Por Oliverio Mejía

Este año se conmemoró el setenta aniversario de la revolución democrática del 20 de octubre de 1944, con una pequeña marcha protagonizada por las centrales sindicales aglutinadas en el Movimiento Sindical Autónomo Guatemalteco, partidos de izquierda, organizaciones populares y estudiantiles. Tal marcha fue poco numerosa al igual que la del año pasado, debido a los efectos de la pandemia del COVID-19

El presente artículo es de carácter histórico, cuyo objetivo es aproximarnos a los debates contemporáneos sobre el significado de este movimiento que ha dejado huellas en la historia de Guatemala. En los últimos días hemos asistido a una serie de eventos virtuales en redes sociales sobre la temática, así entonces, el presente trabajo buscará aportar algunas ideas en la materia.

Actores fundamentales del octubrismo

Primero podemos decir que esta fue una revolución protagonizada sobre todo por las capas medias urbanas, estudiantes universitarios, profesionales liberales (algunos cada vez más proletarizados), maestros, oficiales medios y sus tropas, artesanos y sectores de la naciente clase obrera. Estos, si bien no participaron con métodos propios como huelgas, se sumaron a la movilización contra los restos de la dictadura de Jorge Ubico, quien había entregado el gobierno a Federico Ponce Vaides.

El hecho fundante fue la sublevación militar contra Vaides, después de que un movimiento insurreccional civil lograra derrocar al dictador Ubico. Otro actor importante que se sumó, fue la pequeña burguesía y sectores de la burguesía, agobiados por la falta de espacios de desarrollo económico debido a los vínculos del ubiquismo con los grandes latifundistas exportadores de café y los monopolios de origen yanqui, afincados en la exportación de banano y en empresas de servicio, como la producción y distribución de energía eléctrica, los puertos y el transporte ferroviario.

La presencia de estos sectores burgueses se hizo notar nítidamente en la carta que renombrados personajes empresarios e intelectuales ligados a ellos, le escribieron al dictador exigiendo su renuncia, semanas previas a su abdicación. Así también en la participación de Jorge Torriello en la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto a dos militares implicados en el alzamiento del 20 de octubre, Juan Jacobo Árbenz Guzmán y Francisco Javier Arana. De igual forma, en el apoyo del primer gobierno electo democráticamente, el del docente universitario Juan José Arévalo, electo en 1945, con una amplia mayoría de votos, sobre otros contrincantes ligados al ubiquismo.

Por su parte, sectores de la pequeña burguesía y de las capas medias profesionales, fueron consorte tanto de este primer gobierno como del segundo, el del coronel Árbenz, electo en 1951, que ganó las elecciones con una proporción de votos menor que Arévalo, pero sin duda con amplia mayoría sobre otros sectores tanto de la reacción oligárquica, como algunos elementos desprendidos de la revolución que asumieron la maniquea ideología del anti-comunismo.

Estos actores procedentes de las capas medias y la pequeña burguesía se organizaron en distintos partidos que fueron el sostén de los gobiernos de Arévalo y de Árbenz, tales como el Frente Popular Libertador, el Partido Renovación Nacional, el Partido de Acción Revolucionaria, el Partido Socialista, entre otras. Esta explosión partidaria era reflejo de una de las demandas más sentidas de los sectores medios, como era la libertad política, en el marco de la confrontación contra el fascismo en Europa y que después de la caída de la dictadura se extendieron como hongos. Una de las características de estas agrupaciones fue el hecho que se disputaron la influencia y el manejo de la nueva institucionalidad pública, tanto desde el Congreso de la República como dentro del funcionarato.

Otra característica fue el hecho de fragmentarse varias veces, en función de lealtades cambiantes de los distintos personajes, algunos con cierto prestigio revolucionario y otros centrados mas en el clientelismo y en el favoritismo. Durante el gobierno de Árbenz se intentó unificar los partidos con la creación del Partido Revolucionario Guatemalteco (PRG), pero este intento tampoco prosperó, por las mismas desavenencias sectarias.

El movimiento obrero

Como aseveramos, el movimiento obrero, pese a no participar con métodos propios durante la insurrección de octubre, fue un actor de peso, aunque desagregado para derrocar a los remanentes de la dictadura, pero, sobre todo, como sostén de la revolución; pues entre las grandes conquistas de ésta estuvieron la libertad sindical y política para los trabajadores asalariados.

El movimiento obrero se fue gestando a inicios de la década del veinte, a partir de la evolución de las organizaciones mutualistas propias de la asociación de los artesanos, hacia el sindicalismo, inspirado en el anarco sindicalismo y en el marxismo, tras el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, con la creación del Partido Comunista Centroamericano y sus seccionales nacionales.

Durante la década de los veinte, en un clima de mayor libertad tras el derrocamiento de Manuel Estrada Cabrera, donde por primera vez participaron como un movimiento organizado, aunque bajo la égida de sectores de la burguesía en el Partido Unionista, se desarrollaron una serie de centrales sindicales, algunas inspirada por la orientación marxista y otras ya bajo la influencia de las orientaciones liberales pro imperialistas, del Partido Demócrata estadunidense.

Con el advenimiento de la dictadura ubiquista se persiguió y reprimió el movimiento obrero y el también naciente movimiento estudiantil, que tenía entre sus demandas la lucha por la reforma universitaria, conquista medianamente conseguida con el otorgamiento de la autonomía universitaria por la Junta Revolucionaria de Gobierno.

En 1946 se da un intento de unificar el movimiento obrero, con la Conferencia Sindical Nacional Unitaria, donde se lanza la consigna de la reforma agraria con el fin de acuerpar la lucha del campesinado por la tierra. Sin embargo, el gobierno de Arévalo tuvo una actitud reacia, tal como señala Díaz Rossoto, a la organización sindical, pese a que se lograron conquistas importantes como el salario mínimo y el derecho a la sindicalización; en ese marco se fue generando una serie de huelgas tanto en empresas de capital nacional como estadunidense, así como en industrias estatales tales como los puertos, reprimida fuertemente por Arévalo.

Arévalo, inspirado en una orientación socialdemócrata anti-comunista, no permitió que se re-organizara un partido comunista, cerrando la Escuela Claridad y expulsando a comunistas procedentes de otros países. Es así que la organización comunista nace dentro de las filas de uno de los partidos revolucionarios de centro izquierda, como el Partido de Acción Revolucionaria, el que se separa formado la Vanguardia Democrática, la cual posteriormente se denomina en 1949 como Partido Comunista Guatemalteco. Por su parte, otro sector se formó aparte bajo el nombre de Partido Revolucionario Obrero Guatemalteco; ambos se fusionaron en 1951 con la creación del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), obteniendo seis escaños en las elecciones de ese año.

Ya durante el gobierno de Árbenz, el movimiento obrero asume un matiz mas ofensivo, con la creación de la Central Nacional de Trabajadores de Guatemala en 1951, con cierta influencia del PGT, logrando entonces la unificación sindical aun con tendencias más proclives al colaboracionismo con las patronales y otras influidas por el sindicalismo reformista.

