátum al gobierno y apoyar las reivindicaciones para una huelga de toda la red. No se hablaba pues de huelga más que para un futuro indeterminado.

El 9 de octubre se detuvieron los trenes de Moscú-KievVoronej, de Moscú-Brest y de otras direcciones. La huelga domina la situación y, sintiéndose en terreno seguro, anula todas las decisiones tomadas hasta entonces por espíritu de moderación, bien para dominar, bien para entorpecer el movimiento.

El 9 de octubre igualmente, en una sesión extraordinaria del congreso de delegados ferroviarios en San Petersburgo, se formula y expide inmediatamente por telégrafo a todas las líneas el lema de la huelga de los ferrocarriles: la jornada de ocho horas, las libertades cívicas, la amnistía, la Asamblea constituyente. (…)

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