Por Orson Mojica

La guerra civil parece haber terminado en Libia con la toma de Sirtre, la captura, linchamiento y posterior ejecución del coronel Muamar Gadafi, el pasado 20 de Octubre, por parte de las milicias populares que le combatieron. La imperialista Organización del Atlántico Norte (OTAN), que bombardeó inclementemente el suelo libio, acaba de anunciar triunfalmente el cierre de las operaciones militares para el 31 de Octubre y su retiro del espacio aéreo libio.

Las banderas democráticas del imperialismo

La dinámica de la insurrección y guerra civil en Libia, así como las características de la intervención imperialista, deben ser analizadas por la izquierda centroamericana y latinoamericana.

Las manifestaciones opositoras en Bengasi, masacradas por la aviación de Gadafi, produjeron el estallido de la insurrección y el inicio de la revolución hace 8 meses, y con ello un cambio de posición de las potencias imperialistas, que anteriormente apoyaban a la dictadura de Gadafi.

Por razones muy particulares, por el hecho que Estados Unidos ha sido durante el último siglo el gendarme mundial que ha sostenido a todos los regímenes dictatoriales en el planeta, la mayoría de la izquierda centroamericana y latinoamericana no observó que la política “democrática” del imperialismo pretendía asaltar y destruir la revolución desde su propia e improvisada conducción.

La mayor parte de la izquierda,, viendo la realidad en blanco y negro, se solidarizó con  la dictadura de Gadafi, dando la espalda al proceso revolucionario y la guerra civil, que era parte indisoluble del terremoto revolucionario que se producía el norte de África y cuyas ondas expansivas golpean a Siria y al propio Israel.

Para detener el proceso revolucionario en Túnez, Egipto y Libia, Estados Unidos y la Unión Europea enarbolaron banderas democráticas, para engañar a las masas árabes que han soportado las dictaduras que las mismas potencias imperialistas han amamantado. Y en el país en donde la lucha adquirió rápidamente características insurreccionales y de guerra civil, como fue el caso de Libia, las potencias imperialistas decidieron primero imponer un ultimátum a Gadafi para que renunciara y se marchara del país, pero ante la resistencia de este, (por cierto parecida a la de Noriega en Panamá, a la de Sadam Hussein en Irak) optaron por apoyar la lucha insurreccional, pero de manera controlada, para evitar el desbordamiento revolucionario.

El “nuevo modelo” de intervención imperialista

La ejecución de Gadafi fue recibida con satisfacción por las potencias imperialistas. Barack Obama en su discurso resumió el triunfo de su política: “Hemos alcanzado nuestro objetivo sin poner a un solo soldado norteamericano sobre el terreno”.

El vicepresidente Joe Biden fue más categórico: “La misión de la OTAN en Libia funcionó tal y como estaba previsto, costó un total de 2.000 millones de dólares, no se perdió ninguna vida norteamericana y la responsabilidad fue compartida entre varios. Este es el modelo” (ElPaís 21/10/2011)

Si ese es el “nuevo modelo” de intervención imperialista, en el cual se utilizan banderas “democráticas” para engañar a las masas insurrectas, la izquierda centroamericana y latinoamericana, debe estudiar la fresca experiencia de la guerra civil en Libia y sacar las debidas lecciones. Es cierto que no logramos ponernos de acuerdo en torno a que bando apoyar militarmente en el transcurso de la guerra civil, pero ahora, de cara al futuro,  al menos debemos discutir y ponernos de acuerdo sobre cuáles son las principales tareas a impulsar para evitar que Libia se transforme nuevamente en una semicolonia del imperialismo norteamericano y europeo.

Los llamados a la reconciliación nacional

Ahora que la guerra civil ha terminado, como era de esperarse, los representantes del imperialismo mundial comienzan a hablar de “paz”, “reconstrucción”, “democracia” y “reconciliación”.

Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, ha dicho que “El camino para Libia y su gente será difícil y lleno de desafíos. Ahora es el momento de que se unan todos los libios (…) a través de la unidad nacional y la reconciliación. Los combatientes de ambos lados deben dejar las armas pacíficamente. Este es el momento de sanar las heridas e iniciar la reconstrucción, tiempo de ser generosos en espíritu y no de venganza”.

Rusia al final abandonó a Gadafi a su suerte, y apoyo la intervención imperialista sobre Libia hasta que fueron garantizadas sus inversiones petroleras. Dimitri Medvedev, presidente de Rusia, declaró que “Esperamos que haya paz en Libia, y que todos aquellos que están gobernando el estado, los distintos representantes de las tribus libias, alcancen un acuerdo final sobre la configuración del poder y Libia se convierta en un estado democrático moderno". (BBC Mundo 21/10/2011)

Incluso, hay sectores del imperialismo, organismos internacionales,  que piden una investigación sobre la ejecución de Gadafi, no tanto por que deseen saber lo que realmente pasó, sino porque quieren evitar juicios y ejecuciones contra los sectores del gadafismo que abandonaron al líder y a última hora se pasaron al bando de la revolución, sobre todos aquellos sectores provenientes de las fuerzas armadas y de seguridad.

Las milicias populares: la clave de la situación

Pero lo que más preocupa a las potencias imperialistas son la proliferación de milicias populares. El aparato represivo del Estado burgués en Libia, conformado por la Policía y el Ejercito, que por 42 años fueron leales a Gadafi, casi han desaparecido en la escena. Una parte se sumó a la revolución, la otra se disolvió discretamente, y quienes pelaron hasta al final junto a Gadafi, han sido derrotados en el campo de batalla.

El verdadero poder en Libia no es el gobierno pro imperialista del Consejo Nacional de Transición (CNT), una creación de último momento de la sofisticada intervención del imperialismo mundial, sino las milicias populares. Estas son desordenadas, indisciplinadas, reflejan el caos de la revolución, pero sobre todo reflejan una forma de auto organización superior: son organismos embrionarios de un nuevo poder popular.

En la lucha contra Gadafi, las masas libias obtuvieron, a costa de mucha sangre, dos grandes conquistas: las libertades democráticas y las milicias populares. Y ahora que la guerra civil ha terminado, la estrategia imperialista se concentra en un solo punto: desarmar a las milicias, y reclutar de entre sus miembros a los policías y soldados de las nuevas fuerzas armadas que quieren reconstruir.

El imperialismo y el CNT están desarmando las milicias

Mucho antes del ajusticiamiento de Gadafi, siguiendo los consejos de sus amos imperialistas, los títeres del CNT habían comenzado el proceso de desarme de las milicias, y de conversión de los milicianos en policías y soldados de las nuevas fuerzas armadas.

El Comité Supremo de Seguridad, que reúne a los principales líderes militares de las milicias, que reflejan en su composición a las diferentes tribus y etnias desparramadas por las ciudades libias, se había comprometido en disolver las milicias apenas terminara la guerra civil, y esta situación ha llegado. Ali Tarhouni, vicepresidente del CNT, ha declarado que “cuanto más las fuerzas policiales asumen el control, entonces la mayoría de las milicias se mueve fuera de la ciudad''.

Esta fuerza policial es la misma de la época de Gadafi, ahora nutrida con elementos provenientes de las milicias. Mohamed Ali, coordinador del grupo a cargo de la seguridad en el llamado Equipo de Estabilización del CNT, declaró que “Nuestra prioridad es unificar los cuerpos de seguridad en un solo comité. En Trípoli hay cuatro batallones bajo mando de cuatro comandantes. Pero también hay 5.000 shabab [jóvenes] de Misrata, 2.000 de las montañas de Nafusa [al suroeste de la capital] y 3.000 tripolitanos armados. Además tenemos la policía, que está regresando a las comisarías, y estamos formando la Guardia de Seguridad Nacional, recién creada por el Consejo Nacional Transitorio".

Hasta que se elija el Gobierno interino, los shabab conservarán sus armas porque esto no ha terminado todavía" Entonces se les ofrecerán empleos, dinero o cursos educativos para que entreguen el armamento. Quien quiera conservar un fusil, podrá hacerlo, pero tendrá que ser incluido en un registro. En ningún caso podrán mantener en su poder armas más potentes"(El País, 02/09/2011)

El problema tribal

Libia es una sociedad tribal, mantenida así, de manera artificial, por Gadafi para mantenerse en el poder largo tiempo. En la lucha contra la dictadura de Gadafi, de las cinco tribus principales, tres de ellas ( Warfalla, Zuwayya y Tuareg) se rebelaron, mientras que las tribus Khadafa (a la cual pertenecía el propio Gadafi) y Megarha le prestaron apoyo.

Estas dos últimas tribus son originarias de Tripolitania, la región costera oeste de Libia. Al desaparecer Gadafi, a unidad de acción que establecieron durante la insurrección y la guerra civil, puede generar tendencias centrípetas que pueden ser utilizadas por las  potencias imperialistas para debilitar la revolución, hasta aniquilarla.

Un programa para la revolución Libia

No se puede desde la distancia incidir en los acontecimientos revolucionarios, aunque si podemos discutir lo que conforme a las experiencias de la revolución centroamericana, recomendaríamos a los revolucionarios en Libia.

1.- Una vez finalizada la guerra civil, el enemigo número uno es el gobierno proimperialista del CNT. Abajo los burgueses y gadafistas conversos dentro del CNT, por un gobierno provisional de las milicias populares!

2.- No al desarme de las milicias populares, por la centralización democrática de las milicias populares. Por la disolución completa del ejército, los servicios de seguridad y la policía de la época de Gadafi. Juicio y castigo ejemplar a los asesinos del pueblo.

3.- por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, libre, soberana y democrática, que represente a toda la población, tribus y etnias, y que discuta una nueva Constitución y como explotar la riqueza petrolera en beneficio del pueblo, y no de las transnacionales.

Por Orson Mojica

La lucha contra el régimen dictatorial y monárquico de Moamar Gadafi el Libia, el posterior estallido de la insurrección y la guerra civil, y la intervención imperialista de la OTAN a través de bombardeos, ha provocado la división de la izquierda en Centroamérica y el mundo.

División en la izquierda

Por un lado, están quienes apoyaron incondicionalmente al régimen de Gadafi, por considerar que los ataques de la OTAN confirmaban la teoría de una gran conspiración del imperialismo en su contra, para apropiarse del petróleo en detrimento de la nación libia. Por el otro lado, están quienes apoyaban la rebelión y la lucha por derrocar el régimen dictatorial y monárquico. En este amplio sector encontramos las más variadas posiciones, desde quienes apoyaron incondicionalmente la rebelión, cerrando los ojos ante los bombardeos de la OTAN y el carácter burgués y pro imperialista de la dirección del Consejo Nacional de Transición (CNT), hasta quienes consideraron un triunfo contra el imperialismo la derrota militar del sector gadafista.

Esta última posición no resiste la menor crítica, puesto que no se puede considerar un triunfo contra el imperialismo la caída calculada del régimen dictatorial y monárquico de Gadafi, planificada e implementada magistralmente por la alianza imperialista.

Rebelión y guerra civil

Obviamente, no se puede levantar una política revolucionaria en Libia, si no colocamos en un correcto orden las piezas de la realidad. En el último periodo, Gadafi mantuvo excelentes relaciones con los Estados Unidos y con todos los gobiernos de la Unión Europea, pero fue a raíz de la rebelión en Bengasi que las potencias imperialistas decidieron romper su amistad con su antiguo pero ahora incomodo aliado.

