Por Victoriano Sánchez
El silencioso regreso de Manuel Zelaya fue una audaz decisión política de éste para romper el impasse, en el cual el gobierno de Roberto Micheletti parecía consolidarse, a pesar de las constantes, masivas pero pacificas movilizaciones populares en su contra.
La presencia de Zelaya en la embajada de Brasil quebró el esquema de los golpistas que habían concebido al exilio del depuesto presidente como un mecanismo necesario para desmoralizar a la Resistencia. El inesperado regreso de Zelaya avivó el resentimiento popular contra el gobierno usurpador. Y desde entonces las cosas se han complicado.