En el gobierno de Árbenz se asiste a un fortalecimiento del movimiento obrero y a la  profundización de la revolución, la cual había logrado desplazar a la oligarquía del poder formal, revolucionando el régimen político, siguiendo las palabras de Nahuel Moreno, pero manteniendo el carácter capitalista del Estado, De hecho, el proyecto de los partidos revolucionarios y del PGT bajo la orientación estalinista de alianza con  fuerzas supuestamente democráticas de la burguesía, era el desarrollo de un capitalismo sin ataduras con el imperialismo.

De tal forma que se desarrollan una serie de huelgas exigiendo el reconocimiento y la firma de pactos colectivos en la United Fruit Company (UFCO), la Tabacalera Nacional, la Internacional Railways of Central América (ferrocarriles), la Empresa Eléctrica y la Pan American Airway (aviación), todas de capital gringo, logrando estas conquistas. De igual forma se produce en 1952 la reforma agraria que implicaba el desmantelamiento de la concentración agraria tanto de finqueros nacionales como de tierras en posesión de la UFCO.

Un duro golpe para la unidad obrera fue la creación, según Díaz Rossoto, de la Central Nacional de Campesinos de Guatemala, pues debilitó los vasos comunicantes y orgánicos entre obreros y campesinos; aunque en el ámbito rural se fueron creando comités agrarios locales para profundizar la reforma agraria con algún tipo de organicidad con la central campesina. Sin embargo, el alejarse de la influencia obrera los dejó a expensas, por un lado, de orientaciones oportunistas del PRG y de otros partidos de centro-izquierda, así como también de acciones aisladas aventureras de algunos militantes del PGT o del reformismo que pesaba a su vez dentro de este partido producto del estalinismo. Todo esto en el momento que se preparaba la contra-revolución y la invasión procedente de Honduras, apoyada por la CIA.

¿De qué revolución estamos hablando?

Mientras se asiste a una ofensiva del actual gobierno de Giammattei para ir limitando los derechos laborales y sociales conquistados desde la década revolucionaria, como bien lo señalamos en un volante que distribuimos durante la pasada marcha de este año, se asiste a un debate alejado de estas necesarias luchas. Sin embargo, es importante señalar algunos aspectos breves.

Díaz Rossoto señaló que lo que se estaba produciendo fue la agudización del conflicto entre el capital y el proletariado bajo un Estado de matriz capitalista que respetaba la propiedad privada, pero manejado por fuerzas “democráticas” de la pequeña burguesía, donde la burguesía que apoyó al inicio la revolución y que prosperó con el proceso de industrialización, cada vez mas se sumó al carro contra-revolucionario, especialmente a partir del desbaratamiento del golpe de Estado de Arana contra Arévalo y su muerte en 1949..

Sobre eso se ha dicho, que el gran faltante fue la organización popular independiente de los partidos de centro-izquierda y del gobierno de Árbenz. El mismo PGT, en un escrito de su Comité Central en 1956 que se conoció como el documento de la Magnesia, reconoce que este partido no logró romper con la dirección pequeño burguesa de la revolución y pese a tocar con pinzas, la orientación estalinista en línea de Dimitrov de los frentes populares, la cual adujo no fue bien aplicada, sí consideró un error no impulsar una política independiente desde y para el proletariado.

En otro sentido, Sergio Tishler argumenta, equiparando con lo planteado para la revolución boliviana de 1952 por Zabaleta Mercado, que la revolución guatemalteca tuvo un carácter nacional-popular, bajo parámetros y dirección de una pequeña burguesía, pero dentro de moldes de una dominación consensuada y bajo formas relativas de la plusvalía. El mismo movimiento obrero asumió el llamado de los capitalistas productivos para desarrollar la industria y aun con Árbenz consideraban necesario un pacto con estos.

Sin embargo, fue sobre todo en el último periodo, donde el mismo Tishler reconoce existió un desbordamiento del campo popular, pero que aún dentro del marco de la intervención deja entrever, aun posible la permanencia del horizonte democrático burgués. Pero al igual que en Bolivia, pese al papel de la Central Obrera Boliviana, la cual fue un verdadero doble poder, nunca desembocó en un control total obrero del poder político, es decir del proletariado organizado en alianza con el campesinado y otras capas sociales.

Lo cual, desde la programática transicional del trotskismo, consideramos que en ese ambiente de luchas de los trabajadores, hubiera implicado  la nacionalización de empresas bajo control obrero, para defender junto a los comités agrarios locales de la reforma agraria, junto a sectores medios y bajos revolucionarios del ejército, a la revolución octubrista de la intervención estadunidense y la reacción oligárquica, capitaneada  por elementos militares y civiles  anti-comunistas y bendecidos por la iglesia católica, la cual manipuló a masas atrasadas minoritarias contra la revolución.

Por Oliverio Mejía

El concepto ladino se fue configurando en los albores de colonia para ir definiendo al mestizo producto de la mezcla étnica entre indígenas, europeos y africanos o para los españolizados procedentes de los grupos mayas, xincas, africanos garífunas y esclavos negros.

Estos tenían la característica de no ser reconocidos en materia de derechos para la posesión de la tierra, el bloqueo agrario que menciona Severo Martínez, esto provoco que se fueran asentando en terrenos sin reconocimiento oficial para formar villas y pueblos, aunque al final los hechos obligo a las autoridades coloniales a por lo menos realizar registros. Esto es importante anotar que, en las otras provincias del Reino de Guatemala, estos segmentos de población fueron la mayoría, ubicándose en todas dentro de las profesiones artesanales y la ganadería, estableciéndose como capas medias.

Esta situación se generó a contrapelo de las nociones que la corona trato de implementar con el pueblo de indios y el pueblo de españoles, por medio de las dos repúblicas. Es importante anotar que las autoridades reales peninsulares fomentaron y mantuvieron los llamados pueblos de indios, formalmente para evitar los abusos de los criollos y el control político, desde los ayuntamientos que estos realizaban; pero en la práctica fue una forma de regular el trabajo forzado de indígenas hacia los criollos y el tributo hacia la monarquía, bajo la idea de la minoridad de edad de los indígenas que la monarquía y las autoridades eclesiales debían proteger.

Es decir, una forma de racialización, bajo el pretexto de la protección de los abusos de los criollos, lo cual afectaba la racionalidad económica del sistema en conjunto. Así se genera una capa de liderazgos en las comunidades indígenas por medio del control de cofradías y mayorazgos, que mediaban con las autoridades reales y eran correa de trasmisión de los poderes coloniales, centrando mucho de la resistencia contra los intentos de mestizos de tener manejo de los recursos económicos en estas comunidades.  Sin embargo, en los momentos de crisis del poder español, a partir de la Constitución de Cádiz de 1812 que suprimió los tributos el trabajo forzado, elementos intelectuales y comerciales, realizaron protestas contra el poder criollo de la Ciudad de Guatemala, siendo la más celebre el levantamiento de Atanasio Tzul de 1820 en Totonicapán.

