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Por Nicolás Lebrun

Amparados en la crisis de hace tres años, la Santa Alianza de la banca, los organismos financieros internacionales y los partidos políticos de derecha e “izquierda” socialdemócrata, han impulsado los planes de ajuste estructural más osados de la historia reciente. Estos planes sólo pueden emularse a los llevados a cabo a inicios de la década de los 80 por los gobiernos conservadores de Tatcher, Reagan y sus acólitos en los diferentes países del mundo, principalmente en la América Latina.

El plan económico

En toda Europa, los países más golpeados por la crisis, Grecia en primer lugar, pero detrás de ella todos los demás países han sido sujetos de planes de ajuste para lograr lo que los economistas liberales llaman el “equilibrio de las finanzas públicas”.

Este eufemismo no es ni más ni menos el recorte de las garantías y derechos laborales que han disfrutado los trabajadores y habitantes del viejo continente durante las décadas que siguieron a la guerra. Ahora, estas garantías conquistadas a través de las luchas obreras son el objetivo estratégico para poder introducir los modelos de sobreexplotación basados en la pauperización de las condiciones de trabajo y de los salarios, incluyendo el salario social comprendido en los subsidios de desempleo, maternidad y otros.

Pero el caso griego representa uno de los eslabones más débiles de la cadena del capital especulativo y financiero mundial. Desde el año 2008 las manifestaciones y protestas en Grecia han sido frecuentes. Los estudiantes en primer lugar y luego la clase obrera y el movimiento popular.

El PIB griego ha disminuido por tercer año consecutivo: -2% en el 2009; -4,5% en el 2010 y -3,1 previsto para el 2011.   En este mismo lapso, el desempleo se ha disparado a un 16%. Los economistas ilustres de la UE y del FMI no previeron el hecho que el estado griego no podrá realizar préstamos hasta el año entrante. En pocas palabras el plan de salvamento para Grecia fue un enorme fracaso.

Antes de su implementación, la tasa de interés de los préstamos a dos años plazo era de 6,5%. A principios del 2011, pasó a 12%, en abril 20% y 30% en los últimos días de junio. Pero en todo esto los que ganan son los especuladores que han visto en la situación griega una oportunidad de enriquecerse en forma rápida. Si bien la cancillera alemana, Ángela Merckel ha realizado llamados para que los acreedores participen en la reestructuración de la deuda no han sido más que palabras al viento porque no existe ninguna base legal para esto. Conclusión, mientras unos, los grandes se comen la piña, a los de abajo le duele la panza.

El plan de ajuste a la griega

Entre las medidas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE) se incluyen:

Reducción del déficit: Se prevé que los números rojos en las cuentas públicas pasen del actual 13,6% del PIB al 8,1% en el 2010 y, de forma paulatina, lleguen al 2,6% en el 2014. La reducción del gasto público afectará al crecimiento, que se contraerá un 4% del PIB en el 2010, el doble de lo previsto, un adicional 2,6% en el 2011 y volverá a terreno positivo en el 2012 con un 1,1%.

Empleados públicos: Los salarios de los funcionarios se congelarán durante al menos tres años, y se eliminará su 13ª y 14ª paga para aquellos que ganen más de 3.000 euros. Los que ganen menos de esa cifra recibirán un bono de 1.000 euros. Las contrataciones de empleados públicos también se paralizarán y se reducirán los diferentes "extras" salariales.

Pensiones: Los jubilados griegos perderán también la decimotercera y decimocuarta paga, si sus pensiones superan los 2.500 euros mensuales. Se establece una edad mínima de jubilación de 60 años y un nuevo cálculo para las pensiones relacionado con toda la vida laboral y no con los últimos años, como hasta ahora. Además, se aumentará de forma gradual hasta el 2015 los años de cotización necesarios, que pasarán de 37 a 40 para obtener la pensión completa.

Impuestos: Se aumentará el IVA en dos puntos adicionales hasta el 23%, después de que en marzo ya subiera otros dos, hasta el 21%. Se incrementarán en 10 puntos porcentuales los impuestos sobre tabaco, alcohol y combustibles. Se creará un impuesto especial a las empresas con grandes beneficios y se establecerán nuevas medidas impositivas a compañías relacionadas con el azar, los productos de lujo y la propiedad inmobiliaria.

Liberalización del mercado laboral: Se liberalizarán profesiones cerradas por distintas reglamentaciones gremiales, como la de los taxistas, y se facilitará el despedido, con una indemnización menor a la hasta ahora existente.

 

Privatizaciones: El Estado deberá vender o reducir su presencia en empresas semipúblicas o públicas y se liberalizarán los sectores de la energía y el transporte.

Reforma administrativa: Se reduce el número de municipios y entidades administrativas locales de 1.300 a 340 para ahorrar costos operativos.

Apoyo a la banca: Para el sector financiero, los sacrificios no serán los mismos. El Estado inyectará 17.000 millones de liquidez a la banca, y con el consejo del FMI, Bruselas y el Banco Central Europeo, creará un fondo para evitar ataques especulativos sobre las acciones bursátiles de las entidades.

Como se desprende del conjunto del plan de ajuste, los sectores golpeados son los trabajadores y el pueblo. Por un lado se bajan los salarios, se despide a un enorme grupo de funcionarios públicos, se bajan los perfiles beneficios de pensión y otros.

En la misma tónica las privatizaciones bien conocidas en el Nuevo Mundo y sus nefastas consecuencias para la población porque traslada el costo operativo directamente a estos últimos reduciendo subsidios a los sectores con menor capacidad de pago y beneficiando a los grandes grupos con tarifas preferenciales para “incentivar la productividad”

Al mismo tiempo los bancos reciben una enorme cantidad de euros para que sigan financiando la reconversión productiva, en otras palabras dando dinero a los grandes grupos que van a comprar las compañías del estado y otros bienes y que aprovechen esta oportunidad de hacerse con “el dorado” griego.

La huelga general

La huelga general de 48 horas decretada por las direcciones sindicales para el 28 de junio fue seguida por enormes contingentes de la clase obrera. El 100% de las refinerías, los puertos, astilleros, transporte público, aeropuertos. Las empresas públicas y los bancos el porcentaje de participación fue de un 80%.

Junto a ellos, el movimiento de los indignados griegos que ha ocupado, durante cinco semanas la plaza Sintagma en Atenas se convirtió en un importante sustento para las movilizaciones que fueron extendidas a otros centros de población.

La represión desatada por el gobierno socialdemócrata de Papandreu, actual presidente de la Internacional Socialista (IS), ha sido feroz. Para enfrentar a las grandes movilizaciones ha utilizado sin discriminación las fuerzas represivas del estado burgués. Los MAT, fuerzas especiales anti disturbios, desalojaron momentáneamente a los manifestantes de la plaza Sintagma que se encuentra frente al parlamento. Estos desalojos fueron precedidos por provocaciones realizadas por elementos de la ultra derecha y policías que en algunos casos coincidían.

