Por Melchor Benavente

Mucho antes de proclamarse la primera independencia en 1821, ya existía una fuerte rivalidad entre los ricos comerciantes guatemaltecos y las elites coloniales de lo que sería más tarde el Estado de El Salvador. No fue una casualidad que las elites salvadoreñas se opusieran a la anexión a México, proclamada en enero de 1822. Y tampoco fue una casualidad que los pilares de la federación centroamericana fuesen Guatemala y El Salvador.

Anexión a Estados Unidos

El 5 de diciembre de ese mismo año, la diputación de la provincia de San Salvador declaró su rechazo a la anexión a México y formó una Junta Gobernativa, encabezada por José Matías Delgado y Manuel José Arce, que decretó la anexión unilateral para formar parte de Estados Unidos, nación que en esos momentos era vista como un faro de progreso y libertad. Manuel José Arce y Juan Manuel Rodríguez fueron a Washington a negociar la anexión, la cual fue recibida con escepticismo y frialdad. Esta anexión a Estados Unidos, no progresó.

Tres sectores en pugna por la anexión a México

En ese momento, en el Salvador existían tres grupos de la clase dominante: los grupos exportadores de añil en las ciudades de San Salvador y San Vicente, y el grupo de San Miguel, baluarte del liberalismo de la época.

El localismo predominante en toda Centroamérica se debió a que las reformas borbónicas fortalecieron el rol de las municipalidades, por un lado, y la ausencia de un mercado interno, debido a que el conjunto de la economía giraba en torno a la exportación de productos. San Miguel y Santa Ana se declararon favorables a la anexión a México, mientras que San Salvador, San Vicente y Zacatecoluca se opusieron.

Después de 1821 en Centroamérica hubo tres sectores en pugna: las provincias que querían liberarse de Guatemala, pero aceptaron la anexión a México como mal menor; los guatemaltecos que siempre lucharon por mantener su hegemonía; los radicales autonomistas. En El Salvador, estos estaban representados por los notables de San Salvador, aliados de los liberales radicales de Guatemala. Estos dos sectores jugaron un papel clave en la lucha por la separación de México y la conformación de la federación centroamericana.

Al estallar la resistencia militar a la anexión, Guatemala organizó un gobierno aliado en San Miguel, en oposición a los rebeldes de San Salvador. En febrero de 1823, el general mexicano Vicente Filísola ocupó militarmente San Salvador en momentos en que se desmoronaba el imperio de Iturbide, firmando un generoso armisticio con los vencidos.

Filísola dio un giro político, y convocó a Congreso centroamericano para el 29 de marzo de 1823, con el objetivo de organizar una transición hacia un gobierno de los centroamericanos, sin presencia militar mexicana. Este congreso proclamó por segunda ocasión la independencia de las provincias de Centroamérica, en relación a España, México y cualquier otra potencia. En noviembre de 1824 fue promulgada la Constitución Federal de las Provincias Unidas de Centroamérica

La primera guerra civil centroamericana (1826-1829)

En marzo de 1824, adelantándose a la Constitución Federal, El Salvador fue la primera provincia en convertirse en Estado y dotarse de su propia Constitución, eligiendo en 1825 a Manuel José Arce como su primer Jefe de Estado.

La federación Centroamérica nació dependiente de la exportación de añil, cuando los precios declinaban en el mercado mundial. Tanto las autoridades federales como los gobiernos de los Estados carecían de los fondos necesarios. No obstante, desde su nacimiento, el Estado federal tuvo que intervenir militarmente en otros Estados, como la guerra civil de Nicaragua en 1824.

La hegemonía de Guatemala en el gobierno federal y las prácticas centralistas, sobre todo en materia de impuestos y contribuciones forzosas, creo las condiciones para el estallido de la primera guerra civil de la federación

El gobierno de El Salvador criticó la confusión entre el gobierno federal y el estatal guatemalteco. Los salvadoreños propusieron que el Congreso Federal se trasladara a la ciudad de Antigua Guatemala. Un punto discordante por parte de los salvadoreños, era la representación en el Congreso Federal. Guatemala tenía más población y, por lo tanto, más diputados.

Las contradicciones entre Juan Barrundia, jefe del Estado de Guatemala, y José Manuel Arce, jefe del Estado Salvadoreño, ambos liberales, llegaron incluso hasta roces militares, hasta que los conservadores de Guatemala recuperaron el poder  en manos de Mariano Aycinena y Manuel Montúfar, como jefe y vicejefe respectivamente, que irónicamente establecieron una alianza con el presidente Arce, para luchar contra los liberales guatemaltecos. En sentido contrario, Mariano Prado, que representaba otra fracción liberal salvadoreña, desconoció al nuevo gobierno conservador del Estado de Guatemala, y se alió con la fracción liberal opositora de Guatemala. El estallido de la guerra civil era inevitable.

Los Estados de El Salvador, Nicaragua y Honduras, gobernados por facciones liberales radicales, constituyeron el Ejercito Aliado Protector de la Ley, encabezado por el general Francisco Morazán, los que derrotaron el gobierno conservador de Guatemala en 1829, que a su vez tenia el control del gobierno federal. La derrota militar de los conservadores, llevo al general Francisco Morazán a ser el segundo presidente del Estado federal (1830-1839), y a iniciar la primera reforma liberal.

La rebelión indígena de Anastasio Aquino en 1833

Los gobiernos liberales del Estado de El salvador, unos aliados y otros contrarios a Morazán, aplicaron políticas represivas y expoliadoras contra los indígenas, provocando en 1833 el levantamiento de los indios en Santiago Nonualco, encabezados por Anastasio Aquino, que fue apoyado por los conservadores y La Iglesia.

