Por José René Tamariz

Las clases dominantes de Costa Rica se ufanan en sostener que es una la democracia más antigua de América. Sin embargo, en los últimos años esto ha venido cambiando de forma y contenido de manera significativa.

Las bases económicas y sociales que hizo posible la existencia de la democracia costarricense como ejemplar ya no existe. El creciente endeudamiento tanto interno como externo realizado en los gobiernos de los partidos neoliberales PLN, PUSC y PAC ha comprometido seriamente el futuro del país en todas áreas, llevando a la democracia a ser una farsa y una verdadera tiranía minoritaria.

Esa gigantesca deuda pública que casi ronda el 60% del PIB ha provocado que, casi el 40% del presupuesto nacional se dedique al pago de los intereses de esa deuda, así como al creciente déficit fiscal. El país vive de a prestado lo cual lo hace, en cierto modo, tener una vida artificial. El presupuesto del 2020 solo se financiará el 56% con ingresos propios y el 48% con préstamos. Esta tragedia es debido a la política de apertura comercial y al modelo de promoción de las exportaciones que, de forma dispendiosa, otorga miles de millones en exoneraciones a gran escala al capital transnacional, así como la masiva evasión fiscal y la extensiva e intensiva corrupción del erario público. Con esos dineros no solo no habría déficit fiscal sino que tendríamos superávit.

El capitalismo depredador de las clases dominantes ha llevado al país a esta situación económica de endeudamiento, creciente déficit fiscal, desempleo masivo, informalidad gigantesca y odiosa, aumento de la delincuencia, el narcotráfico y otros graves males sociales aquejan a la mayoría de la población. Asimismo, esas políticas criminales están llevando a la desaparición de las clases medias que hizo posible la otrora ejemplar democracia tica.

La cruzada actual contra la huelga, las organizaciones sindicales y sociales y los trabajadores del sector público para despojarlos de sus ingresos medios y de sus derechos fundamentales, como la huelga, son el mejor indicador de la decadencia de lo que fue la democracia costarricense. La eventual aprobación del proyecto 21.049 constituye un punto de inflexión de la democracia. De concretarse y convertirse en ley de la República ese nefasto y antidemocrático proyecto estaríamos en presencia de una democracia de la tiranía de una minoría contra la mayoría. Sería la extensión de la tiranía de la empresa privada al conjunto de la sociedad costarricense.

La deuda pública y de los hogares: una hipoteca sobre nuestro futuro

La creciente y abultada deuda pública de Costa Rica, compuesta por la deuda interna y externa, se ha convertido en lo que el marxista David Harvey sostiene que "... pedir prestado es hipoteca para nuestro  futuro. La deuda es una trampa para nuestro futuro. Con los préstamos estamos limitando el futuro porque tenemos que pagar nuestras deudas...".  (Harvey, David: ¿Por qué "El Capital" de Marx sigue siendo importante).

Actualmente la deuda pública asciende casi al 60% del producto interno bruto (PIB). Este creciente y gigantesco endeudamiento está conllevando a que para el año 2020 el 38% del presupuesto de la República se destine al pago del servicio de esa deuda pública. Es decir, solo el 62% de ese presupuesto queda para financiar todas las actividades de el Estado. Ello está llevando a las drásticas restricciones en todas las áreas del país. Esa gigantesca deuda pública ha "hipotecado" el futuro del país y de sus ciudadanos. No hay posibilidad de desarrollo con semejante deuda.

Ese gran endeudamiento también representa un creciente déficit fiscal. Ambos graves problemas, deuda pública y déficit fiscal, las clases dominantes, con sus políticas económicas, fiscales, salariales y otras, pretenden que sean los trabajadores en general y, en particular, los trabajadores del sector popular, clases medias y sectores populares, los que paguen las "hipotecas" que ellos contrajeron por su incapacidad para administrar el Estado.

Por tanto, lo que existe actualmente es una lucha de clases en curso por imponer quién o quiénes deben pagar esa grave y dolosa "hipoteca nacional". Las clases dominantes y sus políticos que contrajeron esa "hipoteca" no quieren pagarla y le están imponiendo a las clases dominadas semejante pago. Este es el centro, en el fondo y contenido, el conflicto social que atraviesa la conflictividad social. De la derrota o victoria de la lucha social y el enfrentamiento entre las  clases sociales dependerá el resultado de ese conflicto. La pelea está en curso, aún no se ha definido de forma definitiva.