Sin embargo la plaza era retomada a cada arremetida y sobre todo para el 29, día de la votación del plan de ajuste. Este día fue todavía más feroz, cerca de 700 personas atendidas por los cuerpos de socorro producto de los gases y bastonazos propinados por las fuerzas represivas. Querían a todo costo tener la plaza despejada para evitar votar “en caliente”. Para esto entraban inclusive en los cafés circundantes. Pero la determinación de los manifestantes fue tal que no pudieron, los represores, lograr su cometido.

Las consecuencias de la crisis

La reestructuración griega podría tener un efecto dominó, como en 2008, cuando la crisis de hipotecas de alto riesgo se multiplicó. Para evitar tal escenario, los líderes subrayaron la idea de que la reestructuración debe hacerse "sobre una base voluntaria." Al menos esa es la voluntad del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet. Pero la interpretación de naturaleza "voluntaria" de la reestructuración está en manos de una asociación internacional (ISDA), integrada por banqueros y financieros. Se puede sacar las conclusiones del caso. Eso se llama legislar en beneficio propio.

La aceleración de la crisis griega se da en una coyuntura muy tensa. En España, a principios de junio, el banco más grande del país (Santander) ha logrado poner sólo la mitad de su emisión de bonos de mil millones de euros. Unos días más tarde, Telefónica tuvo que cancelar la salida a bolsa de sus filiales. En las últimas semanas pasada, los valores del gobierno belga y el italiano, fueron degradados por las agencias calificadoras. La crisis va a continuar.

Es urgente que se dé una unidad de acción entre las organizaciones sindicales y políticas sobre la base de la cancelación de las deudas ilegítimas. Al mismo tiempo se debe exigir la penalización y confiscación de los capitales especulativos de la banca que buscan únicamente enriquecer a los grandes y empobrecer a los trabajadores y el pueblo.

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Por Alejandro Augusto Blanco.

Hace más de dos años estalló la crisis más aguda que el sistema capitalista ha sufrido desde el fin de la segunda guerra mundial. Ante el pavoroso panorama que dejó la debacle financiera, el consenso imperialista ha sido unánime recetando como máxima, la panacea de los ajustes económicos que recaen sobre los sectores explotados. Este es el caso de España, país en donde el gobierno “socialista” de José Luis Rodríguez Zapatero aplica fuertes medidas económicas que destrozan el nivel de vida de los trabajadores, pero la respuesta no se ha hecho esperar, y millares de jóvenes, trabajadores, desempleados y otros salen a las calles a protestar contra el plan fiscal del gobierno español.

Paquetazo del PSOE.

Desde los anales de la recesión económica en los Estados Unidos, la dinámica ha sido lapidaria para las economías imperialistas y subdesarrolladas, está de más decir, que el virus financiero se propagó por todo el mundo, especialmente en la zona Euro que es la principal aliada económica del imperialismo Norteamericano. Pero el desarrollo de las economías europeas es desigual, y los países que más fueron afectados por la crisis económica son los eslabones más débiles del imperialismo europeo, concretamente Grecia, España, Portugal e Irlanda.

Cada uno de los gobierno de estos países han anunciado fuertes medidas de ajustes económicos, en el caso del gobierno español se anunció: “Se trata de recortes adicionales encaminados a acelerar la reducción del déficit público y situarlo en el 3 por ciento del PIB en 2013, lo que supondrá reducir en 15.000 millones de euros (unos 19.000 millones de dólares) el gasto en 2010 y 2011.”

Para lograr estos recortes, el gobierno de Rodríguez Zapatero ha sometido la carga al pueblo trabajador: “rebaja de un 5 por ciento en el salario de los empleados públicos es la primera aprobada por un Gobierno en España para este colectivo (…) También suspenderá en 2011 la revalorización de las pensiones, excepto las no contributivas y las mínimas, (…) La congelación de pensiones para el próximo ejercicio pone fin a veinticinco años de subidas garantizadas por ley”. (selsolonline 12/05/2011) Además de estas acciones se han anunciado recortes en las medidas asistenciales que el gobierno tiene para la población, así como recortes del empleo público.

Movimiento 15 M.

La dinámica generada por las masas en España es digna de analizar, ya que demuestra un cambio sustancial en el nivel de conciencia del pueblo español y no podemos descartar que esta sea la norma que sigan las masas europeas cuando luchen contra los brutales planes de ajustes de sus gobiernos.

Así es que desde mediados de mayo, las masas se han organizado y se movilizan en contra la precariedad de la vida. Al mismo tiempo, nació el Movimiento 15 M, el que se define así: "Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos. Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros..." (El País 16/05/2011)

El descontento de la población y sobre todos de los jóvenes con los partidos políticos tradicionales es innegable, hecho que los llevó a crear nuevas formas de organizaciones parecidas a las comunales, realizando asambleas en las plazas públicas para decidir los objetivos y las acciones a tomar para luchar contra el paquetazo promovido por el gobierno de Rodríguez Zapatero.

Movimiento nacional

Desde el 15 de mayo se realizaron las primeras movilizaciones en toda España apostándose en las plazas públicas de la mayoría de las ciudades importantes, ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla, Granada y otras. En cada una de las plazas los manifestantes reclaman: “que los poderes públicos respeten derechos básicos "como la vivienda, el trabajo, la cultura, la salud, la educación, la participación política, el libre desarrollo personal y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz". (El País 16/05/2011)

Internacionalismo.

Pero la tendencia no es solo a protestar en España, en Londres se unieron unas 300 españoles y declaraban: "También los exiliados estamos indignados" (…) En Bruselas se manifestaron unas 600 personas, dos centenares en Lisboa y un centenar en Atenas y Milán. Asimismo, hubo protestas, aunque menos numerosas, en Budapest, Tánger, París, Berlín y Roma”. (El País 21/05/2011)

Lo más interesante del fenómeno, consiste en que las protestas en Grecia ya han aparecido pancartas del Movimiento 15 M con las mismas consignas y formas de organización semis comunales, donde la decepción generalizada lleva a las masas a organizarse fuera de lo espacios políticos tradicionales.

Pero lo más importante a destacar es que el capitalismo en su propia decadencia ya no es capaz de generar el nivel de vida que antes daba en sus propias urbes, todo lo contrario, cada día receta más miseria. Sin embargo, los canales comunicantes que ha creado permiten organizar una lucha más organizada y sistemática en contra del propio sistema por toda Europa.

El papel de la Tecnología.

La lucha de clases es mil veces más rica que lo esquemas teóricos, y el uso de la tecnología es otro de los elementos a destacar, los manifestantes se comunican por mensajes de celular, redes sociales, etc. Esta experiencia no es nueva, y al parecer se está extendiendo por los países donde la población tiene acceso a la tecnología, es más, los métodos llegaron a Grecia: “La concentración, que se anunció a través de redes sociales y también tiene lugar en Salónica y Patra, comenzó a las 18.00 hora local (15.00 GMT) y puede seguirse en directo a través de Internet”. (El País 25/05/2011)

La otra cara.

A pesar de todas las tomas de plazas y movilizaciones, el panorama no está definido. El problema del desempleo está lejos de solucionarse y algunos analistas estiman que solo regresará a los niveles previos a la recesión hasta en el 2020: “Los expertos de la OCDE analizan el riesgo de que la Gran Recesión de 2009 haya infligido heridas profundas en las economías occidentales, de que la recuperación en el último año y medio sea pasajera y deje paso al estancamiento” (Ídem)

Por otro lado, en el caso de los trabajadores que estaban negociando los convenios han visto como los empresarios están a la espera de un nuevo gobierno del PP para negociar en mejor posición.