Construcción de la idea nacional ladina

Fue la fracción liberal, vinculado al librecambismo con el Imperio Ingles, posterior a la independencia definitiva de México en 1823, quienes bajo la lógica de imprimir una ciudadanización de igualdad formal, consideraron que estas distinciones de las repúblicas de indios y españoles deberían desaparecer, a diferencia de la fracción conservadora que abogaba por mantenerla.

Los liberales que gobernaron entre 1823 a 1827 en la Guatemala y la Federación y en la década de los treinta hasta 1838, trataron de aplicar estas ideas de igualdad formal, pero sin reparar la desigualdad real y, es más, consideraron la existencia de tierras de indios, una rémora que era obstáculo para el progreso económico. De igual forma pasaron por alto las demandas de los sectores artesanales y de algunos productores pequeños contra las consecuencias del libre comercio. De ahí, que, tras el rompimiento de la Federación y la creación del Estado de Guatemala, con Carrera a la cabeza, este como buen caudillo, arbitrando entre las comunidades rurales mestizas e indígenas y las elites conservadoras, mantuvo el modelo de las dos repúblicas.

Con el ascenso de la fracción liberal nuevamente al poder en 1871 y su proyecto de incorporación a los mercados capitalistas mundiales por medio de la exportación de café, dieron el golpe a las tierras comunales, expropiándolas para una nueva capa social de origen mestiza en algunos casos y manteniendo en otros, las tierras en control municipal.  Lo cual fue otra innovación, la creación de una municipalidad centralizada y manejada por estos sectores, despareciendo las municipalidades indígenas del periodo conservador.

Este largo periodo de la historia entre 1871 hasta mediados del siglo XX, que tuvo su primera crisis con el derrocamiento de Manuel Cabrera en 1920, pero que se reconfiguro con la dictadura de Jorge Ubico quien asumió en 1931 hasta el advenimiento de la revolución democrática del 20 de octubre de 1944, tuvo que estructurarse hegemónicamente a partir de la idea de la nación ladina.

Esta idea de nación, se centra en el racismo estructural hacia la población de origen maya. Dispositivo ideológico y de control, que descansa en el trabajo servil del indígena, de ahí que, con la expropiación de las tierras comunales a finales del siglo XIX, se mantuviera y se acrecentara la obligación de trabajo semi gratuitamente de las y los indígenas en el latifundio de exportación por medio del endeudamiento de los trabajadores indígenas y manteniendo a estos el mini fundió cada vez más fragmentado, en una especie de semi proletarización y campenización constante. Aunque en otras regiones como en el norte fue el mozo colonato, formas prácticamente feudales de posesión en manos de grandes haciendas.

Esta construcción hegemónica por medio del racismo provoco que el modelo de trabajo, generara una equiparación hacia abajo de salarios para indígenas y mestizos, pero bajo prejuicios racistas de los segundos con los primeros, al considerarse distintos y superiores. De ahí, que consideramos, que la idea ladina de nación, fue un a creación de sectores en ascenso y de algunas fracciones tradicionales oligarcas, para rechazar el ethos maya y el derecho a la autodeterminación de estos, afectando a la clarificación de la conciencia de la clase proletaria conformada por mayas y mestizos. Culturalmente busco integrar al indígena a la educación, aunque limitadamente, impartida en español con la búsqueda de que perdieran su idioma y sus costumbres.

Todo esto fue configurando un modelo que Sergio Tishler lo denomino Estado finca basado en la dominación oligarca, el cual era consustancial a la representación social de la patria ladina.

La revolución de octubre de 1944

La dictadura ubiquista ahogo todo intento de rebelión, como producto de la sublevación campesina en El Salvador de 1932, asesino a liderazgos populares, la persecución contra el naciente sindicalismo, los movimientos estudiantiles por la reforma universitaria y el fusilamiento de la alcaldía indígena de Nebaj.

Con la crisis del gobierno de Ubico, los intentos de recambio con Ponce Vaidez y la sublevación contra el régimen político dictatorial, tras la rebelión militar y civil que instauran la Junta Revolucionaria de Gobierno conformada por Francisco Javier Arana, Jacobo Arbez y el civil Jorge Toriello; los sectores movilizados fueron sobre todo maestros, estudiantes, algunos obreros-artesanales y militares. La sublevación de sectores campesinas e indígenas fue casi nula al igual que en el levantamiento contra Cabrera, a lo mejor por la forma en que se estructuro el Estado finca, sin embargo, sí se sabe que en algunas fincas los trabajadores quemaron las fichas que era la forma en que se obligaba por medio de deudas hacía con los patrones, para que realizaran trabajo servil.

Paradójicamente el único levantamiento indígena fue en contra de la revolución, en el municipio kaqchiquel de Patzicia, pero sus causas tienen connotaciones locales. Es decir, los indígenas aliados al ubiquismo se levantaron contra del control político y el despojo de tierra de parte de mestizos que simpatizaban con la revolución. Estos derrotaron a la municipalidad contralada por estos, pero ladinos de otros municipios se armaron y la aplastaron, realizando una masacre en contra de los mayas sublevados.

Esto ha dado pie a clasificar por algunos intelectuales mayas actualmente a la revolución de octubre, si bien democrática como racista, lo cual es una determinación a nuestro punto de vista equivocada. Si bien ya vimos como no hubo actores indígenas y campesinos de peso en el momento inicial, las transformaciones de revolución caminaban en ir suprimiendo el colonialismo interno por medio de algunos factores.

Primero en el gobierno de Arévalo, al suprimir el trabajo forzado que Ubico reimplantó en favor de los finqueros y en obras públicas, segundo la desaparición, por medio de un decreto de formas pre capitalistas como el mozo colonato el cual tendría que irse superando y tercero el factor más radical, durante el gobierno de Jacobo Arbez la reforma agraria decretada en 1951, la cual desde 1946 la naciente Confederación Nacional de Trabajadores de Guatemala, exigió.

Si bien la reforma agraria como es sabido fue detenida tras la contrarrevolución apoyada por Estados Unidos en 1954, esta logro avanzar repartiendo tierras en algunas regiones sobre todo en oriente y en la costa sur, con el establecimiento de Consejos Agrarios y el reconocimiento de las comunidades indígenas a reclamar tierras y posesionarse de estas, más en la región oriental hacia los Chortis, logrando también cambios en el poder local contra la usurpación ladina.

Lo que la revolución y la concepción de sus liderazgos y fuerzas sociales no visualizaron, es el rompimiento cultural de la representación ladina de nación, se reconoció como sujetos de derechos a las y los indígenas, pero bajo una lógica de convertirse parte de la misma nación en igualdad de condiciones. Pero sin identifica sus particularidades étnicas y la autodeterminación como pueblo, reivindicaciones que han tomado fuerza en décadas posteriores.


