Historia

Por Melchor Benavente

Brasil es, sin lugar a dudas, el país mas grande e importante de América Latina. No obstante, siempre se ha visto como algo distante, probablemente por que esa zona fue colonizada por portugueses, y no por la corona española. Nuestra historia es común, con profundos vasos comunicantes e iguales tradiciones políticas.

La herencia nacionalista y bonapartista de Getulio Vargas

Getulio Vargas fue un popular presidente de Brasil en dos periodos. Fue presidente entre 1930 a 1937, y después de un autogolpe de Estado ejerció el poder como dictador entre 1937 y 1945. Después fue electo presidente en el periodo 1951-1954, habiendo muerto en agosto de 1954 en extrañas circunstancias.

En 1930, Getulio Vargas formó parte de una revuelta cívico-militar, que lo llevó a la presidencia “provisional” por tres años. Derogó la Constitución de 1891 y gobernó por decretos, poniendo fin a la “vieja república”. La recesión mundial de los años 30 del siglo XX, le obligó a impulsar algunas reformas con el objetivo de modernizar el Estado. Ante la depresión económica, adoptó una postura Keynesiana, argumentando que el Estado debía regular aspectos importantes de la economía, apostando por la industrialización.

En 1932 surgió un amplio movimiento político que exigía una nueva Constitución. En 1933 se convocó a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que aprobó al año siguiente la Constitución de  1934. La ANC nombró a Getulio Vargas como nuevo presidente de la república.

En 1937, argumentando que había una conspiración comunista para tomar el poder, organizó un autogolpe de Estado y gobernó hasta 1945, en lo que se conoció como “Estado Nuevo”, bajo un régimen dictatorial.

En 1945, al finalizar la segunda guerra mundial, y debido a presiones internas y externas, Vargas fue derrocado por un golpe militar, el 29 de octubre de 1945. Vargas ejerció el poder instaurando un régimen bonapartista, con mano de hierro y conciliando entre las clases sociales en pugna.

Con el derrocamiento de Vargas se promulgó una nueva Constitución en 1946 y se inauguró una débil democracia que no impidió que, cinco años después, Getulio Vargas recuperara el poder en el periodo 1951-1954. Con la finalización de la segunda guerra mundial se produjo un auge de movimientos nacionalistas en América Latina, entre los que podemos mencionar el varguismo en Brasil y el peronismo en Argentina

Caída de Janio Quadros y repentino cambio de régimen

Después de la presidencia de Juscelino Kubitschek de Oliveira (1956-1961), fue electo presidente Janio da Silva Quadros (31 de enero- 25 de agosto de 1961). Bajo el contexto de la guerra fría, Quadros mantuvo algunas posiciones independen dientes, como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la URSS y China, el reconocimiento de Cuba, etc.

El ascenso de Quadros al poder fue una verdadera casualidad. En esa época, el sistema electoral brasileño permitía elegir con boletas separadas para presidente y vicepresidente. João Belchior Marques Goulart, conocido como Jango, quien había acompañado a Kubitschek en la fórmula presidencial en las elecciones de 1955, fue electo en boleta aparte y pudo asumir como vicepresidente de Quadros, cuando éste ganó las presidenciales de 1960, a pesar que ambos representaban coaliciones políticas opuestas. Quadros no era militante de la Unión Democrática Nacional (UDN), un partido de derecha que hizo abierta oposición al populismo de Getulio Vargas, pero participó en una alianza electoral en 1960 creada por esta agrupación. Goulart, quien fue ministro del Trabajo (1953-1954) durante el segundo gobierno de Getulio Vargas, fue presidente del Partido Trabalhista Brasileño (PTB), o Partido Laborista, una agrupación nacionalista, inspirada en el pensamiento y gestión de Getulio Vargas

El gobierno de Quadros no fue un gobierno de unidad nacional, sino de inestabilidad y de caos, por la naturaleza contradictoria de sus principales componentes. Habiendo perdido el apoyo de la mayoría de diputados en el Congreso, el presidente Quadros fue acusado de pretender cerrar el Congreso y asumir todos los poderes, es decir, organizar un “auto golpe” de Estado, pero fracasó ante la negativa del Ejercito y de algunos partidos políticos.

