Por Maximiliano Cavalera
Como hemos sostenido en varias ocasiones, Centroamérica es una nación que fue balcanizada por sus propias burguesías, incapaces de crear un Estado que articulase a toda una nación. No es fortuito que los procesos políticos que se desarrollan en un país se expandan con rapidez a otro.
Por esta razón, el triunfo de la revolución que lideró el sandinismo en julio de 1979 fortaleció en gran medida la revolución que se venía gestando en el Salvador. Este país se encontraba en una guerra civil entre la guerrilla, los grupos obreros, campesinos contra los grupos paramilitares liderados por el General Carlos Humberto Romero. Ante la inminente revolución y la preocupación del imperialismo, un sector del ejército dio un golpe de Estado preventivo para impedir que las masas tomaran el poder en sus manos.
Entre el fascismo y la revolución
El golpe de Estado de octubre de 1979 en el Salvador cortó con un dominio político de 17 años del Partido de Conciliación Nacional (PCN) y su último presidente fue el general Romero, que llegó al poder en 1977. En este período, y producto de la oleada revolucionaria que arrastraba a Centroamérica, se fueron gestando grandes movilizaciones de las masas obreras y campesinas que ocupando las calles, se enfrentaban en combates contra el ejército salvadoreño. Las organizaciones guerrilleras avanzaban en el campo y la ciudad cada vez con mayor fortaleza, al grado tal, que estaban derrotando a Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) que era una organización paramilitar creada en la década de los sesentas con el objetivo de liquidar a las organizaciones de izquierda.
Esta disyuntiva y la radicalización de las masas trabajadoras se podía sintetizar en: “Como componente de esta situación revolucionaria, el curso ascendente del movimiento obrero ha llevado a los sindicatos a jugar, en cierta medida, un papel de organismos embrionarios de poder, inclusive antes de la caída de Romero. Las huelgas se caracterizan por los métodos más radicales: la toma de instalaciones, de rehenes y de la autodefensa armada. La lucha tiene un peso eminentemente obrero, en un país con relativo desarrollo capitalista y urbano. Hoy las formas organizativas se han empezado a extender hasta la creación de los comités populares.” (Declaración del Comité Paritario por la Reorganización (reconstrucción) de la Cuarta Internacional Febrero de 1980)
El golpe preventivo
La dinámica de las masas preocupaba terriblemente a la burguesía salvadoreña y al mismo imperialismo, a tal grado que el tema de la violación de los derechos humanos sería discutido en una asamblea general de la OEA. Es así que un sector del ejército tomó el control del Estado el 15 de Octubre de 1979: “Las guarniciones militares de San Miguel, Sonsonate, San Vicente y otras del interior del país se rebelaron contra el régimen que había sometido el país (4,5 millones de habitantes y 21.000 kilómetros cuadrados) a una situación represiva que amenazaba con desembocar en una guerra civil. La situación de violencia e intentos de insurrección de la izquierda revolucionaria recordaban mucho a la de Nicaragua antes del asalto final de los sandinistas al poder.” (El País 16/10/1979)
Como podemos ver el imperialismo, la burguesía y el ejército habían tomado una experiencia valiosa para sus intereses. Es decir, la experiencia del derrocamiento de los Somoza, en el que el último gobernante de esa dictadura se resistió a abandonar el poder, aún presionado por el imperialismo, hasta que la insurrección se hizo inevitable.
Este era el verdadero motivo del golpe de Estado, y no la supuesta lucha contra la corrupción, la represión y la desigualdad social. Objetivamente la burguesía se dio cuenta de que si la dinámica de las masas seguía confrontándose con el gobierno del general Romero, la revolución era inevitable.
La Junta Militar
Según algunos medios de comunicación el golpe de Estado se dio en medio de una profunda calma: “Una emisora salvadoreña señaló que un total de catorce guarniciones participaron en el golpe. La fuente subrayó que los oficiales rebeldes capturaron a jefes y subjefes de las guarniciones por la mañana. Acto seguido establecieron retenes en las salidas de las ciudades e impidieron el servicio de transporte público. La emisora puntualizó, finalmente, que las actividades comerciales y bancarias se desarrollaron normalmente durante el día, pese a los intensos rumores sobre el golpe de Estado.” (El País 25/10/1979). Inmediatamente después del golpe Estado la junta militar fue integrada por el coronel Adolfo Arnaldo Majano que estudió en centros militares de Estados Unidos, el coronel Jaime Abdul Gutiérrez y algunos civiles como Román Mayorga Quiroz, José Simeón Cañas (quien era de los jesuitas), Mario Antonio Andino Gómez, representante de la burguesía y Guillermo Manuel Ungo, del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).
La junta disolvió el congreso de diputados y la Corte Suprema de Justicia estableciendo el Estado de Sitio. Para frenar el asenso de las masas intentaron tener una política hacia los problemas más sentidos por las masas trabajadoras y campesinas; se intentó dar la percepción de que era una junta cívico militar que resolvería los problemas de tierra, desigualdad social, promulgar una amnistía general para liberar a los presos políticos, otorgar libertad de organizaciones tanto gremiales como políticas, la nacionalización de la banca, el control inflacionario y otros. Además, se planteó como objetivo: “Entre las nuevas medidas destaca además la desarticulación del grupo parapolicial de extrema derecha ORDEN, al que se vinculaba al presidente derrocado y que protagonizó episodios de represión contra las fuerzas de oposición salvadoreña dentro y fuera del país.” (El País 17/10/1979)
En relación al movimiento de masas, la mayoría de las organizaciones le claudicaron al golpe militar. El que en aquel entonces se denominaba el Foro Popular que era un espacio donde se encontraban organizaciones que estaban en pie de lucha. Entre ellas la Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), la central más importante de El Salvador por aquel entonces, el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28) y hay que hacer una mención especial al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), que apoyó el golpe de estado a través de su brazo político llamado Unión Democrática Nacionalista (UDN). Este papel del PC demostraría una vez más, ser nefasto para los movimientos revolucionarios, sobre todo cuando las masas, a pesar de ser engañadas por su dirigencia, instintivamente se ponen a la cabeza de la lucha de clases: “Esta aguda polarización condujo a la crisis total de la junta cívico-militar, reflejada en disolución de su gabinete a principios de este año.
A pesar del apoyo del Partido Comunista Salvadoreño al golpe de estado, la burguesía no logró establecer un gobierno aunque fuese poco estable. El intento por contener la movilización de las masas con la participación de la Democracia Cristiana, del MNR y del PC en la Junta, fue un fracaso, frente a la radicalización del movimiento de masas y a la extremada polarización entre las clases. El PC, así como el MNR, optó por retirarse del gobierno. Hoy la junta cívico-militar solo cuenta con la DC sometida inclusive a importantes contradicciones internas.” (Ídem). En esos momentos una política consecuente debía pasar por la movilización permanente de los trabajadores y campesinos para preparar la caída de la junta militar: “La tarea inmediata y urgente de la clase obrera y las masas salvadoreñas es preparar las condiciones para que las luchas confluyan hacia una gran huelga general insurreccional que voltee a la Junta Cívico Militar.” (Ídem.)
Continuaron las movilizaciones
El descontento popular continuó, las masas, a pesar de las promesas de la Junta Militar continuaron movilizándose, a pesar del papel entreguista de la dirigencia del PC salvadoreño. A tal grado, que se estableció una Coordinadora Nacional que fue constituida por las organizaciones más importantes que estaban dando la lucha en las calles (BPR, FAPU, UDN, LP-28). Las constantes movilizaciones, los ataques a guarniciones del ejército y la presión de las masas llevaron al colapso de la primera Junta Militar, la cual se cimentaba en el poder más por la pasividad del PC y otras organizaciones populares que confiaban en la Junta, y creían que los problemas sociales se pueden resolver en el marco de la colaboración entre las clases sociales que son antagónicas. En cierto sentido, podemos decir, que las condiciones estaban maduras para la revolución en el Salvador, pero la falta de dirección dejó vivir a una Junta Militar que estaba dividida y tambaleante.
El 22 de enero se realizó una marcha en la que participaron alrededor de 200 mil personas; esta marcha fue reprimida fuertemente por la segunda Junta Militar. En adelante la Junta Militar logrará sobrevivir hasta 1982, año en que se realizan elecciones y la tercera Junta Militar es sustituida por un gobierno “civil”. Así fue como la revolución salvadoreña estuvo a punto de alumbrar, pero fue abortada por el papel entreguista del PC salvadoreño, y por qué no decirlo, el papel pasivo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que miró los toros desde la barrera y dejó a la revolución salvadoreña a su suerte, sin imaginar que en El Salvador se jugaba el futuro de la revolución centroamericana y de la misma revolución sandinista.


Por Maximiliano Cavalera.

Pocos personajes históricos están tan relacionados con la Historia de Centroamérica como José Francisco Morazán. Relatar su vida es contar la corta existencia política del Estado Federal Centroamericano. Su nacimiento, auge y caída coinciden con la gloria y derrota de Morazán, quien terminó siendo asesinado en San José de Costa Rica, el mismo día en que se celebraba la independencia de las cinco naciones centroamericanas. En este mes de septiembre, conmemoramos la memoria de uno de los personajes más importantes en la historia de Centroamérica, que hasta el día de hoy, es símbolo de la tan anhelada Unión de la Nación Centroamericana.

La independencia

Por esas ironías de la historia, Francisco Morazán fue fusilado el mismo día en que se dio la independencia de los Estados Centroamericanos. Un 15 de Septiembre de 1821 las autoridades criollas de Centroamérica, que pertenecían al mismo andamiaje por el que gobernaba la corona española, declararon la independencia. Este acto fue uno de los mas peculiares de la historia de las independencias y terminaría moldeando el futuro de la nación centroamericana, sobre todo porque nuestra independencia significó la continuidad de las autoridades que gobernaban junto a la corona Española: “las luchas por la independencia en esta Capitanía General fueron siempre brotes aislados de una élite intelectual, criolla o mestiza las que no lograron articular una insurgencia popular a largo plazo” (La anarquía en Centroamérica, Edelberto Torres Rivas). Las contradicciones fueron tan grandes, que al mismo tiempo que se declaraba la independencia, las autoridades coloniales, temiendo a las masas y presionadas por Iturbide se anexaron al plan de Iguala que intentaba instaurar una monarquía constitucional en México.

19 años antes, el 3 de Octubre de 1792 en la ciudad de Tegucigalpa, que en aquel entonces era parte de la intendencia de Comayagua supeditada políticamente a la Capitanía General de Guatemala, nació José Francisco Morazán. Proveniente de una familia criolla acaudalada dedicada a la agricultura y el comercio, su padre se llamaba Eusebio Morazán Alemán y su madre fue Guadalupe Quezada Borjas. El oscurantismo que dominaba aquella época fue vivido por la familia de Morazán; había pocas posibilidades de educarse, salvo con la instrucción de los frailes o sacerdotes. Algunos historiadores dicen que las ideas liberales de la ilustración fueron absorbidas por Morazán en la biblioteca de su tío político Dionisio Herrera. Lee textos de  Montesquieu, Rousseau, y fue cautivado por la gran Revolución Francesa.

En el período de la independencia, Morazán trabajaba en el ayuntamiento de Tegucigalpa como secretario de Narcio Mallol. Como ya mencionamos, este proceso fue tan singular que: “el tránsito de la colonia a la Republica se hiciese pacifica y sorpresivamente, a través de una virtual declaración formal que dejó intacta, incluso en la persona física del último Capitán General y primer jefe del Estado, la estructura administrativa de la colonia”. Es decir, el andamiaje político y las personas por las cuales la corona española gobernaba Centroamérica quedaron intactos.

La inmediata anexión a México despertó fuertes discusiones entre liberales y conservadores, y en los cinco Estados que componían la nación se enfrentaban las principales ciudades. En Honduras, las autoridades de Comayagua se pronunciaron a favor de la anexión en contra de Tegucigalpa que se opuso. Morazán luchó del bando de Tegucigalpa y así inició su carrera militar. La anexión se impuso por un corto período, y al ser derrotado en México el proyecto de monarquía constitucional, se proclamó en Centroamérica las Provincias Unidas del Centro de América. En Honduras, Morazán acompañó a su tío político, el jefe de Estado Dionisio Herrera, siendo nombrado presidente del Consejo Representativo.       

La guerra civil centroamericana

La segunda independencia de Centroamérica le ponía nuevamente a la oligarquía liberal y conservadora la tarea que había rechazado con la anexión a México, construir un Estado en que albergase a la nación centroamericana. El debate navegaba entre un Estado federal inspirado por la constitución norteamericana con una mescolanza extraña con las instituciones creadas por la constitución de Cádiz, alternativa que era promovida por las fuerzas liberales. Por el otro lado estaba la corriente centralista, que buscaba crear un gobierno que centralizara el actuar económico y político de la Unión con un poder centralizado. Las ideas liberales triunfaron en la constituyente y Manuel José Arce fue electo como presidente de la Federación.

A los pocos días Arce traicionó a los liberales y tomó partido por los conservadores, dejando a los conservadores con el control del poder federal. El debate entre el centralismo y la federación también sería vital para la vida de Centroamérica. En el aspecto político la constitución federal mezclada con las instituciones de la constitución de Cádiz haría imposible crear un andamiaje que permitiera la igualdad entre los Estados, teniendo en la realidad más poder los Estados con mayor cantidad de población, en este caso Guatemala y el Salvador. Por otra parte la población miraba con mucho recelo la centralización ya que veían en ésta el despotismo, los impuestos y la burocracia del tiempo de la corona.

El presidente del gobierno federal Manuel José Arce intentó disolver el Congreso Federal. Para realizar esto convocó una reunión en Cojutepeque el 10 de octubre de 1826, intentando elegir un nuevo Congreso. Dionisio de Herrera, jefe de Estado de Honduras se opuso a estas acciones. Arce envió a Justo Milla al mando de 200 soldados a tomar Comayagua. Logró capturar a Herrera para enviarlo prisionero a Guatemala. Al ser capturado Herrera, Francisco Morazán intentó tomar fuerzas en Tegucigalpa. Estas tropas fueron derrotadas y Morazán fue capturado y trasladado a Tegucigalpa. Logró escapar y huyó a El Salvador, donde intentó asilarse en México. En su estadía, Mariano Vidaurre lo convenció de trasladarse a Nicaragua, en donde el Jefe de Estado Cleto Ordoñez le podría dar apoyo militar. Estando en la ciudad de León, Cleto Ordoñez le proporcionó armas y 135 soldados que se unirían a las tropas salvadoreñas del coronel Zepeda y un grupo de voluntarios provenientes de Choluteca.

El coronel Justo Milla salió al encuentro de las tropas de Morazán y fue derrotado en la celebre batalla de la Trinidad para luego marchar a Comayagua en donde dejaría establecido a Miguel Eusebio Bustamante como jefe de Estado. El decreto en que se eligieron los nuevos senadores y autoridades del Estado Federal creó descontento en todo el liberalismo y Francisco Morazán fue llamado a El Salvador para combatir contra las fuerzas federales en manos conservadoras.

Marzo de 1827 fue la fecha en que el ejército de El Salvador envió tropas rumbo a Guatemala a derrocar al gobierno de Arce. El 23 de Marzo las tropas salvadoreñas fueron derrotadas por las fuerzas federales comandadas por el propio presidente Arce. Al derrotar a las fuerzas salvadoreñas, el presidente Arce ordenó al general Manuel Arzú marchar con 2,000 soldados a tomar El Salvador. En abril de 1828 Morazán junto a soldados nicaragüenses, hondureños y salvadoreños marcharon hacia El Salvador a combatir a las fuerzas federales. El 6 de julio, en la hacienda Gualcho, derrotó a las fuerzas federales del coronel Vicente Domínguez. El 23 de octubre las tropas de Morazán entraron en San Salvador habiendo derrotado a las fuerzas federales. Luego, preparó la invasión para tomar la capital de Centroamérica.

El 12 de abril de 1829 Mariano Aycinena capituló como jefe de Estado de Guatemala. Al año siguiente Morazán fue electo presidente de los Estados Centroamericanos tomando posesión el 16 de Septiembre de 1830. Desde esa época, Morazán gobiernó intentando hacer reformas, luchando por cambiar las estructuras del régimen político que consideraba atrasadas.