Por Alfonso Fonseca

El 17 de julio de 1979, Anastasio Somoza Debayle fue obligado a renunciar a la presidencia y a salir del Nicaragua, asediado por el inminente triunfo de la insurrección popular. En Puntarenas, Costa Rica, se había producido una negociación, bajo la atenta mirada de Estados Unidos, para conformar un gobierno de Unidad Nacional entre las fuerzas populares lideradas por el FSLN, y los restos del somocismo. Las estupideces del presidente provisional, Francisco Urcuyo Maliaños, de no entregar la banda presidencial a la Junta de Gobierno, y mas bien llamó a la guerrilla a entregar las armas. Esta ruptura de los acuerdos de Puntarenas fue aprovechada por el FSLN para, ante el colapso de la Guardia Nacional, ordenar el avance hacia Managua hasta la toma del poder en Managua el 19 de julio de 1979.

Asilo en Paraguay

La administración de Jimmy Carter, en represalia contra la resistencia de los somocistas, a pesar de encontrarse en territorio de Estados Unidos, le negó el asilo a Somoza Debayle, quien después de estar varios días en un yate en las aguas internacionales del mar caribe. Posteriormente, Somoza e refugio en Georgetown capital de Bahamas, donde se le concedió una visa de turista por 14 días para permanecer en la isla, pero tampoco fue bienvenido porque el mundo entero estaba pendiente del paradero del dictador derrocado. Las autoridades le dijeron que por motivos de seguridad tenía que abandonar la isla. Somoza no tenía donde ir, hasta que, después de una escala en Guatemala, donde también le negaron el asilo, finalmente recibió asilo por parte de Alfredo Stroessner, presidente y dictador vitalicio de Paraguay.

Somoza fue recibido por una comitiva oficial que lo traslado a una residencia, en un lujoso barrio de Asuncion. A pesar que la seguridad paraguaya había advertido a Somoza sobre un posible atentado, el ex dictador llevaba una vida social relativamente normal, asistiendo a fiestas y paseándose sin temor alguno

¿Quiénes planificaron el operativo?

Ha habido mucha discusión sobre si el operativo fue planificado por la inteligencia cubana y nicaragüense de la época, debido al temor de que Somoza Debayle encabezara políticamente una inevitable contrarrevolución armada. Este temor se acrecentó porque a mediados de 1980 era evidente que Jimmy Carter no lograría la reelección y, en cambio, ganaría las elecciones de noviembre de 1980 el republicano Ronald Reagan, quien tenía como punto de su programa apoyar una contrarrevolución en Nicaragua.

Dentro de la estrategia de Reagan estaba la creación de guerrillas contrarrevolucionarias en varias partes del mundo (Angola, Afganistán, Etiopia, Nicaragua, etc)

Según la disidente sandinista Dora Maria Téllez, aunque los guerrilleros argentinos negaron tener alguna vinculación con el Gobierno de Nicaragua, el operativo fue “absolutamente preparado, organizado por la Inteligencia del Ministerio del Interior”. “Vamos a decirlo con todas sus letras. (El operativo) fue ejecutado por el Gobierno, ahí no hay vuelta de hoja”. (magazine, La Prensa)

Los guerrilleros argentinos fueron escogidos por que tenían experiencia en la lucha de guerrilla urbana, habían pasado por la dura escuela de la cárcel, habían sido torturados, es decir, eran personas fogueadas con la dureza de la lucha.

“Operación Reptil”.

El comando que ajusticio a Somoza Debayle estaba compuesto por siete exguerrilleros argentinos, que formaron parte del Ejército Revolucionario de los Pobres (ERP), una guerrilla urbana que se le tildó falsamente de trotskista.

Sus seudónimos eran Ramón, Santiago (Hugo Irurzún), Armando (Roberto Sánchez Nadal), Ana, Julia, Susana y Osvaldo. El jefe del comando era Ramon, cuyo verdadero nombre era Enrique Gorriarán Merlo.

Este se había logrado fugar en 1972 de la cárcel de máxima seguridad de Rawson (en la Patagonia, Argentina) para continuar la lucha guerrillera.

En marzo de 1976, los militares argentinos dieron un golpe de Estado que derrocó a la presidente Maria Estela Martinez de Perón. Se desato una violenta represión contra la izquierda y la guerrilla. Para no ser capturado, Gorriaran y otros salieron de Argentina. En 1978 se unieron al frente sur de la guerrilla sandinista, en la frontera con Costa Rica. Estos guerrilleros tenían experiencia militar y en labores de inteligencia. Al ser originarios del cono sur, se confundían con los rasgos físicos y el acento de la población de Paraguay. En pocas palabras, pasaron desapercibidos al cruzar la frontera.

El ajusticiamiento según Gorriarán Merlo

Aunque al inicio Somoza estuvo protegido por un fuerte dispositivo de seguridad al pasar el tiempo disminuyó la custodia. Somoza cometido el fatal error de actuar como si no hubiese ningún peligro. Mientras Somoza se relajaba, el comando ejercía una constante vigilancia de sus movimientos, estudiando los puntos más débiles que les permitirían actuar y realizar el atentado.

Incluso, la seguridad paraguaya alerto a los escoltas de Somoza que debían cambiar el itinerario, cambiar los restaurantes y cantinas, para no mostrar flancos débiles. Primero lograron que Oswaldo trabajara en un quiosco de revistas, a dos cuadras de la mansión de Somoza, y después alquilaron una casa en la Avenida España, por donde pasaba obligatoriamente la caravana de Somoza

La vigilancia sobre el recorrido de Somoza era día y noche. El 17 de septiembre, a las diez de la mañana, el vehículo que llevaba a Somoza, un Mercedes Benz blanco, que no era blindado, inicio su recorrido sobre la avenida España, con dirección hacia un banco situado en el centro de la ciudad

Santiago permaneció los dos días en la parte delantera de la casa, con la bazuca y la ametralladora listas. Armando calentaba cada hora el motor de la camioneta con la que interceptaría al convoy de Somoza y no se separaba del FAL, la pistola y la subametralladora. Ramón, mientras tanto, se mantenía pegado al walkie-talkie esperando la llamada de Osvaldo.

El convoy del exdictador se detuvo un rato en los semáforos, situados a unos 60 metros de la base, algo que los medios de comunicación paraguayos interpretarían como un tiempo “fatal” para Somoza y “providencial” para “los terroristas” del comando argentino.

Armando dejó pasar dos o tres vehículos de los guardaespaldas y le echó la camioneta a la Volkswagen Combi que venía adelante de la limusina de Somoza. César Gallardo frenó y Ramón, Enrique Gorriarán Merlo, empezó a disparar con una M-16.

“Observé que los disparos penetraron sin dificultad. Disparé tiro a tiro, y cada disparo hacía que el cuerpo de Anastasio Somoza se moviera... Al agotar el cargador del M-16 ya estaba Santiago a mi lado en condiciones de disparar el lanzagranadas... La granada dio en el centro del vehículo y estuvo claro que la misión estaba cumplida.