A pesar de la intensidad de la rebelión indígena, las tropas federales del general Narciso Benítez aplastaron a las fuerzas mal armadas de Aquino, al que capturaron y decapitaron en mera plaza pública. La rebelión de Aquino solo fue el preludio de otra rebelión indígena de proporciones mayores en Guatemala en 1838. Los liberales federalistas lejos de liberar a las masas indígenas, las expoliaron, no le dieron derechos ciudadanos, y con ello se convirtieron en base social de la Iglesia y  de la contrarrevolución conservadora

Traslado del gobierno federal a El Salvador

Para evitar la confusión entre el gobierno de Guatemala y el gobierno federal, los liberales morazanistas impulsaron la creación de un Distrito Federal, como en México y Estados Unidos, pero este tomó forma hasta 1835. En el ínterin, en diciembre de 1831 el gobierno federal decidió trasladarse a San Salvador, pero se hizo efectivo hasta 1835

A pesar que el gobierno de El Salvador era el mas fiel aliado de Morazán,  las contradicciones aumentaron por el pago de impuestos, empréstitos forzosos y gastos militares.

Joaquín San Martín, jefe del Estado salvadoreño (1833-1834), se negó a poner sus tropas en Soyapango a disposición del gobierno federal, incluso atacó Santa Ana donde estaban las tropas federales bajo el mando de Morazán. La sublevación de San Martin fue derrotada, y el gobierno federal tomo el control del puerto y aduanas de la Unión, y en 1835 la jefatura del Estado salvadoreño quedó en manos del general Nicolas Espinoza, inicialmente aliado de Morazán. La colaboración con el gobierno federal entró en crisis por el tema de los impuestos, sobre todo por las rentas provenientes del aguardiente. Espinoza fue derrocado en marzo de 1836, ocupando la presidencia Diego Vigil, pariente de Morazán.

En 1837, con el objetivo de derrotar la rebelión nacionalista de Carrera, Diego Vigil impuso nuevos empréstitos forzosos. El escenario de la guerra se desplegó en torno al Distrito federal en San Salvador.

La “rebelión de la montaña” y el inicio de la segunda guerra civil centroamericana (1838-1840)

En 1836, Mariano Gálvez implementó un impuesto personal anual de 2 pesos, lo que provocó un enorme malestar entre los indígenas y campesinos, que miraban las reformas liberales como expoliadoras. La oligarquía guatemalteca vio en la rebelión de Carrera la oportunidad para liberarse del yugo de Morazán. El ascenso de Carrera al poder en Guatemala, inició el declive del gobierno federal.

El talón de Aquiles del gobierno federal eran sus exiguas rentas. Entre 1837 y 1838, la “rebelión de la montaña”, liderada por Rafael Carrera, provoco la caída de Mariano Gálvez al frente del Estado de Guatemala.

En ese mismo periodo, en 1838, para debilitar el poder de la oligarquía guatemalteca, los morazanistas alentaron la formación de un nuevo Estado, conocido como Los Altos, conformado por los departamentos de Quiché, Retalhuleu, Sololá, Totonicapán, Suchitepéquez y Huehuetenango, teniendo como capital la ciudad de Quezaltenango.

Nicaragua rompió con la federación en abril de 1838, le siguieron Honduras y Costa Rica en noviembre de ese mismo año.  En febrero de 1839 se terminó el periodo presidencial de Morazán, y en julio de ese mismo año fue elegido jefe de Estado de El Salvador. Para 1839 el Estado federal estaba reducido El Salvador y el nuevo Estado de Los Altos. En septiembre de ese mismo año Morazán se refugió en Cojutepeque. Después, derrotado, decidió renunciar a la Jefatura de Estado y salió de El Salvador con sus seguidores. Despejado el escenario, Carrera firmó un tratado de paz muy lesivo para El Salvador en mayo de 1840. Por “recomendación” de Guatemala, Francisco Malespín fue nombrado comandante general del ejército mientras iniciaba su gobierno Manuel Aguilar.

Constitución de un Estado independiente

Bajo el gobierno de Juan Nepomuceno Lindo, hondureño, la Asamblea Nacional Constituyente, el 18 de febrero de 1841, tras largas deliberaciones, promulgó la segunda Constitución de El Salvador, esta vez declarando la formación de un Estado Independiente.

El Salvador tiene el mérito histórico de haber sido, hasta el último momento, fiel al Estado federal, hasta que éste se desintegró, víctima de las políticas erróneas de los liberales de la época.


Por Olmedo Beluche

El 9 de enero de 1964 estallaron 60 años de contradicciones sociales, políticas y culturales acumuladas por el sistema colonial de la Zona del Canal. Ese día saltó por los aires el estado tutelado en que se había convertido Panamá desde 1903. Aquel acontecimiento marcó un punto de quiebre de la política norteamericana en Panamá.

Ese día eclosionó la experiencia acumulada del pueblo panameño, dirigida por sus sectores más combativos, que habían enfrentado la presencia colonial imperialista durante décadas. Acontecimiento de tal magnitud que obliga a reiterar dos afirmaciones axiomáticas, que se pasan por alto constantemente:

La primera es que ese día hubo una verdadera revolución popular antiimperialista en Panamá. La segunda, esta sublevación popular fue nuestra verdadera gesta por la independencia nacional del siglo XX. 

El 9 de Enero no fue una protesta más en la larga lista de movilizaciones populares panameñas contra la presencia norteamericana. Por su masividad, combatividad y heroísmo popular fue una revolución, en todo el sentido legítimo de la palabra, y constituyó un verdadero salto adelante hacia la independencia nacional del tutelaje colonial. 

Fue un acontecimiento a partir del cual hubo un antes y un después. Por eso fue una revolución popular antiimperialista y descolonizadora. Allí se hizo añicos el sueño que tenía la oligarquía panameña de que bastaban algunos parches para dar apariencia de justicia al Tratado Hay Bunau Varilla.

Si comparamos la heroica gesta del 9, 10 y 11 de Enero, con el 3 de Noviembre de 1903, fecha que la oligarquía gobernante nos ha presentado como el día de la independencia, veremos las enormes diferencias que resaltan con claridad. La comparación desenmascara aquella conspiración de 1903, entre una élite local aliada a intereses foráneos, por la que el imperialismo yanqui urdió la separación de Colombia, no para hacernos libres y soberanos, sino para apropiarse del territorio, el canal y convertirnos en protectorado. 

