Por Olmedo Beluche

(Extracto del libro La verdadera historia de la separación de 1903)

Amador Guerrero llega a Panamá el 27 de octubre. Esa misma noche se organiza una cena en casa de Federico Boyd. Como bien hace notar el análisis de Díaz Espino, “El había ido a Nueva York para obtener dinero y apoyo militar norteamericano, pero volvía sin nada”[1]. Así  que la reunión fue un poco tensa. Al parecer, tuvo que alegar que Bunau Varilla era un agente secreto y que sus promesas se respaldaban en reuniones con Hay y Roosevelt.

Según la versión de Díaz Espino, Arango tuvo que imponerse para que se continuara el plan previsto. Allí se rechazó la bandera propuesta por Bunau Varilla, y se resolvió que María Ossa hiciera otra. J. G. Duque puso a disposición del movimiento los 287 voluntarios del cuerpo de bomberos, y se tomaron otras providencias.  Otra parte del debate giró en torno a la fecha del alzamiento, pues aquí se había sugerido el 28 de Noviembre, para que coincidiera con la fecha de la Independencia de España. Amador tuvo que insistir para forzar su adelanto al 3 ó 4 de Noviembre, según lo acordado con el francés.

El siguiente paso fue asegurar el soborno de la tropa y su máximo oficial, el general Esteban Huertas, el cual fue muy esquivo hasta el final, pero fue el que decidió la suerte de la conspiración, cuando se detuvo a los oficiales colombianos encabezado por Tobar la tarde del 3 de Noviembre.  En sus Memorias, Huertas fecha su encuentro con Amador Guerrero el 1 de Noviembre, y lo describe en los siguientes términos:

“Como a las nueve de la mañana del 1 de Noviembre (nos dice hablando siempre en tercera persona) encontrándose el general Huertas en su Cuartel, se presentó allí el señor Pastor Jiménez, manifestándole que iba de parte del Dr. Manuel Amador Guerrero para decirle que deseaba tener una conferencia con él en el Gran Hotel Central, donde en efecto lo esperaba. Huertas acudió y al entrar, encontró al Dr. Amador sentado en el zaguán del hotel, y éste, al verlo, púsose de pie, tembloroso, y poniéndole la mano sobre el hombro, le insinuó que subiera las escaleras. Llegados al primer piso, penetraron a una pieza, e instalados en ella, el Dr. Amador le dijo que tenía que comunicarle una cosa interesante; pero parecía indeciso, pues temblaba y palidecía, produciendo varios sonidos guturales incomprensibles, por cuanto la voz se ahogaba. Por fin, haciendo un esfuerzo, pudo expresarse con claridad y le dijo: “Dígame General, sin vacilación de ninguna especie, si se tratara de proponerle un crimen, me guardaría usted el secreto?” Huertas hizo un ademán de asentimiento y Amador continuó: “se trata de la Independencia del Istmo, todos están de acuerdo, los Arosemena, los Boyd, los Arias, y hasta los extranjeros están dispuestos a ayudarme. Sólo, pues, esperamos su decisión, sin la cual la independencia es imposible”. A la vez, el Dr. Amador se deshizo en ofertas que se traducían en tesoros…”[2].

Puede especularse que las palabras de Huertas estén cargadas de resentimiento, ya que un año después el gobierno de Amador lo destituiría de su cargo al frente del ejército panameño y disolvería esta institución, obedeciendo a criterios norteamericanos. Pero la lógica indica que el diálogo tuvo que tener ribetes semejantes, lo cual está corroborado por otros testimonios.

Según Huertas, él respondió indignado, pero pidió tiempo para pensarlo. Como bien razona Lemaitre, si Huertas no estuviera ya picado por “las ofertas que se traducían en tesoros”, y fuera tan honesto como quiere aparentar en sus Memorias, debió arrestar inmediatamente a quien le propuso cometer “un crimen”. En lugar de ello, pidió tiempo para pensarlo. Respuesta que repitió el 2 de Noviembre, cuando Carlos Zachrison volvió a hacerle la oferta de parte de Amador.

Amador repitiría su oferta por tercera vez diciendo: “No vacile general… mire que habrá disfraces y muchas diversiones, y podremos llevar a efecto nuestros deseos…”. Respondiendo Huertas: “Tenemos mucho tiempo para pensar todavía…”. Según el testimonio de un soldado de Huertas, en la mañana del 3 de Noviembre se produjo la última conversación entre Amador y Huertas sobre el tema, en el siguiente tenor: “Si usted quiere ayudarnos, alcanzaremos la inmortalidad en la historia de la nueva república. Un barco norteamericano ha llegado y otros se encuentran en camino, -añadió Amador-. Usted y su batallón no pueden hacer nada contra la fuerza superior de los cruceros, que tienen sus órdenes. Elija aquí, gloria y riqueza; en Bogotá, miseria e ingratitud”. Se dice que Huertas permaneció “impasible” por un momento, luego extendió su mano –Acepto”[3].

En sus Memorias, Huertas intenta cubrir su decisión, aseverando que no aceptó el soborno, aduciendo que se decidió cuando interpretó los actos del general Tobar, la tarde del 3 de Noviembre, como un intento de arresto y asesinato:

“No sólo se trata de mi defensa personal, sino también de las de ustedes. Hoy los generales en la segunda visita que me hicieron me manifestaron sus deseos de mudarse para la pieza que yo ocupo en el cuartel y creo que se trata de asesinarme. ¿Están ustedes dispuestos a seguirme y a cumplir mis órdenes, a pesar de todos los sacrificios que haya que hacer? Me contestaron: “que sí”. Sin embargo, para estar seguro les ordené: El que de ustedes no quiera acompañarme o no esté de acuerdo, que se ponga de pies. Todos permanecieron sentados dentro del más profundo silencio. Váyanse entonces a almorzar –les dije- porque ya es tarde, pero eso sí, regresen pronto porque pueden presentarse serios acontecimientos. Les pido la mayor reserva y no conversen nada de esto, ni con sus familias”[4].

Para tener una idea precisa de los sucesos en Panamá, es recomendable leer La jornada del día 3 de Noviembre de 1903 y sus antecedentes[5], del panameño Ismael Ortega. La obra es una apología del acontecimiento, pero la narración minuciosa permite ver algunos detalles que suelen pasarse por alto. No vamos a reproducir en detalle los acontecimientos, muchos de ellos bien conocidos, sino que nos centraremos en algunos aspectos interesantes que retratan la falta de “unanimidad” panameña en la secesión, y el papel decisivo de las tropas norteamericanas, sin el cual la acción de los conspiradores panameños no se habría llevado a cabo.

Amador escribe a Bunau Varilla, el 29 de octubre, al enterarse de que se aproximaba a Colón un barco con tropas colombianas de refuerzo: “Fate news bad powerfull tiger urge vapor Colón”. Este le responde en clave que en dos días llegaría el buque de guerra (“Pizaldo Panamá: Allright will reach ton and half obscure”).  A Colón llegaron el Nashville primero, y el Dixie después, para asegurar la separación.

Pese a las seguridades que les enviaba Bunau Varilla, la mañana del 3 de Noviembre, al saberse el arribo del buque Cartagena, al mando de los generales Juan B. Tobar (Ortega escribe “Tovar”) y Ramón Amaya, los conspiradores cayeron en pánico y estaban virtualmente paralizados. Dicen que Tomás Arias lanzó a la cara de Amador esta histórica expresión: “Tú eres un viejo, Arango es un viejo, y a ustedes no les importa si los ahorcan. Yo no quiero ser ahorcado”[6].

Diversas versiones aseguran que Amador, después de deambular abatido por las calles de Panamá, y habiendo constatado que los conspiradores se amedrentaban, volvió a su casa, donde fue su esposa, María Ossa, la que le infundió valor para seguir adelante. Pero lo más probable es que contribuyera a infundirle ánimo no sólo las palabras de su aguerrida y joven esposa, sino la confirmación del arribo de un crucero norteamericano a Colón, y la maniobra de los gerentes de la Compañía del Ferrocarril, dirigidos por el coronel J. R. Shaler, de hacer pasar a la ciudad de Panamá, a los generales colombianos pero sin sus tropas, alegando que no disponían en el momento de vagones para su transporte.

El error decisivo de los generales colombianos estuvo en aceptar la propuesta de Shaler. “No hubo nada que no demostrara la mayor cordialidad y no me diera la seguridad más completa de que la paz reinaba en todo el departamento”[7]. Aunque, al parecer el general Amaya intuía algo anormal, y pidió a Tobar permanecer en Colón con sus tropas, a lo cual éste se negó: “No, ud. no debe dejarme completamente solo”.[8] A regañadientes éste ocupó su lugar en el tren.

Otro elemento interesante es la actitud ambivalente de José de Obaldía, nombrado gobernador de Panamá en agosto. Lemaitre dice que era separatista desde el inicio, pero en la narración de Ortega aparece en la mañana del 3 de Noviembre diciéndole a los conspiradores que cometían una locura, y luego es apresado a la brava, aunque se le envió a casa de su amigo Amador Guerrero.

“Inmediatamente se regresó el General de Obarrio dirigiéndose, entonces, a la Gobernación del Departemento, y al ver al Gobernador, señor de Obaldía, le dijo, estando presente don Nicolás Victoria J.: “Lo he venido acompañando como Prefecto mientras no se trataba de la independencia de Panamá, pero desde este momento no lo soy más porque el golpe se dará esta tarde”; a lo que el señor Obaldía contestó: “Déjate de esas cosas Obarrito. Esas son tontería de Uds., qué independencia hijo, ni qué independencia! Lo que va a pasar es que van a meterse en una aventura sin solución posible”. [9]

No tenemos por qué dudar de la existencia de este diálogo, pues proviene de un historiador apologista de la separación como Ismael Ortega. Con lo que queda demostrado que, lejos de un movimiento “nacional”, “unánimente” respaldado por los panameños, se trataba de una conspiración de la que gente conspicua como Obarrio y Obaldía no participa de lleno, incluso no están de acuerdo, como se desprende de las palabras del gobernador.

Sigue la narración de Ortega: “Al bajar del palacio de la Gobernación el General de Obarrio, encontró al General Leonidas Pretelt a quien comunicó lo que iba a suceder. Al recibir el General Pretelt la noticia quedó sorprendido, y hasta calificó de locura lo que se le decía, pues, cualquiera que no hubiera estado en el secreto de la revolución no podía aceptar la posibilidad de la independencia”[10].

Resaltemos la última frase, la cual confirma que estamos ante una conspiración de una élite minoritaria y no ante un movimiento genuinamente nacional, como falsamente pinta la historia oficial panameña. El general Pretelt sería arrestado más tarde por orden de Ricardo Arias. Agreguemos que Panamá estaba plagada de “generales” y de muy pocas tropas. El arresto del gobernador Obaldía ocurrió cuando se dirigía al cuartel a conferenciar con el recién llegado general Tobar.

“Al verlo el Croronel Antonio Alberto Valdés, revólver en mano detuvo el carruaje; y le preguntó: “A dónde va Ud., señor Obaldía?”, contestando el Gobernador del departamento: “Al cuartel”. Entonces el Coronel Valdés, sin guardar el arma, intimó arresto al último representante del Gobierno colombiano en el Istmo de Panamá, y ordenó al áuriga que regresara.

“En viaje hacia el Cuartel Central de Policía un oficial colombiano (?) iba corriendo en dirección contraria, y al reconocer al señor Obaldía, le dijo a gritos: “Revolución, señor Gobernador”, a lo que replicó el Coronel Valdés, siempre revólver en mano: “también Ud. viene preso”, y lo apresó en efecto.

“Al llegar a la callejuela que conduce de la Avenida Central a la Plazuela de Arango una gran muchedumbre detuvo el carruaje rodeando al ilustre prisionero, por lo que el ex Gobernador de Obaldía se vio obligado a bajar en ese sitio. Se discutía en el grupo si se le llevaría prisionero al Cuartel de Policía, o se le daría por cárcel una casa particular, triunfando los que querían lo último; y así, bajo la responsabilidad de don José Agustín Arango, fue conducido a la casa del doctor Manuel Amador Guerrero, jefe supremo de la revolución y gran amigo suyo…” [11]

A nuestro juicio, esta narración confirma que Obaldía no participaba en ese momento de la conspiración y no la avalaba. Pero algunos historiadores aseveran que por la intimidad entre Obaldía y Amador, lo que en realidad había sucedido era una trama para que, en caso de fracasar el movimiento Obaldía pudiése actuar como máxima autoridad y ser magnánimo con su amigo.

De paso hacemos notar que en la versión de Ortega, cada vez que una persona o grupo de ellas, aparece oponiéndose al movimiento separatista la llama “colombiano”. La intención maniquea  de este adjetivo es presentar al movimiento como acuerpado por todos los panameños, y opuesto por todos los colombianos. Sin embargo, eran prominentes colombianos los que estaban al frente del movimiento, como el propio cartagenero Manuel A. Guerrero y, como ya se ha visto, ni estaban informados, ni participaban todos los istmeños.

Pese a los sobornos, y estar detenidos ya los generales colombianos, a las seis de la tarde del 3 de Noviembre, aún había dudas en parte de las tropas, pues el vapor Bogotá se había sublevado, amenazando con bombardear la ciudad, “si no se restablece el Gobierno Departamental”. Mientras que el general Rubén Varón, uno de los primeros sobornados, no se decidía a atacarlo con el vapor Padilla bajo su mando.