Santiago me preguntó: ‘¿Le pegué?’, a lo que respondí: ‘Lo destrozaste’". (El País, de España, agosto de 1983).

La desesperación de Dinorah Sampson

La explosión del Mercedes Benz, producto del disparo de la bazooka, destrozo el cuerpo de Somoza y el propio vehículo. Dinorah Sampson, la amante de Somoza en los últimos 17 años, llego a la escena pegando gritos:  “¡General! ¿Dónde está el general? ¡Por favor! ¡Quiero verlo, yo lo quiero ver!”. Pero el ministro del Interior, Sabino Montanaro, la detuvo. “Fue despedazado”, le explicó. “No le puedo permitir que lo vea”.

La cacería contra el comando guerrillero

Stroessner desató una cacería contra el comando, cerrando las fronteras de Paraguay, mientras en Nicaragua la Dirección Nacional del FSLN convocaba a una movilización en Managua para celebrar la ejecución del tirano.

De los siete miembros del comando, solo hubo una baja. Los siete argentinos que llevaron a cabo la ejecución final de la operación para matar a Anastasio Somoza Debayle, tenían los seudónimos de Ramón, Santiago, Osvaldo, Armando, Ana, Julia y Susana. Santiago (Hugo Irurzún) el resto del comando logro escapar de la persecución de Stroessner. Aunque la policía afirmo en un comunicado que había muerto en combate, en realidad su cadáver presentaba señales de tortura, lo que indica que fue capturado vivo y sometido a crueles torturas. Sus restos nunca fueron entregados a sus familiares, sino que fueron desaparecidos.

Algunos miembros de este comando participaron en el asalto al cuartel de la Tablada en Argentina, en el año 1989, en el que murió en combate Armando (Roberto Sánchez Nadal). Gorriarán Merlo comandó el asalto, pero logró escapar. Fue detenido en 1995 en México y extraditado a Argentina por haber sido uno de los líderes del asalto a la base militar de La Tablada, en la provincia de Buenos Aires, en 1989. Estuvo detenido hasta que un indulto presidencial de Eduardo Duhalde le devolvió la libertad en 2003. Tras escribir sus memorias y anunciar que buscaría participar en política, murió víctima de un infarto en 2006.

Por Oliverio Mejía

Este año se conmemoran 200 años de la firma del acta de la independencia de Centroamérica, hecho acaecido en la Ciudad de Guatemala, capital del en ese entonces Reino de Guatemala, situación celebrada por los gobiernos de la región bajo la tónica patriotera, que como bien han planteado los maestros del marxismo, no es más que un discurso para engañar al obrero.

El presente artículo tiene como objeto centrarse en los hechos que llevaron a las principales familias criollas a declarar la independencia un 15 de septiembre de 1821, centrándose en un suceso que cierta historiografía burguesa califica falsamente como pacífica.

Antecedentes

Para el momento en que los principales grupos dominantes declaran la independencia del Imperio de España, éste estaba resquebrajado, pese a los intentos de la casa real de los Borbones por evitarlo. Esta realizó una serie de reformas para centralizar el ejercicio del poder tanto en la península como en las colonias, donde para este caso, pese al control que se tenía en la Real Audiencia (el poder político y militar), los criollos -descendentes de colonizadores españoles- mantenían el control de los Ayuntamientos, sobre el todo de la recién fundada Nueva Guatemala de la Asunción, las capitales provinciales como las alcaldías mayores y en las menores.

Hubo una constante disputa por el control de los recursos económicos, de los favores políticos, así como un conflicto permanente en la aplicación de la legislación emanada del Consejo de Indias, que llevó a la monarquía a iniciar la centralización desde esta misma. El Objetivo era disminuir o limitar el poder de los criollos, realizando en la segunda mitad del siglo XVIII las denominadas reformas borbónicas.

El tema principal que afectaba a la monarquía era lo relacionado a los ingresos fiscales, los cuales recaían sobre todo en las comunidades indígenas y en los criollos o blancos, aunque éstos desde control en los Ayuntamientos aprovechaban una serie de situaciones para evadir su responsabilidad. Las reformas borbónicas en Centroamérica consistieron en un control más directo del cobro de los distintos impuestos como alcabalas, diezmos, estancos y otros. Para tal fin, ampliaron la capacidad de cobro a nivel local en 1771, acompañado de una reorganización administrativa, con la creación de las intendencias en 1781.

Pese a eso, la situación de los ingresos no mejoró en los años siguientes, además del contrabando de productos ingleses, lo cual llevó a distintas guerras entre otras cosas, entre Inglaterra y España y que después de 1801, ésta fue obligada a permitir el ingreso de mercancías legales inglesas. Pero el contrabando fue una forma mas de enriquecimiento, sobre todo de un sector de los criollos asentados en la capital del reino, que comerciaban con los ingleses, quienes desde la en ese entonces Honduras Británica (Belice), parte de la costa Misquita y en cierto tiempo en las Islas de la Bahía, inundaban la región de mercancías, sobre todo telas.

De los comerciantes que se fueron enriqueciendo por el contrabando tenemos el clan Aycinena, el cual fue parte de una camada de migrantes que vinieron en la primera mitad de siglo XVII, los cuales desplazaron o se convirtieron en parte de los primeros colonizadores, descendientes de los invasores; estos al inicio fueron aliados de la corona, pero después fueron competidores, sobre todo con otros colonos mas cercanos al monopolio comercial de Cádiz que combatían el comercio inglés, legal e ilegal. Estos nuevos colonos terminaron manejando también una cuota grande de control en el comercio con España.

Sectores sociales

Los Aycinena y otras familias asentadas en la capital, así mismo controlaban el intercambio con las élites productoras de añil en El Salvador, de minería en Honduras y de ganado en Nicaragua, imponiendo precios y ferias de comercio, lo cual generaba el descontento con estas élites locales. La corona trató de remediar eso, por medio de ferias reales y cajas de apoyo financiero (proto bancos) pero sin mucho éxito, debido a que los criollos capitalinos tenían mayor posibilidad de otorgar crédito, ademas de la acuñación de la moneda, la cual era escasa y fuente de disputa con las autoridades de la Audiencia.

Estos distintos grupos propietarios además usufructuaban el trabajo ajeno de las tierras y las minas, tanto por medio de la hacienda enfeudada, el repartimiento de los pueblos de indios, sobre todo en Guatemala y el incipiente trabajo asalariado en El Salvador con la producción de añil o en las provincias alejadas como Nicaragua y Costa Rica.

Las principales familias criollas en el momento de la independencia eran además de los Aycinena lo siguientes: Vidaurri, Larrazábal, Carrillo, Juarros, Barundia, Urrela, Isarri, Arrivillaga, Beltranena, Batres, Pavón, Álvarez, Asturias, Melón y Palomo. Ellas conformaron el Consulado de Comercio, una instancia que buscaba el control del comercio y de las aduanas, instancia formada en la lógica de las reformas borbónicas.

