Historia

Por Melchor Benavente

Las relaciones entre México y Centroamérica, desde la época colonial y durante el periodo de lucha por la independencia, siempre fueron de profundos vasos comunicantes. De hecho, éramos una sola entidad. Centroamérica fue parte del virreinato de la Nueva España, que abarcaba al actual México, Centroamérica, el centro y sur de los actuales Estados Unidos, las Antillas y Filipinas.

Después de la independencia, las vinculaciones eran tan estrechas, que lo que ocurría en México tenía repercusiones inmediatas en Centroamérica, y viceversa. La crisis de la corona española fue aprovechada por las fuerzas criollas independentistas en toda América Latina. Durante la guerra civil se construyeron las nuevas instituciones del Estado nacional, excepto en Centroamérica donde la independencia fue proclamada por las mismas autoridades coloniales.

La invasión francesa y la crisis de la monarquía española

La crisis de la corona española estalló con la invasión de Napoleón Bonaparte, en 1808, quien obligó al rey Fernando VII a abdicar, imponiendo como nuevo monarca a su hermano José Bonaparte. La nobleza española se dividió en “afrancesados”, simpatizantes del liberalismo imperial de Napoleón Bonaparte, quien hizo aprobar la Constitución de Bayona, y los “realistas” que lucharon militarmente para reimplantar en el trono al depuesto Fernando VII.

En América, los criollos independentistas aprovecharon el momento para iniciar la lucha por la independencia, la que se generalizó a partir de 1810. Pero los acontecimientos se precipitaron. Napoleón impuso la Constitución de Bayona en 1808, la primera Constitución en España, estableciendo una monarquía constitucional, fiel copia de las instituciones francesas. Los partidarios de Fernando VII, estableciendo un gobierno paralelo, comprendieron que después de la Constitución de Bayona la situación nunca más seria la misma y reunidos en 1812 en el Puerto de Cádiz, aprobaron la Constitución de Cádiz, que establecía una monarquía constitucional, --para cuando regresara el poder Felipe VII--,  y retomaba muchos de los principios del liberalismo imperial de los franceses.

La Constitución de Cádiz, lejos de calmar a los independentistas, aceleró el proceso de independencia, al permitir la creación de gobiernos municipales autónomos.

La insurrección popular contra la ocupación francesa se generalizó en España y en América, consiguiendo la retirada de las tropas napoleónicas y en mayo de 1814, Felipe VII recuperó el trono. Para decepción de los liberales españoles, una de las primeras decisiones de Felipe VII fue derogar la Constitución de Cádiz de 1812, restableciendo la autocracia. No obstante, la llama de la independencia ardía por todas partes. El ejercito monárquico fue quien recibió en el campo de batalla las presiones independentistas, y por ello trataron de calmar los ánimos populares mediante una rebelión militar en 1820 encabezada por el coronel Rafael del Riego, que obligo a Felipe VII a restaurar la vigencia de la Constitución de Cádiz de 1812. Una vez más, el calmante sirvió mas bien para enardecer los ánimos independentistas

Iturbide y la lucha por la independencia en México

La lucha por la independencia de México se inició con el “Grito de Dolores”, el 16 de septiembre de 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo, tocó las campañas de la iglesia del pueblo de Dolores, llamando a sus files a la lucha por la independencia. Irónicamente, la lucha por la independencia en América estuvo arropada al inicio, con la lucha contra los franceses y a favor de la reinstauración de Fernando VII de España.

Pero una vez Fernando VII en el trono desató una feroz represión, que radicalizó los ánimos y prolongó la guerra civil en México. Aquí es donde entra en escena Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu (1783-1824), conocido como Agustín de Iturbide, quien desempeñó un papel central en la lucha por la independencia de México y, por consiguiente, de Centroamérica.

En el periodo 1810-1821, Iturbide fue el jefe militar monárquico, encargado de combatir a los insurgentes en la Nueva España, dirigidos por Vicente Guerrero, Pedro Ascensio y Guadalupe Victoria. En 1816, Juan José Ruiz de Apodaca, capitán general en Cuba, fue nombrado virrey de la Nueva España, para que aplicase el terror contra los independentistas, combinada con la concesión de indultos para los rebeldes.