Los ancestros de la oligarquía, se sintieron cómodos con la situación colonial. Pero a los sectores populares, aunque les costó encontrar claridad en la construcción de un proyecto político propio, desde el principio pusieron el pecho en la defensa de la soberanía, porque comprendieron que la prosperidad del país y la propia dependía de ella.

Por ello: 

1.Mientras el 3 de Noviembre de 1903 se fraguó un acuerdo entre un puñado de oligarcas panameños, los accionistas de una compañía francesa tramposa, grandes capitalistas de Wall Street y el gobierno imperialista de Teodoro Roosevelt; el 9 de Enero de 1964 fue un acontecimiento espontáneo en que el pueblo panameño, compuesto en su mayoría por obreros asalariados, mujeres trabajadoras y la vanguardia estudiantil forjada en la Federación de Estudiantes de Panamá, acudió en masa a las calles cuando se enteró de la afrenta a la bandera y a los institutores.

2. Mientras el 3 de Noviembre se impuso la fuerza militar norteamericana con una invasión de, al menos, 10 acorazados y miles de marines; el 9 de Enero, el pueblo panameño, pese a la falta de armas, se enfrentó a la metralla derrotando moralmente a la fuerza de ocupación.

3. Mientras el 3 de Noviembre el pueblo panameño fue un espectador pasivo de unos hechos que dirigían desde las élites; el 9 de Enero, entre 40 y 60 mil personas rodearon la Presidencia de la República exigiendo armas al gobierno, el cual, para no entregarlas, se vio obligado a romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos, algo impensable para un oligarca como Roberto Chiari. 

4. Mientras el 3 de Noviembre no fue más que una burda intervención militar extranjera para convertirnos en colonia, que los libros de texto y la propaganda han tratado de ocultar; el 9 de Enero es un acto refulgente de soberanía popular.

5. Mientras el 3 de Noviembre ha tenido que ser cubierto con un manto de falacias históricas, para hacer parecer a nuestros ancestros como anticolombianos y a Colombia como un supuesto imperio explotador; el 9 de Enero es fruto de la diáfana lucha generacional contra las consecuencias colonizadoras del 3 de noviembre tales como: el Tratado Hay Bunau Varilla, las bases militares y la Zona del Canal.  Lucha que pasó por distintas gestas anticoloniales como: el  Movimiento Inquilinario de 1925, el Movimiento Antibases de 1947, la Operación Soberanía  de 1958 y la Siembra de Banderas de 1959.

6. Mientras el 3 de Noviembre nos heredó falsos próceres que vivieron la comodidad de ser los dueños del país y murieron en sus camas; el 9 de Enero lo parió la heroicidad de todo un pueblo que no temió morir, que entregó la vida de una veintena de los suyos, que sacrificó los cuerpos de más de 500 heridos, capitaneados por jóvenes valientes, algunos  de los cuales cayeron al fragor de la lucha, el primero entre ellos Ascanio Arosemena; mientras otros fueron perseguidos y  asesinados posteriormente como Juan Navas, que habiendo  sido herido en la gesta de Enero, fue ultimado en 1966, o como   Floyd Britton, dirigente antiimperialista asesinado el 29 de noviembre de 1969. 

7. Mientras el 3 de Noviembre nos enajenó la soberanía y los beneficios de nuestro principal recurso, con el Tratado Hay Bunau Varilla, que se firmó, no por casualidad, 15 días después; el 9 de Enero creó las condiciones para que Estados Unidos aceptaran sentarse a negociar un nuevo tratado que derogara la perpetuidad, las bases militares y traspasara la administración del canal a nuestra república.

8. Mientras los apologistas del 3 de Noviembre procuran infundir un seudo nacionalismo plagado de chauvinismo anticolombiano y la exaltación de la intervención norteamericana que “nos salvó” (dicen); el 9 de Enero es producto de un acendrado antiimperialismo de rasgos bolivarianos fraguado en la conciencia de obreros, trabajadoras y estudiantes por acontecimientos como: el golpe de estado contra Jacobo Arbenz, en Guatemala,  tramado por la United Fruit Co.;  el golpe contra Perón en Argentina, dirigido por el embajador norteamericano; las guerras de liberación nacional de Asia, África y Medio Oriente; especialmente la lucha del heroico pueblo vietnamita; y sobre todo, por la Revolución Cubana.

9. Mientras el 3 de Noviembre produjo instituciones débiles y corruptas controladas por una docena de familias; el 9 de Enero produjo el atisbo de lo que será algún día la democracia obrera y popular, cuando decenas de miles de personas se organizaron espontáneamente en los llamados Comités de Defensa de la Soberanía, unos para llevar heridos al hospital, otros para donar sangre, otros para buscar armas, otros para combatir.

10.  Mientras el 3 de Noviembre dio por fruto un país pauperizado a partir de 1914,  con una zona que mantenía un régimen de apartheid, donde no podíamos entrar, con la que no se podía comerciar,  y con una anualidad tan ridícula que los gobiernos con algo de dignidad la rechazaron; el fruto del 9 de Enero es un país con un canal y unas áreas revertidas que han catapultado el crecimiento económico y aportado decenas de miles de millones al fisco. 

Si el canal no aporta más y si está administrado por una élite oligárquica, es producto de otro acontecimiento: la invasión del 20 de Diciembre de 1989, que engendró esta seudodemocracia corrupta, estos planes económicos neoliberales y los acuerdos de seguridad que violan la soberanía que hemos sufrido por 28 años.

En esta conmemoración de los 54 años de la Gesta Heroica de 1964, miramos hacia ella no en actitud de mera contemplación histórica, sino para comprender, aprender y actuar conforme a los principios, la determinación y el valor que movió a nuestros verdaderos próceres: los Mártires del 9 de Enero, protagonistas de la Revolución Popular Antiimperialista que nos llevó hacia la verdadera independencia del yugo colonial norteamericano, instaurado en 1903.