Ranieri Mazzilli, presidente del Congreso, asumió temporalmente la presidencia mientras el vicepresidente Joao Goulart regresaba al país (se encontraba en vista oficial a China). Este asumió la presidencia el 2 de septiembre de 1961 En el ínterin, en un clima de agitación política nacional, por el posible retorno del varguismo, el Congreso aprobó una rápida reforma a la Constitución de 1946, instaurando un régimen parlamentario. Se creó la figura del primer ministro, nombrado directamente por el Congreso, como una forma de vigilar y restar poderes al presidente Goulart. Tancredo Neves fue nombrado primer ministro. Goulart comenzó su administración con los poderes disminuidos

En la pelea contra el Congreso, Goulart se apoyó en la movilización

Igual que Getulio Vargas, para poder gobernar y resistir las embestidas de los empresarios y grupos de poder, Goulart tuvo que apoyarse en los sindicatos y organismos populares. Para neutralizar a un Congreso hostil, no le quedó más remedio que apoyarse en la movilización popular. Goulart presionó al Congreso para anular la figura del primer ministro. El 5 de julio hubo una huelga nacional, que desembocó – en Río de Janeiro – en centenares de saqueos, con un saldo de una veintena de muertos y mil heridos. En julio de 1962, con 222 votos a favor y 51 en contra, el Congreso nombro primer ministro al senador Auro de Moura Andrade, abierto opositor a Goulart. Moura Andrade renunció tres días después y fue reemplazado por Francisco Brochado da Rocha, quien asumió el cargo de primer ministro sin el apoyo de los partidos políticos.

La crisis política continuó. Goulart exigió la convocatoria de un plebiscito para retornar al presidencialismo. La CNTI (Confederación Nacional de Trabajadores Industriales) realizaron una intensa campaña de apoyo a Goulart, al pedir el regreso de una presidencia fuerte como estaba plasmada en la Constitución de 1946. Finalmente, después de muchas presiones y negociaciones, el plebiscito se desarrolló el 6 de enero de 1963.

Goulart le había ganado la batalla al Congreso. De 18 millones de votantes habilitados, ejercieron el voto alrededor de 9 millones y medio, quienes se pronunciaron a favor de retornar al presidencialismo. Dos millones de manifestaron a favor del parlamentarismo, con una abstención del 38%.

Las tensiones políticas se acrecentaron. Los empresarios y grupos de poder estaban temerosos del discurso nacionalista y acciones populistas de Goulart, en un contexto de la intensificación de la guerra fría.

El Plan Trienal de Goulart

Con el apoyo de amplios sectores empresarios y sectores políticos nacionalistas y conservadores, la campaña por el retorno al presidencialismo resultó victoriosa.

Una restaurados los poderes del presidente, Goulart anunció el Plan Trienal (1963-1965) de desarrollo económico-social.

El Plan Trienal buscaba luchar contra la inflación, el enemigo eterno de muchos gobiernos en Brasil, y tasas de crecimiento similares a las de finales de los años cincuenta. Obviamente, el plan de Goulart exigía  que los trabajadores  “se aprieten el cinturón”, lo que sería compensado con los beneficios que obtendrían a mediano y largo plazo.

El plan fracasó rápidamente, entonces, para sostenerse en el poder, Goulart comenzó a enarbolar la bandera de las reformas (agraria, bancaria, fiscal, electorales, etc.). Estas reformas eran esenciales para que el capitalismo industrial brasileño pudiera alcanzar un nuevo nivel de desarrollo.

La alianza con los sindicatos

Como aprendiz de brujo, Goulart desató fuerzas infernales, que no pudo controlar.

