Por José René Tamariz Corea

 

El vertiginoso ascenso de China como potencia mundial ha conducido a diversas interpretaciones y caracterizaciones. Algunas corrientes políticas la caracterizan como "país semi-colonial", otros como "país independiente", "país imperialista" y algunos no la definen ni caracterizan sino que la dejan en el "limbo".

Los Cuentos Chinos

Debemos, en primer lugar, desmentir el cuento chino del "socialismo de mercado" y de "un país, dos sistemas". En realidad, en China nunca hubo socialismo, sino que el triunfo de la revolución china en 1949, origino un país post-capitalista que, con el paso del tiempo, nuevamente regresó al capitalismo, bajo diversas formas.

También debemos desmentir el segundo cuento chino del principio de "igualdad, desarrollo común, beneficio mutuo y ganancia compartida en su cooperación con los demás países del mundo, sean ellos grandes y pequeños". En verdad, este tipo de desarrollo tan "armónico" dentro del capitalismo es contrario a su propia naturaleza explotador y expoliador, ya sea de los trabajadores o de países más débiles, subdesarrollados o semi-coloniales.

La Hegemonía Económica

China, primero desplazó a Alemania como potencia exportadora; luego desplazó a Japón como segunda potencia económica y, recientemente, supero a los Estados Unidos en cuanto al PIB. El PIB de China en el 2013 fue de $17,6 billones, mientras que el de EE.UU fue de $17,4 billones.

Características Clásicas y Modernas del Imperialismo de China

La creciente exportación de capitales por parte de China hacia otros países es una característica del imperialismo clásico que busca grandes ganancias. Veamos algunos ejemplos. China había invertido más de $15.000 millones en África. (Datos del 2012). Asimismo, el 19 de julio del 2012, China concedió un nuevo préstamo a África por $20.000 millones por tres años. China realizara una inversión de $250.000 millones en América Latina en los próximos diez años. Igual hace en ciertos lugares de Asia.

El intercambio desigual, característica moderna del imperialismo, lo realiza China con los países más pequeños o subdesarrollados. Solamente hay que fijarse en la balanza comercial deficitaria de los países latinoamericanos y africanos con respecto a China. También que los países latinoamericanos y africanos, en su mayoría, solo exportan materias primas y energía a China.

Sin embargo, China está avanzando sobre esos países al comprar empresas y constituir empresas mixtas con el capital o Estado nacional. Esa orientación se está profundizando con la inversión, construcción y control de esas obras de infraestructura en muchos países.

Avance Económico Chino Sobre Europa

El rol de comprador mundial de empresas se ha invertido. Antes de la gran depresión de los Estados Unidos y Europa (2008-2009), estos compraban empresas. Ahora, después de esa terrible crisis es China quien compra empresas en Europa "La inversión de las empresas chinas en compañías europeas que alcanzo apenas US$853 millones entre 2003 y 2005 aumento a US43.900 millones entre 2008 y 2010... El incremento le dio a las empresas chinas el control de 118 compañías europeas (petróleo, minería y gas, finanzas, industria química, automotriz, servicio público y energía, hoteles, telecomunicaciones, alimentos y bebidas, construcción, salud, seguros, sidedurgia y otros).

La Hegemonía Militar

Es cierto que el imperialismo yanqui es hegemónico en el terreno militar a escala internacional. De ahí, aun su supremacía mundial aún. Sin embargo, existe preocupación en los círculos imperialistas por "el desarrollo de China y su adquisición de armas avanzadas, incluidos misiles de precisión, antibuques, no resulta verosímil que EE.UU pueda mantener la invulnerabilidad de sus fuerzas en esa región como en pasados decenios, incluida la capacidad para actuar cerca de las costas de China...". (Seguridad y determinación en Asia oriental).

Según Samir Amin "La hegemonía de los Estados Unidos estriba pues, en definitiva, más en la sobredimensión de su poderío militar que en las "ventajas" de su sistema económico...". Esto es, en cierto modo, relativamente real pero no totalmente. China se fortalece y gana la batalla económica pero para desarrollar sus capacidades militares hacia el futuro inmediato y de largo plazo. Se prepara y desarrolla en paz para hacer la guerra.

El Modelo Imperialista Actual

Desde el punto de vista histórico, el surgimiento de una nueva potencia produce una guerra inter-imperialista. Hay sectores intelectuales burgueses e imperialista que creen que el ascenso de China podría darse como una relación entre los EE.UU y Reino Unido. Según Henry Kissinger, halcón imperialista, China podría tener como objetivo "no… la dominación del mundo, sino el da tong: la "gran armonía". Pareciera que esta serían falsas ilusiones. A su vez, este imperialista plantea un mundo bipolar EE.UU-China.

