pobreza panama

Por Olmedo Beluche

El 20 de octubre de 2008 el gobierno panameño presidido por Martín Torrijos y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) han anunciado con bombos y platillos a la faz  el supuesto éxito de la política económica oficial que, entre 2001 y 2007, ha logrado bajar la pobreza en Panamá. Declaración que le viene como anillo al dedo del partido oficialista en medio de la campaña presidencial y a pocos meses de expirar el actual mandato.

De salida, una afirmación tan optimista choca contra el sentido común de la mayoría de los panameños quienes, lejos de sentirse cada vez más ricos y cercanos al “primer mundo”, como proclama el gobierno, se sienten cada vez más pobres y frustrados por: la inflación galopante, en especial de los alimentos,  la pérdida de poder adquisitivo que golpea más fuerte a los asalariados de ingresos medios, el desempleo abierto y el desempleo enmascarado por la llamada “informalidad”, la falta o deficiencia de servicios públicos, la violencia social creciente de manera exponencial y un largo etcétera de problemas que amargan la vida cotidiana.

La pregunta que uno se hace de inmediato es: ¿De dónde la CEPAL y el Gobierno sacan estos datos? ¿Qué metodología usaron para llegar a estas conclusiones que van a contramano de lo evidente? Ah! La metodología. “Esa es la cuestión”, como diría Hamlet. Sigo con Hamlet: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, perdón, en este informe.

El objetivo politiquero del informe de CEPAL (Panamá: Pobreza y distribución del ingreso en el período 2001-2007, en www.mef.gob.pa), y el respaldo que brinda a un modelo económico ampliamente cuestionado por la ciudadanía, queda evidenciado en el anuncio pagado que apareció en los diarios al día siguiente, donde leemos: “En los últimos años Panamá ha experimentado un notable progreso económico, que ha generado condiciones propicias para atraer inversiones, expandir la producción y aumentar los recursos destinados a atender las necesidades sociales...” (La Prensa, martes 21/10/08, pág. 3A).

Según el informe de CEPAL, celebrado con júbilo por el gobierno, entre 2001 y 2007, la pobreza cayó desde 36.7% al 28.6%, es decir se redujo en un 8.1%; mientras que la pobreza extrema o indigencia bajó desde el 19.2% al 11.7%, una significativa caída del 7.5%.

Antes de ver por qué a nuestro juicio estos datos están mal, debemos hacer una aclaración metodológica para que se entienda todo el contexto. CEPAL utiliza el llamado “método de línea de pobreza”, de la siguiente manera (Ver Anexo Metodológico, del informe):

1. Se calcula primero cuánto cuesta la canasta básica de alimentos (CBA) y se establece que las familias que ganan (o tienen ingresos)  de ese monto para abajo son indigentes o extremadamente pobres, porque no les alcanza para pagarse la comida. Esa cifra es la “línea de pobreza extrema”, indigencia o pobreza absoluta como le llaman otros.

2. En segundo lugar, se multiplica el costo de la CBA por dos (2) para obtener el costo de la Canasta General que incluiría no sólo alimentos, sino otras necesidades básicas (como vestido, transporte, vivienda, salud, educación, etc.). Esta cifra da la “línea de pobreza”, o pobreza general o relativa. Es decir, todo el que gana menos de la Canasta General es pobre porque no puede costearse todas las necesidades.

¿Dónde está el problema? Que según el informe: “En 2007 la línea de indigencia mensual por persona fue de 47,5 balboas en la zonas urbanas y de 36,8 balboas en la zonas rurales. En tanto que los umbrales de pobreza (general) se fijaron en 95 y 64,4 balboas, respectivamente”.

Traduzcamos esto al lenguaje directo del panameño común (se ruega al lector tomar lápiz, papel y calculadora para que verifique, porque sin verificación no hay ciencia sino sólo metafísica). Según CEPAL un habitante de cualquier ciudad de Panamá le bastaba en 2007 con tener ingresos por B/. 47.50 mensuales para no ser indigente, o sea que con gastar B/. 1.58 diario ya estaba resuelto. Si multiplicamos esa cifra por el promedio de 4 personas por familia tenemos que si la familia ganaba B/.190.00 mensualmente ya salía de la pobreza extrema!!!

Pero resulta que si sólo comes una vez al día, el tradicional sopón con arroz, la cuenta no te baja de 1.25 por servida en la fonda más barata, que multiplicado por 30 días la cuenta ya va por 37.50, y si incluyes a los cuatro de la familia (entre los pobres son más) ya hablamos de 150 mensuales. Y todavía no hemos incluido ni desayunos, ni cenas, ni picaditas. La recomendación que se infiere de la CEPAL es “saltar garrocha” un par de días al mes para dejar de ser indigente.

Según la CEPAL, si ese panameño/a tiene la dicha de ser interiorano o vivir en una comarca, necesita todavía menos plata para vivir, pues 36.8 balboas mensuales por persona, significa que sólo necesitas B/. 1.23  por día. Y esa dichosa familia interiorana le basta, según el gobierno y la CEPAL, con recibir ingresos mensuales por B/. 147.20, incluidos los B/. 50.00 del PRODEC, para comer opíparamente y volver a votar con ellos el próximo 3 de mayo.

