Por Carlos Maldonado

Para comprender lo nacional es necesario tomar en cuenta lo internacional. En igual forma, para entender lo institucional es fundamental comprender lo nacional cuya relación ya vemos pues, de donde proviene.

Por eso, la crisis actual en la Universidad de San Carlos de Guatemala debe pasar por el conocimiento de las relaciones internacionales.

En el llamado consenso de Washington ya se dictaban las directrices de las modificaciones que debería sufrir la educación superior en los países que aceptaban, si es que es plausible así denominarlo, ese chantaje imperialista.

En él, las universidades públicas perdían su capacidad de autogobierno (autonomía) y pasaban a engrosar las filas de los “centros de capacitación superior” con objetivo de formar recurso humano calificado al servicio de las transnacionales asentadas o por asentarse en los países del “tercer mundo” dentro del marco de la estrategia imperial del Área de Libre Comercio de las Américas –ALCA-, que no era más que el eufemismo para referirse a la expansión de los llamados Tratados de Libre Comercio de parte de Estados Unidos, primordialmente, hacia los países de América del Sur, incluyendo a Cuba.

Esta iniciativa imperialista a pesar que quedó derrotada por la resistencia de los pueblos y así se evidenció en la Cumbre del Mar del Plata, Argentina en el 2005, sugirió de parte de Estados Unidos una nueva estrategia para soportar su fracaso: la firma de Tratados de Libre Comercio bilaterales con los países de América del Sur considerados por Washington como los más débiles o los más proclives a su pensamiento hegemónico dentro de su patio trasero. A tal medida que Guatemala fue uno de esas naciones que quedó atada a dichas reglamentaciones.

La Universidad de San Carlos de Guatemala, como única casa de estudios superiores, con una historia gloriosa en defensa de la soberanía e independencia de nuestro país a raíz de la Revolución de Octubre de 1944 en cuyo marco consiguió su autonomía, lo que le otorgó la conciencia y fortaleza para soportar con donaire la oleada contrarrevolucionaria desde 1954 hasta nuestros días, sacrificando a muchos de su más preclaros hijos, va perdiendo cada día en plena efervescencia neoliberal, su calidad académica y su voz ante los desmanes de los gobiernos militares-fascistas hasta los de cuño democrático que a pesar de ello, se ven presionados a aceptar las recetas emanadas del Consenso de Washington. De ahí, que sus objetivos hayan sido trocados en la práctica por el  debilitamiento de su capacidad analítica de una gran parte de su plana docente y de investigadores lo cual se traslada a los estudiantes que ven en la USAC la alternativa barata ante sus magros ingresos, los más pobres y, como un ahorro sustantivo, por parte de los que tienen más facilidades que provienen de las capas medias de la sociedad: la pequeña burguesía.

Y, no como el espacio de conocer nuevas ideas y su debate con el ánimo de solucionar la problemática social.

Por razones como esa, muchos de los cursos que permitían esclarecer la realidad nacional y mundial al alumnado, fueron suprimidos de las áreas preparatorias de las diferentes carreras. Otros, siguieron con su mismo nombre pero con los contenidos carentes de dichos conocimientos, lo que encaminó la enseñanza hacia lo técnico eminentemente, divorciándolo de la satisfacción de las necesidades humanas primando la consecución de la ganancia particular. Por eso es entendible que hoy la mayoría de los estudiantes establezcan la enseñanza superior a guisa de captar mayores recursos en medio de una sociedad consumista. Eso, que es evidente en el desempeño cotidiano de infinidad de profesionales quienes no mueven un dedo a menos que exista un estipendio de por medio, es lo que domina el  espíritu de estos expertos formados dentro del concepto neoliberal de le enseñanza superior.

Por ello, hoy que el movimiento de los Estudiantes Por la Autonomía –EPA- ha trascendido el campus universitario para trasladarse al plano social, la simpatía que ha despertado es conmensurable a las necesidades de la población cuya mayoría es pobre, trabajadora e informal y cuyos miembros ven en esa lucha la reivindicación de los mártires universitarios porque la Universidad de San Carlos de Guatemala no siga constituyéndose en una casa de estudios superiores ajena a la problemática nacional y cerrada a las clases más bajas. Al contrario que recuperando la ciencia y la humanidad abra sin barreras sus aulas para que aquellos puedan convertirse en profesionales que coadyuven en la solución de los problemas de todos.

EPA ha inaugurado las posibilidades de retomar la ciencia como una herramienta de respuesta a los problemas del pueblo mayoritario donde la USAC debe ser el vehículo para retomar ese proceso y no seguir en la obcecación de guarecer dentro de sus espacios a grupos oscuros que solo defienden sus intereses mezquinos. Máxime cuando esos intereses solo sirven para seguir hostigando y sojuzgando a las grandes mayorías a través del poder coercitivo del aparato del Estado neoliberal.

El Consejo Superior Universitario y su figura más visible, el Rector Magnífico, deben propiciar una salida justa y ecuánime, a la medida de todos los sectores de la USAC y pensando más que todo, en la población mayoritaria, donde los jóvenes son un número considerable.

Jueguen el papel histórico de ponerse a favor de las causas populares antes que seguir permitiendo que las mafias se apropien totalmente de nuestra tricentenaria casa de estudios. Que ésta no siga siendo la cueva de los mercaderes que desde ella tergiversan y mancillan la memoria de sus más dignos hijos.

Este es un sincero llamado para que se invistan de tolerancia y visión; para que tomen distancia de los violentos que aún con el aura de docentes se comportan como los más fieros enemigos de la razón y el diálogo y que, al igual que los más aviesos pandilleros, agreden con descabellada animosidad a los estudiantes. Esos son los que nunca han entendido que los estudiantes son parte fundamental de la comunidad universitaria y no enemigos.

No pretendan imponer su visión legalista pues la razón humanista y de urgencia por la retoma de los principios y los mecanismos democráticos que dan vida a la Autonomía de la USAC es la que respalda a los muchachos de EPA, cuya bandera blandimos los que deseamos que esta vez los cambios sean de fondo y no cosméticos. Y, que si se empeña la palabra ésta no sea borrada por declaraciones contradictorias y de enfrentamiento o el más burdo engaño, pues eso, lo único que crea es incertidumbre y desconfianza y por ende, mayor retraso en la solución de la crisis que nos agobia a todos por igual.

Urge el Congreso de Reforma Universitaria, el cual debe ser parte de los compromisos del gobierno universitario, pero más urge encontrarle una salida airosa a esta crisis. Una, donde ganemos todos, pues, si alguno cree que venciendo al otro vencerá, está muy equivocado. Por eso, creí necesario explicar que lo que se vive hoy en la USAC es producto de las contradicciones entre dos visiones distintas: la neoliberal imperialista y la humanista y democrática de los pueblos soberanos.

Aquí, o ganamos todos o perdemos todos. Así de simple es la disyuntiva.

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