Palacio de la Paz, donde funcionó la Corte de Justicia Centroamericana, en Cartago, Costa Rica. En 1910 fue destruido por un terremoto

Por Victoriano Sánchez

En abril de 1838, Nicaragua se declaró Estado independiente, acelerando el proceso de desintegración del Estado Federal de la Republica de Centroamérica. No obstante, durante todo el siglo XIX, a pesar de las constantes guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones, en todas las Constituciones de los mini Estados-Nacionales que surgieron, quedó establecida la posibilidad de reunificación de Centroamérica. Estos postulados constitucionales unionistas fueron desapareciendo en el transcurso del siglo XX.

De la fragmentación a los Estados nacionales

Así vemos que, en 1842, bajo el auspicio de El Salvador, Honduras y Nicaragua se creó efímeramente la Confederación de Centroamérica. En 1885, el general Justo Rufino Barrios quiso imponer por la fuerza militar la unidad de Centroamérica, bajo la hegemonía de Guatemala, lo cual terminó con su muerte y un rotundo fracaso. En 1896 se creó la Republica Mayor de Centroamérica (1896-1898), con la participación de Nicaragua, Honduras y El Salvador, la que duro apenas dos años, teniendo como capital a Managua. Al ascender al gobierno el general salvadoreño, Tomas Regalado, en 1898, El Salvador se retiró y fracasó el proyecto unionista.

En todo el siglo XIX los países más reacios a la reunificación centroamericana fueron Costa Rica y Guatemala. Esto tiene una explicación. En la segunda mitad del siglo XIX, fueron los países que más avanzaron en desarrollo de sus economías agroexportadoras. El relativo progreso que consiguieron todos los Estados Nacionales de Centroamérica en la segunda mitad del siglo XIX, con el auge de la exportación cafetalera, minera y plantaciones de banano, la llamada economía de enclaves, enterró para siempre el periodo de la anarquía (este periodo coincidió con una oleada revolucionaria en Europa contra las monarquías absolutistas) caracterizado por crisis económica, guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones, pero con ello también quedó sepultado la experiencia del Estado Federal. Si comparamos estos dos periodos del siglo XIX, tenemos que la balanza se inclina hacia el bienestar de los Estados Nacionales. Por esta razón la conciencia centroamericanista fue debilitada y casi extinguida en el Siglo XX.

Las guerras de las oligarquías

El fracaso de la aventura militar de Justo Rufino Barrios se debió, en gran parte, a que Estados Unidos le retiró el apoyo. Estados Unidos prefería tener varios mini Estados donde ejercer influencia por separado, que tener una oposición centroamericana unida en su contra, como la de Colombia en relación a Panamá.

El relativo mejoramiento de las economías agroexportadoras no detuvo los enfrentamientos fratricidas. A finales del siglo XIX e inicios del siglo XX se aceleraron las contradicciones entre las oligarquías gobernantes en los estados nacionales de Centroamérica.

El Salvador y Guatemala se enfrentaron en la llamada “guerra del totoposte”. A raíz del derrocamiento del presidente salvadoreño Carlos Basilio Ezeta (1891-1894), se produjeron tensiones en la frontera con Guatemala, y el gobierno del general Manuel Lisandro Barillas Bercián (1886-1892), envió tropas que finalmente no combatieron.

En 1902 los presidentes de Nicaragua, Honduras y El Salvador intentaron resucitar el proyecto de la "República Mayor de Centroamérica", bajo la influencia del general Porfirio Díaz de México, quien estaba preocupado por el hecho que Estados Unidos había desmembrado la provincia de Panamá, para construir el canal interoceánico. La alianza entre estos tres países y México, era un peligro para el gobierno de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), quien se oponía a disolver la grandeza colonial de Guatemala en el proyecto unionista.

En 1906, el gobierno de El Salvador inició una ofensiva militar contra el gobierno de Guatemala, apoyando con armas al expresidente Manuel Lisandro Barillas Bercián, quien estaba exilado en México. Esta fue la segunda fase de la “guerra del totoposte”. Las tropas de Manuel Estrada Cabrera pelearon en dos frentes, conteniendo la invasión desde México y desde El Salvador, lograron resistir y triunfar. Después de dos meses de combates, bajo la influencia de Estados Unidos, se firmó un armisticio en el buque de guerra norteamericano "Marblehead". Estados Unidos ya era el gran arbitro en Centroamérica.

A inicios de 1907 se produjo otra guerra entre El Salvador, Honduras y Nicaragua, que finalizó con el triunfo de las tropas nicaragüenses del general José Santos Zelaya, en la batalla de Namasigue, quien jugaba a ocupar el rol de Justo Rufino Barrios en la reunificación de Centroamérica, pero esta vez bajo la hegemonía nicaragüense.

La conferencia de Washington de 1907

Todos los países de Centroamérica, con la excepción de la pacifica Costa Rica, vivía bajo la constante conflagración militar, golpes de estado y conspiraciones revolucionarias.