Gadafi se sintió, con justa razón, traicionado por sus aliados, pero este es el hecho fundamental que marcó la diferencia en la situación en Libia. Gadafi dejo de representar a la nación Libia, porque existían dos bandos que se enfrentaban a balazos por la conquista del poder. Cuando una guerra civil estalla, los revolucionarios no podemos hacer como el avestruz, ocultar nuestra cabeza en las calientes arenas del desierto libio. Obligatoriamente, tenemos que tomar una postura, y siempre nos inclinamos por el bando más progresivo, aquel que significaría un avance en relación a la monarquía de Gadafi. Obviamente, el secreto de la política revolucionaria es mantener la independencia política.

Pero en este punto fue donde precisamente muchas organizaciones izquierda cayeron en el pantano del oportunismo. Y no nos referimos a las que abiertamente o solapadamente apoyaron la intervención del imperialismo en Libia, sino a las organizaciones que le claudicaron a la monarquía de Gadafi, al hacerse del lado del dictador en contra de la rebelión popular.

La famosa cita de Trotsky

Algunas de estas organizaciones, para justificar su claudicación a la monarquía de Gadafi, se aferraron a una famosa expresión de Trotsky, en su discusión con el sindicalista mateo Fosa, en septiembre de 1938.

En esa ocasión, Trotsky afirmo lo siguiente: “(…) En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil "fascista" contra la "democrática" Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas (Getulio, 1883-1954). Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras que se ocultan!”.

La cita de Trotsky es impecable. A simple vista, pareciera darles la razón a quienes apoyaron políticamente a la dictadura de Gadafi, contra la “conspiración” de las democracias imperialistas, pero si analizamos más detalladamente la situación veremos que no es así. Evidentemente, una situación concreta no se parece nunca a otra, aunque tenga similitudes.

En primer lugar, Trotsky se refería a una hipotética guerra de la nación-estado Brasil contra la potencia colonial e imperial de Inglaterra, no a un país desgarrado por la guerra civil que, por cierto, en el caso de Libia no la inició el imperialismo, sino la rebelión de las masas, y que los imperialistas se vieron obligados a romper con su incomodo aliado, para poder mantener el control político sobre el proceso insurreccional. La diferencia sustancial reside en que Gadafi dejó de representar a la nación en Libia en lucha contra el imperialismo, porque muchos años atrás él se había convertido en aliado del imperialismo mundial.

En segundo lugar, Trotsky está polemizando contra la idea falsa de un enfrentamiento entre “fascismo” y “democracia”, es decir, desechaba el análisis superficial de otorgarle extremada importancia al régimen político con el cual domina la burguesía en los países atrasados o en las metrópolis imperialistas. Para Trotsky lo fundamental era la lucha real de las naciones atrasadas contra el imperialismo. En el hipotético caso que el Brasil semicolonial triunfara sobre la Inglaterra imperialista, esto significaría un avance de la lucha contra el imperialismo. El ejemplo está planteado de manera abstracta, para fines didácticos, pero bajo ninguna circunstancia Trotsky podía considerar el ejemplo de un país desgarrado por una guerra civil, porque evidentemente la repuesta política seria otra.

En tercer lugar, y esto es quizás lo más importante, Trotsky llamó a descubrir  “a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras que se ocultan”. Por ello, quienes apoyaron políticamente a Gadafi, embellecieron la máscara de la dictadura. Tanto Gadafi como la conducción del CNT se peleaban para convertirse en el agente oficial de las potencias imperialistas, la diferencia radicaba en que en este último caso, las masas insurrectas se agrupaban, ante la ausencia de una dirección revolucionaria, bajo el traicionero manto del CNT.

Intervención imperialista y milicias populares

Una característica esencial y determinante de la guerra civil en Libia fue el surgimiento de milicias populares, compuesta en su mayoría por jóvenes.  Los líderes militares del CNT, ex gadafistas conversos, se quejaron muchas veces del desorden imperante en las milicias populares.

Gadafi siempre tuvo ventaja militar sobre las milicias, creadas al calor de la insurrección. Gadafi contaba con un ejército regular, disciplinado y con mucho armamento proporcionado por las potencias imperialistas europeas. Por eso Gadafi siempre confió en la posibilidad de derrotar militarmente la rebelión, y con ello renegociar su amistad con las potencias imperialistas.

Estas, por su parte, diseñaron una estrategia militar basada en el debilitamiento de la capacidad ofensiva del ejército de Gadafi, por ello diseñaron una campaña de bombardeos muy puntuales, sobre aeropuertos, sistema de radares, bodegas militares, destrucción de armamento, etc. Al bombardear las posiciones de Gadafi, las potencias imperialistas dieron oxígeno a la rebelión, pero con ello, al mismo tiempo, comenzaron a copar su conducción, subordinándola a sus planes de contener la revolución desde adentro, es decir, desde su conducción. Esta estrategia no es nueva, ya la han aplicado en otros procesos como en Afganistán, cuando apoyaron las guerrillas en contra de la intervención militar soviética, las cuales eran dirigidas por direcciones fundamentalistas islámicas, solo para citar uno de los ejemplos más relevantes.

CNT: conducción contrarrevolucionaria

Sin lugar a dudas,  la dirección del CNT es una dirección burguesa, contrarrevolucionaria, que se ve obligada a ponerse al frente de la lucha contra Gadafi, por la rebelión de las masas. Eso implicaba una contradicción enorme, por un lado una dirección que se convirtió rápidamente en agente del imperialismo,  y por el otro, más abajo en la sociedad libia, una enorme presión de masas, que quería derrocar a la dictadura monárquica de Gadafi.

Nunca, jamás, podemos confundir la dinámica de un proceso revolucionario con la naturaleza de clase de su dirección. Es casi una ley de la historia que las revoluciones estallan casi siempre bajo la conducción de direcciones burguesas, pequeño burguesas u oportunistas, y es en el desarrollo de la lucha que las direcciones revolucionarias, bajo una feroz lucha política, conquistas a las masas y encabezan conscientemente el proceso revolucionario. Libia no ha sido la excepción pero ha sido quizá uno de los casos más trágicos.

Ahora la lucha es contra el CNT

Aunque la guerra civil no ha terminado, y todavía se desconoce el paradero de Gadafi y su camarilla, todo indica que estamos ante un triunfo militar de los rebeldes sobre los gadafistas. La rápida caída de Tripoli en manos de los rebeldes, inclino el curso de la guerra a favor de la revolución.

Ante el bombardeo de la OTAN y el avance de la revolución, sectores de las fuerzas armadas de Gadafi se fueron pasando lentamente y en silencio al bando de la revolución. Este era el principal objetivo del imperialismo, y en cierta medida lo ha logrado: El Ejercito, Policía, fuerzas de seguridad de Gadafi, están intactas.

El principal objetivo del CNT es desarmar a las milicias populares, para retornar a la normalidad. Por ello, una vez concluida la guerra civil, la tarea número uno de cualquier revolucionario en Libia, es iniciar la lucha contra el gobierno pro imperialista del CNT. El enemigo principal ahora es el gobierno del CNT, el nuevo agente del imperialismo, pero sin aliarnos a los gadafistas, buscando siempre la independencia política de los trabajadores libios en la consumación de la revolución democrática

 rebeldes descalzos

 

 Por Nicolás Solís

Un periódico que se reclama como órgano del movimiento obrero debe educar políticamente a las masas, de forma práctica, tanto en la metodología de toma de decisiones políticas ante las distintas coyunturas, desde una óptica principista, de clase, como en el debate, en situaciones políticas cruciales para la lucha del proletariado, para poner en claro los intereses y las concepciones ideológicas que subyacen en las posiciones adversas.

Sin embargo, hace un mal trabajo un órgano partidario cuando publica –sin crítica política- posiciones pequeño burguesas, o debates entre corrientes pequeño burguesas, respecto a la situación en Libia.

En el sitio web de El Socialista Centroamericano, se publicó el artículo de Otto Van Der Velde Q, titulado “Sobre una falsa consigna”, y la réplica al mismo por Ricardo Galindez, titulada “Ni una gota de petróleo para los países imperialistas que aprobaron la intervención militar”, igualmente nocivas para la formación obrera.

En un escrito particularmente confuso (al que le haremos una liposucción severa con el fin de dejar algo en claro la sustancia), Otto Van Der Velde Q sostiene que el problema nacional retorna con la fuerza de un tsunami en todo el planeta. Y da a creer que el sistema económico capitalista se encuentra en una fase de invasión militar por la conquista colonial de territorios, para apoderarse del petróleo, del agua y de las fuentes agrícolas.

En tal sentido, afirma que la contradicción principal en Libia es contra la ocupación militar del agresor imperialista, que bombardea objetivos civiles y produce desastres sociales, económicos y políticos con miras a dividir el país, expropiar el petróleo liviano y adueñarse de las reservas freáticas.

Llama, en consecuencia, a liquidar al enemigo principal, formando alianzas políticas y militares con los sectores víctimas de las razzías imperialistas (es decir, con Gadafi). Pero, advierte que en tal alianza el proletariado no pierde su perfil programático y estratégico como clase. Y concluye: la guerra contra los invasores y por la “democracia tabula rasa” (¡) apenas comienza.

Evidentemente, Otto Van Der Velde Q no sigue la evolución del sistema capitalista mundial, y desconoce en absoluto la arquitectura financiera internacional en la época de la globalización. Esto es, el flujo internacional de capital sin restricciones (bonos, acciones, crédito de entidades financieras, inversiones directas, prestamistas institucionales como el FMI, y prestamistas privados internacionales: bancos, casas de inversión, compañías de seguros, fondos comunes de inversión y otros tipos de inversores que compran directamente los instrumentos ofrecidos por prestatarios de los países subdesarrollados), con lo cual, el capitalismo se apodera del control de las economías subdesarrolladas. El capital fluye cuando el interés doméstico excede al internacional por un margen suficientemente grande para cubrir las expectativas de devaluación de la moneda del país receptor y el premio por el riesgo específico del país receptor. Son capitales privados altamente volátiles, procíclicos, que huyen del país por factores exógenos a las propias economías subdesarrolladas. Al final de cuentas, el flujo de capital se revierte, y la entera economía queda hipotecada, con impactos críticos macroeconómicos. Ya que por lo general esta inversión no se dirige a sectores de alta productividad que ayuden al desarrollo del país. Más bien, en gran parte se dirigen a actividades especulativas de corto plazo.

 

Baste meditar sobre el colapso financiero de Grecia, Irlanda, Portugal y, probablemente, en los próximos meses, España, en los cuales, por la reestructuración de la deuda la política económica y social interna de estos países viene dictada por los acreedores internacionales (sin que a ojos vistas se perciba la posibilidad de un futuro crecimiento nacional).

Las cañoneras y, más aún, el desembarco de tropas militares sólo ocurre cuando la situación política lo requiere. En este sentido se cumple la máxima de Clausewitz de que la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. Al contrario de lo que cree Otto Van Der Velde Q, cuando afirma que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el principio de Clausewitz. La guerra no es un principio que se puede adoptar a voluntad, a destiempo de las circunstancias.

Sólo en el culmine del desarrollo de las tensiones políticas se llega a requerir que se intente imponer un orden por mano militar. Las formas de gobierno y de dominación, más que de la voluntad de las clases explotadoras, dependen de la situación política, es decir de la relación de fuerzas entre las clases fundamentales de la sociedad (que, a su vez, se ven influidas por las condiciones materiales de existencia de las masas). Gadafi, con su régimen dictatorial, era el agente perfecto para la firma de los acuerdos de explotación imperialista del petróleo libio, y para la política de dominación en Medio Oriente.

No es el imperialismo, por lo tanto, quien provoca la crisis en Libia. Sino, la pequeña burguesía libia, jóvenes exasperados por la falta de perspectivas de crecimiento personal en una dictadura con sesgos precapitalistas (inepta y corrupta).

