Por Juan P. Castel

La llamada izquierda internacional se ha dislocado nuevamente tras el repunte de las votaciones el pasado jueves 8 de junio, que dejó firme al Partido Laborista de Reino Unido (Labour Party) de cara al toletazo al que llamaba la actual ministra Theresa May, del Partido Conservado y Unionista (Conservative and Unionist Party) para enterrar bajo años de desaciertos del laborismo y de sus direcciones burguesas más acentuadas (Blaire, Gordon y Miliband). Pero el cálculo frío de la proclamada por los tabloides de derecha inglés, como la Margaret Thatcher de este siglo, le ha colocado en una posición que lejos de la estabilidad mayoritaria en el parlamento (Cámara de los Comunes) para negociar el Bretexit con Bruselas, la ha dejado casi fuera del gobierno, sin una mayoría clara y con los índices de popularidad más bajos desde que ésta remplazó a David Cameron, después de la dimisión que le siguió al referéndum en el que la salida de la Unión Europea le ganó a la permanencia.

"Si Jeremy Corbyn se convierte en el líder laborista, la derrota electoral no será sólo como la de 1983 o 2015, el partido se enfrentará a una aniquilación", escribió el ex primer ministro y enterrador del laborismo socialdemócrata Tony Blair para su columna en el diario The Guardian. Pero la gran sorpresa fue la corta distancia a la que quedó el Laborismo de los conservadores que planeaban una estocada final contra una acumulación de errores previos sin precedencia en la historia; y fue precisamente el líder dibujado por la prensa derechista inglesa como antisistema, Jeremy Corbyn, el culpable de este repunte que por el momento ha silenciado a sus adversarios dentro del partido y le ha dado un nuevo respiro a la corriente de izquierda a la cual él representa.

"Jeremy Corbyn fue vigilado durante 20 años y estuvo catalogado como subversivo por la Unidad Especial de Scotland Yard", así amanecía el matutino Daily Telegraph, de conocida tendencia amarillista reaccionaria, pero en lugar de volcar la opinión pública a favor de los conservadores, lo único que lograron fue promover el cierre de las bases del laborismo descantadas durante la última década con los liderazgos pomposos y engañosos al servicio del statu quo. Fue así como miles de viejos afiliados del laborismo que veían en Corbyn a un líder rojo radical, se movieron a emitir sus votos por detener los agravios de la prensa y de los grandes emisarios del conservadurismo inglés.

El llamado por todos los diarios atlantistas como el momento de la gran reconciliación del ilegible candidato, se produjo con la filtración calculada del manifiesto laborista, el llamado libro rojo de Jeremy Corbyn, con el que se presentó en mano a todos los mítines antes del día de las elecciones del 8 de junio: renacionalización de la energía y los ferrocarriles, subida de impuestos a los más ricos, fin a siete años de austeridad que han dejado los servicios públicos en situación límite, junto a esto volver gratuita la matrícula universitaria en uno de los países donde la educación superior es la más cara a nivel mundial, recuperar los correos y el control de las cuatro grandes empresas eléctricas del reino unido, todo esto privatizado en tiempos de David Cameron.

“Queremos que las matrículas universitarias sean gratis: no podemos arrancar la vida arrastrando una deuda de 9.000 libras”, afirmaba un votante de 19 años para el diario ElPais, cuando concurría a emitir su voto.

Y claramente Jeremy Corbyn logro hacer conexión con ese millón y medio de jóvenes que votarían por primera vez el pasado 8 de junio, también encandiló al sector naturalmente torie del centro de Gales, comprendido entre los 45 y 65 años y disputó una lucha condado por condado en los bastiones históricos del laborismo, las zonas industriales del norte de Inglaterra, donde los tories habían hecho del laborismo un hazme reír condenado a su división y dispersión perpetua desde los tiempos de Gordon Brown. Con un discurso mordaz luchó contra los representantes de su partido que desde el parlamento proponían censurarlo y quitarle el liderazgo inestable que hasta el 8 de junio tenía. “No confiéis en los tories”, No podéis fiaros de ellos para garantizar vuestras pensiones o vuestra asistencia social. Los conservadores no han hecho más que dar giros y traicionar una y otra vez sus promesas”.

Al final, la estabilidad requerida por el conservadurismo para poder llevar a cabo unas negociaciones fructíferas con Bruselas en lo que para ellos era un sueño cada vez más alejado de la realidad de dominar la cámara de los comunes con los 350 escaños necesarios para legislar casi como un sistema de partido único, le ha abierto al laborismo la oportunidad de gobernar desde la minoría, por medio de un acuerdo con los partidos menores poder conseguir hacer gobierno. Todo esto dependerá de la capacidad del equipo de Jeremy Colbyn de llegar a acuerdos, aunque el Partido Conservador ya ha empezado a acercarse a los unionistas de Irlanda, partido ligado al extremismo derechista contra las organizaciones y activistas independentistas de Irlanda del Norte.

Cabe mencionar que el partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) ha sido, después del conservadurismo, el gran perdedor, ya que los resultados muestran cómo el UKIP perdió votos frente al conservadurismo que logró abanderar las consignas anti-inmigrantes y anti-musulmanes, que eran ficha fuerte de este partido derechista casi en su bancarrota. Como ya es común, el Partido Nacionalista Escocés (SNP) logra mantenerse bajo el estandarte de mantenerse dentro de la Unión Europea como una Escocia independiente.

