Por Sebastián Chavarría Domínguez

Este 19 de abril del 2021 se cumplirán tres años de la represión a balazos contra las protestas estudiantiles. Este hecho sangriento encendió la llama de la rebelión popular en toda Nicaragua. Los acontecimientos de abril del 2018 produjeron un repentino e inesperado cambio en la situación política.

Un drástico cambio en la situación política

La solidaridad estudiantil se extendió a todos los recintos universitarios. Las universidades (UPOLI, UNAN, UNI y UNA) se convirtieron en trincheras de la lucha democrática. Después de la masacre del 19 de abril, los alrededores de la UPOLI se convirtieron en un campo de batalla entre los sectores populares y la Policía Nacional que atacaba a los estudiantes que ahí se habían refugiado. La solidaridad popular fue clave para derrotar la represión policial, pero el número de muertos fue aumentando con los días.

La lucha estudiantil fue el detonante de una sociedad inconforme, que se volcó a las calles a exigir justicia y la renuncia de la pareja presidencial. En pocos días, pasamos de una situación reaccionaria, caracterizada por el férreo control de la dictadura, a una situación revolucionaria en la que los de arriba ya no tenían el control y los de abajo no querían estar bajo ese control.

Ausencia de una dirección revolucionaria

Los acontecimientos de abril del 2018 fueron un violento estallido social, el inicio de una revolución democrática que, a pesar de reflejar el enorme descontento social, tuvo una enorme debilidad: fue un proceso espontáneo, sin una clara dirección política, que orientara a las masas en las calles cual era el camino a seguir y las tareas a cumplir. La consigna de renuncia de la pareja presidencial y convocatoria de elecciones anticipadas era aceptada por la mayoría, pero no había una orientación como se lograría esto.

Era una paradoja. La lucha popular espontanea debió enfrentar a un aparato represivo centralizado. Mientras en las calles reinaba el entusiasmo, también había mucha desorganización.

El movimiento autoconvocado que se produjo a nivel nacional reflejó un desesperado intento por improvisar una dirección política, pero el problema es que una conducción política no se forja de la noche a la mañana, sino que es producto de un largo y complejo proceso de muchos años de dura experiencia.

Las masas en las calles clamaban por una conducción, y al no existir una conducción política que tuviera autoridad y reconocimiento de las masas, el vacío fue ocupado por los movimientos sociales controlados por los ongs, impregnando a la movilización popular con la ideología y lenguaje de la llamada “sociedad civil”.

El problema de los ONGs es que no tienen independencia, porque sus agendas políticas son impuestas por los donantes que aportan los fondos para financiar sus actividades. En este proceso, los ONGs terminan controlando a los movimientos sociales, que se vuelven dependientes de ese financiamiento. El resultado es desastroso. Los activistas sociales terminan aceptando la agenda política de los donantes. En vez de construir organizaciones desde abajo, con los recursos económicos aportados por los diferentes sectores sociales, se trabaja con presupuestos, salarios, viáticos, y demás rubros.

Donde más se puede apreciar el daño causado por los ONGs fue en los grupos estudiantiles. Una parte de los dirigentes estudiantiles fue becada para estudiar en el extranjero, otra parte ha abandonado la lucha, y un reducido grupo se mantiene dependiente de los cada vez más escasos fondos de los donantes.

El surgimiento de la ACJD

Los empresarios del COSEP y AMCHAM, que habían sido beneficiados en los años anteriores de la política de “diálogos y consensos”, tenían el problema de controlar el estallido social y por eso acudieron ante la Iglesia Católica, la cual procedió a organizar la llamada Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), que agruparía a diferentes sectores y movimientos sociales para establecer una mesa de negociación con la dictadura.

Poco a poco, de manera imperceptible, desde la ACJD y con el apoyo de la Iglesia Católica, comenzaron a maniobrar para contener desde adentro al poderoso movimiento de masas que había salido a las calles y canalizarlo hacia las negociaciones en el famoso Dialogo Nacional

En el mismo periodo que surgió la ACJD también se formó la llamada Asamblea de Movimientos Sociales (AMS) conocida también como Articulación. Tanto la ACJD como la Articulación tenían vasos comunicantes, porque muchos de los movimientos sociales que surgieron en abril se entrelazaban con ambas organizaciones, aunque hubo contradicciones en torno a cuál era la ruta para salir de la dictadura.

El fracaso del primer Dialogo Nacional

La dictadura estaba acorralada por la movilización de masas y el aislamiento internacional, por eso convocó al Dialogo Nacional, para ganar tiempo. La dictadura engaño a todos haciéndoles creer que podía ceder las elecciones anticipadas. Mientras se producían las más grandes movilizaciones de la historia, Ortega-Murillo convocaron al Dialogo Nacional el 16 de mayo y le pusieron fin el 16 de junio, día que se inició la ofensiva militar contra los tranques y barricadas

El mes de mayo fue el de mayor cantidad de movilizaciones en todo el país. Esta coyuntura favorable fue desaprovechada, porque los empresarios del COSEP y AMCHAM presionan desde adentro de la ACJD por calmar las cosas, mientras continuaban las movilizaciones callejeras

La convocatoria al Dialogo Nacional fue una maniobra de la dictadura, y se crearon ilusiones de que la crisis se podía resolver por la vía de la negociación.

