Daniel Ortega, José Adan Aguerri, Carlos Pellas y Ramiro Ortiz.

Por Sebastián Chavarría Domínguez

Los empresarios nicaragüenses viven momentos de euforia y felicidad. En relación al periodo de la guerra civil y la debacle económica, Nicaragua “progresa”, la macroeconomía está estable, el gobierno sandinista aplica fielmente las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), no hay confiscaciones, los negocios andan bien y las grandes grupos de la oligarquía financiera están más contentos que nunca.

Evolución y características de la burguesía nicaragüense

Desde la época colonial, Nicaragua ha sido manejada por una oligarquía de reducidas familias que se han enfrentado a muerte por el control del aparato del Estado, la fuente de todos los privilegios y del enriquecimiento rápido.

Por ello, la oligarquía transformada ahora en burguesía nunca ha sido fuerte, ni sus diferentes fracciones han mantenido la continuidad en el poder, como ocurre en otros países. Ha ocurrido todo lo contrario: la continuidad en el poder y la estabilidad de las instituciones se ha roto con las guerras civiles entre los grupos de estas reducidas familias.

El país ha tenido escasos periodos de estabilidad económica y de “democracia”. En el siglo XIX, el único periodo estable fue el de los 30 años conservadores (1858-1893), cuando Nicaragua era llamada la “suiza de Centroamérica”. En el siglo XX, marcado por la intervención norteamericana y la lucha antiimperialista del general Augusto C. Sandino, el periodo más estable económicamente fue el de la dictadura somocista, y con ello no estamos embelleciendo al somocismo, solo registrando un hecho innegable.

La burguesía nicaragüense, dependiendo de quién controla el poder, ha crecido siempre bajo la sombra del Estado. En el siglo XIX, los gobiernos liberales y conservadores despojaron de sus tierras a las comunidades indígenas. En el siglo XX, el grupo de Somoza se mantuvo largo tiempo en el poder, enriqueciéndose con la corrupción, y sosteniendo pactos económicos con otras fracciones de la burguesía. El somocismo mantuvo durante 43 años el monopolio del poder, haciendo algunas concesiones políticas, y respetando los espacios económicos de la oposición conservadora, hasta la crisis de 1974.

Por eso las fracciones burguesas nunca tuvieron líderes políticos destacados, nunca educaron a sus dirigentes en la lucha política, parlamentaria, en la conquista de las masas o de los votos.

La democracia era formal, el régimen decidía todo y cuando había conflictos los resolvía en la mesa de negociación. Incluso, bajo el somocismo se llegó al extremo de institucionalizar la participación de la oposición conservadora en el parlamento y las instituciones del Estado, con cuotas fijas por encima de los resultados electorales. En la Constitución de 1950 la cuota era del 30% y en la de 1974 subió al 50%, pero este corporativismo de la dictadura, no logró frenar la revolución de 1979.

Los principales líderes obtenían y consolidaban sus puestos demostrando quién negociaba mejor las cuotas de poder con el gobierno de turno. La democracia nunca fue bandera política, era utilizada solo en momentos álgidos, previos a la guerra civil. Cuando surgió el fenómeno populista de derecha liderado por el conservador Fernando Agüero, en los años 60, los grupos económicos de las familias Pellas y Chamorro presionaron por la componenda con el somocismo, lo que significó la ruina política de Agüero y del Partido Conservador.

Fue hasta 1974 que los empresarios, preocupados por la competencia desleal de Somoza, que los estaba desplazando de sus mercados tradicionales, comenzaron a exigir mayor democracia, pero la revolución de 1979 los revolcó, machacó, cambiando radicalmente la correlación de fuerzas. Una nueva y agresiva fuerza política y social, el sandinismo, emergió de la bonanza somocista (1945-1979), aplastando sus instituciones, confiscando sus bienes. De la guerra civil (1982-1990) y del posterior derrumbe de la revolución, emergió una nueva clase burguesa, ligada al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

La burguesía sandinista

La derrota electoral del FSLN en 1990 abrió las puertas para el retorno de la burguesía exiliada y confiscada, la cual efectivamente regresó al país, pero no logró recuperar el conjunto de sus propiedades. La sobrevivencia política del FSLN se explica por este fenómeno, por medio del cual los bienes confiscados permanecieron en manos de los nuevos dueños. La burguesía sandinista aceptó entregar el gobierno en 1990, a cambio de preservar la propiedad, especialmente en el sector agropecuario. Esto no fue un regalo sino que fue producto de una intensa lucha que hizo correr la sangre, pero la burguesía sandinista logró sobrevivir apoyándose en las masas, y también en instituciones como el Ejército y la Policía, logrando fortalecerse bajo los 16 años de gobiernos neoliberales.

Los más importantes sectores de la burguesía confiscada, al no recuperar sus tierras, se concentraron en la creación de nuevos bancos privados, que producían más fácilmente ganancias, y desde ahí lograron absorber una importante cuota de la renta nacional, a costa de la ruina de miles de pequeños propietarios. El resultado de este relativamente corto proceso es que se reconfiguraron dos nuevos sectores de la burguesía: por un lado, la emergente burguesía sandinista, nuevamente en el poder, concentrada fundamentalmente en el sector agropecuario, y la oligarquía financiera conformada por el viejo Grupo Pellas (que se ha asociado al capital transnacional), el nuevo Grupo PROMERICA-BANPRO (este es el ejemplo clásico del nuevo sector emergente en el ámbito financiero) , el nuevo Grupo LAFISE-BANCENTRO ( con orígenes en el antiguo BANIC de la época de Somoza), el nuevo grupo de Piero Coen y otros grupos menores.