En el período 1961-1963, el sindicalismo brasileño alcanzó gran actividad. Bajo el gobierno de Juscelino Kubitschek de Oliveira, hubo alrededor de 180 huelgas, pero en los tres primeros años de Goulart se desencadenaron más de 430 huelgas. Durante ese periodo, nacieron nuevos sindicatos. La creación de nuevas industrias, en el marco del boom económicos de la postguerra, creo una nueva clase obrera que se organizaba rápidamente en sindicatos.

Aunque la legislación sindical era muy restrictiva, el Comando General de Trabajadores (CGT), controlado por el Partido Comunista Brasileño (PCB) tuvo un papel destacado a nivel nacional.

La CGT colaboró estrechamente con Goulart, apoyando abiertamente la mayoría de sus políticas. Este apoyo tenía su origen en la ideología nacional-desarrollista, creada por el PCB que siempre buscaba la alianza con los “sectores progresistas” de la burguesía. No obstante, este apoyo no le permitió al PCB actuar como un partido político legal, ya que había sido prohibido por el Decreto-Ley No. 9.840 de 1947, durante el gobierno del presidente Eurico Gaspar Dutra.

Pero también se formó un ala de izquierda entre los sindicatos y organismos populares, que eran muy críticos ante las vacilaciones de Goulart. Allí se encontraba el Comando General de Huelgas, el Pacto Sindical de Unidades de Acción (PUA),  las Ligas Campesinas, el Frente Parlamentario Nacionalista (FPN), y la Unión Nacional de Estudiantes (UNE).

Las Reformas que Goulart no pudo realizar

Para neutralizar a sus enemigos, Goulart enarboló la bandera de la reforma agraria. En un discurso del 1 de mayo de 1962, propuso la revisión del artículo 141 de la Constitución de 1946, que condicionaba las expropiaciones de tierras a la “compensación previa en efectivo”, porque paralizaba la expropiación de tierras y el impulso de la reforma agraria.

Goulart pretendió expropiar campos incultivados de más de 600 hectáreas, imponer más impuestos a las empresas multinacionales, impulsar reformas electorales para permitir el voto de analfabetos, etc. Estas tímidas propuestas de reformas eran atacadas por los grandes medios de comunicación y las cámaras empresariales.

El día 13 de marzo de 1964, delante de unas 250 mil personas, Goulart firmó dos decretos: uno que aceleraba la reforma agraria y otro que expropiaba las refinerías petroleras.

El golpe contra el supuesto “auto golpe” de Goulart

En la historia de Brasil encontramos muchas acusaciones de “autogolpe” de Estado, que sirvieron de justificaciones para preparar los reales golpes de Estado

Los grandes medios de comunicación iniciaron una campaña denunciando que Goulart estaba preparando un “autogolpe de Estado”. La misma acusación que utilizaron contra el presidente Quadros.

Para crear condiciones de caos, los grandes medios de comunicación, las cámaras empresariales y algunos grupos derechistas organizaron marchas en las capitales de algunos Estados, exigiendo la renuncia de Goulart.

Se conformó el Frente Patriótico Civil Militar que realizaba constantes ataques contra los herederos del varguismo. En este organismo participaba el Instituto de Investigaciones y Estudios Sociales (IPES),  creada en 1961 por los poderosos empresarios de Sao Paulo, que buscaba movilizar a las masas contra Goulart.

La base social del movimiento golpista no solo abarcaba a la gran burguesía y terratenientes, sino también a sectores de la clase media atemorizada, incluyendo también sectores populares. Previo al golpe de Estado, las marchas en las calles de Sao Paulo y Rio de Janeiro, estaba conformada en su mayoría por sectores de clase media.

A fines de marzo de 1964, se produjo una rebelión de sargentos, marineros y fuzileiros navales, encabezada por el cabo José Anselmo, quienes que se atrincheraron y resistieron en el Sindicato de los Metalúrgicos, situación que desembocó en la renuncia del ministro de Marina Almirante Silvio Mota. La crisis política comenzaba a fracturar a las Fuerzas Armadas

Inicio del golpe de Estado: la “revolución de 1964”.