Luchó contra la iglesia y por instaurar la educación laica. Desgraciadamente, el período de reformas de Morazán no pudo cimentar el Estado Centroamericano; al final, para poder crear el Estado Centroamericano, Morazán debió chocar no solo con la oligarquía conservadora, sino a la misma oligarquía liberal, y desgraciadamente no pudo completar la tarea histórica.

Las burguesías de cada Estado decidieron regresar cada quien a su propio feudo dejando como arengas anuales la difunta patria centroamericana: “mas allá del enfrentamiento de tales banderías políticas y de la más aparente que real disyuntiva presentada entre criollos y mestizos, está presente la contradicción entre el latifundio religioso aliado a la burocracia colonial y a la aristocracia terrateniente frente a los intereses de un nuevo sector de propietarios de tierras, que pugnaban por un nuevo reparto y mayores oportunidades productivas, junto a los cuales estaba el grupo de profesionales e intelectuales ilustrados receptores de la influencia de la Revolución Francesa y del liberalismo inglés.” (Ídem) 

Exilio y fusilamiento en Costa Rica

Derrotado por el general Carrera, Morazán abandonó El Salvador y fue a refugiarse a la población panameña de David (Chiriquí), que en esa época era parte de Colombia. El 13 de abril de 1842, las fuerzas de Morazán entraron en la ciudad de San José, Costa Rica, estableciendo un gobierno. Posteriormente, el 11 de septiembre de 1842 estalló en Alajuela un movimiento contrarrevolucionario contra el gobierno de Morazán, logrando derrocarlo y capturarlo. Morazán fue finalmente fusilado el 15 de septiembre de 1842

En su testamento Francisco Morazán escribió: “que mi amor a Centroamérica muere conmigo”. Pero pasados 170 años del asesinato de Morazán, desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) declaramos que el amor por Centroamérica subsiste todavía en toda una camada de revolucionarios que consideramos que la lucha por la unidad en Centroamérica, pasa en nuestro tiempo por la lucha contra la burguesía e imperialismo que nos han dividido y separado por más de 150 años.