La prolongación de la guerra civil y los acontecimientos en la metrópoli, --terror autocrático de Felipe VII, rebelión militar de 1820 y el restablecimiento de la Constitución de Cádiz de 1812,-- modificaron la visión de Iturbide, quien comprendió que el movimiento rebelde había crecido tanto que era imposible derrotarlos militarmente, por eso buscó un acercamiento y acuerdo con ellos. Los cambios en la arena internacional aceleraban los cambios al interior de la Nueva España.

El restablecimiento de la Constitución de Cádiz, la elección de autoridades locales, etc, significó el fin de la época del terror monárquico, y desarrollo mayores ilusiones por la independencia. En medio de las renuncias provocadas por la crisis en el ejercito monárquico, Apodaca nombró a Iturbide, nuevo jefe del ejercito del sur. En noviembre de 1820, Iturbide se dirigió al sur de la Nueva España a combatir a los insurgentes. Tanto Iturbide como Guerrero intercambiaron propuestas de rendición y negociación, pero al final ambos se pusieron de acuerdo en unir fuerzas para lograr la independencia de la Nueva España.

El Plan de Iguala

Fue así que, el 24 de febrero de 1821, en el poblado de Iguala, Guerrero, nació el llamado “Plan de Independencia de la América Septentrional”, conocido como Plan de Iguala. Es difícil saber quien influencio a quien, pero los historiadores le han dado a Iturbide el merito de encontrar una salida negociada a la independencia.

De los 23 puntos del Plan de Iguala, cinco eran centrales para lograr la unidad entre autoridades monárquicas y rebeldes independentistas: “1.- La religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna. 2.- Absoluta independencia de este reino. 3.- Gobierno monárquico templado por una Constitución análoga al país. (…) 12.- Todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo. 13.- Sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas. (…)”

El punto de unión parece haber sido el establecimiento de la monarquía constitucional, tomando como base la Constitución de Cádiz de 1812, pero el reinado de Felipe VII estaba condicionado en el punto numero 8. “(…) Si Fernando VII no se resolviera á venir á México, la Junta ó la Regencia mandará á nombre de

la nación, mientras se resuelve la testa que debe coronarse”.

Todo indica que, quienes redactaron el Plan de Iguala, sabían que Felipe VII no abandonaría España y, por lo tanto, debían elegir un nuevo rey o emperador. Fue una salida de transición hacia una nueva monarquía. El camino estaba desbrozado para que Iturbide fuese proclamado nuevo rey o emperador.

Como resultado del Plan de Iguala, se formó el ejército de las tres garantías (religión católica, independencia y unión) o “Trigarante”, con la fusión de las fuerzas independentistas y rebeldes monárquicas, que lucharon contra el sector del ejercito que se mantuvo fiel a Fernando VII. Después de un breve periodo de enfrentamientos militares, el ejército Trigarante entró triunfante a México en septiembre de 1821.

La influencia de Iturbide en Centroamérica

En esa época, en el mundo, solo Estados Unidos tenía un gobierno civil electo libremente por el pueblo. En general, en América prevalecía el sentimiento monárquico, los liberales aspiraban, como lo máximo, a una monarquía constitucional, y por eso la Constitución de Cádiz era el paradigma a replicar.

En Centroamérica, el Plan de Iguala agitó los ánimos, y casi todas las clases dominantes miraban con simpatía al Plan de Iguala. Cuando la independencia fue proclamada por las propias autoridades coloniales en Guatemala, el 15 de septiembre de 1821, la mayoría se inclinaba por una monarquía constitucional, por eso decidieron automáticamente la anexión a México, con la oposición de algunas capitales de provincia que se oponían a la anexión.

El Tratado de Córdoba

Felipe VII envió a don Juan de O’Donojú, recientemente nombrado Virrey, para recuperar la plaza e imponer el orden, a pesar que este había participado en el movimiento rebelde que restauró la vigencia de la Constitución de Cádiz, en 1820. Los últimos reductos de las tropas realistas estaban en Veracruz, Durango, Chihuahua, y Acapulco. Con esa desventaja militar, don Juan de O’Donojú, no tenia mas camino que llegar a un acuerdo con las nuevas autoridades mexicanas.