El actual modelo imperialista dejo de ser la triada imperialista: E E.UU-Europa-Japón. Ahora es un tipo como la que Mandel describía de competencia inter-imperialista, pero, principalmente entre los EE.UU y China. Atrás se han quedado Europa y Japón. El desenlace esta es su pleno desarrollo, entre, primeros, aliados y socios, luego,socios y competidores y, en su fase siguiente, competidores y enemigos.


Por Leonardo Ixim

Con las movilizaciones estudiantiles y de la juventud en la Región Especial de Hong Kong se pone en evidencia una constante dentro que se da desde 2008 en la República Popular de China: en coincidencia con las repercusiones de la crisis mundial, que ocasionó en este país un descenso de las altas tasas de crecimiento, se han generado una serie de movilizaciones, huelgas y paros tanto de obreros en fábricas como de pobladores ante algunos megaproyectos.

Pero esta vez fueron los estudiantes y la juventud sobre todo, aunque con la solidaridad de la Central de Sindicatos de Hong Kong, los que se movilizaron para pedir que las elecciones de 2017 fueran realmente libres y no controladas por el Partido Comunista Chino (PCCH) desde Beigin, en la denominada revolución de los paraguas.

Una situación social que conduce a protestas

Hong Kong es una ciudad de más de siete millones de habitantes, famosa por su centro financiero internacional y sus importantes industrias, pero también por estar controlada por mafias conocidas como Triadas que se disputan el poder económico en la ciudad. Pese a que se considera rica, la desigualdad económica hace mella en la estructura económica, apareciendo demandas que tienen que ver con mejoras salariales y oportunidades para la juventud. Un quinto de su población vive bajo el nivel de pobreza, los salarios promedio diarios son de menos de tres dólares y la desprotección a jubilados y desempleados es normal; de igual forma el crimen organizado y el tráfico ilegal de todo tipo de bienes afectan a la población.

Todo esto es caldo de cultivo para una serie de demandas sociales, laborales y democráticas, que cuestionan la concentración económica de la oligarquía financiera aliada a la burguesía burocrática de Beigin. Así, el conflicto se empalma con el descontento de importantes sectores de la población china por la cada vez mayor desigualdad económica, provocada por el aterrizaje y caída de las altas tasas de crecimiento y la cada vez mayor amenaza de la burbuja inmobiliaria que da señales de explotar.

El régimen especial

Recordemos que esta ciudad, ex colonia británica que al igual que Macao regresa a la madre patria en 1998, se convirtió en región con un régimen especial bajo la fórmula de un estado y dos sistemas, misma lógica con que se pretende realizar la integración de la República China de Taiwán con la República Popular China. Esta fórmula en la política oficial de la burguesía burocrática gobernante de la RPCH plantea que se respeta la existencia del sistema capitalista tanto en Hong Kong como próximamente en Taiwán, lo cual es una pura formalidad, porque la transición al capitalismo de China promovida por la burocracia, hoy convertida en burguesía en la denominada alianza estratégica con las grandes trasnacionales imperialistas, no produce regiones con dos sistemas como el de Hong Kong y Macao, ya que hoy toda la RPCH es capitalista.

La política estatal china bajo esta fórmula mantiene la promesa de garantizar el sistema liberal-parlamentario aplicado por los ingleses en la Región Administrativa Especial de Hong Kong, con un jefe de gobierno electo por un Comité Electoral, electo a su vez entre los miembros del parlamento de la región. El parlamento está conformado por 30 representantes electos por sufragio universal y 30 por representantes de las fuerzas económicas y sociales de la región. Pero la exigencia de los habitantes de Hong Kong desde el regreso a la RPCH ha sido que el jefe de gobierno sea electo por sufragio universal directo, algo a lo que las autoridades chinas siempre se han negado.

No es la primera vez que se dan movilizaciones en la ciudad. Primero en 2002 y después entre 2004 y 2005, cuando China desconoció al jefe de gobierno de ese momento Tung Che-Kwa y fue sustituido por no considerarlo un hombre de confianza a la cúpula del PCCH. Estas movilizaciones fueron suspendidas con la esperanza de que se estudiara la propuesta de elecciones directas para el jefe de gobierno. En esa vez fue electo Donald Tsang, reelecto por el consejo ejecutivo en 2007. En ese mismo año el Consejo Legislativo decidió que para 2017 se podrá elegir al jefe de gobierno, algo que no cayó bien entre la población de la región.