Hubo una insubordinación de marineros, quienes fueron castigados por sus superiores, pero Goulart les otorgó una amnistía, provocando la indignación de los altos mandos militares. La noche del 30 de marzo, en un discurso televisado, en un auditorio lleno de soldados, defendió la necesidad de un “golpe de reformas”. Horas después, las tropas del Estado de Mina Gerais, encabezadas por los generales Mourao Filho y Carlos Luís Guedes, iniciaron el golpe de Estado.

Después se sumó Amaury Kruel, comandante del II Ejército de Sao Paulo. Posteriormente, los ejércitos I y II se unieron contra Goulart. Dos días después, se sumó el comando del Tercer Ejército, con base en Rio Grande do Sul. Poco a poco, sobresalieron como lideres del golpe de Estado, los generales Castelo Branco y Costa e Silva.

Para justificar políticamente el golpe de Estado, se intentó montar un “juicio político” contra Goulart, es decir, que el Congreso lo destituyera formalmente. A pesar de no haber quorum, el senador Auro de Moura Andrade, eterno enemigo de Goulart, declaró vacante la presidencia de la República y entregó el cargo al presidente de la Cámara de Diputados, Ranieri Mazzili, quien se encargaría de traspasar el poder a los militares. El golpe estaba consumado. Goulart se negó a reprimir a los primeros golpistas, alegando que quería evitar la “guerra civil”. Dos días después, el 4 de abril, huyó a Paraguay.

Acta Institucional No 1

En el contexto de guerra fría (Estados Unidos-URSS) y de ofensiva de Estados Unidos para mantener su control sobre América Latina, el golpe de Estado de 1964 fue bien recibido en Washington, reconociendo inmediatamente al gobierno militar.

Se formó una especie de Junta Militar, llamada “Comando Supremo de la Revolución (CSR)” conformada por el general Arthur da Costa e Silva, nombrado Ministro de Guerra, el almirante Augusto Rademaker y el brigadier Francisco de Assis Correia de Melo, ministros de la Marina y de la Fuerza Aérea, respectivamente.

El CSR justificó el golpe de Estado, como si se tratase de una verdadera revolución, proclamando lo siguiente: “(...) Es indispensable fijar el concepto del movimiento civil y militar que acaba de abrirse en Brasil como una nueva perspectiva para su futuro. Lo que hubo y continuará habiendo en todo momento, no es solo un espíritu y en un comportamiento de cuerpo armado, sino que busca llevar a la opinión pública nacional una auténtica revolución. La revolución se distingue de otros movimientos armados en el hecho de que en ella se traduce no el interés y el ansia de un grupo, sino el interés y el ansia de la Nación. La revolución victoriosa se invierte en el ejercicio del Poder Constituyente. Este se manifiesta por la elección popular o por la revolución. Esta es la forma más expresiva y más radical del Poder Constituyente. Así, la revolución victoriosa, como Poder Constituyente, se legitima por sí misma."

La comparación del golpe de Estado, como si fuese un poder constituyente, preparaba condiciones para anular los procesos electorales en el futuro inmediato.

El 9 de abril de 1964, el general Humberto de Alencar Castelo Branco emitió la primera Acta Institucional, declarando el estado de sitio a nivel nacional y suspendiendo “las garantías constitucionales o legales de: permanencia, inamovilidad, estabilidad, irreductibilidad de los salarios y el ejercicio de un cargo o función pública, federal, estatal o municipal, incluida la docencia”.

El régimen político parlamentario que fue inaugurado como un mecanismo para castrar a Goulart, fue sustituido abruptamente, sin discusiones, y arrogándose las funciones de poder constituyente, por un régimen presidencialista, no electo por el pueblo. Los partidos de oposición fueron anulados, pero el Congreso permaneció formalmente, aunque muchos diputados fueron destituidos de sus cargos.

