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Por Otto Van Der Velde Q

V. Lenin solía advertir que una marcha recta hacia el Este concluye en el Oeste. Con estas palabras cuestionaba la actividad de los izquierdistas rusos y del llamado “comunismo de izquierda”, que sin tomar en cuenta el proceso de las ideologías, ni la táctica, ni el conjunto de las contradicciones, creían marchar en línea recta hacia el comunismo, cuando en realidad haciendo un círculo caían en el otro extremo. En nombre de una revolución “incontaminada” y de “principios marxistas” convertidos en dogmas, pasaban de un extremo a otro del problema, tendiendo el lecho de la contrarrevolución. En algunos casos quizás de buena fe, ciertamente pero de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, agregaba Lenin.

A propósito del nuevo acto de piratería internacional de la ONU y la OTAN dando cumplimiento a la orden imperialista de Estados Unidos, Francia, Italia, España y sus lacayos de la Liga Árabe con Amre Moussa a la cabeza, de la llamada Conferencia Islámica (OCI) y la Unión Europea, pocas cosas son tan exactas en la escena política del Medio Oriente, como ese señalamiento de Lenin, que, sin duda, cabe justo en el voto del Consejo de Seguridad de la ONU contra Libia, incluyendo la hipócrita abstención de los representantes de China y Rusia.

En nuestro Partido –PRT- hemos palpado el asunto, gracias a nuestra propia situación latinoamericana y a la trayectoria de los antiguos izquierdistas y radicales venezolanos sorprendidos por el asunto nacional. Este es el caso de los antiguos ex-izquierdistas de Bandera Roja, Causa R y el MÁS. Su brinco de la extrema izquierda a la extrema derecha despejó toda duda en torno a la exactitud de la crítica leninista. Los dos primeros pasaron de la retórica armada y el sensacionalismo sindical, de los años ochenta, a fuerzas de choque del sangriento push organizado por la ultraderecha entre el 2002 y el 2003. El MAS por su lado, trastocó el “socialismo a la vuelta de la esquina” de 1973 por el capitalismo a la venezolana impulsado por Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y su gente dentro del partido, objetivo que más tarde es prolongado por los grupos de Felipe Mujica e Ismael García en Podemos.

El punto es que el fracaso de la línea neoliberal de Milton Fiedman con todo y Fukuyama incluido,  arrastra consigo al social-reformismo europeo, liderado en los años noventa por idiotas del calibre de M. Gorbachov, Alexander Yavkolev, Eduar Sheverdnaze, al alcohólico Boris Yeltsin y otros héroes del revisionismo venezolano. A raíz de la caída espectacular el “libre mercado” el problema nacional retorna con la fuerza de un tsunami en todo el planeta. El gran colapso capitalista que estalla en el 2007, acelera los enfrentamientos de la burguesía y el proletariado mundial pero también actúa como coadyuvante de la “cuestión nacional”. Todos los nacionalismos, desde el nacionalismo burgués hasta las corrientes del nacionalismo popular, toman posiciones.

Esto pasa en Latinoamérica pero igualmente en el Norte de África. Los nacionalismos árabes que se resintieron notablemente con la caída del “bloque soviético”, declinaron, muchos de ellos, sus tendencias antiimperialistas iniciales, impregnadas de una ideología militarista y/o religiosa generada políticamente desde la  pequeña burguesía árabe. Con el derrumbe de la URSS, unos cuantos de dichos procesos pasan del panarabismo al conformismo siguiendo la política expansionista del imperialismo anglo-norteamericano y sus secuaces en Israel y la OTAN. (V. nuestro artículo La lucha en el Medio Oriente publicado en nuestra prensa El Proletario No 18; también en el periódico Epa Parroquia. No 28, febrero 2011 y  en ediciones de Aporrea del mismo mes)     Esa es, por ejemplo, la historia del defenestrado gobierno pro imperialista de H. Mubarak en Egipto, una especie de epílogo del famoso naserismo militar de los años sesenta. Como puede ser el ensayo de “Yemen del Norte” que culmina en la sangrienta monarquía de Abdulha Salin en Yemen y otros intentos “chucutos” del nacionalismo árabe. Pero así mismo es la historia de la corriente nacional burguesa de Muammar Gadafi en Libia.

Ahora bien, los acontecimientos actuales en éste último, tiene otras implicaciones en el debate interno de los revolucionarios sobre el problema nacional y el marxismo, implicaciones que algunos de nuestros izquierdistas –incluyendo la teoría de algunos círculos trotskistas y del “marxismo legal” pasan olímpicamente por alto o condenan tabula rasa, sin analizar el conjunto del problema e incluso sin medir las palabras del propio León Trotsky, cumpliéndose con ello la tradición de algunos “trotskistas” locales que hablan día y noche de Trotsky sin haberlo leído. Para nada recuerda ésta gente el señalamiento del marxista Bronstein: “para que la revolución sea inevitable las contradicciones de clase deben forzarse hasta el punto máxima tensión…” (V de L Trotsky. La Revolución China, Prólogo al libro de Harold Isaac “The tragedy of The chínese revolution.” Citado por la revista Marxismo hoy, mayo 2007)

No es un debate improvisado. El marxismo polemiza sobre éste asunto nacional y la lucha de clases desde los tiempos de Marx y Engels, a mediados del siglo XIX. A propósito entonces de los movimientos independentistas y autonómicos de Irlanda, Polonia y los asuntos eslavos. Luego toma impulso en la época de V. Lenin y la Internacional, extendiéndose a las experiencias de liberación nacional en la revolución China con las tesis de Mao Tse Tung en el PCCH sobre los problemas del frente anti- japonés y las tareas del proletariado.

En el siglo XX se convierte en centro del debate de las luchas antiimperialistas de los países oprimidos, dependientes y semi-coloniales del Asia, África y América Latina. Tuvo una atención especial del propio L. Trotsky durante su exilio mejicano. El asunto nacional, que algunas posiciones izquierdistas ignoran, desprecian o maltratan, es, pues, una antiguo e importante controversia en las filas del movimiento comunista internacional.

Ahora pasa a la agenda del Medio Oriente exacerbado por la salvaje invasión imperialista a Libia por la OTAN y el Consejo de Seguridad de la ONU.
A menos de una semana de la bárbara invasión las fuerzas interventoras se tiran dentelladas entre sí, vacilan y algunas amenazan con retirarse de la coalición imperialista (incluyendo a los pillos de la llamada Liga Árabe) ante Libio, dada la ebullición nacionalista en todo el Norte de África y el espinoso “principio” imperialista de ¿cuánto me toca del botín?

En el propio seno del partido “Demócrata” del infeliz Obama, un par de senadores y dirigentes definen  dicha invasión como simple rapiña petrolera. Se pelean naturalmente  en  cuanto al reparto, a quién arriesga más y muestran los colmillos por formalidades como ¿debe o no intervenir la OTAN? estando ya de hecho sus miembros metidos de lleno en la invasión. Divergen por las cuotas de petróleo y agua, pero automáticamente están acuerdo en lo siguiente: (1) Hacer de la ONU un foro decorativo (2) Transformar el Consejo de Seguridad  (incluyendo a rusos y chinos) en Estado Mayor de sus tropelías mundiales (3) Oficializar a la OTAN como la nueva policía internacional para resguardo de los intereses imperialistas en “cualquier parte del mundo” donde haya recursos de hidrocarburos y agua, adoptando como principio del Consejo de Seguridad de la ONU, la sentencia de K. Von Clausewit “la guerra continuidad de la política por otros medios” (4) Debilitar y destruir a la OPEP (5) Fraccionar la unidad nacional de Libia o cualquier otro país oprimido con petróleo, agricultura y agua. Acaban de hacerlo en Sudan, ahora lo ensayan en Libia.