Obviamente, cuando la crisis estalla, por explosión social interna, el imperialismo no se queda de brazos cruzados, sin participar activamente en la consolidación de una nueva forma de gobierno que defienda sus intereses. La contradicción principal en estos momentos se da respecto a la forma, es decir, al método con que se debe derrocar a Gadafi: O con una destrucción total del ejército y de la policía de Gadafi (las dos columnas represivas del Estado semifeudal), como apuntan las fuerzas plebeyas en lucha que, en ese mismo proceso, forman milicias de autodefensa, que se convierten (por desarrollo dialéctico) en las columnas de un nuevo tipo de Estado, íntimamente unido a las masas. O bien, por un acuerdo de pacificación entre cúpulas de funcionarios adversos, que ideológicamente sustentarían la superestructura burocrática institucional (como corresponde a los intereses del imperialismo).

Otto Van Der Velde Q afirma con petulancia profesoral: “políticamente se trata, en Libia, de un movimiento obrero rudimentario en cuanto a conciencia de clase para sí. Así lo manifiestan las consignas democráticas de las masas obreras”.

Las consignas democráticas –como en todo país atrasado, dominado por una dictadura- corresponden a la realidad política libia, no a una conciencia rudimentaria. En un país atrasado, el movimiento de masas –no el cambio de sillas, de un núcleo pequeño burgués, en un cafetín - tiene inevitablemente que darse en torno a reivindicaciones democráticas, que una vanguardia socialista puede conducir a la toma del poder, para eliminar las barreras a la producción y acabar con la anarquía económica que se origina en las formas de propiedad que sostienen relaciones de producción precapitalista.

Aunque resulte sorprendente, Otto Van Der Velde Q critica “que se exhorte  a enviar armamento a los grupos opositores y jefes tribales libios (opuesto militarmente a Gadafi) porque –en su opinión- nadie sabe qué se proponen,  con el agravante de que unos cuantos de estos jefes rebeldes y señores de la guerra, apoyan públicamente la intervención militar extranjera de la OTAN”.

Cuando un sector de las masas, en adelante, se rebele en un enfrentamiento desigual contra un gobierno vasallo del imperialismo, contra un gobierno que ejerce una feroz dictadura militar y, por supuesto, que violenta los derechos ciudadanos, mientras se enriquece con base a los recursos del Estado, estos rebeldes tendrán que presentarse de previo ante Otto Van Der Velde Q para explicarle qué se proponen.

Un revolucionario, en cambio, apoya sin condiciones todo movimiento progresivo de masas. Intenta encabezar su lucha, le excita por medio de consignas de transición a descubrir en el curso de los enfrentamientos los intereses e ilusiones que limitan los objetivos iniciales de su acción política. No otra cosa es la adquisición de conciencia de clase, que seguir las consignas que en una situación concreta apuntan a formar y a defender órganos de poder directo, en alianza con el resto de sectores explotados y empobrecidos de la sociedad.

Por su lado, en su réplica a Otto Van Der Velde Q , Ricardo Galindez llama a no dar ni una gota de petróleo a los países imperialistas que aprobaron la intervención militar en Libia.

En un tablero de guerra personal, Galindez prescinde de la realidad del comercio mundial. Su bitácora personal de guerra registra que nunca más habrá una gota de petróleo para todos los países que aprobaron la resolución de la ONU. Obviamente, Galíndez suprimirá, también, el mercado internacional de derivados, los contratos de futuro, etc. Cerrará los pozos de petróleo (y los ingresos de la renta petrolera a los países productores). Dejemos a un lado, por el momento, la complejidad práctica de restringir la venta, con un bloqueo petrolero, a quienes por lo general extraen el petróleo, lo procesan y lo distribuyen con tecnología propia. Algo muy distinto es amenazar con quemar los pozos en caso de agresión, como hiciera Chávez (aunque Galindez no capta la diferencia).

Luego, Galindez, en lugar de esbozar una consigna, invoca una plegaria: “Por la derrota de la intervención imperialista y el triunfo de una revolución de los trabajadores”.

¿Por esa derrota imperialista habrá que hacer algo? ¿Qué habría que hacer para que triunfe la revolución de los trabajadores, además, de rezar, como hace inconscientemente Galindez?

Con este método jaculatorio de Galindez, podríamos completar a placer nuestros votos: Por la prosperidad mundial, por la paz eterna y la sostenibilidad ambiental… etc.

Escribe Galindez, “el tema de Libia lo hemos tomado como punto central en el proceso de formación de nuestros militantes y en el fortalecimiento organizativo del equipo”. ¿Cómo se forman los militantes a partir del tema de Libia? ¿Hay enseñanzas teóricas que se puedan extraer de la experiencia de los obreros libios? ¿Qué de esa experiencia podemos incluirla en nuestro programa trotskista? O Galindez forma militantes en su tablero personal de guerra, y no en la lucha real del movimiento obrero. ¿Cómo se fortalece organizativamente el partido con el tema libio? Un partido se fortalece cuando sectores de las masas obreras siguen sus directrices, cuando confían en su capacidad de lucha en el terreno práctico.

Agrega Galindez: “Libia es el punto más agudo del desarrollo de la lucha de clases a escala planetaria”.

¿Significa que el capitalismo podría recibir una derrota cualitativa en Libia en grado de cambiar la correlación de fuerzas a escala mundial? ¿O es una forma de hablar paparruchadas?

 

El eje del “punto más agudo de la lucha de clases”, para Galindez, es una alianza con fuerzas de la derecha, probablemente, para no darles ni una gota de petróleo a los países que aprobaron la resolución de la ONU. Escribe a este respecto Galindez:

“Es posible y necesario saber defender las posiciones proletarias donde se presente la circunstancia de activar junto a fuerzas de la derecha burguesa luchas antiimperialistas o simplemente democrática burguesas”.

¿Cuáles son –según Galindez- las posiciones proletarias en la lucha junto a las fuerzas de la derecha en el caso de Libia? Estas posiciones parece que sean recetas momificadas, y no un plan dinámico que se distingue por el carácter de clase de las fuerzas en lucha.

Aún cuando se coincida con un sector de la burguesía en un objetivo democrático, por ejemplo, en el derrocamiento de Gadafi, por el carácter del mando proletario debiera haber una diferencia en el método de lucha, una diferencia cualitativa en la organización, en la designación de los mandos, en la toma de decisiones y en el alcance y efectividad de las mismas, en la capacidad de defender y de incorporar a otros sectores pobres de la población (recogiendo sus reivindicaciones propias), en la forma de resolver los problemas de logística y de obtener los recursos, hay una diferencia abismal en la moral de combate y en la capacidad sin límites de golpear los intereses del adversario. Mao aconseja, no obstante, en el curso de una alianza semejante frente a una agresión militar externa, que hay que prever, políticamente (es decir, en la correlación de fuerzas), la inconsecuencia y la próxima traición de la burguesía.

“Planteamos un programa político –dice Galindez- para que los Comités Populares se desarrollen como verdaderos organismo de doble poder”.

¿Con qué efectos prácticos plantea ese programa político? Nuevamente, vemos a Galindez fuera de la realidad libia, redactando programas políticos de transformación, en su bitácora personal, sin el menor contacto con el nivel de conciencia de las masas.

Los Comités Populares no pueden ser organismo de doble poder si las demandas de los luchadores (demandas que provienen de su realidad material) no entran en contradicción con las limitaciones de un pretendido orden jurídico que defiende los intereses comunes de sectores de la burguesía en discrepancia por el poder.

En Libia hay una contradicción interburguesa, entre la burocracia de Gadafi, la incipiente burguesía democrática (afín al gobierno transitorio) y las fuerzas del imperialismo. Los trabajadores deben aprovechar esta discrepancia para abrirse espacios propios, para adquirir fuerza organizativa, para obtener recursos de combate, para convertirse en un polo de reclutamiento de la población empobrecida.

En lugar de valorar la habilidad indispensable de la dirección obrera, en el terreno de lucha, para mantener objetivos estratégicos por medio de una flexibilidad táctica, con alianzas que le permitan mantener la fractura entre las fuerzas interburguesas, en un frente móvil de combate, hasta que la acumulación de fuerzas le permita asumir la iniciativa estratégica, Galindez redacta programas que, en teoría, crearían órganos de doble poder.

Sin comprender la esencia del proceso revolucionario ruso, Galindez escribe “que el paso de un gobierno burgués a uno obrero se dio sin etapas, de manera continua, ininterrumpida”.

Lo que se dio sin etapas, de manera continua, ininterrumpida, fueron las transformaciones económicas, sociales y políticas, de carácter democrático y socialista, precisamente, porque el sujeto histórico de tales transformaciones conjuntas fue el proletariado de un país atrasado (consecuente con las demandas históricas de los sectores explotados y empobrecidos). Transformaciones que se vendrían abajo si la revolución obrera en los países desarrollados no acuden en su ayuda, con un nuevo sistema global de producción, basado en la planificación colectiva de los recursos productivos.

Galindez afirma que Mao al desarrollar su frente anti japonés se fusionó con el Kuomintang, partido nacionalista burgués chino y esto, bajo el mando Chiang Kai Chek, provocó una masacre en las filas proletarias generando una derrota a la revolución china que costó años en recuperarse.

Es una falsedad histórica. La lucha consecuente contra Japón, permitió que el PCCh, que luego de la larga marcha contaba tan sólo con 8 mil hombres (como consecuencia de la desastrosa guerra de posiciones impulsada por la dirección del PCCh afín a la Internacional Comunista de Stalín, contraria a la táctica guerrillera de Mao), saliera fortalecido y fuera capaz de derrotar al Kuomintan (cuyo compromiso era de no atacar al ejército rojo mientras ambos lucharan contra Japón). Al fin de la segunda guerra mundial, Mao, con un ejército superior en combatientes, en experiencia militar y en moral de combate, derrota militarmente al Kuomintan en todos los frentes, el 10 de diciembre de 1949 (pese a la ayuda norteamericana a las fuerzas reaccionarias).

Afirma Galindez: Gadafi no va a ser consecuente en la lucha contra el intervencionismo, apenas pueda se va a ensañar con las masas que se atrevieron a rebelarse.

¿Qué parte de la historia mira Galindez? Gadafi no lucha contra el intervencionismo. ¿Qué significa luchar contra el intervencionismo en Libia? Las fuerzas de la OTAN se han limitado a eliminar la capacidad de respuesta militar de Gadafi, destruyendo su aviación, radares y cohetes tierra-aire. Gadafi –armado por Europa y Rusia- ha perdido la capacidad de causar daño alguno a los países del mar mediterráneo. En la guerra moderna, esta es una acción de carácter defensiva, que baja el nivel estratégico de iniciativa y de respuesta de un posible adversario militar (creando una situación severa de asimetría militar).

¿Es una intervención y una intromisión que viola la soberanía de Libia? Por supuesto que sí. ¿Es una invasión militar? Por supuesto que no. Mientras en una lucha asimétrica se puede luchar contra una invasión militar, contra tropas de ataque con objetivos de control territorial, en un trabajo quirúrgico de aniquilamiento del poder de fuego aéreo del ejército mercenario de Gadafi, sólo es posible una lucha política en el seno de las metrópolis y de sus aliados sensibles, con acciones económicas que afecten el suministro de materias primas vitales a la economía de estas potencias. Pero, antes, para las fuerzas progresistas, es mucho más importante crear un movimiento militante de solidaridad con los combatientes rebeldes a Gadafi. Se debe exigir el suministro de recursos y de armamento a los rebeldes, obligando al imperialismo a ir por un camino lleno de riesgos e incertidumbre, precisamente, porque la evolución de las masas en movimiento, si logra destruir al ejército mercenario de Gadafi (a las fuerzas blindadas y a la artillería), podría gestar un poder nacionalista genuino, que luego se oponga a la explotación y a la rapiña imperialista, sancionada por acuerdos comerciales ilegítimos firmados por Gadafi.