Elecciones.

Si bien el fenómeno español es bastante rico para analizar, no podemos obviar que todo fenómeno tiene un contra fenómeno, en este caso es necesario ver el giro electoral que se dio en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, en donde el PP propinó una gran paliza al PSOE.

La explicación más lógica se puede encontrar en el desgaste del gobierno de Rodríguez Zapatero, quien ha perdido popularidad por ser el encargado de llevar a cabo las medidas de ajustes: “La onda expansiva del colapso de la credibilidad de José Luis Rodríguez Zapatero ha tenido efectos arrasadores. La campaña del PP ha logrado marcar el terreno de juego de forma que se centrara en las cotas del paro cuyo registro se acerca a los cinco millones de desempleados”. (El País 24/05/2011)

La influencia del Movimiento 15 M no se ha limitado solo a la toma de las plazas, en estas elecciones municipales y autonómicas el voto nulo y abstenciones se incrementaron, solo en Madrid los datos son los siguientes: “La suma de votos en blanco y nulos ha subido 1,89 puntos en las elecciones municipales en la Comunidad de Madrid respecto a 2007, al llegar a los 140.365, lo que supone el 4,58% de las papeletas (3.063.009).” (El País 24/05/2011)

Según algunos de sus dirigentes no había por quien votar en las elecciones por lo que el llamado al voto nulo se traducía así: "Los partidos no son la única forma de participar en política" (…) "Esta vez no nos han escuchado, ni siquiera en nuestra petición de que sacaran a los corruptos de las candidaturas. Ya veremos lo que sucede la próxima vez". (El País 23/05/2011)

El peligro de la derecha

Pero según expertos, si las elecciones nacionales fuesen en este mes, el PP ganaría casi el 50% de los escaños del congreso. Por esta razón, se debe comprender que las movilizaciones tienen que derrotar los paquetes fiscales de cualquier gobierno, el tema que debe primar siempre, son las acciones concretas y políticas en contra de los planes de ajuste de cualquier gobierno, ya sea del PP o del PSOE. Y las masas están conscientes de este hecho: "No es un fracaso que gane el PP. Sí lo sería que la gente tirase la toalla y dejara de luchar", sostiene Raúl, con 28 años. (El País 24/05/2011)

La historia nunca la podemos olvidar ya que con ella preparamos las futuras batallas que los trabajadores tenemos que dar en defensa de nuestros derechos elementales como el trabajo. ¿Por qué los pobres deben pagar los ajustes económicos? La crisis económica fue gestada por la ambición desmedida de los empresarios y deben ser ellos quienes la paguen. La movilización es la única salida, no hay que olvidar que el fascismo es la alternativa que tiene la derecha para ahogar las justas protesta de los pueblos.

Manifestacion_indignados

Por Nicolas le Brun

En el mar mediterráneo, la insurrección tunecina fue poco a poco traspasando las fronteras nacionales, extendiéndose al este y oeste provocando una situación revolucionaria en varios de estos países. El caso más álgido es el de Libia, al cual nos hemos referido en artículos anteriores, donde la guerra civil insurreccional busca derrocar al gobierno de Gadaffi.

La premura de los gobiernos de la Unión Europea y de los Estados Unidos por detener el flujo revolucionario ha sido por varias razones, en primer lugar las económicas, por la importancia estratégica de la zona por donde se produce y circula el flujo de petróleo que alimenta las economías de estos países.

Pero también son las razones políticas y sociales. Dentro de ellas, la migración de las masas empobrecidas al seno de los países de la UE crea para los grandes industriales y los explotadores una oportunidad de bajar los costos de producción al contar con enormes contingentes de obreros en busca del “sueño europeo”. Pero esto también ocasionó que con la crisis, muchos de estos inmigrantes pasaran a ser parte del enorme grupo de desempleados que aumentan en la mayoría de los países europeos y con el caso más dramático, el de España.

Pero además, estas revoluciones democráticas en los países árabes son un “mal ejemplo” para las masas de los países de la UE, que luchan contra la creciente precariedad en el empleo y los servicios producto de los planes de ajuste diseñados por el FMI. Ver que las masas producto de las movilizaciones consecuentes pueden derribar gobiernos y regímenes. La inestabilidad que puede causar en la zona es preocupante, también porque las movilizaciones efectuadas el año anterior en países como Francia, España, Portugal, Grecia fueron fuertes al abarcar al conjunto de la clase en jornadas de huelgas generales. En otros lados se desataron conflictos de menor escala pero de alta intensidad como huelgas “salvajes” por reivindicaciones particulares.

Sin embargo, todas estas movilizaciones han tenido el freno de las burocracias sindicales que le han hecho el juego a los distintos gobiernos y se han negado a unificar los conflictos en jornadas europeas en contra de los planes de ajuste, el desempleo, el recorte presupuestario en los servicios públicos, las reformas a los regímenes de pensiones, entre otros.

En todos estos procesos de lucha en el mundo árabe, las masas, sobre todo los jóvenes sin perspectivas de trabajo o de estudio, son los que han tomado la bandera de las luchas y se han puesto al frente de las mismas. Posteriormente, estas luchas han tratado de ser canalizadas dentro de los marcos mismos del sistema, para evitar que éstas alcancen a derribar el sistema económico que produce todas estas penalidades e injusticias: el capitalismo.

Crisis económica y planes de ajuste

Antes del 2008, España era uno de los modelos económicos de la UE al alcanzar importantes reducciones en el paro y por la enorme reactivación de la economía.

Sin embargo, el modelo español, alabado por varios exégetas del neoliberalismo en su momento, hizo aguas cuando la burbuja inmobiliaria estalló. De un pronto a otro, el ritmo de la construcción se estancó, las familias se encontraron sin dinero para hacer frente a los pagos de las hipotecas y el desempleo se disparó.

Los indicadores en el caso de España son alarmantes y sobrepasan los promedios del resto de la eurozona.

La tasa de paro masculina se situó en julio del año 2010 en el 19,8%, duplicando la media de la zona euro. El paro femenino registra los peores datos de la UE al llegar al 21%. El desempleo entre los jóvenes españoles se situó 41,5%, frente al 41,2%, más del doble que la media de la eurozona y la UE. Estos datos demuestran la gravedad de la crisis en España, donde toda una generación se encuentra al borde del abismo.

El gobierno “socialista” de Zapatero aplica a fondo la austeridad del FMI y Bruselas

Sin embargo para el gobierno del PSOE, los mandatos de la banca imperialista no admiten discusión alguna y anunció recientemente la implementación de un plan que reduce las conquistas de la clase obrera y de la población española.

Bajo la consigna de reducir el déficit en el gasto, el gobierno reducirá este año gastos por valor de unos 5.000 millones de euros.

