Por: Salvador Belloso

Lo altos índices de criminalidad que registró El Salvador en la mitad de la primera década del siglo XXI, marcaron la pauta de las ofertas electorales cuanto a la seguridad pública; secuencia taxonómica que se gestó y se desarrolló en un ambiente político de posguerra donde la polaridad política impuesta por el bipartidismo llevó a cabo la militarización paulatina y la configuración de un estado policiaco, generando dentro de las comunidades asediadas por las pandillas la resulta de ser revictimazadas por el terror de Estado y el terror de las pandillas. Pasado el tiempo del viejo bipartidismo, con el ascenso del bukelismo se consolidó ese proceso de remilitarización iniciado bajo la idea de apoyo de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), a la Policía Nacional Civil (PNC), en las tareas de seguridad. Pero los militares retornaron como actores del acontecer político y social del país, según se fueron afianzando los subterfugios, brotados a partir de los fracasos de las diversas políticas de seguridad que se iban ajustando a la acumulación de fuerza territorial de las maras y pandillas. En el pensamiento colectivo se inculcó la necesidad de militarizar el país por medio de la desesperación y del miedo, eso explica por qué tanta tolerancia con tantas violaciones del Estado en este contexto.

Publicidad engañosa

El régimen de excepción por tiempo indefinido puede verse como el fracaso de la política de seguridad El Salvador Seguro en sus diversas fases; de lo que presume como éxito el Gobierno en sus masivas campañas no es sino la maliciosa justificación de resolver un fenómeno social tan complejo por la simple vía militar. El encarcelamiento y posterior enjuiciamiento en masa, es el reflejo de la falta de profesionalidad en las investigaciones policiales y fiscales. Esto es el resultado crudo de un fracaso en materia de seguridad y de la incapacidad de resolver el problema sin violentar derechos constitucionales. Por eso, pese a la agresiva campaña publicitaria que se mantiene de manera permanente, lo hecho por Nayib Bukele, lejos está de ser un buen modelo o un gran ejemplo a seguir.   

Viejas mañas, siempre los pobres pagamos con todo

El trasfondo de todo es la consolidación del bukelismo como fuerza política totalitaria, la gestación de proceso es un reverso al pasado en la institucionalidad política burguesa de El Salvador. La oposición parlamentaria divaga  entre un falso apoyo a las víctimas del terror de Estado y la vuelta al redil electoral, cuando el escenario de lucha contra una fuerza tan grande en este momento no puede librarse por la vía electoral.       

El bukelismo justifica su actuar por haber golpeado con dureza a las estructuras de las maras y pandillas, a partir de eso pasa de las críticas porque dice obrar en el nombre de las mayorías, esto es falso, en las comunidades populares, donde vive la mayoría sus elementos de FAES y PNC no andan por defender a nadie, lo que hace es, criminalizar a los jóvenes de dichas comunidades partiendo de perjuicios de desprecio a los pobres, la educación de clase de estas instituciones; amar y servir al rico, despreciar y perseguir al pobre.

Las plataformas de la mentira

En las redes sociales el bukelismo ha desplegado una permanente campaña en favor de la imagen de país seguro que intentan hacer creer que es. Las múltiples fakesnews encargadas de replicar esta retorica siempre presentan la misma idea: este país ahora es seguro, con los militares en las calles ahora ya no hay inseguridad y ahora todo es brillo de luces led; si este clima de seguridad publica  fuera cierto, sencillamente habría régimen de excepción.

El ridículo parece no importar, ahora incluso europeos y estadounidenses quieren venirse a vivir acá, los tiktokers, youtubers y famosos del extranjero vienen a ’’pasear’’ para vivir la experiencia de estar en este paraíso. El país que presenta esta publicidad es una mentira, no es real. Miles de escuelas públicas están en deplorables condiciones, hay falta de medicamento e insumos médicos en los hospitales, eso sí es real. Dejemos de consumir mentira e indaguemos sobre los servicios de tercer mundo que recibe el pueblo salvadoreño. 

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