El PT ganó las elecciones con un 3% de diferencia, el ocaso de los gobiernos populistas de izquierda es evidente

Por Leonardo Ixim

Al cierre de esta edición se está dando a conocer por los respectivos entes electorales de Brasil y Uruguay el resultado de las elecciones en estos países. Todo indica que Dilma Rusself gana por un estrecho margen a su contrincante derechista Aecio Neves, mientras que en Uruguay se disputarán una segunda vuelta a finales de noviembre el ex presidente Tabaré Vázquez y el opositor Luis Lacalle Pou. A esto le agregamos la victoria contundente en primera vuelta que reelige por tercera vez a Evo Morales en Bolivia, muy por arriba de su más cercano contrincante, el derechista Samuel Doria.

Estos gobiernos denominados de izquierda, en el caso de los autodenominados revolucionarios -Venezuela, Ecuador y Bolivia- responden a revoluciones nacionalistas con horizontes burgueses que, por los menos desde su dirección, están lejos del socialismo y más bien reconstruyen fracciones burguesas supuestamente nacionalistas y capitalismos de Estado.

Mientras los denominados de progresistas -Uruguay, Brasil, Argentina, Chile- nacen, al igual que los anteriores, de crisis políticas pero con menos alcances rupturistas. Al igual que sus pares chavistas reconstruyen el Estado burgués, con características más librecambistas y elementos reformistas cercanos a sus propias tradiciones políticas nacionalistas.

Consideramos el concepto de post-neoliberales, para caracterizar mejor a estos gobiernos. Una de las características comunes tanto a los “revolucionarios” como a los “progresistas”, cada quien con sus propias culturas políticas de raigambre pequeño burguesa o burguesa, es que se han puesto a la cabeza y cooptado la movilización social, convirtiéndose en direcciones políticas que han refuncionalizado el Estado capitalista.

Esa refuncionalización pasa por modificaciones relativas al modelo dependiente a partir de nacionalizaciones parciales de los recursos naturales con promesas inconclusas de industrialización de tales materias primas. Es decir, ha habido modificaciones con respecto a la dependencia, sobre todo en los términos de intercambio con los Estados centrales imperialistas, aunque parciales porque no se puede terminar de romper la dependencia tecnológica o de capital. Así, se ha buscado atraer capital de Estados imperialistas emergentes, más desde que el mismo Brasil es parte de ese andamiaje como es el Brics en el escenario denominado “multipolar”.

Por otra, parte ha habido, sobre todo en los procesos “revolucionarios o del socialismo del siglo XXI” transformaciones en los regímenes políticos, modificando la democracia liberal controlada por fuerzas conservadoras, hacia una mezcla de elementos, sobre todo bonapartistas renovando la cultura política del caudillo y participativas, creando al calor de la movilización de masas formas democráticas de participación que muchas veces resultan cooptadas. Los gobiernos progresistas, a excepción de Argentina que se parece más al primer caso, canalizan a su favor el descontento social con el neoliberalismo, hacia partidos reformistas y socialdemócratas, como el Partido de los Trabajadores brasileño o el Frente Amplio Uruguayo.

Se conciben post neoliberales todos, porque en su conjunto y en un primer momento han limitado las políticas de recorte, aumentado el gasto social con una mezcla de eficientización de programas asistenciales -que datan del periodo neoliberal-, mediana universalización de algunos derechos sociales básicos y creación de empleo aunque muchas veces precario. Con eso han logrado disminuir considerablemente la extrema pobreza y en menor medida la pobreza, fomentar el consumo y el acceso a derechos como salud y educación. Pero decimos en un primer momento porque tras la crisis capitalista mundial han tenido que limitar tales programas y en algunos casos aplicar políticas de ajuste.

Este primer momento se dio en un escenario de recuperación de la economía mundial en los primeros años del siglo XXI, pero sobre todo gracias al alto crecimiento de China, Rusia e India, de aumento de los precios de las materias primas, a la par de las estrategias para mejorar los términos de intercambio. Pero pese a que China se convirtió en el principal comprador, la disminución del ritmo de crecimiento de su economía reduce el consumo de materia prima, afectando esta fuente de ingresos, más cuando estos gobiernos no logran realizar importantes reformas fiscales.

Elecciones en Bolivia

Es en este escenario donde se realiza la reciente reelección de Morales por un tercer mandato, donde este logra un poco más del 60% de los votos mientras su más cercano contrincante, Doria del derechista Unidad Nacional, logra solo el 24.88%. Sin embargo pese a eso el MAS no conquista la mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso.

La victoria del MAS está enmarcada además de los factores económicos anteriormente citados, en el apoyo a los grandes latifundistas sojeros y la reducción de las medidas de reforma agraria. Por tanto no es raro que muchos sectores campesinos sobre todo del centro y del oriente, no hayan ido a votar. De igual forma se reflejó el conflicto en la reserva ecológica del Tipnis, donde pese a la oposición de las comunidades indígenas, el gobierno construye una carretera que atraviesa el parque.

Es decir, las alianzas del MAS ya no se centran en los movimientos sociales como ejes articuladores, pues estos son cooptados, como la Central Obrera Boliviana, que se vuelve un adamiaje más de la partidocracia. A pesar de eso como protesta, en varios centros mineros el abstencionismo aumentó o el voto nulo tuvo mayor importancia, pese a que en general no alcanza el 5 % de los votos totales.