Un factor clave para comprender la desmembración de Centroamérica y los constantes conflictos, es no solo la incapacidad de las oligarquías para solucionar sus contradicciones, sino el surgimiento de Estados Unidos como potencia imperialista, que siempre quería negociar con pigmeos. A partir de la terminación de la guerra civil norteamericana o guerra de secesión (1861-1865) Estados Unidos comenzó a tener influencia decisiva en su frontera sur, especialmente en México y Centroamérica

Preparándose para la primera guerra mundial que se avecinaba, Estados Unidos, quería calmar su patio trasero, y con el apoyo de México, organizó una “Conferencia de Paz Centroamericana”, reunida en Washington en noviembre y diciembre de 1907. El objetivo central era terminar con las guerras y conflictos y crear mecanismos de diálogo y negociación diplomática.

Elihu Root, Secretario del Departamento de Estado, muy animado, reconoció a la nación centroamericana, y escribió lo siguiente: "Ustedes son un pueblo de hecho; vuestra ciudadanía es intercambiable -vuestra raza, vuestra religión, vuestras costumbres,        vuestras leyes, vuestro linaje, vuestra consanguinidad y relaciones, vuestros vínculos sociales, vuestras simpatías y vuestras aspiraciones, así como vuestras esperanzas por el futuro”.

Pero las intenciones del imperialismo era controlar y poner el orden en su frontera sur, cuando ya se estaba construyendo el Canal de Panamá.

Influenciados por las Conferencias de La Haya de 1899 y 1904, los gobiernos centroamericanos aprobaron, entre otros instrumentos, la “Convención para el establecimiento de una Corte Centroamericana de Justicia”. A simple vista parecía un logro, pero en realidad, al no existir un Estado Federal, las decisiones de la Corte terminarían siendo desconocidas por los Estados, como realmente ocurrió, como veremos más adelante.

Con los tratados de Washington Estados Unidos creo un nuevo orden en Centroamérica, que predominaría de 1907 a 1927.

La Corte de Cartago

La Corte de Justicia Centroamericana (CJC) estaría compuesta por cinco magistrados propietarios y dos suplentes por cada país, electos por sus respectivos órganos legislativos y su sede estaría en la ciudad de Cartago, Costa Rica. El tratado tendría una vigencia de 10 años. La CJC podría conocer los conflictos entre gobiernos, el respeto a los tratados internacionales, y como una novedad jurídica, los ciudadanos podían demandar a sus gobiernos directamente ante la CJC.

Al final, se agregó un artículo anexo al tratado que estableció lo siguiente. “La Corte de Justicia Centroamericana conocerá también de los conflictos que pueda haber entre los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y cuando de hecho no se respeten los fallos judiciales o las resoluciones del Congreso Nacional”.

Con este agregado de última hora, la CJC se convertiría en el supremo arbitro de los conflictos políticos de cada país. La CJC fue creada sin la existencia de un Estado Federal, sin capacidad coercitiva de obligar a los Estados a cumplir las resoluciones que dictara.

La CJC comenzó a funcionar el 25 de mayo de 1908.

Las demandas contra Nicaragua por el tratado Chamorro-Bryan

La prueba de fuego de la CJC fueron las demandas que primero Costa Rica y después El Salvador interpusieron contra el gobierno de Nicaragua, por la suscripción del Tratado Chamorro-Bryan en 1914

Después del derrocamiento del general José Santos Zelaya en 1909, por una conspiración de Estados Unidos, con el apoyo del presidente guatemalteco Manuel Estrada Cabrera, la oposición conservadora terminó tomando el poder. Habiendo perdido Nicaragua su soberanía, por encontrarse tomada por los marines norteamericanos, el gobierno de Adolfo Díaz suscribió el Tratado Chamorro-Bryan otorgándole en concesión por 99 años de una parte del territorio nicaragüense, incluido las islas en el mar Caribe y las islas del Golfo de Fonseca, donde se construiría una base militar, la soberanía de estas islas era compartida por los Estados de Nicaragua, El Salvador y Honduras.

La CJC se declaró competente para conocer el caso y después de cumplir los procedimientos dictó sentencia el 9 de marzo de 1917, declarando que el tratado Chamorro-Bryan amenazaba la seguridad nacional de El Salvador y violaba sus derechos de condominio en el Golfo; que también violentaban los artículos II y IX del Tratado de Paz y Amistad de 1907; que el Gobierno de Nicaragua estaba obligado a restablecer y mantener el estado de derecho con El Salvador que existía antes del tratado Chamorro-Bryan. De igual manera declaró que este tratado violentaba los derechos de navegación de Costa Rica en el Rio San Juan. En pocas palabras, la CJC dijo que el tratado Chamorro-Bryan era ilegal y debía restaurarse el status legal anterior a 1914.

Estados Unidos decide la muerte de la CJC

La reacción de Estados Unidos no se hizo esperar. El gobierno de Nicaragua retiró a su magistrado, y comenzó a torpedear a la CJC. En 1918, ya no se renovó el tratado que dio vida a la CCJ. Estados Unidos presiono a sus aliados para no continuar con la CJC.

Por intereses del imperialismo norteamericano prevalecieron la soberanía de los Estados nacionales, por encima de los intereses globales de Centroamérica. Nicaragua volvió a jugar el mismo rol de 1838, cuando fue el primer Estado en separarse de la Federación. En este caso, Nicaragua era la punta de lanza del imperialismo en la región.

La historia de la actual Corte Centroamericana de Justicia (CCJ), creada en 1991-1992, en el marco de la aplicación de los Acuerdos de Esquipulas II, merece un artículo aparte.

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