“Las clases precapitalistas y el campesinado –dice Galindez- ya no tienen la oportunidad de desarrollarse plenamente y determinar el carácter de una revolución, sino que tienen que aliarse con una de las clases fundamentales que son la clase obrera o la burguesía”.

¡Qué indigestión de conceptos! Naturalmente, que las clases precapitalistas y el campesinado, en un país profundamente atrasado no sólo tienen la oportunidad, sino, que deben necesariamente determinar el carácter de la revolución. No se trata del desarrollo pleno de la clase campesina, sino, del efecto que esta crisis ejerce sobre sus condiciones de existencia. Salvo que un burócrata sea quien determine el carácter social de la revolución, la principal transformación debe corresponder a la demanda de la mayoría de la población trabajadora. La suerte de esa revolución dependerá de la manera que se cumpla la alianza con las masas campesinas. El desarrollo de las fuerzas productivas tendrá como primera medida la liberación del monopolio del factor productivo que condena a la emigración, al hambre y a la degradación a la población campesina. El programa de la revolución –del que cada tanto habla Galindez- tendrá un fuerte contenido campesino, o no será un programa revolucionario, de masas, sino, un folleto con manchas de cafetín. La dirección proletaria le da a la revolución una orientación consecuente con las demandas campesinas

Mao, precisamente, nos muestra cómo en una región rural inmensa, fueron las masas campesinas, dirigidas por una pequeña vanguardia socialista, las que dieron pie a la toma del poder y al inicio de transformaciones sociales y económicas que han llevado a China a índices insuperables de crecimiento económico en pocos años (pese a los errores del gobierno). Igual que en Rusia, la revolución China degeneraría sin el concurso de la revolución proletaria mundial. Este es el sentido histórico del marxismo: el proceso socialista como un fenómeno histórico mundial.

“Los Comités Populares, dice Galindez, por falta de una vanguardia no han podido levantar un programa político que unifique a todas las capas explotadas y oprimidas de la población para derrotar a Gadafi, al imperialismo y al capitalismo, e iniciar la construcción del socialismo en un proceso ininterrumpido”.

La falta de una vanguardia es una verdad de Perogrullo. Quizás el imperialismo deja que este proceso se empantane militarmente, porque su seguridad radica en la falta de una vanguardia. La falta de perspectivas termina degradando la moral de lucha, y el imperialismo es experto en montar gobiernos estables fantoches luego de degradar a la población.

Una vanguardia, en estas circunstancias, más que levantar un programa político que derrote a Gadafi, al imperialismo, al capitalismo, y que inicie la construcción del socialismo en un proceso ininterrumpido (¿qué será ese proceso ininterrumpido?), debiera, simplemente, limitarse a debilitar militarmente a Gadafi, con constantes victorias tácticas, que hagan crecer la moral de combate en una lucha estratégica de larga duración.

¿Ese programa político mágico, de Galindez, podría hacer lo mismo en cualquier país, o en Libia hay condiciones especiales, favorables, para que produzca tantos efectos positivos a la clase obrera en la correlación de fuerzas internas y externas? Correspondería a Galindez analizar tales condiciones objetivas y subjetivas en Libia, y la interrelación de éstas con su programa.

“Los cambios de conciencia pueden ser lentos, pero, también rápidos y violentos”, dice Galindez. Tal cosa es evidente. Pero, la conciencia política de clase no implica ni capacidad teórica ni la capacidad de elaborar una línea política acertada en cada circunstancia, acorde con los principios proletarios (para lo cual, además de un método filosófico, se requiere información especializada y conocimientos específicos del devenir de la realidad en cuestión, sobre todo, habilidad en la conducción militar).

“Para desarrollar un proyecto de independencia total (dice Galindez), las burguesías nacionales tienen que enfrentarse a toda la capacidad de las multinacionales y ello solo es posible movilizando al pueblo trabajador. Pero, en la dinámica social, aún sin partido revolucionario, los trabajadores tienden a levantar sus propias banderas cuestionando las propias estructuras del estado burgués”.

¿Qué locura es ésta? ¿Qué sentido tiene un proyecto de independencia total de la burguesía nacional en la etapa de globalización, cuando se produce un flujo sin restricciones de capitales, que entrelaza los intereses en un modo de producción global? ¿Para qué las burguesías nacionales enfrentarían a las transnacionales en la tapa de la globalización? La diferencia entre burguesía nacional y transnacional, o el conflicto entre una y otra deja de tener sentido con el libre movimiento de capitales. Lo central, para cada burguesía, es lograr más rentabilidad donde coloca sus inversiones. ¿En qué ayuda la movilización del pueblo trabajador a la burguesía nacional, cuando ambas burguesías coinciden, más que nunca antes, en someter a los trabajadores a condiciones de control político y de explotación económica. ¿En cuál dinámica social, aún sin partido revolucionario, los trabajadores cuestionan el Estado burgués y, se supone, presentan un Estado alternativo, cuando la característica más universal de la globalización es la quiebra financiera y el fenómeno de la emigración a escala jamás vista?

“Las burguesías de los países coloniales y semicoloniales –insiste Galindez- son incapaces de desarrollar las fuerzas productivas de manera independiente, prefiriendo morir en manos de los amos imperiales que a manos de las fuerzas revolucionarias del pueblo trabajador y de sus aliados naturales, los campesinos pobres”.

Las burguesías semicoloniales no mueren a manos de los amos imperiales (no interesa ningún caso individual). Lo que interesa es si las fuerzas productivas pueden crecer en los países semicoloniales, y si es posible transformar, hasta cierto punto, progresivamente a la sociedad. El crecimiento independiente es una ficción pequeño burguesa (y el interés por la sobrevivencia de sectores precapitalistas, también). Las fuerzas productivas crecen en países del tercer mundo, ante el estancamiento y la recesión en las metrópolis. De ahí el fenómeno actual de flujo de capitales hacia el tercer mundo.

Un período revolucionario –dice Galindez- se caracteriza porque las clases dominantes no pueden seguir dominando como lo venían haciendo y las masas no quieren seguir siendo gobernadas como hasta el presente, y esto es precisamente lo que está sucediendo en Libia y también en Venezuela.

¿En Libia y Venezuela la situación política es semejante? Ahora, con este giro en el pensamiento de Galindez, habría que borrar todo lo escrito y empezar otro análisis.

Por otro lado, cuando las clases dominantes no pueden dominar como lo estaban haciendo, ello en la mayoría de los casos da lugar a una reforma, no necesariamente a una revolución. Sería extraordinariamente mecanicista que así fuese. Para que ocurra una revolución no basta que las masas no quieran que se les gobierne como hasta el presente, sino, que el sacrificio que se les impone sea inaceptable, y que exista capacidad de lucha que lleve a un salto de conciencia política. El factor subjetivo tiene aspectos culturales, históricos, organizativos, sociales, etc., que no permiten una relación lineal con los aspectos objetivos de una crisis en el sistema económico y político.

“Las masas libias requieren –nos informa Galindez-, aparte de un programa político de revolución “ininterrrumpida”, armas y milicias probadas en el combate militar”.

¿Qué es un programa de revolución ininterrumpida? En una revolución obrera, lo que ocurre es la toma del poder por el proletariado, que le hace capaz de disponer de los recursos productivos sin trabas jurídicas, de modo que puede desarrollar una planificación económica con el fin de incrementar las fuerzas productivas.

¿Quién dispone de milicias probadas en el combate militar en grado de sumarse a los rebeldes libios? ¿Galindez?

“El presidente Chavez – opina Galindez- debería impulsar la propuesta de NI UNA GOTA DE PETRÓLEO PARA LOS PAÍSES INTERVENCIONISTAS EN LIBIA pues es nuestro petróleo y el de otros países el que alimenta la maquinaria de guerra de los países imperialistas. Un triunfo de la intervención militar imperialista golpearía a la OPEP y con ello a nuestra principal fuente de ingresos generando serios problemas económicos?”.

Todo el párrafo revela una visión nacionalista reaccionaria. También nuestros alimentos y nuestras materias primas alimentan la maquinaria de guerra imperialista. Significa que se debe frenar el comercio mundial hasta que se cree un nuevo orden mundial. Hay un ultra radicalismo impráctico, que además de voluntarioso e infantil, no permite unir a la clase obrera de los distintos países.

Por último, ya en un plano de irresponsabilidad infantil e incoherente, Galindez dice:

“Hay camaradas que nos han preguntado que si la derrota de la invasión imperialista en Libia, ¿no produciría una rápida derrota de los insurgentes?”. Y Galindez mismo responde: “Es posible que el cese de la agresión imperialista a Libia le permita a Gadafi avanzar su ejército sobre las desorganizadas milicias insurgentes y las pueda derrotar, eso es cierto. Pero, sería peor si triunfa Washington”

De manera que, al fin, Galindez le da la razón a Otto Van Der Velde Q, Lo verdaderamente estratégico, para él, es derrotar la agresión imperialista, aunque esta victoria, según su modo de pensar, llevaría a la derrota de los insurgentes frente a Gadafi. ¿En qué filas se ubicaría Galindez si tuviera que salir del bar e ir a Libia?

Este estratega de cafetín supone que la derrota de la agresión militar de la OTAN se logra pintando garabatos en una servilleta. La agresión militar de la OTAN no es un fin en sí mismo. De manera, que la forma de derrotarla es que las masas libias logren derribar a Gadafi, fuera del control de la OTAN, burlando las negociaciones y los tiempos con que esta organización multinacional planifica controlar el proceso. Difícilmente, las Naciones Unidas o la OTAN puedan revertir la intención de la OTAN, y justificar que se dispare un tiro, ahora, contra el pueblo victorioso ante la tiranía de Gadafi.

“Es indispensable construir una Dirección Política Marxista Revolucionaria, sin la cual –sostiene Galindez- es imposible que se consolide un triunfo realmente revolucionario antiimperialista – anticapitalista en este país norafricano”.

¿Dónde y cómo se construye esa dirección política? Quien menos lo sabe es Galindez. A estas alturas, lo que se requiere en Libia es ayudar a una correcta estrategia militar, al servicio de la causa socialista.

 

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Por la derrota de la intervención imperialista y el triunfo de una revolución de los trabajadores y el pueblo

Para defender nuestro propio proceso revolucionario.

Respuesta a Otto Van Der Velde del PRT de Venezuela

Por Ricardo Galíndez

Militante de la CSR – El Topo Obrero

Derrotemos el Oportunismo

Desde hace semanas venimos polemizando por diversos canales con compañeros y camaradas sobre el tema de Libia, que en particular lo hemos tomado en nuestra corriente CSR-El Topo Obrero como un punto central en el proceso de formación de nuestros militantes y el fortalecimiento organizativo del equipo. Esto es así, por considerar que Libia es parte del proceso revolucionario que recorre el norte de África y en este momento el punto más agudo del desarrollo de la lucha de clases a escala planetaria, a diferencia de algunos compañeros que usando un método unilineal, solo ven la intervención imperialista como la pretensión de apoderarse del petróleo y el agua de Libia para quebrar voluntad de la OPEP de “defender los precios del petróleo” y no de quebrar un proceso revolucionario en Libia e influir en Túnez y Egipto.