Por Rolando Canizales Vijil

Resumen:
Generalmente cuando se habla de movimientos guerrilleros en Centroamérica se piensa al instante en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. A Honduras se le considera como un país que se mantuvo al margen de los sangrientos conflictos de la década de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, es necesario aclarar que esto sólo es cierto hasta cierto punto. En Honduras –tal vez no en el mismo grado que en los países vecinos hay que aceptarlo –también se produjeron manifestaciones de violencia política. Por otro lado, son pocos los que han dado importancia a explicar las causas que determinaron una relativa estabilidad política en Honduras durante el período en referencia.
Aún con todas las falencias de las organizaciones guerrilleras hondureñas, no se debe soslayar el hecho de la existencia de las mismas en una sociedad cuyos sectores sociales dominantes intentaban proyectar una imagen de “oasis de paz”, en medio de toda una región sumergida en la guerra. Este es el caso de una de esas organizaciones, que llevó a cabo una serie de acciones dirigidas a poner de relieve las contradicciones sociales que prevalecían –y prevalecen –en Honduras.
1. Naturaleza de los Movimientos Guerrilleros Revolucionarios
Entenderemos por movimientos guerrilleros revolucionarios aquellas organizaciones político-militares que pretenden generar, mediante actos de violencia, un clima de agitación política de tal forma que se den las condiciones adecuadas para la insurrección de los sectores sociales dominados. Son guerrilleros porque emplean la modalidad de combate conocida como guerra de guerrillas que significa “la guerra del débil contra el fuerte –una campaña de hostigamiento y agotamiento emprendida por unas fuerzas inferiores, deficientemente equipadas, contra los ejércitos convencionales” (Moss, 1973. p. 21). La guerra de guerrillas significa el empleo de estrategias y tácticas distintas a las de un cuerpo armado regular. Por ejemplo: evitar choques frontales con el enemigo, máxima movilidad, pequeños grupos de combate, etc.
El ámbito geográfico de los movimientos guerrilleros puede ser tanto el área rural como el área urbana. En el primer caso, el conocido guerrillero Ernesto Guevara de la Serna expuso que “La lucha guerrillera…es una lucha lenta, donde las batallas se suceden con una secuencia también muy lenta, donde las dificultades mayores no son la acción directa del enemigo si no la lucha contra la inclemencia del clima, contra la falta de provisiones, contra la falta de medicamentos” (1). No obstante el área rural ofrece algunas ventajas a la lucha guerrillera como la utilización misma de la geografía para evadir a las fuerzas enemigas y hasta atacarlas.
El terreno de la ciudad presenta también obstáculos a los combatientes guerrilleros. Usualmente las poblaciones de gran tamaño también concentran una mayor densidad de efectivos de los cuerpos armados represores estatales y paramilitares. La unidad organizativa que caracteriza a un movimiento guerrillero en la zona urbana es la célula, compuesta por un reducido número de personas, que raras veces sobrepasa el número de diez. Cada célula actúa con relativa independencia, debido a la necesidad de guardar el máximo grado de clandestinidad. Como dijera un estudioso del tema: “la compartimentalización son al guerrillero urbano lo que un campamento secreto en la jungla a su contrapartida rural. No necesita saber más de lo necesario…, no conoce más lugares de los necesarios para sus operaciones, no sabe más nombres que lo necesarios, incluso de sus camaradas” (2).
Desde el punto de vista político, los movimientos guerrilleros revolucionarios se proponen una transformación radical de la sociedad. Para ello cuentan con incorporar a los segmentos dominados de la población. El movimiento guerrillero revolucionario es, por tanto, una organización político-militar. En 1980 el Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (MPL-C) daba por sentado que su estrategia se dividía en “dos líneas que actúan interdependientemente”: línea política de masas y línea militar de masas (3). La primera consistía en “la constitución de la fuerza revolucionaria para la toma del poder” a través de “la activación y movimiento de amplias mayorías del pueblo, o sea de clases y capas sociales alrededor de la clase obrera como eje histórico” (4). Esto se lograba, según el documento del MPL-C, desnudando las injusticias sociales y realizando una constante labor de agitación política en el seno de las masas (5).
La línea militar de masas era en esencia la actividad militar encaminada a lograr “la incorporación del movimiento popular a las acciones y tareas de la lucha armada” que daría lugar a la formación de un “Ejército Popular de Liberación” y de esa forma “quebrar el poderío militar del enemigo” (6).
La estrategia político-militar del MPL-C coincide con la propuesta de la mayoría de movimientos guerrilleros revolucionarios de Latinoamérica. Esta estrategia y los objetivos políticos trazados los diferencia enormemente de los grupos armados que emplean tácticas guerrilleras, pero con fines políticos totalmente distintos. Para el caso, no es muy dada una comparación entre los movimientos guerrilleros de los años ochenta y grupos armados de finales del siglo XIX y principios del XX que, aunque hayan protagonizado combates con características de luchas guerrilleras, vistas desde la perspectiva táctico-militar claro está; sus objetivos políticos y razones de existencia difieren históricamente de los que explican a los movimientos guerrilleros de fechas más contemporáneas (7).
2. Las Raíces Históricas de los Movimientos Guerrilleros de la Década de los Ochenta: Violencia Política, Reformismo y Movimiento Popular en la Historia de Honduras (1921-1978)
Entender el origen de los movimientos guerrilleros revolucionarios de los años ochenta nos remite a comprender la historia de lo que ha sido el movimiento obrero y campesino en Honduras y la influencia de la ideología marxista, debido a que dichas organizaciones político-militares se originan al interior de órganos políticos que se autoproclaman marxistas y que llevan a cabo cierta agitación política entre sindicatos, asociaciones campesinas, organizaciones estudiantiles y gremiales, etc.
En Honduras las primeras organizaciones de tipo gremial y artesanal surgen desde inicios del siglo XX. Las primeras huelgas se producen en el enclave minero, establecido desde finales del siglo XIX al amparo de las políticas de apertura de puertas a la inversión extranjera que fue promovida por el gobierno de Marco Aurelio Soto (1876-1883). Luego, con el desplazamiento del polo de desarrollo capitalista hacia la costa norte, gracias al afianzamiento del enclave bananero, las incipientes manifestaciones de protesta social se ubican en esta región (8).
En la zona central de Honduras, también existieron manifestaciones de rechazo al estado liberal concesionario, especialmente provenientes de una clase intelectual que rechazaba las consecuencias de la Reforma Liberal. (Barahona, 2005. p. 80). Eran los intelectuales que veían con preocupación la pérdida de la soberanía nacional ante el poderío económico de los Estados Unidos, en particular por la soberbia de sus agentes de penetración económica como lo eran las empresas transnacionales del enclave bananero y minero.
Los más conocidos representantes de esa intelectualidad de la década de los veinte, con un discurso nacionalista y, por ende, antiimperialista, fueron Froilán Turcios y Alfonso Guillén Zelaya (9). Este último en 1944 dijo que “generalmente se ha dado a los guerrilleros el sobrenombre de bandidos o cuando menos de aventureros. Pero estos bandidos llenan la historia y la iluminan con el eterno resplandor de su heroísmo y de su culto, algunas veces contradictorio, pero siempre sincero por la libertad y la justicia” (Guillén, 2000. p. 203). Según algunos autores, las ideas del sector más progresista de esta generación de intelectuales centroamericanos de las décadas de 1920 y 1930, se fusionarían con las ideas marxistas para inspirar a los distintos movimientos revolucionarios de Centroamérica de las décadas posteriores (Casús y García, 2005. p. 296).
El gobierno dictatorial de Tiburcio Carías Andino (1933-1949) significó un período adverso para el desarrollo de la protesta social. En las postrimerías de la dictadura cariísta, grupos radicalizados del Partido Revolucionario Democrático Hondureño (PRDH) de inspiración socialdemócrata, hacían llamados para derrocarla por medio de un “movimiento armado” (10). Algunos de estos grupos pasarían a reorganizar el Partido Comunista de Honduras (PCH) a inicios de 1954 ante la marcada tendencia política moderada del PRDH (11).
La huelga general de los trabajadores hondureños en 1954 puso de relieve, para los sectores dominantes, la existencia de un actor social, marginado, ignorado y reprimido desde finales del siglo XIX: la clase trabajadora. Paralelamente a este reconocimiento se produce una importante campaña de adoctrinamiento anticomunista que en el plano sindical se refleja con la participación de organizaciones sindicales representativas del llamado “sindicalismo libre y democrático” (12) en el proceso de organización y consolidación del sindicalismo y del movimiento campesino en Honduras, desde la década de los 50 hasta la década de los ochenta.
Así se explica que las principales organizaciones del sindicalismo y campesinado hondureño, que se conforman inicialmente entre las décadas de los 50 y 60 se inscriban dentro de tendencias marcadamente anticomunistas: el Sindicato de Trabajadores de la Tela Railroad Company (SITRATERCO), la Federación Central de Sindicatos de Trabajadores Libres de Honduras (FECESITLIH), la Federación Sindical de Trabajadores Nacionales de Honduras (FESITRANH) y la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH).
En el contexto social del represivo gobierno del coronel Oswaldo López Arellano (1963-1971), se produce un intento para organizar movimientos armados y derrocar su gobierno.
Miembros del Partido Comunista de Honduras (PCH), reorganizado en 1954, patrocinan el asentamiento de un grupo guerrillero en las montañas próximas a El Progreso, Yoro, entre finales de 1963 e inicios de 1964.
El grupo fue denominado como Frente de Acción Popular (FAP) el cual entabló relaciones con otros grupos armados opositores del Partido Liberal (13)–que también fue víctima de la represión de las Fuerzas Armadas. De acuerdo a lo expresado por Mario Berríos, estos conatos de insurrección “no tenían el liderazgo, la disciplina de ejército clandestino ni la logística apropiada para conducir operaciones insurgentes de gran envergadura” (14).
De igual forma la Central de Inteligencia Americana (CIA) no lo consideraba un problema de gran magnitud. El órgano de inteligencia de los Estados Unidos opinaba para el año de 1964 que “en el corto plazo, la única amenaza al régimen militar en Honduras sería una desavenencia entre sus líderes…Aislados actos terroristas ciertamente continuarán, pero, a menos y hasta que los comunistas y pro-castristas mejoren sus capacidades para la subversión y obtengan la cooperación de los Liberales depuestos y de otros grupos políticos, el régimen puede manejar cualquier amenaza subversiva que ellos traten de montar” (15).
La CIA contabilizaba las fuerzas del PCH, poco antes del golpe de 1963, en unos 2 mil miembros “incluyendo alrededor de mil jóvenes de la Juventud Comunista (JC). De estos sólo unos 250 podían haberse considerado parte del núcleo principal. En adición habían algunos 3 mil simpatizantes” (16). A pesar de esta fuerza de militantes, que señalaba la CIA, factores de carácter interno como las constantes divisiones internas impedían que el PCH se convirtiera en un peligro a la estabilidad del sistema político y económico.
La CIA consideraba que todo eso se agravaba por la debilidad teórica de los militantes del PCH e incluso aseguraba que “no ha sido un partido revolucionario, habiendo evitado la subversión u otra acción provocativa con el fin de obtener un grado de tolerancia bajo (el gobierno de Ramón) Villeda”. No obstante todo lo anterior, tomando en cuenta la presencia en Honduras de los males sociales característicos de los países que experimentaban procesos de lucha revolucionaria, la CIA concluía que a largo plazo el PCH si podía representar una amenaza a tener muy en cuenta, especialmente cuando su sector más radical, compuesto por jóvenes de la JC, clamaban por el paso a formas de lucha más violentas. A esto se añadía un gradual mejoramiento de la calidad de los cuadros políticos con el “envío a Cuba, en los pasados dos años de algo más de un centenar de hondureños, algunos de los cuales recibieron entrenamiento guerrillero allí” (17).
El 30 de abril de 1965 el grupo guerrillero del PCH que operaban en las montañas de la Comunidad de El Jute, jurisdicción de El Progreso, Yoro recibió un golpe fatal cuando una patrulla del ejército sorprendió a siete guerrilleros desarmados y los asesinó, incluyendo al dirigente campesino Lorenzo Zelaya, uno de los fundadores de la Federación Nacional de Campesinos de Honduras (FENACH) en 1962 (18).
De la experiencia de El Jute, el PCH tendría una de sus primeras escisiones: el grupo que había apoyado el establecimiento de la guerrilla en las montañas decide formar otro partido conocido como Partido Comunista Marxista Leninista de Honduras (PCMLH) (19).
Según el historiador Darío Euraque, a mediados de la década de los sesenta, específicamente a partir de 1966 –o sea al año siguiente de los sucesos de El Jute –se reactiva un beligerante movimiento campesino con lo que la sociedad rural comienza a presentar síntomas de una polarización social parecida a la de El Salvador, Guatemala y Nicaragua (20). La referida polarización, nos explica el citado autor, es producto del desarrollo del capitalismo en el país que se refleja en la diversificación de la producción y la aparición de una burguesía rural, sobre todo en la zona sur gracias al cultivo del algodón (21). Todo esto permite comprender como surge la alianza entre las organizaciones de trabajadores y algunos sectores progresistas de la naciente burguesía industrial de San Pedro Sula para oponerse al gobierno de Oswaldo López Arellano, a finales de la década de los sesenta. A su vez nos conduce a traer a colación un fenómeno crucial para dilucidar las causas explicativas de la relativa estabilidad política de la década de los ochenta en Honduras, y el poco éxito en cuanto a la adhesión de las masas que experimentan los movimientos guerrilleros revolucionarios. Estamos hablando del reformismo militar que tiene su mayor expresión en el segundo gobierno de Oswaldo López Arellano (diciembre 4 1972-abril 22 1975), luego del breve interregno del gobierno civil de Ramón E. Cruz (junio 6 de 1971-diciembre 4 1972).
¿Cuál es el papel que juega el reformismo militar en atenuar las contradicciones sociales que presenta la sociedad hondureña, principalmente en lo referente a la tenencia de la tierra? Es obvio, que el reformismo con sus medidas de repartición de tierras incultas (Decreto No. 8 y Ley de Reforma Agraria) genera enormes expectativas entre el campesinado hondureño. Por otra parte, no observamos en los países vecinos procesos similares de reforma durante el mismo período. Para 1973, el gobernante militar explicaba la necesidad del reformismo, porque de lo contrario “la situación degeneraría en violencia”, y le planteaba a los empresarios si querían “una revolución pacífica” o una revolución violenta” (22).
La situación no era para menos. En el breve período de Ramón E. Cruz, la beligerancia del movimiento campesino había aumentado, lo que unido a la política conservadora de este gobierno produjo el 18 de febrero de 197 la masacre de campesinos en la aldea La Talanquera, jurisdicción de Olancho, donde efectivos del Cuerpo Especial de Seguridad (CES), asesinaron a seis personas que reclamaban tierras a un terrateniente de la zona (23). Unos días después, el representante de la Iglesia Católica de Olancho, Monseñor Nicolás D’Antonio, informó que el 26 de febrero en Juticalpa “cuatro bombas de dinamita estallaron…siendo colocados los explosivos en las calles cercanas de las residencias de los ganaderos en conflicto” (24). La autoría de estos hechos nunca fue esclarecida.
En el marco del reformismo, también sobresale un apoyo más abierto de la Iglesia Católica a la organización de los campesinos. La institución religiosa desde principios de la década de los sesenta realizaba un trabajo de educación popular con las “Escuela Radiofónicas” y los “Celebradores de la Palabra” en la zona sur (Richard y Meléndez, 1982. pp. 325-326). En la plenitud del reformismo militar hondureño (año 1973) el padre jesuita Guadalupe Carney, luego de convivir entre los campesinos del departamento de Yoro, se sentía profundamente impactado con el golpe militar derechista que en el mes de septiembre había derrocado el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. Este hecho, según su sentir, le hizo dar “el salto más grande, un salto cualitativo, en mi metamorfosis…ya dudé seriamente que los métodos no violentos de Gandhi, de pacifismo, de resistencia activa, de desobediencia civil, de manifestaciones pacíficas podían cambiar el sistema capitalista y liberar a un país del imperialismo…al fin me convencí de que sólo hay un camino para hacer en un país dependiente una verdadera revolución de liberación del capitalismo e imperialismo: la vía armada” (25). En julio de 1983, Guadalupe Carney perdería la vida al formar parte de una columna guerrillera del Partido Revolucionario Centroamericanista de Honduras (PRTCH), que en las montañas de Olancho fue aniquilada por el ejército.
En el contexto de la protesta social de la década de los setenta destacaba también la actividad de los estudiantes de secundaria, organizados principalmente alrededor de dos organismos: la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (FESE), fundada en 1970; y, los Comités de Lucha de Estudiantes de Secundaria (CLES), fundados pocos años después de la FESE. Ambas organizaciones tenían claras influencias de las dos tendencias principales de la izquierda: el PCH y el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCMLH), este último de tendencia maoísta (Rodríguez, 2005. p. 110. y Barahona, Op. Cit. p. 216). Los estudiantes se convertirán en un soporte fundamental para los movimientos guerrilleros de los años ochenta. En el seno de la UNAH, aparecerán con especial fuerza personas que promueven ideas de lucha armada para derrocar al orden social dominante.
En 1974, al año siguiente de que el sacerdote Carney concluyera que el recurso armado era la única opción para lograr el cambio, el reformismo militar en Honduras daba muestras de vacilaciones ante la oposición de los sectores más conservadores de la élite terrateniente y el capital extranjero (Arancibia, 1994. p. 81). Generalmente se considera que el reformismo militar llega a su fin cuando Oswaldo López Arellano es depuesto de la jefatura del Estado, el 22 de abril de 1975. Hay otros que matizan este hecho, especificando que el reformismo militar llega a su fin a partir del año 1977, con una serie de hechos represivos realizados por el gobierno de Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978) que golpean a sindicatos y organizaciones campesinas (26). Lo cierto es que el proyecto reformista no fue abandonado abruptamente por los militares, y menos a nivel de discurso político. El verdadero proceso de abandono del reformismo, a mi parecer, inicia a finales de los años setenta con el gobierno del triunvirato militar (1978-1980), compuesto por Policarpo Paz García, Domingo Alvarez Cruz y Amílcar Zelaya Rodríguez. Ya con Gustavo Álvarez Martínez vemos el corolario del triunfo de una política mucho más conservadora en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la legislación de la Reforma Agraria se mantuvo incluso toda la década de los ochenta. La ley de Reforma Agraria del gobierno reformista sólo fue neutralizada hasta 1992 con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola. Esa desarticulación del reformismo, que se hizo de manera gradual, acompañada de la “contrarreforma” que trasladó a grandes contingentes de población a zonas despobladas del Valle del Aguán en el gobierno de Melgar Castro (27) mantuvo vivas las expectativas de la población campesina sobre la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra pues la repartición, si bien es cierto se hizo mucho más lenta, no se detuvo totalmente. Es, por tanto, otro factor a tener muy en cuenta al momento de explicar por que en Honduras existió una relativa estabilidad política y porque el campesino hondureño no apoyó significativamente los movimientos guerrilleros revolucionarios.
3. Orígenes del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1979-1981)
Sólo resta agregar, para poder entender del todo el proceso social que da origen a los movimientos guerrilleros hondureños, la influencia que indudablemente ejerció la revolución sandinista, cuyo acceso al poder se verifica el 19 de julio de 1979, y la agudización de la guerra de liberación emprendida por los movimientos guerrilleros de El Salvador (28). Los sucesos de los países vecinos, como ha sido norma en el devenir histórico de Honduras, determinan con especial fuerza el curso de su historia.
Al interior del PCH ya eran evidentes profundas contradicciones entre un sector que consideraba apropiado el inicio de una lucha armada para derrocar a las tradicionales clases dominantes y aquellos que todavía consideraban prudente esperar para iniciar una lucha de ese tipo. Un ex miembro del PCH como Tomás Nativí Gálvez exponía, en 1981, que era necesario que las masas respondieran a la violencia gubernamental con un derecho legítimo e irrenunciable: “la violencia popular” (Nativí Gálvez, Tegucigalpa. 2004. p. 44). De manera autocrítica el dirigente del PCH, Rigobierto Padilla Rush, señalaba que al momento del triunfo de la revolución sandinista “nuestro partido seguía atrapado en la telaraña creada por nuestra propia estrategia de acumulación de fuerzas…acumulando fuerzas para construir ese bloque social nos pasamos los años…De alguna manera estábamos frenando el proceso revolucionario; se imponía entonces una solución que era más dramática y radical: irse a las armas” (29).
Tomás Nativí y Fidel Martínez, ambos líderes muy reconocidos, abandonan formalmente las filas del PCH entre finales de 1979 y principios de 1980. El primero dará vida a la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP), el segundo a la organización que es objeto de la presente reseña: el Movimiento Popular de Liberación Cinchonero (MPL-C) (30). Fidel Martínez era un ingeniero agrónomo graduado en el Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico, de la ciudad de La Ceiba. Mario Berríos nos dice que el MPL-C fue fundado el 7 de septiembre de 1979 (31), o sea a poco menos de dos meses de haberse dado el triunfo de los sandinistas. Recibe su nombre en honor al rebelde olanchano Serapio Romero, más conocido como “Cinchonero”, que en 1868 dirigió una rebelión contra el gobierno de José María Medina (1864-1872). Romero atacó haciendas y casas de las familias más poderosas de la cabecera departamental de Olancho, en lo que fue calificado por una historiadora como el motín “producto del odio hacia los ricos de Juticalpa” (Martínez, 2002. p. 112).
El MPL-C no sería la única organización guerrillera, ya que por esas mismas fechas surgen también las Fuerzas Populares Revolucionarias “Lorenzo Zelaya” (FPR-LZ), el Frente Morazanista para la Liberación de Honduras (FMLH), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTCH) y, un poco más tarde, el Frente Patriótico Morazanista (FPM). Estos son los grupos que hasta el momento se han identificado como resultado de la presente investigación.
Ya se explicó brevemente lo que era la línea política de masas y la línea política militar del MPL-C. Solamente agregaremos que el surgimiento estuvo marcado por un elemento muy particular del contexto de la sociedad hondureña: la transición a gobiernos, nominalmente civiles, pero en los hechos fuertemente supeditados a ciertos intereses del militarismo derechista. Los primeros documentos del MPL-C critican los procesos electorales que comenzaron el 20 de abril de 1980 con la elección de diputados a una Asamblea Constituyente. Por ejemplo, en documento que explica los fundamentos de su línea política dice:
“Indudablemente la burguesía tiene todavía un arsenal de palabras seductoras para atraer electoralmente, pero ni una posibilidad puede exhibir ya para solucionar los problemas que se le vienen con el flujo popular; de ahí planteos de elecciones “participativas” (que) pueden servirle de cartel temporal para un juego de oposición mediatizada y de utensilio de soborno a la izquierda tradicional, pero más temprano que tarde los revolucionarios legítimos tendremos que realizar nuestra labor en condiciones en la que tendrá primacía la ilegalidad sobre las formas legales de actividad revolucionaria” (32).
Las elecciones de 1980 estuvieron marcadas por la represión del ejército que llevó a cabo una serie de patrullajes en las ciudades y detenciones de miembros del Frente Patriótico Hondureño (FPH), que era una coalición de varios grupos de izquierda y organizaciones gremiales que pretendió sin éxito alguno participar en el proceso electoral (33). Unos meses antes los miembros del FPH decían que “no serán partidarios de la guerra, la anarquía o el terrorismo. Es a quienes dirigen el Estado y a sus voceros a los que corresponde la tarea de concretar iniciativas históricamente posibles para superar este momento difícil en un clima de paz y tranquilidad. Si las puertas para el que se expresa continúan cerradas, el pueblo habrá adquirido el derecho a la insurrección” (34). El 17 de abril, a tres días de las elecciones se había producido el frustrado secuestro de Arnold Quiroz, gerente en Honduras de la transnacional del petróleo TEXACO (35). Por ese hecho fue capturado José María Reyes Mata, miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H), quien unos años después, en julio de 1983, penetraría al mando de una columna guerrillera de aproximadamente 90 hombres (36). La mayoría de estos fueron muertos por tropas del ejército.
Una de las primeras acciones del MPL-C, registrada en los medios de comunicación principales, fue la detonación el 26 de enero de 1981 de dos bombas de propaganda (37) en el Parque La Libertad y el Mercado San Isidro de Comayagüela. El mensaje de las hojas volantes esparcidas por los artefactos condenaba la cooperación de los ejércitos de Guatemala, El Salvador, Estados Unidos y Honduras para combatir al FMLN en El Salvador (38). A través del mensaje, se puede también percibir cómo influía en sobremanera a los movimientos guerrilleros hondureños el desarrollo de la lucha guerrillera en el país vecino. El identificarse constantemente con la causa de los guerrilleros salvadoreños será un rasgo del MPL-C en sus primeros años.
Precisamente, la siguiente acción, de mayor envergadura, que acaparó la atención nacional e internacional estuvo vinculada con el movimiento guerrillero salvadoreño (39).
El 27 de marzo de 1981 El Comando “Lempira” del MPL-C secuestra en pleno vuelo un avión de la empresa hondureña Servicios Aéreos de Honduras S.A. (SAHSA), cuyo destino final era New Orleáns, habiendo partido del aeropuerto de Tegucigalpa. La aeronave es llevada al aeropuerto “Augusto César Sandino” de Managua. Las peticiones de los secuestradores consisten principalmente en la liberación de dirigentes del FMLN capturados en territorio hondureño, entre los que destaca Facundo Guardado (40). También reprueban el intervencionismo del ejército hondureño en Nicaragua y El Salvador que busca –según el comunicado de los guerrilleros –preparar el terreno para una invasión al primero e impedir el triunfo de la revolución en el segundo (41).
Hay que aclarar que no todas las solicitudes tenían que ver con la problemática regional. Además protestaron por la amenaza a muerte que pendía sobre varios dirigentes populares y políticos hondureños de parte de los escuadrones de la muerte (42). Algunos de los que aparecieron en esa lista proporcionada por los militantes del MPL-C, fueron víctimas de los escuadrones de la muerte en los meses y años siguientes: Tomás Nativí, Fidel Martínez (ambos el 11 de junio de 1981), Dagoberto Padilla (29 de marzo de 1982), Héctor Hernández (24 de diciembre de 1982) y Rolando Vindel (18 de marzo de 1984). Los guerrilleros incluyeron demandas de cese a la represión a dirigentes populares y miembros de la Iglesia Católica de Santa Rosa de Copán, así como atender la demanda de padres, maestros y estudiantes que en esos días exigían la oficialización de 20 colegios de secundaria (43).
El 28 de marzo con la intercesión del presidente de Panamá, se produce un acuerdo. Las autoridades hondureñas, que habían negado hasta entonces tener a los prisioneros reclamados, aceptan liberarlos.
Los guerrilleros mientras tanto parten rumbo a La Habana, con escala en Panamá (44). En apariencia, el éxito coronó la misión de los “Cinchoneros” pues los prisioneros salvadoreños son liberados.
Sin embargo, la respuesta de los cuerpos represores no se hizo esperar. El 11 de junio de 1981 el fundador del MPL-C es asesinado en una vivienda de la capitalina colonia El Hogar. Según el testimonio de los testigos, Fidel Martínez es asesinado por hombres encapuchados que luego cubren su cuerpo con sábanas y lo trasladan a un lugar que hasta el día de hoy es desconocido (45). Junto a él, también es víctima Tomás Nativí Gálvez, líder de la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP). Un viejo miembro del MPL-C asegura que la pérdida de Fidel Martínez fue decisiva para que la organización político-militar experimentara un vacío de liderazgo, lo que a finales de la década de los ochenta produjo conflictos, que en algunos casos llegaron a traducirse en luchas internas y hechos violentos que afectaron a los mismos miembros del MPL-C (46).
De esa forma, el MPL-C, con una valiosa pérdida en sus órganos de dirección, tiene que enfrentar al año siguiente (1982) el ascenso de un gobierno civil conducido por el liberal Roberto Suazo Córdova, que va de la mano con la agudización de la trágica Doctrina de Seguridad Nacional. Las Fuerzas Armadas culminan lo que algunos llaman un proceso de derechización –y otros de ultraderechización (47) –gracias al nombramiento de Gustavo Álvarez Martínez como jefe de la institución castrense.
4. La Guerra de Liberación que no se Materializa en Honduras y el Declive del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1982-1990)
A mediados de septiembre de 1982 una noticia le da la vuelta al mundo. El 17 de ese mes, mientras miembros connotados de la clase empresarial del país y altos funcionarios del gobierno se reunían en la sede de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), en la norteña ciudad de San Pedro Sula, para discutir políticas económicas, doce guerrilleros pertenecientes al comando “Patria o Muerte” se toman el edificio, poniendo bajo condición de rehenes a las más de 100 personas que se encontraban reunidas allí (48) . El MPL-C daba a conocer sus demandas de libertad para varios presos políticos, entre ellos Tomás Nativí y Fidel Martínez; el rechazo a la presencia de tropas y asesores militares extranjeros en el país y la derogación de un decreto aprobado meses antes en el Congreso Nacional que penalizaba las protestas sociales (Cáliz, 1985. pp. 327-330) (49). En los primeros días se suceden intermitentes tiroteos entre los guerrilleros y las fuerzas de seguridad del Estado que permanecen a la expectativa en las afueras de la CCIC, esto como parte de la guerra psicológica que se inicia para provocar el cansancio en los secuestradores (50).
Como parte de ese hostigamiento, las autoridades del gobierno, apoyadas por el sindicalismo “democrático”, organizaron el 21 de septiembre en San Pedro Sula una multitudinaria manifestación pública para condenar la toma de la CCIC. Los mensajes de las pancartas que portaron los manifestantes eran del siguiente tipo: “Terroristas a fregar a su tierra”, “Gobierno, Pueblo y Ejército estamos unidos para combatir el terrorismo”, “Comunismo no, viva la democracia” (51). Entre las organizaciones que participaron estaban: el SITRATERCO, la Asociación de Empleados Públicos de Honduras (ANDEPH), el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD) y la FECESITLIH. El presidente Roberto Suazo Córdova también se hizo presente en la movilización anticomunista (52).
Luego de casi ocho días de intensas negociaciones, los integrantes del Comando “Patria o Muerte” liberan a los últimos rehenes y toman un avión rumbo a La Habana, nuevamente gracias a los buenos oficios interpuestos por el gobierno panameño. No consiguen que el gobierno cumpla con sus peticiones. No obstante, la acción tiene una publicidad tal que desvirtúa momentáneamente la imagen de “oasis de paz” que las élites hondureñas intentan difundir a nivel nacional e internacional.
Durante los años 1983 y 1984, las actividades más notables del MPL-C se reducen a atentados dinamiteros contra objetivos políticos varios en las principales ciudades de la costa Norte y en Tegucigalpa. Algunos de esos hechos, reivindicados plenamente por el MPL-C, aparecen en el cuadro anexo. Los atentados dinamiteros responden básicamente a dos coyunturas del movimiento guerrillero y popular. Los atentados de agosto-septiembre de 1983 es producto de las acciones tendientes a distraer a las fuerzas militares que estaban concentradas en destruir la columna guerrillera del PRTCH en la zona selvática del departamento de Olancho. Las acciones del MPL-C de dichos meses se inscribían en el marco de colaboración y unidad de los movimientos guerrilleros hondureños, conocido como Dirección Nacional Unitaria (DNU) (Rodríguez, Op. Cit. p. 174).
A principios de 1984 se produce la reactivación del movimiento popular (53). En el mes de marzo de 1984 los trabajadores del sindicato de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) llevaron a cabo manifestaciones que provocaron centenares de detenciones en protesta por la desaparición del presidente de la organización, Rolando Vindel, acontecida el 18 de marzo (54). Todavía los historiadores y analistas políticos no han considerado el peso que tuvieron estos hechos en la caída de Álvarez Martínez el 31 de marzo de 1984.
A finales de 1985 el MPL-C se propone establecer una guerrilla en el área rural. Varios campamentos son establecidos por esas fechas, en las montañas de la sierra Nombre de Dios, que señalan los límites de los departamentos de Yoro y Atlántida, esto según el testimonio de un ex miembro de la organización (55). En los primeros días del mes de marzo del año siguiente (1986), un campesino informa a las autoridades de La Ceiba de la presencia de extraños grupos de hombres armados. Enseguida, la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP), sin especificar el día exacto, informó de un enfrentamiento con guerrilleros que dejó como saldo la muerte de un efectivo y dos policías heridos (56). Por su parte, el entrevistado asegura que ellos sufrieron la muerte de un compañero (57).
A pesar de que ha sido identificada la zona de operación del MPL-C, se continúan con los preparativos para dar vida a un guerrilla en las montañas de Nombre de Dios. Entre junio y julio de 1986 se envía un nuevo contingente. Con esto el grupo que permanece “enmontañado” alcanza el número de doce (58). El 11 de octubre un nuevo enfrentamiento se produce entre militares y guerrilleros, cerca de la aldea de Yaruca, a 35 kilómetros de La Ceiba, departamento de Atlántida. Dos guerrilleros y un soldado pierden la vida (59). En los siguientes días, el ejército despliega un cerco militar que cubre toda el área entre La Ceiba y la ciudad de Tela. Con la colaboración de Pablo García Flores, desertor de la columna guerrillera, el ejército ubica unos siete campamentos del MPL-C después de un mes de búsqueda (60). En ese mismo período mueren por lo menos tres guerrilleros y un soldado más en combates intermitentes (61). Asimismo la policía asesina a Hermes Aguilar, dirigente campesino, por considerarlo colaborador de la guerrilla (62).
Al final, según nos cuenta el entrevistado, lograron salir de las montañas para dirigirse a la ciudad de San Pedro Sula. Sin embargo, el 24 de noviembre el grupo guerrillero, que se ha reducido a 5 personas, es interceptado por una patrulla de policías y un nuevo enfrentamiento se produce en el centro urbano. El resultado: tres policías son heridos, dos de ellos de suma gravedad, pero los militantes del MPL-C logran escapar (63).
El 22 de julio de 1989 –casi tres años después de lo hechos narrados –en represalia por su traición, Pablo García Flores, el desertor de la columna, es asesinado por un comando del MPL-C en la comunidad Campo Caimito, a 15 kilómetros al norte de La Lima, Cortés (64).
Otro hecho importante a resaltar en la década de los ochenta y que tuvo como protagonistas a miembros del MPL-C fue el asesinato del ex jefe de las Fuerzas Armadas y uno de los principales promotores de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Gustavo Álvarez Martínez. El 25 de enero de 1989 fue emboscado en la colonia Florencia Norte de Tegucigalpa (65). El comunicado del MPL-C expuso que cumplía con un “deber revolucionario” al darle muerte a través de la operación “Mártires de la Revolución Hondureña”, ejecutada por el Comando “Lempira” (66).
Sobre la autoría de la muerte de Álvarez Martínez se han tejido una serie de conjeturas. Algunos, como el escritor y ex miembro del PCH Longino Becerra, ponen en duda que haya sido el MPL-C el ejecutor y considera a miembros de las mismas Fuerzas Armadas y de los grupos dominantes como los culpables del hecho, debido a la antipatía que se ganó Álvarez por su autoritarismo mientras fue jefe de las Fuerzas Armadas y también por presuntas intenciones de revelar interioridades sobre la política represiva del Estado (Becerra, Op. Cit. pp. 266-271), cosa que personalmente dudamos pues hasta el momento no se han encontrado pruebas que sostengan la posible revelación por parte del asesinado de secretos del cuerpo armado.

