Por Hugo Cedeño y Marcos Adames

El 22 de agosto de 1791 se inició el levantamiento de esclavos negros en la parte norte de Saint Domingue abarcando toda la colonia francesa.

En dos meses los esclavos negros mataron más de dos mil blancos colonialistas franceses y destruyeron unas 250 plantaciones agrícolas.

El 18 de noviembre de 1803 el ejército francés fue derrotado y 11 días después tuvieron que abandonar el territorio.

El 1 de enero de 1804 el ex-esclavo Dessalines proclama la independencia haitiana acabando con el sueño de Napoleón Bonaparte de mantener un imperio francés en el occidente de la Isla.

Fue un acto heroico, integrando la revolución contra la esclavitud, por la independencia nacional y lucha racial, en una misma dirección y sentido.

Un proceso dirigido por negros esclavos donde no hubo cupo para que direcciones traidoras pudieran aprovechar la lucha para negociar las aspiraciones libertarias de las masas sublevadas.

Esa revolución fue puesta al servicio de otras luchas. Desde Santo Domingo Español, (hoy República Dominicana), Estados Unidos, Cuba, Guadalupe, Martinica, Jamaica, Río de Janeiro, (Brasil) y donde quiera que hubo negros esclavos se sintieron los efectos de la lucha del pueblo haitiano.

Haití a 218 años de su independencia

La prensa burguesa y hasta algunos escritores de izquierda escriben que las constantes insurrecciones del pueblo haitiano profundizan su pobreza.

Es lo contrario. La miseria a que siglos de saqueo imperialistas, gobiernos dictatoriales y democracias burguesas, provocan sus constantes rebeliones.

Esa claque capitalista haitiana sostenida por gobiernos imperialistas, una clase media que solo mira hacia Europa y la ausencia de direcciones revolucionarias de independencia de clase, hacen de Haití un volcán en permanente ebullición.

La nación haitiana es una muestra de la barbarie, que el capitalismo imperialista en su etapa decadente, lleva a nuestros pueblos.

Hacia allá vamos todos los pueblos sometidos por las naciones imperialistas y gobernados por una capa social privilegiada como la que tenemos.

Haití, como nuestros pueblos, solamente logra su felicidad si su lucha conduce a la total independencia y soberanía nacionales dentro de una estrategia socialista nacional, isleña y regional.

Esa inmensa tarea no podrá ser asumida por ninguna clase por fuera de los trabajadores, trabajadoras, campesinos y campesinas, sectores populares y demás empobrecidos y empobrecidas.

Es una traición, llamar al pueblo haitiano a confiar en direcciones e instituciones imperialistas, figuras políticas burguesas o clase media nacionales. Son ellos los responsables de sus problemas.

Fuera el gobierno de facto de Ariel Henry y su pandilla

Ahora mismo la clase obrera y demás oprimidos y oprimidas de Haití están en las calles demandando la salida del gobierno de facto que preside Ariel Henry. Apoyamos tan justa reclama.

Dentro de sus demandas, está el rechazo a cualquier solución impuesta desde el poder imperialista en común acuerdo con gobiernos títeres del continente,  la burguesía haitiana y la podrida casta política y militar de la nación.

Confiamos que el pueblo haitiano movilizado sabrá encontrar su camino una vez saque del poder al gobierno de turno y su camarilla/ Que organizado y armado enfrentará cualquier agresión militar imperialista.

La solidaridad revolucionaria

Las proclamas son buenas, pero no bastan. Las masas haitianas saben por experiencias que “si no luchan las matan de hambre”

La mejor muestra de apoyo es ayudarlas a encontrar un camino independiente a las direcciones burguesas, burocráticas e imperialistas que ahogan sus aspiraciones.

Un tipo de solidaridad militante y acompañar sus mejores, honestos y honestas activistas, a construir un núcleo revolucionario sólido que, como los forjadores de la nación haitiana, conduzcan a su pueblo a la libertad.

Y desde República Dominicana, apoyar al pueblo haitiano sería, impulsar el Frente Isleño Revolucionario Socialista, para coordinar la pelea contra nuestros enemigos comunes.

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