El análisis del proceso revolucionario norafricano y libio en particular está poniendo a prueba las concepciones teóricas y métodos de análisis y de trabajo de todos los revolucionarios del mundo. En un artículo anterior “Libia, Rubén González: Un debate trascenden​te para la revolución socialista en Venezuela” aprovechamos para clarificar que es posible y necesario saber defender las posiciones proletarias revolucionarias, bajo circunstancias de alianzas para impulsar luchas anti imperialistas o simplemente democrático burguesas donde se presente la circunstancia de activar junto a fuerzas de de la derecha burguesa. Podemos entender que para algunos compañeros la cosa pudo no quedar clara y ello se comprueba con posteriores artículos y correspondencias del propio camarada Jesús González del PRT y posteriormente del máximo dirigente de dicha organización, Otto Van Der Velde quien en un artículo que nos hizo llegar por correo, nos dirige sus críticas sin mencionarnos explícitamente, pero a buen entendedor pocas palabras, lo que aprovecharemos para extendernos y profundizar en el debate, que ojalá no se convierta en un diálogo de sordos, pues siempre existe la oportunidad de enmendar las falsas concepciones disfrazadas de marxistas. Difícil, pero no imposible.

El artículo de Otto Van Der Velde se titula “Sobre una falsa consigna” en el cual se explaya en darnos una visión sobre la lucha en Libia, partiendo de una serie de citas o medio citas generales que poco o nada nos dicen, más allá de la conclusión de que quienes sostenemos la condena de la intervención militar imperialista y la defensa del pueblo libio a exigir la caída de Gadafi, como “Infantilismo de Izquierda” porque Lenín dijo que: “que sin tomar en cuenta el proceso de las ideologías, ni la táctica, ni el conjunto de las contradicciones, creían marchar en línea recta hacia el comunismo, cuando en realidad haciendo un círculo caían en el otro extremo.” y precisamente Otto nos acusa de infantilistas de izquierda, sin decirnos nada pero nada de lo que pasa en concreto según él, en el campo de la guerra civil Libia a menos que todas las contradicciones estén analizadas y concentradas en que si el imperialismo atacó Libia, nosotros debemos abandonar la consigna de abajo Gadafi, o las demandas reivindicativas de las masas y solo pelear contra la intervención imperialista.

Analicemos algunas de sus afirmaciones generales. El camarada Otto por un lado nos dice: “Los más atrevidos incluso exhortan al envío de armamento a grupos opositores y jefes tribales libios que nadie sabe que se proponen”. Admitiendo su afirmación que él no sabe nada sobre quiénes son y qué se proponen los integrantes de “grupos opositores” a Gadafi, que de acuerdo a nuestro análisis surgieron de las propias contradicciones de la sociedad libia, donde no se admite la menor disidencia y cuenta con el desempleo juvenil más alto del norte de África y la mayor desigualdad social, inmersa en la dinámica de las revoluciones de Argelia y Egipto. ¿Cómo es que se atreve a acusar de “atrevido” a quienes planteamos desarrollar la solidaridad con armas a los insurgentes revolucionarios sino con milicianos para apoyar la insurrección revolucionaria que ha sido acorralada por las fuerzas “tribales” como le gusta decir al camarada al ejército bien armado de Gadafi, para hacerlos aparecer como una pobre y atrasada fuerza militar?. ¿No es más bien algo bastante “atrevido” e irresponsable realizar esa acusación sin tener los elementos de juicio para caracterizar la insurgencia revolucionaria”?

Pero el camarada Otto, realmente es contradictorio, pues por un lado afirma que no tiene elementos para caracterizar a la oposición a Gadafi, pero por otro señala refiriéndose a la comparación entre la revolución rusa y la libia: “(2) La revolución de febrero en Rusia había abierto un enorme boquete democrático y de lucha social, no sólo en las áreas urbanas e industriales de Moscú, San Petersburgo etc. sino en las inmensas zonas campesinas de toda Rusia. …. Su dirección y la militancia además de competentes, estaban curtidas en el marxismo, fogueada por la larga experiencia de combates clandestinos y/o legales contra el zarismo. Por otro lado la carnicería y la miseria producto de la primera guerra mundial habían agotado en las clases y estamentos sociales, toda credibilidad de ellas en el zarismo y la burguesía rusa.

Nada de esto existe aún en el conflicto Libio (negritas nuestras). A pesar de ello, el radicalismo de las masas crea, desde lejos, fantasías excitantes (negritas nuestras) en nuestros círculos obreristas. Dominados por el sectarismo muchos de sus grupos olvidan las consecuencias que para la formación de una conciencia de poder, ha tenido la desorganización ideológica de las masas libias, la confusión propagandística del régimen, la represión de masas e ilegalización de los comunistas y los sindicatos durante décadas, por parte del nacionalismo militar burgués de Gaddafi.” Como vemos, después de decir desconocer lo que pasa en Libia, ahora pasa a decirnos, por la negativa, lo que son los insurgentes y cómo ha sido el desarrollo de su conciencia de clase, qué son los Comités Populares que nosotros y otros grupos de izquierda revolucionaria hemos hecho mención y para los cuales planteamos un programa político para que se desarrollen como verdaderos organismos de doble poder. Si sabe tantos detalles de la evolución de las clases sociales en Libia y de los insurgentes, entonces debería saber que esos “Comités Populares” desde un principio se plantearon objetivos políticos democrático burgueses como es el derrocamiento de Gadafi, un dictador “anticomunista” como lo reconoce el camarada y añadimos antiobrero y antipopular, enemigo de cualquier tipo de libertad de organización, expresión y movilización para las masas libias o los inmigrantes que trabajan en condiciones de semiesclavitud en los campos petroleros, puntos que Otto no toca, quizás porque el “objetivo o contradicción principal” es la agresión imperialista, tesis que maneja partiendo de una concepción maoista y no leninista y entonces lo que le pasa a los trabajadores y el pueblo no es objeto de su defensa política.

Pero hay más conocimiento. Otto nos dice sin ningún titubeo que algunos radicales “Sin tomar en cuenta todo estos elementos reales, los izquierdistas transfieren a los “comités populares”- muchos de ellos bajo la influencia del “gobierno de transición”” Léase bien “muchos de ellos bajo la influencia del gobierno de transición”. ¿qué nos dice con esto? Pues sencillamente que existen “Comités Populares” que no están bajo la influencia del gobierno de transición y por lo tanto no están apoyados por el imperialismo norteamericano. ¿Aún haciéndole la concesión al camarada, le preguntamos ¿por qué no apoya el PRT a unos rebeldes que todavía tienen independencia política y organizativa de las fuerzas imperialistas en su justa lucha contra el dictador anticomunista Gadafi y llama a prestarle solidaridad con armas y milicias internacionalistas para que no tengan que buscarlas en el campo enemigo? ¿Acaso será camarada, que el radicalismo de las masas libias, que han llegado al punto de preferir morir en combate que seguir bajo la dictadura de Gadafi le ha creado desde lejos, geográfica y políticamente hablando fantasías excitantes a algunos y por lo tanto ven espejismos de que TODA la rebelión se debe a la manipulación preparada hace décadas por organismos como la CIA, el Pentágono, más el Mosad y otras organismos y agencias imperialistas?

¿REVOLUCIÓN PERMANENTE O REVOLUCIÓN POR ETAPAS?

El camarada Otto hace mención en su artículo de una caracterización sobre la revolución rusa que nos parece muy correcta. Ella se dio “en el marco de un proceso revolucionario ininterrumpido de dos revoluciones." Que dentro del partido estaban “los que aceptaban las tesis de Lenin de la revolución ininterrumpida, advirtiendo la incapacidad del gobierno provisional y la burguesía rusa para cumplir las reivindicaciones de paz y tierra exigida por las grandes masas.” Tesis defendida por Trotsky desde 1905 y que al coincidir Lenin con estas, facilitó el ingreso de creador de la Teoría de la Revolución Permanente al partido Bolchevique.

¿Cuáles son algunos de los elementos que indicaban que se desarrollaba un proceso “ininterrumido” o permanente: el derrocamiento de los zares en la revolución de febrero de 1917 dio paso a un gobierno “democrático”, el de Kerenski, que al no poder satisfacer las demandas de los trabajadores y campesinos de de pan y tierra y de pactar la paz sin anexiones, por la incapacidad de la oligarquía la burguesía rusa para hacerlo, vio sin poder impedirlo el desarrollo al máximo de los organismos de doble poder (soviets) que habiendo surgido en 1905 se terminaron de desarrollar y potenciar en 1917, los cuales ejercían un poder paralelo en todas las instancias de la gobernabilidad del país. El dilema era o se impulsaba la toma del poder por los soviets, los cuales de haber nacido como comités de fábricas para conducir los reclamos laborales normales, habían asumido diversas tareas que le son inherentes al funcionamiento de un estado burgués (en un momento Lenin pensó que podían ser los sindicatos sobre quienes apoyarse para tomar el poder) o se sufriría una derrota histórica. El partido Bolchevique logró ganar, en años – pocos meses, la mayoría de los delegados en los principales soviets, sobre todo en Petrogrado y Moscú y son estos organismos quienes derrocan al gobierno capitalista imperialista e instauran el primer gobierno obrero de la historia, haciendo salvedad de la experiencia de la Comuna de París. Este paso de un gobierno burgués a uno obrero, con apoyo de la mayoría del campesinado, se dio de manera contínua “ininterrumpida”, sin etapas y casi sin disparar un tiro.

El partido Bolchevique, tanto durante la intentona golpista de Kornilov como en su alianza con los social revolucionarios (SR)en el Soviets, no perdieron su autonomía organizativa porque mantuvieron la estructura de su partido independiente de toda otra organización y su independencia política, puesto que en el primer caso ellos requerían derrotar a Kornilov sin dejar de luchar contra Kerenski y todos los grupos reformistas o de derecha por el control de los soviets, pues este pretendía entrar a Petrogrado, el centro más importante del proletariado revolucionario y masacrar a las masas, con lo que hubiese producido la derrota del proceso revolucionario. En el caso de la alianza en los soviets con los SR de izquierda, una vez tomado el poder, también mantuvieron su partido aparte, e impulsaron de manera consecuente una reforma agraria y ayuda a los campesinos, que al ver que los SR no eran consecuentes en esto, los abandonaron y le dieron el apoyo directo a los bolcheviques. Cuando “salió en defensa del gobierno de Kerensky, o mejor decir cuando salió contra el proto fascista de Kornilov en defensa de las libertades democráticas y los soviets, el partido Bolchevique jamás se puso a la orden de Kerenski, ni disolvió su estructura organizativa en el partido de los mencheviques ni ningún otro. Actuó con total autonomía, exigiéndole a Kerenski que liberara a todos los presos políticos bolcheviques y demás obreros que eran retenidos por el gobierno y plena libertad de acción para detener la columna militar de Kornilov, lo cual se hizo a tiempo. Mao hizo todo lo contrario al desarrollar su frente anti japonés fusionándose con el Kuomintang, partido nacionalista burgués chino y esto, bajo el mando Chiang Kai Chek, provocó una masacre en las filas proletarias generando una derrota a la revolución china que costó años en recuperarse.

En Libia, aún no existiendo un partido de tipo leninista, las masas, mostrando una inteligencia y una intuición admirable desde el inicio de su insurgencia empezaron a desarrollar unos organismos que llamaron Comités Populares los cuales, empezaron en una dinámica contradictoria, pero ascendente, a asumir ciertas tareas como el del orden público en los barrios y la distribución de alimentos, lo cual le confería características de doble poder. Así mismo se empezaron a constituir milicias para enfrentar la represión. La dinámica de la lucha (confrontación del ejército con las masas movilizadas) generó tanta tensión que las bases del ejército libio se fracturaron y de allí el principal armamento de los insurgentes. Otto y los demás camaradas del PRT deben saber que las primeras armas no fueron ninguna donación de las fuerzas imperialistas, que por el contrario, es Gadafi quién empezó a recibir armamento y municiones del gobierno Egipcio, que de seguro lo hace con total conocimiento del imperialismo norteamericano que financia a los generales egipcios desde hace décadas. ¿Cierto camaradas? Pero no solo recibe armas de Egipto, sino también ha recibido refuerzos de mercenarios desde Túnez. Todo esto se sabe y las fuentes de información no son precisamente las imperialistas, sino las de una izquierda muy variada de Europa y del África e internacionalistas.