Desde la Izquierda

Antes, durante y después de las elecciones en el centro de la metrópoli imperialista que es el Reino Unido, se ha criticado abiertamente el papel de la dirección actual del Partido Laborista, bajo el liderazgo de Jeremy Colbyn, debatiendo acerca de su vocación antisistema, de izquierdista, de radical y de demás tópicos sin sentido, alejados de las condiciones concretas dadas en un país opresor como lo es el Reino Unido en el mundo. Cabe recordar que el Partido Laborista fue fundado en el año de 1900, partido en ese entonces de marcada posición patronal corporativista como lo fueron siempre los tradeunionistas, que dependieron siempre de sus direcciones burguesas amilanadas por la concentración del capitalismo en el país que le dio origen.

Como en Centroamérica podemos ver radicalismo en el democratismo pequeñoburgués cuando éste logre desembarazarse de la guía del imperialismo yanqui, en el Reino Unido la dialéctica de las posiciones políticas corresponde al desarrollo de las fuerzas vivas de la sociedad en lucha. El Reino Unido es un país donde el capitalismo está fuertemente acentuado y que ha servido desde finales de la Primera Guerra Mundial como cabeza de playa de los intereses monopólicos del imperialismo inglés, siempre en alianza pero en pugna con los imperialismo de mayor potencia como el yanqui o de menor potencia como el de la Unión Europea en este tiempo. Solo entender estas condiciones materiales nos dejará entender cómo un marcado programa democrático en el centro de la metrópoli que choca con las políticas de austeridad iniciadas después de la crisis financiera mundial de 2008, deja ver dentro de las masas obreras de la metrópoli y dentro de esa misma clase media que históricamente ha votado al laborismo a un Corby Rojo, a una dirección laborista anti sistema.

El laborismo ha vivido 100 años como un partido de masas, el partido con más afiliados en la Europa occidental –más de 500 mil–, un partido de una base obrera y clase media que ha estado bajo el control de una dirección burguesa y corporativista al servicio del bipartidismo inglés, que oprime en primera línea a los obreros de Irlanda del Norte, Gales y Escocia y de manera más clara por medio del neocolonialismo a los países en su esfera de influencia. Por eso es claramente entendible que fracciones de la izquierda anti capitalista española o latinoamericana no lo vean como un radical desde los tópicos de la periferia, pero que para la masa y para las base en la que se ha respaldado este viejo activista anti-guerra para vencer a los sectores más regresivos del laborismo que después del 8 de junio han recibido un coletazo, en la que veían como tumba política del equipo de Jeremy Corbyn incluso a costa del desmantelamiento por derecha y por izquierda del centenario partido de los trabajadores ingleses.


Por Nicolás Le Brun

Hace cinco años, las masas francesas votaron con entusiasmo por el Partido Socialista y eligieron a François Hollande, el “presidente normal”, según él mismo se definió. El romance del movimiento de masas con la administración duró muy poco. Los que vieron en este gobierno, la posibilidad de romper con la austeridad y los ataques al nivel de vida, vieron sus expectativas frustradas. En cierta forma, el quinquenio de Hollande fue la continuidad del gobierno Sarkozy y fue todavía más lejos. Esta ofensiva se intensificó con el nombramiento como primer ministro de Manuel Valls, que hasta ese momento ocupaba el puesto de ministro del Interior. Fue ahí donde entró en escena el actual presidente, Emmanuel Macron, que obtuvo el puesto de Ministro de Economía.

Este periodo se caracterizó por la intensificación de medidas de corte represivo y neo-liberal. La represión de las manifestaciones de los estudiantes y de los trabajadores bajo el manto del estado de excepción adoptado en el contexto de los atentados y prolongado casi ad-eternum por el ministro Valls fue uno de los aspectos. Por otro lado, como origen de las manifestaciones contra el gobierno, la adopción de la ley de trabajo, la ley El Khomri, que asegura la flexibilidad laboral, además de fragmentar las negociaciones colectivas y en segundo plano la ley Macron que abona en el mismo sentido, desregulando entre otros aspectos, la jornada laboral en los fines de semana.

Como vemos, la burguesía francesa se encontraba ante un dilema, encontrar un candidato que pudiera garantizar el relevo, sin que estuviese “quemado” para poder hacer frente al ala radical de derecha burguesa liderada por el Frente Nacional.

La crisis de los viejos partidos: un reflejo de la crisis a nivel continental

Desde hace casi treinta años que las burguesías de la Unión Europea, lideradas por Alemania, como la primera potencia de la región, han llevado una ofensiva contra las masas sin antecedentes en la historia reciente del viejo continente. La base de esta reforma es el tratado de Maastricht, donde se fijan los aspectos fundamentales de la Europa neo-liberal.

Ante esta ofensiva, las principales potencias, Alemania y la Gran Bretaña ya llevan una ventaja en la liberalización de sus mercados. Las reformas, fueron encabezadas indistintamente por gobiernos de derecha (como Thatcher, Major y Kohl, Scröeder). En todos los casos, la flexibilización de las condiciones de trabajo, la destrucción de las conquistas laborales, como la seguridad social, los subsidios de desempleo, amén de la privatización de los servicios públicos más rentables. El caso más ejemplar en todo esto fue la privatización del servicio de ferrocarriles inglés que resultó a la postre, lejos de la demagogia liberal, mucho más caro que antes y mucho más ineficiente.

Sin embargo, lo que consiguieron los socios británicos y alemanes no ha estado lejos de dejar su marca. La crisis de los partidos políticos se ha evidenciado de diferentes maneras. El Brexit votado en el mes de junio del año pasado y el avance de los grupos de la ultra derecha nacionalista no son más que un reflejo refractado de la bronca no solo del movimiento de masas, sino que también de sectores productivos que han visto sus posibilidades de crecimiento disminuidas por las políticas dictadas por Bruselas.