Ortega consigna que Huertas, a través de Juan Brin “una vez terminadas sus labores en las oficinas de la Pacific Steam Navigation Company”, empresa norteamericana obviamente, envió a Varón un ultimátum para que cumpliera su parte[12].  El Bogotá sólo hizo un tiro de cañón, haciendo blanco en las inmediaciones del mercado, donde mató a un emigrante chino, única víctima mortal de la separación. Finalmente, su capitán lo retiró de la bahía sin mayor resistencia.

Ortega también refiere que, para pagar a las tropas y sumarlas al movimiento Amador ordenó al señor Andreve que pidiera a Enrique Lewis, administrador de hacienda del Departamento, los fondos que estaban a su disposición. Entregándose primero 2,000 pesos, y posteriormente otros 1,000, que fueron repartidos a razón de 5 pesos por soldado, 10 pesos las clases y  20 pesos los oficiales[13]

Miles P. Duval asegura que el general Rubén Varón recibió 35,000 pesos en plata, Huertas otros 30,000 pesos, y los oficiales menores de 6,000 a 10,000 cada uno. El 4 de Noviembre:“La multitud honró al General Huertas llevándolo en una gran silla; mientras a su lado caminaba el Cónsul Erhman, con la bandera de Estados Unidos, y en el otro lado estaba Amador, con la bandera de la nueva República”[14].

En ese acto, se atribuyen a Amador las siguientes palabras, seguidas de las exclamaciones de Huertas: “El mundo está asombrado de nuestro heroísmo. Ayer éramos los esclavos de Colombia, hoy somos libres… el Presidente Roosevelt ha cumplido su promesa… ¡Viva el Presidente Roosevelt! ¡Viva el Gobierno norteamericano!” “Tenemos el dinero. Somos libres”, exclamó Huertas[15].

Pero la “batalla” decisiva se libró en Colón, donde las tropas colombianas recién llegadas quedaron al mando del coronel Eliseo Torres. En un principio, este oficial y sus tropas ocuparon la ciudad exigiendo a la Compañía del Ferrocarril transporte para la ciudad de Panamá para liberar a sus generales presos y sofocar la sublevación. A lo cual la Compañía se negó. Torres movió sus fuerzas para tomar la terminal y los trenes, pero intervinieron las tropas norteamericanas que se atrincheraon en la estación del ferrocarril.

Todo el día 4 y parte del 5 de Noviembre se sucedieron escaramuzas, sin pegar un sólo tiro, entre las topas al mando de Eliseo Torres y las norteamericanas del Nashville, a cargo del comandante Hubbard. Este había recibido las siguientes órdenes impartidas por el Departamento de Estado el 2 de Noviembre:

“Mantenga el tránsito libre e ininterrumpido. Si la fuerza armada amenaza, ocupe la línea del ferrocarril. Evite el desembarco de cualquier fuerza armada con intentos hostiles, sea del gobierno o insurgente, sea en Colón, Porto Bello, u otro punto. Envíe copia de instrucciones al oficial mayor presente en Panamá al arribo del Boston. He enviado copia de instrucciones y telegrafiado al Dixie seguir adelante con todos los despachos posibles desde Kingston a Colón. Se anuncian fuerzas del Gobierno que se acercan al Istmo por mar. Eviten su desembarco si a su juicio esto pueda precipitar un conflicto”[16]

Este telegrama, que Duval toma de documentos oficiales del gobierno norteamericano (Foreign Relations, 1903) es la prueba palpable de la intervención norteamericana en Noviembre de 1903, y un mentís a quienes pretenden presentar esta intervención como “aséptica”, neutral y casual.

Duval narra cómo, en la mañana del 4 de Noviembre, cuando Eliseo Torres se entera de los acontecimientos en Panamá la noche anterior, y del arresto de sus jefes, envía un mensaje al cónsul norteamericano en Colón, Oscar Malmros, amenazándole con pasar por las armas a todos los ciudadanos norteamericanos presentes en esa ciudad si no se liberaba a sus generales. El cónsul notificó a Hubbard, bajando sus tropas a la estación del ferrocarril, atrincherando a todos los varones en uno de sus edificios, y poniendo las mujeres y niños norteamericanos en dos barcos fondeados en el puerto de Cristóbal.

“El Comandante Hubbard partió con el Nashville y patrulló frente al área crítica, listo para usar los cañones del barco. El cañonero colombiano Cartagena se había ido antes de la amenaza de Torres, y por esta razón no resultó ningún obstáculo… los colombianos trataron de provocar un ataque…, pero, por suerte éstas permanecieron tranquilas; ninguno de los dos lados disparó…”[17].

El 5 de Noviembre en la mañana hubo conversaciones entre el alcalde de Colón, Porfirio Meléndez y Eliseo Torres. A Torres se le hizo una advertencia y una propuesta. La advertencia fue que se dirigían hacia Colón miles de soldados estadounidenses, elemento que sintió corroborado cuando se reportó la llegada del Dixie en el horizonte. La propuesta consistió en un ofrecimiento de 8,000 (dólares según Ortega[18], pesos según Duval[19]) para racionar sus tropas y retirarse pacíficamente de Colón. Soborno que fue aceptado por Torres y fue “sacada de la caja de la Panama Rail Road Company”, y entregada por José E. Lefevre, asistente de cajero de esa empresa. En ausencia del Cartagena, que había zarpado el día anterior, Torres aceptó embarcar sus tropas en el buque civil Orinoco, propiedad de la empresa Royal Mail, que salía esa noche para Cartagena.

Pueden haber influido en esta actitud de Eliseo Torres una combinación de factores: precedente de los incidentes de 1885, cuando Pedro Prestán tuvo el valor de enfrentar a los norteamericanos y terminó ahorcado; la ausencia de sus generales y la falta de claridad en sus órdenes por parte del gobierno colombiano, que fue completamente sorprendido; la venalidad de militares y funcionarios, tanto panameños como colombianos, mal que todavía heredamos.

Lo más interesante del retiro de las tropas colombianas es un incidente narrado casi por casualidad por Ismael Ortega: “En esos momentos llegaron algunos colombianos vecinos de la ciudad (?!) y trataron al Coronel Torres, y a su gente, de traidores y vendidos, insulto éste que indignó al Coronel Torres de tal manera que –junto a algunos soldados- salió del muelle, pero entonces intervino el general Orondaste L. Martínez, y en presencia de varias personas –entre ellas el General Pompilio Gutiérrez- explicó, en alta voz, que el dinero recibido por Torres había servido para racionar al batallón, y no para comprar su complicidad; y todo quedó arreglado”[20] .

Aquí el hecho significativo es la indignación de los “vecinos de Colón” que, Ortega llama “colombianos”, que imprecan a Torres por retirarse sin enfrentar a los norteamericanos y encima recibir un soborno. La única interpretación racional que admite el hecho es un sentimiento de repudio a la intervención norteamericana y lo que estaba pasando con la supuesta “independencia”. Repudio por parte de panameños, pues eran residentes de la ciudad. Cae, otra vez, el mito de la unanimidad en torno al movimiento de los istmeños.

Chiriquí fue una de las últimas regiones en adherirse. El coronel Alvarado fue enviado para sumar la provincia, pero allá encontró la oposición del capitán Guardado, jefe de la tropa, y del gobernador Ramón de la Lastra, el cual fue finalmente destituido. Alvarado, intentando influir en el gobernador habla con su hermano, José María, pero éste creía que se trataba de una maniobra de los liberales. Alvarado le respondió: “Don Pepe, Ud. está equivocado. No es esta obra de los liberales, pues, precisamente, son los conservadores los que están a la cabeza de este movimiento. Ahí están don José A. Arango, Amador, Nini Obarrio, Espinoza, Tomás Arias”. A lo que el viejo le replicó: “El equivocado es Ud. que es muy joven, y lo han engañado”[21].

Hubo dudas sobre cómo responderían las tropas en Penonomé, al mando de Tascón, que habían sido sacadas de la ciudad por una falsa invasión liberal, para facilitar la ocupación norteamericana. Pero Tascón era amigo de Huertas. En Chitré, el general Correa procedente de Pesé con 75 policías, arrestó al Sr. Burgos, enviado por los separatistas, hasta que el pueblo se “convenció” y lo dejó libre.

Los historiadores Celestino Araúz y Patricia Pizzurno constatan que hubo también resistencia a aceptar la separación entre la población kuna, cuyo territorio quedaría partido: “… el Saila principal de San Blas se trasladó especialmente a Bogotá al enterarse de la separación y le manifestó al vicepresidente Marroquín que el archipiélago se mantenía unido a Colombia…”[22].

Estos mismos historiadores citan a Oscar Terán que, basado en datos demográficos afirmaba que “sólo tres décimos de la población de 381.000 habitantes se habían sumado al movimiento separatista  hasta el 6 de noviembre y únicamente seis décimos hasta el último día de dicho mes”[23]

Ortega menciona un foco de resistencia en Darién, “habían por allí colombianos con intenciones agresivas”, y la detención del comandante Domitilo Cabeza y otros que fueron conducidos a Panamá. En Bocas del Toro nadie, salvo el Dr. Rafael Neira, sabía de la trama, “lo que produjo una verdadera sorpresa en todos los bocatoreños, y residentes en esa provincia”[24].

En Colón, luego de retiradas las tropas de Torres, en la mañana del 6 de Noviembre, los separatistas, suponemos que henchidos de “patriotismo”, nombraron abanderado al Coronel norteamericano Shaler, quien cedió el honor de izar la bandera panameña al mayor William Murray Black, gringo también, entre gritos de “Viva la República de Panamá!” “Vivan los Estados Unidos de América!”[25].

Un siglo después no se puede dejar de sentir verguenza al leer esto. Pero quien vivió la invasión del 20 de diciembre de 1989, puede recordar el descaro con que muchos se echaban a los pies del ejército de ocupación.

Notas:

[1] Ibdidem, pág. 83.

[2] Lemaitre, E. Op. Cit. Págs. 522 – 523.

[3]  McCullough, David. Op. Cit. Pág. 401.

[4] Huertas, E.. “Vencer o Morir”. Revista Lotería No. 363. Panamá, noviembre – Diciembre 1986. Págs. 27 y 28.

[5] Ortega, Ismael. La jornada del 3 de Noviembre de 1903 y sus antecedentes. Imprenta Nacional. Panamá, 1931.

[6] Duval. Op. Cit. Pág. 380.

[7]  McCullough, David. Op. cit. Pág. 402.

[8] Ortega. Op. Cit.. Pág. 74.

[9] Ibidem, pág. 109.

[10] Loc. Cit.

[11] Ibid., págs. 137 – 138.

 

[12] Ibid., págs. 151 –152.

[13] Ibid., pág. 187.

[14] Duval, M.P. Op. Cit. Pág. 397.

[15] McCullough, David. Op. cit. Pág. 407.

[16] Duval. Op. Cit. pág. 393.

[17] Ibid., pág. 400.

[18] Ortega. Op. Cit. Pág. 226.

[19] Duval, Op. Cit. Pág. 401.

[20] Ortega. Op. Cit. Pág. 229.

[21] Ibidem. Págs. 248 – 249.

[22] Pizzurno, P. y Araúz, C. Estudios sobre el Panamá republicano (1903 – 1989). Manfer, S.A. 1996. Pág. 13.

[23] Ibidem. Pág. 14.

[24] Ortega. Op. Cit., pág. 232.

[25] Ibidem. Págs. 238 – 239.