Esto implica las siguientes medidas: una reducción de los salarios del personal del sector público en un 5% en promedio en el 2010, la eliminación de la prestación por nacimiento de 2.500 euros a partir de 2011 y la rebaja de los salarios de los miembros del Gobierno en un 15%. También se suspenderá para 2011 la revalorización de las pensiones, excluyendo las no contributivas y las pensiones mínimas y la eliminación del régimen transitorio para la jubilación parcial.

Esto ha provocado diferentes reacciones en todos los campos. En las recientes elecciones municipales y autonómicas, el PSOE ha sido castigado perdiendo el control de la mayor parte del país, inclusive en bastiones tradicionales. Este voto castigo también impulsó a la “derecha” que comparte los paquetazos económicos que hacen que la crisis la paguen los trabajadores y no los empresarios.

Las centrales sindicales han anunciado una convocatoria a huelga general para este 2 de junio, pero se han quedado rezagados con respecto a la movilización espontánea de los jóvenes, agrupados en el movimiento “Democracia real ya”.

Esto porque el movimiento reclama no sólo la defensa de los derechos de los jóvenes, sino como bien apuntan, van contra el sistema político que como en la mayoría de las democracias burguesas, favorece al bipartidismo para asegurarse que nada cambie para que todo siga igual.

Los “indignados” no alimentan la esperanza en el modelo bipartidista

El movimiento de protesta toma el nombre de “Los indignados” debido al libro “Indignaos” que escribe Stéphane Hessel, un personaje burgués que ha tenido posturas democráticas en ciertos conflictos y que ha sido un éxito de ventas. Este libro llama a resistir las medidas neoliberales aplicadas por los gobiernos europeos.

En ese sentido, el grupo de los indignados levanta reivindicaciones democráticas. El manifiesto de los grupos “Democracia Ya” proclama

“La democracia parte del pueblo (demos=pueblo; cracia=gobierno) así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.”

El sistema español, después de la dictadura de Franco, apuntó a la creación de este sistema democrático burgués, donde los socialistas, comunistas y la derecha aceptaron la “transición democrática” con la monarquía de por medio.

Los dirigentes de las grandes centrales sindicales lideradas por el PSOE y el Partido Comunista Español formaron parte del acuerdo y en la actualidad contienen las luchas de los trabajadores para evitar que se cuestione el modelo político social.

Así el movimiento de los “indignados” españoles que comenzó en la Puerta del Sol, se ha extendido a las grandes ciudades de otras Autonomías.

Pero el efecto no se detiene en las fronteras nacionales, así como las medidas de austeridad son uniformes para los diferentes países. En Francia, Bélgica y otros países, el apoyo a los españoles se expande.

Por la unificación de las luchas contra los planes de austeridad

Los trabajadores griegos vienen de protagonizar de nuevo una huelga general contra los planes del FMI.

Como mencionamos anteriormente, de concretarse, los trabajadores españoles irían a huelga general a principios de junio. Pero así como los de arriba se han agrupado en diferentes organizaciones para gobernar y para llevar a cabo las impopulares medidas, los de abajo, trabajadores, campesinos, desempleados, permanecen aislados dentro de las fronteras nacionales.

Es importante que esta dinámica se revierta y la lucha de las masas europeas no sea diezmada dentro de las fronteras nacionales.

Otra enseñanza es la que dan las masas árabes que por medio de poderosas y consecuentes movilizaciones, huelgas generales han logrado derrotar o hacen tambalear a los gobiernos dictatoriales del área.

Los trabajadores europeos tienen la posibilidad de derrotar el plan de austeridad si logran movilizarse masivamente y en forma unificada.

El PSOCA apoya las luchas de los trabajadores y propone una discusión democrática entre los luchadores para fortalecer las luchas.

 

 

polemica guerra civil

Por Nicolás Solís

En el artículo titulado ¿Adónde va la guerra civil Libia?, Orson Mojica afirma algunas tesis políticas que sería bueno analizar desde una óptica marxista.

El camarada Mojica dice que el imperialismo norteamericano y europeo, para ahorrarse los costos de una intervención militar directa en Libia, intentan hacer cambios desde arriba. De modo, que reconocen como interlocutor al CNPT (que es una iniciativa unilateral de gobierno provisional, formado con ex-ministros y ex-funcionarios del gobierno de Gadafi). Luego, dejarían que ambos bandos en guerra se debiliten, para propiciar entonces una negociación.

Para el camarada Mojica, el imperialismo se saldrá con la suya. Gadafi resiste –según él-, no para sostenerse en el poder, sino, para negociar con sus adversarios. Por su parte, la CNPT no tiene una política de reivindicaciones sociales, de modo que no le puede restar base de apoyo a Gadafi, y sin ello, afirma, no es posible vencer a ningún ejército. Los dictadores, por muy extraño que parezca, nos dice, tienen algún sustento social.

La CNPT, en su opinión, terminará negociando con Gadafi (a menos que éste logre aplastar, antes,  a los insurrectos).

Cuando una guerra civil estalla, el resultado del conflicto depende de la política que implemente cada bando en pugna (la guerra –nos recuerda Mojica- es la continuación de la política por otros medios). La debilidad de la insurrección –escribe-, es su propia contradicción, ya que pese a tener una dinámica antiimperialista y anticapitalista, tiene una conducción burguesa. Esta contradicción es común a los procesos revolucionarios en los países atrasados, sentencia nuestro camarada.

En cuanto a la política a seguir en Centroamérica, Mojica nos informa que la izquierda se ha dividido en torno al conflicto libio. Un sector de la izquierda centroamericana apoya a Gadafi en la guerra civil, porque considera que es víctima de una conspiración contrarrevolucionaria del imperialismo.

Por su parte, él sostiene que Gadafi ha estrechado una alianza político militar con el imperialismo norteamericano y europeo en los últimos diez años. Adicionalmente –dice-, es una necesidad histórica derribar regímenes dictatoriales en cualquier parte del mundo. De modo, que el bando que lucha contra la dictadura de Gadafi es el más progresivo, y su triunfo militar abriría una situación favorable para el surgimiento de una dirección genuinamente revolucionaria.

Nuestro deber –concluye-, es apoyar militarmente al bando que lucha contra Gadafi y ayudar a que surja esa dirección revolucionaria, que se coloque al frente de la nación libia.

Estas son las tesis del camarada Mojica, que vamos a analizar.

En primer lugar, todo este fárrago de afirmaciones y de premoniciones políticas nada tienen que ver con el método marxista, que parte de un análisis de las condiciones materiales de vida de las clases sociales y de su participación consciente en las luchas políticas, ante situaciones objetivas de crisis del modelo de dominación.

Ciertamente, Gadafi, desde hace diez años, es un agente de la política imperialista; aunque en el pasado haya desarrollado acciones terroristas contra países de Occidente. Nunca tuvo, sin embargo, desde el punto de vista social, el menor rol progresivo en 41 años de poder dictatorial, de corte medieval.