Estos cinco factores -más uno- están presentes en la “cobarde invasión imperialista” a Libia, por aquello de “valientes militares” que bombardea objetivos civiles sin arriesgar  tropas de combate. En pocas palabras: terror y más terror. Los factores mencionados contribuyen a explicar por qué la contradicción principal en el Medio Oriente no se desvincula de la contradicción capital-trabajo y el por qué su desencadenamiento podría  arrojar a mediano plazo, una correlación política de fuerzas favorable al proletariado en aquellos países de fuerzas productivas más desarrolladas.

Sin embargo, las consignas “puristas” del izquierdismo declaran como “enemigo principal”, no a las descomunales fuerzas invasoras del imperialismo, sino a las fuerzas tribales de Kadafi, la que,  en los casos más bondadosos, igualan a la OTAN. Los más atrevidos incluso exhortan  al envío de armamento a grupos opositores y jefes tribales libios que nadie sabe que se proponen,  con el agravante de que unos cuantos de estos jefes rebeldes y señores de la guerra, apoyan públicamente la intervención militar extranjera de la OTAN, que bombardeando blancos civiles y militares leales al gobierno de Kadafi, le abre el camino a los separatistas para recapturar las ciudades de Ajdabiya, Brega Bin jawad y el importante bastión petrolero de Ras Lanuf, del cual, según anuncio del portavoz separatista Ali Tarhoni, se exportará en menos de una semana petróleo vía Qatar.

He aquí una noticia indigna que al mismo tiempo que sella el verdadero objetivo petrolero de la coalición imperialista, distrae los desastres sociales, económicos y políticos producto de tal  ocupación militar. Los propio lugartenientes de los ejércitos de ocupación develan los verdaderos trasfondo petroleros de la propaganda colonialista sobre la  “la democracia”, “la protección de los civiles” etc. Nadie puede dudar ahora que la invasión de la OTAN apunta a la división del país, a la expropiación del petróleo liviano y de las reservas freáticas de la nación Libia. El  saqueo de Libia tiene el mismo tamaño de los que voltean para otro lado ante ésta nueva invasión ordenada por del Consejo de Seguridad de la ONU, como hace el renegado Pompeyo Márquez y la MUD en Venezuela y de quienes creen la idiotez de que el imperialismo internacional y Al Qaeda podrían facilitar los cambios en dicho país.

Con el compromiso de quedar bien con Dios y con el Diablo, nuestros oportunistas de izquierda prácticamente pone la “salida popular” en el Medio Oriente, en manos de una coalición imperialista que sólo piensa en la carrera armamentista y en los depósitos de hidrocarburos de Bengasi, Ras Lanuf y otras zonas petroleras. Se trata de un esfuerzo moral “equilibrista” con débil asiento en la lucha de clase, muy corto en su visión estratégica antiimperialista y sin idea alguna sobre cuál debe ser la táctica del proletariado en estos casos. Sus teóricos reducen las múltiples contradicciones del problema nacional presentes en las luchas del Medio Oriente al personalismo de Kadafi, simplismo que acompañan con un par de consigna sensacionalista. De hecho desprecian del análisis leninista sobre el imperialismo como fase superior y en decadencia del capitalismo.

Asumiendo una endeble posición centrista de “sano equilibrio ideológico”, algunos izquierdistas condenan simultáneamente al agresor imperialista y al agredido capitalista. Nuestros social-revolucionarios de izquierda, aspirando convertirse en el fiel de la balanza de la lucha de clases en todo el planeta, sólo revelan su concepción “moralista” sobre él problema, capaz de igualar el anticomunismo tribal de la burguesía pro Kadafi con el descomunal anticomunismo de la alianza colonialista de la OTAN e imaginar en lo interno una gran “fuerza proletaria” detrás del asunto, que de hecho es incipiente y que bien podría desarrollarse al calor del conflicto, pero si el proletariado conserva su autonomía de clase en los frentes antiimperialistas (muy distinta al concepto de autonomía sostenido por el nacionalismo burgués) y si crece el Partido de clase en todo el área. Por lo pronto políticamente se trata de un movimiento obrero rudimentario en cuanto a conciencia de clase para sí. Así lo manifiestan las consignas democráticas de las masas obreras y no obreras en movimiento, incluso en los sindicatos más avanzados de Egipto y Túnez.

Sin duda que habrá que ajustar cuentas con las corrientes nacional anticomunistas de M. Gadafi y compañía, pero es cuando menos un infantilismo de izquierda, igualar ahora ambas fuerzas del capital y más aún sus consecuencias sociales, en plena invasión de una decena de ejércitos capitalistas opresores. Actuar para él caso “en forma equitativa”, tiende a reducir la lucha popular de todo el norte de África, llevándola al plano de una “venganza compartida” precisamente con el embaucador Obama, propagandista de la consigna ¡fuera Gadafi de Libia!

Es creer también que se tiene en las manos el dominio absoluto de la situación Árabe o peor aún, creer que los imperialistas van a salir de Gadafi en función de un gobierno popular y democrático. Esto sólo se le puede ocurrir a gente ilusa y voluntarista. En verdad semejante “solución” no le vendría mal a una burguesía árabe-israelí aterrada por la rebelión general de masas en la región, en la que ya comienzan  (pero apenas comienzan políticamente) a asomar sus cabezas los sindicatos y los campesinos. Volviendo a Lenin, diríamos entonces que tales consignas no son que marchan hacia el Oeste, sino que ya están allí.

Unas líneas atrás hemos mencionado a cuatro factores más uno. ¿Qué quiere decir esto? Que el quinto factor tiene que ver con el petróleo y el gas venezolano. Nada de casual ni fuera de contexto, tiene la declaración inicial del tories inglés, canciller del primer ministro de Cameron, asegurando que Gadafi iba rumbo a Venezuela.

Tampoco son al boleo las declaraciones de los senadores del partido republicanos de Estados Unidos, asociando a Gadafi con Chávez Eso también huele a petróleo y a “república de Zulia y Bolívar” como plantea el famoso “plan Balboa”, cuyo asiento está en las 7 bases militares norteamericanas de Colombia, que es otro “pequeño detalle” desapercibido por la consigna de nuestros izquierdistas. La burguesía monopolista y sus reaccionarios partidos de la MUD, saben bien que no existen dos contradicciones principales al mismo tiempo. Una depende del desencadenamiento de la otra. El camarada Mao Tse Tung en sus análisis sobre el problema nacional en China, señalaba esto como el aspecto principal de la contradicción.

Sobre las razones valederas de “la autonomía”, debemos insistir con los camaradas izquierdistas que dicha condición no es un rasero universal, no existe una autonomía tabula rasa. El concepto se liga a la naturaleza de clase y a los objetivos históricos de ellas. La autonomía del proletariado es totalmente distinta a la autonomía del nacionalismo burgués. La primera apunta estratégicamente al socialismo y comunismo, la segunda al desarrollo del capitalismo nacional. De allí que el problema de la invasión imperialista y la derechización del nacionalismo de Muammar Kadafi, así como la autonomía de la clase trabajadora de Libias y el Medio Oriente, no se resuelve simplemente con líneas centristas condenando a uno y otro por igual. El punto de los marxistas leninistas y el proletariado es liquidar al enemigo principal, formando alianzas político y militares con los sectores víctimas de la razzia imperialista. El proletariado no pierde aquí su perfil programático y estratégico como clase, esto es, su autonomía política.