En el caso francés, los líos legales de las principales figureas de la derecha como el ex –presidente Sarkozy, acusado ante los tribunales y de la misma forma el ex -candidato presidencial del mismo partido, Los Republicanos, François Fillon, envuelto también en casos de corrupción que salpicaron en medio de la campaña.

Ante todo esto, el Partido Socialista no tenía mucho que ofrecer. En la convención interna se enfrentaron dos alas que venían confrontándose durante los debates parlamentarios, pero sin ir mas lejos. El representante del ala derecha, Manuel Valls, que promovió el voto de las leyes que mencionamos anteriormente, mediante un mecanismo denominado el 49.3. Esto no es ni más ni menos que permite pasar la ley sin pasar por los mecanismos tradicionales del parlamento, es pasar a la fuerza los proyectos. Por otro lado, el ala izquierda representada por Benoît Hamon, que también fue parte del gobierno Valls, ocupando carteras diferentes, siendo la ultima la de Educación Nacional.

La convención fue ganada por Hamon, por amplia ventaja. Esto no fue aceptado en la práctica por el ex –ministro Valls que no tardó en darle el apoyo a Macron , así como muchos de los ministros del gobierno y de diputados de la asamblea.

Este clima tuvo su repercusión en el fortalecimiento de la ultra derecha, que levantó un demagógico discurso anti-instituciones europeas. Este decantamiento a la derecha de un sector del electorado, se expresó de forma contundente cuando la candidata del FN, Marine Le Pen, heredera del puesto, logró avanzar a la segunda vuelta.

Este contexto le favoreció a Macron, que vio su cuota de votos aumentar por parte del denominado “frente republicano” para impedir la llegada al palacio de los Eliseos.

Pero en los hechos, el frente que ha logrado levantar Macron, no es ni menos que un frente burgués que ya ha venido funcionando en los hechos desde la pasada administración. Cuando el antiguo primer ministro Valls logró que se adoptaran varios proyectos de ley por medio del 49.3, lo único que podría habérselo traído abajo, en términos parlamentarios, hubiera sido una moción de censura por parte del Senado. Sin embargo esto no fue posible, no solo por el apoyo que tuvo dentro de los miembros del PS, sino que también por parte de los miembros de LR.

La composición del gobierno del primer ministro Edouard Philippe, proveniente de las filas de LR, de la tendencia de Alain Juppé, es un claro mensaje que este gobierno tiene el timón bien marcado a estribor. Este personaje proveniente, al igual que el nuevo presidente (y otros miembros del gobierno, de la ENA. Esta institución educativa es el equivalente de Yale, Oxford y otras universidades donde los miembros de la élite se codean y en el caso francés, es casi un requisito indispensable para acceder a los campos Eliseos o bien el Hotel de Matignon. Como si esto no fuera suficiente, M Philippe ha sido también miembro de AREVA, una empresa del sector energía, especializada en la energía nuclear.

Otros puestos claves fueron dados a pesos pesados de los partidos tradicionales; este el caso de la Economía, donde fue nombrado Bruno Le Maire, proveniente también de LR y negociador experimentado en asuntos europeos. Fue anteriormente ministro de agricultura de la administración Sarkozy. Siguen en la lista Jean Yves Le Drian, en las relaciones exteriores, hombre de confianza de Hollande y antiguo ministro de defensa.

Otro aspecto que demuestra que Macron representa un paso más en el proyecto de destrucción de las conquistas de los trabajadores franceses, es el proyecto de gobernar por “receta”. La constitución francesa permite la utilización de este mecanismo que permite abreviar los procedimientos y darle un carácter más “ejecutivo” a la gestión parlamentaria. Esto no es ni más ni menos que avanzar un poco más en el sentido que ya marcó el gobierno Hollande-Valls. Esto reduciría la posibilidad de debatir y grosso-modo sería un avance más dentro de aumentar el carácter bonapartista del gobierno. Este mecanismo perverso solo podría ser derrotado por una intensa movilización y no por mecanismos puramente parlamentarios.

En el contexto anterior a las elecciones francesas, hubo toda una serie de triunfos de la extrema derecha, no solo en el caso del referendo que dio a la postre el Brexit, si no que en Austria, los Países Bajos, Polonia, Hungría, y otros países más donde, ya sean los partidos extremistas tuvieron un aumento importante en las votaciones, o bien pudieron llegar al gobierno, desatando una crisis institucional a nivel regional.

Todo esto combinado hizo posible el triunfo del partido “En Marche” aunque en términos absolutos, la votación no es lo suficientemente contundente para poder afianzarse con fuerza.

La etapa siguiente, lo que denominan la tercera vuelta, va a desarrollarse en junio, cuando los franceses vayan de nuevo a las urnas para elegir los diputados que compondrán la Asamblea Nacional.

El papel de la izquierda

La izquierda representada por Jean-Luc Mélenchon y el partido “Francia insumisa” estuvo cerca de poder pasar a la segunda ronda. No obstante, hubo otras corrientes que se presentaron como el NPA, corriente trotskista del lambertismo y Lucha Obrera, también organización que se reclama del trotskismo. El candidato del PS hizo una campaña más a la izquierda para tratar de marcar el terreno y diferenciarse de los otros miembros de su partido que corrieron a dar su respaldo a entonces candidato Macron. El partido de Mélenchon obtuvo siete millones de votos, un record de votación. Sin embargo, la izquierda perdió el tren para presentarse en frente común y poder pasar a enfrentar en la segunda ronda al banquero Macron.