Por Maximiliano Cavalera
Como hemos sostenido en varias ocasiones, Centroamérica es una nación que fue balcanizada por sus propias burguesías, incapaces de crear un Estado que articulase a toda una nación. No es fortuito que los procesos políticos que se desarrollan en un país se expandan con rapidez a otro.
Por esta razón, el triunfo de la revolución que lideró el sandinismo en julio de 1979 fortaleció en gran medida la revolución que se venía gestando en el Salvador. Este país se encontraba en una guerra civil entre la guerrilla, los grupos obreros, campesinos contra los grupos paramilitares liderados por el General Carlos Humberto Romero. Ante la inminente revolución y la preocupación del imperialismo, un sector del ejército dio un golpe de Estado preventivo para impedir que las masas tomaran el poder en sus manos.
Entre el fascismo y la revolución
El golpe de Estado de octubre de 1979 en el Salvador cortó con un dominio político de 17 años del Partido de Conciliación Nacional (PCN) y su último presidente fue el general Romero, que llegó al poder en 1977. En este período, y producto de la oleada revolucionaria que arrastraba a Centroamérica, se fueron gestando grandes movilizaciones de las masas obreras y campesinas que ocupando las calles, se enfrentaban en combates contra el ejército salvadoreño. Las organizaciones guerrilleras avanzaban en el campo y la ciudad cada vez con mayor fortaleza, al grado tal, que estaban derrotando a Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) que era una organización paramilitar creada en la década de los sesentas con el objetivo de liquidar a las organizaciones de izquierda.
Esta disyuntiva y la radicalización de las masas trabajadoras se podía sintetizar en: “Como componente de esta situación revolucionaria, el curso ascendente del movimiento obrero ha llevado a los sindicatos a jugar, en cierta medida, un papel de organismos embrionarios de poder, inclusive antes de la caída de Romero. Las huelgas se caracterizan por los métodos más radicales: la toma de instalaciones, de rehenes y de la autodefensa armada. La lucha tiene un peso eminentemente obrero, en un país con relativo desarrollo capitalista y urbano. Hoy las formas organizativas se han empezado a extender hasta la creación de los comités populares.” (Declaración del Comité Paritario por la Reorganización (reconstrucción) de la Cuarta Internacional Febrero de 1980)
El golpe preventivo
La dinámica de las masas preocupaba terriblemente a la burguesía salvadoreña y al mismo imperialismo, a tal grado que el tema de la violación de los derechos humanos sería discutido en una asamblea general de la OEA. Es así que un sector del ejército tomó el control del Estado el 15 de Octubre de 1979: “Las guarniciones militares de San Miguel, Sonsonate, San Vicente y otras del interior del país se rebelaron contra el régimen que había sometido el país (4,5 millones de habitantes y 21.000 kilómetros cuadrados) a una situación represiva que amenazaba con desembocar en una guerra civil. La situación de violencia e intentos de insurrección de la izquierda revolucionaria recordaban mucho a la de Nicaragua antes del asalto final de los sandinistas al poder.” (El País 16/10/1979)
Como podemos ver el imperialismo, la burguesía y el ejército habían tomado una experiencia valiosa para sus intereses. Es decir, la experiencia del derrocamiento de los Somoza, en el que el último gobernante de esa dictadura se resistió a abandonar el poder, aún presionado por el imperialismo, hasta que la insurrección se hizo inevitable.
Este era el verdadero motivo del golpe de Estado, y no la supuesta lucha contra la corrupción, la represión y la desigualdad social. Objetivamente la burguesía se dio cuenta de que si la dinámica de las masas seguía confrontándose con el gobierno del general Romero, la revolución era inevitable.
La Junta Militar
Según algunos medios de comunicación el golpe de Estado se dio en medio de una profunda calma: “Una emisora salvadoreña señaló que un total de catorce guarniciones participaron en el golpe. La fuente subrayó que los oficiales rebeldes capturaron a jefes y subjefes de las guarniciones por la mañana. Acto seguido establecieron retenes en las salidas de las ciudades e impidieron el servicio de transporte público. La emisora puntualizó, finalmente, que las actividades comerciales y bancarias se desarrollaron normalmente durante el día, pese a los intensos rumores sobre el golpe de Estado.” (El País 25/10/1979). Inmediatamente después del golpe Estado la junta militar fue integrada por el coronel Adolfo Arnaldo Majano que estudió en centros militares de Estados Unidos, el coronel Jaime Abdul Gutiérrez y algunos civiles como Román Mayorga Quiroz, José Simeón Cañas (quien era de los jesuitas), Mario Antonio Andino Gómez, representante de la burguesía y Guillermo Manuel Ungo, del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).
La junta disolvió el congreso de diputados y la Corte Suprema de Justicia estableciendo el Estado de Sitio. Para frenar el asenso de las masas intentaron tener una política hacia los problemas más sentidos por las masas trabajadoras y campesinas; se intentó dar la percepción de que era una junta cívico militar que resolvería los problemas de tierra, desigualdad social, promulgar una amnistía general para liberar a los presos políticos, otorgar libertad de organizaciones tanto gremiales como políticas, la nacionalización de la banca, el control inflacionario y otros. Además, se planteó como objetivo: “Entre las nuevas medidas destaca además la desarticulación del grupo parapolicial de extrema derecha ORDEN, al que se vinculaba al presidente derrocado y que protagonizó episodios de represión contra las fuerzas de oposición salvadoreña dentro y fuera del país.” (El País 17/10/1979)
En relación al movimiento de masas, la mayoría de las organizaciones le claudicaron al golpe militar. El que en aquel entonces se denominaba el Foro Popular que era un espacio donde se encontraban organizaciones que estaban en pie de lucha. Entre ellas la Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), la central más importante de El Salvador por aquel entonces, el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28) y hay que hacer una mención especial al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), que apoyó el golpe de estado a través de su brazo político llamado Unión Democrática Nacionalista (UDN). Este papel del PC demostraría una vez más, ser nefasto para los movimientos revolucionarios, sobre todo cuando las masas, a pesar de ser engañadas por su dirigencia, instintivamente se ponen a la cabeza de la lucha de clases: “Esta aguda polarización condujo a la crisis total de la junta cívico-militar, reflejada en disolución de su gabinete a principios de este año.
A pesar del apoyo del Partido Comunista Salvadoreño al golpe de estado, la burguesía no logró establecer un gobierno aunque fuese poco estable. El intento por contener la movilización de las masas con la participación de la Democracia Cristiana, del MNR y del PC en la Junta, fue un fracaso, frente a la radicalización del movimiento de masas y a la extremada polarización entre las clases. El PC, así como el MNR, optó por retirarse del gobierno. Hoy la junta cívico-militar solo cuenta con la DC sometida inclusive a importantes contradicciones internas.” (Ídem). En esos momentos una política consecuente debía pasar por la movilización permanente de los trabajadores y campesinos para preparar la caída de la junta militar: “La tarea inmediata y urgente de la clase obrera y las masas salvadoreñas es preparar las condiciones para que las luchas confluyan hacia una gran huelga general insurreccional que voltee a la Junta Cívico Militar.” (Ídem.)
Continuaron las movilizaciones
El descontento popular continuó, las masas, a pesar de las promesas de la Junta Militar continuaron movilizándose, a pesar del papel entreguista de la dirigencia del PC salvadoreño. A tal grado, que se estableció una Coordinadora Nacional que fue constituida por las organizaciones más importantes que estaban dando la lucha en las calles (BPR, FAPU, UDN, LP-28). Las constantes movilizaciones, los ataques a guarniciones del ejército y la presión de las masas llevaron al colapso de la primera Junta Militar, la cual se cimentaba en el poder más por la pasividad del PC y otras organizaciones populares que confiaban en la Junta, y creían que los problemas sociales se pueden resolver en el marco de la colaboración entre las clases sociales que son antagónicas. En cierto sentido, podemos decir, que las condiciones estaban maduras para la revolución en el Salvador, pero la falta de dirección dejó vivir a una Junta Militar que estaba dividida y tambaleante.
El 22 de enero se realizó una marcha en la que participaron alrededor de 200 mil personas; esta marcha fue reprimida fuertemente por la segunda Junta Militar. En adelante la Junta Militar logrará sobrevivir hasta 1982, año en que se realizan elecciones y la tercera Junta Militar es sustituida por un gobierno “civil”. Así fue como la revolución salvadoreña estuvo a punto de alumbrar, pero fue abortada por el papel entreguista del PC salvadoreño, y por qué no decirlo, el papel pasivo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que miró los toros desde la barrera y dejó a la revolución salvadoreña a su suerte, sin imaginar que en El Salvador se jugaba el futuro de la revolución centroamericana y de la misma revolución sandinista.


Por Maximiliano Cavalera.

Pocos personajes históricos están tan relacionados con la Historia de Centroamérica como José Francisco Morazán. Relatar su vida es contar la corta existencia política del Estado Federal Centroamericano. Su nacimiento, auge y caída coinciden con la gloria y derrota de Morazán, quien terminó siendo asesinado en San José de Costa Rica, el mismo día en que se celebraba la independencia de las cinco naciones centroamericanas. En este mes de septiembre, conmemoramos la memoria de uno de los personajes más importantes en la historia de Centroamérica, que hasta el día de hoy, es símbolo de la tan anhelada Unión de la Nación Centroamericana.

La independencia

Por esas ironías de la historia, Francisco Morazán fue fusilado el mismo día en que se dio la independencia de los Estados Centroamericanos. Un 15 de Septiembre de 1821 las autoridades criollas de Centroamérica, que pertenecían al mismo andamiaje por el que gobernaba la corona española, declararon la independencia. Este acto fue uno de los mas peculiares de la historia de las independencias y terminaría moldeando el futuro de la nación centroamericana, sobre todo porque nuestra independencia significó la continuidad de las autoridades que gobernaban junto a la corona Española: “las luchas por la independencia en esta Capitanía General fueron siempre brotes aislados de una élite intelectual, criolla o mestiza las que no lograron articular una insurgencia popular a largo plazo” (La anarquía en Centroamérica, Edelberto Torres Rivas). Las contradicciones fueron tan grandes, que al mismo tiempo que se declaraba la independencia, las autoridades coloniales, temiendo a las masas y presionadas por Iturbide se anexaron al plan de Iguala que intentaba instaurar una monarquía constitucional en México.

19 años antes, el 3 de Octubre de 1792 en la ciudad de Tegucigalpa, que en aquel entonces era parte de la intendencia de Comayagua supeditada políticamente a la Capitanía General de Guatemala, nació José Francisco Morazán. Proveniente de una familia criolla acaudalada dedicada a la agricultura y el comercio, su padre se llamaba Eusebio Morazán Alemán y su madre fue Guadalupe Quezada Borjas. El oscurantismo que dominaba aquella época fue vivido por la familia de Morazán; había pocas posibilidades de educarse, salvo con la instrucción de los frailes o sacerdotes. Algunos historiadores dicen que las ideas liberales de la ilustración fueron absorbidas por Morazán en la biblioteca de su tío político Dionisio Herrera. Lee textos de  Montesquieu, Rousseau, y fue cautivado por la gran Revolución Francesa.

En el período de la independencia, Morazán trabajaba en el ayuntamiento de Tegucigalpa como secretario de Narcio Mallol. Como ya mencionamos, este proceso fue tan singular que: “el tránsito de la colonia a la Republica se hiciese pacifica y sorpresivamente, a través de una virtual declaración formal que dejó intacta, incluso en la persona física del último Capitán General y primer jefe del Estado, la estructura administrativa de la colonia”. Es decir, el andamiaje político y las personas por las cuales la corona española gobernaba Centroamérica quedaron intactos.

La inmediata anexión a México despertó fuertes discusiones entre liberales y conservadores, y en los cinco Estados que componían la nación se enfrentaban las principales ciudades. En Honduras, las autoridades de Comayagua se pronunciaron a favor de la anexión en contra de Tegucigalpa que se opuso. Morazán luchó del bando de Tegucigalpa y así inició su carrera militar. La anexión se impuso por un corto período, y al ser derrotado en México el proyecto de monarquía constitucional, se proclamó en Centroamérica las Provincias Unidas del Centro de América. En Honduras, Morazán acompañó a su tío político, el jefe de Estado Dionisio Herrera, siendo nombrado presidente del Consejo Representativo.       

La guerra civil centroamericana

La segunda independencia de Centroamérica le ponía nuevamente a la oligarquía liberal y conservadora la tarea que había rechazado con la anexión a México, construir un Estado en que albergase a la nación centroamericana. El debate navegaba entre un Estado federal inspirado por la constitución norteamericana con una mescolanza extraña con las instituciones creadas por la constitución de Cádiz, alternativa que era promovida por las fuerzas liberales. Por el otro lado estaba la corriente centralista, que buscaba crear un gobierno que centralizara el actuar económico y político de la Unión con un poder centralizado. Las ideas liberales triunfaron en la constituyente y Manuel José Arce fue electo como presidente de la Federación.

A los pocos días Arce traicionó a los liberales y tomó partido por los conservadores, dejando a los conservadores con el control del poder federal. El debate entre el centralismo y la federación también sería vital para la vida de Centroamérica. En el aspecto político la constitución federal mezclada con las instituciones de la constitución de Cádiz haría imposible crear un andamiaje que permitiera la igualdad entre los Estados, teniendo en la realidad más poder los Estados con mayor cantidad de población, en este caso Guatemala y el Salvador. Por otra parte la población miraba con mucho recelo la centralización ya que veían en ésta el despotismo, los impuestos y la burocracia del tiempo de la corona.

El presidente del gobierno federal Manuel José Arce intentó disolver el Congreso Federal. Para realizar esto convocó una reunión en Cojutepeque el 10 de octubre de 1826, intentando elegir un nuevo Congreso. Dionisio de Herrera, jefe de Estado de Honduras se opuso a estas acciones. Arce envió a Justo Milla al mando de 200 soldados a tomar Comayagua. Logró capturar a Herrera para enviarlo prisionero a Guatemala. Al ser capturado Herrera, Francisco Morazán intentó tomar fuerzas en Tegucigalpa. Estas tropas fueron derrotadas y Morazán fue capturado y trasladado a Tegucigalpa. Logró escapar y huyó a El Salvador, donde intentó asilarse en México. En su estadía, Mariano Vidaurre lo convenció de trasladarse a Nicaragua, en donde el Jefe de Estado Cleto Ordoñez le podría dar apoyo militar. Estando en la ciudad de León, Cleto Ordoñez le proporcionó armas y 135 soldados que se unirían a las tropas salvadoreñas del coronel Zepeda y un grupo de voluntarios provenientes de Choluteca.

El coronel Justo Milla salió al encuentro de las tropas de Morazán y fue derrotado en la celebre batalla de la Trinidad para luego marchar a Comayagua en donde dejaría establecido a Miguel Eusebio Bustamante como jefe de Estado. El decreto en que se eligieron los nuevos senadores y autoridades del Estado Federal creó descontento en todo el liberalismo y Francisco Morazán fue llamado a El Salvador para combatir contra las fuerzas federales en manos conservadoras.