El 10 de abril, fue publicada la lista de 102 políticos y altos funcionarios cuyos derechos políticos habían sido suspendidos, de los cuales 41 eran diputados federales. Ese Congreso fue disuelto en 1967. Y se conformó otro con los diputados nombrados por la dictadura, quienes se encargaron de redactar una nueva Constitución en 1967, que legalizó el golpe de Estado del 1 de abril de 1964 e institucionalizó el nuevo régimen político de la dictadura militar.

El 11 de abril el Congreso nombró al general Humberto de Castelo Branco como primer presidente de la dictadura militar.

Primeros ataques contra los derechos laborales

La dictadura cívico-militar, con base en el Acta Institucional No 1, de un solo golpe despidió a 10,000 empleados públicos y abrió 5000 investigaciones sumarias que abarcaron a más de 40.000 personas. El objetivo de esta medida represiva era liquidar a la vanguardia sindical que pudiese encabezar la lucha de resistencia.

Fue derogada la Ley de Remisión de Beneficios, que impedía a las empresas extranjeras remitir beneficios exagerados en el extranjero. Para acabar con las huelgas, estableció un salario mínimo inamovible por un año, revocó el decreto que expropió tierras para reforma agraria, también revocó la nacionalización de las refinerías privadas y el decreto que congelaba los alquileres, etc.

Fue derogada la ley que garantizaba estabilidad a los trabajadores después de diez años de trabajo en la misma empresa.

La política salarial de la dictadura estaba destinada a fomentar la acumulación de capital, en detrimento del nivel de vida de los trabajadores.

La ley de huelga del 1 de julio de 1964 (Ley No. 4.330) prohibió la huelga en la administración pública, las empresas estatales y los servicios esenciales. La huelga sólo se consideraría legal cuando los empleadores retrasen el pago o no paguen salarios de acuerdo con las decisiones judiciales.

El mito del “milagro brasileño”

Según Vinicius Müller, profesor de historia económica, “cuando el gobierno militar asume el poder en 1964, se enfrenta a una etapa de gran desorganización de la economía, con un déficit fiscal, alta inflación y desempleo. Había una gran erosión del modelo económico previo, con el fracaso del plan trienal” de Goulart.

Habiendo sojuzgado a los sindicatos y sometido a la clase trabajadora a la sobrexplotación, la dictadura creo condiciones para un mayor crecimiento económico. Entre 1964 y 1985, el salario mínimo cayó 50% en términos reales, por eso Brasil vivió “el milagro económico” con tasa de crecimiento del PBI de 11% al año.

Fue una época de bonanza económica, de creación de grandes empresas estatales: Nuclebras, Infraero y Telebras. Se crearon obras importantes de infraestructura: el puente Río-Niterói, las plantas de Itaipú y Angra, y la carretera Transamazónica.

Entre las décadas de 1960 y 1980, la población urbana pasaría del 45% a casi el 70% de la población.

Pero no todo fue color de rosa. La deuda externa, en el periodo 1964-1973, pasaría de US$ 3,1 mil millones a US$ 12,5 mil millones. Al final de la dictadura, en 1985, la deuda externa era de 95 mil millones de dólares.

Es evidente que la dictadura cívico-militar aprovecho al máximo la cola del boom económico de la postguerra, que permitió una relativa industrialización de la economía de Brasil. Pero las desigualdades también crecieron. En 1964, el 1% más rico de la población acaparaba entre el 15% y el 20% de todos los ingresos de Brasil, para 1985 ese mismo 1% controlaba el 30% de la riqueza nacional.

Por ello, Muller afirma que los militares “ se encargaron de modernizar la economía, pero esto tuvo un alto costo, que terminó siendo pagado después de la vuelta a la democracia, como la hiperinflación y una estratosférica deuda externa”.

En 1985, el modelo económico de la dictadura había colapsado, como ocurrió con el plan trianual de Goulart, aunque los resultados fueron diferentes. Conscientes de la magnitud de la crisis que se acumulaba, los militares iniciaron las reformas para transferir gradualmente el poder a los partidos políticos, permitiendo elecciones libres y retirándose a los cuarteles, pero vigilantes. La labor sucia, ya había sido realizada.

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