Otra teoría insuficiente que traen al debate aquellos grupos “leninistas” que trata de evadir la presencia de “la cuestión nacional” en la revolución socialista, son las “pruebas” de las Tesis de Abril, análisis escrito por V. Lenin entre  la revolución democrático burguesa de febrero representada por Kerensky y  la revolución bolchevique de octubre del 17. Se trata de “un apoyo” fuera de contexto. Un argumento traído por los cabellos  que nada tiene que ver con la posición de Lenin en abril del 17. No hay similitud alguna entre Las tesis de abril y las comparaciones sobre Libia y el Medio Oriente.    Como sabemos, Lenin escribió dos análisis claves referidos a las revoluciones de febrero y octubre. Cartas de lejos y las famosas Tesis de Abril. En ellas establece magistralmente la posición histórica y estratégica de los bolcheviques, del proletariado soviético en el marco de un proceso revolucionario ininterrumpido de dos revoluciones.

Es un hecho histórico que tras el levantamiento popular de febrero, el debate se centraba para los bolcheviques, aunque también para social revolucionarios y mencheviques, en dos líneas centrales:    Los partidarios de consolidar primero la democracia burguesa de Kerensky que completase el desarrollo capitalista en Rusia, como premisa ineludible de una segunda fase de lucha por el socialismo. En esencia se trataba de una línea etapista defendida con ardor por los mencheviques, algunos círculos social evolucionarios e incluso no mal vista por unos cuantos bolcheviques entre febrero y marzo del 17.

Y los que aceptaban  las tesis de Lenin de la revolución ininterrumpida, advirtiendo la incapacidad del gobierno provisional y la burguesía rusa para cumplir las reivindicaciones de paz y tierra exigida por las grandes masas. Lenin demuestra con las Tesis de Abril, la necesidad de derribar al vacilante y cada vez más reaccionario gobierno capitalista de Febrero,  así como las condiciones que permitían lanzar al proletariado obrero-campesino a la toma del poder, bajo el mando del Partido y el por qué apoyar la insurrección proletaria en los soviets,  según Lenin, la manera correcta de saldar las consignas y el programa de la revolución rusa. El análisis de Lenin resultó certero en la insurrección proletaria de Octubre.

Ahora bien, a propósito de las movilizaciones y combates populares que ocurren en Libia, aparece en el debate una tendencia voluntarista de izquierda, que saca de su contexto las Tesis de abril para reforzar la consigna “ni invasión ni Kadafi”. En esta posición algunos camaradas comparan los sucesos libios, los incrementos de la lucha de clases allí y el derecho a la “autonomía” del movimiento obrero libio, con él escenario de la Rusia del 17 que da origen  a las Tesis de Abril.

Para nada es válida esa comparación. En resumen diremos a quienes se apoyan en ella lo siguiente:

(1) En Rusia de 1917 existía una clase obrera concentrada y batidas políticamente por las corrientes marxistas rusas, particularmente por los bolcheviques, incluso desde los estallidos revolucionarios de 1905. Las masas campesinas y urbanas de Libia así como la mayoría de las naciones del Norte de África padecen una deformación capitalista monárquico feudal  y en algunos casos tribal–como el propio caso libio- bajo fuerte presión anticomunista de su  burguesía. En Libia dicha confusión está alimentado con el descrédito del “socialismo verde” de Gadafi, por los retrocesos políticos de su gobierno, la corrupción y la piratería teórica del programa nacionalista. Además, todo esto se mezcla con el fanatismo nacional religiosos presente en las grandes masas del Medio Oriente, que también abunda en las filas de los militares rebeldes y las que son leales al gobierno de Gaddafi. Las consignas centrales de las masas árabes apuntan, en general,  a la conquista de una “democracia” tabula rasa. No se observan trazos del partido proletario libio por ningún lado.

(2) La revolución de febrero en Rusia había abierto un enorme boquete democrático y de lucha social, no sólo en las áreas urbanas e industriales de Moscú, San Petersburgo etc. sino en las inmensas zonas campesinas de toda Rusia.

El Partido bolchevique acelera entonces la formación de los soviets como poder concreto, paralelo de la revolución, asumiendo el papel central político organizativo del proceso insurreccional. Su dirección y la militancia además de competentes, estaban curtidas en el marxismo, fogueada por la larga experiencia de combates clandestinos y/o legales contra el zarismo. Por otro lado la carnicería y la miseria producto de la primera guerra mundial habían agotado en las clases y estamentos sociales, toda credibilidad de ellas en el zarismo y la burguesía rusa.

Nada de esto existe aún en el conflicto Libio. A pesar de ello, el radicalismo de las masas crea, desde lejos, fantasías excitantes en nuestros círculos obreristas. Dominados por el sectarismo muchos de sus grupos olvidan las consecuencias que para la formación de una conciencia de poder, ha tenido la desorganización ideológica de las masas libias, la confusión propagandística del régimen, la represión de masas e ilegalización de los comunistas y los sindicatos durante décadas, por parte del nacionalismo militar burgués de Gaddafi.

Sin tomar en cuenta todo estos elementos reales, los izquierdistas transfieren a los “comités populares”-    muchos de ellos bajo la influencia del “gobierno de transición” montado por los “rebelde”, armados y reconocido por Estados Unidos, la OTAN y el enclave petrolero anglo norteamericano de Qatar- las condiciones subjetivas y  objetivas que en la Rusia pre revolucionaria tuvieron el Partido y los soviets. He aquí una realidad por a otra, por parte de quienes olvidan además, que Libia es un país petrolero de apenas 6 millones y medio de habitantes, con un significativo ingreso per cápita en el que la guerra contra los invasores y “por la democracia” tabula rasa, apenas comienza.

(3) Desde el punto de vista nacional, Rusia zarista encarnaba un nacionalismo opresor de nacionalidades. Libia, por el contrario, es un país y un pueblo históricamente oprimido por la voracidad de los colonialistas ingleses, italianos, franceses y norteamericanos, que no se resignan a perder sus privilegios ni los recursos naturales de la región.

(4) Nadie discute que en la lucha nacional antiimperialista que recomienza y se extiende por todo el Medio Oriente, particularmente en el seno de las masas libias, tunecinas y egipcias opuestas a la invasión de la OTAN, que la clase obrera, los sindicatos, las masas avanzadas, deben mantener su autonomía de acción, defender sus intereses de clase para sí y difundir los principios socialistas en el corazón de las luchas de liberación nacional y las alianzas antiimperalistas, preparando las condiciones para la toma del poder por el proletariado árabe, pero eso es diferente a lanzar a destiempo consignas sensacionalistas que no perciben los niveles políticos de conciencia en la correlación de fuerzas actual y que evidentemente menosprecia el papel de las tácticas proletarias para acumular una fuerza propia capaz de derrotar a la poderosa coalición imperialista, trabajando correctamente sus contradicciones y los cambios de la correlación política en el área, que permita el desarrollo del programa político, organizativo y militar del proletariado como fuerza motriz de la revolución Libia.