Con el mismo criterio, extrapolamos y tenemos que para salir de la pobreza general o “relativa” (el posmodernismo puso de moda el relativismo), pagando comida, techo, transporte, salud, es decir la Canasta General, le alcanza con B/. 380.00 mensuales a la feliz familia urbana panameña y a la interiorana le basta y sobra con B/. 257.60, siempre según la CEPAL.

Pero si los analistas de CEPAL y el MEF salieran de las oficinas con aire refrigerado, se darían cuenta que una hipoteca en una barriada obrera bien lejos del centro anda por los  B/. 100.00, calculando por lo bajito. Y el transporte diario mínimo te sale entre 50 centavos y un dólar, así que sume usted casi 30 balboas más. Y aún no hemos pagado la cuentita de la luz, del agua y el gas. Sume la comida y verá que ya entramos a los números rojos.

Pero el gran problema metodológico de este informe de CEPAL es que el costo real de la Canasta Básica de Alimentos (CBA) era a, diciembre de 2007, de B/. 237.55.. O sea, una disparidad de 47.55 respecto a los B/. 190.00 señalados por CEPAL en el área urbana, y una disparidad de de 90.35 (!!!) respecto a los B/. 147.20 estimado por ellos para el área rural.

Ese en este momento (octubre/2008), es todavía mayor ya que la CBA subió a B/. 263.00 (La Prensa, 25/10/08, pág. 26A), según las dudosas estimaciones del propio MEF. Es decir, hay un desfase de 73 balboas entre la CBA y el monto de 190 que según CEPAL basta para poner la paila en la ciudad, y un desfase de B/. 115.80 en el área rural!!!

A partir de ese desfase, todo lo afirmado por CEPAL y el gobierno está mal. Y está tan mal que el propio anexo del informe se ve obligado a explicar por qué sus números de pobreza son inferiores a lo calculado por el Ministerio de Economía y Finanzas, en su Encuesta de Niveles de Vida, asesorada con la ya cuestionada metodología del Banco Mundial.

“A confesión de parte, relevo de pruebas”, dicen los abogados: “En 2007, por ejemplo, la línea de indigencia del MEF fue 2,3 balboas más alta que la línea urbana de la CEPAL, mientras que para el área rural esta diferencia se amplió a 13,1 balboas” (Págs. 105-106).

Y aunque ambas mediciones dan cuenta de una disminución, para el MEF el porcentaje de pobres extremos en 2007 es de 16.2% contra 11.7 calculado por CEPAL; mientras que para el MEF la pobreza general afecta al 32.1% de los panameños/as y para la CEPAL al 28.6%.

¿A quién le creemos, al MEF o a la CEPAL? A nuestro juicio ambas mediciones son defectuosas porque estiman por debajo los requerimientos reales de ingreso para poder vivir decentemente en este país.  Ambas mediciones sólo consideran pobres a familias y personas que se encuentran en condiciones bastante difíciles y consideran “no pobres” a un importante segmento de la población que supuestamente tiene ingresos medios y altos, pero que en la vida real, producto de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y del alto endeudamiento familiar (hipotecas, tarjetas de crédito) pasan páramo real para llegar al fin de la quincena.

Estos organismos internacionales prefieren esta metodología porque, por un lado, no evidencia la explotación de clase que los bancos y la gran industria someten a la masa del pueblo panameño, sin que salga a la luz los grandes defectos estructurales del sistema; por otro, porque esto permite a los gobiernos “focalizar” sus políticas sociales con sistemas como el PRODEC que parece ayudar a los más “achurrados”.

Pero la pregunta es: ¿Una familia indígena que recibe la “limosna” gubernamental de B/. 50.00, ya salió de la pobreza? Simplemente NO, porque no se ha roto círculo que la mantiene en la marginación. Círculo del que sólo se puede salir con empleos estables y salarios dignos, y ambos han sido las víctimas centrales de 20 años de políticas neoliberales que ahora se han demostrado como un fracaso.

Sin duda el crecimiento económico alto de los últimos años se traduce en una mayor creación de empleos, de aumento promedio de los ingresos y de dinero circulando. No  lo vamos a negar. Pero el informe de CEPAL sirve para defender un modelo económico que esconde grandes disparidades sociales. Como todo el mundo sabe, que haya un alza de los salarios promedio no quiere decir que se repartan equitativamente, pues basta que una minoría gane muchísimo más para que el promedio estadístico aumente sin que en la realidad haya aumentado el salario de la mayoría.

Y, aunque subieran los salarios (como el mínimo y el de algunos sectores que tienen Convenciones Colectivas o Leyes Especiales) debe tomarse en cuenta que la alta inflación (10% en lo que va del año y 6% en los tres años anteriores) implica que todos los salarios perdieron entre un 25 y 30 % de su poder adquisitivo. O sea, somos más pobres, aunque nominalmente ganemos más!

Por otro lado, la falacia del panorama pintado por el gobierno y la CEPAL queda evidenciada cuando otra institución internacional, Organización Internacional del Trabajo (OIT), acaba de señalar que el empleo informal creció de 36.8% en en 2004 a 44% en 2008!!!