Debemos continuar el ejemplo de esa juventud y del pueblo rebelde que sin miedos luchó para que heredáramos esta soberanía que hoy tenemos en todo el territorio nacional. Nos toca seguir luchando por perfeccionar la independencia y soberanía contra el tutelaje neocolonial, el Pacto de Neutralidad con sus enmiendas, la dependencia económica y absorción cultural.

La Universidad de Panamá, al igual que entonces, debe seguir siendo la cuna en la que maduren las conciencias y los compromisos de nuestra juventud a partir de la reflexión y el debate sobre los grandes problemas que afectan al país. La Universidad de Panamá, tal y como lo hizo en 1964, debe ser el pivote de donde sale la juventud a la lucha, revestida con una conciencia de justicia social, de solidaridad humana y soberanía nacional. 

La Universidad de Panamá, debe seguir siendo el recinto al que vuelve la juventud de las luchas, a hacer balance de lo avanzado y ponderación de los retos pendientes, como lo hizo en febrero de 1964 acogiendo el Congreso por la Soberanía, presidido por Jorge Illueca y Víctor Ávila, cuyas resoluciones sirvieron para guiar las negociaciones de un nuevo  tratado sobre el Canal de Panamá.

Tal como entonces, el grito de guerra sigue siendo el legado por los Mártires del 9 de enero de 1964: ¡UN SOLO TERRITORIO, UNA SOLA BANDERA! ¡BASES NO!  

Lista de los 21 mártires del 9 de enero de 1964

Ascanio Arosemena

Ezequiel González Meneses

Estanislao Orobio

Víctor Manuel  Iglesias

Gonzalo Crance Robles

Teófilo de La Torre

Alberto Oriol Jr.

Rodolfo Benítez Sánchez

Víctor Manuel Garibaldo Figueroa

Ricardo Murgas

Rosa E. Landecho

Maritza Alabarca

Rogelio Lara

Jacinto Palacios Cobos

Vicente Bonilla

Jorge Enrique Gill

Alberto Nicolás Constante

José del Cid

Ovidio Lizardo Saldaña Armuelles

Renato Lara

Celestino Villareta


Por Ada Membreño

Fue la Ofensiva Febe Elizabeth Velásquez,  también llamada "Ofensiva Hasta el Tope y Punto". El cual fue un suceso histórico que el pueblo salvadoreño decidió acompañar, muy a pesar de que esa ofensiva ya no tenía como objetivo la toma del poder, sino la negociación de la "paz".

Un día sábado 11 de noviembre, se llevó a cabo la ofensiva que había sido pensada y acordada cuatro años atrás. La primera acción duró hasta la madrugada del 12 de noviembre, inició con el ataque al Cuartel de la Guardia Nacional, y luego continuaron los ataques contra la escuela de policía (CETIPOL), la Escuela Militar, la Policía de Zacamil, San Ramón, Ayutuxtepeque,  Mejicanos, Soyapango, Cuscatancingo, mientras, el Batallón de Paracaidistas de la Fuerza Aérea, lanzaba en Soyapango, bombas hasta de 500 libras donde morían civiles. Hubo enfrentamientos y tomas no solo en la capital, también en colonias de clase alta, que la oligarquía protegía.

El gran alcance de la Ofensiva final del FMLN se debió en gran parte al apoyo del pueblo, el apoyo estuvo desde estratos sociales diversos, gran parte de las bajas se registraron en civiles, cuando algunos realizaban postas, la población también abastecía a la güerilla con alimentos, y demás, como las barricadas en la colonia Zacamil. Se trataba de una población decidida a la transformación, un pueblo cuya fortaleza surgía del sufrimiento por el abuso y la represión. Aunque la mayoría no conocía el objetivo de la "Ofensiva Hasta el Tope", y muchos esperaban ver el triunfo de una revolución.

Contexto Mundial

La ofensiva se dio en un contexto, en el cual se marcaba un antes y un después en el mundo, por ejemplo en Venezuela, en 1989, Carlos Andrés Pérez resultó presidente, y Carlos Menem en Argentina, justo cuando la Unión Soviética implementaba la Perestroika, como medida para pelear la crisis en que se encontraba, a ésta reforma se le atribuyen ciertas consecuencias, entre ellas; el inicio de la desintegración de la Unión Soviética, el colapso de su sistema socialista, el final del gobierno de Gorbachov, noviembre del mismo año cerraba con la caída del muro de Berlín. En Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional participó en elecciones que perdió y ganó Violeta Barrios de Chamorro. Y en El  Salvador, el triunfo de la derecha coronan ganador a Félix Alfredo Cristiani, de Alianza Republicana Nacionalista ARENA.

Sucesos determinantes de 1988

Ya desde 1988, cuando se desarrolló la cumbre centroamericana “Costa del Sol”, que tuvo como objetivo el compromiso de Nicaragua para entrar al proceso electoral antes del 25 de febrero de 1990, el FMLN se quedaba solo, incluso aislado del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en el cual ejercía presión Venezuela, para cumplir con lo pactado en Esquipulas II, pacto que buscaba parar el ascenso de la lucha popular, justificándolo con el tema de la democratización, por lo que Nicaragua dejó de ser el aliado estratégico armamentístico del FMLN, y este se inclina a presionar para la realización de los acuerdos con la oligarquía, lo que consistía en lanzar la Ofensiva, dado que el gobierno de Cristiani no mostraba voluntad de iniciar las negociaciones, lejos de ello, a finales de octubre de 1989, en un atentado, 10 sindicalistas de la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), fueron asesinados.

Entre ellos, la líder sindical Febe Elizabeth Velásquez, también ordenó la ocupación militar de la Universidad de El Salvador, mandó a asesinar a los 6 sacerdotes jesuitas, Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes (director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA), Juan Ramón Moreno, Amando López,  Joaquín López y López, Elba y Celina Ramos (Empleadas domésticas).