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Por Orson Mojica

Las revoluciones democráticas en los países del norte de África han despertado las simpatías y la solidaridad mundiales. Casi todos coincidimos en que es una necesidad histórica derribar a los regímenes totalitarios o dictatoriales en Medio Oriente y en cualquier parte del mundo. En Túnez y en Egipto las movilizaciones de masas fueron relativamente pacíficas, no llegaron a producir la insurrección popular. Antes de que esto ocurriera, el imperialismo norteamericano y europeo movieron teclas para lograr los cambios desde arriba, aun en medio de una situación revolucionaria.

Las particularidades de Libia

A pesar de la similitud de los procesos de revolución democrática en marcha en Túnez y Egipto, la situación en Libia es completamente diferente. Esta particularidad ha provocado la división de la izquierda centroamericana en relación a la actitud a tomar ante la guerra civil en Libia.

A diferencia de Túnez y Egipto, donde había procesos electorales, amañados, fraudulento, por medio del cual se escogía a un presidente, aliados de las potencias occidentales, en Libia existe prácticamente una monarquía, donde Kadaffi, aunque no tiene corona, ni linaje real, ha instaurado un régimen totalitario basado en su persona, que prepara la dinastía, es decir, heredarle el poder a sus hijos y familiares.

El régimen de Gadafi no tolera la más mínima disidencia. A diferencia de Túnez y Egipto, en donde en los procesos electorales controlados se manifestaban algunas corrientes políticas, en Libia prácticamente no hay partidos políticos de oposición, ni sindicatos ni organizaciones de la sociedad civil. El panorama político es tan árido como las mismas arenas del desierto de Libia.

Al no haber espacios para que se manifestara pacíficamente el descontento social, el movimiento tomó rápidamente las características de una insurrección espontanea, cuya represión terminó provocando la división del ejército libio y con ello se encendió la llama de la guerra civil.

Conducción burguesa y organismos de doble poder

Las masas insurrectas han creado, improvisado, organismos de poder, como son las milicias populares y los comités populares, los cuales reflejan el vigor de la insurrección pero al mismo tiempo tiene una gran debilidad: no existe una fuerza política nacional, de naturaleza revolucionaria, que dirija ese proceso de lucha política y militar.

El llamado Consejo Nacional Provisional de Transición de Libia (CNTP) es una alianza de fuerzas burguesas, con participación de antiguos funcionarios del régimen. Se trata de una conducción burguesa que acaba de ser reconocida como “interlocutor privilegiado” por la Unión Europea. Pero la conducción burguesa no le resta méritos a la insurrección popular. Esta contradicción entre la conducción burguesa, por un lado, y la dinámica antiimperialista y anticapitalista de los procesos insurreccionales, por el otro, es una característica propia de las revoluciones en los países atrasados, especialmente en países con regímenes totalitarios que niegan las libertades democráticas más elementales.

De la superación de esta contradicción depende el futuro de la revolución en Libia y el desenlace de la guerra civil.

La relativa fortaleza de Gadafi

La nacionalización del petróleo, y las posteriores concesiones a las empresas transnacionales, proveyeron al régimen de Gadafi de miles de millones de dólares que le permitieron repartir migajas entre los pobres, y crear una base o sustento social del régimen. Todos los regímenes totalitarios, por muy extraño que parezca, tiene algún sustento social. Sadam Hussein, solo para citar un ejemplo, tenía apoyo social en la poderosa minoría sunita.

El pasado revolucionario de Gadafi, los multimillonarios recursos del petróleo y su firme voluntad de aferrarse al poder, le han permitido cohesionar a su base social y reagruparla para una guerra civil prolongada.

Aunque las cosas en Libia nunca volverán a ser como antes, Gadafi resiste, no para sostenerse en el poder, sino para negociar con sus adversarios. Evidentemente que si puede, los terminará destruyendo.

Las contraofensivas militares de Gadafi y la recuperación de algunas ciudades, anteriormente en manos rebeldes, demuestran la superioridad militar del sector del ejército que le es fiel. Sin embargo, debemos recordar que el mejor ejército del mundo puede ser destrozado por la insurrección popular, siempre y cuando el otro bando levante una política que reste apoyo social al enemigo. Como ejemplo tenemos la insurrección popular contra el ejército del Sha en Irán en 1979.

Aun con las escasas informaciones que disponemos, podemos afirmar que la dirección burguesa del CNTP no tiene una política de reivindicaciones sociales para restarle base de apoyo a Gadafi, sino más bien que esta ha concentrado sus aspiraciones en recibir apoyo militar del imperialismo para vencer la resistencia de Gadafi.

Pero la relativa fortaleza de Gadafi no proviene de la amplitud de su base social, sino de la debilidad política del CNTP, de la ausencia de una conducción revolucionaria,  y en cierta medida, por el escaso apoyo militar al bando que se enfrenta militarmente a Gadafi en la actual guerra civil.

¿Es antiimperialista Kadaffi?

En Centroamérica, sectores de la izquierda se han dividido en torno a la actitud a tomar en torno a la guerra civil en Libia. Algunos sectores, sobre todo aquellos ligados al chavismo, al castrismo y al sandinismo, consideran que Gadafi está siendo víctima de una conspiración contrarrevolucionaria y que debemos apoyarle en estos momentos difíciles.

Nosotros creemos lo contrario, que debemos apoyar a quienes se enfrentan a Gadafi, independientemente de cuáles son las reales intenciones del imperialismo. Existe un mito sobre el antiimperialismo de Gadafi. El golpe de Estado de 1969, encabezado por el joven coronel Gadafi, derrocó a la monarquía existente, nacionalizó el petróleo, el principal recurso natural de Libia, pero la revolución se estancó y retrocedió hasta reinstaurar un régimen muy parecido a su anterior monárquico. En el transcurso del tiempo el antiimperialismo de la revolución Libia y del propio Kadaffi fue dando paso a una colaboración cada vez más estrecha con los imperialismos norteamericano y europeo.

En los últimos diez años, Kadaffi estrechó su alianza con el imperialismo norteamericano y europeo. Abrió nuevamente el país a las inversiones extranjeras, especialmente en el sector petrolero, y colaboró activamente con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo

Este giro a la derecha de Kadaffi fue más visible después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, cuando anuncio su renuncia al programa nuclear y el desmantelamiento del armamento de destrucción masiva. En 2004 indemnizó  a los familiares de las víctimas del atentado de Lockerbie de 1988. Kadafi ha estado a favor de reunir a todas las tribus Tuareg, dispersas por todo el Sahara, en un solo territorio a llamarse Traguistan, sacándolas de los diversos estados nacionales donde se encuentran. Producto de este giro hacia la derecha, todos los países europeos normalizaron sus relaciones diplomáticas con Libia

En enero de 2008, Kadaffi formó con Estados Unidos un convenio de cooperación científica y tecnológica, además Libia fue elegida para un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU

Los hechos de los últimos diez años demuestran que Gadafi abandonó la lucha imperialista y que más bien se mantuvo en el poder, por restablecer las alianzas políticas y militares con el imperialismo norteamericano y europeo

Suplicándole apoyo al imperialismo

Está claro que en los últimos años, Gadafi se logró mantener por los acuerdos con el imperialismo. Por esta razón, ahora protesta y suplica volver al statu quo anterior.