El desmembramiento del poder español

Una serie de factores agobiaban a España, afectada económicamente por las guerras contra otras potencias como Inglaterra y Holanda y la cada vez mayor penetración de estas en sus colonias, repercutiendo en los ingresos en materia de comercio. Según Rodolfo Cardenal, factores tales como el contrabando inglés, el aumento del poder criollo, la movilización revolucionaria de Hidalgo primero y después Morelos en México, y las propias movilizaciones populares en el reino, obligaron a la monarquía a cambiar al capitán general, asumiendo Bustamante y Guerra en un momento de crisis política por la invasión francesa a España de 1808.

Bustamante, quien asume la presidencia de la audiencia en 1812, primero trató de realizar una serie de medidas reformistas para limitar el poder criollo, sobre todo en consonancia con la línea liberal de las Cortes de Cádiz, que eliminaron el tributo indígena y trabajo obligatorio de estos, así como intentar impulsar un programa de distribución de la tierra. Pero después de 1815 y la derrota de la invasión de Napoleón Bonaparte en la península, la corona dio giro nuevamente absolutista y tras los levantamientos en El Salvador, Nicaragua y la intentona de Belén en Guatemala, pesó más la línea represiva.

Los sucesos de España y México, entonces, son clave para explicar la trayectoria del proceso hacia la independencia. Con respecto a la metrópoli, tras la invasión francesa y la abdicación del rey se instala una Junta Central Suprema y Gubernativa en 1808, que reconocerá los derechos de gobernar del heredero, Fernando VII hijo del depuesto rey, pero en su ausencia la soberanía regresaba al pueblo. Esto implicó en América que los criollos de distintos lugares establecieran juntas de gobierno que fueron desembocando en movimientos independentistas.

En 1810 se crea en España un consejo de regencia que nombró a Fernando VII, pero bajo un gobierno constitucional, pues las juntas españolas impusieron la conformación de las Cortes Constituyentes en Cádiz, ciudad no ocupada por Bonaparte; estas gobernaron entre 1811 y 1814. Las cortes reconocieron a los americanos como ciudadanos; así, las colonias enviaron diputados, cargo cooptado por las familias criollas. Los representantes centroamericanos fueron Antonio Juarros, José Ayicenena y Manuel Penados.

Estas cortes impusieron una nueva instancia administrativa sobre las intendencias, las cuales fueron las diputaciones, creando en el reino tres de estas: la de Chiapas, cuya capital estuvo en Ciudad Real, la de Sacatepéquez cuya capital fue la ciudad de Guatemala e incluía Quetzaltenango, Chimaltenango, Tegucigalpa, San Salvador, Sonsonate y Comayagua y la de León, con sede en esa ciudad y conformada Granada, Rivas, Masaya, Cartago y San José.  Esto provocó más conflictividad interna por las rivalidades entre ciudades.

Bastamente y Guerra entorpeció la legislación de las Cortes de Cádiz, sobre todo en lo tocante a las diputaciones, porque con razón sabía que éstas fortalecían el poder de los criollos, ya que le disputaban a la Real Audiencia el control de las finanzas, la administración de justicia, el real patronato, entre otras cosas. Aunque, por otro lado, promulgaban medidas que afectaban los intereses económicos de los criollos como vimos, en lo relacionado al trabajo indígena y otras como la libertad de prensa e imprenta, hábilmente usada por los bandos criollos de cara a la independencia.

Levantamientos populares

Una serie de levantamientos sacudieron al reino sobre todo en el primer lustro de la década de 1810, que, aunque no con un claro matiz independentista, mostraban los reclamos de diversos sectores, sobre todo en las provincias.

En noviembre de 1811, se genera el levantamiento de San Salvador, impulsado por mestizos y por elementos del bajo clero, ante intentos de cambios en los obispados locales desde Guatemala. Este motín adquirió un matiz también contra la presencia de colonos recién llegados y contra las autoridades españolas en la Intendencia. Fue secundado por una serie de levantamientos en diversas ciudades de la provincia, pero fue en Zacatecoluca donde alcanzó mas fuerza.

Tenia una serie de exigencias populares que afectaban a mestizos y mulatos, como rebajar impuestos anuales, suprimir estancos, disminuir el monto de la alcabala, por ejemplo. Al final un sector de los criollos dirigido por Manuel José Arce y el Padre Matías Delgado mediatizó el movimiento, logrando cambiar las autoridades de los ayuntamientos por gente afín a estos. Por su parte, otro sector mas radical y con origen plebeyo logró posicionarse en Zacatecoluca con Pedro Pablo Castillo a la cabeza, que en 1814 intentó otro levantamiento, ya con visos independentistas.

En enero de 1811 había ocurrido otro en León, protagonizado por mestizos, que exigía igualmente, demandas en materias de rebajas de impuestos y disminución de los precios de productos de consumo popular; logrando destituir al intendente y al administrador de rentas. Lo cual fue aprovechado por un sector de los criollos dirigidos por el obispo de esa ciudad, controlando los ayuntamientos.

Posteriormente se registró otro en 1812 en Masaya y Granada, donde la fuerza principal fueron los pueblos indígenas, los cuales exigieron la abolición del tributo y los repartimientos hacia la Intendencia de León, lo cual tuvo el respaldo de mestizos y criollos, quienes controlaban los respectivos ayuntamientos con sus propias demandas relacionadas a impuestos y el costo de productos. Bustamante mandó tropas contra Granada, la cual resistió heroicamente durante cierto tiempo hasta que la ocuparon, llevando a una serie de presos hacia Guatemala y al castillo de Omoa en Honduras.

Esto provocó que una serie de personajes ilustres de origen criollo, mestizo e indígena conspiraran en diciembre de 1813, reunidos en el Convento de Belén de Guatemala, entre los cuales se encontraban los hermanos Bedoya, Pedro Molina, Fray Juan Nepomuceno, Tomas Ruiz de origen nicaragüense, Francisco Barrundia y Antonio Mateo Marure; además de los lideres indígenas Manuel Tot de Cobán y Manuel Cárdenas de Quetzaltenango, quienes iban a levantar a los pueblos en estas regiones.

El objetivo era liberar a los presos nicaragüense de Granada, cambiar a los españoles de las instituciones y declarar la independencia; estos estaban inspirados en el programa del ejército de Morelos de México. Pero la conjura fue delatada y muchos de los conspiradores apresados; sectores criollos simpatizaron hasta cierto punto, lo cual hizo reaccionar a Bustamante contra los intereses de estos.

A esto se agrega que en España la guerra de independencia había derrotado a los franceses y nuevamente Fernando VII en el poder abjuró de la constitución y eliminó las Cortes de Cádiz. Así, el presidente de la Audiencia, Bustamante, expulsó a los criollos del Consulado de Comercio, intentó controlar mas el contrabando con Belice y obligó al clan Aycinena a pagar impuestos a la corona.