Si bien nosotros somos muy críticos con el programa levantado por la “Francia insumisa” esto hubiera abierto las posibilidades para aumentar la movilización e incidir en este desarrollo de la conciencia de un país que se polariza. Un programa keynesiano y nacionalista no es lo que puede resolver la crisis de los trabajadores franceses, que al igual que sus hermanos de todos los países del continente tienen que enfrentar a diario los diktats de la Comisión Europea, el BCE y el FMI. La crisis solo podrá ser resuelta cuando las masas del continente se traigan abajo estos planes y para esto es necesario romper con este cerco nacionalista. En esto, la burguesía lleva la ventaja puesto que cuenta con los mecanismos y las herramientas para llevar a cabo sus objetivos, a pesar de las contradicciones que pueda haber en su campo, todos avanzan estratégicamente en la misma dirección.

En esta tercera vuelta, las elecciones parlamentarias, desde el PSOCA nuestro llamado es para votar críticamente por los candidatos de la “Francia insumisa”. Estas diputaciones deben ser puestas al servicio de las movilizaciones que desde ya se preparan para enfrentar al gobierno y no para quedarse en los escaños de la asamblea. Desde ya, los trabajadores franceses, con el auxilio de sus camaradas de clase del resto de Europa deben preparar las movilizaciones, no solo para derrotar a la dupla Macron-Philippe, sino que a la troika CE-BCE-FMI.


Por Florian Rötzer,

Revista Sinpermiso

Según un asesor de Trump, Alemania explota a los otros países de la UE y a los EEUU. En una carta de Tusk, el presidente del Consejo de la UE, se expresa el temor a una descomposición de la UE: no a causa de Rusia, sino de Trump.

Es posible que Donald Trump no apunte a una guerra comercial con China, tampoco al México del que dice querer protegerse erigiendo un “muro material”. En una más que notable columna publicada en el Financial Times, el principal asesor de Trump para asuntos comerciales, Peter Navarro, director del Consejo Nacional para el Comercio en la Casa Blanca, acaba de declarar que, cuando menos, tienen a Alemania en el punto de mira. Alemania habría instituido el muy subvalorado euro a fin de “explotar” a sus socios comerciales en Europa y a los EEUU. Lo que sugiere, una vez más, un euro artificialmente depreciado en relación con el dólar.

No es, pues, sorprendente que Navarro diga que el tratado de libre comercio TTIP está fuera de lugar escudándose en la moneda de Alemania:

“Un gran obstáculo para considerar el TTIP como un negocio bilateral es Alemania, país que explota a otros países de la UE y a los EEUU mediante un ‘marco alemán implícito’, fuertemente depreciado.”

Ya estaba claro que el gobierno Trump no se avendría a tratados internacionales como el TTIP o el TTP, sino que buscaría acuerdos bilaterales. La razón es clara: en acuerdos bilaterales, los EEUU, como parte más fuerte del acuerdo, puede imponer mejor sus intereses.

Navarro no lo dice de manera tan descarada, pero no considera el TTIP un acuerdo realmente bilateral entre los EEUU y la UE. El desequilibrio comercial con el resto de la UE –es decir, no sólo con el resto de la Eurozona—, así como con los EEUU, muestra, según él, la “heterogeneidad económica de la UE”. De lo que infiere que el TTIP es un “acuerdo multilateral disfrazado de bilateralidad”.

Navarro lleva al menos razón en que un euro subapreciado favorece a las exportaciones alemanas; pero también, entonces, a las de los demás países de la Eurozona. Su ataque a Alemania podría indicar que el gobierno Trump busca desestabilizar la Eurozona todavía más de lo que ya lo hace la propia Alemania con su sector de bajos salarios y su política de ahorro que ha impuesto también a Grecia, España o Italia. Empeño en el que no se halla sola la política alemana, sino que caracteriza también al BCE, bajo cuyo jefe, Mario Draghi, y merced a compras de deuda pública por valor ahora mismo de 60 mil millones al mes, consigue mantener barato el euro y baja la inflación, al precio, sin embargo, de dejar de dar intereses. Lo cierto es que el BCE ha seguido el modelo de Japón y de los EEUU, ha hecho suya la “flexibilización cuantitativa” y, con ello, contribuido a generar una especie de guerra comercial sobre la moneda.

La estrategia es inconfundible: señalar y en cierto sentido personalizar a Alemania como el malvado, porque una crítica al BCE no funcionaría tan bien. En efecto, Alemania, como principal potencia económica de la UE, se ha convertido, sobre todo después del Brexit, en el poder dominante en la UE pero, al propio tiempo, a causa de las políticas de ahorro y de la política con los refugiados, el gobierno alemán ha perdido mucho crédito y apoyo dentro de la UE.

Por eso es éste tan buen punto de inserción de la palanca. No es Moscú quien la sostiene, con sus blandas e indirectas operaciones de influencia, según se venía sugiriendo aquí hasta ahora, sino directamente el nuevo gobierno en Washington: Trump contra Merkel, es decir, el recién elegido Presidente de los EEUU contra la Canciller que este año tiene que volver a concurrir electoralmente y que está debilitada como candidata a la cancillería federal. Merkel trató de esquivar displicentemente al ataque diciendo que no es el gobierno alemán quien controla el valor del euro, sino el políticamente independiente BCE.