En conferencia de prensa, Gadafi ha dicho: "Estoy sorprendido de que teníamos una alianza con Occidente para combatir a Al Qaeda y ahora que estamos combatiendo a terroristas nos han abandonado" (Europapress 28/02/2011)

Más adelante, volvió a insistir: "Estoy sorprendido de que nadie entienda de que esta es una lucha contra el terrorismo (…) Nuestros servicios de seguridad cooperan. Los hemos ayudado muchos estos últimos años. Así que ¿por qué cuando estamos en una lucha contra el terrorismo aquí en Libia nadie nos ayuda a cambio?" (Reuters 06/03/2011)

Y para que no quepa la menor duda, Gadafi reitera que "Libia juega un papel vital para la paz en la región y en el mundo entero (…) Somos un importante socio en la lucha contra Al Qaeda (…) Hay millones de negros que podrían llegar al Mediterráneo y luego saltar a Francia e Italia si Libia deja de garantizar la seguridad". (El País, 07/03/2011)

Todas esas declaraciones no llaman a las masas libias a luchar contra el imperialismo y la invasión militar que prepara, sino que recurre a su antiguo aliado para tratar de superar las desavenencias.

La política del imperialismo

El imperialismo norteamericano y europeo están esperando pacientemente el desarrollo de los acontecimientos. Han abandonado a su antiguo aliado, no por amor a la democracia, ya que ellos han sido los principales sostenes militares de las dictaduras y monarquías árabes, sino por que tratan de influir en los futuros gobiernos.

Estados Unidos teme que Libia se convierta en otro Irak, es decir, en un enfrentamiento militar que desgaste políticamente a la administración Obama, en una coyuntura de fragil recuperación de la economía norteamericana. Por ello, ha preferido construir una alianza política con la Unión Europea y los países árabes, superando el unilateralismo que caracterizo a la pasada administración Bush. Construir ese consenso imperialista no es fácil y lleva tiempo, por eso Gadafi aprovecha el interregno para recuperar el terreno perdido, y renegociar su papel con el imperialismo.

La Unión Europea acaba de reconocer como “interlocutor privilegiado”  al CNTP, pero sin proporcionar armas a los rebeldes. En cierta medida, el imperialismo norteamericano y europeo está dejando que ambos bandos se debiliten, para promover una transición ordenada que mantenga el orden imperialista en esa zona. Por eso se han resistido a crear la zona de exclusión área, y se niegan a darle la estocada final a su antiguo aliado, esperando que surja una negociación que ahorre los costos políticos de una intervención militar directa.

Debemos apoyar al bando que lucha contra Gadafi

Independientemente, del carácter burgués de la dirección del CNTP, de la espontaneidad de la insurrección, de la falta de centralización de las milicias y de los comités populares, el bando que lucha contra la dictadura de Gadafi es el más progresivo de la actual guerra civil. Por eso los trabajadores centroamericanos y del mundo, debemos apoyarles. El triunfo militar sobre Gadafi abriría una situación favorable para el surgimiento de una dirección genuinamente revolucionaria, en cambio el aplastamiento militar de la insurrección, cerraría esa posibilidad por muchos años.

Cuando una guerra civil estalla, ninguno de los bandos tiene asegurada la victoria de antemano, todo dependerá de las políticas que implementen cada uno de los bandos en pugna. La guerra es la continuación de la política por otros medios. Nuestro deber es apoyar militarmente al bando que lucha contra Gadafi y ayudar a que surja esa dirección revolucionaria que se coloque al frente de la nación libia, por la reconquista de la independencia política y por el triunfo de la revolución democrática y antiimperialista.

Por Guillermo Almeyra

Antes que nada, unos pocos datos históricos. La rebelión contra la colonización italiana unificó en Libia a las tribus beduinas y a los ocupantes de Cirenaica, en la mitad del país más cercana a Egipto, donde era muy influyente la secta fundamentalista y xenófoba de los Senoussi. Vencida Italia en la Segunda Guerra Mundial los ingleses pusieron en el poder al jefe de la secta, Idriss el Senoussi, como rey de Libia y, al igual que los estadunidenses, instalaron en el país una gran base naval y militar. El país en 1951 pasó a ser de hecho una colonia inglesa con un rey y formalmente "independiente". Recién en 1957/58 se descubrió la riqueza petrolera líbica, que pasó de 700 mil toneladas exportadas en ese año a 122.5 millones en 1968 y cambió la estructura social y política del país. Eran los años del gran impulso del nacionalismo socializante árabe (con la revolución argelina) y del nacionalismo burgués árabe, con el nasserismo en Egipto y estaba candente la revolución palestina. Por otra parte, eran también los años de la Guerra Fría (de la guerra por el Canal de Suez, del aplastamiento de los consejos obreros húngaros en 1956 por la Unión Soviética, del aplastamiento de la independencia de Checoslovaquia y de su Partido Comunista en 1968). En 1969 un grupo heterogéneo de militares nacionalistas, dirigido por un beduino ex jefe de los servicios de inteligencia formado por los ingleses y anticomunista, el coronel Muammar Kadafi, derribó a la corrupta monarquía y poco después expulsó las bases imperialistas. Después, Kadafi eliminó del gobierno su ala marxistizante, que tuvo que emigrar, su ala nasserista y su ala derecha y asumió todo el poder y a partir de 1977 se mantiene depurando el ejército con continuas ejecuciones de oficiales.

A partir del bombardeo de Trípoli en 1986 por el gobierno de Reagan no queda nada de sus primeras posiciones islámicas de "tercera vía". Es socio de la Fiat, de Infinvest y de grandes empresas italianas, suizas y francesas, es un puntal de la OTAN en la región y fue utilizado por ésta como garantía contra las rebeliones populares siempre latentes. Del intento de federarse con Sudán, Túnez, Argelia, Mauritania y hasta Egipto tampoco quedó nada; en cambio, jugó con la oposición de intereses entre el ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) italiano y su empresa petrolera AGIP, por un lado, y las Siete Hermanas, encabezadas por la Shell y la Esso, del otro, lucha muy aguda que se libró sobre todo en Libia y costó la vida al fundador de la empresa italiana. Kadafi era y es un dictador corrupto y mesiánico sostenido por el imperialismo como uno de "nuestros hijos de puta" y en la Unión Europea Berlusconi, literalmente, le besa la mano cuando Kadafi llega a Italia.

Es gravísimo, por lo tanto, confundir a Kadafi con Bolívar –como hizo en su momento Hugo Chávez– o apoyarlo cuando está masacrando indiscriminadamente a millares de libios, utilizando para eso, además de sus fieles en el ejército, a mercenarios africanos. La contradicción central no es entre la OTAN y Kadafi, supuesto defensor de la independencia de Libia y, en realidad, hombre de la OTAN en la región. Es entre la revolución democrática árabe y los gobiernos corruptos y agentes del imperialismo, como Ben Ali, Mubarak, Kadafi, Bouteflika o el rey de Marruecos. Cubrir a esos déspotas en crisis con la autoridad de la revolución cubana es desprestigiar a ésta ante los pueblos árabes, asociarla con dictadores. La identificación entre los gobiernos y los pueblos, la idea de que no existen en éstos divisiones de clases y conflictos políticos sino la ficción de una unidad nacional imposible en cualquier parte del mundo y el método que consiste en juzgar los acontecimientos por las declaraciones verbales de los gobernantes y no por la contradicción esencial entre éstos y sus víctimas, conducen inevitablemente a gravísimos errores y a ponerse de lado de las dictaduras (como hizo, por otra parte, una buena parte de la izquierda mundial y de los nacionalistas antiimperialistas con la sangrienta dictadura argentina durante la guerra de las Malvinas al dar su apoyo a la misma contra Inglaterra en vez de oponerse a las dos).