¿Qué el imperialismo presionó para declarar la intervención militar “en contra” de Gadafi? Nadie ha negado este hecho. Solo un tonto de a metra lo haría. Ahora bien, también en este punto, como en todos los demás hay que hacer un análisis concreto y lo más detallado posible y no uno general, vago e impreciso. Una de las cosas que hay que preguntarse es ¿Esa ayuda ha sido la requerida para producir una derrota determinante al gobierno? Nada que ver. Los mismos sectores rebeldes que ven con ilusión la intervención de la OTAN lo han señalado con claridad. Si las fuerzas imperialistas hubiesen querido armar seriamente a las fuerzas insurgentes para que derrotasen a Gadafi, le hubiesen entregado tantas armas y de calidad como lo hicieron con los miembros de la resistencia musulmana en la época de la invasión “soviética” a Afganistán. Si no lo han realizado es porque aunque en la dirección de la insurgencia pareciera haberse consolidado una mayoría que simpatiza con el imperialismo, no todo está lo suficientemente claro como para armarlos y darles superioridad militar sobre las fuerzas militares de Gadafi.

Todo indica que ante esta situación el imperialismo está jugando al desgaste de ambos campos, tanto el de Gadafi como el de los insurgentes. Un juego criminal que muchos revolucionarios entre ellos muchos marxistas leninistas, incluso trotskistas no quieren ver y de allí su política de querer hacer del campo insurgente uno monolítico pro imperialista al cual aplicarle una de las caras de la teoría de la revolución por etapas, que como bien lo indica Otto, es creación de los mencheviques, defendido en 1917 por algunos dirigentes del partido bolchevique, entre ellos Stalin, que luego como jefe del gobierno soviético le dio pleno impulso provocando gigantescas derrotas del proletariado en el mundo entero por décadas.

SOLO VER LA LUCHA ANTIIMPERIALISTA ES PREPARAR LA MASACRE

Colocarse hoy día en la guerra civil libia en el campo “principal” del anti imperialismo, sin decirnos en concreto que ha de pasar con los decenas de miles de jóvenes que se incorporaron en las milicias ante los ataques del ejército libio, qué ha de suceder con los Comités Populares y su incipiente funciones de doble poder, es colocarse a fin de cuentas al lado del carnicero Gadafi que en primer lugar no va a ser consecuente en la lucha contra el intervencionismo, como no lo fue Chiang Kai Chek en China frente a la invasión japonesa y como no lo ha sido el mismísimo Gadafi desde hace unos bastantes años a esta parte, como nos lo revelan los datos de quiénes controlan la explotación petrolera, en dónde realiza sus inversiones y quién es el que ha creado verdaderos campos de concentración para retener a los inmigrantes africanos que quieren saltar el charco del Mediterráneo o que fue el autor de la expulsión de los palestinos de Libia para complacer a los gringos y a los sionistas. Desde los 90 del siglopasado ha sido un consecuente proimperialista y apenas pueda se va a ensañar contra las masas que se atrevieron a rebelarse. Quiénes solo ven el peligro de la Invasión, se están poniendo del lado de las mismas fuerzas político sociales que lucharon del bando del ejército fascista de Francisco Franco, que no perdió tiempo ni esfuerzo por masacrar a los trabajadores y campesinos que se atrevieron a presentarle resistencia.

Solo hablar de defender a Gadafi, es desdecir precisamente de la fulana independencia político organizativa mencionada por el dirigente del PRT, lo cual pareciera solo defiender de verbo, pues actualmente en este país árabe, de las pocas, sino las únicas organizaciones que surgen del seno del pueblo, son esos Comités Populares y que pueden desarrollar la independencia de clases. Comités Populares que por falta de una vanguardia política marxista, no han levantado un programa político que ayude a la unificación de todas las capas explotadas y oprimidas de la población para derrotar a Gadafi, al imperialismo y al mismísimo capitalismo, e iniciar la construcción del socialismo en un proceso “ininterrumpido”, de la misma manera que se desarrolló en la Rusia de 1917. Construir esa vanguardia es una tarea de primer orden.

Sino es así, sería interesante que el camarada nos explicara como en medio de la guerra civil en Libia, en medio de una intervención imperialista, las masas insurgentes y “el proletariado conserva su autonomía de clase” frente a la burguesía libia y las imperialistas, cómo pueden conservar en concreto su independencia y autonomía político organizativa. Si nos trasladamos al campo de la lucha de clases en Venezuela, nuestra posición se traduce en levantar las banderas de los trabajadores y el pueblo, frente a las políticas capitalistas del gobierno de Chávez como la pasada devaluación del bolívar, el falso control obrero que se desarrolla en las empresas de Guayana, la política de despidos en empresas como la Mitsubishi, los aumentos de precios, el enjuiciamiento de participantes en luchas obreras y populares como Rubén González, Sabino Romero, los trabajadores de Transporte Camila de SIDOR, los directivos sindicales de Alentuy en Barquisimeto, la entrega de guerrilleros colombianos al gobierno del asesino y represor de Santos, sin dejar de apoyar las políticas positivas que este desarrolle como las Misiones, con todas sus limitaciones y declinación por la misma crisis y dinámica del capitalismo. Esta es nuestra posición, comer chicle y caminar al mismo tiempo sin que se nos enrede el modo de andar, pues no hay por qué. Esa es una de las enseñanzas del buen marxismo.

Actualmente se desarrolla en Venezuela un conflicto en las empresas cementeras con el gobierno de Chávez, donde los trabajadores reclaman el cumplimiento de las cláusulas del contrato colectivo, la discusión del nuevo contrato y que se cambien los actuales gerentes que llevan la empresa a la quiebra. Es muy probable que muchos marxistas mecanicistas no se pronuncian a favor de los trabajadores, pues sacan a relucir las contradicciones que mantiene el gobierno de Washington con el de Chávez. Para nosotros, sin desmerecer las amenazas imperialistas, estas no nos pueden apartar los intereses de la clase esperando que algún día este sea más fuerte. ¡NO!. La fuerza de los trabajadores se acrecienta en su lucha, en su confrontación con la burguesía y los cambios de conciencia pueden ser lentos, pero también rápidos y violentos como está pasando con la de los pueblos del norte de África, como sucedió entre el 11A y el 13A, man´que le pese algunos sectores revolucionarios pequeñoburgueses.

Si Lenin y Trotsky hubiesen pensado como el camarada Otto, de que los factores desigualmente desarrollados en la Rusia de 1917, donde de una población de unos 150 millones de habitantes, tan solo 8 millones lo constituía el proletariado y la inmensa mayoría del resto estaba integrado por campesinos bajo relaciones feudales, semifeudales o comunidades nómadas ¿algunas tribales amigo Otto? No hubiesen impulsado la consigna TODO EL PODER A LOS SOVIETS, pues se habrían puesto a esperar que el desencadenamiento de la contradicción capital-trabajo pudiese arrojar “… a mediano plazo, una correlación política de fuerzas favorable al proletariado” es decir que se hubiese podido pensar en luchar por destruir el capitalismo e iniciar la construcción del socialismo. Lamentablemente para Otto, Lenin y Trotski y la mayoría del Comité Central del partido Bolchevique, tomaron en cuenta que en la época del imperialismo, las fuerzas productivas locales estaban subordinadas a las globales y por lo tanto habían alcanzado el máximo desarrollo y hasta habían empezado a descomponerse, y que de no aprovechar el desarrollo de la máximas tensiones existente entre las clases sociales, tan solo se iría a una profunda derrota.

En Libia ¿quién niega la existencia de extremas tensiones entre las clases y entre sectores sociales que no pertenecen a la etapa capitalista? ¿Pero tienen todas el mismo peso específico en determinar las posibles orientaciones en una lucha? Claro que no. Por el carácter dependiente de la economía Libia: exportadora de petróleo, las clases precapitalistas y el campesinado ya no tienen la oportunidad de desarrollarse plenamente y determinar el carácter de una revolución, sino que tienen que aliarse con una de las clases fundamentales que son la clase obrera o la burguesía. Lo mismo sucede en nuestro país. En el caso venezolano, esta distorsión en el desarrollo de las clases se mostró desde los propios momentos de la emancipación de la corona española. Los blancos criollos fueron en todo momento temerosos de la independencia. Solo en el momento de la invasión de España por parte de las tropas napoleónicas estas se atrevieron a plantearse una cierta autonomía, que en el transcurso del desarrollo de las contradicciones en la península, en todo el continente europeo entre las potencias colonialistas, en el propio continente americano y en la patria de Bolívar, esta autonomía, tras una cruenta guerra se convirtió en una independencia económica del imperio español, pero para ir a caer bajo el dominio inglés, el capitalismo librecambista más avanzado de la época.

Los blancos criollos de Venezuela y el continente indo afro hispano americano, que habían logrado infringirle una derrota histórica a la corona capitalista española, no fueron capaces de estructurarse para desarrollar economías independientes, o mejor aún una sola economía, que se lanzasen al mercado internacional a competir con sus antiguas potencias que las colonizaron, sea la portuguesa o la española o la inglesa. No pudieron construir una sola nación de carácter federativo y no solo por la culpa de las potencias europeas o la Norteamérica naciente, sino por su propia capacidad como clase dependiente y temerosa de las potencias capitalistas existentes, a las cuales solo se les podía frenar, desarrollando todo el potencial del pueblo esclavo y de los mestizos e indígenas, tal y como lo planteó Bolívar al final de la guerra de independencia, pero a lo cual temían la aplastante mayoría de nuestros blancos criollos, aparte de su corta visión económica. Ya entonces, las clases dominantes le temían más al pueblo organizado y en armas que a otros burgueses más poderosos que se los devoraban lenta y progresivamente.

En la Venezuela contemporánea, la burguesía venezolana al igual que la libia, le tienen un profundo pavor a las masas explotadas y oprimidas. Parte de su odio hacia Chávez es debido a que este ha apelado a las masas para desarrollar su proyecto político. El retroceso político de Gadafi y del Nasserismo en general tiene que ver con las limitaciones de todas las burguesías nacionales frente a las burguesías transnacionales. Para desarrollar un proyecto de independencia total, las burguesías nacionales tienen que enfrentarse a toda la capacidad de las multinacionales y ello solo es posible movilizando el pueblo trabajador, lo cual les aterra más aún que las amenazas y agresiones imperiales, pues en la dinámica social, aún sin partido revolucionario, estas tienden a levantar sus propias banderas cuestionando las propias estructuras del estado burgués, mientras que con sus congéneres imperiales pueden aunque sea soñar con unos acuerdos donde queden como socios menores. ¿No escuchamos como el Gadafi, siendo agredido política y militarmente por las potencias imperialistas, en sus discursos hay una búsqueda de conciliar con estas, planteándose ser la mejor garantía para la estabilidad del país y para que los inmigrantes del continente africano no invadan los países de Europa? ¿Es un problema de valor personal? Nada que ver. Es un problema de proyecto político y de la fuerza social necesaria para alcanzar una verdadera independencia nacional. Las burguesías de los países del norte de África, así como la de Venezuela y la de todos los países coloniales y semicoloniales son incapaces de desarrollar las fuerzas productivas de manera independiente, prefiriendo morir en manos de los amos imperiales que las de las fuerzas revolucionarias del pueblo trabajador y sus aliados naturales, los campesinos pobres y en el caso de Libia de los jóvenes, de los profesionales y de los sectores oprimidos de las “tribus”.