En correos electrónicos intercambiados con el Financial Times, Navarro declaró que el TTIP no ha naufragado con Tump, sino con el Brexit. Pero Trump siempre había calificado el Brexit como “magnífico”, había valorado bien a Nigel Farage y había manifestado siempre la esperanza de que otros Estado siguieran por ese camino a Gran Bretaña. Con una UE débil o en descomposición, el poder de los UUEE y, por lo tanto, de Trump se incrementaría. Lo dijo sarcásticamente así: “Yo creo que mantener unida la UE no será tan fácil como muchos piensan”. En la entrevista con [el tabloide sensacionalista alemán] Bild dijo esperar que otros Estados salieran de la UE.

A esto ha llegado la UE. El Presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, escribe en una Carta abierta, dirigida a los 27 jefes de gobierno y rebosante de desesperación (“Unidos, nos mantendremos; divididos, caeremos”), que ahora es necesario el cierre de filas: “En un mundo saturado de tensiones y confrontación, los europeos precisan de coraje, resolución y solidaridad política. De lo contrario, no sobrevivirán”. La próxima cumbre tiene lugar el 3 de febrero en Malta: ya sin Theresa May. Y Tusk pone las inquietudes suscitadas por el gobierno de Trump al mismo nivel que las suscitadas por China, Rusia, Turquía y el islamismo radical.

Tusk argumenta apocalípticamente: la situación nunca habría sido tan peligrosa para la UE. Los peligros vendrían también del interior, de un crecientemente robustecido “egoísmo nacional”. Y luego están también las elites que han dejado de creer en la integración política y alimentan dudas sobre los valores fundamentales de la democracia liberal. Tusk está preso del miedo y quiere plantear el problema de la seguridad interna y externa al más alto nivel. Se puede dudar de que el argumento de que la unidad europea “ha impidido otra catástrofe histórica” y de que ha sido la mejor época de la historia resulte todavía atracito a la vista del crecimiento de las fuerzas euroescépticas. Pero tampoco hay que descartar que un enemigo exterior de la UE contribuya a reorientar la situación. Con Putin no ha pasado. Tal vez lo logre Trump.


Por Nicolás Lebrun

Poco antes del receso estival, el resultado electoral del referendo en la Gran Bretaña sobre la salida de la UE, el denominado Brexit vino a calentar aún más las ya de por si altas temperaturas en esta época del año. Este resultado, donde una mayoría decidió seguir el discurso separatista del partido ultra nacionalista de UKIP, es un paso más que apunta hacia una coyuntura reaccionaria en el continente. De todos los rincones llegan resultados electorales que expresan mayoritariamente que un sector de la población abraza los discursos xenofóbicos, nacionalistas y reaccionarios en toda una gama de tonalidades, pasando desde los partidos neo nazis a los neoliberales. Pero esto es un reflejo de un fenómeno que se produce en la estructura productiva y económica que hace frente a su peor crisis desde la creación de la Unión.

En este artículo, el objetivo es de alimentar la discusión en el seno de la izquierda, que también ha tenido un repunte electoral, pero como vamos a ver desteñido por las alternativas reformistas que encabezan el movimiento. Pero el objetivo principal sigue siendo la construcción de un partido revolucionario internacionalista que logre avanzar en la perspectiva de la construcción de una sociedad socialista como en los albores de la revolución de Octubre hace un siglo ya.

La caída del muro marcó el comienzo de una etapa reaccionaria

Hace treinta años aproximadamente, el bloque de estados obreros fue paulatinamente cayendo bajo el yugo de la restauración capitalista. Lo que los ejércitos aliados luego de la primera guerra, y las hordas nazi fascistas durante la segunda guerra mundial no lograron, lo logró la burocracia estalinista en contubernio de las burguesías imperialistas. Esta posibilidad descrita casi sesenta años antes por León Trotski en su obra “La revolución traicionada”, se hizo realidad. En una primera etapa, la euforia se apoderó de las masas de estos países que vieron a los viejos aparatos de los partidos estalinistas volar en pedazos y en alguno de ellos los ajusticiamientos se dieron como en el caso de la pareja Ceaucescu ejecutados en directo. Esta euforia fue de corta duración debido a que la entrada del capitalismo fue brutal. La tasa de desempleo en estos países voló por los aires, mientras que las industrias productivas fueron privatizadas a precio ridículos. El antiguo aparato burocrático se transformó y los nuevos burgueses salieron de sus filas. Este proceso de reconversión brutal no se podría hacer sin el recorte de los derechos democráticos del movimiento de masas. De esta manera, en varias de las antiguas repúblicas soviéticas, los gobiernos dictatoriales o similares están al frente desde hace dos décadas cuando menos.

Uno de los hechos más significativos en este nuevo orden, es la entrada en la OTAN de la mayor parte de estos antiguos estados. El mando militar de la región, en su conjunto, salvo Rusia, está en manos de los yanquis y sus aliados. El número de bases ha aumentado y ocupado sitios inimaginables hace tres décadas atrás.

Es decir que la restauración se ha producido en todos los aspectos, tanto estructurales como superestructurales.

En los antiguos estados obreros de la Europa Central, los gobiernos de derecha han ido haciéndose del poder en el último quinquenio. Este fenómeno ha profundizado el recorte de las libertades fundamentales poniendo al servicio del gobierno todos los medios de comunicación y controlando el grueso de las organizaciones de la denominada sociedad civil.