A nuestro juicio, es mucho más objetivo, ver en el asesinato de Álvarez Martínez, la complacencia de algunos elementos de las Fuerzas Armadas para con la acción del MPL-C. Porque sin lugar a dudas, se había ganado muchas enemistades entre los militares. Por tanto, los ejecutores directos fueron miembros del MPL-C cuya operación no fue aparentemente obstaculizada por un sector del ejército. Esto es apoyado en testimonios de antiguos miembros de la organización y la reciente publicación de Mario Berríos, obra basada en archivos policiales y experiencias propias del autor (67). (Berríos, Op. Cit. pp. 203-204). Asimismo por la actividad de los grupos paramilitares derechistas de los meses siguientes, es de suponer que ciertos sectores de derecha no recibieron con agrado el asesinato de una de sus personalidades. Una semana después del 25 de enero, las instalaciones de Radio América son ametralladas. Esta radioemisora fue de las pocas que difundió con amplitud el comunicado del MPL-C (68). El día anterior la casa del principal defensor de los derechos humanos para la época, Ramón Custodio, también había sido ametrallada (69). Unos meses después, el 4 de julio, es asesinado el dirigente estudiantil Edgardo Herrera en San Pedro Sula y el 6 del mismo es asesinado el dirigente sindical Salomón Vallecillos. Este último era presidente del Sindicato de Trabajadores de la Tabacalera Hondureña (SITRATAH) (70).
Para concluir con la breve reseña que se ha hecho del MPL-C, es necesario advertir que para principios de los noventa, en el contexto de la desintegración del bloque socialista, la ya visible derrota de la Revolución Sandinista y las discusiones al interior de la guerrilla salvadoreña para acceder a las negociaciones de paz, se podría creer equivocadamente que el MPL-C ya estaba desintegrado, luego de los intentos frustrados de constituir una guerrilla rural y de profundas divisiones entre el grupo de los que se mantenían exiliados en Nicaragua y los que permanecían en territorio hondureño (71). Sin embargo, todavía el MPL-C intenta hacer, con trágicos resultados, una de sus últimas actividades.
Nos referimos al asalto del 15 de agosto de 1990 a una agencia bancaria de la comunidad de El Zamorano, distante 32 kilómetros al oriente de la ciudad capital. Por los relatos de los testigos, en esa oportunidad, la policía y fuerzas militares prepararon con antelación una emboscada al grupo guerrillero, seguramente enterados de la operación por algún agente policial infiltrado (72). No obstante, lo que en apariencia sería una tarea fácil para el ejército, apoyado hasta por un helicóptero, se convirtió en un sangriento enfrentamiento que dejó un civil, seis guerrilleros y cinco agentes de seguridad muertos, entre ellos un miembro de las Fuerzas Especiales (73). Con doce muertos en total fue considerado como “el más sangriento asalto bancario en la historia de Honduras” (74).
Lo que siguió a los hechos de El Zamorano fue una descomposición de la organización que tendría como efecto la sucesión de hechos calificados por el entrevistado como “vergonzosos”, que dejaron mal parado al MPL-C ante la población hondureña (75). Las rencillas personales entre los dirigentes adquirieron tintes extremadamente violentos. Muestra de ello es que el 26 de mayo de 1991, Roger Eludín Gutiérrez, uno de los dirigentes del MPL-C, es tiroteado y gravemente herido en San Pedro Sula por guerrilleros supuestamente pertenecientes a una facción contraria del MPL-C. Gutiérrez había regresado ese año del exilio y había aceptado las condiciones de paz impuestas por el gobierno de Rafael Leonardo Callejas (Berríos, Mario. Op. Cit. pp. 210 y 213).
5. Conclusiones
Aunque a inicios de la década de los ochenta existían los síntomas en la sociedad hondureña que podían hacer creer en la posibilidad de una convulsión social general (agudización de la represión, crisis económica, miseria generalizada, preeminencia del poder autocrático militar, marcada injerencia de los Estados Unidos, etc.), la sociedad rural hondureña no se había polarizado lo suficiente, gracias al reformismo militar, que no fue abandonado ni siquiera en los posteriores gobiernos militares, de manera dramática (76). Esto explica porque el MPL-C fue un movimiento prácticamente restringido al área urbana, con un carácter de organización conspirativa.
El MPL-C nace en el contexto antes descrito, donde unas elecciones excluyentes de fuerzas democráticas alternativas (FPH y Democracia Cristiana, por ejemplo), aseguraban el nacimiento de una democracia supeditada al autoritarismo militarista. Con las elecciones de inicios de los ochenta, se demuestra que Honduras poseía un sistema político, basado en un antiguo bipartidismo, muy estable que fue capaz de canalizar, hasta cierto punto, por medios “legales” las diferencias existentes en la sociedad hondureña. El influjo de los acontecimientos en El Salvador, Nicaragua y, en menor medida, Guatemala son de vital importancia para comprender el MPL-C como una organización que nace fuertemente influenciada por los movimientos revolucionarios de estos países, de tal forma que sus primeras reivindicaciones dan especial énfasis a la situación de revolución en toda la región. Las élites hondureñas intentaron durante toda la década proyectar la imagen de un “oasis de paz” en Honduras, alejada de la violencia de todo tipo. Por eso, los medios de comunicación pretendieron hacer creer que las acciones eran realizadas por movimientos revolucionarios de países vecinos. Sin menoscabo de la participación de salvadoreños y nicaragüenses en acciones de los movimientos guerrilleros hondureños, y de la también importante participación de hondureños que pelearon en las filas del FMLN y el FSLN, podemos concluir que los movimientos guerrilleros hondureños fueron un fenómeno concreto que no puede ser ignorado por la ciencia histórica.

Notas

1. Guevara de la Serna Ernesto. Influencia de la Revolución Cubana en la América Latina. Obras Escogidas en Único Tomo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2003. p. 480.

2. Moss Robert. Op. Cit. p. 280. Las negritas son nuestras.

3. Fundamentos de Nuestra Línea Política. Material mimeografiado. Sin editorial y fecha. Suponemos que este documento fue elaborado en 1980, por algunos hechos a los que hace referencia.

4. Ibid. p. 2.

5. Ibid. p. 4.

6. Ibid. p. 9.

7. Agradezco al historiador Oscar Zelaya Garay por haberme recordado esta notable rasgo de los movimientos guerrilleros revolucionarios que los diferencia de los otros grupos armados irregulares que participaron en las luchas caudillescas de las primeras décadas del siglo XX.

8. Para mayores detalles sobre el surgimiento de las primeras organizaciones obreras y de la actividad al interior de las mismas de los núcleos comunistas iniciales se puede consultar Meza Víctor. “Historia del Movimiento Obrero Hondureño”. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997. p. 36; y Villars, Rina. Porque Quiero Seguir Viviendo. Habla Graciela García. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1991. p. 138.

9. Otros que integraban ese grupo eran: Luís Andrés Zúniga, Céleo Dávila, Matías Oviedo, Porfirio Hernández, Vicente Mejía Colindres, Alberto Úcles, Esteban Guardiola, Miguel Oquelí Bustillo, Miguel A. Navarro, Manuel S. López, Samuel Laínez, Manuel G. Zúniga, Rómulo E. Durón, Eduardo Martínez López, Félix Salgado, Ricardo Aluvín, Salvador Zelaya, Luís Landa, Tito López Pineda, Carlota Membreño, Manuel Adalid y Gomero, Inés Navarro, Adán Canales, Octavio R. Ugarte, Ángel Fortín y Gonzalo Sequeiros. Citado en Barahona, Marvin. Op. Cit. p. 80. nota 91.

10. Citado en Meza, Víctor. Op. Cit. p. 63.

11. El PDRH, en 1949 expresaba a través de su órgano de comunicación oficial “Vanguardia Revolucionaria” lo que esperaba con el apoyo a las luchas sindicales: “esas decenas de miles de hondureños que trabajan en las compañías extranjeras, podrán obtener un poder adquisitivo más alto que permita elevar su nivel de vida y poder ser buenos consumidores de los productos vendidos por los otros sectores sociales hondureños […] la elevación del nivel de vida material de los trabajadores traería como consecuencia una mayor capacidad física para el trabajo. Con trabajadores técnicos y bien nutridos, las empresas mismas obtendrán mayores rendimientos y mejores beneficios”. En Posas, Mario. Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. pp. 189-190. Se observa el planteamiento claramente reformista del PRDH. Un reformismo que también se acercaba al nacionalismo, en contra del monopolio absoluto del capital extranjero.

12. A finales de 1954 destaca la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), luego en los siguientes años el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) y la American Federation of Labor (AFL). Para mayores detalles consultar las siguientes obras de Mario Posas: Las Sociedades Artesanales y los Orígenes del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial de la Escuela Superior del Profesorado. Tegucigalpa. 1977; Lucha Ideológica y Organización Sindical en Honduras (1954-1965). Editorial Guyamuras. Tegucigalpa, 1980; y Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. También la ya citada obra de Víctor Meza, Historia del Movimiento Obrero Hondureño. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997.

13. Rigoberto Padilla Rush (1929-1998), uno de los más importantes dirigentes del PCH, en sus memorias cuenta cómo en los días que organizaban el grupo guerrillero, se les acercó Roberto Suazo Córdova, futuro presidente de Honduras de 1982 a 1986, con el fin de dar a conocer sus intenciones de proveerlos de armas. Ver Padilla Rush, Rigoberto. Memorias de un Comunista. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 217. Antes de eso, en la década de los cincuenta se habían producido algunos acercamientos entre miembros del PCH y militantes del Partido Liberal pertenecientes a las tendencias de izquierda. Rodríguez, Edgardo. La Izquierda Hondureña en la Década de los Ochenta. Ediciones Guardabarranco. Tegucigalpa. 2005. pp. 34-35.

14. Berríos, Mario. Los Comandantes. Editorial Olanchito. San Pedro Sula. 2005. p.26. Agrega que muchas de las armas fueron incluso obtenidas de las bodegas militares pero no las usaron adecuadamente al carecer de suficiente preparación.

15. The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. p. 1. www.foia.cia.gov. Página oficial de la CIA con documentos desclasificados.

16. Ídem. p. 4

17. Ídem. p. 4.

18. Para más detalles de este grupo guerrillero ver García, Luís. El Jute. Redacción, Prologo y Notas de Longino Becerra. Editorial Universitaria. Tegucigalpa 1991.

19. Padilla, Rush. Op. Cit. pp. 248-260.

20. Euraque, Darío. El Capitalismo de San Pedro Sula y la Historia Política Hondureña (1870-1972). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 280. A finales de los sesenta, el movimiento obrero-campesino en Honduras había alcanzado un nivel tal de organización que Arturo Jáuregui, el secretario general de la ORIT, se enorgullecía de decir que “el sindicalismo de la costa norte es uno de los más avanzados de la América Central” ver Meza, Víctor. Op. Cit. p. 129. En efecto el sindicalismo hondureño podía enorgullecerse de poseer una gran cantidad de afiliados y de un crecimiento sostenido de las organizaciones sindicales, lo que inexorablemente conducía a concederle al movimiento obrero-campesino una importancia política apreciable.

21. Euraque, Darío. Op. Cit. p. 281.

22. Citado en Salomón Leticia. Militarismo y Reformismo en Honduras. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1982. p. 85. Ver También Posas, Mario y Del Cid, Rafael. La Construcción del Sector Público y del Estado Nacional en Honduras (1876-1979). Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). Segunda Edición. San José. 1983. p. 275. Las negritas son nuestras.