Marzo de 1827 fue la fecha en que el ejército de El Salvador envió tropas rumbo a Guatemala a derrocar al gobierno de Arce. El 23 de Marzo las tropas salvadoreñas fueron derrotadas por las fuerzas federales comandadas por el propio presidente Arce. Al derrotar a las fuerzas salvadoreñas, el presidente Arce ordenó al general Manuel Arzú marchar con 2,000 soldados a tomar El Salvador. En abril de 1828 Morazán junto a soldados nicaragüenses, hondureños y salvadoreños marcharon hacia El Salvador a combatir a las fuerzas federales. El 6 de julio, en la hacienda Gualcho, derrotó a las fuerzas federales del coronel Vicente Domínguez. El 23 de octubre las tropas de Morazán entraron en San Salvador habiendo derrotado a las fuerzas federales. Luego, preparó la invasión para tomar la capital de Centroamérica.

El 12 de abril de 1829 Mariano Aycinena capituló como jefe de Estado de Guatemala. Al año siguiente Morazán fue electo presidente de los Estados Centroamericanos tomando posesión el 16 de Septiembre de 1830. Desde esa época, Morazán gobiernó intentando hacer reformas, luchando por cambiar las estructuras del régimen político que consideraba atrasadas.

Luchó contra la iglesia y por instaurar la educación laica. Desgraciadamente, el período de reformas de Morazán no pudo cimentar el Estado Centroamericano; al final, para poder crear el Estado Centroamericano, Morazán debió chocar no solo con la oligarquía conservadora, sino a la misma oligarquía liberal, y desgraciadamente no pudo completar la tarea histórica.

Las burguesías de cada Estado decidieron regresar cada quien a su propio feudo dejando como arengas anuales la difunta patria centroamericana: “mas allá del enfrentamiento de tales banderías políticas y de la más aparente que real disyuntiva presentada entre criollos y mestizos, está presente la contradicción entre el latifundio religioso aliado a la burocracia colonial y a la aristocracia terrateniente frente a los intereses de un nuevo sector de propietarios de tierras, que pugnaban por un nuevo reparto y mayores oportunidades productivas, junto a los cuales estaba el grupo de profesionales e intelectuales ilustrados receptores de la influencia de la Revolución Francesa y del liberalismo inglés.” (Ídem) 

Exilio y fusilamiento en Costa Rica

Derrotado por el general Carrera, Morazán abandonó El Salvador y fue a refugiarse a la población panameña de David (Chiriquí), que en esa época era parte de Colombia. El 13 de abril de 1842, las fuerzas de Morazán entraron en la ciudad de San José, Costa Rica, estableciendo un gobierno. Posteriormente, el 11 de septiembre de 1842 estalló en Alajuela un movimiento contrarrevolucionario contra el gobierno de Morazán, logrando derrocarlo y capturarlo. Morazán fue finalmente fusilado el 15 de septiembre de 1842

En su testamento Francisco Morazán escribió: “que mi amor a Centroamérica muere conmigo”. Pero pasados 170 años del asesinato de Morazán, desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) declaramos que el amor por Centroamérica subsiste todavía en toda una camada de revolucionarios que consideramos que la lucha por la unidad en Centroamérica, pasa en nuestro tiempo por la lucha contra la burguesía e imperialismo que nos han dividido y separado por más de 150 años.