La Negociación

El 16 de enero de 1992, en el Castillo de Chapultepec se firman los Acuerdos de Paz. Con ello se cumple el objetivo de convertirse en partido político, el que fuera un movimiento revolucionario. Y por otra parte se lamentaba el alto costo de una guerra, que fue en vidas sacrificadas de combatientes y civiles. Pero lo más triste y hasta imperdonable, ha sido que, con el cambio ideológico del FMLN, desde mucho antes de la firma de los acuerdos, con ese paso de una ideología marxista, a una línea socialdemócrata, se jugó con el sueño revolucionario de los mejores hijos de un pueblo, hijos que lo dieron todo por esa anhelada transformación para nuestro El Salvador.


Por Ramón Sibaja

La provincia de Costa Rica fue prácticamente la ultima en pronunciarse a favor del acta de independencia del 15 de septiembre de 1821, manifestando su anuencia a la anexión al imperio de Iturbide, y aprobando en diciembre de ese mismo año, el Pacto de la Concordia que, en realidad, muchos de sus planteamientos estaban basados en la Constitución de Cádiz

La crisis del imperio español

El colapso del imperio colonial español comenzó cuando Napoleon Bonaparte incumplió con el Tratado de Fontaineblue (1807), por medio del cual Francia y España invadirían y se repartirían Portugal, en ese momento aliado de Inglaterra. Una vez cumplido el objetivo militar, Napoleon se volteó contra su aliado en 1808, el rey Carlos IV abdicó a favor de Fernando VII, y las tropas francesas se apoderaron de España.

Para justificar la invasión como una extensión deformada del republicanismo de la revolución francesa, Napoleón hizo aprobar en 1808 la Constitución de Bayona, que instauraba una monarquía parlamentaria, pero a favor de su hermano José Bonaparte. La invasión francesa a España dividió a los españoles entre “afrancesados” y quienes permanecieron leales a Fernando VII. Estos acontecimientos alimentaron el fuego de la independencia en las colonias de América.

Las rebeliones independentistas de 1811

Para contrarrestar el efecto de la Constitución de Bayona, los leales a Fernando VII convocaron en Cádiz, en 1810, a las Cortes Generales y Extraordinarias de España. Ese mismo año, en México, se produjo el grito de independencia el 16 de septiembre de 1810.

A pesar que los diputados en Cádiz discutían el establecimiento de una monarquía constitucional, y el otorgamiento de una relativa autonomía a las colonias, una oleada de rebeliones independentistas se produjo en Centroamérica. En noviembre de 1811, se produjo la primera gran rebelión en la ciudad de San Salvador, encabezados por el sacerdote Jose Matías Delgado, y Manuel Jose Arce. En diciembre de ese mismo año, se produjeron otros levantamientos armados en las ciudades de Leon y Granada, provincia de Nicaragua. En enero de 1812, hubo un levantamiento en Tegucigalpa, Honduras, encabezado por Julian Romero y fray Jose Antonio Rojas. Todos estos primeros movimientos independentistas fueron violentamente reprimidos por tropas al mando de José de Bustamante y Guerra, Capitán General.

La Constitución de Cádiz

El 19 de marzo de 1812 fue publicada la Constitución de Cádiz, creando una nueva división político-administrativa basada en diputaciones. En Centroamérica, desapareció la Capitanía General de Guatemala, o “Reino de Guatemala”, y fueron creadas las diputaciones provinciales de Chiapas, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Cada diputación estaba conformada por siete miembros electos popularmente y tres suplentes. Retomando las tradiciones del municipalismo español, las diputaciones provinciales eran autónomas. Este fue el principal legado de la Constitución de Cádiz. Al recuperar el trono Fernando VII en 1814, disolvió las Cortes y abolió las instituciones creadas por la Constitución de Cádiz, entre ellas las diputaciones provinciales. Un nuevo periodo de reacción se produjo en Centroamérica.

Aislamiento y autonomía de Costa Rica

El 23 de marzo de 1814, dos meses antes que Fernando VII disolviera las Cortes y aboliera la Constitución de Cádiz, la diputación provincial de Costa Rica había propuesto que las provincias de Nicaragua y la propia Costa Rica, constituyeran una Capitanía General, independiente de Guatemala, con sede en León, Nicaragua, y una intendencia en Costa Rica, pero la propuesta no progresó porque el 4 de mayo de ese mismo año Fernando VII disolvió las Cortes y abolió la Constitución de Cádiz.

Para septiembre de 1821, la provincia de Costa Rica respondía a la Capitanía General de Guatemala en asuntos relacionados con la Guerra, Justicia y Hacienda, pero dependía de León, en asuntos políticos, económicos y de policía. La relación entre Nicaragua y Costa Rica era muy profunda.

La provincia de Costa Rica, en una época en que casi no había caminos, estaba muy alejada de Ciudad Guatemala. Este alejamiento geográfico marcó profundamente la mentalidad política de sus habitantes.

Para 1821, la provincia de Costa Rica tenía escasa población asentada mayoritariamente en el llamado valle central. La costa caribe era inhóspita, los territorios de Nicoya y Guanacaste estaban bajo la jurisdicción de la provincia de Nicaragua, y hacia el sur estaban las impenetrables selvas y pantanos de la provincia de Panamá. En los hechos, aunque no administrativamente, esta provincia estaba más vinculada a la provincia de Panamá, que primero fue parte del virreinato de Nueva Granada, y después formó parte de la Gran Colombia.

La proclamación de la primera independencia

Las rebeliones independentistas continuaron produciéndose en América. El 1 de enero de 1820 las tropas destinadas a aplastar estas luchas, se amotinaron en España, bajo el mando del general Rafael del Riego y Núñez, obligando al rey Fernando VII a restablecer la Constitución de Cádiz. Estos vaivenes políticos en la metrópoli, y la extensión de la lucha por la independencia en México, tuvieron un efecto directo en Centroamérica y la agitación popular en Guatemala, incidieron decisivamente en la declaración de la independencia de las provincias de Centroamérica, el 15 de septiembre de 1821, proclamada por las mismas autoridades coloniales.

