Literatura, ensayos, poesía

Llanto con ira por un joven hondureño asesinado por apátridas

Rafael Mendoza, el Viejo

Herido en su cabeza
el joven hondureño va cargado
en brazos de sus mismos compatriotas.
Son brazos solidarios
tejido de una red que se prolonga
más allá de esa patria ensangrentada
hasta el austral confín desde el Caribe
que ya no aguanta más
que está diciendo ¡basta!
que se yergue por fin y se decide
a defender las razas de Amerindia.

Herido en la cabeza
el joven hondureño se desangra
va goteando al pasar sus pensamientos
en la huida que emprenden sus hermanos
con él en peso, raudos;
y riega su frescura mancillada
aquel tierno cerebro destrozado
por las malditas armas
de históricos canallas
de bestias sin vergüenza
de ambiciones que azuzan a los lobos
y nunca dan la cara de oligarcas.

Herido en la cabeza
el joven hondureño deja un rastro
de vida que se apaga
de nombres que expresó con dulce canto
de recuerdos amados y de ideas
que brillaron hasta hoy en su alegría.
Ese joven tan tierno.
Ese joven caído en este infierno.
Ese joven que llevan y va muerto.

Herido en la cabeza
el joven hondureño
baña la sacra tierra morazánica
y abona así la rabia
de los más bravos hijos de Lempira.
¡Que arde el honor dispuesto a la batalla!
¡Que no volverán más las torvas fieras
armadas a sangrar la democracia!
¡Qué Honduras se levanta!
¡Que ha de salir el sol que anuncia el Alba!

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