Por Rolando Canizales Vijil

Resumen:
Generalmente cuando se habla de movimientos guerrilleros en Centroamérica se piensa al instante en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. A Honduras se le considera como un país que se mantuvo al margen de los sangrientos conflictos de la década de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, es necesario aclarar que esto sólo es cierto hasta cierto punto. En Honduras –tal vez no en el mismo grado que en los países vecinos hay que aceptarlo –también se produjeron manifestaciones de violencia política. Por otro lado, son pocos los que han dado importancia a explicar las causas que determinaron una relativa estabilidad política en Honduras durante el período en referencia.
Aún con todas las falencias de las organizaciones guerrilleras hondureñas, no se debe soslayar el hecho de la existencia de las mismas en una sociedad cuyos sectores sociales dominantes intentaban proyectar una imagen de “oasis de paz”, en medio de toda una región sumergida en la guerra. Este es el caso de una de esas organizaciones, que llevó a cabo una serie de acciones dirigidas a poner de relieve las contradicciones sociales que prevalecían –y prevalecen –en Honduras.
1. Naturaleza de los Movimientos Guerrilleros Revolucionarios
Entenderemos por movimientos guerrilleros revolucionarios aquellas organizaciones político-militares que pretenden generar, mediante actos de violencia, un clima de agitación política de tal forma que se den las condiciones adecuadas para la insurrección de los sectores sociales dominados. Son guerrilleros porque emplean la modalidad de combate conocida como guerra de guerrillas que significa “la guerra del débil contra el fuerte –una campaña de hostigamiento y agotamiento emprendida por unas fuerzas inferiores, deficientemente equipadas, contra los ejércitos convencionales” (Moss, 1973. p. 21). La guerra de guerrillas significa el empleo de estrategias y tácticas distintas a las de un cuerpo armado regular. Por ejemplo: evitar choques frontales con el enemigo, máxima movilidad, pequeños grupos de combate, etc.
El ámbito geográfico de los movimientos guerrilleros puede ser tanto el área rural como el área urbana. En el primer caso, el conocido guerrillero Ernesto Guevara de la Serna expuso que “La lucha guerrillera…es una lucha lenta, donde las batallas se suceden con una secuencia también muy lenta, donde las dificultades mayores no son la acción directa del enemigo si no la lucha contra la inclemencia del clima, contra la falta de provisiones, contra la falta de medicamentos” (1). No obstante el área rural ofrece algunas ventajas a la lucha guerrillera como la utilización misma de la geografía para evadir a las fuerzas enemigas y hasta atacarlas.
El terreno de la ciudad presenta también obstáculos a los combatientes guerrilleros. Usualmente las poblaciones de gran tamaño también concentran una mayor densidad de efectivos de los cuerpos armados represores estatales y paramilitares. La unidad organizativa que caracteriza a un movimiento guerrillero en la zona urbana es la célula, compuesta por un reducido número de personas, que raras veces sobrepasa el número de diez. Cada célula actúa con relativa independencia, debido a la necesidad de guardar el máximo grado de clandestinidad. Como dijera un estudioso del tema: “la compartimentalización son al guerrillero urbano lo que un campamento secreto en la jungla a su contrapartida rural. No necesita saber más de lo necesario…, no conoce más lugares de los necesarios para sus operaciones, no sabe más nombres que lo necesarios, incluso de sus camaradas” (2).
Desde el punto de vista político, los movimientos guerrilleros revolucionarios se proponen una transformación radical de la sociedad. Para ello cuentan con incorporar a los segmentos dominados de la población. El movimiento guerrillero revolucionario es, por tanto, una organización político-militar. En 1980 el Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (MPL-C) daba por sentado que su estrategia se dividía en “dos líneas que actúan interdependientemente”: línea política de masas y línea militar de masas (3). La primera consistía en “la constitución de la fuerza revolucionaria para la toma del poder” a través de “la activación y movimiento de amplias mayorías del pueblo, o sea de clases y capas sociales alrededor de la clase obrera como eje histórico” (4). Esto se lograba, según el documento del MPL-C, desnudando las injusticias sociales y realizando una constante labor de agitación política en el seno de las masas (5).
La línea militar de masas era en esencia la actividad militar encaminada a lograr “la incorporación del movimiento popular a las acciones y tareas de la lucha armada” que daría lugar a la formación de un “Ejército Popular de Liberación” y de esa forma “quebrar el poderío militar del enemigo” (6).
La estrategia político-militar del MPL-C coincide con la propuesta de la mayoría de movimientos guerrilleros revolucionarios de Latinoamérica. Esta estrategia y los objetivos políticos trazados los diferencia enormemente de los grupos armados que emplean tácticas guerrilleras, pero con fines políticos totalmente distintos. Para el caso, no es muy dada una comparación entre los movimientos guerrilleros de los años ochenta y grupos armados de finales del siglo XIX y principios del XX que, aunque hayan protagonizado combates con características de luchas guerrilleras, vistas desde la perspectiva táctico-militar claro está; sus objetivos políticos y razones de existencia difieren históricamente de los que explican a los movimientos guerrilleros de fechas más contemporáneas (7).
2. Las Raíces Históricas de los Movimientos Guerrilleros de la Década de los Ochenta: Violencia Política, Reformismo y Movimiento Popular en la Historia de Honduras (1921-1978)
Entender el origen de los movimientos guerrilleros revolucionarios de los años ochenta nos remite a comprender la historia de lo que ha sido el movimiento obrero y campesino en Honduras y la influencia de la ideología marxista, debido a que dichas organizaciones político-militares se originan al interior de órganos políticos que se autoproclaman marxistas y que llevan a cabo cierta agitación política entre sindicatos, asociaciones campesinas, organizaciones estudiantiles y gremiales, etc.
En Honduras las primeras organizaciones de tipo gremial y artesanal surgen desde inicios del siglo XX. Las primeras huelgas se producen en el enclave minero, establecido desde finales del siglo XIX al amparo de las políticas de apertura de puertas a la inversión extranjera que fue promovida por el gobierno de Marco Aurelio Soto (1876-1883). Luego, con el desplazamiento del polo de desarrollo capitalista hacia la costa norte, gracias al afianzamiento del enclave bananero, las incipientes manifestaciones de protesta social se ubican en esta región (8).
En la zona central de Honduras, también existieron manifestaciones de rechazo al estado liberal concesionario, especialmente provenientes de una clase intelectual que rechazaba las consecuencias de la Reforma Liberal. (Barahona, 2005. p. 80). Eran los intelectuales que veían con preocupación la pérdida de la soberanía nacional ante el poderío económico de los Estados Unidos, en particular por la soberbia de sus agentes de penetración económica como lo eran las empresas transnacionales del enclave bananero y minero.
Los más conocidos representantes de esa intelectualidad de la década de los veinte, con un discurso nacionalista y, por ende, antiimperialista, fueron Froilán Turcios y Alfonso Guillén Zelaya (9). Este último en 1944 dijo que “generalmente se ha dado a los guerrilleros el sobrenombre de bandidos o cuando menos de aventureros. Pero estos bandidos llenan la historia y la iluminan con el eterno resplandor de su heroísmo y de su culto, algunas veces contradictorio, pero siempre sincero por la libertad y la justicia” (Guillén, 2000. p. 203). Según algunos autores, las ideas del sector más progresista de esta generación de intelectuales centroamericanos de las décadas de 1920 y 1930, se fusionarían con las ideas marxistas para inspirar a los distintos movimientos revolucionarios de Centroamérica de las décadas posteriores (Casús y García, 2005. p. 296).
El gobierno dictatorial de Tiburcio Carías Andino (1933-1949) significó un período adverso para el desarrollo de la protesta social. En las postrimerías de la dictadura cariísta, grupos radicalizados del Partido Revolucionario Democrático Hondureño (PRDH) de inspiración socialdemócrata, hacían llamados para derrocarla por medio de un “movimiento armado” (10). Algunos de estos grupos pasarían a reorganizar el Partido Comunista de Honduras (PCH) a inicios de 1954 ante la marcada tendencia política moderada del PRDH (11).
La huelga general de los trabajadores hondureños en 1954 puso de relieve, para los sectores dominantes, la existencia de un actor social, marginado, ignorado y reprimido desde finales del siglo XIX: la clase trabajadora. Paralelamente a este reconocimiento se produce una importante campaña de adoctrinamiento anticomunista que en el plano sindical se refleja con la participación de organizaciones sindicales representativas del llamado “sindicalismo libre y democrático” (12) en el proceso de organización y consolidación del sindicalismo y del movimiento campesino en Honduras, desde la década de los 50 hasta la década de los ochenta.
Así se explica que las principales organizaciones del sindicalismo y campesinado hondureño, que se conforman inicialmente entre las décadas de los 50 y 60 se inscriban dentro de tendencias marcadamente anticomunistas: el Sindicato de Trabajadores de la Tela Railroad Company (SITRATERCO), la Federación Central de Sindicatos de Trabajadores Libres de Honduras (FECESITLIH), la Federación Sindical de Trabajadores Nacionales de Honduras (FESITRANH) y la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH).
En el contexto social del represivo gobierno del coronel Oswaldo López Arellano (1963-1971), se produce un intento para organizar movimientos armados y derrocar su gobierno.
Miembros del Partido Comunista de Honduras (PCH), reorganizado en 1954, patrocinan el asentamiento de un grupo guerrillero en las montañas próximas a El Progreso, Yoro, entre finales de 1963 e inicios de 1964.
El grupo fue denominado como Frente de Acción Popular (FAP) el cual entabló relaciones con otros grupos armados opositores del Partido Liberal (13)–que también fue víctima de la represión de las Fuerzas Armadas. De acuerdo a lo expresado por Mario Berríos, estos conatos de insurrección “no tenían el liderazgo, la disciplina de ejército clandestino ni la logística apropiada para conducir operaciones insurgentes de gran envergadura” (14).
De igual forma la Central de Inteligencia Americana (CIA) no lo consideraba un problema de gran magnitud. El órgano de inteligencia de los Estados Unidos opinaba para el año de 1964 que “en el corto plazo, la única amenaza al régimen militar en Honduras sería una desavenencia entre sus líderes…Aislados actos terroristas ciertamente continuarán, pero, a menos y hasta que los comunistas y pro-castristas mejoren sus capacidades para la subversión y obtengan la cooperación de los Liberales depuestos y de otros grupos políticos, el régimen puede manejar cualquier amenaza subversiva que ellos traten de montar” (15).
La CIA contabilizaba las fuerzas del PCH, poco antes del golpe de 1963, en unos 2 mil miembros “incluyendo alrededor de mil jóvenes de la Juventud Comunista (JC). De estos sólo unos 250 podían haberse considerado parte del núcleo principal. En adición habían algunos 3 mil simpatizantes” (16). A pesar de esta fuerza de militantes, que señalaba la CIA, factores de carácter interno como las constantes divisiones internas impedían que el PCH se convirtiera en un peligro a la estabilidad del sistema político y económico.
La CIA consideraba que todo eso se agravaba por la debilidad teórica de los militantes del PCH e incluso aseguraba que “no ha sido un partido revolucionario, habiendo evitado la subversión u otra acción provocativa con el fin de obtener un grado de tolerancia bajo (el gobierno de Ramón) Villeda”. No obstante todo lo anterior, tomando en cuenta la presencia en Honduras de los males sociales característicos de los países que experimentaban procesos de lucha revolucionaria, la CIA concluía que a largo plazo el PCH si podía representar una amenaza a tener muy en cuenta, especialmente cuando su sector más radical, compuesto por jóvenes de la JC, clamaban por el paso a formas de lucha más violentas. A esto se añadía un gradual mejoramiento de la calidad de los cuadros políticos con el “envío a Cuba, en los pasados dos años de algo más de un centenar de hondureños, algunos de los cuales recibieron entrenamiento guerrillero allí” (17).
El 30 de abril de 1965 el grupo guerrillero del PCH que operaban en las montañas de la Comunidad de El Jute, jurisdicción de El Progreso, Yoro recibió un golpe fatal cuando una patrulla del ejército sorprendió a siete guerrilleros desarmados y los asesinó, incluyendo al dirigente campesino Lorenzo Zelaya, uno de los fundadores de la Federación Nacional de Campesinos de Honduras (FENACH) en 1962 (18).
De la experiencia de El Jute, el PCH tendría una de sus primeras escisiones: el grupo que había apoyado el establecimiento de la guerrilla en las montañas decide formar otro partido conocido como Partido Comunista Marxista Leninista de Honduras (PCMLH) (19).
Según el historiador Darío Euraque, a mediados de la década de los sesenta, específicamente a partir de 1966 –o sea al año siguiente de los sucesos de El Jute –se reactiva un beligerante movimiento campesino con lo que la sociedad rural comienza a presentar síntomas de una polarización social parecida a la de El Salvador, Guatemala y Nicaragua (20). La referida polarización, nos explica el citado autor, es producto del desarrollo del capitalismo en el país que se refleja en la diversificación de la producción y la aparición de una burguesía rural, sobre todo en la zona sur gracias al cultivo del algodón (21). Todo esto permite comprender como surge la alianza entre las organizaciones de trabajadores y algunos sectores progresistas de la naciente burguesía industrial de San Pedro Sula para oponerse al gobierno de Oswaldo López Arellano, a finales de la década de los sesenta. A su vez nos conduce a traer a colación un fenómeno crucial para dilucidar las causas explicativas de la relativa estabilidad política de la década de los ochenta en Honduras, y el poco éxito en cuanto a la adhesión de las masas que experimentan los movimientos guerrilleros revolucionarios. Estamos hablando del reformismo militar que tiene su mayor expresión en el segundo gobierno de Oswaldo López Arellano (diciembre 4 1972-abril 22 1975), luego del breve interregno del gobierno civil de Ramón E. Cruz (junio 6 de 1971-diciembre 4 1972).
¿Cuál es el papel que juega el reformismo militar en atenuar las contradicciones sociales que presenta la sociedad hondureña, principalmente en lo referente a la tenencia de la tierra? Es obvio, que el reformismo con sus medidas de repartición de tierras incultas (Decreto No. 8 y Ley de Reforma Agraria) genera enormes expectativas entre el campesinado hondureño. Por otra parte, no observamos en los países vecinos procesos similares de reforma durante el mismo período. Para 1973, el gobernante militar explicaba la necesidad del reformismo, porque de lo contrario “la situación degeneraría en violencia”, y le planteaba a los empresarios si querían “una revolución pacífica” o una revolución violenta” (22).
La situación no era para menos. En el breve período de Ramón E. Cruz, la beligerancia del movimiento campesino había aumentado, lo que unido a la política conservadora de este gobierno produjo el 18 de febrero de 197 la masacre de campesinos en la aldea La Talanquera, jurisdicción de Olancho, donde efectivos del Cuerpo Especial de Seguridad (CES), asesinaron a seis personas que reclamaban tierras a un terrateniente de la zona (23). Unos días después, el representante de la Iglesia Católica de Olancho, Monseñor Nicolás D’Antonio, informó que el 26 de febrero en Juticalpa “cuatro bombas de dinamita estallaron…siendo colocados los explosivos en las calles cercanas de las residencias de los ganaderos en conflicto” (24). La autoría de estos hechos nunca fue esclarecida.
En el marco del reformismo, también sobresale un apoyo más abierto de la Iglesia Católica a la organización de los campesinos. La institución religiosa desde principios de la década de los sesenta realizaba un trabajo de educación popular con las “Escuela Radiofónicas” y los “Celebradores de la Palabra” en la zona sur (Richard y Meléndez, 1982. pp. 325-326). En la plenitud del reformismo militar hondureño (año 1973) el padre jesuita Guadalupe Carney, luego de convivir entre los campesinos del departamento de Yoro, se sentía profundamente impactado con el golpe militar derechista que en el mes de septiembre había derrocado el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. Este hecho, según su sentir, le hizo dar “el salto más grande, un salto cualitativo, en mi metamorfosis…ya dudé seriamente que los métodos no violentos de Gandhi, de pacifismo, de resistencia activa, de desobediencia civil, de manifestaciones pacíficas podían cambiar el sistema capitalista y liberar a un país del imperialismo…al fin me convencí de que sólo hay un camino para hacer en un país dependiente una verdadera revolución de liberación del capitalismo e imperialismo: la vía armada” (25). En julio de 1983, Guadalupe Carney perdería la vida al formar parte de una columna guerrillera del Partido Revolucionario Centroamericanista de Honduras (PRTCH), que en las montañas de Olancho fue aniquilada por el ejército.
En el contexto de la protesta social de la década de los setenta destacaba también la actividad de los estudiantes de secundaria, organizados principalmente alrededor de dos organismos: la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (FESE), fundada en 1970; y, los Comités de Lucha de Estudiantes de Secundaria (CLES), fundados pocos años después de la FESE. Ambas organizaciones tenían claras influencias de las dos tendencias principales de la izquierda: el PCH y el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCMLH), este último de tendencia maoísta (Rodríguez, 2005. p. 110. y Barahona, Op. Cit. p. 216). Los estudiantes se convertirán en un soporte fundamental para los movimientos guerrilleros de los años ochenta. En el seno de la UNAH, aparecerán con especial fuerza personas que promueven ideas de lucha armada para derrocar al orden social dominante.
En 1974, al año siguiente de que el sacerdote Carney concluyera que el recurso armado era la única opción para lograr el cambio, el reformismo militar en Honduras daba muestras de vacilaciones ante la oposición de los sectores más conservadores de la élite terrateniente y el capital extranjero (Arancibia, 1994. p. 81). Generalmente se considera que el reformismo militar llega a su fin cuando Oswaldo López Arellano es depuesto de la jefatura del Estado, el 22 de abril de 1975. Hay otros que matizan este hecho, especificando que el reformismo militar llega a su fin a partir del año 1977, con una serie de hechos represivos realizados por el gobierno de Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978) que golpean a sindicatos y organizaciones campesinas (26). Lo cierto es que el proyecto reformista no fue abandonado abruptamente por los militares, y menos a nivel de discurso político. El verdadero proceso de abandono del reformismo, a mi parecer, inicia a finales de los años setenta con el gobierno del triunvirato militar (1978-1980), compuesto por Policarpo Paz García, Domingo Alvarez Cruz y Amílcar Zelaya Rodríguez. Ya con Gustavo Álvarez Martínez vemos el corolario del triunfo de una política mucho más conservadora en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la legislación de la Reforma Agraria se mantuvo incluso toda la década de los ochenta. La ley de Reforma Agraria del gobierno reformista sólo fue neutralizada hasta 1992 con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola. Esa desarticulación del reformismo, que se hizo de manera gradual, acompañada de la “contrarreforma” que trasladó a grandes contingentes de población a zonas despobladas del Valle del Aguán en el gobierno de Melgar Castro (27) mantuvo vivas las expectativas de la población campesina sobre la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra pues la repartición, si bien es cierto se hizo mucho más lenta, no se detuvo totalmente. Es, por tanto, otro factor a tener muy en cuenta al momento de explicar por que en Honduras existió una relativa estabilidad política y porque el campesino hondureño no apoyó significativamente los movimientos guerrilleros revolucionarios.
3. Orígenes del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1979-1981)
Sólo resta agregar, para poder entender del todo el proceso social que da origen a los movimientos guerrilleros hondureños, la influencia que indudablemente ejerció la revolución sandinista, cuyo acceso al poder se verifica el 19 de julio de 1979, y la agudización de la guerra de liberación emprendida por los movimientos guerrilleros de El Salvador (28). Los sucesos de los países vecinos, como ha sido norma en el devenir histórico de Honduras, determinan con especial fuerza el curso de su historia.
Al interior del PCH ya eran evidentes profundas contradicciones entre un sector que consideraba apropiado el inicio de una lucha armada para derrocar a las tradicionales clases dominantes y aquellos que todavía consideraban prudente esperar para iniciar una lucha de ese tipo. Un ex miembro del PCH como Tomás Nativí Gálvez exponía, en 1981, que era necesario que las masas respondieran a la violencia gubernamental con un derecho legítimo e irrenunciable: “la violencia popular” (Nativí Gálvez, Tegucigalpa. 2004. p. 44). De manera autocrítica el dirigente del PCH, Rigobierto Padilla Rush, señalaba que al momento del triunfo de la revolución sandinista “nuestro partido seguía atrapado en la telaraña creada por nuestra propia estrategia de acumulación de fuerzas…acumulando fuerzas para construir ese bloque social nos pasamos los años…De alguna manera estábamos frenando el proceso revolucionario; se imponía entonces una solución que era más dramática y radical: irse a las armas” (29).
Tomás Nativí y Fidel Martínez, ambos líderes muy reconocidos, abandonan formalmente las filas del PCH entre finales de 1979 y principios de 1980. El primero dará vida a la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP), el segundo a la organización que es objeto de la presente reseña: el Movimiento Popular de Liberación Cinchonero (MPL-C) (30). Fidel Martínez era un ingeniero agrónomo graduado en el Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico, de la ciudad de La Ceiba. Mario Berríos nos dice que el MPL-C fue fundado el 7 de septiembre de 1979 (31), o sea a poco menos de dos meses de haberse dado el triunfo de los sandinistas. Recibe su nombre en honor al rebelde olanchano Serapio Romero, más conocido como “Cinchonero”, que en 1868 dirigió una rebelión contra el gobierno de José María Medina (1864-1872). Romero atacó haciendas y casas de las familias más poderosas de la cabecera departamental de Olancho, en lo que fue calificado por una historiadora como el motín “producto del odio hacia los ricos de Juticalpa” (Martínez, 2002. p. 112).
El MPL-C no sería la única organización guerrillera, ya que por esas mismas fechas surgen también las Fuerzas Populares Revolucionarias “Lorenzo Zelaya” (FPR-LZ), el Frente Morazanista para la Liberación de Honduras (FMLH), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTCH) y, un poco más tarde, el Frente Patriótico Morazanista (FPM). Estos son los grupos que hasta el momento se han identificado como resultado de la presente investigación.
Ya se explicó brevemente lo que era la línea política de masas y la línea política militar del MPL-C. Solamente agregaremos que el surgimiento estuvo marcado por un elemento muy particular del contexto de la sociedad hondureña: la transición a gobiernos, nominalmente civiles, pero en los hechos fuertemente supeditados a ciertos intereses del militarismo derechista. Los primeros documentos del MPL-C critican los procesos electorales que comenzaron el 20 de abril de 1980 con la elección de diputados a una Asamblea Constituyente. Por ejemplo, en documento que explica los fundamentos de su línea política dice:
“Indudablemente la burguesía tiene todavía un arsenal de palabras seductoras para atraer electoralmente, pero ni una posibilidad puede exhibir ya para solucionar los problemas que se le vienen con el flujo popular; de ahí planteos de elecciones “participativas” (que) pueden servirle de cartel temporal para un juego de oposición mediatizada y de utensilio de soborno a la izquierda tradicional, pero más temprano que tarde los revolucionarios legítimos tendremos que realizar nuestra labor en condiciones en la que tendrá primacía la ilegalidad sobre las formas legales de actividad revolucionaria” (32).
Las elecciones de 1980 estuvieron marcadas por la represión del ejército que llevó a cabo una serie de patrullajes en las ciudades y detenciones de miembros del Frente Patriótico Hondureño (FPH), que era una coalición de varios grupos de izquierda y organizaciones gremiales que pretendió sin éxito alguno participar en el proceso electoral (33). Unos meses antes los miembros del FPH decían que “no serán partidarios de la guerra, la anarquía o el terrorismo. Es a quienes dirigen el Estado y a sus voceros a los que corresponde la tarea de concretar iniciativas históricamente posibles para superar este momento difícil en un clima de paz y tranquilidad. Si las puertas para el que se expresa continúan cerradas, el pueblo habrá adquirido el derecho a la insurrección” (34). El 17 de abril, a tres días de las elecciones se había producido el frustrado secuestro de Arnold Quiroz, gerente en Honduras de la transnacional del petróleo TEXACO (35). Por ese hecho fue capturado José María Reyes Mata, miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H), quien unos años después, en julio de 1983, penetraría al mando de una columna guerrillera de aproximadamente 90 hombres (36). La mayoría de estos fueron muertos por tropas del ejército.
Una de las primeras acciones del MPL-C, registrada en los medios de comunicación principales, fue la detonación el 26 de enero de 1981 de dos bombas de propaganda (37) en el Parque La Libertad y el Mercado San Isidro de Comayagüela. El mensaje de las hojas volantes esparcidas por los artefactos condenaba la cooperación de los ejércitos de Guatemala, El Salvador, Estados Unidos y Honduras para combatir al FMLN en El Salvador (38). A través del mensaje, se puede también percibir cómo influía en sobremanera a los movimientos guerrilleros hondureños el desarrollo de la lucha guerrillera en el país vecino. El identificarse constantemente con la causa de los guerrilleros salvadoreños será un rasgo del MPL-C en sus primeros años.
Precisamente, la siguiente acción, de mayor envergadura, que acaparó la atención nacional e internacional estuvo vinculada con el movimiento guerrillero salvadoreño (39).
El 27 de marzo de 1981 El Comando “Lempira” del MPL-C secuestra en pleno vuelo un avión de la empresa hondureña Servicios Aéreos de Honduras S.A. (SAHSA), cuyo destino final era New Orleáns, habiendo partido del aeropuerto de Tegucigalpa. La aeronave es llevada al aeropuerto “Augusto César Sandino” de Managua. Las peticiones de los secuestradores consisten principalmente en la liberación de dirigentes del FMLN capturados en territorio hondureño, entre los que destaca Facundo Guardado (40). También reprueban el intervencionismo del ejército hondureño en Nicaragua y El Salvador que busca –según el comunicado de los guerrilleros –preparar el terreno para una invasión al primero e impedir el triunfo de la revolución en el segundo (41).
Hay que aclarar que no todas las solicitudes tenían que ver con la problemática regional. Además protestaron por la amenaza a muerte que pendía sobre varios dirigentes populares y políticos hondureños de parte de los escuadrones de la muerte (42). Algunos de los que aparecieron en esa lista proporcionada por los militantes del MPL-C, fueron víctimas de los escuadrones de la muerte en los meses y años siguientes: Tomás Nativí, Fidel Martínez (ambos el 11 de junio de 1981), Dagoberto Padilla (29 de marzo de 1982), Héctor Hernández (24 de diciembre de 1982) y Rolando Vindel (18 de marzo de 1984). Los guerrilleros incluyeron demandas de cese a la represión a dirigentes populares y miembros de la Iglesia Católica de Santa Rosa de Copán, así como atender la demanda de padres, maestros y estudiantes que en esos días exigían la oficialización de 20 colegios de secundaria (43).
El 28 de marzo con la intercesión del presidente de Panamá, se produce un acuerdo. Las autoridades hondureñas, que habían negado hasta entonces tener a los prisioneros reclamados, aceptan liberarlos.
Los guerrilleros mientras tanto parten rumbo a La Habana, con escala en Panamá (44). En apariencia, el éxito coronó la misión de los “Cinchoneros” pues los prisioneros salvadoreños son liberados.
Sin embargo, la respuesta de los cuerpos represores no se hizo esperar. El 11 de junio de 1981 el fundador del MPL-C es asesinado en una vivienda de la capitalina colonia El Hogar. Según el testimonio de los testigos, Fidel Martínez es asesinado por hombres encapuchados que luego cubren su cuerpo con sábanas y lo trasladan a un lugar que hasta el día de hoy es desconocido (45). Junto a él, también es víctima Tomás Nativí Gálvez, líder de la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP). Un viejo miembro del MPL-C asegura que la pérdida de Fidel Martínez fue decisiva para que la organización político-militar experimentara un vacío de liderazgo, lo que a finales de la década de los ochenta produjo conflictos, que en algunos casos llegaron a traducirse en luchas internas y hechos violentos que afectaron a los mismos miembros del MPL-C (46).
De esa forma, el MPL-C, con una valiosa pérdida en sus órganos de dirección, tiene que enfrentar al año siguiente (1982) el ascenso de un gobierno civil conducido por el liberal Roberto Suazo Córdova, que va de la mano con la agudización de la trágica Doctrina de Seguridad Nacional. Las Fuerzas Armadas culminan lo que algunos llaman un proceso de derechización –y otros de ultraderechización (47) –gracias al nombramiento de Gustavo Álvarez Martínez como jefe de la institución castrense.
4. La Guerra de Liberación que no se Materializa en Honduras y el Declive del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1982-1990)
A mediados de septiembre de 1982 una noticia le da la vuelta al mundo. El 17 de ese mes, mientras miembros connotados de la clase empresarial del país y altos funcionarios del gobierno se reunían en la sede de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), en la norteña ciudad de San Pedro Sula, para discutir políticas económicas, doce guerrilleros pertenecientes al comando “Patria o Muerte” se toman el edificio, poniendo bajo condición de rehenes a las más de 100 personas que se encontraban reunidas allí (48) . El MPL-C daba a conocer sus demandas de libertad para varios presos políticos, entre ellos Tomás Nativí y Fidel Martínez; el rechazo a la presencia de tropas y asesores militares extranjeros en el país y la derogación de un decreto aprobado meses antes en el Congreso Nacional que penalizaba las protestas sociales (Cáliz, 1985. pp. 327-330) (49). En los primeros días se suceden intermitentes tiroteos entre los guerrilleros y las fuerzas de seguridad del Estado que permanecen a la expectativa en las afueras de la CCIC, esto como parte de la guerra psicológica que se inicia para provocar el cansancio en los secuestradores (50).
Como parte de ese hostigamiento, las autoridades del gobierno, apoyadas por el sindicalismo “democrático”, organizaron el 21 de septiembre en San Pedro Sula una multitudinaria manifestación pública para condenar la toma de la CCIC. Los mensajes de las pancartas que portaron los manifestantes eran del siguiente tipo: “Terroristas a fregar a su tierra”, “Gobierno, Pueblo y Ejército estamos unidos para combatir el terrorismo”, “Comunismo no, viva la democracia” (51). Entre las organizaciones que participaron estaban: el SITRATERCO, la Asociación de Empleados Públicos de Honduras (ANDEPH), el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD) y la FECESITLIH. El presidente Roberto Suazo Córdova también se hizo presente en la movilización anticomunista (52).
Luego de casi ocho días de intensas negociaciones, los integrantes del Comando “Patria o Muerte” liberan a los últimos rehenes y toman un avión rumbo a La Habana, nuevamente gracias a los buenos oficios interpuestos por el gobierno panameño. No consiguen que el gobierno cumpla con sus peticiones. No obstante, la acción tiene una publicidad tal que desvirtúa momentáneamente la imagen de “oasis de paz” que las élites hondureñas intentan difundir a nivel nacional e internacional.
Durante los años 1983 y 1984, las actividades más notables del MPL-C se reducen a atentados dinamiteros contra objetivos políticos varios en las principales ciudades de la costa Norte y en Tegucigalpa. Algunos de esos hechos, reivindicados plenamente por el MPL-C, aparecen en el cuadro anexo. Los atentados dinamiteros responden básicamente a dos coyunturas del movimiento guerrillero y popular. Los atentados de agosto-septiembre de 1983 es producto de las acciones tendientes a distraer a las fuerzas militares que estaban concentradas en destruir la columna guerrillera del PRTCH en la zona selvática del departamento de Olancho. Las acciones del MPL-C de dichos meses se inscribían en el marco de colaboración y unidad de los movimientos guerrilleros hondureños, conocido como Dirección Nacional Unitaria (DNU) (Rodríguez, Op. Cit. p. 174).
A principios de 1984 se produce la reactivación del movimiento popular (53). En el mes de marzo de 1984 los trabajadores del sindicato de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) llevaron a cabo manifestaciones que provocaron centenares de detenciones en protesta por la desaparición del presidente de la organización, Rolando Vindel, acontecida el 18 de marzo (54). Todavía los historiadores y analistas políticos no han considerado el peso que tuvieron estos hechos en la caída de Álvarez Martínez el 31 de marzo de 1984.
A finales de 1985 el MPL-C se propone establecer una guerrilla en el área rural. Varios campamentos son establecidos por esas fechas, en las montañas de la sierra Nombre de Dios, que señalan los límites de los departamentos de Yoro y Atlántida, esto según el testimonio de un ex miembro de la organización (55). En los primeros días del mes de marzo del año siguiente (1986), un campesino informa a las autoridades de La Ceiba de la presencia de extraños grupos de hombres armados. Enseguida, la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP), sin especificar el día exacto, informó de un enfrentamiento con guerrilleros que dejó como saldo la muerte de un efectivo y dos policías heridos (56). Por su parte, el entrevistado asegura que ellos sufrieron la muerte de un compañero (57).
A pesar de que ha sido identificada la zona de operación del MPL-C, se continúan con los preparativos para dar vida a un guerrilla en las montañas de Nombre de Dios. Entre junio y julio de 1986 se envía un nuevo contingente. Con esto el grupo que permanece “enmontañado” alcanza el número de doce (58). El 11 de octubre un nuevo enfrentamiento se produce entre militares y guerrilleros, cerca de la aldea de Yaruca, a 35 kilómetros de La Ceiba, departamento de Atlántida. Dos guerrilleros y un soldado pierden la vida (59). En los siguientes días, el ejército despliega un cerco militar que cubre toda el área entre La Ceiba y la ciudad de Tela. Con la colaboración de Pablo García Flores, desertor de la columna guerrillera, el ejército ubica unos siete campamentos del MPL-C después de un mes de búsqueda (60). En ese mismo período mueren por lo menos tres guerrilleros y un soldado más en combates intermitentes (61). Asimismo la policía asesina a Hermes Aguilar, dirigente campesino, por considerarlo colaborador de la guerrilla (62).
Al final, según nos cuenta el entrevistado, lograron salir de las montañas para dirigirse a la ciudad de San Pedro Sula. Sin embargo, el 24 de noviembre el grupo guerrillero, que se ha reducido a 5 personas, es interceptado por una patrulla de policías y un nuevo enfrentamiento se produce en el centro urbano. El resultado: tres policías son heridos, dos de ellos de suma gravedad, pero los militantes del MPL-C logran escapar (63).
El 22 de julio de 1989 –casi tres años después de lo hechos narrados –en represalia por su traición, Pablo García Flores, el desertor de la columna, es asesinado por un comando del MPL-C en la comunidad Campo Caimito, a 15 kilómetros al norte de La Lima, Cortés (64).
Otro hecho importante a resaltar en la década de los ochenta y que tuvo como protagonistas a miembros del MPL-C fue el asesinato del ex jefe de las Fuerzas Armadas y uno de los principales promotores de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Gustavo Álvarez Martínez. El 25 de enero de 1989 fue emboscado en la colonia Florencia Norte de Tegucigalpa (65). El comunicado del MPL-C expuso que cumplía con un “deber revolucionario” al darle muerte a través de la operación “Mártires de la Revolución Hondureña”, ejecutada por el Comando “Lempira” (66).
Sobre la autoría de la muerte de Álvarez Martínez se han tejido una serie de conjeturas. Algunos, como el escritor y ex miembro del PCH Longino Becerra, ponen en duda que haya sido el MPL-C el ejecutor y considera a miembros de las mismas Fuerzas Armadas y de los grupos dominantes como los culpables del hecho, debido a la antipatía que se ganó Álvarez por su autoritarismo mientras fue jefe de las Fuerzas Armadas y también por presuntas intenciones de revelar interioridades sobre la política represiva del Estado (Becerra, Op. Cit. pp. 266-271), cosa que personalmente dudamos pues hasta el momento no se han encontrado pruebas que sostengan la posible revelación por parte del asesinado de secretos del cuerpo armado.