Por tanto este MAS buscará ahora mantener la estabilidad económica fomentando la alianza con sectores oligárquicos, encuadrando a los movimientos sociales en este esquema. Por otro lado los pequeños partidos de centro izquierda -desmembramientos del MAS- como el Movimiento de los Sin Miedo, que gobernaba la capital o los ecologistas, no lograron posicionarse como alternativa.

Elecciones en Brasil

Con la victoria de Dilma Rusself sobre Aecio Neves por tan solo cuatro puntos, la reducción en ambas cámaras del parlamento de los escaños para el oficialista PT y sus aliados, así como el aumento de diputados y senadores que profesan un pensamiento conservador y retrógrado, se evidencia que el capital financiero ya no considera a este último partido una opción

Después de la primera vuelta, se aducía un viraje a la derecha en algunos estados importantes como Sau Paulo -donde se concentra el grueso de la clase obrera- apoyando al neoliberal PSDB y su candidato Neves. Sin embargo la realidad es que, en ese estado y en otros bastiones del PT sobre todo en el centro y algunos del sur, aumentaron considerablemente los votos blancos y nulos, más la abstención. Esto a diferencia del noreste, tradicionalmente los estados más pobres, donde los programas sociales como Bolsa Familia y otros han reducido con éxito la extrema pobreza.

La izquierda (Psol, Pstu, PCB, PCO) por su parte no logró crear una alianza a nivel nacional y mostrar una alternativa que podría canalizar el descontento expresado desde junio de 2013, primero con las movilizaciones juveniles contra el alto costo del pasaje urbano y después con una serie de huelgas en industrias -controlados por sindicatos afines al PT- y de empleados públicos. Tan solo en Rio de Janeiro el Psol consiguió una buena votación para su candidata Luciana Genro, que abanderó algunos derechos democráticos como el aborto o el matrimonio igualitario.

Tales movilizaciones obligaron a Dilma a promover una reforma política que busca reducir la influencia de los partidos políticos, la forma de elección de candidatos al parlamento por medio de listas individuales donde muchos candidatos con medios económicos en su mayoría conservadores logran ingresar. Esta reforma, que fue aprobada en una consulta no legal que votaron 15 millones personas, es una forma de satisfacer a la base social del PT y a sectores inconformes; sin embargo atenta contra la política de alianzas.

Decimos del capital financiero que en el gobierno de Dilma logró altas tasas de ganancias, al igual que los agroexportadores sojeros y la industria automotriz, políticas que fueron balanceadas con mejoras de los ingresos de los trabajadores, programas asistenciales que redujeron la pobreza aumentando las capas medias de la población y con ello el consumo. Este capital financiero y los grandes medios de comunicaciones se muestran reacios a otro gobierno del PT, apoyando a un candidato natural de ellos como Neves.

En esta segunda vuelta ha quedado atrás el fenómeno de Marina Silva -supuesta ecologista ex funcionaria del gobierno de Lula- que quiso convertirse en una alternativa al PSDB y al PT, pero que rápidamente mostró su compromiso con el capital financiero y éste terminó apoyando alguien cercano como Neves. Al cierre de la edición Dilma se presenta nuevamente como ganadora para un segundo mandato, apadrinada nuevamente por Lula pero con la disyuntiva de que la crisis social se hará más aguda y tendrá que realizar nuevos recortes sociales.

Elecciones en Uruguay

En este pequeño país conocido por su estabilidad política se realizó la primera vuelta de las elecciones, donde ex presidente Vásquez del FA disputará el balotaje con el candidato del Partido Nacional Lacalle. El FA no logra una mayoría en ambas cámaras del parlamento, aumentan los votos para pequeños partidos de izquierda escisiones del FA, los votos nulos, blancos y las abstenciones muestran cierto crecimiento con respecto a otras elecciones, expresión de la desilusión de algunos sectores por las políticas que estos gobiernos al priorizar alianzas con algunas fracciones burguesas, todo esto pese a la imagen humanista, sencilla y de hombre probo del saliente presidente José Mujica.

Estos gobiernos post neoliberales son gobiernos burgueses atípicos, que en un primer momento fueron funcionales para el capital, logrando estabilidad política y social después de los años del despojo neoliberal. Pero sin embargo, pese a que anuncian que su continuidad es garantía para reducir la brecha social, cada vez son más son los sectores del proletariado que se desilusionan, por ejemplo con la interrupción de la reforma agraria en Bolivia o la pospuesta en Brasil, la privatización de la aerolínea uruguaya con Mujica y otros temas.

Muchos movimientos sociales terminan considerando estos gobiernos como un mal menor ante la catástrofe que implica el regreso al neoliberalismo puro. Pero en la práctica estos gobiernos progres serán, pese a no tener la confianza plena de la mayoría del gran capital, los llamados aplicar nuevas políticas de ajuste y su ciclo no estará finalizado -con el temor de regresiones neoliberales con estos mismos partidos o con los de derecha- hasta que la crisis mundial reduzca los términos favorables de intercambio.

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