Por Sebastián Chavarria Domínguez

Un sabio refrán popular nos dice que “cuando el rio suena, piedras trae”. El intenso conflicto entre la dictadura Ortega-Murillo y la jerarquía de la Iglesia Católica, nos indica que algo se mueve por debajo del césped. Estos movimientos resultan imperceptibles para los mortales.

Se acentúa el pleito con Estados Unidos y la Iglesia Católica.

Como exguerrillero, Daniel Ortega sabe que la mejor defensa es el ataque. Cuando altos funcionarios de la administración Biden insinuaron, como mecanismo de presión, la posibilidad de suspender a Nicaragua del tratado de libre comercio conocido como CAFTA-DR, la dictadura respondió anulando el beneplácito al propuesto embajador norteamericano, Hugo Rodríguez, el pasado 28 de julio, argumentando que sus declaraciones ante el Senado de Estados Unidos, eran “injerencistas y respetuosas”.

Antes que se aprobaran nuevas sanciones contra la dictadura, como las solicitaron algunos senadores norteamericanos, Ortega-Murillo pasaron al contraataque. De manera paralela, la dictadura endureció el discurso contra Estados Unidos y redobló los ataques contra los curas. En el acto de celebración del 43 aniversario de la Fuerza Área de Nicaragua, Ortega en su discurso reconoció que, por el momento, no tenía intención de negociar con Estados Unidos: “(…) mandaron un mensajero que estuvo aquí en Nicaragua, no lo hicieron por la vía oficial, un funcionario del Departamento de Estado estuvo aquí, que quería reunirse ya, y se le dijo que tendría que venir por los canales oficiales, tendría que ser una comunicación que tenía que venir a través de nuestro Embajador allá en Washington y lógicamente a través de la Embajada de los Estados Unidos aquí, como para poder recibir a un emisario y no en la forma en que vino; vino clandestino.(…)”. (El 19 digital, 02/08/2022)

Al día siguiente, se reinició el asedio contra monseñor Rolando Álvarez, administrador de las diócesis de Matagalpa y Estelí, el único obispo que en sus sermones ha sostenido una denuncia contra los abusos de la dictadura, permaneciendo encerrado en la curia arzobispal en Matagalpa.

El asedio contra monseñor Álvarez se convirtió en noticia de repercusión mundial.

Otra condena de la OEA

Desde el aplastamiento de la revuelta popular, en junio-julio del 2018, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha aprobado una serie de resoluciones sobre la crisis en Nicaragua, las cuales no han tenido ningún efecto real.

El conflicto entre la dictadura y los obispos de la Iglesia Católica, motivó que el Consejo Permanente de la OEA aprobase una nueva e inocua resolución: “ (…) 1. Condenar enérgicamente el cierre forzado de organizaciones no gubernamentales, así como el hostigamiento y las restricciones arbitrarias de organizaciones religiosas y de las voces críticas del gobierno y sus acciones en Nicaragua. 2. Reiterar su insistencia en que el Gobierno de Nicaragua libere de inmediato a todos los presos políticos, cese la persecución y la intimidación de la prensa independiente y garantice el ejercicio del derecho a la libertad de expresión. 3.Renovar el ofrecimiento del Consejo Permanente de trabajar con el Gobierno de Nicaragua para que se adhiera a las Cartas rectoras de la OEA y restablezca la institucionalidad democrática y el respeto a los derechos humanos en Nicaragua, de acuerdo con el derecho internacional. 4. Encomendar al Secretario General que transmita esta resolución al Gobierno de Nicaragua  (.…)” (CP/RES. 1203 (2389/22)

Llama la atención el lenguaje general y conciliador que utilizaron los embajadores de la OEA.

El Vaticano rompió el silencio

Pero llamó mucho más la atención el escueto discurso del embajador del Vaticano en la OEA, Juan Antonio Cruz Serrano, llamando al dialogo: “(…) La Santa Sede no puede dejar de manifestar su preocupación al respecto, mientras asegura su deseo de colaborar siempre por quienes apuestan por el diálogo como instrumento indispensable de la democracia y garante de una civilización más humana y fraterna. La Santa Sede hace un llamado para que las partes puedan encontrar un camino de entendimiento basados en el respeto y en la confianza recíproca, buscando ante todo el bien común y la paz”. (Infobae, 12/08/2022)

La oposición burguesa y pequeñoburguesa había montado una campaña en las redes sociales, emplazando al papa Francisco para que se pronunciara sobre el asedio contra monseñor Álvarez. Ante la incapacidad política de generar un movimiento de masas a lo interno, se refugiaron bajo la sotana del papa, esperando que la condena del papa produjera un efecto mágico.