La mitad de la fuerza laboral, si sumamos el desempleo abierto (el empleo informal es desempleo encubierto) carece de un empleo estable y, lo más probable, carece de sistema de seguro de salud y mucho menos abona a la jubilación.

Finalmente, el gobierno insiste en tapar el sol con el dedo meñique, pintando como un paraíso lleno de rascacielos el país que nos han construido, ignorando la tormenta que se ha empezado a formar allá afuera con la recesión mundial y la profunda crisis financiera.

¿Qué va a pasar en unos meses cuando no vengan los gringos jubilados que supuestamente iban a comprar los apartamentos de Punta Pacífica y Costa del Este? ¿Qué va a pasar cuando disminuya el tránsito de contenedores y barcos por el canal, con los que se iba a financiar la ampliación, cuando esté en su apogeo la recesión? ¿Qué va a pasar con los productores nacionales cuando sus exportaciones a  EEUU disminuyan significativamente?

El Partido Alternativa Popular (PAP) condena severamente la posición parcializada e injusta adoptada por el gobierno panameño, a través del propio presidente Ricardo Martinelli, su canciller y su embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), frente al conflicto limítrofe surgido entre Costa Rica y Nicaragua.

En vez de una exhortación  a que ambos países encuentren una salida negociada y pacífica al conflicto, como pueblos hermanos que son, el presidente Martinelli ha emitido declaraciones parcializadas, guerreristas y ofensivas contra el pueblo y el gobierno de Nicaragua, lo que le ha ganado una respuesta directa del presidente Daniel Ortega.

Condenamos la actitud del gobierno panameño ante dicho conflicto porque obedece a oscuros propósitos que nada tienen que ver con los intereses del pueblo panameño, ni del derecho internacional. Martinelli y su gobierno pretenden convertirse en punta de lanza de la extrema derecha internacional rompiendo con la más inteligente política de neutralidad y resolución pacífica de conflictos que han practicado anteriores gobiernos panameños, en razón de que nuestro país se ha comprometido con un canal neutral y abierto a todas las naciones.

La actitud ridícula de Martinelli como vocero de los intereses de la extrema derecha política del continente, ya se había expresado en su respaldo a Israel contra el pueblo palestino en torno al tema de la ciudad de Jerusalén; y en la intromisión en el conflicto colombiano del cual habíamos logrado mantenernos al margen hasta hace poco y que nos lleva peligrosamente a hacernos partícipes de una guerra que no es panameña.

Tampoco son admisibles argumentos falaces y egoístas de que Nicaragua pretende construir un canal que haga competencia al Canal de Panamá. El derecho internacional, desde el siglo XIX, reconoce la soberanía nicaragüense sobre el río San Juan, lo que lleva implícito su derecho a dragar el cauce y hacerlo navegable. Ese derecho es incuestionable y debe ser reconocido por el gobierno panameño. El diferendo entre Costa Rica y Nicaragua es sobre la ubicación específica de un islote en disputa.

Desde Panamá, el Partido Alternativa Popular, condenando y lamentando la posición absurda de nuestro gobierno, instamos a los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua buscar a como hermanos la mejor salida a este conflicto, apelando a la unidad centroamericana de que esta cargada la historia de la región, como cuando juntos expulsaron a los filibusteros norteamericanos.

PARTIDO ALTERNATIVA POPULAR (PAP) de PANAMÁ

panama

Por Olmedo Beluche

Es sorprendente que en Panamá, la mayor parte de lo que podría llamarse “izquierda” repite los mitos históricos creados por la burguesía para justificar la “venta del Istmo” (palabras de Belisario Porras) ocurrida el 3 de Noviembre de 1903: llamar “independencia” a la separación de Colombia por las tropas norteamericanas; la instalación de un gobierno títere integrado por los agentes de la Panama Railroad Company, proclamando una “nueva república” que no era más que un “protectorado” (es decir colonia); la creación de la Zona del Canal en la cual Estados Unidos mandaba “como si fueran soberanos”, por efecto del Tratado Hay – Bunau Varilla firmado 15 días después.

Los hechos son tan abrumadores que basta calentar los sesos un poco para darse uno cuenta de las mil mentiras de que está plagada la leyenda dorada que repiten los medios de comunicación y los programas de estudio de nuestras escuelas.  De la misma manera que la “izquierda” panameña carece de un proyecto político propio, incluso de un proyecto de país propio, carece de una interpretación propia de la historia nacional.

Los mismos prejuicios que llevan a muchos “izquierdistas” del patio a repetir los inveterados prejuicios conservadores sobre el matrimonio homosexual, o la despenalización del aborto, o la cuota electoral femenina, parecen operar en la mente de quienes repiten como papagayos los mitos históricos de la burguesía antinacional. ¿Habrá en ello cierto determinismo geográfico o climático que amodorra las conciencias? Porque la verdad está a la vista y sólo hay que leer un poquito.

