Felix Maradiaga de la UNAB y  Juan Sebastian Chamorro de la ACJD

 

Por Melchor Benavente

La lucha contra la dictadura Ortega-Murillo se ha prolongado más de lo esperado. En abril del 2020 se cumplirán dos años de la explosión social que estremeció a la dinastía orteguista. En el ínterin, mucha agua ha corrido bajo el puente.

ACJD y UNAB: dos expresiones políticas diferentes

El estallido revolucionario de abril del 2018 fue una lluvia refrescante sobre la árida sociedad nicaragüense. En todo el país, surgieron miles de grupos de autoconvocados en los diferentes sectores sociales: estudiantes, comerciantes, sectores populares, campesinos, etc. El único sector que ha estado ausente de la lucha, como sector social organizado, han sido los trabajadores, debido al férreo control que ejercen las burocracias sindicales ligadas al gobierno. Este ultimo factor explica las muchas debilidades y vacilaciones en la lucha contra la dictadura.

Este auge de organismos autoconvocados produjo dos expresiones políticas, que reflejaban intereses y sectores sociales diferentes. Por un lado, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) que, aunque fue conformada a inicios de mayo por iniciativa de la Iglesia Católica, representaba la primera oleada del movimiento revolucionario, aunque con una fuerte tendencia hacia la negociación. Las ilusiones democráticas en el sentido que la renuncia de la pareja Ortega-Murillo se lograría por medios pacíficos, sin derramamiento de sangre, fue alentada por la presencia de las cámaras empresariales: COSEP y AMCHAM y el centro de pensamiento FUNIDES.

Por el otro, lado, varios meses después, en octubre del 2018, después de haber ocurrido el fracaso del primer Dialogo Nacional y el aplastamiento militar de los tranques, bajo un estado de sitio de facto, surgió la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), como un frente único entre la Articulación de Movimientos Sociales y otros sectores que aun salían a protestar a las calles, más la ACJD.

La ACJD representaba a sectores empresariales y de la clase media alta, más algunos movimientos estudiantiles que se formaron al calor de la insurrección de abril. En cambio, la UNAB tuvo desde su inicio una composición de sectores de clase media baja y sectores populares, mas los organismos no gubernamentales (ongs) que sumaron a la lucha.

Mientras la ACJD se había concebido así misma como una instancia para la negociación política y la búsqueda de una salida electoral, la UNAB, en sentido contrario, se reivindicaba como un organismo para la movilización y la lucha. Por sus orígenes, composición social y conducción, ambas organizaciones chocaban políticamente porque tenían visiones e intereses contradictorios.

El efecto de la prolongada represión

La resistencia contra la dictadura pasó a una etapa defensiva, en el año 2019. El descenso en la movilización ha afectado a la UNAB, la cual lejos de fortalecerse en los territorios, ha venido debilitándose, producto de una combinación de factores objetivos (represión, descenso de la movilización) y subjetivos (una conducción errática, y una concepción oenegista de la política)

En la medida en que la movilización disminuyó, el peso de los ongs se ha vuelto casi determinante en la vida interna de la UNAB. Prevalece el criterio de organización por sectores sociales y no por territorios. Los diferentes grupos de autoconvocados que todavía sobreviven a la represión, en vez de fusionarse en una sola instancia territorial (departamental y municipal) continúan funcionando, aislados unos de otros, con pocos canales de discusión, comunicación y coordinación. El resultado final de este tipo de funcionamiento, alejado de las exigencias de la realidad política, es el debilitamiento y la parálisis.

La primera tabla de salvación

Y como siempre ocurre, en circunstancias difíciles, la dirigencia de la UNAB se aferró  a la primera tabla de salvación que encontró: el paradigma de la “unidad”. Ante las dificultades reales, en vez de ser autocríticos y corregir el rumbo, a veces incluso contra el sentimiento de la mayoría de organizaciones que la componen, la dirigencia de la UNAB optó por el acercamiento a la ACJD.

Este acercamiento no fue lineal o de un solo golpe, fue un largo camino en que las fuerzas que querían convertir a la UNAB en nuevo proyecto político fueron derrotadas a lo interno. Fue un proceso gradual y contradictorio, pero al final el resultado fue que la UNAB ha claudicado en toda la línea ante la ACJD, al llamar a conformar la “gran coalición” con esta expresión política del gran capital, que como todos sabemos, han sido aliados estratégicos de la dictadura Ortega-Murillo.

Llamamiento para organizar la “coalición nacional”.

El pasado viernes 17 de enero del año 2020, en una conferencia de prensa fue dado a conocer el llamamiento para constituir la “gran coalición”. Atrás han quedado los discursos por la renuncia de la pareja dictatorial, se ha abandonado la petición de elecciones adelantadas, incluso se ha abandonado la exigencia de justicia. No esta claro el panorama de las posibles reformas electorales, ni cuando se realizarán las elecciones, si serán anticipadas o no, pero aun así se ha llamado a conformar la gran coalición.

¿Quién cambio de postura? ¿La UNAB o la ACJD?  Esta última no ha cambiado su discurso, sigue siendo el mismo. ¿Quién claudicó?

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