Normal 0 21 false false false ES-NI X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4

Por Sebastián Chavarría Domínguez

Nuevamente esta en el tapete de la discusión la urgencia que tiene el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de aprobar en esta legislatura las reformas constitucionales que instaurarían plenamente un sistema de gobierno basado en la Asamblea Nacional. Y es que, después de casi 3 años de gobierno, el tiempo se le acaba a Daniel Ortega. A mediados del próximo año se inicia una nueva campaña electoral de cara a las elecciones presidenciales de Noviembre del 2011.

Hacia un parlamentarismo pleno

Desde el año 1995, se inicio una lenta evolución del presidencialismo heredado de la revolución (1979-1990) hacia un régimen parlamentario, que cobro mayor fuerza con las reformas constitucionales del año 2004 y 2005 que despojaron los últimos grandes poderes del presidente de la república. Desde esa fecha, la Asamblea Nacional concentra enormes facultades: elige a los magistrados de los otros poderes del Estado, a los magistrados de la Contraloría General de la República, a los altos funcionarios de los órganos constitucionales, ratifica y destituye ministros, aprueba y modifica el presupuesto general de la república, en fin, puede hacer todo menos elegir y destituir al Presidente de la República, cuya elección sigue siendo por voto universal.

Las bases del parlamentarismo están incorporadas en la Constitución reformada, pero por conveniencia política Daniel Ortega en 2007 pactó con el ex presidente Arnoldo Alemán, máximo dirigente del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), una prórroga para que la Asamblea Nacional no aplicara todo su poder. Irónicamente, las dos fracciones del liberalismo tienen nominalmente la mayoría de diputados en la Asamblea Nacional, pero se niegan a usar ese poder en contra del gobernante FSLN. De los 24 diputados del PLC, Arnoldo Alemán controla de manera incondicional 15 diputados. Esta aritmética de la correlación de fuerzas dentro de la Asamblea Nacional es la que explica como el sandinismo, siendo fuerza minoritaria dentro del parlamento, maneja los hilos del poder de manera autoritaria, sin oposición.

Las fuerzas sociales del pacto

No se puede comprender esta relación política sadomasoquista entre el PLC y el FSLN sin analizar la base social de estas dos agrupaciones, que reinstalaron el sistema bipartidista que la revolución de 1979 había destruido. Tanto el FSLN como el PLC, aparentemente dos enemigos irreconciliables, tiene la misma base social plebeya, de clase media hacia abajo, lo que produce una mentalidad similar, aunque con ideologías diferentes. El FSLN continúa utilizando un lenguaje de izquierda, y el PLC continua manejando un discurso derechista, cavernario, acorde con su base social campesina.

Las dirigencias de ambos partidos coinciden en la necesidad de utilizar los cargos públicos para su propio beneficio, y para repartir migajas a su clientela política. La tradición política nicaragüense nos indica que la acumulación capitalista de los principales grupos económicos se realizo desde el poder, es decir, utilizando las finanzas públicas para su propio beneficio.

La corriente que lidera Eduardo Montelaegre, aunque de rancio abolengo, ha logrado insertarse en la clase media urbana, desesperada por la crisis económica y la falta de oportunidades, decepcionada con la conducción de Arnoldo Alemán, quien abandono el discurso antisandinista que lo llevo al poder en 1996.

El PLC de Arnoldo Alemán es la pieza clave del engranaje de poder, en la medida en que permite que el sandinismo gobierne siendo minoría. Esta posición le da réditos económicos al grupo de Alemán, le permite mantener un precario control de ciertas instituciones, aunque ya no maneja el 50% de los puestos de Estado, debido a que el FSLN ha continuado su avance por controlar totalmente todas las instituciones del estado, especialmente el poder judicial.

El desgaste del PLC

Pero en este rejuego político el PLC ha comenzado a debilitarse, especialmente después de las denuncias de fraude electoral en las pasadas elecciones municipales de Noviembre del 2008. José Marenco Cardenal, Magistrado liberal en el Consejo Supremo Electoral, pariente cercano de Arnoldo Alemán, denunció la abierta complicidad de este en la entrega de la alcaldía de Managua, y de las principales cabeceras departamentales. En cambio, Montelagre ha aparecido atacando frontalmente el pacto FSLN-PLC y denunciado el fraude electoral, lo que le ha posibilitado un repunte en su liderazgo político.