23. Fúnez, Matías. Los Deliberantes. Editorial Guaymuras. Segunda Edición. Tegucigalpa. 2000. pp. 265-266. Además: El Día. 14 de marzo de 1972. p. 1.

24. El Día.1 marzo 1972. p. 2.

25. Carney Guadalupe. Metamorfosis de un Revolucionario. Memorias de un Sacerdote en Honduras. Publicación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H). Septiembre de 1983. pp. 160-162. Agradezco a la Dra. Olga Joya por haberme proporcionado este material.

26. Ibid. p. 91.

27. En el período 1975-1978 se entregaron a grupos campesinos 89 mil hectáreas de tierra. De ellas el 45% estaban ubicadas en el Valle del Aguán. Ver Posas, Mario y Del Cid, Rafael. Op. Cit. p. 318.

28. Estos grupos para octubre de 1980 se unifican para conformar el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

29. Padilla Rush, Rigoberto. Op. Cit p. 408.

30. Ibid. p. 409. Nota 190. y Rodríguez, Edgardo. Op. Cit. p. 200.

31. Berríos, Mario. Op. Cit. p. 51.

32. Fundamentos en Nuestra Línea Política. Estrategia General del MPL “Cinchonero. s.f. s.r. p. 6. Material mimeografiado. 16 páginas. Inferimos que este documento tuvo que haber sido hecho a inicios de 1981, por la mención de algunos hechos que acontecieron en Honduras en ese período. El subrayado y las comillas son del original.

33. Sobre las detenciones de miembros del FPH ver Tiempo. 16 de abril de 1980. p. 13.; Tiempo. 18 de abril de 1980. p. 9. y Tiempo.10 de abril de 1980. p.20.

34. Tiempo. 22 de febrero de 1980. p. 5.

35. Para el caso del secuestro de Quiroz ver Tiempo. 18 abril 1980. p. 4; Tiempo. 19 abril 1980. p. 3 Tiempo. 24 abril 1980. y Tiempo. 29 de junio de 1980. p. 7.p.3. También Mario Berríos. Op. Cit. pp. 63-69.

36. Más detalles sobre lo que fue la columna guerrillera del PRTC-H, destruida en septiembre de 1983, pueden hallarse en Martínez, Juan Ramón. Oficio de Caníbales. Militares y guerrilleros en el Patuca (1983). Ediciones 18 Conejo. Guardabarranco. Tegucigalpa. 2006.

37. Artefactos explosivos que únicamente dispersan propaganda política impresa, hojas volantes generalmente.

38. Tiempo. 28 de enero de 1981. pp. 4 y 8.

39. El escritor hondureño Longino Becerra, veterano miembro del PCH, a pesar de que el comando se proclama miembro del MPL-C, adjudica esa acción al FMLN, sin mencionar siquiera el nombre de la organización. Ver Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. p. 163. Sin embargo, creemos más lógico considerar, por el contenido del comunicado que refiere a asuntos particulares del movimiento popular hondureño, que el comando que realizó el secuestro tuvo que haber sido del MPL-C, sin descartar, por supuesto, el apoyo o incluso la posibilidad de la participación de algunos guerrilleros salvadoreños.

40. Tiempo. 20 de marzo de 1981. p. 3.

41. Tiempo. 28 de marzo de 1981. p. 5.

42. Ibid. p. 5. Entre los nombres que aparecían en la lista estaban: el Dr. Juan Almendarez, rector de la UNAH; Profesor Felícito Montalván, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH); Dr. Ramón Custodio; Lic. Víctor Meza; Prof. Tomás Nativí, coordinador general de la URP; Teniente Coronel Mario Maldonado Muñoz; Lic. Gautama Fonseca; Periodista Ventura Ramos; Ingeniero Fidel Martínez Rodríguez; los hermanos Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina; Dr. Enrique Aguilar Paz, diputado del PINU; Lic. Adalberto Córdova, dirigente de la URP; Napoleón Acevedo Granados, dirigente sindical; Héctor Hernández Fuentes, dirigente sindical; Marcial Euceda, presidente del FUNACAMH (Frente de Unidad Campesina de Honduras) y de la UNC; Fausto Orellana, dirigente campesino; Atilio Villalobos, dirigente de la EACI; Dagoberto Padilla, dirigente sindical; Rolando Vindel, dirigente sindical; Fausto Milla, sacerdote; José Luis Rivera y otros más.

43. Ibid. p. 5.

44. Tiempo. 30 marzo 1981. p. 11.

45. Tiempo. 13 de junio de 1981. p. 3. Aparece un relato similar en Becerra, Longino. Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. pp. 163-66.

46. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

47. Editorial de Víctor Meza. Tiempo. 8 de agosto de 1980. p. 6.

48. Entre los funcionarios del gobierno estaban dos ministros: el señor Gustavo Adolfo Alfaro del Ministerio de Economía, y el señor Arturo Corleto Moreira del Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Ver La Prensa. 26 de septiembre de 1982. pp. 2-3. y también Flores Ponce, Mario. La Toma. Crónica del Secuestro Masivo más Largo de la Historia de Centroamérica. Alin Editora. Sin lugar. 1996. pp. 101-105.

49. La Prensa. 26 de septiembre de 1982. p. 8.

50. Flores Ponce, Mario. Op. Cit. p. 13. y Cálix Suazo, Miguel. Op. Cit. pp. 80-81.

51. La Prensa. 22 de septiembre de 1982. pp. 2-3.

52. Tiempo. 23 septiembre de 1982. pp. 8 y 10.

53. En marzo de 1984, pocos días antes de las huelgas de los sindicalistas de la ENEE, se había conformado el Comité Coordinador de Organizaciones Populares (CCOP), aglutinando a diversas organizaciones sindicales, estudiantiles, obreras y de defensa de los derechos humanos. El CCOP era sucesor del Frente Unidad Popular 25 de Junio que en julio de 1982 se había organizado, pero que fue desarticulado al poco tiempo por la represión de Álvarez Martínez. Ver Posas Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 36-37

54. Ver Tiempo. 22 marzo 1984. pp. 2-3 y Tiempo. 29 marzo de 1984. p. 2.

55. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

56. Tiempo. 8 de marzo de 1986. p. 8.

57. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

58. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005

59. Tiempo. 13 octubre de 1986. p. 14.

60. Tiempo. 14 noviembre 1986. p. 2.

61. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. También Tiempo.4 de noviembre de 1986. p. 2; Tiempo. 20 noviembre de 1986. p. 2 y Tiempo. 21 noviembre de 1986. p. 16.

62. Ver testimonio de ex miembro del grupo paramilitar de derecha 3-16, José Barrera Martínez en Comisionado Nacional de Protección de los Derechos Humanos. Los Hechos Hablan por Sí mismos. Informe preliminar sobre los Desaparecidos en Honduras (1980-1993). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1994. p. 340. También Tiempo. 25 octubre de 1986. p. 5.

63. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005; Además Tiempo.26 noviembre 1986. pp. 8-9 y Tiempo.29 noviembre de 1986. p. 8.

64. Tiempo. 24 julio de 1989. p. 8.

65. Tiempo. 26 enero 1989. p. 3.

66. Tiempo. 26 enero 1989. p. 8. Recordemos que el Comando “Lempira” también se hizo responsable del secuestro del avión de SAHSA en marzo de 1981.

67. Los testimonios son: Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

68. Tiempo. 2 de febrero de 1989. p. 4.

69. Idem. p. 16.

70. Tiempo. 5 de julio de 1989. p. 8. y Tiempo. 7 julio 1989. p. 4. Mario Berríos dice que ambos eran parte del comando del MPL-C que dio muerte a Alvarez Martínez. Op.Cit. pp. 207-208.

71. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

72. Tiempo. 18 agosto 1990. p. 6. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006

73. Veáse los cuatro diarios principales de Honduras de la fecha 16 de agosto de 1990.

74. Tiempo. 16 de agosto de 1990. p. 2.

75. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

76. Por otra parte, las claves para comprender ese reformismo particular de Honduras se encuentran en el singular proceso de Reforma Liberal de finales del siglo XIX que es explicado por el historiador Darío Euraque en su artículo: La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56. El referido historiador concluye en ese estudio que “lo distintivo de la historia moderna hondureña surge de las características específicas de las élites rurales del país, sus relaciones con el poder estatal, y las relaciones de estos sectores y la historia de los sectores económicos y sociales que no formaban parte de las élites”. pp. 38-39.

77. La mayoría de hechos reseñados fueron reivindicados por el MPL-C. Algunos se adjudican a este grupo con base a las informaciones de la policía dadas a conocer en la prensa local.

 

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Artículos

- Euraque, Darío. La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56.

- Posas, Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 32-41.

Webibliografía:

www.foia.cia.gov The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. Página oficial de la CIA con documentos desclasificados.

 

Por Orson Mojica

El 7 de agosto de 1931, a las diez de la noche, en la casa del obrero Daniel Saballos, en la ciudad de Managua, en una reunión clandestina 52 trabajadores constituyeron el Partido Trabajador de Nicaragua (PTN), el primer partido obrero de Nicaragua. Teniendo como telón de fondo la intervención, de los marines yanquis, la lucha antimperialista encabezada por el General Augusto César Sandino y los valiosos antecedentes organizativos de la Federación Obrera Nicaragüense (FON) y el Obrerismo Organizado, el naciente PTN pretendió organizar políticamente a los trabajadores de Nicaragua en un partido independiente de los capitalistas y terratenientes agrupados en las "paralelas históricas": los partidos liberal y conservador.

A 81 años de fundación del PTN es necesario rescatar la herencia de lucha de las generaciones anteriores de la clase obrera, estudiar cuales fueron sus principales aciertos, los obstáculos que enfrentaron, etc., para concluir la grandiosa tarea que ellos iniciaron.

Crisis e intervención norteamericana

A finales de la década de los años veinte, el mundo capitalista fue sacudido violentamente por la más grande recesión económica que arrastró a millones de trabajadores al hambre, la miseria y la desocupación. En los países atrasados esa crisis se hizo sentir de manera muy especial.

En Nicaragua, desde el derrocamiento del gobierno nacionalista del General José Santos Zelaya en 1909, se vivió una situación revolucionaría marcada por una prolongada guerra civil, por la ocupación militar de los marines yanquis, que se combinó a partir del año 1926 con la recesión mundial del capitalismo. La caída de los precios del café, principal producto de exportación de Nicaragua, profundizó la crisis económica y provocó la rebelión armada de las masas semi proletarias encabezadas por el General Augusto César Sandino.

En este contexto de lucha antimperialista, de una total quiebra de la economía capitalista, de la ruina de decenas de miles de artesanos en las ciudades, se formó el PTN.

Anteriormente se habían producido dos importantes intentos de organizar gremialmente a los primeros trabajadores asalariados de las ciudades de Nicaragua. La Federación Obrera Nicaragüense (FON) y el Obrerismo Organizado fueron los primeros intentos de los trabajadores y artesanos de organizarse como clase social. Aunque ambas organizaciones hicieron actividad política, estas recibieron influencia de los intelectuales liberales o conservadores, es decir, terminaron siendo apéndices de las "paralelas históricas".

Con la fundación del PTN se dio el primer paso, a nivel consciente, de organizar políticamente a los trabajadores. Es necesario señalar que, dado el atraso de la economía capitalista en Nicaragua, la mayor parte de la población vivía en el campo. Sin embargo, producto de la recesión económica, en las ciudades se produjo una radicalización de los artesanos y de los pocos trabajadores asalariados, despertando un fuerte sentimiento de independencia política entre estos sectores sociales.

El periodista Onofre Guevara, en su libro "El Movimiento Obrero en Nicaragua", nos señala que la lucha del General Sandino y el nacimiento del PTN son dos fenómenos coincidentes, producto de las mismas condiciones históricas, "aunque no identificados orgánicamente". En efecto, el PTN reflejó distorsionadamente el fenómeno de despertar político que se operó en las ciudades, especialmente en Managua, mientras que la lucha del General Sandino reflejó más fielmente la radicalización de las masas semiproletarias del campo, arruinadas por la crisis y que constituyeron la base social del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN).

Sandino y el PTN

Hasta el año 1932 se operó una coincidencia política entre el PTN y la lucha antimperialista del General Sandino, cuando aquel adoptó la táctica de boicotear las elecciones de ese año, la segunda "contienda electoral" que se producía en Nicaragua bajo la ocupación de los marines y en donde se disputaron la presidencia el liberal Juan Bautista Sacasa y el conservador Adolfo Benard.

En esa coyuntura, el PTN levantó la consigna "Contra las elecciones, a favor de Sandino". Fue el primer y último intento de acercamiento con el General Sandino, porque después, en el año 1934, días antes de su asesinato, hubo un intento de entablar contacto directamente con él, entrevista que fracasó por la negativa de Sandino de llegar a un acuerdo político con el PTN.

En las difíciles condiciones políticas creadas por la represión de los marines contra el pueblo, el PTN se dio a la tarea de organizar sindicatos, convirtiéndose en una de las principales víctimas de la represión. Muchos de sus dirigentes fueron desterrados, otros encarcelados. Sin embargo, los heroicos militantes del PTN hicieron innumerables sacrificios financieros para sostener la prensa del partido. El primer periódico fue "El Germen". Después salió el periódico mimeografiado "Adelante", posteriormente salió a luz pública "Causa Obrera" y "El Proletario".

Las vinculaciones internacionales

Los pocos historiadores que han desenterrado la historia del primer partido obrero de Nicaragua, no nos dicen nada sobre las vinculaciones internacionales del PTN. Onofre Guevara insinúa que hubo una influencia indirecta de Agustín Farabundo Martí, cuando este se reunió en la mina San Albino, con quienes posteriormente fundarían el PTN. Sin embargo, no existe ni un solo documento al respecto que nos indique que Farabundo Martí, responsable del Secretariado Rojo Internacional, organismo adscrito a la Tercera Internacional, estuviese dirigiendo o asesorando a los futuros dirigentes del PTN. Gustavo Gutiérrez Mayorga, en su trabajo "Historia del Movimiento Obrero en Nicaragua", nos informa que Roberto González, dirigente del PTN, había militado en el Partido Comunista de El Salvador. Estos son los débiles hilos de las vinculaciones internacionales del PTN.

En base a lo anterior resulta mucho más fácil caracterizar a posteriori al PTN como un partido con una dirección nacionalista revolucionaria. La dirección del PTN se identificó muchísimo con el Partido Nacional Revolucionario (PNR) de México, que posteriormente se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en ésa época estaba dirigido por Lázaro Cárdenas, quien encabezó la campaña por la nacionalización del petróleo mexicano e inició una profunda Reforma Agraria. Los contactos se realizaron a través del embajador mexicano en Managua, Reyes Spindola,

El programa del PTN

El 1o. de Mayo de 1935, en un editorial! del periódico "Causa Obrera", el PTN se autoproclamó como "socialista". En la segunda reunión del Comité Central del PTN se definió, por primera vez, el programa del partido. Fue una mezcla de reivindicaciones democráticas mínimas, con concepciones verdaderamente socialistas. El punto No. 8 de dicho programa estableció la lucha "por la socialización de todas las empresas industriales y agrícolas, controladas por el Estado". Lo que para Onofre Guevara es un "ultraizquierdismo inocente", en realidad fue el más importante avance teórico y político de la dirección del PTN.

Sin embargo, es necesario señalar que la dirección del PTN no luchó a fondo por implantar su programa político por el socialismo.

El PTN siempre estuvo dividido en dos corrientes políticas: una colaboracionista que tuvo a sus principales dirigentes en Emilio Quintana y Maravilla Almendárez, y la otra independiente que, pese a su visión nacionalista, siempre trató de desarrollar la independencia política de los trabajadores. Entre esta última corriente estaban el poeta Manolo Cuadra, Carlos Pérez Bermúdez, Augusto Lorío, etc.