Los efectos de la crisis capitalista mundial y de la pérdida de hegemonía estadounidense han favorecido una nueva eclosión de la revolución nacional, democrática y antiimperialista de los pueblos árabes. Salvo Marruecos y Egipto, formalmente independientes hasta la Segunda Guerra Mundial, todos ellos fueron colonizados. Su primer intento de liberación, bajo la bandera del nacionalismo, tuvo sus momentos más importantes en los años 1950 en la revolución argelina, en la iraquí y en la palestina y, en menor medida, en el nasserismo. Nasser ahorcó obreros comunistas en huelga diciendo "los obreros no piden; nosotros les damos" y puso como centro de su política la construcción vertical del poder estatal. La unidad de la nación árabe no pudo ser lograda por los conflictos entre las camarillas nacionalistas gobernantes. Ahora, esa revolución entonces derrotada vuelve a presentarse con la bandera de la democracia, que es de hecho antiimperialista y, por lo tanto, rompe el dispositivo capitalista mundial de dominación. Es cierto que en ella pesan los intereses del separatismo regionalista, de clanes, sectas religiosas, sectores burgueses moderados opuestos al monopolio de los negocios por los dictadores y no sólo de los plebeyos. Es cierto que los diversos imperialismos tienen planes diferentes de intervención en Libia y que en Bengassi y toda la Cirenaica está el cheque político y social nunca pagado de la relación con lo que queda de la secta Senoussi, que es tribal y monárquica. Pero, insisto, lo esencial no es eso: es la rebelión que comienza –siempre– con formas confusas. Y, como escribió Zibechi, la defensa de la ética. A eso hay que apostar

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Por Nicolas le Brun

Luego de la ola tunecina, el Norte de África y el Medio Oriente se ha convertido en un polvorín. Inmensas movilizaciones transformadas en insurrecciones, han sido la tónica desde finales del 2010 hasta ahora.

Estas insurrecciones han comenzado reclamando aperturas democráticas en regímenes que llevan 10, 20, 30 o como en el caso de Kadafi, 42 años en el poder.

Sin embargo, existen otros factores como la enorme pobreza que se ha apoderado de la población, como producto de los planes de ajuste y reconversión productiva que han sido implementados por estos gobiernos.

Las verdaderas aspiraciones se encuentran lejos de las hipócritas posiciones de las potencias imperialistas, al fin y al cabo responsables del “orden” económico al cual se encuentran sujetas.

En el artículo anterior dimos un vistazo a las desventajosas relaciones comerciales que era sujeto Egipto y en otro artículo Túnez.

La riqueza petrolera en manos imperialistas

El panorama en Libia y los otros países del área no es diferente. Una gran dependencia de los países occidentales, como productores de petróleo, maquila de diversa índole y servicios, ha hecho que con la crisis abierta en las metrópolis, los efectos hayan sido más devastadores que en otros países. En todos estos países hubo un crecimiento impresionante del PIB  a partir del año 2005 hasta el 2007 cuando cayó en forma vertiginosa. De las misma forma, el crecimiento de los precios de consumo ha sido sostenido a la alza. En el caso de Libia, mientras el PIB retornó al alza en el 2010, el crecimiento de los precios al consumidor ha sido uno de los más altos. Es decir, la receta que el costo de la crisis ha recaído en las espaldas del pueblo.

La anterior baja de los precios del petróleo sumada al alza de los precios de los alimentos hizo que se hiciera más grande el déficit en la balanza comercial y la caída del PIB.

Como consecuencia de estos factores, las alzas en los precios no se hicieron esperar y por ende las primeras grandes protestas que fueron sofocadas por la enorme represión desatada. Un enorme componente de jóvenes en la población, que sin acceso a servicios de educación, salud y oportunidad de empleo, ha sido el principal contingente de estas movilizaciones. Jóvenes que sin un acicate en sus países de origen, deben tomar el camino de la inmigración en Europa. Sin embargo, esta salida es cada vez más riesgosa debido al aumento de los controles migratorios y por el fenómeno de la derechización de los gobiernos de Europa y el creciente racismo y xenofobia.

El 79% de las exportaciones de hidrocarburos libios se hacen hacia Europa. De esa misma forma, las inversiones europeas y estadounidenses no cesan de llegar. Estas inversiones se hacen en todos los campos, desde el desarrollo nuclear por parte hasta obras de infraestructura y evidentemente en el campo de explotación petrolera. Entre las inversiones de estos países se encuentran las grandes compañías como BP, Shell, Total, Wintershall, RWE sólo en hidrocarburos. En esta danza, las compañías de todos estos países han visto en Kadafi un socio estratégico para sostenerlas. Sólo los franceses, en el año 2007 hicieron acuerdos de inversión por cerca de 10 millardos de euros.

Además, estos países han abastecido del mejor armamento a la dictadura, por ejemplo Libia ha comprado helicópteros, misiles anti tanques y otros pertrechos que han sido vendidos sin el menor pudor al régimen. Luego de las sanciones impuestas en la década de los noventa, se han abierto las tuberías.

Dentro de este marco y bajo la égida de las potencias imperialistas, los gobiernos dictatoriales se habían mantenido “estables”, hasta ahora.

La Libia de Kadafi

Hace 126 años, en Berlín, las potencias imperialistas,  se repartieron el continente africano y formaron países de acuerdo a sus intereses y necesidades de rapiña. Organizaron el continente sin tomar en cuenta las poblaciones nativas, trazaron fronteras para luego pasar a tomar los enormes recursos naturales que posee el continente.

Esto no ha cambiado mucho desde esa época, a pesar de la ola de independencias que se dio luego de la Segunda Guerra Mundial, como un síntoma del debilitamiento de las potencias europeas en relación con el nuevo amo del mundo: Estados Unidos.

Vía las grandes transnacionales, los mercados y sobre todo la fuerza militar presente en el área. La OTAN realiza la Operación Activa Endeavour,  un patrullaje conjunto desde el año 2001, con el pretexto de la lucha anti terrorista con el fin de garantizar el suministro energético a los países metropolitanos así como de garantizar los propósitos políticos y económicos del conjunto de estos países.

El caso de Libia, antigua colonia italiana, ha sido similar al de otros países del área. Luego de la independencia obtenida en el año 1951, luego de cruentos combates, se instaló una mornarquía con el rey Idris. Libia fue el primer país del Maghreb en obtener la independencia, luego de la ocupación por parte de las fuerzas aliadas posterior a la Segunda Guerra. El país se basa en la unidad de tres grandes regiones, la Cirenaica, la Tripolatania y la Dodecanesa.

En el año 1969, el coronel Muamar Kadafi da un golpe de estado e instala un gobierno nacionalista burgués de partido único, el Yamahiriyya o Estado de las Masas.

El gobierno de Kadafi tuvo varios vaivenes que lo llevó a distanciarse del imperialismo en los años 80. Esto lo llevó a ser considerado como parte del “eje del mal” por la administración yanqui.

Sin embargo, la prueba de fuego fue la guerra del Golfo, donde poco a poco empezó el alineamiento con el imperio al poner signos iguales entre la invasión a Kuwait y la invasión de las fuerzas aliadas a Irak. Poco a poco, el gobierno nacionalista fue cediendo, dando “signos de buena voluntad” hacia las potencias hasta lo que se expone en la primera parte de este artículo, los enormes negocios que fagocitan de la población y de los recursos naturales del país.

La insurrección y guerra civil libia

Luego de la revolución democrática en Túnez y luego en Egipto, la situación se ha mantenido caliente. Las movilizaciones que reclaman aperturas democráticas y el fin de largos regímenes golpean las puertas de todos los países del Maghreb y el Medio Oriente.