Durante la crisis de los refugiados del 2015, se hizo palpable este retroceso en el seno de estos países. El levantamiento de muros y murallas altamente protegidas para impedir la circulación de personas y otras medidas mas hicieron que la ruta de los Balcanes, utilizada por la mayor parte de los migrantes venidos de Siria e Irak fundamentalmente, fuera cerrada hasta la fecha. Esto ha forzado a estas oleadas de refugiados a utilizar otras alternativas como llegar por la isla italiana de Lampedusa, lo que encarece y hace aumentar los riesgos a estas personas.

En este caso, las normativas de los organismos europeos con sede en Bruselas y Estrasburgo han sido omitidas por países como Hungria, gobernada por el reaccionario de Victor Orban y todos los demás.

La reacción se extiende hacia el oeste

En el resto de los países del centro que se encontraban fuera del “bloque del este”, las cosas iban modificándose también en el sentido de una violenta reforma económica y social.

En los albores de los años ochenta, tanto gobiernos de derecha como de los denominados socialistas, la socialdemocracia heredera de la debacle de la segunda internacional, llevaron a cabo medidas que han marcado la suerte de grandes sectores del movimiento obrero como los mineros, los metalúrgicos, los constructores de automóviles entre otros sin dejar de lado a los campesinos.

El cierre de las minas encabezada por la histórica derrota de los mineros ingleses a mediados de los ochenta, que fue seguida por el cierre de las minas en países como Alemania, Francia, Bélgica, arrastrando consigo a los metalúrgicos. En un principio estos centros de trabajo fueron deslocalizados en otros países del este, donde los costos de producción resultaban menores para luego ser trasladados a Oriente en países como China principalmente. La complicidad de las burocracias sindicales en estos casos fue desastrosa, en lugar de enfrentar radicalmente estos cierres, crearon pactos y protocolos que los industriales han venido haciendo caso omiso, dejando en la calle a millares de trabajadores sin perspectivas de reincorporarse a la vida laboral. Estos aparatos sindicales, dirigidos por los partidos socialdemócratas o liberales en el pasado se habían acostumbrado a la época de vacas gordas, negociando algunas migajas (en términos de países ricos) para ellos y su afiliación. Sin embargo, una vez que este marco general cambió, la época de obtener conquistas pasó a su contrario, a la época de defender lo que quedaba de las conquistas.

Los referentes de estas horas oscuras de a finales del siglo pasado, fueron personajes de todos los linajes y colores políticos. El presidente Mitterrand en Francia como el canciller Schröder, el primer Ministro Blair socialistas todos y los conservadores Thatcher, Kohl y Chirac. Estos personajes siguieron una línea similar con diferentes matices, pero con el objetivo de recortar todo lo que pudieran, poniendo las bases de la flexibilización laboral en el continente.

La crisis del 2008 como puntillazo de salida

La crisis abierta en el 2008 ha desatado una nueva ofensiva de gran calibre contra los restos del estado social de derecho, como lo denominan algunos pensadores reformistas. Esto ha desatado una cacería a todas las conquistas restantes, desde los subsidios de desempleo, los subsidios familiares y los sistemas de salud. El caso más dramático es el del Reino Unido, donde después de las reformas amplios sectores de la clase obrera se han visto confrontados a condiciones no vistas desde hace casi un siglo, como los contratos sin horarios, a destajo, a sumas ínfimas por el subsidio de desempleo.

En los países del “sur” como Espana, Portugal y Grecia, ya hemos visto en otros artículos los enormes desgastes que ha provocado la reducción brutal de las condiciones de vida de las masas. Amplios sectores se han visto enfrentados a ganar de la noche a la mañana la mitad del salario sin que por eso los precios de los alquileres e hipotecas se reduzcan en consonancia. Todo esto como producto de la explosión de la deuda y la caída de los bonos de la misma en manos de especuladores cada vez más voraces.

En el campo las cosas no pintan mejor, la política de precios y de subsidios de la UE han provocado que sectores importantes se vean funcionando a pérdida en gamas como los ganaderos, los productores de cereales. La concentración de tierras en menos propietarios producto de la ruina de los pequeños productores ha sido la tendencia en estos últimos años. El objetivo de la burguesía, sería como en los otros aumentar la productividad y favorecer a los grandes productores para hacerle frente a la competencia en el mercado internacional, frente a gigantes como Rusia y especialmente a los Estados Unidos.

Este es el coctel que ha venido impulsando el crecimiento de los partidos de derecha. En un primer lugar, en algunos países luego de gobiernos de austeridad “socialistas” , las masas se han volcado hacia la derecha como una forma de reconquistar quiméricamente su nivel de vida. Por otro lado, encontramos a los campesinos que ven en las medidas de la UE, el comienzo de sus penurias. El discurso nacionalista de partidos como el FN en Francia no vienen necesariamente de la xenofobia (está implícita) sino más bien de la ilusión de regresar a los marcos nacionales para normar la producción y restablecer el nivel de ganancias.

La llegada de trabajadores del este y del Magreb, principalmente en los sectores menos calificados ha hecho que la ola de xenofobia se haya visto incrementada con mayor fuerza en las ciudades.

Esta es una tendencia que llega a consolidarse y la entrada con fuerza de movimientos como PEGIDA en el norte de Alemania, ahora con los importantes resultados electorales de la AFD ponen de manifiesto que es algo que se consolida. En Austria, el partido de ultra derecha logró que las elecciones se repitieran al ser derrotados por un porcentaje ínfimo.