Libia es un país cuya economía permanece estancada, al igual que desde la época colonial, sin diversificación alguna, dependiente exclusivamente de la renta petrolera. Una parte ínfima de los inmensos ingresos que provienen de la explotación petrolera (por empresas extranjeras), se distribuyen a la población, sin vínculo alguno con un empleo. No hay producción tecnológica que emplee mano de obra asalariada. Las capas medias, con formación técnica universitaria, demandan un empleo productivo. O bien, la posibilidad de emigrar en busca de realizar aspiraciones pequeño burguesas de superación social (lo cual, les viene prohibido por el régimen, que se ha comprometido con Europa a contener la emigración).

Estos sectores, relativamente cultos, están hartos de la falta de derechos y de una ideología estrafalaria que intenta sostener con una mezcla de religión mesiánica, pero, fuera de la ortodoxia islámica, un régimen hereditario, extremadamente corrupto, ineficiente y burocrático.

El ejército se ha dividido ante las órdenes de reprimir al pueblo. Pero, una parte, seguramente, la mayoría de las fuerzas militares, ha permanecido leal a Gadafi, gestando, entonces, una guerra civil.

A los norteamericanos les atemoriza que la insurrección triunfe militarmente, y que los mandos medios e inferiores del ejército deserten, y se integren a las fuerzas populares, dando lugar a un nuevo tipo de Estado, de democracia directa. Seguramente, políticamente aprueban y alientan, en silencio (como tiene que ser), los bombardeos a las fuerzas civiles. Al menos, hasta que los insurrectos se desmoralicen, y políticamente acepten una salida electoral, organizada por un gobierno provisional.

La debilidad del proceso libio no está en la dirección (ya que ésta cambia dinámicamente con el desarrollo de los acontecimientos), sino, que radica en los sectores pequeño burgueses que son quienes se han sublevado, sin otro contenido que la salida de Gadafi. Por ello, no es cierto, tampoco, que la insurrección tenga una dinámica antiimperialista y anticapitalista, como afirma el compañero Mojica. Tampoco es cierto que las revoluciones en los países atrasados sufran esa contradicción –que él señala- entre un programa anticapitalista y una dirección burguesa.

La contradicción en los países atrasados es, más bien, entre un programa democrático, capitalista, y una clase burguesa incapaz de ejecutar dichas tareas democráticas por vía revolucionaria, contra los vestigios feudales en el agro. Esto es lo que lleva a los obreros a realizar la revolución democrática y, a la vez, a intentar consolidar transformaciones socialistas (que degeneran en procesos burocráticos en el Estado, sin el auxilio de la revolución socialista en los países desarrollados).

Tampoco es cierto que un ejército se derrote con políticas sociales. La sentencia que la guerra es la política por otros medios significa, precisamente, que la guerra tiene medios propios, una vez que la política ha llegado a ese ámbito. Un ejército se derrota cuando se le impide aplicar su estrategia militar. En el caso de Libia, el objetivo militar de un proceso insurreccional, que se encuentra a la defensiva estratégica, debe concentrarse, quizás, en el punto neurálgico de la economía. La producción y exportación petrolera. Gadafi y los norteamericanos deben comprender que mientras no caiga Gadafi, no habrá petróleo libio por meses y años, y que esta experiencia será seguida por los otros pueblos insurrectos en todo Medio Oriente (con las consecuencias desastrosas para el nivel de consumo de combustible de la economía Occidental).

Es decir, la guerra se desarrolla en el plano estratégico militar (incluido el logístico), no con consignas sociales. Si no hay pericia, organización militar, habilidad, disciplina, capacidad combativa, moral de lucha, la derrota y la muerte no se pueden evitar con consignas sociales.

Otro tanto absurdo, es que se diga que la izquierda centroamericana se ha dividido por el conflicto libio. Quien apoya a Gadafi ni es ni ha sido de izquierda. Si se entiende por izquierda a todo movimiento político que se reclama de la causa obrera, no hay en el mundo alguien que identifique a Gadafi con el movimiento obrero. El apoyo a Gadafi no proviene de ningún sector proletario o socialista, sino, del oportunismo. Que, ahora, más se descara, frente a un conflicto que lleva a Gadafi a la represión militar abierta contra la población civil.

El camarada Mojica nos dice que aunque parezca extraño los dictadores tienen sustento social. Pero, más que de sustento, se trata de una etapa de la lucha de clases, en la que, a consecuencia de alguna derrota física o moral (por la degradación económica), los trabajadores pierden sus derechos, y los elementos lumpen se ofrecen a ejecutar las tareas viles de represión y servilismo. Todos los regímenes de gobierno son un reflejo de la correlación de fuerza entre las clases. Pero, de una correlación dinámica, que objetiva y subjetivamente sacude y transforma los gobiernos a lo largo de la historia moderna. Y los dictadores con su capa burocrática caen, sin que ningún sector social les siga en la caída

No es cierto, ni mucho menos, que sea una necesidad histórica derribar a los regímenes totalitarios. Por lo menos, no en el sentido que el término “necesidad histórica” tiene en el marxismo. La necesidad, para el materialismo histórico, es aquello que está implícito en la realidad y en su devenir. Por inferencia lógica se concluiría, con la afirmación de Mojica, que es una necesidad histórica la formación de regímenes democráticos formales y, ello, no sólo es falso, sino, que es una ilusión pequeño burguesa, reaccionaria. Se debe luchar contra los regímenes totalitarios, y derribarlos, pero, no por necesidad histórica, no como un fin, sino, porque en la lucha por la amplitud de sus derechos, el movimiento obrero se fortalece, adquiere conciencia de sus intereses y desbroza el camino de la lucha de clases, por formas de democracia superiores, que permiten transformar el sistema económico, y unir el contenido con la forma.

En el caso de Libia, la política no puede ser apoyar “militarmente” (¿qué significa apoyo militar?) al sector más progresivo, que combate a Gadafi, dirigido por la burguesía (¡), sin contenido social (¡). De modo, que se desgasta inútilmente hasta concluir en una negociación propiciada por el imperialismo (¡). Para ayudar, cuando triunfe militarmente (a pesar que se dice que no triunfará), a que una dirección genuinamente revolucionaria se coloque al frente de la nación (¿qué es una dirección “genuinamente” revolucionaria?).

¡Cuánta palabrería vana! La dirección genuinamente revolucionaria deben ser cuadros nuestros de avanzada: no hay otra interpretación posible. Pero, no surge del triunfo militar una dirección revolucionaria. Las masas en lucha ya cuentan con una dirección revolucionaria, genuina. Falta que cuadros socialistas hagan suya la lucha contra Gadafi, que organicen los comités de combatientes, que por sus méritos combativos logren convertirse en delegados en los centros de decisión, y que orienten el enfrentamiento hacia la toma del poder de los sectores plebeyos, para disponer de los ingresos petroleros hacia una transformación de la economía, con el desarrollo de las fuerzas productivas.

Lo menos que se debe hacer en esta lucha por derribar a Gadafi, es exigirle al propio gobierno que rompa relaciones con el tirano. El título de este artículo polémico debió ser una consigna válida: ¡Todos contra Gadafi!

HOBSWAN

Por Tristram Hunt

Con la crisis global, el pensamiento De Eric Hobsbawm ha vuelto a estar en boga. Aquí, habla sobre el interés de los financistas por las ideas de Marx, opina sobre el comunismo en China y afirma Que en América Latina se siente “como En casa” porque todavía se habla el lenguaje del socialismo. Su libro “Cómo cambiar El mundo” será publicado próximamente.