El caso de Libia tiene hasta el momento los ribetes más dramáticos. La insurrección que comienza por medio de movilizaciones pasa a ser reprimida por medio de las fuerzas del régimen, sobre todo por un contingente de mercenarios africanos contratados por Kadafy y que tienen amplia experiencia en guerra civiles como la del Tchad, Sudán, otros países del área y de los Balcanes. Además la estructura de mando de estos grupos contiene elementos que han servido en organismos militares profesionales en varios frentes.

La insurrección se ha focalizado en diferentes ciudades, tanto al este como al oeste del país. Esto se debe en principio a que el diseño del país se hizo con base a tres grandes regiones, las cuales han sido objeto de maniobras por parte del régimen para favorecer esos localismos y utilizarlos a su favor.

Por eso las zonas liberadas hasta el momento, pertenecen a dos regiones distintas, la Tripolitania y la Cirenaica, las ciudades y pueblos de estas zonas se encuentran bajo el control de los rebeldes. Pero no todo está decidido, la batalla final por Trípoli no se ha dado aunque el cerco sobre la ciudad se mantiene. Parte de las fuerzas armadas se ha pasado al bando de los insurrectos y han dejado pertrechos y equipos militares tirados, desobedecido órdenes de tirar o bombardear ciudades. El régimen puede desmoronarse en cuestión de días.

El imperialismo ha mantenido una política “prudente” que busca salvaguardar a toda costa sus inversiones e intereses. El espejismo de una intervención armada no es prioritaria por el momento, porque la base que sostiene esta insurrección tiene un sentimiento anti imperialista profundo. Cuando decomisan armas a los asesinos a sueldo del gobierno, señalan que son armas dadas por los yanquis y los sionistas, argumento que es cierto.

Además la OTAN se ha manifestado por una “preocupación” sobre los hechos que acontecen y los yanquis dan un compás de espera. La amenaza de una intervención militar por el instante no es probable. El imperialismo ha sacado enseñanzas importantes como el caso de Somalia, guardando las distancias,  provocó un rechazo por parte de los bandos en pugna y una pequeña derrota

Contra el imperialismo y por la revolución democrática

Los socialistas centroamericanos no podemos depositar ninguna confianza  en intervenciones militares salvadoras de los mismos pillos imperialistas que saquean las riquezas de los países de los países semi coloniales.

Mientras no haya intervención militar del imperialismo, apoyamos sin reservas la lucha heroica del pueblo libio por conquistar las libertades políticas. Y en la guerra civil en curso, debemos apoyar militarmente al bando que lucha contra el gobierno opresor.

Kadafy debe caer y las posibilidades que se abren para que esta lucha democrática pase de esta etapa y logre resolver las necesidades básicas de la clase trabajadora y del pueblo.

Esto implica una serie de medidas como:

Por una Asamblea Constituyente que discuta en igualdad para todas las etnias y naciones la creación de un nuevo estado.

Expropiación de las multinacionales: Control obrero sobre las industrias y pozos petroleros. Libia posee las más grandes reservas petrolíferas del continente africano.

Creación de una República Socialista Árabe del Magrheb: los trabajadores y el pueblo no pueden aspirar a enfrentar al imperialismo que ha sumido en la pobreza y el atraso a los pueblos del Maghreb.

polisario

Por Antonio G. González

Cuando Franco agonizaba a finales de 1975, Hassan II lo vio claro y adelantó a la jugada: su sueño del Gran Marruecos -la construcción simbólica que sustentaba un nacionalismo monárquico que él lideraba con un apoyo social masivo- estaba incompleto sin la anexión del Sahara Occidental. Y organizó la Marcha Verde. Casi doscientos mil marroquíes, entre ellos ex presidiarios y mucha gente en la miseria, se adentraron a pie en la entonces provincia española y, en realidad, el último territorio africano pendiente de descolonización, en dirección a El Aaiún. Una supuesta anexión civil.

En realidad, el vasto mar de arena al sur de Río de Oro ya contaba desde finales de los 60 (del siglo XX) con un movimiento independentista. De hecho, su primer líder, Bassiri, había desaparecido en manos de la policía española tras una manifestación en el Aaiún en 1970. Refundado luego como Frente Polisario, en 1973 pasó a la guerra de guerrillas, con atentados incluso mortales contra los yacimientos mineros españoles de Fos Bucraa.

Una mina para canarias

Estaba claro. España vivía entonces en la incertidumbre total y el Polisario contaba con el apoyo claro de la sociedad saharaui, con la simpatía más o menos expresa de la metrópoli, aun a pesar de los actos de violencia -paradoja no ajena al sentimiento antimarroquí de la España franquista-; y, por último, el movimiento saharaui contaba directamente con el fervor de muchísimos canarios.

En realidad, las Islas tenían en el Sahara una mina pesquera y una mina comercial: el banco de pesca canario-sahariano, internacionalizado en los 70, había hecho del puerto de La Luz una referencia mundial. Y la reexportación isleña a África, a través de El Aaiún y Villa Cisneros, de manufacturas adquiridas a precios internacionales gracias al Puerto Franco ascendía a 400 millones de euros (teóricos) de 1994. El Sahara representaba, en suma, miles de empleos en unas islas ya turísticas que entonces atravesaban, además, por una situación económica catastrófica, por efecto de la famosa crisis del petróleo de 1973.

La Marcha Verde

El futuro del Sahara no estaba asegurado, pero apuntaba a una emancipación colonial con soberanía saharaui como, en realidad, dictaba la lógica histórica-jurídica de la ONU. Pero Hassan II no estaba dispuesto a permitir que se le fuera esa pieza de las manos.

El desenlace es sabido: cuando la Marcha Verde llegó a las puertas de El Aaiún, Estados Unidos ejerció ante Madrid de valedor de Marruecos -su peón en el Magreb Occidental- y el Ejército español tardó días en armar la evacuación civil y militar. "Sin el apoyo de EE UU, Marruecos nunca se habría atrevido", recordó hace unos años a este diario el ex ministro de UCD José Manuel Otero Novas. Una muchedumbre marroquí -apoyada por unidades militares de ese país- entró en las ciudades saharauis y se ensañó con la población. La consigna era atemorizar y forzar un éxodo hacia el desierto. Así fue. La aviación marroquí los persiguió y los bombardeó con napalm, cuyas secuelas en cuerpos médicos de hospitales isleños pudieron comprobar.

En plena Guerra Fría

La lógica de la Guerra Fría se había atemperado en Europa en los años setenta -la socialdemocracia alemana jugó ahí el papel clave-, pero se había desplazado al llamado Tercer Mundo. Ocurrió después de que los soviéticos colocaran sus reservas de petróleo en el mercado internacional, la URSS renaciera, se reforzara durante esa década y Breznev redoblara ambiciones en Asia y África. El Sahara, de hecho, no fue una excepción a esta captura de los conflictos regionales por una lógica geoestratégica mundial que los pervertía y dislocaba en muchas ocasiones. No en vano si Marruecos era el peón de EE UU en el Magreb Occidental, Argelia lo era de una URSS que, además, le llevaba la delantera y, de hecho, dominaba a la fogosa y famosa Organización para Unidad Africana (OUA). De manera que la entrega española de facto del Sahara a Marruecos, haciendo naufragar los Acuerdos Tripartitos de Madrid, por los que el territorio se repartía también con Argelia y Mauritania, fue como una declaración de guerra para Argel, que sufría una severa derrota en el control de la región y además veía así cerrada su ansiada salida al Atlántico.