Una tragedia: no se organizó el paro nacional

Mientras la dictadura maniobraba, fingiendo que retrocedía y que estaba dispuesta a negociar el adelanto de las elecciones, en realidad en las calles las masas no tenían una conducción política reconocida, que las orientara sobre las tareas que debían impulsarse.

La consigna más popular era la “renuncia de la pareja presidencial”, pero nadie indicaba como lograrlo. En ese momento, salvo algunos grupos de izquierda, el conjunto de movimientos sociales ligados a los ongs difundió la idea de la lucha pacífica, no violenta, mientras los primeros grupos paramilitares comenzaban a armarse y atacar a las manifestaciones masivas, como la masacre ocurrida el 30 de mayo.

Esa era el momento preciso para convocar a la Huelga General o Paro Nacional indefinido. En sentido contrario, todos los medios de comunicación, incluida la propaganda de la ACJD y la propia Articulación, se concentraban en le necesidad de mantener la lucha pacífica. La consigna de elecciones adelantadas fue abandonada, primero por la ACJD y después por la Articulación a finales del 2018.

En ese periodo de ascenso revolucionario, los empresarios hicieron una maniobra, convocaron a un “paro nacional” para el jueves 14 de junio, como una medida de presión ante la crisis del Dialogo Nacional, y después otro simulacro de paro “nacional” el viernes 13 de julio. Estos paros nacionales mas bien eran lock out, es decir, los empresarios cerraban sus fabricas y negocios, mandaban a los trabajadores a sus casas, una medida de presión totalmente pasiva. Los empresarios tenían profundo temor que se repitiera la experiencia de 1979, cuando un puñado de guerrilleros, apoyándose en la movilización popular, tomó el poder y después confiscó la mayoría de sus bienes. Temían profundamente al caos de una nueva revolución, y por eso comenzaron a retroceder, permitiendo que la dictadura se reorganizara.

Una vez que la dictadura sintió que podía pasar a la contraofensiva, lo hizo de manera despiadada. En el periodo álgido de la lucha (abril-julio) del 2018, se perdió una gran oportunidad. En los pueblos, la gente estaba sublevada, incluso en algunos municipios se forman juntas de gobierno locales, expresiones de doble poder, pero estas no se unificaron para constituir una alternativa de gobierno ante la crisis de la dictadura.

El aplastamiento de los tranques

Ortega y Murillo engañaron a todos con el Dialogo Nacional, ganaron tiempo y después desencadenaron una brutal represión contra los tranques, cambiando la correlación de fuerzas. La insurrección cívica desarmada fue herida de muerte, los liderazgos locales fueron asesinados, encarcelados o forzados al exilio. Este hecho sangriento permitió que la dictadura todavía sobreviva en el poder, a pesar de su agonía.

Un factor determinante fue la espontaneidad de la explosión social, un proceso espontaneo, sin planificación alguna, sin influencia de ningún partido político. Si bien es cierto que el proceso espontaneo permitió el surgimiento de nuevos liderazgos, la falta de una conducción política centralizada permitió que la dictadura masacrara los focos revolucionarios, uno por uno, hasta disolverlos.

Cuando más se notó esta debilidad fue en la lucha de los tranques (mayo-junio), los cuales no tenían coordinación entre un municipio y otro, un aspecto que permitió su destrucción.

La crisis continúa

En abril se inició una auténtica revolución democrática que, a pesar del heroísmo desplegado por las masas, no logró el objetivo central de imponer la renuncia de la pareja Ortega-Murillo.

¿Qué pasó? ¿Por qué la dictadura todavía se mantiene en el poder? La revolución democrática de abril del 2018 terminó siendo salvajemente reprimida, abortada, por una combinación de factores que vale la pena analizar.

Pero lo mas grave, es que los viejos grupos políticos, especialmente las corrientes disidentes del FSLN (el MRS y MPRS), incluso partidos de derecha como CxL, terminaron tomando el control de los organismos surgidos de la rebelión de abril. Obviamente, cuando el movimiento autoconvocado retrocedió, estos grupos aprovecharon para tomar el control, y aparecer como abanderados de la lucha azul y blanco.

Lo mas grave es que estos viejos grupos no han tenido la estrategia de crear una nueva fuerza política, sino de aliarse a los viejos partidos para ir a elecciones, limitándose a negociar cuotas de poder. Y tres años después muchos se preguntan porque estamos en una situación tan delicada, porque la dictadura sigue en el poder, y lo peor es que no se han logrado las ansiadas reformas electorales.

El lector debe sacar sus propias conclusiones.

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