A nuestro juicio, es mucho más objetivo, ver en el asesinato de Álvarez Martínez, la complacencia de algunos elementos de las Fuerzas Armadas para con la acción del MPL-C. Porque sin lugar a dudas, se había ganado muchas enemistades entre los militares. Por tanto, los ejecutores directos fueron miembros del MPL-C cuya operación no fue aparentemente obstaculizada por un sector del ejército. Esto es apoyado en testimonios de antiguos miembros de la organización y la reciente publicación de Mario Berríos, obra basada en archivos policiales y experiencias propias del autor (67). (Berríos, Op. Cit. pp. 203-204). Asimismo por la actividad de los grupos paramilitares derechistas de los meses siguientes, es de suponer que ciertos sectores de derecha no recibieron con agrado el asesinato de una de sus personalidades. Una semana después del 25 de enero, las instalaciones de Radio América son ametralladas. Esta radioemisora fue de las pocas que difundió con amplitud el comunicado del MPL-C (68). El día anterior la casa del principal defensor de los derechos humanos para la época, Ramón Custodio, también había sido ametrallada (69). Unos meses después, el 4 de julio, es asesinado el dirigente estudiantil Edgardo Herrera en San Pedro Sula y el 6 del mismo es asesinado el dirigente sindical Salomón Vallecillos. Este último era presidente del Sindicato de Trabajadores de la Tabacalera Hondureña (SITRATAH) (70).
Para concluir con la breve reseña que se ha hecho del MPL-C, es necesario advertir que para principios de los noventa, en el contexto de la desintegración del bloque socialista, la ya visible derrota de la Revolución Sandinista y las discusiones al interior de la guerrilla salvadoreña para acceder a las negociaciones de paz, se podría creer equivocadamente que el MPL-C ya estaba desintegrado, luego de los intentos frustrados de constituir una guerrilla rural y de profundas divisiones entre el grupo de los que se mantenían exiliados en Nicaragua y los que permanecían en territorio hondureño (71). Sin embargo, todavía el MPL-C intenta hacer, con trágicos resultados, una de sus últimas actividades.
Nos referimos al asalto del 15 de agosto de 1990 a una agencia bancaria de la comunidad de El Zamorano, distante 32 kilómetros al oriente de la ciudad capital. Por los relatos de los testigos, en esa oportunidad, la policía y fuerzas militares prepararon con antelación una emboscada al grupo guerrillero, seguramente enterados de la operación por algún agente policial infiltrado (72). No obstante, lo que en apariencia sería una tarea fácil para el ejército, apoyado hasta por un helicóptero, se convirtió en un sangriento enfrentamiento que dejó un civil, seis guerrilleros y cinco agentes de seguridad muertos, entre ellos un miembro de las Fuerzas Especiales (73). Con doce muertos en total fue considerado como “el más sangriento asalto bancario en la historia de Honduras” (74).
Lo que siguió a los hechos de El Zamorano fue una descomposición de la organización que tendría como efecto la sucesión de hechos calificados por el entrevistado como “vergonzosos”, que dejaron mal parado al MPL-C ante la población hondureña (75). Las rencillas personales entre los dirigentes adquirieron tintes extremadamente violentos. Muestra de ello es que el 26 de mayo de 1991, Roger Eludín Gutiérrez, uno de los dirigentes del MPL-C, es tiroteado y gravemente herido en San Pedro Sula por guerrilleros supuestamente pertenecientes a una facción contraria del MPL-C. Gutiérrez había regresado ese año del exilio y había aceptado las condiciones de paz impuestas por el gobierno de Rafael Leonardo Callejas (Berríos, Mario. Op. Cit. pp. 210 y 213).
5. Conclusiones
Aunque a inicios de la década de los ochenta existían los síntomas en la sociedad hondureña que podían hacer creer en la posibilidad de una convulsión social general (agudización de la represión, crisis económica, miseria generalizada, preeminencia del poder autocrático militar, marcada injerencia de los Estados Unidos, etc.), la sociedad rural hondureña no se había polarizado lo suficiente, gracias al reformismo militar, que no fue abandonado ni siquiera en los posteriores gobiernos militares, de manera dramática (76). Esto explica porque el MPL-C fue un movimiento prácticamente restringido al área urbana, con un carácter de organización conspirativa.
El MPL-C nace en el contexto antes descrito, donde unas elecciones excluyentes de fuerzas democráticas alternativas (FPH y Democracia Cristiana, por ejemplo), aseguraban el nacimiento de una democracia supeditada al autoritarismo militarista. Con las elecciones de inicios de los ochenta, se demuestra que Honduras poseía un sistema político, basado en un antiguo bipartidismo, muy estable que fue capaz de canalizar, hasta cierto punto, por medios “legales” las diferencias existentes en la sociedad hondureña. El influjo de los acontecimientos en El Salvador, Nicaragua y, en menor medida, Guatemala son de vital importancia para comprender el MPL-C como una organización que nace fuertemente influenciada por los movimientos revolucionarios de estos países, de tal forma que sus primeras reivindicaciones dan especial énfasis a la situación de revolución en toda la región. Las élites hondureñas intentaron durante toda la década proyectar la imagen de un “oasis de paz” en Honduras, alejada de la violencia de todo tipo. Por eso, los medios de comunicación pretendieron hacer creer que las acciones eran realizadas por movimientos revolucionarios de países vecinos. Sin menoscabo de la participación de salvadoreños y nicaragüenses en acciones de los movimientos guerrilleros hondureños, y de la también importante participación de hondureños que pelearon en las filas del FMLN y el FSLN, podemos concluir que los movimientos guerrilleros hondureños fueron un fenómeno concreto que no puede ser ignorado por la ciencia histórica.