Parte de tanta confusión se debe a la obra de los reformistas de izquierda (Ricaurte Soler o Diógenes de la Rosa o los teóricos del Partido Comunista) quienes creían que la lucha contra la presencia imperialista en Panamá debía ser fruto de un gran frente policlasista, en que los sectores populares y obreros marchaban de la mano de una inexistente “burguesía progresista o nacional”. Había que disfrazar de “patriotas” a los comerciantes que nos vendieron por unas monedas. Era la interpretación criolla de la teoría stalinista de la “revolución por etapas”.

La evidencia documental salta por todos lados: desde los escritos de la época, como de Porras y Pérez y Soto, hasta trabajos recientes como el de Ovidio Díaz, pasando por historiadores profesionales. Pero, por sobre todos los demás, destaca el panameño Oscar Terán, quien en 1934-35, publicó su libro “Del Tratado Herrán-Hay al Tratado-Bunau Varilla, historia crítica del atraco yanqui mal llamado en Colombia “La pérdida de Panamá” y en Panamá “nuestra independencia de Colombia””. Allí está todo, con abrumadoras y fehacientes evidencias fácticas. De modo que la ignorancia en esta materia es inexcusable.

Los especuladores de Wall Street y el Canal de Panamá

Oscar Terán dedica todo el primer tomo de esta obra, más de 400 páginas a probar con documentos lo que se insiste en negar: los actores centrales de los hechos de 1903 son un grupo de especuladores norteamericanos y franceses con fuertes intereses en la Compañía Universal del Canal de Panamá, luego Compañía Nueva del Canal, con estrechos vínculos con la Compañía del Ferrocarril de Panamá.

Evidencia recopilada por el abogado Oscar Terán de manera directa, ya que vivió los acontecimientos como político del Partido Conservador y miembro de la Cámara de Representantes de Colombia. Además de documentos extraídos del compendio denominado The Story of Panama, compilado en Washington a partir de diversos procesos judiciales que involucraron a Teodoro Roosevelt y al periodista Pulitzer, e incluso una serie de audiencias del Senado contra el ex presidente del Gran Garrote.

Los jueces del imperio registraron interrogatorios tanto a funcionarios y especuladores norteamericanos, como a los supuestos “próceres” panameños, que constituyen reales confesiones de los hechos.

Tratando de resumir en pocas líneas el asunto, la llamada “Compañía Francesa del Canal” (en sus dos momentos, “universal” y “nueva”) estuvo hermanada con la Compañía del Ferrocarril, de capital norteamericano. Un convenio de 1867, en su artículo 6, entre el gobierno colombiano y la Panama Railroad Co., le había otorgado a ésta el monopolio del tránsito entre ambos mares, lo que incluía la posibilidad de un canal. Para compensar este “derecho”, en 1881, la Compañía Universal del Canal, dirigida por Fernando de Lesseps, compró 68,887 acciones de la compañía del ferrocarril por 20 millones de dólares de la época, pese a lo cual la empresa siguió controlada por gerentes norteamericanos.

Parte del fracaso de la empresa francesa, que cerró operaciones en diciembre de 1888, se debió a sobreprecios especulativos que cobraron suplidoras y subcontratistas, y desvíos de dineros de los propios gerentes de la obra. Luego del escándalo en Francia, y el juicio contra sus administradores, se creó en 1894 la Compañía Nueva del Canal, que debía juntar el capital para terminar la obra, para lo cual obtuvo una prórroga que finalizaba en octubre de 1904.

Pero en realidad la Compañía Nueva actuó con dolo, pues nunca pretendió terminar la obra sino revenderla al gobierno de los Estados Unidos. Es más, la mayor parte del capital constitutivo no eran más que papeles y cuentas por cobrar de los mismos especuladores franceses (accionistas carcelarios o del Panóptico) que habían llevado a la quiebra la empresa original (Compañía Universal). Los únicos que pusieron capital real fueron pequeños ahorristas franceses que, al igual que en la primera empresa, serían estafados junto al estado colombiano (que poseía 5 millones de dólares de las acciones y que tenía derecho de cobrar la garantía si la obra no se terminaba, depositada en un banco londinense).

Para vender sus “derechos” la Compañía Nueva contrató (1894) al influyente abogado neoyorkino William Nelson Cromwell, representante de importantes sectores financieros de Wall Street, accionista y abogado de la Panama Railroad Co. y por ello también miembro de la Junta Directiva y abogado de la compañía francesa del canal.

Cromwell es el cerebro detrás de todos los hechos: convencer a las autoridades yanquis (Ejecutivo y Senado) de optar por el canal panameño, desechando la ruta de Nicaragua (preferida hasta ese momento), manipular y sobornar al gobierno y los negociadores colombianos de firmar un tratado que cediera la soberanía del canal a Estados Unidos (el Tratado Herrán- Hay) y, cuando este tratado fue rechazado por la opinión pública en Colombia y Panamá, montar la secesión del Istmo a partir de sus subalternos en la Compañía del Ferrocarril (entre ellos los “próceres” José A. Arango y Manuel Amador Guerrero).

Parte del asunto fue el “Plan de Americanización del Canal”, por el cual un grupo de especuladores norteamericanos, dirigidos por Cromwell, crearon una sociedad anónima en New Jersey, en 1899, denominada Panama Canal Company of America, modificada meses después por la Internacional Canal Co.,  que con un capital efectivo de 5 millones de dólares compró a través de un banco francés gran parte de las acciones de la Compañía Nueva que estaban en manos de pequeños tenedores que las vendieron a precios ínfimos por creer su inversión perdida.