En el punto 7 del Acta de Independencia quedó establecido la vigencia de la “constitución, Decretos y leyes, hasta que el Congreso indicado determine lo que sea más justo y benéfico”. Obviamente se referían a la Constitución de Cádiz que fue restablecida en 1820. En cierto sentido, era un contrasentido histórico, porque esta consagraba una monarquía con rasgos parlamentarios, lo que indica que las elites en Centroamericana no querían una república independiente sino que se preparaban para la anexión a México.

Adhesión y rechazo al acta de la primera independencia

Después de firmar la Acta de Independencia, las nuevas autoridades mandaron copia original a todos los ayuntamientos y provincias de Centroamérica. A El Salvador, llegó a las nueve y media de la noche, del viernes 21 de septiembre de 1821, siendo recibida con alegría. Al día siguiente, el Ayuntamiento de San Salvador aprobó el acta de independencia.

En Honduras, la copia del acta de independencia llego a Tegucigalpa el día 28 de septiembre de 1821 y ese mismo día se aprobó y se hizo la juramentación de las nuevas autoridades. Las autoridades de Comayagua, no se adhirieron a la proclamación de independencia.

A Nicaragua llegó el 28 de septiembre, y fue recibida de diferente manera por las autoridades de León y Granada. Las autoridades de Leon, reunidas de emergencia, firmaron el Acta de los Nublados, resolviendo: “(1.- La absoluta y total independencia de Guatemala, que parece se ha erigido en soberana. 2.-    La independencia del gobierno español, hasta tanto que se aclaren los nublados del día (…) 3.- Que en consecuencia continúen todas las autoridades continuadas (sic) en el libre ejercicio de sus funciones con arreglo a la constitución y a las leyes”. En pocas palabras, Leon se proclamó independiente de España y de Guatemala. Esta decisión fue rectificada mediante el Acta del 12 de octubre de 1821, por medio del cual las autoridades de Leon, se pronunciaron a favor del Plan de Iguala y de la anexión a México.

En cambio, las autoridades de Granada recibieron con júbilo la proclamación de la independencia y se opusieron al Plan de Iguala.

La anexión a México

No habían terminado de aprobar las provincias el acta del 15 de septiembre de 1821, cuando las autoridades de Guatemala, temerosas de perder el control, conspiraron y mostraron simpatías por el Plan de Iguala que Austin de Iturbide, auto proclamado emperador, había aprobado desde el 24 de febrero de 1821.

El Plan de Iguala se basaba en la defensa de la religión católica como única, la Independencia de la Nueva España (México) de cualquier otra nación, y el establecimiento de una monarquía moderada como forma de gobierno, Esta Plan se sostendría con la formación de un ejército protector, denominado de “las tres garantías”, que velaría por la religión, la independencia y la unión íntima de americanos y europeos. Las autoridades de Guatemala se adhirieron al Plan de Iguala el 5 de Enero de 1822 y con ello anexaron a las provincias de Centroamérica al naciente imperio de Iturbide.

El Acta de Cartago

En el ínterin, las copias del acta de independencia y del Acta de los Nublados, llegaron a Costa Rica hasta en octubre de 1821. No llegaron copias de las Actas de San Salvador y Tegucigalpa.

La provincia de Costa Rica se enteró de la independencia el 13 de octubre de 1821, un día después que las autoridades de Leon se adhirieron al Plan de Iguala, por lo tanto no conocían su contenido.

El coronel Juan Manuel de Cañas convocó a los pueblos para que enviaran delegados para un cabildo abierto que se reunió el 29 de octubre en Cartago, leyendo los documentos y finalmente proclamando la independencia de la provincia de Costa Rica en relación a España.

El cabildo de Cartago, mediante Acta No 57 del 29 de octubre de 1821, resolvió: “(…) 1° Que se publique, proclame y jure solemnemente el jueves 1° de noviembre la independencia, absoluta del Gobierno español: 2° Que absolutamente se observarán la Constitución y leyes que promulgue el Imperio Mexicano, en el firme concepto de que en la adopción de este plan consiste la felicidad y verdadero intereses de estas provincia (…)”.

Cartago y la villa de Heredia se adhirieron al Plan de Iguala, es decir, fueron favorables a la anexión a México, tema que todavía se discutía en las otras provincias de Centroamérica. En sentido contrario, el cabildo de San José se declaró libre e independiente el 1 de noviembre de 1821, pero al final cedió.

El Pacto de la Concordia

A pesar que el punto dos del Acta No 57 del 29 de octubre de 1821, el cabildo de Cartago acepta el Plan de Iguala y se obliga a observar la Constitución que apruebe México, el 1 de diciembre de 1821 fue aprobado el “Pacto social fundamental interino de Costa Rica”, conocido como el Pacto de la Concordia. La mayoría de los historiadores la consideran la primera Constitución de Costa Rica, lo que otorgaría a esa provincia el status de excepción de la regla centroamericana.

En realidad, esta interpretación es demasiado generosa porque las elites de Costa Rica estaban deseosas de anexarse al imperio de Iturbide. El articulo 1 del Pacto de la Concordia estableció que la provincia de Costa Rica era libre de “(…) constituirse en una nueva forma de gobierno y será dependiente o confederada de aquel Estado o potencia a que le convenga adherirse, bajo el preciso sistema de absoluta independencia del Gobierno español y de cualquiera otro que no sea americano”. De esta manera quedaba proclamada la independencia en relación a España, pero quedaba abierta la unión o anexión a otro Estado de América.

Pero después de las discusiones, en el acápite de reformas al pacto social, se aprobó lo siguiente: “(…) 1.-  Que habiéndose formado el proyecto (de pacto social) antes que la provincia, como parte del reino de Guatemala, fuese invitada por el Excmo. señor don Agustín de Iturbide, presidente de la Serenísima Regencia de México, a unirse a aquel Imperio, y estando ahora decididos los pueblos a la unión, enviará esta provincia a las Cortes de México al diputado o diputados que se le señalen y se sujetará a la Constitución que aquel Soberano Congreso establezca: en cuyo concepto queda reformado el artículo 1o. y cumplido el final del 45”.