Ya hemos explicado cómo el programa del PTN fue una mezcla de reivindicaciones democráticas mínimas con concepciones verdaderamente socialistas. La influencia del PTN en la vida política nacional fue creciendo después del asesinato de Sandino, al grado tal que Somoza García, ya en el poder, se dio una táctica para ganarse a este pujante partido para su proyecto político personal; se apropió del programa mínimo democrático del PTN, haciendo la promesa de promulgar un Código del trabajo y un capítulo de garantías sociales en la Constitución, siempre y cuando el PTN lo apoyara

Somoza García se apropió de las reivindicaciones mínimas

En 1936 se dio el primer intento por parte de Somoza para utilizar al PTN en sus contradicciones con el Presidente Juan Bautista Sacasa, al apoyar y promover la huelga de choferes en protesta por el aumento de precios de la gasolina. Onofre Guevara nos dice que la dirección del PTN se negó participar en la maniobra. Sin embargo, Gustavo Gutiérrez cita las declaraciones del dirigente del PTN, Augusto Lorío, que nos dice "(...) entonces el PTN se lanzó a la calle a dirigir la huelga, pero los petenistas eran inocentes de que se trataba de una maniobra política de Somoza (...) sus consignas eran divertidas, se hablaba del establecimiento del soviet de Managua, de todo el poder soviético. Ellos creían que era el primer paso para la insurrección armada de la clase obrera, pero el dirigente de la huelga era Somoza".

Poco a poco, debido a la inconsistencia política del programa del PTN, a su visión nacionalista, Somoza García fue abriendo una brecha dentro del PTN, a través de sus agentes a sueldo. Hubo un período en que el periódico del PTN se editó en el diario Novedades, propiedad de la familia Somoza.

El 3 de julio de 1938, oficialmente la dirección del PTN -con la oposición del sector independiente- apoyó la convocatoria a una Constituyente mediante la cual Somoza García podía relegirse como Presidente de la República.

Producto de este coqueteo entre Somoza y la dirección del PTN, el primer congreso del PTN se realizó en el Palacio del Ayuntamiento de Managua, en plena legalidad. Aunque los elementos prosomocistas no lograron copar totalmente la dirección, la elección de Eduardo Narváez como Secretario General del PTN, fue la derrota práctica del sector independiente. En febrero de 1939, Narváez disolvió al PTN.

 

Por Arturo Taracena Arriola

Junio de 1988

Indudablemente, como en el rosto de la América Latina, en Guatemala debieron de existir grupos o asociaciones de inspiración anarquista desde final«» del siglo XIX. Máxime si se toma en cuenta la proximidad geográfica con México donde estas proliferaron y la existencia de una emigración alemana «le gran magnitud a partir del último cuarto del siglo pasado. Sin embargo, poco o nada se conoce hasta el momento de dicho fenómeno político. Una realidad determina semejante vacío histórico: la carencia de investigaciones sobre la historia guatemalteca entre 1885 y 1914. A esto podría agregarse, a guisa de justificación, la ausencia de toda forma de expresión pública de las ideologías socializantes durante la larga dictadura de Estrada Cabrera (1898 1920), lo que dificulta la precisión de los antecedentes del anarquismo guatemalteco.

El 15 de marzo de 1902, al igual que otros dieciséis países latinoamericanos, Guatemala había firmado el Tratado de Extradición y Protección contra el Anarquismo. Este establecía que "la extradición de toda persona culpable de actividades anarquistas puede ser pedida a condición de que la legislación de los Estados concernidos prevea penas que sancionen dichas actividades". En este caso, la extradición era prevista, aun si las penas infligidas eran inferiores a dos años de prisión.[1]

El movimiento sindical surgió en Guatemala a principios de la década de 1920 y su acción reí vindicativa se orientó desde el inicio hacia la ludia por obtener una participación en las ganancias de las empresas a través del mejoramiento de los salarios y de las prestaciones sociales— y ganar el derecho a organizarse en sindicatos o mutualidades reconocidas legalmente. Esto fue lo que caracterizó fundamentalmente a los conflictos laborales que se sucedieron entre 1920 y 1932, luego del triunfo de la insurrección unionista contra la dictadura de Estrada Cabrera, en abril de 1920.

La unidad alcanzada por los trabajadores urbanos en torno a la Liga Obrera durante los seis meses que precedieron la caída del "estradacabrerismo” se deterioró rápidamente a partir del comienzo del gobierno unionista. La Liga Obrera había sido la unión coyuntural de una serie de organizaciones mutualistas frente n la dictadura en un momento en que el sector conservador de la oligarquía —así como una parte del sector liberal de la misma-- se decidió a ponerle fin a veintidós años de poder personalizado. Es así que, con el acuerdo logrado entre conservadores y liberales, encarnado en la persona del azucarero Carlos Herrera Luna, las organizaciones obreras se vieron atraídas por la lucha en la correlación de fuerzas al interior de la oligarquía guatemalteca.

Una vez pasado el período de la dinámica revolucionaria, imprimida por la insurrección antidictatorial, el gobierno unionista restringió el derecho a manifestar de los obreros y frenó el proceso de legalización del sinnúmero de mutualidades y sindicatos que surgieron en ese momento. La ola de descontento entre las organizaciones obreras se tradujo, en cierto número de ellas, en una radicalización. De esa forma surgió la Unión Obrera Socialista (UOS), que parece haber sido fundada el 1° de mayo de 1921.[2] Según Antonio Obando Sánchez, ésta agrupaba a obreros, artesanos y miembros de la pequeña burguesía, que durante los fines de semana se reunían en el local de algún cinematógrafo para discutir los problemas de la dase trabajadora.[3]

A raíz del golpe de Estado encabezado por los generales José María Orellana, José Lima y Miguel Larrave en contra del presidente Herrera Luna, el 5 de diciembre de 1921, la UOS fue perseguida al amparo del estado de sitio implantado. En un intercambio de cartas con el Partido Comunista de México (PCM), que fueron publicadas en la International Press Correspondence, el 9 de julio de 1922, la UOS denunció la persecución y el asesinato de sus miembros por parte del gobierno de facto[4]. Cuatro meses más tarde, Alfred Stirner (seudónimo del suizo Edgar Woog, quien había participado como delegado del PCM en el IV Congreso de la Internacional Comunista, resultando electo miembro de su comité ejecutivo) publicó un artículo sobre el movimiento obrero guatemalteco. En él señalaba que el único grupo revolucionario de este país que mantenía relaciones con la Internacional Comunista (IC) era la UOS, reducida a una escasa actividad clandestina. Su tentativa por editar un periódico había sido obstaculizada desde el tiempo de Herrera Luna, cuando la policía le había confiscado la imprenta y arrestado a dos de sus militantes. La UOS tenía 90 miembros en la capital y estaba implantada, según Woog, en las "regiones mineras de Guatemala”.[5] Se puede pensar que se refería a Zacapa, donde hay mármol, oro y otros minerales.

Del texto de Woog se desprende que la mayoría de los integrantes de la UOS eran de orientación anarquista. Cuando el PCM o la IC (posiblemente por su medio) propusieron a la organización obrera guatemalteca "formar, a pesar de los obstáculos, un partido legal, aun bajo consignas de orientación social-demócrata", surgió una violenta disputa con los anarquistas. Para el comunista suizo quedaba claro que era necesaria una propaganda metódica con la UOS, con el fin de hacerle comprender, "particularmente a los syndikalisten, el carácter atrasado y pequeño-burgués de su programa".

Sin embargo, la UOS habría de desaparecer poco tiempo después. Un sector fundó el Partido Comunista de Guatemala, luego que una delegación de la UOS se trasladó a México, en abril de 1923, para pedirle al PCM que "los educara sobre las tareas principales para formar el partido comunista".[6] Por su parte, el sector integrado por el elemento anarquista parece haberse diluido en las organizaciones sindicales y mutualistas existentes. En la prensa guatemalteca se podía leer lo siguiente:

En otras épocas hemos visto asociarse a los obreros de la capital, con tendencias buenas al principio, las que han ido desapareciendo a medida que han dado cabida en sus filas a elementos anárquicos, incorporados con fines políticos preconcebidos.... Contamos esto para que las clases directrices del obrerismo en esta época en que tiende a convertirse en una gran confederación, eviten por instinto de conservación la introducción colectiva de las agrupaciones que la forman en asuntos políticos.[7]

 

El editorialista hacía alusión a la Federación Obrera de Guatemala (FOG), fundada en 1918 y parte integrante de la Confederación Obrera de Centro América (COCA), que aglutinaba a la mayoría de las centrales mutualistas y a algunos de los sindicatos del país. La acumulación de fuerzas durante las años 1924-1925, marcadas por la primera celebración oficial del 1° de mayo, y la agitación obrera en torno a las reivindicaciones de los panificadores y carpinteros de las principales ciudades, permitieron a los comunistas y anarquistas guatemaltecos poner en pie la Federación Regional Obrera de Guatemala (FROG). Lo que pretendían era contrarrestar la influencia de la FOG como central oficial, en el plano interno y a nivel del istmo. La FROG reagrupó rápidamente 11 sindicatos, contando con 2,000 afiliados, según las cifras que se disponen hasta ahora[8].

EL PAPEL ORGANIZATIVO DEL ARGENTINO JULIO DIAZ

Tal era la situación del movimiento obrero guatemalteco cuando llegó a Guatemala, a finales de septiembre de 1925, el dirigente de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), antes mencionado. Del 21 al 27 de marzo de ese año, Díaz había participado en Ámsterdam, como delegado de la FORA al II Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). En el informe oficial del congreso resalta «pie la participación de éste estuvo centrada en el rechazo a la política de diálogo entre la AIT y la III Internacional y en una distancia frente a la Industrial Workers of the World, fuertemente impregnada del colectivismo norteamericano. Asimismo, pensaba que la fuerza de la propaganda y de la acción internacional del anarquismo no estaba en las instancias directivas de la AIT, sino "en los obreros organizados y en las organizaciones de los diversos países".[9]

Esa visión del trabajo organizativo y de las posiciones anarquistas frente a los otros movimientos proletarios internacionales motivaron a Díaz a realizar, una vez terminado el congreso de Ámsterdam, una gira por la mayor parte de los países latinoamericanos. El 17 de mayo se le encuentra en México, donde había desembarcado tres días antes. Inmediatamente entró en contacto con la Confederación General de Trabajadores (CGT), la que dio inicio a los preparativos para su desplazamiento por Centroamérica. De esa forma, la CGT envió por los países centroamericanos y Panamá, a mediados de julio de ese mismo año, a un militante de apellido Ríos para que preparase los contactos. Este envió las direcciones de Antonio Méndez Paz, en la ciudad de Guatemala, y de Virgilio Alvarado Chacón, en San Salvador, las cuales fueron remitidas a Diego Abad de Santillán, directivo de la AIT en Ámsterdam.[10]

Con la capacidad organizativa que lo caracterizaba, Díaz escribió a Santillán el 14 de septiembre, ya en el sur de México:

La gira mía no creo que tenga otro objetivo que hacer conocer a los trabajadores la labor internacional y las formas en que deben orientarse en sus luchas contra el capitalismo y el Estado. Por esta causa mis esperanzas están en la Argentina y México, pero éste último carece de compañeros como para una labor en la forma que nosotros la deseamos, ya que los que aquí existen, no alcanzan para dar a basto a las múltiples actividades que hay que realizar en casa. Sin embargo, a medida que sea posible, algunos compañeros irán siendo destacándose por los países más cercanos, como Guatemala, El Salvador y otros más en donde hay algunas organizaciones, pero que están influenciados por el Gomperismo (Pan American Federation of Labor), pero que no obstante ya se está en relaciones con ellas y existen compañeros que manifiestan bastante entusiasmo por nuestras ideas y organizaciones obreras.[11]

De finales de septiembre hasta finales de ese año, Díaz residió en Guatemala y El Salvador, donde sus contactos aceptaron concurrir a Panamá para participar en una conferencia anarquista a nivel continental. Estando en México, el sindicalista argentino había recibido noticias sobre el proyecto de creación de una "continental" de sindicatos anarquistas patrocinada por la AIT. Sin ser favorable, Díaz propuso una reunión previa en la capital panameña para el mes de noviembre de 1925, en la que se debía de fijar la fecha del congreso constitutivo a nombre de la CGT mexicana y la FORA. Sin embargo, esa primera reunión nunca se llevó a cabo, pues los representantes de Perú, Chile, Uruguay, Argentina y México fueron aprendidos en la ciudad de Balboa por las autoridades panameñas.[12] Por otra parte, en el diario La Protesta de Buenos Aires del 23 de enero de 1926 apareció una nota en la que se señalaba que desde Centroamérica se habían recibido cartas de compañeros anarquistas que pedían ejemplares del órgano de la FORA, según lo había recomendado Díaz.

En marzo de 1926, Díaz se encontraba en San José de Costa Rica. El diario La Prensa del 27 de ese mes publicó una reseña de la charla dada por el delegado de la FORA ante el Sindicato de Obreros Panaderos, en la que atacó duramente a la Pan American Federation of Labor, a la cual acusaba de haber sido "creada por el imperialismo para mejor dominar a Latinoamérica". Asimismo, dejó fundado el Comité de Acción Social Obrera bajo la dirección de la costurera Luisa Sojo.[13]

En ese preciso momento, toda la labor organizativa y propagandística que venía realizando Díaz estuvo a punto de ser echada por la borda a raíz de un artículo aparecido en la publicación Solidarity de Chicago, en la cual se señalaba la falta de mandato por parte de la AIT en el trabajo que éste realizaba. El líder de la CGT mexicana, José Valadés, fue consultado desde Guatemala y El Salvador sobre tal noticia, y el guatemalteco Méndez Paz escribió directamente a Santillán en Ámsterdam, pidiéndole explicaciones, a pesar de que Valadés había enviado una aclaración justificando a Díaz y elogiando su labor por tierras centroamericanas. El trasfondo de todo el problema eran las divisiones existentes en el seno del secretariado de la AIT.

Al tener conocimiento de las acusaciones que desde Chicago se le hacían, en una carta dirigida a Santillán con fecha 30 de marzo de 1926, Díaz señalaba que el origen de aquéllas había que buscarlo en su oposición a un acercamiento a la organización Industrials Worker of the World. Para él, los miembros de la IWW se habían acercado a la Internacional Comunista y prueba de ello había sido su escisión en 1924. Asimismo, puntualizaba: "no deja de ser curioso que los compañeros europeos que en Europa no quieren mezclarse con los políticos de la escuela de Moscú ... llegan a América y no pueden prescindir de su contacto".[14]

Este incidente era la consecuencia lógica de la disputa suscitada en el seno del secretariado de la AIT entre Santillán-Díaz y Carbó-Rocker Schapiro con respecto a la crisis que comenzaba a sufrir el movimiento anarquista frente al auge alcanzado por el movimiento comunista luego de la revolución bolchevique de 1917. Sin embargo, el eje del comportamiento de Díaz radicaba en la importancia que tenía la FORA dentro del movimiento anarquista mundial, especialmente en la América Latina. Por su parte, Santillán le respondió al inquieto guatemalteco defendiendo la honestidad de Díaz y explicando con claridad el objetivo de su gira continental:

Lo que importa es que los trabajadores de Guatemala despierten a la vida internacional del trabajo organizado, al margen de todos los partidos políticos y de los prejuicios de fronteras. Esta Internacional tiene ya centrales obreras en México, Brasil, Chile, Uruguay y Argentina y en breve se adherirán otros países del continente; donde no existen centrales sindicales adheridas, contamos con sindicatos o grupos afines que trabajan por la organización del proletariado para la lucha contra el capitalismo y el Estado. Guatemala es una de las pocas regiones en donde hasta ahora no contamos con ninguna relación. Y sería tiempo de comprender que frente al mundo de la reacción debemos oponer el polo de la libertad y del trabajo.[15]

El trabajo de Díaz en Centroamérica dio frutos rápidamente, sobre todo en Costa Rica, donde el Comité de Acción Social Obrera alcanzó a movilizar los restos de lo que había sido la primera influencia anarquista en el movimiento obrero costarricense a través de la CGT, fundada en 1913 y disuelta en 1923. En El Salvador a raíz del enfrentamiento con los comunistas dentro de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños durante el período 1925-1929 sólo hasta 1930 los anarquistas lograron constituir el Centro Sindical Libertario, bajo la dirección de Enrique Conde, mientras que en Guatemala su organización comenzó desde inicios del año 1920.