Parte de los inversionistas norteamericanos eran poderosos empresarios, como el banquero Edwards Simmons,  para quien trabajaba Cromwell, pero también participaron personas como Douglas Robinson, cuñado de Teodoro Roosevelt, y Charles P. Taft, hermano del secretario de guerra William Taft y futuro presidente de Estados Unidos, lo cual dio al asunto un tufillo de corrupción, que es lo que denunció el periodista Pulitzer en su diario The World.

El negocio fue redondo pues estos especuladores yanquis, junto a algunos socios franceses (como Bunau Varilla) tuvieron su parte de los 40 millones de dólares pagados por el gobierno de Roosevelt por los derechos de la Compañía Nueva del Canal.

Para entender fácilmente las intríngulis del negociado recomendamos el Capítulo 11 (¿Quén obtuvo el dinero?) del libro de Ovidio Díaz Espino El país creado por Wall Street. Historia no contada de Panamá, de Editorial Planeta,  de fácil adquisición en muchas librerías del país.

William N. Cromwell fue el principal beneficiario de todo el negociado: como accionista del canal francés, como accionista de la compañía del ferrocarril y, para colmo, como cónsul y agente fiscal de Panamá en Nueva York por muchos años después de la separación, lo que le permitió manejar a su antojo parte de los diez millones pagados a la república ideada por él y que se quedaron en Estados Unidos bajo el eufemismo de “Fondo de la Posteridad”.

La confesión de Cromwell

Pero además Cromwell cobró 800 mil dólares a los franceses por sus servicios abogadiles, los cuales lo consideraron demasiado, forzando un juicio en el que éste tuvo que argumentar el alto precio de su factura. Terán reproduce el argumento (confesión) de Cromwell (Págs. 31 y 32):

“… en más de treinta años de activa y dilatada carrera profesional, la firma de “Sullivan y Cromwell” se había creado íntimas relaciones, susceptibles de ser aprovechadas ventajosamente, con hombre colocados en posiciones de poder e influencia en todos círculos y en todas partes de los Estados Unidos; y que no solo se hallaban los socios de la firma en pie de estrechas e íntimas relaciones… sino que habían llegado a conocer y a poder sobornar por la influencia a un número considerable de hombres  públicos figurantes en la política, en los círculos financieros y en la prensa. Y todos estos prestigios y relaciones fueron de utilidad grande y a veces decisiva y un enorme auxiliar en el descargo de sus deberes profesionales para con el asunto de Panamá… Ni sería posible ni quizás conveniente detallar y enumerar los modos y maneras innumerables con que fueron aprovechados en dicho asunto nuestra posición influyente y nuestro poder… la que contribuyó substancialmente al resultado obtenido y la que nos permitió, durante los críticos trances que atravesó este gran negociado, apartar lo que en varias ocasiones pareció el golpe de gracia de la empresa de Panamá, y cambiar en victorias decisivas los casos más desesperados”.

A confesión de parte… relevo de pruebas.

Los hombres de Cromwell en Panamá

Más adelante (Pág. 340) continúa Cromwell:

Siendo como era yo abogado general de la Compañía del Ferrocarril lo mismo que de la del Canal, había mantenido durante diez años estrechas relaciones profesionales  con personas de influencia en el Istmo. Aprovechéme de su interés y celo, para suscitar o sacar de la nada (to crate) la actividad de esas personas en apoyo del Tratado, la que se fue manifestando por  peticiones a Bogotá y por otros medios a su alcance. Yo tenía a esos señores constantemente informados del estado de las cosas y ellos, por su parte, me tenían perfectamente enterado de la situación en el Istmo; yo me mantenía en la más cerrada intimidad con ellos y ellos a su vez contaban conmigo y se fiaban a mi dirección” (Tomado de The Story of Panama, pág. 281).

¿Quiénes eran esos? Todos empleados de confianza de la Compañía del Ferrocarril, actores centrales de los hechos del 3 de noviembre de 1903: J.R. Shaler, superintendente general; H. G. Prescott, superintendente auxiliar; J. R. Beers, agente de fletes del puerto de La Boca; José Agustín Arango, abogado residente; Manuel Amador Guerrero, médico a sueldo del ferrocarril;  Pablo Arosemena, abogado consultor;  Juan A. Henríquez, abogado en Colón, aunque estos dos últimos, tal vez por liberales, sólo fueron sumados el propio día 3 de Noviembre, como consta más adelante.

¿Por qué se separó a Panamá de Colombia?

Simple. Para que el negociado se concretara, es decir, la venta de las acciones del canal francés al gobierno de los Estados Unidos, Colombia debía refrendar un tratado aceptando. Oscar Terán prueba enjundiosamente cómo Cromwell movió todos los hilos, cómo manipuló a los negociadores colombianos, a sus cónsules y embajadores en Norteamérica, cómo redactó y les hizo firmar los primeros Memorandos que acabaron con la firma del Tratado Herrán-Hay, en enero de 1903, también de su autoría.