¿El Pacto de la Concordia fue un repudio a la Constitución de Cádiz? No fue así, porque el artículo 6 del Pacto de la Concordia estableció que “los derechos de ciudadano se suspenden o pierden por las mismas causas que expresan los artículos 24 y 25 de la Constitución española”. En realidad, era un estatuto para organizar al nuevo gobierno, pero muchos de sus estipulaciones estaban basados en la Constitución de Cádiz.


Por Clemente Bardales

La historia de Honduras, como la mayoría de países de Centroamérica, con la relativa excepción de Costa Rica, ha estado plagada de revoluciones fallidas y golpes de Estado que establecieron dictaduras militares. La acumulación de poder económico y político de las Fuerzas Armadas de Honduras viene de ese periodo.

Golpes de Estado en el siglo XX

Además del gobierno “civil” de Tiburcio Carias Andino (1933-1949) que ejerció el poder con el apoyo de los militares, se produjeron otros tres golpes de Estado. El primero ocurrió el 21 de octubre de 1956, cuando un golpe militar destituyó al presidente Julio Lozano Díaz, quien se había proclamado presidente después de un fraude electoral. Se formó una Junta Militar (1956-1957) conformada inicialmente por el general Roque J. Rodríguez, el coronel Héctor Caraccioli y el ingeniero Roberto Gálvez Barnes, más tarde el coronel Oswaldo Lopez Arellano formaría parte de la misma.

El segundo golpe de Estado ocurrió en octubre de 1963, meses antes de finalizar el mandato del popular presidente liberal, Ramon Villeda Morales. Con este golpe de Estado se instauró un largo periodo de gobiernos militares, conocido como “reformismo militar” (1963-1982), que sentó las bases de una relativa modernización del Estado burgués, pero que marcó al mismo tiempo el rol preponderante de las Fuerzas Armadas.

Este periodo de gobiernos militares se interrumpió brevemente con la corta presidencia del nacionalista Ramon Ernesto Cruz (julio de 1971-diciembre de 1972), cuando el general Lopez Arellano propinó en tercer golpe de Estado, reinstaurando los gobiernos militares. El 22 de abril de 1975 el Consejo Militar destituyó a Lopez Arellano por supuestos actos de corrupción y nombró como sucesor al general Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978), quien fue sustituido por Policarpo Paz Garcia (1978-1982), siendo este el último gobierno militar.

En el siglo XXI, se produjo el cuarto golpe de Estado, esta vez contra el presidente Manuel Zelaya (2006-2009).

La transición: “autonomía” para la UNAH y también para las Fuerzas Armadas

Tras el golpe de estado militar preventivo de octubre de 1956, las Fuerzas Armadas fijaron para noviembre de 1957 la convocatoria para una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) compuesta por 27 diputados, encargada de redactar la nueva Constitución que sería promulgada ese mismo año. En esas elecciones, el Partido Liberal obtuvo 209,109 votos, el Partido Nacional ganó 101,274 votos, y el Movimiento Nacional Reformista (MNR) obtuvo 24,489 votos.

La ANC dominada por diputados liberales, eligió el 15 de noviembre de 1957 a Ramón Villeda Morales como presidente, poniendo fin al periodo de gobiernos nacionalistas. Al día siguiente, Gálvez Barnes renunció como miembro de la Junta Militar y fue sustituido por el coronel Oswaldo López Arellano, quien ocupaba el cargo de Ministro de Defensa y gozaba del respaldo de todas las ramas de las Fuerzas Armadas

El 21 de diciembre de 1957, en un acto solemne en el Estadio de Tegucigalpa, Modesto Rodas Alvarado, en su calidad de presidente del Congreso Nacional, le tomó la promesa de ley y le impuso la banda presidencial a Ramón Villeda Morales.

La transición de la Junta Militar al gobierno civil de Villeda Morales fue posible por un acuerdo con la cúpula militar. Antes de entregar el poder, la Junta Militar otorgó la autonomía para la Universidad Nacional de Honduras, una enorme conquista para los estudiantes, mediante la publicación del Decreto No 170, del 15 de octubre de 1957, aprobando la Ley Orgánica de la Universidad de Honduras (UNAH) la que se mantuvo vigente hasta finales del año 2004.

A cambio, la ANC aprobó en la Constitución de 1957 una relativa autonomía de las fuerzas Armadas, las que obedecerían el presidente de la república, pero por la intermediación del “jefe de las fuerzas armadas”, quien debía ser electo por el Congreso Nacional de una terna enviada por el Consejo Superior de la Defensa Nacional. En pocas palabras, el presidente de la república no tenía incidencia directa en el nombramiento y sucesión del jefe de las Fuerzas Armadas. De esta manera, los militares conquistaron su autonomía, que les permitió incidir y jugar un papel de árbitros en la política nacional.

Este status de relativa independencia del poder ejecutivo se mantuvo durante 42 años, hasta el 25 de enero de 1999, cuando una reforma constitucional le permitió al presidente de la republica ejercer directamente la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. No obstante, a pesar de esos cambios legales, los militares siguen siendo el verdadero poder tras el trono.

El rol bonapartista de las Fuerzas Armadas

Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX la economía de Honduras se basó en los enclaves en manos de compañías extranjeras. La oligarquía y la burguesía local eran muy débiles, supeditadas al capital extranjero, especialmente norteamericano.

La huelga bananera de 1954 fue una especie de revolución democrática frustrada que obligó en pocos años a los militares a tomar directamente las riendas del país, para iniciar las reformas democráticas necesarias ante la incapacidad de la burguesía, por un lado,  y la fuerza cada vez más pujante de los trabajadores bananeros y sectores populares, por el otro, quienes en su amplia mayoría eran influenciados políticamente por alas de “izquierda” del Partido Liberal.