EL GRUPO -NUEVA SENDA"

El clima social en Guatemala durante el año 1925 se había caracterizarlo por la multiplicación de las huelgas y protestas obreras. Mil quinientos panaderos de los departamentos de Guatemala, Escuintla y Sacatepéquez, dirigidos por el líder comunista Antonio Cumes, reclamaban mejores salarios, jornada de ocho horas y trabajo nocturno con doble salario. La huelga, que se inició a finales de ese año se prolongó durante los meses de enero y febrero de 1926, debido a la negativa de cinco propietarios de pagar a un precio más alto las horas nocturnas, esenciales en la panificación. Estos se dirigieron a la dirección de policía para denunciar a los que componían el comité ejecutivo de la huelga, quienes en su mayoría fueron encarcelados en la penitenciaria central. Asimismo, la policía orellanista dictó expulsión para los estudiantes peruanos Esteban Pavlevitch y Nicolás Terreros y para el líder comunista cubano Julio Antonio Mella, quienes se encontraban en ese momento en Guatemala. Terrenos y Mella acababan de fundar una sección de la Liga Anti-imperialista en la capital.

Ante semejante reacción, el Sindicato General de Panificadores acordó el paro general de las panaderías. Varios miembros del Sindicato de Carpinteros estuvieron presentes en la sesión en la que se acordó lo anterior, lo que provocó la inmediata detención de los carpinteros Narciso Grajeda y Gerardo Rivas. Además, como había sido acordada una manifestación de protesta para el domingo 7 de febrero, la policía se apresuró a detener a Cumes, junto a Julio Alberto del Piñal y Ricardo Avelarde, con lo que dio el golpe definitivo a prolongada huelga de los panaderos guatemaltecos.[16]

Testigo y denunciante de esa ola de represión fue el talabartero Manuel Bautista Grajeda, quien escribió una narración de lo sucedido al periódico anarquista de Nueva York, Cultura Obrera. Este la publicó el 6 de mayo de 1926 bajo el titulo "El terror blanco en Guatemala". Bautista Grajeda, quien seguramente fue uno de los compañeros guatemaltecos con los que entró en relación Julio Díaz y quien ese año se convirtió en el líder del anarquismo guatemalteco, había nacido en 1899, y en febrero de 1920 se había adherido al Partido Unionista para participar en la lucha anti-estradacabrerista.

En octubre de 1926, él y un reducido número de obreros y artesanos fundaron el grupo Nueva Senda, "inspirados en los nobles principios de las doctrinas anarquistas". Ellos mismos describen las condiciones en las cuales se dio la fundación:

Como el ambiente en que nos movemos no nos permite accionar con la libertad deseada, ya por la tirantez autoritaria que sobre el pueblo ejerce el tiranuelo de esta región, por medio de un aborto político llamado "estado de sitio", como por la carencia de conocimientos que de las ideas anarquistas se tienen en este lugar, no ha sido posible atraernos más elementos, pues para ello necesitamos de una fuerte propaganda como lo es el folleto y el periódico.

En tal concepto, agrupados únicamente cuatro convencidos, encarecidamente rogamos a ustedes nos envíen cuanta prensa de nuestro credo tengan a su alcance, y por de pronto sin compromiso alguno, que más tarde ya tendremos ocasión de aumentar el número de compañeros, para poder recolectar fondos y así corresponder al sostenimiento de nuestros ideales.

Al participar a ustedes la fundación de nuestro grupo, que es el primero que surge en estas latitudes, nos es grato ponernos a sus órdenes, abrigando la esperanza de coadyuvar con todo el movimiento anárquico del mundo, a la consecución de tan elevada idealidad.

Por la revolución y la liberación de la especie humana.[17]

A pesar de lo minúsculo del primer núcleo de anarquistas, éstos parecían estar bien conectados con las organizaciones correspondientes del área del Caribe y de Norteamérica, pues, con fecha 26 de octubre de ese año 1926, el grupo Nueva Senda se solidarizaba con los militantes anarquistas cubanos, reprimidos por la dictadura machadista, en una protesta publicada en Cultura Obrera el día 20 de noviembre. En su protesta pedían el reaparecimiento de los periódicos El Libertario y Tierra.

Por otra parte, en Cultura Obrera apareció un extenso artículo, publicado en dos partes, bajo el título "El campesino guatemalteco". El autor, que se firmaba B. C. Rubins (sin duda un seudónimo), era extranjero. Desde Coatepeque, Quezaltenango, describió las condiciones de trabajo de los colonos indígenas de las fincas de la bocacosta.

Aquí,—apuntaba— en vez de plantar una escuela en cada finca se le pone una cantina ... para que el trabajador acabe de embrutecerse con la bebida, lo que también es otra clase de explotación de su salario. Si al emborracharse escandaliza, se le envía con un Mayor (capataz con carácter de autoridad) a la cárcel de la finca o al municipio inmediato para que se le castigue. El alcalde a la mañana siguiente le aplica una multa de 300 a 400 pesos, según el caso....

El campesino, el indio, está atado a una esclavitud: la deuda que contrae con la finca, obligado por la miseria. El patrón para asegurarse le da una libreta, en la que consta más o menos, que debe desquitar con fu trabajo personal, y se entiende también con el de su mujer e hijos, lo que le debe y que no puede por tanto separarse de ¡a finca sin mi orden....

Si llega a "fugarse" se recurre luego al alcalde, quien ordena a un Regidor para que lo vaya a coger como a un perro a la finca o población donde se encuentre, obligándosele a que trabaje, sino quiere que se le azote o se le lleve a la cárcel. Todo esto le da temor y por eso jamás trata de abandonar la finca....[18]

Más adelante, el observador anarquista (que bien pudo haber sido el propio Julio Díaz), describía la situación de los indígenas de la cabecera municipal de Cajolá, departamento de Quezaltenango, especialmente en cuanto se refería a la "zarabanda' organizada anualmente por los propietarios de las fincas. Esta servía para facilitar el "enganche" de los mozos, avanzándoles sumas de 300 y hasta 500 pesos, que se esfumaban durante la misma velada. Al día siguiente, los administradores y las autoridades locales hacían las cuentas de la deuda en días trabajo que debía cada mozo.

La búsqueda de un contacto organizativo con el campesinado era fundamentalmente una preocupación de los anarquistas mexicanos. Desde enero de 1924, su líder, José Valadés, escribía a Santillán que el anarquismo debía buscar nuevas formas de organización y que, en el caso mexicano, "se buscaba más la revolución que los sindicatos", y a eso era a lo que aspiraban "intuitivamente los trabajadores del campo".[19] A mediados de julio de 1926, durante su quinto congreso regional, la CGT mexicana hizo una nueva demanda de reforma agraria y anunció la creación de comités especiales para la organización de los campesinos. Asimismo, se comprometía a "realizar la unión del movimiento obrero y campesino de finalidad comunista anárquica".[20] Todo parece indicar que en Guatemala los sindicalistas anarquistas fueron los primeros en trabajar organizativamente con los obreros agrícolas de las plantaciones de caña de la costa sur y, sobre todo, en exponer la potencialidad revolucionaria de las masas indígenas, como se verá más adelante.

EL COMITE PRO ACCION SINDICAL

El cuadro sindical del país se vio ampliado con el surgimiento a inicios de 1928 del Comité Pro Acción Sindical (CPAS), de orientación anarquista. Este nació de la actividad realizada por el mencionado grupo Nueva Senda a lo largo de los años 1926 1927 y vino a captarle adeptos a la FROG, para entonces dominada ya por los comunistas. Por Obando Sánchez se sabe que ésta perdió ocho de sus catorce sindica tos, los que pasaron a integrar la central anarcosindicalista. Uno de esos sindicatos tránsfugos parece que fue el Sindicato de Trabajadores del Calzado, en cuyo comité ejecutivo salió vencedora la corriente anarquista.[21]

El 8 de enero de 1928 apareció a la luz el primer número del quincenario Orientación Sindical, órgano del CPAS, que aglutinaba en aquellos sus inicios a sastres, albañiles, carpinteros y ebanistas. Por el testimonio de Obando Sánchez se sabe también que la consigna de apoliticismo de los anarcosindicalistas hizo mella entre las filas de los obreros y artesanos. La táctica usada por los miembros del CPAS fue la de acusar a la FOG y a la FROG de compromiso con el gobierno del general Lázaro Chacón quien había sido electo en diciembre de 1926 por sus relaciones con el Departamento Nacional del Trabajo, al mismo tiempo que denunciaba la ineficacia de la COCA, para ese entonces moribunda. Por su parte, los comunistas contratacaban señalando que "todo aquél que bajo pretexto de 'anarquismo' no admite nuestro objetivo de la Dictadura del Proletariado, no es revolucionario sino pequeño burgués".[22]

La celebración del Día del Trabajo fue una de las expresiones del conflicto que comenzaba a agudizarse entre las corrientes sindicales del país. Al desfile del 1° de mayo de 1928 concurrieron más de cuatro mil trabajadores —según los organizadores. Las tres centrales obreras repartieron manifiestos con ataques mutuos. Al año siguiente, la manifestación dio como resultado una contienda entre comunistas y anarquistas que finalizó con el encarcelamiento de 70 trabajadores. En ese momento histórico entraba en juego en Centroamérica una de las tesis del VI Congreso de la Internacional Comunista: la táctica de "clase contra clase".[23]

En lo que concierne a la concepción del trabajo organizativo, el OPAS consideraba que el sindicato representaba el típico mecanismo de defensa de los trabajadores contra la explotación capitalista. Además, daba una cierta importancia al problema del desempleo, que comenzaba a dejarse sentir en el país a causa de los primeros efectos de la crisis económica mundial. En un articulo intitulado "Sindicalismo", aparecido el 15 de julio de 1928 en Orientación Sindical, sugería que los sindicatos y las federaciones de las diferentes ramas productivas debían de promover la formación política de los obreros sin empleo.

Un nuevo elemento en el trabajo organizativo realizado por los anarcosindicalistas fue la penetración en las plantaciones azucareras de la costa sur. En el transcurso de ese año, dos delegados de la capital se desplazaron a Escuintla para dar una conferencia sobre el tema “El sindicalismo libertario", que tuvo lugar en la sede del Sindicato de Oficios Varios, presidido por L. Salguero. Poco después, una delegación sindical costeña fue enviada a la capital con el propósito de protestar contra los malos tratos sufridos por los trabajadores del Ingenio Concepción, en Retalhuleu. Los trabajadores laboraban diez horas al día, a partir de las seis de la mañana, y sus horas suplementarias no les eran retribuidas en forma doble, como la ley lo disponía. Al poco tiempo, fue fundado el Sindicato Autónomo de Retalhuleu y éste denunciaba que "la ley de ocho horas no se cumple en los establecimientos agrícolas industriales, los salarios son bajos y es por nuestra indiferencia y desunión". Asimismo, los capataces despedían sin el previo aviso de quince días, como lo señalaba la ley. Estos eran ayudados por el alcalde en el desahucio, lo que significaba la calle. En Escuintla, otro departamento productor de azúcar, fue creado el sindicato de trabajadores de la finca "Velázquez".[24] Las reivindicaciones económicas fijadas por el CPAS portaban sobre un incremento del 25 por ciento en el salario de los trabajadores agrícolas y urbanos. Exigía, desacuerdo a la consigna internacional de la A IT, un horario de seis horas de trabajo al día.

Como la vida política de Guatemala durante los años 1927-1928 se vio marcada repentinamente por el conflicto fronterizo con Honduras, que casi degeneró en una guerra por causa de la disputa territorial que se libraban los enclaves bananeros de la United Fruit Company y de la Cuyamel Fruit Company, los obreros de ambos países se vieron concernidos. En las páginas de Orientación Sindical el CPAS puso énfasis, a lo largo de todo el año 1928, en el pacifismo, que los anarquistas consideraban corno un principio del movimiento obrero: "frente a la guerra, la unión del proletariado".[25]

Sin embargo, no todo marchaba sobre ruedas para el incipiente movimiento obrero guatemalteco. Mientras el Partido Comunista de Guatemala (PCG) y la FROG se veían obligados a desarrollar un trabajo organizativo de afianzamiento de los sindicatos bajo su influencia luego del aparecimiento del CPAS, una vez más, el Sindicato de Panificadores se puso a la cabeza de las reivindicaciones obreras por incumplimiento de los acuerdos de 1925. El primer año de gobierno del general Chacón se había caracterizado por una cierta tolerancia política inhabitual en Guatemala hasta ese momento— pero, en materia de trabajo, las reformas hechas a la Constitución no se tradujeron en la adopción de disposiciones laborales concretas, salvo en la dependencia cada vez mayor de la FOG hacia el gobierno cuando le fue reconocido el derecho de beneficiarse de una representación en el Departamento Nacional del Trabajo. La respuesta gubernamental a la huelga de los panificadores adquirió el carácter de una provocación. El estallido de una bomba en una panadería de la capital hizo que la prensa tradicional acusara al sindicato de terrorista. La tónica de la respuesta de los sindicatos de izquierda a semejantes acusaciones la daba un artículo aparecido en Orientación Sindical, en el que se preguntaba "que razón tiene la prensa burguesa para atacar a las nuevas tendencias socialista, anarquista y bolchevique, puesto que jamás han llamado a la utilización de las bombas para resolver sus luchas sindicales". Empero, la política de represión contra el Sindicato de Panificadores prosiguió, llegando hasta el arresto de sus dos principales dirigentes, Fridolino Barrientos y José León Martínez, en mayo de 1929.[26]

Ahora bien, el problema fundamental de todos los sindicatos era su marginalidad con respecto a la población económicamente activa en el país. En un artículo aparecido en La Correspondence Internationale en 1929, se apuntaba que de los 180,000 trabajadores con que contaba el país, 12,000 estaban sindicalizados de la forma siguiente: (1) la FROG, con 13 sindicatos y 2,200 miembros, afiliada a la Internacional Sindical Roja desde 1928; (2) la FOG (aunque el articulo no da una cifra, deja ver que contaba con más de cinco mil miembros) estaba adherida a la Federación Panamericana del Trabajo desde 1913; (3) la Sociedad del Seguro de Vida del Obrero, con 2,950 miembros; y (4) el Comité Pro Acción Sindical, con aproximadamente un millar de adherentes, miembro de la Asociación Internacional de Trabajadores desde 1928.[27] Indudablemente, la cifra de la población económicamente activa no correspondía a la realidad, que a finales de la década de 1920 era mucho mayor. El censo de 1921 daba una población económicamente activa de 200,000 personas, de acuerdo a las correcciones de los expertos en demografía.

LA BUSQUEDA DE LA DIMENSION CONTINENTAL

Del 11 al 15 de mayo de 1929, en Buenos Aires se llevó a cabo el congreso constitutivo de la Asociación Continental Americana de Trabajadores, bajo el patrocinio de la CGT de México y la FORA de Argentina. Los anarquistas latinoamericanos habían intentado realizar dos congresos a nivel continental, uno en Panamá en 1925 y otro en la capital argentina en mayo de 1927. El primero, como se ha visto, fracasó cuando los delegados de la mayoría de los países fueron apresados en Balboa y el segundo faltó del quórum necesario para la constitución de un organismo continental. Después del fracaso de la segunda conferencia, con la constitución por el Consejo Federal de la FORA de una Secretaría de Relaciones Internacionales, se pudo preparar finalmente dicho congreso. Al mismo asistieron con representación directa las siguientes organizaciones: Federación Obrera Regional de Argentina, con tres delegados (Emilio López Arango, Suceso Fernández y Serafín Fernández); el Centro Obrero Regional del Paraguay, con dos delegados (Juan Deilla y Cutillo); la Federación Obrera Local de La Paz, Bolivia, con un delegado (Miguel Rodríguez); la Confederación General de Trabajadores de México, con un delegado (Enrique Rangel); la Federación Obrera Regional del Uruguay, con un delegado (Pascual Minotti); el Comité Pro Acción Sindical de Guatemala, con un delegado (Manuel Bautista Grajeda) y la Federación Local de Río de Janeiro, además de otras cinco centrales sindicales del Brasil, con un delegado (Joao Martins). Asimismo, por delegados indirectos estuvieron representadas organizaciones de Bolivia, Perú, Costa Rica y los EE.UU. La Asociación Internacional de Trabajadores estuvo representada directamente por su secretario Agustín Souchy y la Comisión Internacional Antimilitarista (con sede en Holanda), por Diego Abad de Santillán.