El problema es que el tratado violaba tanto la Constitución política de Colombia, que señalaba que un gobierno extranjero no podía poseer propiedades inmobiliarias en su territorio, como el propio Convenio Salgar-Wyse (1878) que impedía a la Compañía Francesa traspasar el Canal a un gobierno extranjero.

Desde el principio estuvo claro (1894) que Estados Unidos exigía un canal completamente controlado por su gobierno, y la propia letra del tratado creaba lo que era la llamada Zona del Canal, bajo jurisdicción norteamericana. Por ello, mal puede ningún historiador panameño argüir  que los “próceres” fueron sorprendidos por los resultados del Tratado Hay-Bunau Varilla, que sustituyó al Herrán Hay luego de la separación (18 de Noviembre de 1903).

Este aspecto, el de la soberanía, fue el que generó la principal repulsa de los colombianos y panameños honestos hacia el tratado, incluyendo algunos que meses después se cambiaron de bando. Aunque el gobierno colombiano, encabezado por Marroquín y su gabinete estaba dispuesto a ceder este aspecto.

Hubo otro aspecto lesivo, también repudiado por la opinión pública acá, y que congeló el tratado por parte de las autoridades colombianas: el dinero. El Tratado Herrán Hay propuso pagar: 40 millones de dólares a los accionistas de la Compañía Nueva, 10 millones de adelanto al estado colombiano y 250 mil de anualidad.

La anualidad se consideró una burla, pues ya la compañía del ferrocarril pagaba esa cifra en impuestos anuales (se habían pedio 600 mil) y los diez millones se consideraron pocos (se pidieron 25 millones).

Cuando el gobierno norteamericano se negó a dar ni un centavo más a Colombia, el gobierno de Bogotá trató de obtener una compensación de la Compañía Nueva del Canal, exigiendo el pago de 15 millones de dólares de su parte, por las obligaciones incumplidas y por las acciones compradas por el estado colombiano. Y ahí ardió Troya.

Cromwell y sus socios no pretendían ceder ningún pedazo de sus 40 millones al gobierno colombiano. Entonces, y sólo entonces, empezó a operar el “Plan B” (en una fecha no precisa entre marzo y mayo de 1903), separar a Panamá de Colombia, nombrar un gobierno títere que ratificara el tratado como lo querían el gobierno de EE UU y los accionistas de la Compañía Nueva.

El pueblo panameño, convidado de piedra de la separación

Los más inteligentes defensores de los hechos del 3 de Noviembre, no tratan de negar la existencia de Cromwell y sus intereses, sería tapar el Sol con la uña, sino que lo matizan diciendo que los panameños nos queríamos independizar de Colombia y que, ante los hechos consumados, los gringos se aprovecharon. Esta otra falacia, llamada “versión ecléctica” por el historiador Carlos Gasteazoro, es fehacientemente desmentida por Oscar Terán.

El segundo tomo de la obra Terán se prueba cómo los supuestos próceres tenían comunicaciones directas con Cromwell, inclusive se desmiente (usando sus propias cartas y documentos) cómo Amador Guerrero sí fue atendido por Cromwell en Nueva York, en septiembre de 1903, luego que el tratado fuera rechazado por el Senado colombiano el 12 de agosto.

Pero la parte más ilustrativa la dan los propios próceres en sus declaraciones juradas ante un juez norteamericano en Panamá, con motivo del juicio de Roosevelt contra Pulitzer por calumnia.  Tomás Arias admite (Págs. 52-53):

P.- ¿Fue conocido de la población en general el movimiento revolucionario antes del 3 de Noviembre?

R.- ¿Quiere Ud. decir, en todo el Istmo o en la ciudad de Panamá?

P. - En todo el Istmo.

R.-  No.

P. - ¿Pero sí lo sería en la ciudad de Panamá antes del 3 de Noviembre?

R.-  Tampoco; de toda la ciudad, tampoco. No podíamos hacerlo conocer de todos. Sólo unos pocos tuvieron ese conocimiento.

P.- ¿Sólo unos pocos?

R. – Sí

P.- ¿Y esos pocos el día 3 de Noviembre?

R.- No, unos días antes enteramos a algunos más. Al principio sólo éramos siete u ocho y después entraron algunos más, pues nos interesaba hacer ver que el movimiento era popular.

P.- ¿Y encontró Ud. entre los panameños a quienes habló sobre el caso, alguno que no entrara voluntariamente en él?

R.- Nunca hablamos a ninguno que sospecháramos fuera leal a Colombia. Por supuesto, nosotros conocíamos las opiniones de las gentes y nunca nos acercamos a los que podían constituir un obstáculo contra el plan.

P.- Así, pues, el movimiento, por parte de la población de la ciudad de Panamá, fue espontáneo?

R.- ¿Espontáneo? No.”

Como bien confiesa Tomás Arias, la conspiración separatista se redujo en Panamá a un puñado de personas allegadas a la Compañía del Ferrocarril, sus familiares cercanos, a algunos potentados como los hermanos Ricardo y Tomás Arias, y Federico Boyd, y el dueño de La Estrella de Panamá (Star and Herald) José Gabriel Duque (de nacionalidad norteamericana). Los demás eran funcionarios de la compañía o miembros de ejército norteamericano.