Después de 1815 se generaron levantamientos en pueblos mayas como Patzicía, Comalapa y Santa María Chiquimula, contra el cobro abusivo de impuestos y el control político de autoridades mestizas, en lo que Cardenal califica como un movimiento nativista, pero dirigido por actores aculturizados y vinculados al mundo español, sobre todo comerciantes e intelectuales, contrarios a otros actores tradicionalistas como los principales con presencia en las cofradías.

La Independencia

Los Aycinena lograron en España que Fernando VII, deseoso de tener mejor relación con la aristocracia criolla, cambiara al presidente de la Audiencia y capitán general, asumiendo primero Urrela en 1818 y un año después el segundo de este, Gabino Gaínza. De ahí se fueron generando dos bandos: los beneficiarios del libre comercio con los Aycinena a la cabeza y Pedro Molina con su periódico El Editor Constitucional denominados “cacos” por un lado; por el otro, comerciantes que mantenían relaciones con Cádiz, dirigidos por José Cecilio del Valle de origen hondureño, con su periódico el Amigo de la Patria denominados “gazistas”, con el apoyo de las élites criollas provinciales y de importantes sectores artesanales, opuestos a las consecuencias del librecambismo.

En un ambiente de libertades y con la creación de los primeros proto-partidos, las llamadas tertulias políticas, se realizan elecciones para los ayuntamientos y las diputaciones en 1821, las cuales son ganadas por los gazistas las primeras, y las segundas por los cacos. Eso coincide con tres sucesos; en España el levantamiento de García Riego que obliga a Fernando VII a reconocer nuevamente la constitución de Cádiz y la convocatoria a cortes, el segundo, repercutiendo en Guatemala en el levantamiento indígena de Atanasio Tzul de Totonicapán, que exige la eliminación del tributo, el trabajo forzado y el repartimiento nuevamente.

El tercer suceso fue el Plan de Iguala o la de las tres garantías (religión, independencia, unidad) de Agustín Iturbide, un ex realista representante de los sectores criollos conservadores en México, que en alianza con sectores radicales que habían combatido en los ejércitos de Hidalgo, Morelos y Guerrero, declararon la independencia, asumiendo Iturbide como emperador de México. Esto fue bien visto por los criollos guatemaltecos, pero fueron los Ayuntamientos de Ciudad Real, Tuxtla Gutiérrez y Comitán en Chiapas, quienes primero reconocieron a Iturbide, presionando a Guatemala.

De tal forma que reunidos los gazistas y cacos, los primeros, menos entusiastas de la independencia por ser más temerosos del libre cambio, declararon la independencia de España. El acta, como es sabido redactada por del Valle, argumentaba que para evitar que el pueblo la declarase por su cuenta, los criollos la declaraban. Esto producto del temor a una serie de hechos y movilizaciones de otros sectores opuestos al poder criollo de la capital. Al acto asistieron 49 notables, es decir acaudalados y cabezas de instituciones, de los cuales 17 eran clérigos y ganó la independencia con 23 personas a favor y 7 en contra.

Se conformó una Junta Provisional Constitutiva hasta la elección de un nuevo congreso que instauraría una nueva forma de gobierno y una ley fundamental. En ese proceso los Aycinena y los sectores de Del Valle se alinearon, desplazando a Molina y Barrundia, antiguos aliados de los primeros. Sin embargo, tal congreso ya no se convocó por la anexión a México en enero de 1822, ya que rápidamente la nueva junta de gobierno con Gainza a la cabeza, reconoció a Iturbide como emperador.

Esto generó una serie de sucesos de reconocimiento en su mayoría a la anexión de parte de los ayuntamientos, sobre lo cual Pinto Soria califica que estos no eran para nada republicanos. Pero aprovecharon para buscar de limitar el poder de Guatemala, como León o Comayagua; así como Omoa y Trujillo principales puertos, al grado de enfrentarse militarmente con Guatemala, igual que San Salvador, que junto a Chiquimula se enfrentó a aquélla. La minoría, como Tegucigalpa, a la cual la unía los beneficios de la explotación de plata, apoyó a Guatemala, igual que Granada y Masaya por su rivalidad con León. Mientras otros más alejados como Cartago, San José y Heredia estuvieron atentos a lo que pasaba, pero en sí San Salvador fue el único que se opuso a la anexión a México.

Iturbide envió tropas hacia Centroamérica, al mando de Vicente Filízola el cual se convirtió en gobernador militar en 1823, enfrentándose a San Salvador, logrando derrotarlo. Sin embargo, la división administrativa que hizo creando tres provincias, Chiapas, Costa Rica y Sacatepéquez, no satisfizo a nadie. El levantamiento contra Iturbide, conocido como el Plan de Casa Mata en México, ante el desconocimiento de Iturbide del Congreso de ese pais, finalizó con la anexión.

Antes de partir, Filízola convocó a un congreso constituyente que declaró la independencia definitiva el 1 de julio de 1823 con representantes de todas las provincias, declarando la República Unida de Centroamérica, después denominada federal, en la cual los cacos cada vez más auto definidos como liberales, contralaron el gobierno hasta 1827.


Por Oliverio Mejía

Los impedimentos para la consolidación de un Estado-nación fueron la tónica asumida en Centroamérica tras lograr la independencia del Imperio Español; el federalismo fue la forma que se asumió para evitar, situación que se nutría del fuerte regionalismo y el surgimiento del separatismo. Este último fue el caso del Estado de Los Altos.

Por supuesto que, en el caso de este peculiar Estado, influyeron las disputas de poder económicas y políticas de la élite altense, con sede en Quetzaltenango y los agravios hacia esta, por las élites de Guatemala. Esta situación se reproducía en otros puntos de la naciente República Federal y provenían del Reino de Guatemala y del descontento contra los comerciantes guatemaltecos, que tenían el monopolio del comercio con España.

Sin embargo, la falta de consolidación de un sexto Estado, el de Los Altos, dentro de la Federación, tuvo sus causas en la miopía de esta élite y en general de todo el credo liberal, para con las comunidades indígenas y mestizas de los distintos puntos de la naciente república.

Antecedentes

El gobierno de Mariano Gálvez, pese a su ideología liberal que compartía con la Presidencia federal dirigida por Francisco Morazán –cuya sede era San Salvador-, reflejaba los intereses de una fracción de las élites guatemaltecas. En ese sentido, era considerado dictatorial por los conservadores, además de que las relaciones con la presidencia federal y con las otras élites de los Estados nacionales no eran las mejores.

Entre los agravios sufridos por las élites quezaltecas, estaba el hecho que estas quedaran sin representación en la Asamblea Legislativa Guatemalteca, además de que tenían una serie de exigencias económicas para desarrollar el comercio, abriendo un puerto en Champerico en el Pacífico, así como caminos y puentes. Los quetzaltecos también miraban con recelo la aplicación de los Códigos de Livingston por el gobierno de Gálvez, el cual establecía juicios por jurados conformados por la población. Esto es algo que las élites regionales, entre ellos la altense, miraban con desconfianza, argumentando por un lado que estos jurados iban hacer cooptados por la “clase indígena“, y la pérdida de poder al imponer jueces, ya que fomentaba la descentralización, por el otro.