Durante el congreso se consideraron los postulados mundiales del anarquismo, tales como la abolición del Estado, la supresión de los monopolios, el antimilitarismo y el federalismo como forma de asociación. Se reafirmaron los métodos anarquistas tradicionales de lucha, así como las consignas reivindicativas inmediatas: la jornada de seis horas, el desconocimiento de las fronteras y el aumento de salarios. En lo que concierne a las resoluciones tratadas sólo se retendrá la del campesinado, pues ésta permite apreciar el papel del delegado guatemalteco. Bajo el título "El problema campesino", la ACAT apuntaba sus siguientes ideas:

El congreso continental declara que el campesino representa un elemento de primer orden dentro de las luchas hacia la emancipación humana. Declara también que el hecho de que en América exista enorme porcentaje de campesinos en el proletariado, fortalece la circunstancia anterior. En consecuencia, exhorta a los organismos y a las individualidades a reivindicar al campesinado del segundo término a que generalmente se le ha relegado y a interesarlo en nuestras organizaciones. Manifiesta además, que es eficaz considerar las distintas condiciones morales y materiales del campesinado de cada país, para encajar la técnica orgánica dentro de estas condiciones.[28]

De hecho, no se tomó ninguna resolución sobre la cuestión y se decidió dejar su discusión para el próximo congreso.

Por su parte, Manuel Bautista Grajeda, en el discurso de clausura, insistió en la cuestión del campesinado y sobre todo en el aspecto indígena. Para él, luego de trazar la vida de miseria de los indígenas de Centroamérica, su "instintiva rebeldía ... les haría inclinarse fácilmente por nuestras ideas si pudiéramos llegar hasta ellos y explicarlas". Había que librar la batalla definitiva contra el régimen social existente, pero antes había que ganar para el anarquismo adeptos donde solamente se encontraban indiferentes. Las condiciones para ellos no eran tan difíciles como pudiera suponerse, pues existía en "estado latente, un espíritu de rebeldía ingénita" que la ACAT debía encausar.[29]

El dirigente de la FORA, Manuel Villar, que durante el congreso fue elegido para integrar el secretariado de la ACAT y quien fue uno de los principales redactores de la revista La Continental Obrera, en 1932 retomó lo esencial de esa tesis y escribía en su folleto Condiciones para ¡a revolución en América:

... millones y millones de indígenas llevan en la sangre la herencia de la solidaridad — producto de una vida sencilla y de la práctica de la cooperación y su adaptación al sistema de explotación y de esclavitud. Son justamente esas tendencias las que hay que desarrollar en claros ideales para que los pueblos del continente desplieguen todas sus fuerzas al unísono, poniendo punto final a la esclavitud moderna.

Las ideas revolucionarias y antiestatales, que prenden con tanta facilidad en el alma sencilla de estas gentes, porque son las que interpretan mejor su posición moral frente a la vida capitalista, han de adquirir rápido desarrollo si son expuestas por propagandistas de las propias poblaciones nativas y en el propio idioma, la mejor manera de llegar al fondo del sentimiento colectivo, traducido en una fuerte aspiración a la tierra y a la vida independiente, aspiración siempre perseguida, jamás lograda.[30]

La cuestión agraria comenzaba a tomar importancia en Centroamérica, pues, en el mismo año de 1929, los comunistas del continente abordaron la problemática del campesinado y la cuestión indígena cuando se reunieron en Buenos Aires en el mes de junio, durante la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. Sin embargo, en la práctica, los esfuerzos realizados por los comunistas y anarquistas guatemaltecos fueron casi inexistentes hasta donde las investigaciones actuales nos permiten conocer. Por supuesto, no puede dejarse de contemplar el lapso tan corto en que el movimiento obrero guatemalteco se movió, pues como se verá, a principios de 1932 fue desarticulado y suprimido.

LA CONFRONTACION

Aunque para los años de 1930 a 1931 no haya información sobre las actividades del CPAS debido a la inexistencia de trabajo de archivo al respecto, se puede afirmar que el mismo siguió una trayectoria parecida a la del PCG; o sea, de creciente confrontación con el poder. Primero, debido a los estragos causados por la crisis económica mundial, que fundamentalmente afectó a los sectores urbanos medios y populares, y segundo, por la crisis política creada por la muerte del presidente Lázaro Chacón. Desde el 12 de septiembre de 1929, ya había éste suspendido las garantías constitucionales como una medida destinada a frenar la agitación que se iba extendiendo en todo el país. Empero, el 10 de diciembre de 1930 enfermó de un ataque cerebral y el país cayó en un vacío de poder durante dos meses, del cual se salió con la imposición en la presidencia del general Jorge Ubico. Este, quien estaba apoyado por el embajador estadounidense Whitehouse, era el hombre ideal para el Departamento de Estado de los EE.UU., tanto por su proamericanismo como por su fama de buen administrador y de hombre fuerte. Como candidato único, triunfó clamorosamente en las elecciones de febrero de 1931.

El movimiento obrero pronto se dio cuenta que Ubico estaba dispuesto a destruirlo. Es más, que estaba dispuesto a establecer un control policiaco como lo dejaba suponer la decisión gubernamental de implantar la cédula de vecindad obligatoria. Bajo un clima de temor se disolvió la última concentración del 1 de mayo que se celebró en el país durante ese período. De las confrontaciones sociales que se conoce sobresalen la huelga de los Cementos Novella y las denuncias de los conflictos laborales en el Ingenio Pantaleón de Escuintle y en la Cervecería Centroamericana, en la capital.

Ubico decidió actuar rápidamente, antes de que la agitación tomara las proporciones del país vecino, El Salvador. A finales del mes de diciembre de 1931 desencadenó una ola de arrestos contra el PCG, la FROG y el CPAS. Esta tuvo un éxito fulgurante debido a la debilidad y al trabajo disperso de las centrales obreros y del Partido Comunista. Comunistas y anarquistas habían venido enfrentándose entre sí en los tres últimos años y se encontraban marginados frente a las centrales obreras de tendencia reformista, que pronto también serían golpeadas por el dictador. A mediados de enero de 1932 la prensa guatemalteca comenzó a dar informaciones sobre el desmantelamiento de un "complot comunista'' encabezado por el PCG, que debía llevarse a cabo el 1° de enero de 1932 y del que Ubico seria la primera víctima. Los sucesos de la insurrección campesina en El Salvador, además de determinar el grado de interacción entre ambos movimientos, vinieron a darle una razón de ser al despliegue de fuerzas que el gobierno utilizó en la represión sindical. Esta comenzó en Quezaltenango y terminó en la capital, donde los barrios populares fueron allanados. El 4 de enero fueron capturados algunos de los principales dirigentes del PCG y de la FROG, tales como Julio del Pinol, Juan Luis Chigüichón, Antonio Cumes y Miguel Ángel Vásquez. Asimismo, cayó el principal dirigente del CPAS, Manuel Bautista Grajeda. Según partes policiacos, el 30 de enero habían 170 detenidos y el 5 de febrero la cifra era de 206. Obando Sánchez rinde una cifra de 400.[31]

Desde marzo de 1931 -escribía un anarquista anónimo— fecha del golpe militar, mantiene [Ubico] un estado permanente de represión difícil de describir. Su ensañamiento se ha dirigido particularmente contra los que han luchado por organizar al proletariado....

A principios del presente- año, con motivo de una ley emitida por el dictador, que esclaviza y controla al trabajador en grado vergonzoso, circuló una hoja de protesta incitando al pueblo a desobedecerla. La represión se agudizó con tal causa, llegando a extremo de terror, los hogares obreros eran asaltados en el silencio de la noche; recrudecieron las detenciones y todos los sospechosos de profesar ideas renovadoras eran sometidos al tormento....

Entre los encarcelados y torturados se encontraron casi todos los miembros del Comité Pro Acción Sindical. A todos se juzgó en audiencia de guerra, sin concederles siquiera el derecho de designar defensores. Los procesos militares se iniciaron por "delito de rebelión e insulto a la persona del presidente.

La situación es desesperante, pues, los que no hemos caído estamos expuestos a caer de un momento a otro en garras de los verdugos. Apelamos a la solidaridad internacional. Que todo el mundo conozca lo que pasa en Guatemala.[32]

El proceso de Bautista Grajeda da una idea de la suerte judicial de los anarquistas durante el desmantelamiento del movimiento obrero. A comienzos de febrero, el gobierno dio inicio al mismo y la fiscalía militar, bajo la acusación de traición a la patria, pidió pena de muerte para los principales dirigentes. Los abogados defensores de Bautista Grajeda, César Izaguirre y Ernesto Andrade, basaron su alegato en la tesis de que un anarquista no podía ser juzgado a partir de las acusaciones hechas a los comunistas con el propósito de establecer en Guatemala "una república soviética". En la sentencia del Consejo de Guerra, los jueces militares consideraron que:

si bien la confesión prestada por el reo Manuel Bautista Grajeda, trae al ánimo judicial el convencimiento de su peligrosidad, al sustentar doctrinas anarquistas, lo que constituye una amenaza para la paz y la tranquilidad de la república, su sola ideología, que hasta la fecha no se ha manifestado en hechos externos, no constituye en estricto derecho el delito por el cual se le formuló cargo, del que se le debe absolver, ya que no consta en autos, que haya tenido participación en forma alguna, ni complicidad con los demás reos de la presente causa, en los hechos que motivan este encausamiento."[33]

Manuel Bautista Grajeda fue dejado en libertad, pero queda claro que no pudo reanudar sus actividades sindicales. Ubico había creado el clima que le permitió desarticular una a una las organizaciones obreras. Además de la FROG y el CPAS, el 4 de abril del mismo año 1932, por acuerdo gubernativo, dejó de funcionar la FOG, que hasta entonces había gozado de la protección oficial. El dictador consideraba que no era conveniente la existencia de organizaciones laborales con personería jurídica reconocida por el régimen, pues les daba la oportunidad de intervenir en asuntos que eran de exclusiva competencia estatal. El 3 de junio de 1934, el Departamento Nacional del Trabajo fue anexionado a la Dirección General de Policía.[34]

En tales condiciones, el líder anarquista terminó por entrar en una semiclandestinidad, desde donde dirigió un comité pro-presos. Finalmente, capturado por la policía ubiquista, tuvo que cumplir ocho años de cárcel. A raíz del derrocamiento de Ubico en 1944, Bautista Grajeda fundo un grupo de obreros de pensamiento anarquista que se denominó "Libertarios", entre los que se encontraban Wilfredo Chávez, Juan A. Beteta, Nicolás Mendoza y José Víctor Guzmán. Este último había sido uno de los fundadores del CPAS y director de Orientación Obrera. Como grupo, todos entraron a hacer labor en la Confederación de Trabajadores de Guatemala que había sido fundada el 1 de octubre de ese año. A nivel internacional estaban en contacto con el pequeño grupo anarquista mexicano "Tierra y Libertad", que había logrado sobrevivir por un periodo prolongado, pero con un impacto insignificante en la vida nacional desde la desaparición de CGT.[35] Los anarquistas habían esperado llegar a una sociedad igualitaria y sin clases, organizada en asociaciones voluntarias en el campo y en la ciudad, pero se veían sobrepasados por un movimiento antidictatorial cuyas mayores organizaciones agrarias y obreras estuvieron controladas por el gobierno y por los comunistas. Sus luchas anteriores habían sido relegadas a la historia una historia que aún no conocen los guatemaltecos.



[1] Alfonso Bauer Páiz, Catalogación de leyes y disposiciones de trabajo de Guatemala del período 1812-1910 (Guatemala: Instituto de Investigaciones Económicas de la USAC, Facultad de Ciencias Económicas, 1969, pagina 38.

[2] Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, El movimiento revolucionario Centroamericano. (Buenos Aires, Correspondencia Sudamericana, 1929), pp. 224-225.

[3] "Apuntes para la historia del movimiento obrero de Guatemala", Alero 30 (1977): 77.

[4] Robert J. Alexander, Communism in Latin America (New Brunswick, New Jersey: Rutgers University Press (1957), pp. 351-352.

[5] Alfred Stirner, "Aus Guatemala", Internationale Presse-Korrespondent 216 (1922): 1537.

[6] Arturo Taracena Arriola. "El primer Partido Comunista de Guatemala (1922 -1932)", Araucaria de Chile 27 (1984): 71 91.

[7] Excélsior, 2. 512 (Guatemala, 20 de diciembre de 1922).

[8] Anónimo, "Situación económica de Guatemala", La Correspondencia Sudamericana 12-14 (1929) 59-60.

[9] "Informe Oficial del Segundo Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, celebrado del 21 al 27 de marzo de 1925: Ámsterdam", De Santillan  Archief del International Instituut voor Sociale Geschiedenis, Amsterdam (de aquí en adelante, DSA). AIT 2° Kongress, 1925.

[10] Carta de Julio Díaz a Diego Abad de Santillán, fechada en México 12 de agosto de 1925", DSA, Korrrspondenz, 1622-1925.

[11] "Carta de Julio Díaz a Diego Abad de Santillán".

[12] "Carta de José C. Valadés a Diego Abad de Santillán, fechada en México 17 de octubre de 1925" y "Nota de José C Valadés a Diego Abad de Santillán, fechada en México 4 de octubre de 1925", DSA. Korrespondenz, 1922 1925.

[13] La Prensa, 8: 2192 (San José. 27 de marzo de 1926).

[14] “Carta de Julio Díaz a Diego Abad Santillán” y "Carta de Antonio Méndez Paz a Fritz Kater, fechada Guatemala 26 de febrero de 1926", OSA, Korrespondenz, 1926-1927

[15] "Carta de Diego Abad de Santillán a Antonio Méndez Paz, fechada en Berlín 24 de marzo de 1926". OSA. Korrespondenz. 1926-1927.

[16] Véanse Manuel Bautista Grajeda, "Desde Guatemala: el terror blanco de Guatemala", Cultura Obrera 183 (New York, 1926). 3 3; J Korsunsky, "El movimiento obrero en la América Central y la lucha contra el imperialismo", La Correspondencia Sudamericana 26 (1927): 29-30; y Excelsior (Guatemala, 19 de enero de 192G). núm. 2537

[17] Véase el artículo que publicó el grupo Nueva Senda, "De Guatemala", Cultura Obrera 218 (1926): 4: 2

[18] Cultura Obrera 237 (1927): 4: 3.

[19] Carta de José C. Valadés a Diego Abad de Santillán, fechada en México 9 de junio de 1929", DSA, Catalogi Varia

[20] John M Hart, El anarquismo y la clase obrera mexicana, 1860-1931 (México: Siglo Veintiuno Editores. 1980), pág. 216.

[21] Arturo Tararena Arrióla, "Les origines du mouvement ouvrier au Guatemala, 1878-1932" (tesis de doctorado. Ecole des Hautes Etudes en Sciences Social™. Paris 1982), pp 297-299 y 322 330

[22] Orientación Sindical 12 (Guatemala, 15 de mayo de 1928): 1:14

[23] Taracena Arriola, "Les origines du mouviment ouvrier au Guatemala", pp. 321 329.

[24] Orientación Sindical 13 y 15 (Guatemala, 1° de junio y 15 de julio de 1928): 1: 2-7 y 1-6, respectivamente.

[25] Orientación Sindical 12 y 13 (Guatemala, 15 de mayo y 1° de junio de 1928): 1: 1 4 y 1-8, respectivamente.

[26] Taracena Arriola. "Les origines du mouvemont ouvrier au Guatemala, pág. 322

[27] Anónimo. "Le mouvement ouvrier au Guatemala”, La Correspondence International 19 (París, 1929) 1216

[28] ACAT (Asociación Continental Americana de Trabajadores), Congreso Constituyente (Buenos Aires sin editorial. 1929), pp. 5-19.

[29] ACAT, Congreso Constituyente. pág 29

[30] (Buenos Aires. Ediciones Nervio, 1932, Cuadernos Ahora 3). pp. 34-30.

[31] La Gaceta: Revista de policía y variedades 6 (Guatemala. 21 de febrero de 1932) 12: 339-349

[32] Anónimo. "Guatemala bajo el terror". La Continental Obrera, 2da época 1 (Santiago de Chile, 15 de septiembre de 1932): 4

[33] La Gaceta: Revista de policía y variedades 12: 6: 342

[34] Taracena Arriola, Les origines du mouvement ouvrier au Guatemala.pp 361-363.

[35] Arcadio Ruiz Franco, Hambre y miseria (Guatemala: Tipografía Nacional, I952), pp 148-149. y Max Neltlau, "Die Anarchistes Propaganda seit ihren in Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, und Blickaufdas soziale West indien”. DSA. 1894-1914, 2.18.420

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