Ya que el camarada Otto saca una cita del camarada Trotsty que dice “para que la revolución sea inevitable las contradicciones de clase deben forzarse hasta el punto máxima tensión…” como queriendo decir que la guerra civil en Libia no es un punto de máxima tensión, sería bueno que se aprendiese otra que la complementa y la enriquece y es aquella donde un período revolucionario se caracteriza por que las clases dominantes no pueden seguir dominando como lo venían haciendo y las masas no quieren seguir siendo gobernadas como hasta el presente y esto es precisamente lo que está sucediendo en Libia y también en Venezuela. Las masas explotadas y oprimidas libias se han levantado en una insurrección y piden nuestra solidaridad. Han llegado al punto de haberle perdido el miedo a la muerte, pero para ganarle la batalla a la misma, que se disfraza con los colores de los países imperialistas, así como del verde de Gadafi, requieren, aparte de un programa político de revolución “ininterrrumpida”, armas y milicias probadas en el combate militar. Negarles esta solidaridad es empujarlas en manos de una de las caras de la muerte como es la fuerza militar intervencionista de la OTAN, que se las da pero a cuenta gotas. Esta es la verdad verdadera que sectores pequeño burgueses, empleadores de un marxismo mecánico, quieren ocultar porque parecieran temerle más a una revolución democrático socialista, que a la dominación de su propia burguesía. Le temen al pueblo en armas y el desarrollo de organismos de doble poder o de características soviéticas, pues ello le impediría seguir hablando de revolución en medio de excelentes tertulias sin arriesgar un solo rasguño.

CHÁVEZ Y SU POSICIÓN ANTI INTERVENCIONISTA IMPERIALISTA

El presidente Chávez ha sido desde el inicio de la insurrección revolucionaria de las masas libias ha sido consecuente en considerarlas un brazo ejecutor de las fuerzas imperialistas para tumbar a Gadafi y así apoderarse de su petróleo y más adelante sumó el agua.

Chávez y no solo él, ha defendido a Gadafi como socialista y defensor del petróleo y la unidad de la OPEP. Para Chávez el carácter totalmente antidemocrático del régimen de Gadafi le ha importado un pito, contrario a lo que sostiene debe ser el socialismo en Venezuela, así como los datos de que todo el petróleo en Libia es explotado por multinacionales y de que hasta semanas antes de la insurgencia revolucionaria de las masas, era tratado por todas las potencias imperiales como su niño mimado.

Parejo de estos elementos Chávez ha señalado que la intervención norteamericana en Libia va a golpear a la OPEP lo cual nos afectaría en nuestro principal producto de exportación: el petróleo. Siendo cierto esto, el presidente debería ir más allá de la denuncia de la invasión y plantearse el desarrollo de imponentes movilizaciones en Venezuela y en todos los países del mundo y en especial de la OPEP, denunciando la criminal actuación de la OTAN y los gringos junto al impulso de la propuesta de NI UNA GOTA DE PETRÓLEO PARA LOS PAÍSES INTERVENCIONISTAS EN LIBIA pues es nuestro petróleo y el de otros países el que alimenta la maquinaria de guerra de los países imperialistas.

¿Es una idea loca, sacada de una mente desquiciada políticamente como lo señala el camarada del PRT Jesús González en un correo electrónico? ¿Qué tiene de locura? ¿Acaso no fue el propio presidente Chávez quien tiempo atrás ante las amenazas de invasión por parte de tropas norteamericanas a nuestro país quien planteó que si eso sucedía el gobierno ordenaría la voladura de todos los pozos petroleros? ¿Acaso esta medida anunciada por Chávez no es mucho más “loca” que la planteada por mi en el debate desarrollado con Jesús González y que hoy reitero, pues la misma no solo afectaría a los países que están interviniendo militarmente en Libia, sino que también a los que no y que nos compran petróleo? ¿Cuál de las organizaciones y sectores que apoyan al presidente llamó loca esta idea? ¿Acaso no es loca si la plantea Chávez y si lo es si lo hace otro sector en circunstancias similares, puesto que un triunfo de la intervención militar imperialista golpearía a la OPEP y con ello a nuestra principal fuente de ingresos generando serios problemas económicos? ¿Por qué esperar pasivamente a que los imperialistas triunfen, si antes podemos golpear su capacidad de combate, no solo por el corte en el suministro de petróleo, sino también por las movilizaciones de masas que se deben impulsar en todo el mundo, lo que nos conduciría a una situación similar a la vivida en los momentos más importantes de la campaña TROPAS GRINGAS FUERA DE VIET NAM, o si lo prefieren Yanquis Go Home?

Hay camaradas que nos han preguntado que si se derrota la invasión imperialista en Libia, ¿No se produciría una rápida derrota de los insurgentes?

Nosotros creemos que la intervención imperialista no tiene ningún fin de evitar la masacre de civiles ni ayudar a que el pueblo libio elija un gobierno democrático a su gusto. Su objetivo primordial es evitar que el pueblo libio desarrolle un proceso revolucionario y en el caso norteamericano, ocupar un espacio o todo de serle posible, en la explotación del petróleo libio, que hoy realizan Italia, Francia, España e Inglaterra. Es posible que el cese de la agresión imperialista a Libia le permita a Gadafi avanzar su ejército sobre las desorganizadas milicias insurgentes y las pueda derrotar, eso es cierto, pero el problema es que de triunfar la intervención imperialista, será Washington quien decida el tipo de gobierno que se ha de instaurar en Libia y para ejemplo tenemos el de Lobo en Honduras y Karzai en Afganistán. Nada bueno nos hemos de esperar de un triunfo mediante la intervención de la OTAN. Los revolucionarios no podemos apostar el futuro de ningún pueblo a las fuerzas imperialistas, solo a los del propio pueblo, contando con la solidaridad de pueblos hermanos y de las fuerzas revolucionarias. Es por esta razón que insistimos en nuestras propuestas de ¡Fuera las fuerzas imperialistas y sus títeres de Libia! ¡Por la implementación de solidaridad en armas y milicianos con los insurgentes revolucionarios!.

ES NECESARIO CONSTRUIR UNA DIRECCIÓN POLÍTICA REVOLUCIONARIA

En algunas discusiones dadas en nuestros equipos de base, algunos camaradas de la CSR señalan que el problema de esta solidaridad sin otra propuesta que la enriquezca, es que aparece como un apoyo político a la dirección formal de la oposición a Gadafi que está integrada fundamentalmente por miembros de la derecha incluyendo a ex ministros y funcionarios civiles y militares del propio de Gadafi y en los cuales no podemos poner ni un solo gramo de confianza. Este señalamiento es totalmente válido y es por ello que tenemos que complementar nuestra política con de la que es indispensable construir una Dirección Política Marxista Revolucionaria, sin la cual es imposible que se consolide un triunfo realmente revolucionario antiimperialista – anticapitalista en este país norafricano. Ese Partido Leninista de Combate alternativa a las direcciones burgueses debe impulsar un programa de demandas que ayude a la unificación de todo el pueblo explotado y oprimido libio entre las cuales deben estar por la expropiación de todas las empresas y capitales pertenecientes a Gadafi, su familia y testaferros, así mismo de todos aquellos capitales que le apoyaron hasta el día de hoy y aquellos que promueven la intervención imperialista; Todas las empresas deben ser expropiadas sin indemnización y deben funcionar bajo control de los trabajadores oriundos de Libia y de los inmigrantes; Se debe impulsar una reforma agraria radical que dote de tierras a los campesinos y a aquellos sectores que laboran en condiciones no capitalistas; Por la extensión, multiplicación y centralización de todos los organismos obreros y populares que sirvan para la participación y toma de decisiones de manera democrática a todos los niveles de la vida nacional, cuestión básica para la construcción integral de un nuevo estado realmente proletario socialista; Por la solidaridad con todos los pueblos que luchan contra los gobiernos autócratas y dictatoriales o falsamente democráticos que solo sirven a los grandes capitales internacionales y nacionales y por Federación de Repúblicas Socialistas del Norte de África y el Medio Oriente.

Aprender del proceso revolucionario libio y del norte de África es importantísimo vista que en los mismos se mezclan tareas, antiimperialistas, democrático burguesas, reivindicativas y las propiamente socialistas, cuestiones que son parecidas, no idénticas en lo formal, con las tareas que debemos resolver los revolucionarios del mundo y venezolanos en particular. Saber identificar las propuestas programáticas que hemos de levantar para impulsar la unidad de la clase obrera con el resto de las clases explotadas y oprimidas por el capitalismo, es un ejercicio que se aprende en el trabajo social revolucionario. Impulsar la solidaridad revolucionaria militante con el pueblo Libio contra la intervención imperialista y contra el dictador Gadafi, es un deber de los revolucionarios del mundo.

Desde la CSR – El Topo Obrero, mantenemos nuestro compromiso y hacemos un llamado a todos los militantes y organizaciones anti imperialistas, auténticamente revolucionarias, a impulsar la lucha para que cese el envío de petróleo a los países que apoyaron la Intervención en Libia, por el fortalecimiento de las organizaciones de masas libias como los Comités Populares y las milicias para fortalecer la participación democrático revolucionaria del pueblo en su lucha por su emancipación económica y social, así como en Venezuela nos declaramos totalmente solidarios con la lucha de los trabajadores de las egresas cementeras, de los de Mitsubishi, de los de enfermería al servicio del estado, de los de las empresas de Guayana que esperan la discusión de su contrato colectivo. Todos estos problemas obreros esperan la solidaridad militante de los verdaderos marxistas del mundo.

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Por Orson Mojica

El curso que ha tomado la guerra civil en Libia ha desconcertado a la izquierda centroamericana y mundial: existe un sector que por elemental antiimperialismo tiene a solidarizarse con Gadafi, quien habiendo siendo aliado de los imperialistas en los últimos años, contradictoriamente ahora sufre los ataques militares quirúrgicos de la OTAN.

Normalmente tendemos a olvidar las contradicciones de la Historia. Se olvida, por ejemplo, que el difunto Sadam Hussein fue un gran aliado del imperialismo norteamericano para contener la expansión de la revolución iraní, y que después, cuando ya no era útil a sus intereses, le dieron la espalda y organizaron su derrocamiento, mediante sucesivas intervenciones militares. Pero esta actitud última de oposición a la política de Estados Unidos no transformó a Sadan Hussein en antiimperialista. Lo determinante en cada caso, es comprender cuál es la relación de la dirección con las masas y si esta encabeza la movilización de masas en contra de las políticas del imperialismo.

En toda comparación hay similitudes y diferencias. En el caso de Sadam Hussein y de Gadafi hay similitudes y diferencias, pero lo que nos interesa resaltar es que en ambos casos hay una similitud impresionante: dirigentes antiimperialistas que en el transcurso del tiempo terminaron aliándose con el imperialismo, enriqueciéndose y estableciendo dictaduras militares y que al final hubo levantamientos populares en su contra, y donde evidentemente el imperialismo trata de aprovechar la situación a su favor.

El error que comete este sector inocente de la izquierda es que no ve que en Libia se produjo una insurrección popular contra la dictadura de Gadafi, y que hay una revolución en curso no solo en ese país, sino en todo el norte de África, lo que obligó al imperialismo norteamericano y europeo a abandonar a su antiguo aliado, a intervenir militarmente, como mecanismo de contención de la insurrección y, al mismo tiempo, para controlar y domesticar a los rebeldes.

¿Gadafi es realmente antiimperialista?