Por otro lado, las masivas y gigantescas deudas de los hogares costarricenses, compuesta por préstamos y deudas de tarjetas de crédito, es una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento. Ese gravísimo problema puede agravarse y reventar con la eventual recesión mundial que se viene. Miles de trabajadores podrían entrar en default, lo cual sería una grave crisis financiera.

El parasitismo financiero y rentista, usurero depredador, de los bancos, financieras y cooperativas, con sus altísimas comisiones, ha enriquecido de manera fácil y a manos llenas a los usureros modernos, parasitando como garrapatas sobre los salarios de los trabajadores y sectores populares, llevando prácticamente a una esclavitud de sobreendeudamiento a miles de hogares.

Al final, los trabajadores, clases medias y sectores populares, debemos imponer, mediante la lucha y el enfrentamiento social, la solución a esos graves problemas: Que la deuda pública y el déficit fiscal los paguen los capitalistas y sus partidos políticos que la contrajeron, no los trabajadores. Que se eliminen todas las grandes exoneraciones al gran capital transnacional; que se combata con confiscación y cárcel a los evasores; que se aumente el impuesto a las ganancias de los capitalistas; moratoria del pago de la deuda pública privada y externa.

¡Abajo el proyecto 21.182 que impondrá 12 horas diarias de jornada laboral!

El proyecto de ley 21.182 que reformará varios artículos del Código de Trabajo para ampliar la jornada de trabajo, llamada "jornada extraordinaria", en el sector privado de 8 horas a 12 horas diarias por 4 días y, supuestamente, descansar 3 días, constituye a todas luces un nuevo sistema de sobreexplotación laboral de miles de trabajadores.

Da risa la justificación de motivos de los 12 diputados proponentes, entre ellos, Carlos Ricardo Benavides, Yorleny León y otros, para impulsar y aprobar ese odioso proyecto, típico del siglo XIX.

Estos diputados, agentes y testaferros de los capitalistas, señalan de forma cínica que ese proyecto se promueve para que los trabajadores puedan "descansar, estudiar y capacitarse", además, según ellos, los proles tendrán "mayor tiempo libre para disfrutar con su familia" y así "podrán conceder una mayor proporción de su tiempo a los hijos". De acuerdo con estos diputados canallas los trabajadores saldrán ganando con esa "nueva jornada extraordinaria". Es casi una propuesta "angelical" para ellos, casi la "gloria" pero de la superexplotacion. Es todo lo contrario a sus objetivos. Es un engaño total.

En realidad, esa propuesta de jornada de trabajo es la más descarada, brutal y descarnada para imponer en el sector privado de los trabajadores la más despiadada sobreexplotación laboral. Trabajar 12 horas diarias es extenuante, demoledor y dañino para la salud de cualquier trabajador, ahora si es un trabajo muy duro y pesado el daño para la salud es peor. Pero, aún falta agregar a esa amañada propuesta. Es que se deja, en apariencia, tres días "libres" a los proles, lo cual es falso, ya que el capataz o supervisor le van a exigir, como horas extras, el día viernes e incluso el sábado a los trabajadores, lo que conllevará a jornadas de 56 horas, 60 horas o más. Será una sobreexplotación parecida a los albores del capitalismo. Impensable en una democracia "moderna".

Los sindicatos deben oponerse con todas sus fuerzas a semejante propuesta de reforma del código de trabajo. Deben realizar una campaña masiva contra esas contrarreformas laborales. ¡NO AL PROYECTO 21.182!

El poder fantasmal de Carlos Alvarado

El presidente de la República de Costa Rica no es presidente por si mi mismo sino que es el producto de una serie de relaciones. Sin esas relaciones es un simple mortal con todas sus debilidades, falencias, sus desgracias y sus tonterías.

Carlos Alvarado, como presidente de la República, es sostenido en el poder por esas relaciones y las fuerzas policiales. Lo sostienen los empresarios nacionales y transnacionales, las cúpulas de los partidos neoliberales, los tecnócratas de los diversos ministerios e instituciones públicas, así como un puñado de gente que ha recibido alguna prebenda o favor del gobierno, en síntesis, una minoría.

Sin ese apoyo minoritario y poder policial Carlos Alvarado no resistiría unos días en el poder. Sus límites y fragilidad se hace evidente cuando tiene que huir en un carro presidencial, de forma escondida y escoltado por agentes de la DIS, de la provincia de Limón por temor a ser vapuleado por el pueblo enojado.

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