El liberalismo hondureño está situado, junto con el colombiano, a la “izquierda” del espectro del liberalismo latinoamericano. Las masas populares de Honduras se identifican mayoritariamente con el discurso de justicia social de las corrientes de izquierda del liberalismo. Este factor ha impedido el surgimiento de partidos de izquierda independientes con influencia de masas.

A pesar de las buenas intenciones y acuerdos suscritos en 1956, las contradicciones entre el gobierno de Villeda Morales, asentado en las ilusiones democráticas de las masas populares, y el rol cada vez mas bonapartista de las Fuerzas Armadas, era casi inevitable.

El gobierno “desarrollista” de Villeda Morales

Bajo el gobierno de Villeda Morales se sentaron las bases de la modernización capitalista de Honduras: se aprobó el Código del Trabajo, vieja reivindicación de los trabajadores; se emitió la Ley de Reforma Agraria, se creó el   Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), una Ley de Fomento Industrial, etc. Bajo su gobierno, logró que la Corte Internacional de Justicia se pronunciara a favor de Honduras, en el diferendo limítrofe con Nicaragua, sobre 8500 kilómetros cuadrados de la Mosquitia.

El boom económico de la postguerra fue aprovechado al máximo por Villeda Morales, y cuya labor fue continuada por los gobiernos del reformismo militar. Los años 60 del siglo XX marcan el surgimiento de una burguesía local, compuesta en su mayoría por emigrantes árabes o judíos, que fueron artífices de la creación de un mercado interno virgen con el impulso de las políticas de sustitución de importaciones del recién creado Mercado Común Centroamericano (MCCA) en 1960.

El apoyo a la guerrilla antisomocista

Villeda Morales apoyó a la guerrilla nicaragüense. El ex teniente Rafael Somarriba, nicaragüense, se entrevistó en febrero de 1959, en la Habana, Cuba, con Ernesto Che Guevara, para solicitar apoyo en la lucha armada contra la familia Somoza. En marzo de 1959, Somarriba viajó a Honduras y se entrevisto con el presidente Villeda Morales, a quien le entregó una carta firmada por el Che Guevara. Después de una larga conversación, Somarriba y Villeda Morales se pusieron de acuerdo.

¿En qué consistirá mi ayuda?, preguntó Villeda Morales. Somarriba respondió: “El armamento y lo económico lo da Cuba. Necesitamos una pista aérea para desembarcar armas. También campos de entrenamientos para unos 50 hombres. La pista tendrá que mantenerse abierta para seguir recibiendo apoyo cubano”. Se abrazaron en señal de acuerdo.

EL gobierno de Villeda Morales facilitó el territorio de Honduras para organizar campamentos de la guerrilla antisomocista, pero el 24 de junio de 1959 fueron atacados por sorpresa por tropas del Ejército de Honduras, ocasionando la masacre de guerrilleros nicaragüenses en el lugar conocido como El Chaparral, departamento del Valle, Honduras.

Este episodio creo una nueva fricción entre Villeda Morales y la cúpula militar.

Fallido golpe de Estado y creación de la Guardia Civil

Conociendo el real poder que habían acumulado los militares, Villeda Morales procuró mantener una relación de equilibrio con el Ejercito, pero al final no pudo contra ellos. Siempre impulsó en el Congreso que se le asignara a las Fuerzas Armadas una cuarta parte del presupuesto nacional.

En 1959 hubo cuatro intentonas de golpe militar que no progresaron, pero que mostraban la inconformidad y el poder político acumulado por la cúpula militar. El 12 de julio de 1959, el coronel Armando Velásquez intentó un golpe de Estado contra Villeda Morales, apoyándose en la Policía, la que terminó siendo disuelta. Villeda Morales creo un nuevo cuerpo armado de 2500 hombres denominada “Guardia Civil”.

Indudablemente, la creación de un nuevo cuerpo armado, por muy pequeño que fuera, provocó recelos con la cúpula militar. Oswaldo López Arellano llamaba “ejercito negro” a la Guardia Civil, burlándose del color del uniforme que usaban. La gota que derramó el vaso, fue la orden de Villeda Morales de que las elecciones de 1964 fueran vigiladas por la Guardia Civil.

El Golpe de Estado del 3 de octubre de 1963

Aprovechando la fecha de celebración del natalicio del general Francisco Morazán, el coronel Lopez Arellano movilizó tropas para derrocar a Villeda Morales. Lo primero que hizo fue rodear, atacar y desarmar los cuarteles de la Guardia Civil, la que fue tomada por sorpresa. Las cifras de muertos nunca se conocieron.

Aviones de la Fuerza Aérea de Honduras (FAH) sobrevolaron el Palacio Presidencial. Al mediodía, un avión de la FAH trasladó a Costa Rica al presidente Villeda Morales y Modesto Rodas Alvarado, presidente del Congreso y líder del PL.

El golpe de Estado fue apoyado por una corriente del Partido Liberal, denominada anti Rodistas, y por el conjunto del Partido Nacional. Algunos de ellos, ocuparon altos cargos en el gobierno militar. Oscar Flores fue nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Amado Nuñez siguió desempeñándose como ministro del trabajo, Rafael Bardales Bueso como ministro de educación, etc.

Estados Unidos no reconoció al gobierno de Lopez Arellano, por la política que en ese momento sostenía John F Kennedy de “alianza para el progreso”, pero como este fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, su sucesor, Lindon B Jonhson, terminó reconociendo al gobierno surgido del golpe de Estado. Los gobiernos centroamericanos terminaron reconociendo uno por uno al nuevo gobierno militar.

Una de las primeras decisiones del coronel Lopez Arellano, al propinar el golpe de Estado de 1963 que derroco al gobierno de Villeda Morales, fue la disolución de la Guardia Civil y la creación del Cuerpo Especial de Seguridad (CES) que en años posteriores se convirtió en Fuerza de Seguridad Publica (FUSEP) y mas tarde en Policía Nacional. Desde 1963 hasta 1998, la Policía fue el cuarto brazo o rama de las Fuerzas Armadas.

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