Cuarta Cumbre con empresarios

Contrario a todos los pronósticos, el retorno del FSLN al poder en el año 2007, no significó nuevas confiscaciones, ni un descalabro económico, sino las aplicaciones de rigurosos planes neoliberales decididos por el FMI. Este cambio no fue gratuito, tiene una sencilla explicación: la conducción actual del FSLN representa los intereses de la nueva burguesía sandinista, interesada en la buena marcha de los negocios.

Desde Enero del 2007, el presidente Daniel Ortega se reunió en el INCAE con los grandes grupos empresariales, para explicarles el contenido de la política económica de su gobierno. En marzo de 2010 Daniel Ortega volvió a reunirse con la cúpula empresarial nicaragüense. En Enero del 2011, después de su polémica reelección, se reunió en la llamada “Casa de los Pueblos” (antigua Casa Presidencial de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños), con los empresarios de las 19 cámaras empresariales que conforman el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), para sostener el rumbo económico.

Y el pasado 4 de septiembre se realizó la cuarta cumbre entre Daniel Ortega y los principales grupos económicos de Nicaragua. La tónica fue la misma de las anteriores: sonrisas, abrazos, buenas relaciones, discursos propositivos y declaraciones coincidentes a los medios de comunicación.

José Adán Aguirre, acaba de ser reelecto por séptima vez como presidente del COSEP, precisamente por impulsar una política de conciliación y negociación con el gobierno sandinista. El COSEP está conformado por 21 cámaras empresariales de pequeños y medianos empresarios. Los jefes de los grandes grupos económicos estuvieron presentes, pero ellos nunca se disciplinan a los resultados de las conflictivas asambleas, ellos siempre tienen una comunicación directa con el gobierno, están por encima del mismo COSEP.

Institucionalizar las reuniones

A partir del 2009, a pesar de los efectos de la crisis económica internacional, Nicaragua aumentó sus exportaciones en 80%, el empleo creció 35%, mientras el PIB se incrementaba en 4.7% durante los últimos 3 años, cuando el promedio de Centroamérica era de 3.28% en ese mismo lapso. Estas cifras se reflejan en las ganancias de los empresarios, por eso están muy contentos.

José Adán Aguirre, en sus declaraciones, reafirmó que “El trabajo que hemos hecho de consenso, producto de los 5 años de acuerdos salariales, las 68 leyes de consenso, los 39 esquemas de alianza público-privada que estamos desarrollando en este momento, los acuerdos comerciales que han abierto la posibilidad para que el sector productivo pueda encontrar nuevas oportunidades, han sido facilitadores para atraer esta inversión” (El 19 Digital, 5/9/2013).

Estos resultados de la llamada Comisión de Seguimiento, el gobierno de Daniel Ortega y los empresarios los quieren institucionalizar, proponiendo la aprobación de una ley en la que tenga que consultarse obligatoriamente a los empresarios.

El Presidente Daniel Ortega estuvo de acuerdo en la aprobación de esa ley:

“Creo que ese es un reto, un desafío, porque seríamos el primer país que estaría institucionalizando este modelo, dándole ya no la fuerza de la voluntad política de quien esté gobernando el que este modelo funcione o no funcione, sino que por ley se establezca en la Constitución de la República que este mecanismo, que este modelo sí funciona independientemente de quién esté en el gobierno de nuestro país” (El 19 Digital, 5/9/2013).

Lo anterior implica que las futuras reformas constitucionales institucionalizarán ese tipo de reuniones. Cualquier parecido con el modelo corporativista del somocismo es pura coincidencia.

Las declaraciones de Carlos Pellas

Carlos Pellas, quien en los años anteriores financiaba los partidos antisandinistas, se deshizo nuevamente en elogios a favor del modelo político del FSLN: “¿Qué si yo creo que hay una democracia? Bueno, hay unas elecciones, las elecciones determinan claramente quien es el ganador. Hasta la fecha se ha manejado de esa forma y yo creo que obviamente los nicaragüenses van a la votación y se elige el ganador. Los procesos siguen manteniéndose, por lo tanto yo considero que sí, que estamos viviendo en un país abierto (…) Aquí todo el mundo es libre de moverse, la prensa es libre de opinar y yo considero que desde ese punto de vista nosotros estamos viviendo en una sociedad abierta (…) Aquí hay un proceso donde se negocia la mayor parte del establecimiento de las leyes y se llega al consenso” (La Prensa, 5/9/2013).

Este espaldarazo al gobierno fue un puntapié en el trasero a los partidos de la oposición burguesa, que ya no reflejan los intereses de la burguesía que está contenta con el gobierno sandinista.

Esta euforia de los empresarios indica que los niveles de explotación y opresión de los trabajadores, se han multiplicado. De eso no cabe la menor duda. Si ellos están contentos, nosotros estamos mal, muy mal.

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