Hampstead Heath, en la zona arbolada del norte de Londres, se enorgullece del papel destacado que tuvo en la historia del marxismo. Es aquí donde los domingos Karl Marx llevaba a su familia hasta Parliament Hill, recitando en el camino a Shakespeare y a Schiller, para pasar una tarde de picnic y poesía. Los días de semana, se reunía con su amigo Friedrich Engels, que vivía cerca, para hacer una caminata a paso ligero por el monte, donde los “viejos londinenses”, como se los conocía, reflexionaban sobre la Comuna de París, la Segunda Internacional y la naturaleza del capitalismo.

Hoy, sobre una calle lateral que sale del monte, la ambición marxista sigue viva en la casa de Eric Hobsbawm. Nacido en 1917 (en Alejandría, bajo el protectorado británico de Egipto) a más de 20 años de la muerte de Marx y Engels, no conoció personalmente a ninguno de esos dos filósofos, por supuesto. Pero al hablar con Eric en la espaciosa sala de estar, llena de fotos familiares, honores académicos y toda una vida de objetos culturales, se percibe una sensación casi tangible de conexión con estos hombres y su memoria.

La última vez que entrevisté a Eric, en 2002, su brillante autobiografía Años interesantes –la crónica de un joven en la Alemania de Weimar, el amor de toda su vida por el jazz y la forma en que realizó la transformación del estudio de la historia en Gran Bretaña– acababa de salir y había recibido críticas elogiosas. También coincidió con otro ataque cíclico de los medios a la pertenencia de Eric al Partido Comunista, tras la publicación del libro de Martin Amis contra Stalin, Koba el temible. En ese entonces, el “profesor marxista” explicó que no buscaba, tal como escribió, “acuerdo, aprobación o simpatía” sino más bien, comprensión histórica para una vida en el siglo XX moldeada por la lucha contra el fascismo.

La crisis neoliberal

Las cosas cambiaron desde entonces. La crisis global del capitalismo, que causa estragos en la economía mundial desde 2007, transformó los términos del debate.

De pronto, resurgió la crítica que hace Marx acerca de la inestabilidad del capitalismo. “Ha vuelto”, proclamó el London Times en el otoño de 2008 cuando las bolsas se desplomaban, los bancos eran nacionalizados en forma sumaria y Sarkozy, el presidente de Francia, era fotografiado hojeando Das Kapital (cuyas ventas aumentaron al punto de llegar a las listas alemanas de libros más vendidos). Hasta el papa Benedicto XVI se vio obligado a elogiar la “gran habilidad analítica” de Marx. Karl Marx, el gran ogro del siglo XX, había sido resucitado en las universidades, los encuentros de debate y las oficinas editoriales.

Parecería ser, pues, el momento ideal para que Eric Hobsbawm reúna sus ensayos más celebrados sobre Marx en un solo volumen, junto con material nuevo sobre el marxismo a la luz del colapso económico. Para Hobsbawm, el deber continuo de abordar a Marx y sus múltiples legados –entre otras cosas, en este libro, algunos nuevos capítulos excelentes sobre el significado de Gramsci– sigue siendo fuerte.

El propio Eric, empero, cambió. Sufrió una fea caída en Navidad y ya no puede eludir las limitaciones físicas de sus 93 años. El humor y la hospitalidad tanto suyos como de su esposa, Marlene, así como su intelecto, su agudeza política y su amplitud de visión, continúan no obstante maravillosamente intactos. Con un Financial Times sobre la mesa de café, Eric pasó sin contratiempos de los sondeos sobre Lula, el presidente saliente de Brasil, a las dificultades ideológicas que afronta el Partido Comunista en Bengala Occidental o las convulsiones en Indonesia que siguieron a la caída económica global de 1857.

La sensibilidad global y la ausencia total de provincianismo, siempre tan sólidas en su obra, siguen configurando su política y su historia.

Y después de una hora hablando sobre Marx, el materialismo y la lucha continua por la dignidad humana frente a los chubascos del libre mercado, uno se va de la terraza de Hobsbawm en Hampstead –cerca de los senderos por los que solían caminar Karl y Friedrich– con el sentimiento de haber pasado por un seminario vertiginoso con una de las grandes mentes del siglo XX. Una mente resuelta, además, a mantener una mirada crítica sobre el XXI.

¿En el núcleo de este libro hay una idea de reivindicación? ¿De que aun cuando las ideas propuestas en su momento por Karl Marx no sean ya relevantes, él hacía las preguntas correctas sobre la naturaleza del capitalismo y que el capitalismo que surgió en los últimos 20 años se parecía mucho a lo que Marx pensaba allá por el año 1840?

Sí, sin duda. El redescubrimiento de Marx en esta época de crisis capitalista se debe a que en 1848 predijo más que ningún otro el mundo moderno. Es, creo, lo que ha atraído hacia su obra la atención de una serie de nuevos observadores, paradójicamente, en primer lugar gente de negocios y comentaristas de negocios más que de la izquierda. Recuerdo haberlo observado justamente en la época del 150° aniversario de la publicación de El manifiesto comunista, cuando en la izquierda no se estaban haciendo muchos planes para celebrar. Descubrí para mi gran asombro que los editores de la revista que daban en el avión de United Airlines decían que querían publicar algo sobre El Manifiesto . Al poco tiempo, estuve almorzando con el financista George Soros que me preguntó: “¿Qué piensa usted de Marx?” Aunque no coincidíamos en muchas cosas, me dijo: “Ese tipo definitivamente algo tenía”.

¿Tiene la sensación de que lo que le gusta, en parte, de Marx a gente como Soros es cómo describe de manera brillante la energía, el carácter iconoclasta y el potencial del capitalismo? ¿Era esa la parte que atraía a los altos ejecutivos que volaban por United Airlines?

Creo que es la globalización, los impresionaba el hecho de que predijera la globalización, como quien dice, una globalización universal, que incluye la globalización de los gustos y todo lo que trae aparejado. Pero pienso que los más inteligentes también veían una teoría que permitía una especie de desarrollo recortado de la crisis. Porque la teoría oficial en esa época (fines de los años 1990) teóricamente rechazaba la posibilidad de una crisis.

¿Y ese discurso de “un fin de la expansión y contracción” y salir del ciclo económico?

Exactamente. Lo que pasó a partir de los años 1970, primero en las universidades, en Chicago y el resto, y finalmente, desde 1980 con Thatcher y Reagan fue, supongo, una deformación patológica del principio de libre mercado que propicia el capitalismo: la economía de mercado pura y el rechazo del Estado y de la acción pública que no creo que ninguna economía del siglo XIX haya puesto en práctica realmente, ni siquiera los Estados Unidos. Y estaba en conflicto, entre otras cosas, con la forma en que el capitalismo había funcionado en su época más exitosa, entre 1945 y comienzos de los 70.

Cuando dice “exitosa”, ¿es en cuanto a elevar los niveles de vida en los años de la posguerra?

Exitosa porque dio ganancias y aseguró algo como una población políticamente estable y relativamente satisfecha a nivel social. No era ideal pero era, digamos, un capitalismo con rostro humano.