En 2010 el Consejo Legislativo reformó nuevamente la Ley Básica que rige el sistema de gobierno, para aumentar diez escaños más en este cuerpo electo popularmente. Sin embargo este cuerpo se autolimitó en sus funciones, por ejemplo no puede fiscalizar el gasto del ejecutivo de la región. También reformó la composición del Comité Electoral, conformado por representantes distritales, grupos religiosos, fuerzas sociales y miembros del Consejo Legislativo, en total por 1200 miembros. Este complejo sistema hace que la mayoría de elementos, tanto en este comité como en el mismo legislativo, esté dominada por las elites capitalistas de la ciudad, cercanas al gobierno chino.

En 2012 nuevamente hay elecciones y el Comité Electoral nombra como jefe de gobierno a Leung Ching-Ying, otro hombre cercano a los grupos empresariales de la región y al poder central chino. Desde ese momento el gobierno chino va limitando la libertad de expresión y asociación en la región. En agosto la comisión encargada en la Asamblea Nacional Popular de China para los asuntos de la región, recomienda que la elección de aspirantes a jefe del ejecutivo post 2017 sea siempre por medio del Comité Electoral y, pese aceptar elecciones directas, se mantenga el visto bueno de este Comité. Este fue el detonante de la protesta.

La “revolución de los paraguas”

Las protestas han sido protagonizadas por estudiantes y jóvenes, tanto universitarios como secundarios, con el apoyo de algunos sectores obreros con sus propias demandas relacionadas al alto costo de la vida, lo cual preocupó al gobierno central chino y el local sobre las repercusiones del movimiento. El movimiento se autodenominó Occupy Central, pues ocupó el centro administrativo y financiero de la ciudad, aunque a diferencia de otros Occupies, no centró sus demandas en cuestiones económicas. Esto le generó el apoyo de un sector minoritario de la burguesía de la ciudad, que encontró eco en el liberal pro-imperialista New York Times.

Las potencias imperialistas, sobre Estados Unidos, aprovecharon las movilizaciones para criticar al gobierno chino por violar las libertades de la población de la región. Este aullido de lobo con piel de oveja por parte de la potencia que más viola los derechos humanos, como parte del reajuste táctico en las relaciones geoestratégicas con China, fue respondido enérgicamente por la cancillería china como un asunto interno. Y por supuesto que lo es; por tanto es peligrosa (como lo ha sido en otros conflictos internos recientes como Libia, Irak, Siria, Ucrania, etc.) la intromisión imperialista, pues siempre dificulta la solución de estos conflictos y provoca el surgimiento de fuerzas aun más reaccionarias en estos países. De igual forma, la respuesta china es una manera de escudarse en los asuntos internos para reprimir a la población y desactivar las protestas.

El régimen reprime la rebelión

Después de importantes forcejeos entre manifestantes y policías, Beigin y el gobierno local, evitando llegar a un nuevo Tianmen, buscaron otros medios para solucionar el conflicto. Una intervención estatal violenta debilitaría el papel de China como competidor serio del imperialismo hegemónico dentro del armazón del Brics y la Conferencia de Shanghai en tanto instrumentos del imperialismo emergente, y daría a Estados Unidos la oportunidad de seguir bloqueando a China mediante acuerdos bilaterales con sus vecinos circundantes de los mares de la región.

Las autoridades movilizaron a población afín al gobierno central y a algunos pobladores de regiones de la RPCH cercanas a Hong Kong, para enfrentarse a los manifestantes, pero también a esbirros de las Triadas, que aterrorizaron golpeando a muchos estudiantes. En todo esto la policía de la región asumió el papel de mediador y retomando la legitimidad el jefe ejecutivo, amenazó con que no se tolerarán mayores desordenes “entre sectores de la población enfrentadas”. En el ínterin las autoridades locales se reunieron con los representantes de los grupos empresariales más importantes para asegurarles que sin importar en rumbo que adquiera la reforma electoral, sus intereses no serán tocados.