La polarización se profundiza

Los sondeos electorales, que son un reflejo a veces un poco distorsionado de la realidad política, sobre todo que se basan en el marco de las elecciones de la democracia burguesa, han puesto en evidencia no solo el crecimiento acelerado de los partidos de derecha y de ultra derecha sino también el de algunos partidos llamados de “extrema izquierda”. Esa apelación no es muy exacta cuando se leen los programas que buscan solucionar la crisis dentro del marco capitalista. Esa izquierda alter-mundialista que ha sido importante para poner en evidencia los grandes males del capitalismo contemporáneo pero que se queda corta en las alternativas de solución porque claudican al régimen tratando de quedarse dentro del marco del sistema. Las pruebas más fehacientes han sido las del Syriza en Grecia y dentro de la gran crisis política que atraviesa España, con el partido Podemos que está dispuesto a pactar para entrar a un gobierno de coalición.

Las diferentes versiones nacionales se abren también paso en otros países como el Frente de Izquierda en Francia, Die Linke en Alemania entre otros.

Es urgente llamar a un encuentro de las organizaciones revolucionarias

Como en todo lado, la izquierda revolucionaria con todas las tendencias se encuentra dividida y encuentra con dificultad un espacio. Es necesario realizar un encuentro para definir un eje programático para intervenir y cerrarle el paso a la derecha antes que la historia de hace 80 años se repita, pero con mayor crudeza.

 

Por Nicolas Lebrun

La noche del viernes 15 de julio, luego del sangriento atentado terrorista reivindicado por DAESCH en la ciudad de Niza, una tentativa de golpe de estado se desarrollaba en Turquía.

Un sector del ejército se movilizaba en los sitios estratégicos de la capital y de otras ciudades para tomar los sitios de mayor importancia como el parlamento y las cadenas de televisión.

Después de una importante movilización de los partidarios del presidente Recip Erdogan, la intentona golpista fue detenida dejando un saldo de doscientas setenta victimas mortales y mil quinientos heridos aproximadamente.

Sin embargo, a una semana de los hechos, las interrogantes sobre esta tentativa se abren paso con varias incoherencias dentro del modo en que se desarrollaron las cosas. Por ejemplo, la alerta de los servicios de seguridad sobre una posible tentativa de golpe, se dio a partir de las 14horas. El estado mayor ordenó que, ningún avión o helicóptero, podrían despegar de las diferentes bases. Los servicios de inteligencia, según diferentes fuentes, ya tenían conocimiento que esta tentativa se iba a desarrollar.

Esto dio pie para que se desatara una feroz purga que ha tocado todos los niveles del estado turco, desde el ejército en primer lugar, de donde hay 108 almirantes y generales encarcelados de un total de 358 que componen la armada turca. El gobierno ha continuado con lo que han denominado una “limpieza” del “virus” con el poder judicial en el cual cerca de dos mil quinientos magistrados han sido despedidos y ha continuado con la educación con cerca de veinte mil empleados del Ministerio de Educación despedidos, además de cerca mil seiscientos rectores y académicos universitarios y otros veinte mil profesores del sector privado también. Una de las acusaciones para justificar estos despidos, es el hecho de la supuesta simpatía con el rival y antiguo copartidario del presidente, Fetula Gülen. Dentro de este contexto, el presidente Erdogan ya ha blandido la amenaza de restablecer la pena de muerte para castigar a los golpistas y por ende extenderla a los opositores de toda filiación. Dentro de las cárceles del régimen se encuentra cerca de 2600 personas encarceladas después del golpe y se han procedido a más de nueve mil doscientos arrestos. El estado de excepción decretado, se basa en los mismos argumentos que otras potencias, durante situaciones de conflicto o lo que ellas consideran una amenaza. Francia, por ejemplo, después de los atentados de Charlie Hebdo, ha promulgado este estado que limita las libertades democráticas en el mismo cuadro, como también lo hicieron los ingleses durante el conflicto en Irlanda del Norte durante los años 1998 y 2001.

Turquía en el contexto de la zona

Lo que fue el gran imperio otomano que durante casi seis siglos dominó el Medio Oriente, el norte de Africa, los Balcanes y otros territorios más, fue perdiendo su poderío delante de las potencias imperialistas europeas que lo fueron desmembrando poco a poco hasta destruirlo por completo al final de la primera Guerra Mundial. Durante este conflicto los turcos fueron aliados de las potencias vencidas, el Imperio Austro-Húngaro y Alemania, quedando reducido al territorio que ocupa hoy, salvo pequeñas excepciones como la ocupación de una parte de Chipre.

La instauración de una República, conocida como la republica kemalista, nombre del fundador de la Turquía moderna, el mariscal Mustafa Kemal Ataturk (padre de los turcos).

El papel de las fuerzas armadas ha sido preponderante en la historia reciente del país. La cantidad de golpes de estado lo revelan.   El argumento que siempre han esbozado ha sido el de proteger la laicidad de la república, pero esto no ha sido siempre así. El golpe de estado de 1980 fue el que volvió a imponer la enseñanza de la religión en la escuela. Eso va más allá de una visión simplista de laico y no laico, republicano o no. El hecho de que la burguesía turca ha establecido un equivalente, en términos ideológicos, de ser musulmán y de ser turco como algo indisoluble. De esta misma forma, las minorías son tratadas de con base a este mismo paradigma. Esto ha llevado en diferentes momentos de la historia reciente a continuar la política de opresión, expulsión y/o eliminación física de las minorías. Este es el caso de los ortodoxos expulsados en el año 1965, las masacres de la población kurda y los pogromos de judíos en los años 30. La consigna de Erdogan no es más que la continuación de una constante de los sectores nacionalistas que pregonan ya desde hace más de un siglo “turquizar, islamizar y modernizar” el país.

