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Por Victoriano Sanchez

Con el pretexto de combatir la gripe porcina, ahora denominada influenza humana, en la noche del pasado 29 de abril, el presidente Daniel Ortega firmó el decreto de “emergencia sanitaria”, el cual no fue publicado en los medios de comunicación. En uno de sus artículos, el decreto del Presidente Ortega ordenó suspender las marchas del 1 de Mayo, bajo el pretexto de evitar las aglomeraciones de personas que permitirían una rápida difusión del virus de la influenza humana. Entendemos que el peligro de la pandemia de influenza humana es real, pero en este caso se produjo una burda manipulación política con el claro objetivo de evitar que los trabajadores salieran a protestas, a exigir sus reivindicaciones más sentidas.

El movimiento obrero nicaragüense no logra superar los efectos desastrosos de la derrota de la revolución (1979-1990). En ese periodo, a pesar que se elevaron los niveles de sindicalización, el FSLN subordinó los sindicatos al aparato del Estado burgués. En cierta medida, el sandinismo reprodujo el esquema de control de la dictadura somocista sobre los sindicatos, aunque con una ideología revolucionaria. El resultado fue desastroso, y los efectos demoledores se hicieron sentir después de 1990.

A lo anterior habría que agregar que en la actualidad los trabajadores soportan una ola de cierres de empresas maquiladoras, bajo salarios y alto costo de la canasta básica, el presidente Ortega ha exagerado el peligro inminente de la influenza humana para desmontar las marchas de los trabajadores. Estos factores han conducido a un debilitamiento de los sindicatos y a una desmoralización de la clase trabajadora. Y para colmo este 1 de Mayo quedó imposibilitada de desfilar el 1 de Mayo.

La polarización política en Nicaragua se ha extendido a los sindicatos. Un sector de los sindicatos, agrupados en la Central Sandinista de los Trabajadores (CST) y del Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), están influenciados por el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El otro sector, compuesto por los sindicatos agrupados en el Congreso Permanente de los Trabajadores (CPT) está influenciado por los partidos de derecha. El sindicalismo independiente es casi inexistente. Unos y otros se quedaron callados ante la prohibición de Ortega de celebrar el 1 de Mayo. Nadie elevó su voz de protesta por la suspensión del 1 de Mayo, salvo nosotros, la sección nicaragüense del Partido Socialista Centroamericano (PSOCA)

Al contrario, al parecer, todos los burócratas sindicales, sintieron alivio al suspenderse la celebración del 1 de mayo. Y es que con la crisis, y con una dirigencia sindical domesticada por el gobierno sandinista y por los partidos de la derecha, era poco probable que hubiera una asistencia masiva a las marchas, ya que una se organiza en apoyo al gobierno y la otra en apoyo a la oposición burguesa.

Si existía el peligro real de contagio de la influenza humana, el gobierno sandinista estaba en la obligación de proporcionar las mascarillas de protección a todos los manifestantes, de todas las centrales obreras, independientemente de su filiación política. Nicaragua ha sido el único país de la nación centroamericana en donde de manera inaudita el gobierno de turno ordenó la suspensión de las marchas de los trabajadores.

La actual crisis del capitalismo, el aumento del desempleo, obligan a la unidad de las centrales obreras para luchar contra la debacle capitalista. Por eso, el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), sección Nicaragua, llama a los sindicatos a que rompan sus compromisos con el gobierno sandinista o con los partidos de la derecha, y pasemos a organizar la lucha por la defensa del salario y del empleo, ante el embate de la crisis económica.

Una reivindicación central de la clase obrera nicaragüense es conquistar la independencia de los sindicatos en relación al gobierno actual, así como también a luchar por la independencia política de los trabajadores en relación a los partidos de la derecha.

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