Los partidos burgueses tratan de llevar a negociaciones

Los partidos Cívico y Democrático encaminaron a la Federación de Estudiantes Universitarios, a los secundarios y a los sindicatos a negociaciones con el jefe del ejecutivo Ching-ying. Estos partidos reciben financiamiento de fundaciones vinculadas al imperialismo gringo como la NED, se sitúan a la derecha y al centro respectivamente y fueron parte de las manifestaciones. Además cuentan con importantes vasos comunicantes con las élites burguesas de la ciudad y la burocracia china

Así, las negociaciones iniciaron el viernes 3 de octubre con el número dos del ejecutivo local Carrie Lam, donde el tema de la nominación a candidatos para jefe ejecutivo no quiere ser tocado por el gobierno de la Región Administrativa. En todo esto el Consejo Legislativo, que había sido bloqueado por los manifestantes, sigue sin sesionar, demostrando el poco interés hacia la problemática. Los estudiantes por su parte exigen que las negociaciones sean vinculantes y no consultivas.

Lo cierto es que las concentraciones van de más a menos y ante esta situación el movimiento estudiantil ha convocado a acciones de movilización en toda la ciudad. Esto repercutió en las negociaciones y el número dos del gobierno anunció su suspensión, pues los estudiantes no muestran ninguna confianza en las mismas.

La rebelión de estudiantes y obreros de Hong Kong tiene el potencial de generar una amplia movilización en toda la República Popular China contra la dictadura pro-capitalista del Partido Comunista Chino. El éxito de las movilizaciones por las reformas democráticas dependerá en gran parte, de la incorporación masiva de los trabajadores, que incluyan las sentidas demandas por mejores salarios, seguridad social y la mejora de las condiciones de vida de la población pobre.

¡Solidaridad con los estudiantes y obreros en lucha por reformas democráticas!

¡Alto a la represión por parte de la dictadura china!

Por Ángel Ricardo Martínez

La desaceleración económica ha llevado al reconocimiento internacional de que China ha llegado a los límites de su modelo de desarrollo. La transición hacia una economía de consumo será difícil y sus consecuencias serán sentidas por todos.

En el corazón de toda historia –desde los relatos orales más antiguos hasta el periódico de hoy– yace una tensión entre la verdad y el poder. “El que controla el presente –escribió Orwell en 1984– controla el pasado. Y el que controla el pasado controla el futuro”. Dicha tensión es inevitable, pero su identificación es el primer requisito para analizar la que quizá sea la cuestión geopolítica y económica más importante de nuestros tiempos: el futuro de la República Popular de China (RPC).

El 15 de julio, Beijing anunció que el crecimiento económico del país había disminuido por segundo cuarto consecutivo, colocándose en 7.5%. Al caer dentro del rango esperado, la respuesta de los mercados internacionales fue positiva. Sin embargo, el anuncio trajo lo que parecen ser los principios de un cambio fundamental en la narrativa (occidental) sobre la RPC.

El primero en plantearlo, el 18 de julio, fue el reconocido economista y Premio Nobel Paul Krugman, que escribió en The New York Times que “las señales son ahora inequívocas: China está en grandes problemas”. Dos días después, el semanario financiero Barron´s cuestionaba la reacción positiva de los mercados hacia el desaceleramiento de la segunda economía más grande del planeta. El día 23, el también Nobel Michael Spence anunciaba en Project Syndicate “El fin de la exuberancia china”, a la vez que Goldman Sachs ajustaba su pronóstico de crecimiento para 2013, de 7.8% a 7.4%.

La reacción armónica y casi simultánea de tantos –y tan importantes– representantes de lo que J. K. Galbraith llamó “la sabiduría convencional” es significativa. En un mundo en el que, como denunció Baudelaire, “hasta la honestidad es una especulación financiera”, las narrativas aceptadas importan tanto o más que la realidad. “La admisión de la existencia de una crisis es un momento crítico –escribió George Friedman–, porque es el momento en el que la mayoría comienza a cambiar su comportamiento” en reacción a la misma.

Para Friedman, fundador de la agencia de inteligencia Stratfor, ese momento parece haberle llegado a China. La narrativa, explicó, ha pasado “de China la omnipotente” al “entendimiento de que China ya no funciona”, cambiando los pronósticos de “cuán rápidamente China sobrepasaría [económicamente] a Estados Unidos (EU)” a “cuáles serán las consecuencias de la crisis”.

El qué y el porqué

Más allá de las distintas narrativas, es innegable que algo está cambiando en la economía china. Un cambio que, dadas las mastodónticas dimensiones del país, tiene el potencial de afectarnos a todos. Lo primero que debemos considerar, entonces, es qué está pasando y por qué.