Después de intensas negociaciones e intercambio epistolar, el 25 de agosto de 1821, don Juan de O’Donojú y Agustín de Iturbide, después de asistir a misa, suscribieron el acuerdo en la ciudad de Córdoba, Veracruz, conocido como Tratado de Córdoba, que reafirmó, con algunos cambios, el Plan de Iguala.

Una parte de dicho tratado contemplaba lo siguiente: “(…) “Esta América se reconocerá por Nación soberana e independiente y se llamará en lo sucesivo Imperio Mexicano... El Gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado... Será llamado a reinar en el Imperio Mexicano en primer lugar el Sr. D. Fernando Séptimo, Rey Católico de España y por su renuncia o no admisión, el... Sr. Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el... Sr. D. Carlos Luis, Infante de España,... y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designaren... El Emperador fijará su Corte en México, que será la capital del Imperio... Se nombrará inmediatamente, conforme al espíritu del Plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio, por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas... (…)”

El Tratado de Córdoba fijo un orden de ascensión al trono, que no estaba contemplado en el Plan de Iguala, con personas que evidentemente nunca aceptarían el cargo, dejando abierto el camino para nombrar el nuevo rey o emperador.

Ascenso y caída del emperador Iturbide

El 18 de mayo de 1821, Iturbide fue proclamado emperador. Pero no todos estaban de acuerdo. La unidad del ejercito Trigarante se resquebrajó, por la enorme presión que ejercían los sectores liberales antimonárquicos, alentados por los clubes masónicos, que se oponían a una nueva monarquía.

Como era de esperarse, el primer conflicto surgió entre Iturbide, que aspiraba a mandar como autócrata, y las autoridades electas, que aspiraban a controlar al monarca. La década de guerra civil había forjado una nueva nación, con nuevas instituciones, que se oponían sistemáticamente al poder autocrático. El punto culminante de esta pelea fue la disolución del Congreso por parte de Iturbide

El descontento social crecía. En diciembre de 1822, el general Antonio López de Santa Anna, antiguo aliado de Iturbide, se rebeló y mediante el Plan de Casamata, proclamó la república. En febrero se le unió Guadalupe Victoria, legendario jefe independentista. La gran bandera de la lucha contra Iturbide fue la elección de un nuevo Congreso, una consigna que prendió en las masas populares. El movimiento contra Iturbide creció rápidamente. Iturbide trató de calmar los ánimos y el 4 de marzo de 1823 restableció el Congreso, que el mismo había disuelto, pero fue inútil.

El 20 de marzo de 1823 Iturbide abdicó al trono y se trasladó con su familia al puerto de Veracruz, rumbo al exilio en Europa. El 7 de abril de 1923 el Congreso declaró que la coronación de Iturbide fue mediante la violencia, y declaraba nulo todo lo actuado, incluidos los tratados de anexión de Centroamérica a México. Solo Chiapas decidió permanecer unida a México. El Congreso confió el poder ejecutivo a un triunvirato compuesto por Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria.

Se desató una intensa lucha política y enfrentamientos militares de una breve guerra civil, que terminaron el 4 de octubre de 1824 cuando México se constituyo como una republica bajo la forma de un Estado federal.

Fusilamiento de Iturbide

Iturbide anduvo rodando por varios lugares de Europa. El 3 de abril de 1824 el Congreso de México declaró a Iturbide un traidor a la patria, enemigo del Estado, y que si pisaba territorio mexicano seria castigado con la pena de muerte.

El 14 de julio, Iturbide regresó a México supuestamente a prestar servicio a la patria, ante el peligro de la restauración colonial española. Nadie le creyó. Fue capturado el 19 de julio y fusilado sumariamente, en Padilla, Tamaulipas, en cumplimiento de la orden del Congreso.

Con su muerte, terminó el efímero imperio mexicano

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