Notas

1. Guevara de la Serna Ernesto. Influencia de la Revolución Cubana en la América Latina. Obras Escogidas en Único Tomo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2003. p. 480.

2. Moss Robert. Op. Cit. p. 280. Las negritas son nuestras.

3. Fundamentos de Nuestra Línea Política. Material mimeografiado. Sin editorial y fecha. Suponemos que este documento fue elaborado en 1980, por algunos hechos a los que hace referencia.

4. Ibid. p. 2.

5. Ibid. p. 4.

6. Ibid. p. 9.

7. Agradezco al historiador Oscar Zelaya Garay por haberme recordado esta notable rasgo de los movimientos guerrilleros revolucionarios que los diferencia de los otros grupos armados irregulares que participaron en las luchas caudillescas de las primeras décadas del siglo XX.

8. Para mayores detalles sobre el surgimiento de las primeras organizaciones obreras y de la actividad al interior de las mismas de los núcleos comunistas iniciales se puede consultar Meza Víctor. “Historia del Movimiento Obrero Hondureño”. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997. p. 36; y Villars, Rina. Porque Quiero Seguir Viviendo. Habla Graciela García. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1991. p. 138.

9. Otros que integraban ese grupo eran: Luís Andrés Zúniga, Céleo Dávila, Matías Oviedo, Porfirio Hernández, Vicente Mejía Colindres, Alberto Úcles, Esteban Guardiola, Miguel Oquelí Bustillo, Miguel A. Navarro, Manuel S. López, Samuel Laínez, Manuel G. Zúniga, Rómulo E. Durón, Eduardo Martínez López, Félix Salgado, Ricardo Aluvín, Salvador Zelaya, Luís Landa, Tito López Pineda, Carlota Membreño, Manuel Adalid y Gomero, Inés Navarro, Adán Canales, Octavio R. Ugarte, Ángel Fortín y Gonzalo Sequeiros. Citado en Barahona, Marvin. Op. Cit. p. 80. nota 91.

10. Citado en Meza, Víctor. Op. Cit. p. 63.

11. El PDRH, en 1949 expresaba a través de su órgano de comunicación oficial “Vanguardia Revolucionaria” lo que esperaba con el apoyo a las luchas sindicales: “esas decenas de miles de hondureños que trabajan en las compañías extranjeras, podrán obtener un poder adquisitivo más alto que permita elevar su nivel de vida y poder ser buenos consumidores de los productos vendidos por los otros sectores sociales hondureños […] la elevación del nivel de vida material de los trabajadores traería como consecuencia una mayor capacidad física para el trabajo. Con trabajadores técnicos y bien nutridos, las empresas mismas obtendrán mayores rendimientos y mejores beneficios”. En Posas, Mario. Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. pp. 189-190. Se observa el planteamiento claramente reformista del PRDH. Un reformismo que también se acercaba al nacionalismo, en contra del monopolio absoluto del capital extranjero.

12. A finales de 1954 destaca la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), luego en los siguientes años el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) y la American Federation of Labor (AFL). Para mayores detalles consultar las siguientes obras de Mario Posas: Las Sociedades Artesanales y los Orígenes del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial de la Escuela Superior del Profesorado. Tegucigalpa. 1977; Lucha Ideológica y Organización Sindical en Honduras (1954-1965). Editorial Guyamuras. Tegucigalpa, 1980; y Luchas del Movimiento Obrero Hondureño. Editorial Centroamericana Universitaria (EDUCA). San José, Costa Rica. 1981. También la ya citada obra de Víctor Meza, Historia del Movimiento Obrero Hondureño. Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Segunda Edición. Tegucigalpa. 1997.

13. Rigoberto Padilla Rush (1929-1998), uno de los más importantes dirigentes del PCH, en sus memorias cuenta cómo en los días que organizaban el grupo guerrillero, se les acercó Roberto Suazo Córdova, futuro presidente de Honduras de 1982 a 1986, con el fin de dar a conocer sus intenciones de proveerlos de armas. Ver Padilla Rush, Rigoberto. Memorias de un Comunista. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 217. Antes de eso, en la década de los cincuenta se habían producido algunos acercamientos entre miembros del PCH y militantes del Partido Liberal pertenecientes a las tendencias de izquierda. Rodríguez, Edgardo. La Izquierda Hondureña en la Década de los Ochenta. Ediciones Guardabarranco. Tegucigalpa. 2005. pp. 34-35.

14. Berríos, Mario. Los Comandantes. Editorial Olanchito. San Pedro Sula. 2005. p.26. Agrega que muchas de las armas fueron incluso obtenidas de las bodegas militares pero no las usaron adecuadamente al carecer de suficiente preparación.

15. The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. p. 1. www.foia.cia.gov. Página oficial de la CIA con documentos desclasificados.

16. Ídem. p. 4

17. Ídem. p. 4.

18. Para más detalles de este grupo guerrillero ver García, Luís. El Jute. Redacción, Prologo y Notas de Longino Becerra. Editorial Universitaria. Tegucigalpa 1991.

19. Padilla, Rush. Op. Cit. pp. 248-260.

20. Euraque, Darío. El Capitalismo de San Pedro Sula y la Historia Política Hondureña (1870-1972). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 2001. p. 280. A finales de los sesenta, el movimiento obrero-campesino en Honduras había alcanzado un nivel tal de organización que Arturo Jáuregui, el secretario general de la ORIT, se enorgullecía de decir que “el sindicalismo de la costa norte es uno de los más avanzados de la América Central” ver Meza, Víctor. Op. Cit. p. 129. En efecto el sindicalismo hondureño podía enorgullecerse de poseer una gran cantidad de afiliados y de un crecimiento sostenido de las organizaciones sindicales, lo que inexorablemente conducía a concederle al movimiento obrero-campesino una importancia política apreciable.

21. Euraque, Darío. Op. Cit. p. 281.

22. Citado en Salomón Leticia. Militarismo y Reformismo en Honduras. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1982. p. 85. Ver También Posas, Mario y Del Cid, Rafael. La Construcción del Sector Público y del Estado Nacional en Honduras (1876-1979). Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). Segunda Edición. San José. 1983. p. 275. Las negritas son nuestras.

23. Fúnez, Matías. Los Deliberantes. Editorial Guaymuras. Segunda Edición. Tegucigalpa. 2000. pp. 265-266. Además: El Día. 14 de marzo de 1972. p. 1.

24. El Día.1 marzo 1972. p. 2.

25. Carney Guadalupe. Metamorfosis de un Revolucionario. Memorias de un Sacerdote en Honduras. Publicación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H). Septiembre de 1983. pp. 160-162. Agradezco a la Dra. Olga Joya por haberme proporcionado este material.

26. Ibid. p. 91.

27. En el período 1975-1978 se entregaron a grupos campesinos 89 mil hectáreas de tierra. De ellas el 45% estaban ubicadas en el Valle del Aguán. Ver Posas, Mario y Del Cid, Rafael. Op. Cit. p. 318.

28. Estos grupos para octubre de 1980 se unifican para conformar el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

29. Padilla Rush, Rigoberto. Op. Cit p. 408.

30. Ibid. p. 409. Nota 190. y Rodríguez, Edgardo. Op. Cit. p. 200.

31. Berríos, Mario. Op. Cit. p. 51.

32. Fundamentos en Nuestra Línea Política. Estrategia General del MPL “Cinchonero. s.f. s.r. p. 6. Material mimeografiado. 16 páginas. Inferimos que este documento tuvo que haber sido hecho a inicios de 1981, por la mención de algunos hechos que acontecieron en Honduras en ese período. El subrayado y las comillas son del original.

33. Sobre las detenciones de miembros del FPH ver Tiempo. 16 de abril de 1980. p. 13.; Tiempo. 18 de abril de 1980. p. 9. y Tiempo.10 de abril de 1980. p.20.

34. Tiempo. 22 de febrero de 1980. p. 5.

35. Para el caso del secuestro de Quiroz ver Tiempo. 18 abril 1980. p. 4; Tiempo. 19 abril 1980. p. 3 Tiempo. 24 abril 1980. y Tiempo. 29 de junio de 1980. p. 7.p.3. También Mario Berríos. Op. Cit. pp. 63-69.

36. Más detalles sobre lo que fue la columna guerrillera del PRTC-H, destruida en septiembre de 1983, pueden hallarse en Martínez, Juan Ramón. Oficio de Caníbales. Militares y guerrilleros en el Patuca (1983). Ediciones 18 Conejo. Guardabarranco. Tegucigalpa. 2006.