La manera más simple de describir lo que está ocurriendo en China es la siguiente: la economía ha dejado de crecer al elevadísimo ritmo que había registrado en los últimos 30 años. La mayor parte de las especificidades –cuánto ha dejado de crecer, por cuánto tiempo, etc.– son desconocidas, pues los chinos producen sus propios números y estimados económicos. Sin embargo, las variables que sí conocemos nos permiten llegar a una conclusión imposible de ignorar. En palabras de Krugman, “no estamos hablando de un revés menor, sino de algo más fundamental”. El modelo de crecimiento chino, concluyó, “ha llegado a su límite”.

Para entender el porqué debemos examinar primero el modelo económico chino. Y para entender el modelo se hace necesario comprender las condiciones que crearon lo que quizá sea el ascenso económico más vertiginoso de las últimas décadas.

En 1949, China emergió de su llamado “siglo de humillación” –que comenzó con la Primera Guerra del Opio (1839) e incluyó la ocupación japonesa y otras injerencias extranjeras– con una profunda crisis de identidad. Para Mao Zedong, líder absoluto del país hasta 1976, la cultura tradicional china constituía, además de su principal debilidad frente a las potencias extranjeras, el mayor obstáculo para la modernización del país.

El resultado de esta idea fue traumático. Para Orville Schell y John Delury, que examinan la cuestión en su libro Riqueza y Poder: la larga marcha de China hacia el siglo XXI, ningún líder chino fue “tan totalitario e imparable en su ataque a la cultura tradicional” como Mao, bajo cuyo mandato “la herencia confucianista y el antiguo sistema de valores fueron sometidos a incesantes ataques sin parangón histórico”.

Quizá la más traumática de las iniciativas maoístas fue la llamada “Revolución Cultural”, lanzada en 1966 para eliminar los elementos capitalistas y tradicionales de la sociedad. Y es aquí donde, irónicamente, puede hallarse el origen de las reformas económicas –iniciadas por Deng Xiaoping en 1978– que cambiarían a China para siempre. “La Revolución Cultural fue un desastre tan grande que provocó una revolución aún más profunda, precisamente la que Mao intentó impedir”, escribieron los historiadores Roderick MacFarquhar y Michael Schoenhals en su libro La última revolución de Mao.

Las reformas económicas de Deng llevan, en el fondo, la marca de la “destrucción creativa” que Joseph Schumpeter habría identificado en Mao. Pero su éxito se debe a un motivo más simple y mundano. En su columna, Krugman explica la situación china mediante la llamada teoría de la “economía dual”, planteada por el economista sir William Arthur Lewis.

Según Lewis, en los países en etapas prematuras de desarrollo suelen convivir un pequeño sector moderno y un gran sector tradicional con una enorme cantidad de “mano de obra excedente”, que es un eufemismo para referirse a lo que Galeano genialmente llamó “los nadies”: millones de campesinos que “no valen ni la bala que los mata” y que están dispuestos a cambiar la miseria absoluta del campo por la miseria no tan absoluta de los centros industriales.

Los países pobres, entonces, convierten su pobreza en un recurso explotable, algo que en términos capitalistas se traduce en una abundancia de mano de obra barata. A continuación llega una masiva inversión –local y extranjera– en fábricas e infraestructura que, a su vez, se traduce en un gran aumento en las exportaciones y, por ende, en el capital disponible para reinvertir, creando un ciclo cuya duración es directamente proporcional al nivel de demanda extranjera –los “nadies” son demasiado pobres para consumir lo que producen– y a la oferta de “nadies” de cada país.

El modelo chino –por el que han pasado, de una u otra manera, todos los países económicamente desarrollados– se está volviendo insostenible por una combinación de estos factores. Por un lado, el país parece haber diseñado su sistema asumiendo un nivel estable de demanda extranjera. La grave crisis económica que experimentan las economías más importantes del planeta se ha traducido en un desplome de la demanda y, por ende, de las exportaciones.

Pero el círculo no se ha roto solo por ahí. Para muchos economistas, China está llegando a su “punto Lewis”, que es cuando se acaban los “nadies” y la evolución natural del modelo hace que los salarios aumenten, disminuyendo la competitividad y, en consecuencia, el crecimiento económico.

Consecuencias globales

Sabiendo el qué y el porqué, se hace necesario considerar las consecuencias para China y para el resto del mundo. Idealmente, la economía china debería evolucionar hacia un modelo en el que el consumo interno reemplazara a las exportaciones como eje económico.