Los liberales, que la historia oficial pretende poner como actores plebeyos de la “gesta”, en realidad fueron los mayores oponentes al tratado hasta el último momento. Por supuesto, los más radicales habían sido obligados a callar: Victoriano Lorenzo, convenientemente fusilado el 15 de mayo de 1903, cuando empezó a operar el plan de la separación; Belisario Porras exiliado en Nicaragua; la imprenta de su periódico El Lápiz, destruida meses antes.

Los liberales que acercaron al movimiento fueron los más moderados y venales, con vínculos profesionales con los conspiradores y, aun así, fueron informados la propia mañana del 3 de Noviembre (ver páginas 20- 203 del libro de Terán, tomo II).

José A. Arango admite:

A don Carlos A. Mendoza y don Juan Antonio Henríquez con quines conferencié en nombre de la Junta Patriótica, les dí el encargo de preparar el acta de independencia y todo otro documento necesario para regularizar el procedimiento que en breve (ese mismo día) pondríamos en ejecución, lo cual debían hacer en asocio del doctor Eusebio A.. Morales, a quien ligeramente había tratado yo sobre el particular, dejando a su muy amigo don Federico Boyd que le explicara en sus detalles nuestro propósito… Don Eduardo Icaza, también conjurado, quedó encargado de entenderse con el General Domingo Díaz, vecino suyo…”.

Esto es corroborado por el propio Carlos A. Mendoza y por Pablo Arosemena. Este último dice: “Tuve conocimiento de la labor política que tenía por objeto alcanzar la independencia del Istmo de Panamá -…- en la mañana del 3 de Noviembre…”.

El supuesto “pueblo” que se presenta a la Plaza de Francia, donde estaba ubicado el cuartel del ejército, en la tarde del 3 de Noviembre, eran los bomberos convocados convenientemente por su jefe, José Gabriel Duque. Nada fue “espontáneo”,  como dijera Tomás Arias.

No hubo en los sucesos ninguna sublevación popular. Ni balas. Se dispararon billetes de dólar con que se mataron muchas conciencias. Los sobornados no sólo fueron “panameños” (varios de los próceres son oriundos de otras partes de Colombia), sino los propios gobernantes en Bogotá, el primer entre ellos Marroquín y el general Reyes.

Los actores armados que hicieron frente a las tropas colombianas llegadas esa madrugada al puerto de Cristóbal, en Colón, fueron las tropas norteamericanas del acorazado Dixie, fondeado ahí, a las que se sumó la llegada del Nashville la tarde del 5 de Noviembre, consolidando la “independencia”. Hasta diez acorazados y miles de soldados yanquis invadieron Panamá en los días subsiguientes.

Roosevelt reconoció la “nueva república”, hija suya y de sus “amoríos” con Cromwell, el 6 de Noviembre, cuando más de la mitad de la población del Istmo ni siquiera se había enterado de lo que pasaba, como señala Oscar Terán, y cuando en Bogotá ni se sabía nada, gracias a que las tropas del Norte habían corta el cable del telégrafo.

Para otros detalles remitimos a nuestros trabajos: La verdadera historia de la separación de 1903La separación de Panamá de Colombia, una historia desconocida, un debate inconcluso (Ediotorial Portobelo, 2010). (ARTICSA, 2004) y

 

juan-jovane

Por Olmedo Beluche

 

El diario El Panamá América publica el martes 19 de octubre de 2010, el suplemento de su encuesta de opinión realizado por la empresa IPSOS. Esta encuesta fue realizada cara a cara del 2 al 5 de octubre del presente, entre 1,200 adultos a nivel nacional, excluyendo las comarcas, con un margen de error de menos más del 2.8.

La encuesta de IPSOS pregunta entre una lista de figuras opositoras al actual gobierno cuáles prefieren que jueguen un mayor rol a futuro, obteniéndose el siguiente resultado: Juan C. Navarro 21% (bajó de 25% en julio); Laurentino Cortizo 20% (bajó de 27%), Juan Jované 16% (al igual que en julio); Balbina Herrera 12% (bajó de 18%); Milton Henríquez 10% (igual que en julio), siguen otras figuras del PRD con simpatías inferiores al 10%.

Preguntados los encuestados respecto a si las elecciones fueran hoy votaría por: un candidato oficialista 30%, un candidato independiente (este concepto puede ser interpretado en dos sentidos, de libre postulación o un partido nuevo) 28%; un candidato de un partido opositor (PRD o PP) 23%; no votaría 12%; no responde 7%.

Para comparar estos resultados tenemos la encuesta de La Prensa-UNIMER , aparecida el lunes 18 de octubre de 2010, con una muestra y margen de error semejante, respecto a posibles candidatos presidenciales en 2014, en la que contrario a IPSOS se mezclan figuras oficialistas y de oposición, los resultados son:

Juan C. Varela 18.6%; Juan C. Navarro 14.4%; Balbina Herrera 14.1%; Laurentino Cortizo 8.6%, y luego de otras figuras tradicionales aparece el dirigente sindical Genaro López con una intención de voto del 1.2%. Bajo la categoría genérica de “otros” se registra el 3.2%. Se ignora si la encuesta de UNIMER incluyó el nombre del profesor Juan Jované.