Incluso, 26 expresidentes de América Latina, suscribieron una carta publica que concluía así: “(…) esperamos una firma postura de defensa del pueblo nicaragüense, de y su libertad religiosa por S.S. Francisco, cabeza la Iglesia Católica Universal”. (17/08/2022)

Finalmente, el domingo 21 de agosto, el Papa se pronuncio sobre Nicaragua, siempre de manera general, con un lenguaje diplomático, sin mencionar el asedio de monseñor Álvarez: “(…) Sigo con cercanía con preocupación y dolor la situación que se ha creado en Nicaragua que afecta a personas e instituciones, quisiera expresar mi convicción y mi deseo de que por medio de un diálogo abierto y sincero se pueden encontrar la bases para una convivencia respetuosa y pacífica

Quienes esperaban una condena contundente contra la dictadura, estaban totalmente equivocados, no conocen la naturaleza de la Iglesia Católica, que es una institución que jamás busca subvertir el orden, sino mas bien que trabaja para que no haya cambios revolucionarios. Como era de esperar, el papa Francisco había guardado silencio para esperar el momento oportuno, para plantar el “diálogo sincero” con la dictadura.

Asedios y presiones provocan algunos cambios

El asedio contra el obispo Álvarez comenzó el 3 de agosto y se fue intensificando conforme pasaban los días. El 13 de agosto, un día después de la declaración del embajador del Vaticano en la OEA, en la que llamaba al “dialogo”, Álvarez emitió una declaración conciliadora a favor del “entendimiento”: “(…) Una sociedad donde no reine o impere la mirada de la venganza y del rencor, sino del amor y de la amistad. Una sociedad donde no haya palabras ofensivas que hieran o dividan, sino palabras capaces de unificar los corazones para lograr siempre un entendimiento.  Una sociedad, entonces, fraternal, amistosa, donde ellos puedan realmente crecer respirando; crecer experimentando la posibilidad y la capacidad de ser hermanos hijos de un mismo Dios y padre, y de una misma patria”.

El viernes 19 de agosto, a las 4,30 am la Policía Nacional irrumpió en la Curia Arzobispal de Matagalpa, trasladando a monseñor Álvarez a la casa de sus padres en Managua, bajo “resguardo domiciliar”, una forma elegante de describir el arresto domiciliar, según el comunicado de la Policía Nacional, aunque el resto de su equipo, sacerdotes y laicos, fueron enviados a las cárceles de El Chipote, para su procesamiento penal.

El trato a Monseñor Álvarez fue diferenciado, lo que indicaba algún grado de negociación con El Vaticano. Al día siguiente, la dictadura permitió que los presos políticos, Tamara Davila y Miguel Mora, quienes se habían declarado en huelga de hambre, pudieran reunirse por primera con sus hijos. José Adán Aguerri y Álvaro Vargas, directivos del COSEP condenados a 13 años de cárcel, fueron enviados a prisión domiciliar. Estas pequeñas concesiones indican que hay negociaciones secretas en curso.

El rio está sonando, se acerca el dialogo.

Cuando la dictadura aprieta, o suelta un poco las amarras, lo hace con un frio cálculo político. Aunque no hay datos o declaraciones al respecto, todo hace suponer que los contactos entre las partes se han reiniciado y que la situación parece avanzar hacia un tipo de dialogo, no muy claro todavía.

La rebelión de abril del 2018 no fue derrotada solo por la represión de la dictadura, sino también por las múltiples estupideces políticas de la oposición burguesa y pequeña burguesa. Estos errores le han permitido a la dictadura consolidar relativamente su victoria, aniquilar a los ongs y desarticular a los grupos de la oposición burguesa y pequeña burguesa, los cuales están en un callejón sin salida.

Con los ataques a la Iglesia, la oposición burguesa y pequeño burguesa, creyó que las masas se volcarían a las calles a defender a sus obispos, o la misma fe católica. Algunos soñaban con una especie de rebelión cristera, como la de México en 1926-1929. Eso no podía ocurrir, porque está viva en la conciencia de la gente, la amarga experiencia vivida con el aplastamiento de la rebelión de abril del 2018.

La última encuesta de CID-Gallup, realizada en mayo de este año, refleja que solo el 15% de la población simpatiza con el FSLN, mientras el 85% de los nicaragüenses se declaran opositores, pero lo llamativo es que de ese 85% solo un 13% simpatiza con la oposición burguesa, es decir, existe un  72% de la población que no cree en nadie. Según el informe, "las organizaciones que emergieron después de abril de 2018 no suman, entre todas, el 0.5 por ciento”. Si lo anterior es cierto, la ACJD y la UNAB prácticamente no existen.

Esta es la clave de la actual situación de estancamiento político que le permite a la dictadura maniobrar con tranquilidad.

No en vano, un reciente editorial del diario La Prensa, (22/07/2022) se pronunció a favor del dialogo: “(…) si el comandante Ortega teme al diálogo con EE. UU., porque este es el diablo y dialogar con él sería ponerse la soga al cuello, ¿por qué entonces no prueba a dialogar con los propios nicaragüenses? (…) Se dice que la tercera es la vencida. Quizás en el caso de intentarse otro diálogo, comenzando por crear un clima apropiado dejando en libertad a todos los presos políticos mediante cualquier modalidad que permita la ley, los resultados podrían ser satisfactorios tanto para el Gobierno y la oposición. Y lo que es más importante, serían buenos para la nación, para toda la gente que quiere y necesita vivir con tranquilidad”.

El estira y afloja, las presiones y las contrapresiones, de uno u otro lado, nos indican que marchamos hacia un nuevo dialogo o negociación, el cual se realizará muy probablemente después de las elecciones municipales

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