El meollo del asunto, la cuestión sobre la que depende el futuro económico inmediato del mundo es si China –o más bien, el Partido Comunista (PCC)– podrá llevar a cabo esa transición de la manera menos traumática posible. La clave es encontrar la manera de disminuir la inversión –cuya ineficiencia provoca inflación– y estimular la demanda interna. Empezando por lo segundo, los líderes chinos se encuentran ante la dificilísima tarea de estimular una economía en la que 900 millones de personas sobreviven con menos de 10 dólares al día (y 500 millones lo hacen con menos de 5). “El estímulo económico tiene sentido cuando se le pueden vender productos al público –escribió Friedman– pero la gran mayoría de los chinos no puede comprar lo que produce”.

Luego está el tema de la inversión, que es aun más complejo. Disminuir la inversión significa permitir que muchos negocios vayan a la quiebra. Significa desempleo e inestabilidad. Y la historia de China, la única civilización-Estado que sobrevive en nuestro mundo, es una constante lucha contra la inestabilidad, un delicadísimo acto de transferencia de riqueza entre la próspera costa y el paupérrimo interior. Por más que Mao destruyera las fundaciones de la cultura tradicional, la línea invisible que une al PCC con las más antiguas dinastías es la necesidad de mantener la unidad política de China. En la actualidad, la legitimidad del PCC está basada en su capacidad de traer prosperidad al país. Sin eso, los peores fantasmas de la historia china –fragmentación e injerencia extranjera– comienzan a aparecer.

El PCC se encuentra, pues, entre la espada y la pared. Pero mientras algunos dudan de su capacidad para escapar, otros ven el futuro chino con esperanza.

Los optimistas sostienen que, de salida, la cifra de 7.5% de crecimiento para 2013 sigue siendo envidiable a cualquier nivel (y mucho más para EU y los europeos). Además, escribió Joshua Kurlantzick en Bloomberg Businessweek, “las compañías estatales y privadas pueden estar obteniendo crédito fácil de los bancos estatales, pero eso no significa que no sean productivas. Las compañías chinas ocuparon 73 de los 500 lugares en el ranking de Fortune de las compañías más grandes del mundo por ventas”.

Kurlantzick y Stephen S. Roach, entre otros, han apuntado también a la actitud de los oficiales chinos (hace ya seis años, el entonces primer ministro Wen Jiabao reconoció que la economía china era “cada vez más inestable, desbalanceada, descoordinada e insostenible”). como muestra de que la situación está bajo control. En un par de artículos para Project Syndicate y Foreign Policy, Roach, además, identifica signos esperanzadores en los que, para él, son los tres elementos clave del establecimiento de una sociedad de consumo en China: la creación de una industria de servicios, la urbanización y el desarrollo de un estado de bienestar.

Pocos economistas esperan un colapso en China. Lo que se puede prever, más bien, es un cambio en su comportamiento. Dicho cambio, naturalmente, traería consecuencias para el resto del mundo. Para empezar, el declive de China como “fábrica del mundo” propiciaría el surgimiento de otros países –y sus respectivos “nadies”– para reemplazar su oferta. La agencia Stratfor, en previsión de esto, publicó recientemente un informe en el que identifica a 16 países como posibles sucesores: Etiopía, Kenia, Tanzania, Uganda, Bangladesh, Sri Lanka, Indonesia, Myanmar, Camboya, Laos, Filipinas, Vietnam, República Dominicana, México, Nicaragua y Perú.

El impacto económico en todo el mundo sería tremendo. Según el Fondo Monetario Internacional, por cada punto porcentual (1%) de decrecimiento en China la economía mundial decrece un décimo de punto (0.1%). “Hace muy poco temíamos a los chinos. Ahora tememos por ellos”, escribió Krugman. En Latinoamérica, donde China está profundamente involucrada en el sector energético de países como Venezuela y Ecuador, las consecuencias podrían ser significativas. Y para Panamá, que ve pasar por su Canal gran parte del comercio entre China y la costa atlántica del continente americano, los efectos dependerán de la localización de los países que terminen reemplazando al gigante asiático (y las rutas que desde y hacia ellos se establezcan).

Pero la economía no lo es todo. El fin del “milagro” chino podría traer consecuencias geopolíticas que afectarían el balance de poder en la región que va del Pacífico norte al Índico. En las últimas semanas, dos análisis de Walden Bello –para Foreign Policy in Focus– y Robert Kaplan –para Stratfor– han ponderado los escenarios que podrían emerger. Una China en decadencia económica y amenazada por la inestabilidad interna podría recurrir al nacionalismo, lo que aumentaría su presencia militar en el vecindario y los roces ya existentes, centrados en disputas marítimas. Ello supondría, según Bello, un escenario parecido al vivido en Europa antes de la Primera Guerra Mundial, con una China agresiva, un Japón cada vez menos amarrado por sus limitaciones post 1945 y una serie de países –de mayor o menor capacidad militar– entre medias.