La respuesta argelina

Y para rematar la vulnerabilidad isleña, en una reunión en París la IATA concedía al centro de Casablanca (Marruecos) el control del pasillo aéreo Península-Canarias. La venganza no se hizo esperar. Argel acogió a ese éxodo saharaui en los campamentos de Tinduf, al sur del país, donde aún malviven doscientos mil. Y armó al Polisario, que inició una guerra terrestre desde este santuario argelino contra la ocupación marroquí y ataques a los pesqueros españoles y canarios que faenaran en sus costas dentro de los acuerdos de pesca hispano-marroquíes que comenzaron a sucederse. Hubo muertos, pescadores canarios también, aunque algunos atentados (como el del Cruz del Mar, con siete fallecidos) fueron confusos y el Polisario los achacó a Marruecos. Ahí han quedado las dudas.

Pero Canarias también entró en el paquete de la venganza argelina. Argel se propuso desestabilizar las Islas. Para ello eligió a Antonio Cubillo, abogado laboralista tinerfeño que vivía exiliado en Argel desde 1963 -en que huyó de la policía para eludir un proceso político- y había creado un grupo independentista de perfil africanista, el Mpaiac (Movimiento Por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario).

Puñaladas a cubillo

A ambos -al Mpaiac y al Polisario- les dieron una potente frecuencia en Radio Argel y sus respectivas emisoras salieron al aire el 2 de diciembre de 1975. No sólo eso. En la OUA (Organización para la Unidad Africana), Argel logró despertar a comienzos de 1977 el Dossier Canarias. Ya se sabe cómo acabó aquello. Cuando una bomba del Mpaiac en el aeropuerto de Gran Canaria desvió el tráfico aéreo al de Los Rodeos y se produjo el terrorífico accidente aéreo de 1977 (aún el peor de la historia) y, meses después, la OUA se disponía a llevar al comité de descolonización de la ONU, Nueva York, el Dossier Canarias mientras un nacionalismo africanista (la Unión del Pueblo Canario) lograba éxitos electorales en Las Palmas de Gran Canaria -un diputado nacional, la alcaldía capitalina-, dos mercenarios contratados por la policía española apuñalaron a Cubillo en su casa de Argel. Quedó paralítico.

A renglón seguido el ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, inició su primera gira africana, se repartieron maletines, los líderes del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra, entonces en la oposición, se entrevistaron en Argelia con el presidente Bumedian... Y se acabó un lío por el cual las Islas se habían visto involucradas en un polvorín ajeno.

La caída del muro

En los años siguientes Marruecos fue consolidando su ocupación de facto del Sahara Occidental con una política incesante de traslado de colonos que hoy en día ya representan casi el setenta por ciento de la población. Y las ofensivas militares del Polisario se toparon con la construcción de varios anillos de muros defensivos marroquíes que acabaron por ser infranqueables. Pero Argelia mantenía intacto su apoyo a la resistencia saharaui. En la diplomacia internacional el Polisario las ganaba todas (las resoluciones de la ONU le son todas favorables). Pero cuando otro muro bien distinto, no fue levantado, sino que, por el contrario, se cayó, el de Berlín en 1989, estaba ya claro que no había salida militar al conflicto. Y que Marruecos no dejaría el Sahara.

El islamismo radical

La caída del muro de Berlín desencadenó en África y en el Magreb Occidental (como en Asia Central, por otra parte) un fenómeno de doble filo: de un lado, los países de la antigua órbita soviética, que además eran regímenes secularizados, moderaron sus opciones socializantes y se occidentalizaron, al menos en términos geoestratégicos. Sólo que en vez de buscar el favor de Francia, en la que EE UU había delegado como gendarme occidental durante la Guerra Fría, buscaron el favor de Washington, que, en los noventa, capitaneando ya la primera fase de la globalización, decidió entrar en África. Hasta entonces el continente negro había estado ausente de su mapa de recursos minerales y energéticos, pero EE UU fue a por todas y desató una competencia feroz con París, con secuelas como la guerra del Congo...

Argelia de hecho, se pasó a los americanos. Claro que en paralelo la propia Argelia fue el primer país islámico, aunque con un régimen laico, en sufrir el fenómeno del islamismo radical.

Periclitadas las ideologías en un contexto, además, de miseria, frente a la cual la modernización secular no había logrado mucho, el Islam regresó con más fuerza. En 1991, los militares argelinos dieron un golpe de Estado para evitar que el islamismo, que había ganado las elecciones, ocupara el poder. Diez años duró la guerra entre las partes, dejando al paso 200.000 muertos. En 2002, con apoyo de EE UU, Argel descabezó y liquidó al GIA. Claro que tan sólo cuatro meses antes había tenido lugar el 11-S. Y a partir de entonces, la contención del islamismo radical en el mundo se volvió, sin duda, el primer objetivo de EE UU, Rusia y Europa.

Marruecos reforzado

El Polisario, durante esa época, sobrevivió al margen, como también los saharauis refugiados en Tinduf. En 1991 había declarado el alto el fuego a fin de avanzar por donde único podía, la vía diplomática. Se sucedieron las misiones entonces de la ONU, los distintos planes. Incluso un cuerpo internacional, la Minurso, tras mucha resistencia marroquí, se radicó en El Aaiún con el teórico objetivo de administrar el territorio, hasta que las conversaciones de paz fructificaran, pero el ejército marroquí no se retiró. Y todo siguió igual. Ni un solo avance para los saharauis, que sólo veían al tiempo jugar en contra: deserciones, conflictos internos, incluso casos de corrupción... inevitable en la lógica del perdedor.

Por lo demás, en la nueva lógica internacional (tras la Guerra Fría y la primera globalización) Marruecos ha salido otra vez reforzado. Y mucho. A pesar de la infiltración islamista en el reino alauí (que en los barrios marginales incluso de una ciudad tan internacional y cultural como Marrakech es brutal), el nacionalismo marroquí sigue teniendo una gran proyección social. Y su acento religioso -al estar liderado por una monarquía semiteocrática, en la que el rey es también la cabeza del Islam, y no renuncia a ejercer como tal- lo vuelve, de facto, un freno al radicalismo, como también a la inmigración ilegal. Si a eso se le une la posición fronteriza de Marruecos con Europa es obvio que Rabat juega un papel estratégico para la seguridad europea y global. Y se aprovecha lo que puede. Cobra prenda.

La libra de carne

Esta ecuación, por lo demás, es mortífera para la causa saharaui. El Gran Marruecos -que es la gasolina del nacionalismo y, por lo tanto, un motor del freno al islamismo radical magrebí- tiene a la ex colonia española en el corazón de su propio imaginario. Más allá de legitimidades históricas, siempre dudosas por definición, se alimenta de este control del Sahara. Es su libra de carne. Y no hay ni que decirlo, en la jerarquía de problemas del mundo están claros los puestos que ocupa cada cual...

A los saharauis sólo les queda su intifada. Y la han puesto en marcha. Una nueva generación parece venida a inmolarse en ella. Va a ser un camino de sangre. La historia, como la vida, es terrible a veces. Y la de las saharauis parece maldita. Del desalojo del campamento en las afueras de El Aaiún no se sabe los muertos. No se sabrá nunca... Sólo se sabe que ni Europa ni EE UU preguntarán -de verdad- por ellos. Tampoco se sabe el final.

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