Por otra parte, la encuesta de la empresa Dichter & Neira para el diario La Estrella , aparecida en la primera semana de octubre, en su edición impresa no incluyó el cuestionario sobre posibles “presidenciables”, ni intención de voto hacia 2014.

Un dato a tomar en cuenta es la percepción sobre la gestión del presidente Ricardo Martinelli en la que se aprecia un gran contraste entre UNIMER-La Prensa que le otroga una evaluación positiva de 69.4%, contra una negativa del 29.4%; la de Dichter & Neira – La Estrella que lo ubica en 69% positiva contra 27.55 negativa; mientras que IPSOS El Panamá América sólo le otorga a Martinelli una percepción positiva del 47% contra 18% negativa, con la salvedad que esta encuesta incluye la categoría “regular” que le da el 38%.

Tómese en consideración que, pese a los altos índices de aceptación de la gestión del presidente, la encuesta de Dichter & Neira, que le otorga el 69% de aceptación, cambia cuando pregunta a los encuestados si consideran que el presidente ha cumplido sus promesas de campaña electoral: 53.9% opina que no ha cumplido, contra un 38.0% que opina que sí ha cumplido y un 8.1 % que no responde.

panamax

Por Rubén Darío Souza Batista

Coordinador General Presidium del Partido del Pueblo

En los últimos días, de manera confusa y desorientadora, se realizaron las maniobras militares anuales Panamax de defensa del Canal en su versión 2010. Este anuncio se he hecho por distintos conductos del Gobierno actual y  por el Comando Sur. Pese a su diversidad en la forma de su información, su fondo es que este ejercicio se ha realizado ante la hipótesis de que el Canal esta frente a la amenaza de  fuerzas campesinas e indígenas desestabilizadoras.

En realidad, el propósito de esta operación que toma como pretexto la defensa del Canal, es un ejercicio descarado y cínico de contra-insurgencia al estilo del anti-popular Plan Colombia.

Las operaciones de defensa del Canal tienen su fundamento en el Tratado de Neutralidad del  Canal de Panamá que le concedió al Gobierno imperialista de Estados Unidos la facultad de ser cogarante con el Estado soberano de Panamá de la neutralidad y funcionamiento permanente del Canal.

Esta   cláusula   que   en   su   aparición, oficialmente, por ambos gobiernos, se negó su carácter intervencionista, en el devenir del tiempo, el hegemonismo yanqui y la obsecuencia de los políticos lacayos de Panamá, la ha ido convirtiendo en un principio de contra-insurgencia, en un país, que como el panameño ha sido desestabilizado por el bipartidismo derechista y centro derechista de  20 años, que ha puesto al pueblo ha enfrentarlo y forzarlo a ir a la desobediencia. En la actualidad este cisma entre Gobierno y pueblo  por el extremo derechismo del Gobierno de Cambio Democrático ha llegado a su clímax, pasando las masas populares de la paciencia  política y de la mansedumbre neutralizante, a la rebeldía y a las acciones reactivas con conatos de acciones políticas explosivas.

La cláusula del Tratado de Neutralidad sobre la garantía conjunta, la han hecho evolucionar inyectándole la Iniciativa Mérida, la doctrina troglodita de Bush sobre el antinarcotráfico y el  antiterrorismo, la nueva visón del Departamento de Estado norteamericano de diplomacia y garrote y la experiencia contra- revolucionaria y guerrerista del Plan Colombia.

El actual contenido del ejercicio militar Panamax consiste en poner la defensa del Canal en manos de una coalición de países contra-revolucionarios de América Latina como Honduras ocupada por bases militares yanquis, Costa Rica, recién ocupada por fuerzas contra-insurgentes norteamericanas, Colombia ocupada en 7 bases militares colombianas, aunque temporalmente en suspenso, entre otras naciones del mismo bando.

La presencia colectiva en la defensa del Canal es una violación extrema del Tratado de Neutralidad en su forma, que solo establece la presencia yanqui, con lo cual desenmascara el verdadero carácter interventor que implica esa cláusula.

Es preocupante el enunciado contra insurgente del ejercicio militar Panamax 2010, teniendo como uno de los ingredientes el Convenio de Seguridad firmado con E.U. recientemente y que establece 11 bases para enfrentar el terrorismo y el narcotráfico, pero la  explosión popular de Bocas del Toro ha puesto al descubierto su verdadera función de represión anti-popular. Lo que se pone en claro es que la reacción norteamericana junto con la  reacción panameña y el apoyo de Gobiernos contra-revolucionarios de América Latina, han realizado con el silencio cómplice de los partidos de la llamada “oposición” (PRD-PP), el primer ejercicio contra-insurgente tomando como propósito la defensa del Canal,  pero  en  verdad  es  para  sofocar colectivamente  cualquier insurgencia del pueblo panameño en su empeño liberador de las injusticias sociales y de la dependencia neocolonial

Más artículos…

Hemeroteca

Archivo