Fidel Castro en una de sus famosas Reflexiones, confirma nuestro análisis que Gadafi ya no es antiimperialista y que tenía muy buenas relaciones con las potencias occidentales, hasta el estallido de las revoluciones democráticas en el Magreb

En sus Reflexiones del 3 y 4 de Marzo, Fidel Castro argumenta lo siguiente: “(…) En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la OTAN ninguno de estos tenía problemas con Gaddafi. El país era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras décadas habían sido superados. (…) Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo.

La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones. Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Gaddafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices. Aunque pareciera que me burlo no es así; me pregunto simplemente por qué quieren ahora invadir Libia y llevar a Gaddafi a la Corte Penal Internacional en La Haya”.

En realidad, Fidel Castro no tiene preguntas, el mismo afirma en otro párrafo que “El imperialismo y la OTAN ─seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos─ no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar”.

Obviamente, el imperialismo siempre trata de aprovechar cualquier guerra civil, ya sea desatándola directamente, como ocurrió con los contras en Nicaragua, o cabalgandose sobre ella, como está ocurriendo actualmente en Libia.

Lo que nos interesa resaltar es que el imperialismo norteamericano no tenía como política central desatar una guerra civil contra su aliado Gadafi, pero que con el estallido de la insurrección popular, tuvieron que abandonar su tradicional política de amistad y negociación con Gadafi, y en un giro clásicamente oportunista tratan de copar la dirección rebelde, primero asfixiándola financiera y militarmente, y después dándole ayuda a cuenta gotas, mientras juega maquiavélicamente con las distintas fuerzas en el campo de batalla, como solían hacer los dioses del Olimpo en la mitología griega

Una guerra civil de baja intensidad

Después de la desastrosa experiencia militar ocurrida durante la invasión a Irak, cuando se derrumbaron el ejército y la policía iraquíes, y los odios acumulados permitieron el caos de la guerra civil, los Estados Unidos han aprendido la lección, y en relación al dictador Gadafi – mucho más débil desde el punto de vista militar que Sadam Hussein--han tenido una actitud mucho más prudente.

Un triunfo militar de la insurrección popular contra Gadafi puede terminar influyendo en los países adyacentes, en una zona conmovida por procesos revolucionarios, con vecinos que todavía no se recuperan de la primera oleada de movilizaciones, por ello los Estados Unidos y la OTAN han diseñado una guerra civil de baja intensidad, como mecanismo que permita controlar la rebelión militar pero que al mismo tiempo evite la destrucción de las fuerzas armadas libias, las únicas que pueden imponer el orden en caso de radicalización del proceso revolucionario.

Todos los analistas coinciden en afirmar que en Libia no hay instituciones, que todos los resortes de la vida política y económica están ligados a la familia Gadafi, y que por ello ha resultado difícil que el círculo cercano se rebele rápidamente. Esta afirmación está sujeta a comprobación, pero debe ser tomada en cuenta para comprender porque Gadafi mantiene todavía el control del poder, a pesar de semejante castigo militar de la OTAN.

Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN, con el mayor cinismo ha señalado que “no hay solución militar para este conflicto. Necesitamos una solución política, y el pueblo libio debe trabajar en esta dirección (…) en última instancia será la ONU quien deba ayudar a Libia a encontrar una solución política a esta crisis (…) La integridad territorial de Libia se debe mantener a toda costa” (AP 09/04/2011)

Fracasa la mediación de la Unión Africana

La “solución política” implica negociación entre los bandos militares en lucha. Mientras Inglaterra, Estados e Italia presionaban en el campo militar y diplomático exigiendo la salida de Gadafi del poder, una delegación de alto nivel de la Unión Africana (UA), organismo de países extremadamente pobres financiado por Gadafi, visitó Trípoli. Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, encabezó la delegación y se reunió con el coronel Gadafi, y planteó una hoja de ruta para detener la guerra civil, iniciar la reconciliación nacional y la democratización del régimen, promulgar una nueva Constitución, pero con la familia Gadafi en el poder.

Obviamente, la propuesta de la UA no fue aceptada por los rebeldes, quienes presionados por un sector de las masas insurrectas, exigen el juicio de Gadafi por los crímenes cometidos así como investigar el enriquecimiento de su familia. Las palabras de Gadafi resultan poco creíbles después de varias promesas de cese al fuego unilateral, pero que en realidad han sido aprovechadas astutamente para intentar obtener la victoria militar sobre los rebeldes, que tienen el escudo protector de la aviación de la OTAN

Pero la rechaza propuesta de la UA represento el primer paso en el camino de la negociación política, que ya se inició y que no sabemos cómo terminará.

El Grupo de Contacto

El régimen de Gadafi comienza a resentir los efectos de los bombardeos y el aislamiento internacional. Musa Kusa, quien fuera durante muchos años jefe de inteligencia y ministro de Exteriores de Libia, desertó a finales de marzo y buscó refugio en Londres, pero no para unirse a los rebeldes, sino para servir como mediador entre Gadafi y el Consejo Nacional de Transición (CNT). Pero los rebeldes no se tragaron el anzuelo y rechazaron su mediación por considerarlo un enviado no oficial del régimen de Gadafi

Una vez que los principales objetivos de los intensos y puntuales bombardeos de la OTAN han sido logrados, como es debilitar la capacidad militar del ejército libio, y que el ejército rebelde languidece por falta de armas, ha comenzado a tomar fuerza la negociación política y diplomática.

Tomando con referencia inmediata el primer intento de negociación propuesta por la UA, a propuesta del imperialismo norteamericano y Europeo, se constituyó a finales de marzo, en Londres, con el apoyo de la ONU, la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica y el Consejo de Cooperación del Golfo, el llamado Grupo de Contacto, una verdadera coalición internacional contra Gadafi, que tuvo su primera reunión en la ciudad de Doha, bajo la copresidencia de Inglaterra y Quatar

En esa primera reunión, tomando en consideración la debilidad militar del ejército rebelde, compuesto por milicianos y sin un mando centralizado, el Grupo de Contacto acordó desbloquear 310 millones de dólares de los fondos del gobierno de Libia y entregárselos a los rebeldes. El pretexto fue la necesidad de intensificar la ayuda humanitaria para los civiles, pero en realidad esta es una fría decisión política que persigue apuntalar política, diplomática y militarmente a los rebeldes, para equilibrar fuerzas en el campo de batalla, pero al mismo tiempo persigue el objetivo de copar el movimiento de masas que se insurreccionó contra la dictadura de Gadafi.

Ayuda militar a cuenta gotas

En esa reunión, Mahmud Awad Shamman, portavoz del CNT, volvió a insistir: “Queremos que nos den armas para que podamos defendernos nosotros mismos". (El País, 13/04/2011) Pero, si bien es cierto, todos los miembros del Grupo de Contacto desean la renuncia de Gadafi, no todos están de acuerdo en el fortalecimiento militar de los rebeldes, porque temen profundamente que un triunfo militar de estos cambie la correlación de fuerzas en el norte de África y en todo el Medio Oriente

Al final de la reunión, el Grupo de Contacto declaro que "Gadafi y su régimen han perdido toda la legitimidad; debe dejar el poder y permitir que los libios determinen su futuro", y reconoció política y diplomáticamente al CNT como "interlocutor legítimo que representa las aspiraciones del pueblo libio".

Dentro de la OTAN hay contradicciones en torno a la conveniencia de armar a los rebeldes. España temerosa plantea que armar a los rebeldes "requeriría una nueva resolución de la ONU o una reunión del comité de sanciones, porque la 1973 excluye esa posibilidad". En cambio, Inglaterra ha reconocido que ha entregado "material no letal de defensa, como teléfonos por satélite y otros equipos de comunicación". Italia, considera que la Resolución No 1973 de la ONU "no prohíbe el abastecimiento de armas para autodefensa".

Cinismo imperialista

Debido a que las simpatías con los bombardeos de la OTAN han disminuido en Estados Unidos y en Europa, en un afán de influir políticamente sobre sus electores, Barack Obama, Nicolás Sarkozy y David Cameron, en una movida política poco usual, escribieron conjuntamente un artículo, publicado el 15 de abril simultáneamente en Le Figaro, The Times, Herald Tribune y Al-Hayat-.

En ese artículo, los mandatarios reafirman su compromiso con la operación militar comandada por la OTAN, pero aclaran que "no se trata de eliminar a Gadafi por la fuerza. Pero es impensable que alguien que ha querido masacrar a su pueblo tenga lugar en el futuro del Gobierno libio (…) Ello condenaría al país a ser no solo un Estado paria, sino también un Estado fallido (…) la OTAN y sus aliados de la coalición deben mantener sus operaciones para proteger a los civiles e aumentar la presión sobre el régimen. Entonces podrá empezar la verdadera transición de un régimen dictatorial hacia un proceso constitucional abierto a todos con una nueva generación de dirigentes (…) es el propio pueblo libio, y no la ONU, quien debe decidir su nueva Constitución, elegir a sus nuevos dirigentes y escribir el siguiente capítulo de su historia. Francia, Reino Unido y Estados Unidos no dejarán de llevar a cabo las resoluciones del Consejo de Seguridad hasta que el pueblo libio pueda decidir su futuro". (El País, 15/04/2011)

El cinismo de los imperialistas no tiene límites: por el momento le perdonan la vida a su antiguo aliado Gadafi, lo único que desean fervorosamente es que abandone el poder, para proceder a reorganizar Libia para sus intereses imperiales.

Apoyar militarmente al bando rebelde

En términos generales, por principios, los socialistas centroamericanos siempre estamos en contra de la agresión militar del imperialismo, contra cualquier país atrasado. El problema en Libia es que hay una revolución contra Gadafi que se materializa en la guerra civil, y que el imperialismo ha intervenido militarmente, no para derrocar a Gadafi, sino para forzarlo a salir del poder, utilizando al desorganizado ejército rebelde como mecanismo de presión interna.

¿Pueden los rebeldes libios recibir armas del imperialismo para combatir a Gadafi? Sin lugar a dudas que sí. El imperialismos tiene objetivos contrarrevolucionarios, igual que la dirección del CNT, pero la base popular de los rebeldes quiere una revolución y luchan con las uñas contra ellos tanques y aviones proporcionados precisamente por las potencias imperialistas que ahora atacan a Gadafi.

El hecho indiscutible de que la dirección burguesa del CNT está dispuesta a convertirse en agente del imperialismo, y sustituir el rol que jugaba Gadafi hasta hace poco, no oculta que por debajo hay una revolución popular. No es la primera vez en la historia que observamos esa enorme contradicción entre una dirección burguesa, por un lado, y La dinámica de las masas populares, por el otro. Este último aspecto es el que debemos contribuir a desarrollar

No olvidemos que durante la guerra civil española, el bando republicano recibió armas de algunas potencias imperialistas, de la misma manera que lo recibieron los fascistas. Tampoco olvidemos que durante la segunda guerra mundial, la URSS recibió armas y apoyo logístico directo de Estados Unidos para derrotar la invasión de Hitler. Y para no ir tan largo, recordemos que la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) recibió armas y dinero de la socialdemocracia europea, mientras el presidente Carter congelaba la ayuda militar a la dictadura somocista.

Una cosa son los planes y objetivos del imperialismo y otra, muy diferente, es la dinámica de la lucha de las masas, que se vería enormemente fortalecida con nuevo armamento para los rebeldes. No es causal la división de la OTAN en torno a este último punto. Los rebeldes necesitan armas y apoyo logístico para derrotar a Gadafi, y aquí es donde se demuestra, una vez, la esencia contrarrevolucionaria de la actual intervención imperialista en Libia, que persigue solo debilitar militarmente a Gadafi, para forzarlo a salir del poder, mientras arrodilla a la dirección burguesa de la CNT, y evita de esta manera la extensión y radicalización de la revolución.

La discusión está abierta.

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