Pero a la vez había una desconfianza hacia el gobierno de Gálvez en general. Éste manipuló las elecciones de 1833, logrando imponer a jefes militares regionales adictos a su persona; además se registró una epidemia de cólera que fue usada por la reaccionaria iglesia católica, cercana al Partido Conservador, para azuzar a la población. Todo esto generó un levantamiento campesino en oriente, conocido como La Montaña, donde sobresalió la figura de Rafael Carrera como su principal líder. Esto llevó al gobierno a una situación crítica, cuyo presidente fue sustituido en la Asamblea Legislativa por Pedro Valenzuela.

La élite liberal, al provenir de los grupos dominantes, tenía el prejuicio de clase, considerando que tierras comunales indígenas o pueblos de indios –mantenidas por las necesidades de la corona de pago de impuestos y por las negociaciones entre la primera y las comunidades- consideraban éstas como incultas, es decir que buscaban apropiárselas para convertirlas en propiedad privada. Algo que también perseguía la élite altense, que simpatizaba con el pensamiento liberal, situación que le granjeó la antipatía de las poblaciones indígenas, siendo un factor para la no consolidación de un Estado separado de Guatemala.

Reconocimiento federal del Estado del Altos

El dos de febrero de 1838 se conformaba un gobierno autónomo en Los Altos, que declaraba su separación del Estado de Guatemala, convirtiéndose en otro Estado dentro de la Federación. Este gobierno estaba presidido por Marcelo Molina. Además de Quetzaltenango, lo conformaron los distritos de Totonicapán, Sololá, Cuilco y lo que hoy es San Marcos y Suchitepéquez. En disputa con México se encontraba la región del Socunusco oriental al sur Chiapas, situación que se resolvió hasta la década de los ochenta del siglo XIX.

Suchitepéquez y Soconusco eran de suma importancia para los intereses estratégicos económicos de Los Altos, pues eran considerados vitales por ser una región fértil y rica, así como la salida al Océano Pacifico.

Para la conformación del Estado de Los Altos, la necesidad de ingresos fiscales era imprescindible, de esa forma la presión se dirigió hacia las comunidades y municipios de mayoría indígena. Esto generó molestias, sobre todo en Sololá, Totonicapán y Suchitepéquez, situación que se convirtió en una limitante por la desconfianza de las comunidades indígenas hacia la élite altense, que las miraba con desprecio y racismo.

Además, en Totonicapán y Suchitepéquez había un fuerte sentimiento, no solo de parte de la población indígena, sino también de los mestizos, por continuar siendo parte de Guatemala. Esto obligó a la élite altense a pedir la protección del ejército federal, pues la relación entre estas y Morazán era cordiales, ya que ambos buscaban debilitar a la élite guatemalteca.

Por su parte, Guatemala titubeaba si reconocer o no al Estado de Los Altos, por temor a un enfrentamiento con la presidencia federal de Morazán, además de tener en su territorio el levantamiento militar de los montañeses.

En esa coyuntura, el gobierno provisional de Los Altos convoca a una Asamblea Constituyente, buscando consolidarse como Estado nacional dentro de la Federación. Entre las primeras medidas, estuvo la de establecer una administración de rentas internas y la derogación de los Códigos de Livingston, otorgándole al gobierno la potestad de nombrar jueces.

En la conformación de esa Asamblea Constituyente se eligieron 21 diputados titulares y diez suplentes, de parte siete distritos, a saber: Quetzaltenango, Totonicapán, Sololá, Suchitepéquez, San Marcos, Huehuetenango y Cuilco. Entre otras medidas que llevaron a cabo estuvieron, disponer de contingentes militares en los distintos distritos para obligar a la población indígena, disponer de mano de obra de forma forzada para obras públicas.

Fue hasta el 23 de junio de 1838, en el periódico oficial del gobierno altense El Quetzal, con el título de “Gran Noticia“, que se dio el reconocimiento de parte del Congreso Federal con sede en El Salvador, del Estado de Los Altos. Sin embargo, se esperaría hasta agosto para que la Presidencia Federal lo reconociera.

Los diputados hondureños y nicaragüenses, con el objeto de debilitar el poder de Guatemala, así como los diputados liberales salvadoreños, los diputados conservadores guatemaltecos, más el diputado del Distrito Federal, votaron a favor del reconocimiento del Estado de Los Altos. Mas problemática fue la reacción de los representantes de Los Altos (que sumaban siete miembros); cinco votaron a favor, y dos de ellos provenientes de Totonicapán votaron en contra.

La postura de los conservadores guatemaltecos no está exenta de complejidades, porque tal jugada tenía como objeto debilitar a los liberales guatemaltecos, pese al temor de estos por las relaciones de los altenses con Morazán. Por su parte, la postura de los diputados provenientes de Totonicapán fue cuestionada por las autoridades y los medios oficiales del gobierno de Los Altos. A su vez, el gobierno del Estado de Guatemala y los diputados liberales calificaron la separación de los altenses, como un rompimiento constitucional.

La debilidad altense

La apuesta de los liberales guatemaltecos tampoco estaba exenta de complejidades, pues mantuvieron una posición de reconocimiento tácito del Estado de Los Altos, aunque lo adversaron; sin embargo, el levantamiento de los montañeses los obligó a buscar alianzas con estos. Esto a partir de una alianza temporal con el gobierno de Los Altos para combatir a Carrera y los montañeses; el gobierno altense movilizó a la División de Los Altos, dirigida por el general mexicano Agustín Guzmán López, jefe de armas del Estado separatista.

La División de los Altos, junto a las tropas del Estado de Guatemala y el apoyo logístico del ejército federal, lograron detener a los montañeses y evitar que atacara la Ciudad de Guatemala. Pero esto se logró a cambio de que se reconociera el control político de Carrera en oriente, de lo que después se denominó el departamento de Mita, por medio del Tratado del Rinconcito.

Según el historiador Arturo Taracena Arriola, ese tratado y lo relacionado a los fusiles que Carrera debería entregar (lo cual nunca hizo) como parte de lo acordado, fue lo que dio al traste con el naciente Estado de los Altos. Pese a que mientras las élites liberales y conservadoras guatemaltecas preparaban la elección de una Asamblea Constituyente, evidenciando conflictos entre estas, debido a la debilidad en que había quedado Guatemala con la separación altense, el poder de Carrera se consolidaba. De esta manera, el líder rebelde se preparaba para tomar la ciudad de Guatemala (lo cual sucedió en abril de 1839) y posteriormente para una guerra contra Morazán, el cual fue derrotado. Estos  elementos abonaron para la destrucción del Estado de los Altos, un año después.

Fuentes: -Taracena Arriola, Arturo “Invención criolla, sueño ladino, pesadilla indígena: los Altos de Guatemala, de región a Estado (1740-1871).

-https://es.wikipedia.org/wiki/Estado_de_Los_Altos

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