El imperio otomano fue el gran botín de guerra de las potencias europeas después de la primera guerra. Los ingleses y franceses, fundamentalmente pudieron hacerse de sus territorios que fueron transformados en protectorados o directamente en colonias. De esta manera, el reparto de la región establecido en esa época ha sido la fuente de una relación de rivalidad que se prolonga hasta esta época. Los tratados Sykes-Picot que diseñaron la base de los estados, choca con la ambición nacionalista turca de recobrar la influencia sobre esta estratégica región del planeta, por donde transita el grueso del petróleo y del gas que se utiliza en los países industriales. Este puede transitar via marítima o bien por los estratégicos oleoductos y gasoductos que vienen de las antiguas repúblicas soviéticas como Georgia, Azerbaiyán hacia Turquía y luego hacia Europa. El principal oleoducto se denomina BTC (las siglas de las capitales de Georgia y Azerbaiyán y el puerto turco en el mediterráneo donde culmina) y luego el gasoducto TANAP.

En los últimos tiempos también se ha especulado con la cantidad de petróleo proveniente de los territorios ocupados por DAESCH que ha pasado por Turquía para ser vendido. Esto ha representado sumas que van entre los 800 millones de dólares y un millardo para el 2015. Esto ha sido denunciado por el ex diputado opositor turco Mehmet Ali Ediblogu. En ese mismo sentido, se ha especulado de la participación del hijo del presidente, Bilal Erdogan como una de las cabezas de este lucrativo negocio.

Dentro de este contexto, el estado turco es un socio principal de los yanquis. Dentro de la OTAN, la Turquía representa el segundo ejercito de la organización en número con cerca de cuatrocientos mil soldados activos y se encuentra dentro de los diez ejércitos más poderosos del planeta. Si tomamos este aspecto, la posición de los yanquis en la región se encuentra asegurada por la fuerza militar de sus principales aliados, los turcos y los sionistas israelíes además de sus propias fuerzas desplegadas en el área.

Un rediseño de la zona no es excluyente para los yanquis que podrían ver de buenos ojos, como ya ha sucedido en países africanos como el Sudan (ahora Sudan del Norte y Sudan del Sur); la antigua Yugoslavia fragmentada en pequeños estados nacionales luego de la intervención yanqui cubierta bajo el mando de la OTAN y la firma del tratado de Dayton que puso fin al conflicto. De esta manera los Estados Unidos pudo debilitar a uno de los más fuertes estados obreros que surgieron luego de la Segunda Guerra y aumentar su control en los Balcanes. No en balde, el ejército turco mantiene una presencia en Kosovo como parte del contingente de la OTAN que continúa desplegado para “asegurar la paz”.

En este sentido, los turcos como potencia sunita, tiene más afinidad con las fuerzas del Estado Islámico y el proyecto de la creación de un califato en la zona para afirmar su posición y contrarrestar la influencia de las monarquías wahabitas o los estados chiíes como Irán o bien debilitar la influencia rusa en Siria. Pero esto no es un asunto confesional, todo esto obedece también al control de la producción y el mantenimiento de los precios de petróleo a nivel mundial. La guerra contra DAESCH ha sido el pretexto perfecto para el régimen turco de avanzar la guerra contra los kurdos, objetivo principal de la aviación en las diferentes intervenciones que ha llevado hasta el momento.

Para muchos de los ingenuos o no, que cantaron loas a los acuerdos de la COP21, este conflicto con los consecuentes medios militares y económicos desplegados para asegurar el control y el abastecimiento de las energías fósiles son una señal clara que para acabar con el desastre climatológico es necesario antes acabar con el capitalismo.

Erdogan asegura los intereses imperialistas

El tira y encoge entre la Unión Europea y el gobierno de Ankara refleja lo complejo de la situación. De un lado, los turcos, como hemos visto en los párrafos que preceden, son una zona de tránsito para los combustibles que abastecen el viejo continente, pero a la vez son un tampón contra el flujo migratorio proveniente de los países en conflicto en el Medio Oriente. El cierre de la denominada ruta de los Balcanes por los países de la zona, fue una ocasión de lujo para Erdogan para negociar un acuerdo multimillonario para amontonar en campos a cientos de miles de refugiados y obtener medios para afianzar su poder de negociación con las potencias europeas.

El resultado de la tentativa de golpe es lo que han denominado como la creación de un sultanato, donde la pérdida de libertades civiles y democráticas se ha recrudecido. En las antepenúltimas elecciones de junio 2015, las cuales no le dieron la mayoría al presidente para conformar su gobierno, además de permitir la entrada en la Asamblea del partido pro kurdo, el Partido Democrático del Pueblo (HDP siglas en turco).

Para enfrentar este impasse se dieron dos hechos para provocar el resultado de las elecciones de noviembre del 2015 que dieron como ganador al AKP. El primero los atentados contra la manifestación por la paz el 10 de octubre de ese año y las incursiones militares en la región kurdo-turca que dejaron cientos de víctimas fundamentalmente civiles. Todo esto a vista y paciencia de las potencias que lo han condenado tibiamente.

En el momento de escribir estas líneas, los ataques contra los medios de comunicación no han cesado. Esta purga se extiende a todos los niveles de la sociedad turca.

Es urgente organizar una Asamblea Constituyente con el objetivo de reformular el Estado turco para que las minorías puedan ser representadas. Expresamos nuestra solidaridad con las organizaciones sindicales y populares para defender los derechos democráticos de la población en contra de la represión cada vez más fuerte por parte del régimen pro imperialista de Erdogan y el AKP.

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