El escándalo de la complicidad Arnoldo Alemán en el fraude electoral provocó una masiva deserción de los sectores más antisandinistas del PLC, que migraron hacia el Partido Liberal Independiente (PLI), del ex vicepresidente Virgilio Godoy, quien negoció la fusión con el movimiento liberal que lidera Eduardo Montelagre.

Haciéndose el duro

Montealagre utiliza el discurso antisandinista para fortalecer su posición política, en cambio Alemán no tiene más camino que estrechar sus nexos con el FSLN, pero en este proceso se debilita cada vez más, porque su capacidad de negociación depende de su cauda electoral, cada vez más endeble. En este giro hacia el sandinismo, Alemán acepto aprobar la reforma constitucional para el mes de junio.

Sin embargo, recientemente endureció su posición e hizo firmar a sus diputados un documento de compromiso de no aprobar las reformas constitucionales, que el mismo ha negociado con el FSLN. ¿A qué se debe el giro de Alemán? No cabe la menor duda que se trata de una táctica de negociación, motivada por dos factores: la presión de las bases liberales que exigen un distanciamiento del FSLN, y la próxima elección de un nuevo combo de 32 funcionarios, entre magistrados y puestos públicos en el poder judicial y electoral. Alemán ha perdido el control de la Contraloría General de la República, del poder electoral, ha perdido más de la mitad de los jueces y magistrados, y la hegemonía en Fiscalía. En pocas palabras, Alemán se resiste a aprobar las reformas, que tanto necesita el PLC, para renegociar con el FSLN los cargos en las instituciones del Estado.

Al igual que el FSLN, que sufre un acelerado proceso de erosión política por su gestión en el gobierno, el PLC tiene un competidor cada vez más fuerte que amenaza quedarse con toda la base del PLC. En ese sentido, ambas fuerzas coinciden en la necesidad de instaurar un régimen parlamentario pleno, que permita a la Asamblea Nacional escoger al gobierno. De esta manera, ambos partidos piensan cogobernar por un periodo de al menos 20 años, sin necesidad de establecer alianzas o pactos en las sombras.

El problema de la reelección

Los diputados del PLC cerraron filas con Arnoldo Alemán, y han jurado que no apoyan la reelección residencial. Este asunto no le quita el sueño al FSLN. Precisamente, la instauración de un régimen parlamentario acaba con el problema de la reelección presidencial, ya que, al igual que Vladimir Putin en Rusia, Daniel Ortega en Nicaragua puede ser primer ministro de manera indefinida ya que los diputados no tienen prohibiciones para reelegirse de manera indefinida.

En este forcejeo, el FSLN ha amenazado a Arnoldo Alemán de reiniciar las causas judiciales pendientes. Las presiones y contrapresiones buscan como mejorar la correlación de fuerzas de las nuevas paralelas históricas en la mesa del pacto.

Sumando votos

El FSLN viene de la güerilla y tomó el poder por medio de una insurrección, no por elecciones o negociaciones políticas. El sandinismo, a diferencia de las corrientes del liberalismo, no sufre de remordimientos cuando se trata de garantizar el poder. Mientras presiona a Arnoldo Alemán nuevamente con la cárcel, realiza una intensa labor de cabildeo con los diputados liberales, con los aliados, para sumar los 56 votos que se requieren para reformar la Constitución.

Hasta el momento el FSLN cuenta con 38 diputados del FSLN, mas 12 votos de diputados que han renunciado a sus partidos y se han constituido como una bancada independiente, proclive a llegar a acuerdos con el sandinismo.

Rafael Solis, magistrado sandinista y cabeza de las negociaciones, ha destapado cual modelo de parlamentarismo necesita el FSLN: “no estamos planteando un parlamentarismo puro al estilo inglés donde tiene todos los poderes, sino al estilo francés, donde la Asamblea Nacional sí tiene todas las facultades de dirigir el Estado, de dirigir la economía y el presidente conserva algunas facultades en materia de política exterior y de seguridad, y sólo tiene derecho a ser reelecto por un período (…)” (El Nuevo Diario 16/05/2009)

La suerte está echada, el problema es que aunque cambie el régimen político, sigue siendo antidemocrático y excluyente.

Hemeroteca

Archivo