Por Olmedo Beluche

El Istmo de Panamá se sumó tarde al movimiento de Independencia de Hispanoamérica. Aquí no hubo rastros de un movimiento autonomista sino hasta 1820, y la primera declaratoria de independencia no llegó sino hasta noviembre de 1821, cuando ya el proceso estaba consolidado en esta parte del continente. Las razones del independentismo tardío panameño son varias y pueden ser encontradas en la obra Apuntamientos Históricos (1801 – 1840), de Mariano Arosemena.

La familia Arosemena pertenecía a la élite criolla del Istmo de Panamá, dedicada al comercio. Mariano jugó un papel primordial, como editor del primer periódico local, de inclinaciones liberales, fue uno de los actores clave de la proclama del 28 de Noviembre de 1821, pagando a las tropas españolas para que se retiraran hasta La Habana.

¿Por qué el Istmo fue una de las últimas regiones en sumarse al proceso independentista?

Por varios factores: crisis demográfica en el Istmo, de la cual se deduce la ausencia de producción agrícola o artesanal, con la consecuente debilidad de los actores sociales que fueron decisivos en otras regiones (artesanos, esclavos y masas de campesinos indígenas); su situación geopolítica que la convirtió en fortín español; y un criollismo dedicado al comercio, con la capacidad de adaptación oportunista que es característica de esta clase social.

Un cúmulo de circunstancias convencieron a los criollos panameños de pasarse al bando de la Independencia: el 28 de enero Maracaibo proclamó su independencia; el 6 de mayo, se crea la Gran Colombia; en julio, Sucre lucha victoriosamente por la liberación del Ecuador; ese mismo mes, San Martín concreta la independencia de Chile; el 6 de agosto se produjo la batalla de Carabobo, que selló la independencia de Venezuela; el 15 de septiembre Guatemala se declara independiente; el 27 de septiembre la ciudad de México cae en manos de Iturbide; Cartagena fue liberada el 1 de octubre.

Como consecuencia de la lógica militar, ya Simón Bolívar había ordenado que se preparara una fuerza invasora sobre el Istmo panameño organizada desde Cartagena, con 5,000 hombres y un centenar de buques que debía caer sobre Portobelo.

Al respecto dice Mariano Arosemena (“Apuntamientos históricos”): “… por manera que si no nos hubiésemos lanzado audaces los istmeños a los peligros inherentes a la proclamación de la independencia por nosotros mismos, esa gloria que supimos ganar no fuera hoi el laurel honroso que nos ennoblece”.

Para completar la dicha de nuestros comerciantes, evitándoles algún sacrificio, el virrey Sámano muere en Panamá el 3 de agosto; y el 22 de octubre, el general Murgeon se vio obligado a zarpar con el grueso de sus tropas para combatir en Ecuador, dejando el mando militar en manos del general José de Fábrega, realista, panameño y uno de los mayores terratenientes de la provincia de Veraguas, quien antes había combatido contra los patriotas de la Nueva Granda y que acabaría como “prócer” de la Independencia panameña.

Pese a todas esas buenas noticias, la élite criolla istmeña, asumía la siguiente actitud: “Sin embargo, encubríamos nuestras aspiraciones cordiales para que el capitán general (Murgeon) continuara iluso en su pretensión de que fuéramos súbditos de la monarquía, ya regenerada”.

A esas alturas (octubre) la prudencia seguía siendo la norma política: “Sobre todo, no era prudente exponer a un fracaso nuestro plan de libertad… Era el cuidado de los corifeos de la independencia istmeña prevenir todo acto inconsulto i precipitado. Teníanse, pues, reuniones secretas, dirijidas a ir madurando el gran proyecto de salvación”.

La Villa de Los Santos obligó a los comerciantes a decidirse por la independencia


Hasta que un levantamiento popular en la Villa de Los Santos, compuesta por pequeños campesinos, vino a acabar con tanta prudencia, y el 10 de noviembre de 1821, es la primera población panameña que tuvo el valor de proclamarse independiente de España.

Décadas después, cuando Mariano escribe sus Apuntamientos, todavía conserva una crítica contra los “novicios” santeños, que realizaron un movimiento revolucionario “irregular i deficiente”, según él, puesto que se contentaron simplemente con proclamarse “independientes”, sin definir qué tipo de gobierno se daban, “ni cosa alguna sobre los negocios de la transformación política”.

Pero los criollos del Cabildo de Panamá prefirieron optar por “medidas suaves”, y no se suman a la proclama. Los comerciantes panameños no estaban dispuestos a arriesgar sus vidas, así que se decidieron por el plan más incruento: sobornar poco a poco a la tropa realista para que desertara.

En una fecha entre el 10 y el 28 de noviembre, Mariano Arosemena hace alusión, por primera vez, a otros actores sociales distintos a la élite criolla. Según él, se crean dos o tres sociedades patrióticas conformadas por “maestros de arte (artesanos) de más influjo en el pueblo, a saber: Basilio Roa, Felipe Delgado, Abad Montecer, Juan Antonio Noriega, Manuel Luna, Fernando Guillén, Bruno Agüero, Juan Berroa, Manuel Aranzasugoitía, Salvador Berrío, José María Rodríguez, Alejandro Méndez, Guillermo Brinios, Manuel Llorent, José Manuel Escartin: estos incorporaron a las sociedades mencionadas a los discípulos suyo de confianza”.

Levantamos la hipótesis altamente probable de que este sector popular fue el que aportó el brío del que carecían los comerciantes criollos, acabando con las dudas y las prudencias.

La noche del 27 de noviembre hubo una deserción masiva de soldados que constituían “casi todas” las fuerzas militares que quedaban en la ciudad. De manera que, el 28 de noviembre, “el vecindario pidió que se reuniera el Cabildo… y se reúnen en la casa consistorial… Un inmenso gentío se apoderó de la barra, mientras que la plaza de la Catedral estaba llena de habitantes de las dos parroquias… La primera proposición, sometida al debate, fue si se proclamaría la independencia de este Istmo del Gobierno de España”.

Siempre precavidos los comerciantes, dejaron en boca del presbítero Martínez hacer la propuesta de votar por la afirmativa ante la primera proposición, pero “a reserva de lo que resolvieran las Cortes del reino”.

Por suerte, cundió la razón y fue rechazada la consideración del presbítero, y entonces fue que, con once años de retraso: “Panamá, espontáneamente, i conforme al voto general de los pueblos de su comprensión. Se declara libre e independiente del Gobierno español”.

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