Por otro lado, argumenta Kaplan, China podría optar por retrotraerse y disminuir su presencia y agresividad militar en la región, lo que daría paso a una Pax Americana desde el subcontinente indio al archipiélago de Japón, con ganadores –como India o Australia– y perdedores –Pakistán y Corea del Norte– en el nuevo orden.

Finalmente, y más allá de las distintas consecuencias de la evolución económica china, la gran cuestión que pocos se atreven a considerar es la naturaleza del sistema económico que rige la mayor parte del planeta. “El capitalismo –dijo Martin Luther King, Jr.– continúa prosperando en la explotación de los pobres, tanto en blanco como en negro, tanto aquí como en el extranjero”. La “aldea global” sigue teniendo una cantidad enorme de “nadies” dispuestos a sacrificar su vida y dignidad por unas migajas de pan. Una cantidad que, de hecho, aumenta a la par de la desigualdad económica en el mundo.

La pregunta, en realidad, es cuándo –y cómo– llegará nuestro “punto Lewis”. Y la respuesta, dada la creciente oferta de “nadies” y la insaciable demanda de productos de consumo, quizá venga cuando –parafraseando aquel proverbio anónimo–, tras talar el último árbol, envenenar el último río y pescar el último pez, nos demos cuenta de que el dinero no se puede comer.

 

Por Pierre Rousset
Entrevista a Au Loong-Yu y Bai Ruixue
[Miembros del comité de redacción del sitio China Labour Net, Au Loong-Yu y Bai Ruixue impulsan desde hace tiempo la solidaridad con las luchas obreras en China continental y en Hong Kong. Cofundador del Globalization Monitor, Au Loong-Yu fue asimismo uno de los portavoces de la Alianza del Pueblo en las manifestaciones contra la reunión del Fondo Monetario Internacional en la ex colonia británica, en 2006.]

Leer más…CHINA.- La situación del movimiento sindical y de las luchas

 

Por Bernardo Kliksberg

Por lo menos 340 trabajadores murieron en Dakka, Bangladesh, cuando se cayó el edificio de ocho pisos donde producían ropa para algunas de las marcas líderes mundiales. El día anterior, los trabajadores habían denunciado las grietas en el edificio. Sohel Rana, el multimillonario dueño del Rana Plaza, aseguró que todo estaba bien, y se les ordenó trabajar. Según reporta The New York Times (27/4/13), el ministro de Información, Hasanul Haque Inud, dijo: “Yo no llamaría a esto un accidente..., yo diría que ha sido un asesinato”.

El “negocio” es de gran envergadura. Los trabajadores reciben el salario mínimo más bajo del mundo, 38 dólares por mes. Las exportaciones de ropa desde Bangladesh suman 19.000 millones de dólares. El 90 por ciento de los trabajadores son mujeres. La mayoría, campesinas con muy poca escolaridad. Los intentos para crear sindicatos han sido desbaratados. Los dueños de las grandes empresas textiles controlan el diez por ciento de los parlamentarios y se han preocupado de que eso se mantenga así. En noviembre de 2012 ardió otra planta igualmente insegura. No había escaleras de incendio ni escapes posibles, no se cumplían las normas más elementales de seguridad. Murieron 112 trabajadores.

La ONG El trabajo tras la etiqueta (El País 26/4/12) declaro a la BBC: “Muchos de estos edificios son trampas mortales, sin rutas de escape adecuadas. De modo que este incidente es chocante pero no sorprendente”.

El The New York Times exigió a las grandes tiendas (10/12/12) “asegurar que las prendas dirigidas a los mercados americanos no sean hechas en condiciones que podrían costar las vidas de sus trabajadores”. El vicedecano de la escuela de gerencia del MIT, Licke, advirtió: “A nosotros como consumidores nos gusta comprar cantidades cada vez mayores de productos cada vez más baratos. Alguien está pagando el costo por ello, y no queremos saber sobre eso. La gente que está pagando el costo está en ese incendio”.

