Por Ricardo Patzán

¿Qué es la resistencia universitaria? ¿Contra qué estamos resistiendo? Nos resistimos a la usurpación de la única universidad pública del país, la peor crisis institucional en años provocada por personas que ni con títulos profesionales demuestran tener valores en sus acciones, que en los bienes públicos han encontrado la forma de enriquecerse a bolsas llenas.

Que este grupo de personas tome el poder y control de la Universidad de San Carlos de Guatemala representaría una derrota, no solo para el estudiantado, sino también para el pueblo de Guatemala, el que no puede costearse la educación superior. La usurpación ya está afectando a quienes desean superarse y tener mejores condiciones de vida a través de una formación educativa gratuita y laica.

Estos individuos liderados por Walter Mazariego Biolis no tienen ningún compromiso con el Pueblo de Guatemala porque ya tienen un compromiso con el Pacto de Corruptos que actualmente lubrica sus engranajes y coloca a sus peones en el Estado para criminalizar y reprender a aquellos que se opongan a sus planes de secuestrar el país.

La resistencia conformada por estudiantes, egresados, profesores y demás sectores de la comunidad educativa ha logrado retrasar los planes de estos criminales, pero necesitará del apoyo del pueblo y de diferentes sectores organizados para poder lograr convocar a nuevas elecciones y poder rescatar esta casa de estudios. El diagnóstico no es muy alentador: los aparatos represivos del Estado están en colaboración con los usurpadores para atemorizar a la población estudiantil.

Grupos de choque han funcionado como mercenarios de estos criminales, llegando a tal punto que, en febrero de este año, bajo amenazas de violación y muerte, con armas blancas en mano, expulsaron a la resistencia que estaba instalada en el Centro Universitario de Occidente (CUNOC), en horas de la madrugada. Los mercenarios entregaron las instalaciones al director del CUNOC, CÉSAR HAROLDO MILIÁN REQUENA (aliado del fraude), exponiendo las acciones extrajudiciales en la que participan estos individuos.

Otro ejemplo es la irresponsable expulsión del estudiante Camilo García, representante estudiantil de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, por denunciar el fraude en una sesión ante el Consejo Superior Universitario (CSU, máxima instancia universitaria). Berner García, representante del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (CANG) ante el CSU, solicitó una medida disciplinaria que culminó en la arbitraria expulsión de Camilo como estudiante de la USAC.

Finalmente, el 23 de febrero el Juzgado Tercero de Primera Instancia Penal otorgó un amparo provisional a la petición del abogado Marco Vinicio Mejía en la que solicita el desalojo del Campus Central, bajo el argumento de que es un “bien público”. El juzgado dio 48 horas a los estudiantes para que desalojen las instalaciones, solicitando a la vez a la Fiscalía de Delitos Contra la Usurpación del Ministerio Público, realizar las acciones pertinentes para proceder al desalojo, considerando que se está cometiendo un delito en flagrancia. Hasta la fecha los estudiantes en resistencia no han recibido ninguna notificación al respecto.

No existe una receta para combatir a estas mafias, pero en el contexto universitario es necesario retornar a las actividades presenciales, porque en los últimos años, las clases y demás actividades han sido en línea por la pandemia de Covid-19. El retorno a la presencialidad generará las condiciones para la organización de estudiantes, docentes y trabajadores de la USAC en contra de la usurpación. A corto plazo necesitamos del retorno a la presencialidad, a mediano plazo reforzar el movimiento estudiantil y a largo plazo apuntar a las reformas universitarias que tanto necesita este país.

El pronóstico general indica que el régimen Martínez-Giammattei presidida por el partido oficial VAMOS, necesita que la USAC continúe cooptada por esta mafia para así, poder eliminar todo pensamiento crítico y oposición desde la academia y poder mantener el poder y la impunidad en el país. Las acreditaciones y la calidad educativa de la USAC están en duda en el resto del mundo, el estudiantado que se gradúa en estos meses del fraude aún no sabe que las acreditaciones a nivel internacional de la USAC son inciertas y que sus oportunidades laborales se verán reducidas.

Por último, reiteramos nuestra insistencia a quienes puedan leer este texto, a que se unan a la resistencia o apoyen de las formas que puedan. Perder esta institución representaría un retroceso incalculable en el acceso a la educación superior para el país y sus futuras generaciones. Aún estamos a tiempo de detener esta barbarie y comenzar por las reformas universitarias que tanto necesita este país. La autonomía no se vende, se defiende.

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