Y usted considera que el renovado interés por Marx también se debió al fin de los Estados marxistas/leninistas. ¿La sombra leninista desapareció y usted pudo volver a la naturaleza original de la escritura de Marx?

Con la caída de la Unión Soviética, los capitalistas dejaron de tener miedo y en ese sentido tanto ellos como nosotros pudimos analizar el problema de una manera mucho más equilibrada, menos distorsionada por la pasión que antes. No obstante, yo creo que fue más la inestabilidad de esta economía neoliberal globalizada la que empezó a ser muy notable al final del siglo. Mire, en cierto modo, la economía globalizada fue dirigida en forma efectiva por lo que podríamos llamar el Noroeste [Europa occidental y Norteamérica] global y ellos impulsaron ese fundamentalismo de mercado ultra-extremo. Al principio, pareció funcionar muy bien –al menos en el viejo noroeste– aunque desde el comienzo se podía ver en la periferia de la economía global que creaba terremotos, grandes terremotos. En América Latina hubo una enorme crisis financiera a comienzos de los 80. A comienzos de los 90, en Rusia hubo una catástrofe económica. Y después hacia finales del siglo, se produjo ese colapso enorme, casi global, que fue de Rusia a Corea (del Sur), Indonesia y Argentina. Esto hizo que la gente empezara a pensar, me parece, que había en el sistema una inestabilidad de base que antes se había pasado por alto.

Se ha llegado a sugerir que la crisis que vemos desde 2008 en relación con Estados Unidos, Europa y Gran Bretaña no es tanto una crisis del capitalismo en sí, sino del capitalismo financiero moderno de Occidente. Mientras tanto, Brasil, Rusia, India y China –BRIC– están desarrollando sus economías al mismo tiempo sobre modelos cada vez más capitalistas. ¿O es simplemente que ahora nos toca sufrir a nosotros las crisis que ellos tuvieron hace 10 años?

El verdadero avance de los países BRIC es algo que se produjo en los últimos 10 años, 15 como máximo. O sea que en ese sentido se puede decir que fue una crisis del capitalismo. Por otro lado, creo que es riesgoso asumir, como hacen los neoliberales y los defensores del libre mercado, que hay un solo tipo de capitalismo. El capitalismo es, si se quiere, una familia, con una variedad de posibilidades, desde el capitalismo dirigido por el Estado de Francia hasta el libre mercado de Estados Unidos. Por lo tanto es un error creer que el avance de los países BRIC es simplemente lo mismo, como la generalización del capitalismo occidental. No lo es: la única vez que se intentó importar el fundamentalismo del libre mercado al por mayor fue en Rusia y resultó un fracaso absolutamente trágico.

Usted planteó el tema de las consecuencias políticas del colapso. En su libro, habla de una insistencia en analizar los textos clásicos de Marx como si aportaran un programa político coherente para hoy, pero ¿adónde cree que va en la actualidad el marxismo como proyecto político?

No creo que Marx haya tenido nunca un proyecto político, por así decirlo. Políticamente hablando, el programa específico de Marx era que la clase trabajadora se formara como un cuerpo consciente de clase y actuara políticamente para adquirir poder. Fuera de eso, Marx de manera muy deliberada fue vago en razón de su aversión hacia las cosas utópicas. Paradójicamente, yo diría incluso que a los nuevos partidos se les permitía improvisar, hacer lo que pudieran sin instrucciones efectivas. Lo que Marx había escrito equivalía apenas un poco más que a las ideas estilo Cláusula IV sobre la propiedad privada, en ninguna parte cercano siquiera a brindar una orientación a los partidos o ministerios. Mi opinión es que el principal modelo que los socialistas y los comunistas del siglo XX tuvieron en mente fueron las economías de guerra dirigidas por el Estado de la Primera Guerra Mundial, que no eran particularmente socialistas pero que sí aportaban alguna suerte de orientación acerca de cómo podía llegar a funcionar la socialización.

¿No le sorprende la incapacidad, ya sea de la izquierda marxista o socialdemócrata, de aprovechar la crisis de estos últimos años políticamente? Aquí estamos sentados a 20 años de la muerte de uno de los partidos que usted más admira, el Partido Comunista de Italia. ¿Lo deprime el estado de la izquierda en este momento en Europa y en otras partes?

Sí, por supuesto. De hecho, una de las cosas que estoy tratando de mostrar en el libro es que la crisis del marxismo no es sólo la crisis de la rama revolucionaria del marxismo sino de la rama social demócrata también. La nueva situación en la nueva economía globalizada finalmente aniquiló no sólo al leninismo marxista sino también al reformismo social demócrata, que fue esencialmente la clase trabajadora ejerciendo presión sobre sus Estados-nación. Con la globalización, no obstante, la capacidad de los Estados para responder a esta presión disminuyó efectivamente. Y entonces la izquierda retrocedió dando a entender: “Miren, los capitalistas están haciendo las cosas bien, lo único que debemos hacer es dejarlos ganar y asegurarnos de recibir nuestra parte”. Eso funcionó mientras esa parte se tradujo en crear Estados de bienestar, pero a partir de los años 1970, dejó de funcionar y entonces hubo que hacer, efectivamente, lo que hicieron Blair y Brown: dejarlos ganar todo el dinero posible y tener la esperanza de que se derramara la cantidad suficiente como para que nuestro pueblo estuviera mejor.

Entonces, ¿hubo un pacto faustiano para que en los buenos tiempos, en tanto las ganancias fueran saludables y se pudiera garantizar la inversión en educación y salud, no hiciéramos demasiadas preguntas?

Sí, mientras mejoró el nivel de vida.

Y ahora al caer las ganancias ¿luchamos por encontrar respuestas?

Ahora que con los países occidentales estamos yendo para el otro lado, con el crecimiento económico relativamente estático, declinando incluso, la cuestión de las reformas vuelve a tornarse urgente una vez más.

¿Usted ve como parte del problema, en lo que a la izquierda se refiere, el final de una clase trabajadora masiva consciente e identificable, algo que fue tradicionalmente esencial para la política socialdemócrata?

Históricamente es cierto. Los gobiernos socialdemócratas y las reformas cristalizaron en torno de partidos de clase obrera. Estos partidos nunca fueron, o sólo rara vez, totalmente de clase trabajadora. Siempre fueron hasta cierto punto alianzas: alianzas con ciertos tipos de intelectuales progresistas y de izquierda, con minorías, minorías religiosas y culturales, posiblemente muchos países con distintos tipos de pobres trabajadores, obreros. Con la excepción de los Estados Unidos, la clase trabajadora fue un bloque masivo reconocible durante mucho tiempo, ciertamente hasta bien entrada la década de 1970. Creo que la rapidez de la desindustrialización en este país alteró muchísimo no sólo la magnitud sino también, si se quiere, la conciencia de la clase trabajadora. Y no hay ningún país en la actualidad donde la clase trabajadora industrial pura en sí sea suficientemente fuerte. Lo que todavía es posible es que la clase trabajadora forme, por así decirlo, el esqueleto de movimientos más amplios de cambio social. Un buen ejemplo de esto, en la izquierda, es Brasil, que presenta un caso clásico de partido laborista de fines del siglo XIX basado en una alianza de sindicatos, trabajadores, los pobres en general, intelectuales, ideólogos y distintos tipos de izquierdistas, que ha producido una coalición gobernante asombrosa. Y no se puede decir que no sea exitosa después de ocho años de gobierno con un presidente saliente que cuenta con niveles de aprobación del 80%. En este momento, ideológicamente, me siento más en casa en América Latina porque sigue siendo el lugar en el mundo donde la gente todavía habla y dirige la política con el viejo lenguaje, el lenguaje del siglo XIX y el XX de socialismo, comunismo y marxismo.