O’Rourke, un experto de la Universidad de California, declaró que “aun cuando vieron agujeros en las paredes, los jefes de las fábricas pensaron que era mejor trabajar por la presión de las empresas compradoras americanas y europeas para entregar en término”. Y agregó que “los precios que las empresas occidentales pagan son tan bajos que constituyen la raíz de por qué estas fábricas reducen todo gasto en seguridad”.

Según los especialistas, por 600 millones de dólares al año durante cinco años se podrían financiar las reformas necesarias en las 5000 fábricas textiles de Bangladesh. Bastaría con que las empresas internacionales les pagaran un adicional de 10 centavos de dólar por los 6000 millones de prendas exportadas cada año.

Desigualdades al descubierto

Mientras las mujeres campesinas de Bangladesh trabajan con riesgo de su vida, hay quienes disfrutan de los “paraísos fiscales”. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (86 periodistas de 46 países), que es apoyado por algunos de los principales diarios del mundo, consiguió 2.500.000 registros secretos sobre operaciones en diez paraísos fiscales.

130.000 “afortunados” concentran 21 trillones de dólares. Ello significa un monto mayor al producto bruto de la mayor economía del mundo, los Estados Unidos, que a su vez es el 28 por ciento del producto bruto mundial. Ese es el nivel casi “obsceno” de las desigualdades en el planeta.

Algunos depósitos son legales, otros producto de lavados de dinero, corrupción y otros circuitos semejantes. Todos se benefician de haber dejado de pagar impuestos.

Dice el Consorcio: “Los paraísos financieros han crecido agresivamente, permitiendo a los más ricos y bien conectados evadir impuestos, estimulando la corrupción tanto en países ricos como pobres”. Como las buenas investigaciones periodísticas, tuvo consecuencias. Renunciaron ministros en varios países; algunos multimillonarios tuvieron que dar muchas explicaciones; se abrieron investigaciones de todo tipo; la Unión Europea y el G-20 anunciaron que reforzarán campañas contra los paraísos fiscales. El director de la OCDE (la organización de los países más ricos), SaintAmans, señaló que “el secreto no es más aceptable. Tenemos que salir de eso. Si las reglas no lo hacen posible, cambiaremos las reglas”.

Buenas noticias

Las buenas noticias sobre el progreso social hoy vienen en gran parte del Sur. Así lo ha indicado el Informe de Desarrollo Humano 2012 del PNUD, que resalta los progresos sociales en America latina, y el del Banco Mundial, que destaca que es donde más han crecido las clases medias en los años recientes.

Pero no sólo son los estratos medios los beneficiados por las nuevas políticas públicas. Uno de los sectores más humildes y postergados está siendo objeto especial de ellas en la Unasur.

Hay en América latina no menos de 14 millones de trabajadoras domésticas, que no están registradas y que carecían de protección legal. En el lenguaje usual que reflejaba su carencia de derechos, se las llamaba “las sirvientas” o “el servicio”.

Además de sus reducidas remuneraciones, su trabajo solía ser “en negro” y sus derechos laborales básicos dependían de la buena voluntad de sus patrones o de su estado de ánimo.

En México, donde hay 2,2 millones de trabajadoras domésticas, Buccio, presidente del Consejo Nacional para la Discriminacion de México, señala (El País, 11/4/13) “el clasismo, el racismo, la minusvaloración del trabajo de las mujeres. Eso es lo que están aprendiendo los niños en casa si las trabajadoras viven en la informalidad laboral y están discriminadas socialmente”.

Todo eso se terminó en la Unasur. Uruguay, Argentina, Brasil, Venezuela y otros no sólo ratificaron la Convención Internacional sobre el Trabajo Doméstico aprobada por la OIT en el 2011, sino que dictaron leyes concretas. Los 10 millones de trabajadoras brasileñas tienen desde el 27/3/12 por ley las mismas protecciones laborales de todos los trabajadores, y algunas adicionales. En Argentina, donde se estiman en un millón, la presidenta Cristina Kirchner promulgó el 11/4/13 la ley que reemplaza al decreto retrógrado dictado por la dictadura militar hace más de medio siglo, en 1955, que las desprotegía.

Las injusticias como la pérdida gratuita de vidas en Bangladesh, las desigualdades y corrupciones intolerables como las que develó el informe sobre los paraísos fiscales y otras expresiones de la “codicia desenfrenada” de elites que no tienen límites sólo cambiarán con largas luchas por economías con rostro humano. Las buenas noticias como la supresión de la “esclavitud silenciosa” de las trabajadoras domésticas, en América del Sur, son estímulos inspiradores para reforzarlas.

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