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¿Se ha iniciado el declive de Trump?

Donald Trump consiguió ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en el año 2016, apelando a la desesperación de los trabajadores y de la clase media blanca. Irónicamente, esta desilusión es un fenómeno creado por la misma crisis económica del sistema capitalista e imperialista.

Trump criticó demagógicamente al statu quo, echándole la culpa a los inmigrantes y a los tratados de libre comercio. En cierto sentido el fenómeno Trump fue una repuesta al fenómeno Obama, que no logró solucionar los problemas ni calmar la desesperación de los votantes que lo llevaron al poder.

 

Trump inició una brutal contraofensiva en todo el mundo, con el objetivo de devolver la grandeza y la hegemonía de Estados Unidos en el mundo. Pero no corrió largo, ha tenido que lidiar con dos imperialismos emergentes: Rusia, una potencia militar, y China, una potencia económica. En los conflictos de Medio Oriente, y especialmente en la guerra civil siria, donde tuvo que salir con el rabo entre las piernas. A pesar de la ofensiva contra Irán, Estados Unidos ha tenido que retroceder, imposibilitado de ganar nuevas áreas de influencia, dejando esa gran parte del medio oriente bajo la influencia de Rusia, como era en los tiempos de la guerra fría.

China es la principal obsesión de Trump. China creció económicamente como la maquila del mundo. La guerra comercial de Trump contra China pretende evitar que esta se convierta en una moderna potencia con nuevas tecnologías, por eso la guerra contra Huawei y las acusaciones sobre el pirateo de las tecnologías.

En América Latina, Trump arremetió contra México, obligándolo a negociar un nuevo tratado de libre comercio. Mantiene una feroz ofensiva contra el debilitado chavismo en Venezuela, y de rebote contra Cuba, para obligar al castrismo a iniciar la apertura política en la isla, mientras mantiene una relación más fría pero amistosa con la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua.

Pero ya comienzan a producirse algunos síntomas que nos indican que la administración Trump está entrando en una etapa de declive. Los primeros indicios provienen del propio Estados Unidos. Trump y los republicanos aprobaron una reforma tributaria que dio cuantiosas concesiones y exoneraciones fiscales a las grandes empresas, (recorte de impuestos de US$1,5 billones de dólares) bajo el argumento que ayudaría a crear empleos y mejorar los salarios en Estados Unidos, una demanda muy sentida entre la base electoral que le llevó al poder.

La lucha por bajar el abultado déficit comercial de Estados Unidos ha sido una de las banderas de Trump, pero solo en el año 2018 el déficit aumentó en US$621.000 millones de dólares. El único punto a favor de Trump ha sido que la economía ha mantenido una tasa de crecimiento del 3% del PIB, pero los pronósticos para este año son sombríos. Nuevamente hay pánico en la Bolsa de Valores, porque se prevé una desaceleración económica para el año 2019, con el riesgo de caer en una nueva recesión que tendría repercusiones mundiales. A la administración Trump se le agota rápidamente el combustible.

En este punto de inflexión económica, se ha producido un nuevo fenómeno político anti-trump en Estados Unidos, que fue aprovechado por el Partido Demócrata en las últimas elecciones legislativas del 2018, que le permitió recuperar el control de la Cámara de Representantes. La presencia de nuevos representantes, más jóvenes y con alta presencia femenina y con origen en las minorías, ha dado un aliento de vida a la anquilosada democracia imperialista de Estados Unidos.

Lo más importante de esta nueva ola anti-Trump es que los jóvenes, los llamados “millenials” ya no le temen a la palabra “socialismo”. Debido al aumento de la pobreza y la ruina creciente de la clase media, el discurso de Trump contra el socialismo está provocando el efecto contrario: más gente se identifica con esa cosa rara llamada “socialismo”. Bernie Sanders, un honesto demócrata radical que se autodenomina “socialista”, ha repuntado como un favorito para derrotar las pretensiones de Trump para lograr la reelección.

Del Partido Demócrata no esperemos nada bueno, son la pata izquierda del sistema imperialista de Estados Unidos, pero ese fenómeno que comienza a surgir entre los jóvenes, con simpatías por el socialismo, no solo es la única fuerza social que puede frenar el proyecto contrarrevolucionario de Trump, sino que además puede iniciar profundos cambios al interior de Estados Unidos, los que tendrían enormes repercusiones a nivel mundial.

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