En términos de partidos marxistas, algo que se desprende con mucha fuerza de su trabajo es el rol de los intelectuales. Hoy, vemos un entusiasmo enorme en universidades como la suya en Birkbeck, con reuniones y actos. Y si miramos los trabajos de Naomi Klein o David Harvey o las presentaciones de Slavoj Zizek, hay un verdadero entusiasmo. ¿Lo entusiasman estos intelectuales públicos del marxismo en este momento?

No sé si ha habido un gran cambio pero es indudable: con los actuales recortes del Gobierno habrá una radicalización de los estudiantes. Eso es algo del lado positivo. Del lado negativo... si analizamos la última oportunidad de una radicalización masiva de estudiantes en el 68, no significó demasiado. No obstante, como pensaba entonces y sigo pensando aún hoy, es preferible que los jóvenes, hombres y mujeres, piensen que están en la izquierda a que los jóvenes, hombres y mujeres, sientan que lo único por hacer es conseguir un trabajo en la bolsa.

¿Y cree que hombres como Harvey y Zizek desempeñan un papel útil en eso?

Supongo que la descripción de presentador se ajusta a Zizek. Tiene ese elemento de provocación que es muy característico y que ayuda a generar el interés de la gente, pero no estoy seguro de que quienes leen a Zizek se sientan mucho más cerca de repensar los problemas de la izquierda.

Permítame pasar de Occidente a Oriente. Uno de los interrogantes más urgentes que usted se plantea en el libro es si el Partido Comunista chino puede desarrollar su nuevo lugar en la escena global y responder a ésta.

Es un gran misterio. El comunismo desapareció pero subsiste un elemento importante del comunismo, ciertamente en Asia, que es el Partido Comunista estatal que dirige a la sociedad. ¿Cómo trabaja? En China me parece que hay un grado más alto de conciencia de la inestabilidad potencial de la situación. Probablemente haya una tendencia a crear más espacio de maniobra para una clase media intelectual creciente y para sectores educados de la población, que, después de todo, se medirán en decenas, posiblemente cientos de millones. También es cierto que el Partido Comunista en China parece estar reclutando un liderazgo tecnocrático. Cómo se une todo eso, no lo sé. Lo que sí me parece posible con esta rápida industrialización es el crecimiento de movimientos laboristas, y no queda claro hasta qué punto el Partido Comunista chino puede encontrar lugar para las organizaciones del trabajo o si las consideraría inaceptables, a la manera en que [consideró inaceptables] las protestas de la Plaza Tianannmen.

Permítame hacerle algunas preguntas sobre la política aquí en Gran Bretaña, para conocer su idea sobre la coalición. Me parece que tiene cierto aire de 1930 en lo relacionado con su ortodoxia fiscal, recortes del gasto, desigualdades del ingreso, con David Cameron como una figura muy similar a Stanley Baldwin. ¿Cuál es la lectura que usted hace?

Detrás de los distintos recortes que se sugieren en este momento, y que tienen la justificación de librarse del déficit, claramente parece haber una demanda ideológica sistemática de deconstruir, semiprivatizar, los viejos acuerdos, ya se trate del sistema de pensiones, la asistencia social, el sistema escolar o incluso el de salud. Estas cosas en la mayoría de los casos no se tuvieron en cuenta ni en el manifiesto conservador ni en el liberal y sin embargo, viéndolo desde afuera, éste es un gobierno mucho más radicalmente derechista de lo que parecía a primera vista.

¿Y cuál le parece que debería ser la respuesta del Partido Laborista?

El partido Laborista en líneas generales no ha sido una oposición muy eficaz desde la elección, en parte porque pasó meses y meses eligiendo a su nuevo líder. Pienso que el Partido Laborista debería, en primer lugar, hacer mucho más hincapié en que para la mayoría de la gente en los últimos 13 años, la época no fue del colapso al caos sino en realidad una época en que la situación mejoró, y particularmente en áreas como las escuelas, los hospitales y toda una serie de otros logros culturales – o sea que la idea de que de alguna manera todo debe ser desmantelado y sepultado no es válida. Creo que debemos defender lo que la mayoría de la gente cree que debe básicamente ser defendido y que es la provisión de alguna forma de bienestar desde la cuna hasta la tumba.

Usted conoció a Ralph Miliband, puesto que los Miliband son viejos amigos. ¿Qué cree que habría pensado Ralph de la contienda entre sus hijos y el desenlace con Ed dirigiendo el Partido?

Bueno, como padre obviamente no podría dejar de estar bastante orgulloso. Ciertamente estaría mucho más a la izquierda de sus dos hijos. Creo que Ralph se identificó realmente durante la mayor parte de su vida con el rechazo del Partido Laborista y de la ruta parlamentaria, y la esperanza de que, de alguna manera, fuera posible que naciera un partido socialista como corresponde. Cuando Ralph finalmente se reconcilió con el Partido Laborista, fue en el período menos útil, a saber la época de Bennite cuando no hizo mucho. De todos modos, creo que Ralph ciertamente habría esperado algo mucho más radical de lo que hasta ahora parecieron hacer sus hijos.

El título de su nuevo libro es Cómo cambiar el mundo . Usted escribe, en el último párrafo, “todavía sigue pareciéndome plausible el reemplazo del capitalismo”. ¿Es una esperanza intacta y es lo que lo mantiene trabajando, escribiendo y pensando en este momento?

No existe ninguna esperanza intacta en esta época.

Cómo cambiar el mundo es un relato de lo que hizo fundamentalmente el marxismo en el siglo XX, en parte a través de los partidos socialdemócratas que no derivaron directamente de Marx y de otros partidos –los partidos laboristas, los partidos de los trabajadores, etc.– que subsisten como gobierno y como partidos potenciales en el gobierno en todas partes. Y segundo, a través de la Revolución rusa y todas sus consecuencias. El precedente de Karl Marx, un profeta sin armas, inspirador de grandes cambios, es innegable. De manera muy deliberada, no digo que haya perspectivas equivalentes en este momento. Lo que digo ahora es que los problemas básicos del siglo XXI requerirían soluciones que ni el mercado puro, ni la democracia progresista pura pueden resolver adecuadamente. Y en ese sentido, habría que pensar una combinación diferente, una mezcla diferente de público y privado, de acción y control del Estado y libertad. Cómo se llamará eso, no lo sé. Pero podría perfectamente no ser capitalismo, ciertamente no en el sentido en el que lo hemos conocido en este país y en los Estados Unidos.

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