37. Artefactos explosivos que únicamente dispersan propaganda política impresa, hojas volantes generalmente.

38. Tiempo. 28 de enero de 1981. pp. 4 y 8.

39. El escritor hondureño Longino Becerra, veterano miembro del PCH, a pesar de que el comando se proclama miembro del MPL-C, adjudica esa acción al FMLN, sin mencionar siquiera el nombre de la organización. Ver Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. p. 163. Sin embargo, creemos más lógico considerar, por el contenido del comunicado que refiere a asuntos particulares del movimiento popular hondureño, que el comando que realizó el secuestro tuvo que haber sido del MPL-C, sin descartar, por supuesto, el apoyo o incluso la posibilidad de la participación de algunos guerrilleros salvadoreños.

40. Tiempo. 20 de marzo de 1981. p. 3.

41. Tiempo. 28 de marzo de 1981. p. 5.

42. Ibid. p. 5. Entre los nombres que aparecían en la lista estaban: el Dr. Juan Almendarez, rector de la UNAH; Profesor Felícito Montalván, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH); Dr. Ramón Custodio; Lic. Víctor Meza; Prof. Tomás Nativí, coordinador general de la URP; Teniente Coronel Mario Maldonado Muñoz; Lic. Gautama Fonseca; Periodista Ventura Ramos; Ingeniero Fidel Martínez Rodríguez; los hermanos Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina; Dr. Enrique Aguilar Paz, diputado del PINU; Lic. Adalberto Córdova, dirigente de la URP; Napoleón Acevedo Granados, dirigente sindical; Héctor Hernández Fuentes, dirigente sindical; Marcial Euceda, presidente del FUNACAMH (Frente de Unidad Campesina de Honduras) y de la UNC; Fausto Orellana, dirigente campesino; Atilio Villalobos, dirigente de la EACI; Dagoberto Padilla, dirigente sindical; Rolando Vindel, dirigente sindical; Fausto Milla, sacerdote; José Luis Rivera y otros más.

43. Ibid. p. 5.

44. Tiempo. 30 marzo 1981. p. 11.

45. Tiempo. 13 de junio de 1981. p. 3. Aparece un relato similar en Becerra, Longino. Cuando Las Tarántulas Atacan. 5ª Edición. Editorial Baktun. Tegucigalpa. 1999. pp. 163-66.

46. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

47. Editorial de Víctor Meza. Tiempo. 8 de agosto de 1980. p. 6.

48. Entre los funcionarios del gobierno estaban dos ministros: el señor Gustavo Adolfo Alfaro del Ministerio de Economía, y el señor Arturo Corleto Moreira del Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Ver La Prensa. 26 de septiembre de 1982. pp. 2-3. y también Flores Ponce, Mario. La Toma. Crónica del Secuestro Masivo más Largo de la Historia de Centroamérica. Alin Editora. Sin lugar. 1996. pp. 101-105.

49. La Prensa. 26 de septiembre de 1982. p. 8.

50. Flores Ponce, Mario. Op. Cit. p. 13. y Cálix Suazo, Miguel. Op. Cit. pp. 80-81.

51. La Prensa. 22 de septiembre de 1982. pp. 2-3.

52. Tiempo. 23 septiembre de 1982. pp. 8 y 10.

53. En marzo de 1984, pocos días antes de las huelgas de los sindicalistas de la ENEE, se había conformado el Comité Coordinador de Organizaciones Populares (CCOP), aglutinando a diversas organizaciones sindicales, estudiantiles, obreras y de defensa de los derechos humanos. El CCOP era sucesor del Frente Unidad Popular 25 de Junio que en julio de 1982 se había organizado, pero que fue desarticulado al poco tiempo por la represión de Álvarez Martínez. Ver Posas Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 36-37

54. Ver Tiempo. 22 marzo 1984. pp. 2-3 y Tiempo. 29 marzo de 1984. p. 2.

55. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

56. Tiempo. 8 de marzo de 1986. p. 8.

57. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005.

58. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005

59. Tiempo. 13 octubre de 1986. p. 14.

60. Tiempo. 14 noviembre 1986. p. 2.

61. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. También Tiempo.4 de noviembre de 1986. p. 2; Tiempo. 20 noviembre de 1986. p. 2 y Tiempo. 21 noviembre de 1986. p. 16.

62. Ver testimonio de ex miembro del grupo paramilitar de derecha 3-16, José Barrera Martínez en Comisionado Nacional de Protección de los Derechos Humanos. Los Hechos Hablan por Sí mismos. Informe preliminar sobre los Desaparecidos en Honduras (1980-1993). Editorial Guaymuras. Tegucigalpa. 1994. p. 340. También Tiempo. 25 octubre de 1986. p. 5.

63. Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005; Además Tiempo.26 noviembre 1986. pp. 8-9 y Tiempo.29 noviembre de 1986. p. 8.

64. Tiempo. 24 julio de 1989. p. 8.

65. Tiempo. 26 enero 1989. p. 3.

66. Tiempo. 26 enero 1989. p. 8. Recordemos que el Comando “Lempira” también se hizo responsable del secuestro del avión de SAHSA en marzo de 1981.

67. Los testimonios son: Entrevista con “Esteban Ramirez”. Tegucigalpa. 10 mayo 2005. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

68. Tiempo. 2 de febrero de 1989. p. 4.

69. Idem. p. 16.

70. Tiempo. 5 de julio de 1989. p. 8. y Tiempo. 7 julio 1989. p. 4. Mario Berríos dice que ambos eran parte del comando del MPL-C que dio muerte a Alvarez Martínez. Op.Cit. pp. 207-208.

71. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

72. Tiempo. 18 agosto 1990. p. 6. y Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006

73. Veáse los cuatro diarios principales de Honduras de la fecha 16 de agosto de 1990.

74. Tiempo. 16 de agosto de 1990. p. 2.

75. Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa. 3 de septiembre de 2006.

76. Por otra parte, las claves para comprender ese reformismo particular de Honduras se encuentran en el singular proceso de Reforma Liberal de finales del siglo XIX que es explicado por el historiador Darío Euraque en su artículo: La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56. El referido historiador concluye en ese estudio que “lo distintivo de la historia moderna hondureña surge de las características específicas de las élites rurales del país, sus relaciones con el poder estatal, y las relaciones de estos sectores y la historia de los sectores económicos y sociales que no formaban parte de las élites”. pp. 38-39.

77. La mayoría de hechos reseñados fueron reivindicados por el MPL-C. Algunos se adjudican a este grupo con base a las informaciones de la policía dadas a conocer en la prensa local.

 

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Artículos

- Euraque, Darío. La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista de Historia. Vol. No. 1. No. 23 Enero-Junio 1991. Editorial de la Universidad de Costa Rica. pp. 7-56.

- Posas, Mario. Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño (1984-1986). Boletín Bimestral de Análisis de Coyuntura. Año I. No. 1. Julio 1987. Departamento de Ciencias Sociales UNAH. pp. 32-41.

Webibliografía:

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Por Orson Mojica

El 7 de agosto de 1931, a las diez de la noche, en la casa del obrero Daniel Saballos, en la ciudad de Managua, en una reunión clandestina 52 trabajadores constituyeron el Partido Trabajador de Nicaragua (PTN), el primer partido obrero de Nicaragua. Teniendo como telón de fondo la intervención, de los marines yanquis, la lucha antimperialista encabezada por el General Augusto César Sandino y los valiosos antecedentes organizativos de la Federación Obrera Nicaragüense (FON) y el Obrerismo Organizado, el naciente PTN pretendió organizar políticamente a los trabajadores de Nicaragua en un partido independiente de los capitalistas y terratenientes agrupados en las "paralelas históricas": los partidos liberal y conservador.

A 81 años de fundación del PTN es necesario rescatar la herencia de lucha de las generaciones anteriores de la clase obrera, estudiar cuales fueron sus principales aciertos, los obstáculos que enfrentaron, etc., para concluir la grandiosa tarea que ellos iniciaron.

Crisis e intervención norteamericana

A finales de la década de los años veinte, el mundo capitalista fue sacudido violentamente por la más grande recesión económica que arrastró a millones de trabajadores al hambre, la miseria y la desocupación. En los países atrasados esa crisis se hizo sentir de manera muy especial.

En Nicaragua, desde el derrocamiento del gobierno nacionalista del General José Santos Zelaya en 1909, se vivió una situación revolucionaría marcada por una prolongada guerra civil, por la ocupación militar de los marines yanquis, que se combinó a partir del año 1926 con la recesión mundial del capitalismo. La caída de los precios del café, principal producto de exportación de Nicaragua, profundizó la crisis económica y provocó la rebelión armada de las masas semi proletarias encabezadas por el General Augusto César Sandino.

En este contexto de lucha antimperialista, de una total quiebra de la economía capitalista, de la ruina de decenas de miles de artesanos en las ciudades, se formó el PTN.

Anteriormente se habían producido dos importantes intentos de organizar gremialmente a los primeros trabajadores asalariados de las ciudades de Nicaragua. La Federación Obrera Nicaragüense (FON) y el Obrerismo Organizado fueron los primeros intentos de los trabajadores y artesanos de organizarse como clase social. Aunque ambas organizaciones hicieron actividad política, estas recibieron influencia de los intelectuales liberales o conservadores, es decir, terminaron siendo apéndices de las "paralelas históricas".

Con la fundación del PTN se dio el primer paso, a nivel consciente, de organizar políticamente a los trabajadores. Es necesario señalar que, dado el atraso de la economía capitalista en Nicaragua, la mayor parte de la población vivía en el campo. Sin embargo, producto de la recesión económica, en las ciudades se produjo una radicalización de los artesanos y de los pocos trabajadores asalariados, despertando un fuerte sentimiento de independencia política entre estos sectores sociales.

El periodista Onofre Guevara, en su libro "El Movimiento Obrero en Nicaragua", nos señala que la lucha del General Sandino y el nacimiento del PTN son dos fenómenos coincidentes, producto de las mismas condiciones históricas, "aunque no identificados orgánicamente". En efecto, el PTN reflejó distorsionadamente el fenómeno de despertar político que se operó en las ciudades, especialmente en Managua, mientras que la lucha del General Sandino reflejó más fielmente la radicalización de las masas semiproletarias del campo, arruinadas por la crisis y que constituyeron la base social del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN).

Sandino y el PTN

Hasta el año 1932 se operó una coincidencia política entre el PTN y la lucha antimperialista del General Sandino, cuando aquel adoptó la táctica de boicotear las elecciones de ese año, la segunda "contienda electoral" que se producía en Nicaragua bajo la ocupación de los marines y en donde se disputaron la presidencia el liberal Juan Bautista Sacasa y el conservador Adolfo Benard.

En esa coyuntura, el PTN levantó la consigna "Contra las elecciones, a favor de Sandino". Fue el primer y último intento de acercamiento con el General Sandino, porque después, en el año 1934, días antes de su asesinato, hubo un intento de entablar contacto directamente con él, entrevista que fracasó por la negativa de Sandino de llegar a un acuerdo político con el PTN.

En las difíciles condiciones políticas creadas por la represión de los marines contra el pueblo, el PTN se dio a la tarea de organizar sindicatos, convirtiéndose en una de las principales víctimas de la represión. Muchos de sus dirigentes fueron desterrados, otros encarcelados. Sin embargo, los heroicos militantes del PTN hicieron innumerables sacrificios financieros para sostener la prensa del partido. El primer periódico fue "El Germen". Después salió el periódico mimeografiado "Adelante", posteriormente salió a luz pública "Causa Obrera" y "El Proletario".

Las vinculaciones internacionales

Los pocos historiadores que han desenterrado la historia del primer partido obrero de Nicaragua, no nos dicen nada sobre las vinculaciones internacionales del PTN. Onofre Guevara insinúa que hubo una influencia indirecta de Agustín Farabundo Martí, cuando este se reunió en la mina San Albino, con quienes posteriormente fundarían el PTN. Sin embargo, no existe ni un solo documento al respecto que nos indique que Farabundo Martí, responsable del Secretariado Rojo Internacional, organismo adscrito a la Tercera Internacional, estuviese dirigiendo o asesorando a los futuros dirigentes del PTN. Gustavo Gutiérrez Mayorga, en su trabajo "Historia del Movimiento Obrero en Nicaragua", nos informa que Roberto González, dirigente del PTN, había militado en el Partido Comunista de El Salvador. Estos son los débiles hilos de las vinculaciones internacionales del PTN.

En base a lo anterior resulta mucho más fácil caracterizar a posteriori al PTN como un partido con una dirección nacionalista revolucionaria. La dirección del PTN se identificó muchísimo con el Partido Nacional Revolucionario (PNR) de México, que posteriormente se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en ésa época estaba dirigido por Lázaro Cárdenas, quien encabezó la campaña por la nacionalización del petróleo mexicano e inició una profunda Reforma Agraria. Los contactos se realizaron a través del embajador mexicano en Managua, Reyes Spindola,

El programa del PTN

El 1o. de Mayo de 1935, en un editorial! del periódico "Causa Obrera", el PTN se autoproclamó como "socialista". En la segunda reunión del Comité Central del PTN se definió, por primera vez, el programa del partido. Fue una mezcla de reivindicaciones democráticas mínimas, con concepciones verdaderamente socialistas. El punto No. 8 de dicho programa estableció la lucha "por la socialización de todas las empresas industriales y agrícolas, controladas por el Estado". Lo que para Onofre Guevara es un "ultraizquierdismo inocente", en realidad fue el más importante avance teórico y político de la dirección del PTN.

Sin embargo, es necesario señalar que la dirección del PTN no luchó a fondo por implantar su programa político por el socialismo.

El PTN siempre estuvo dividido en dos corrientes políticas: una colaboracionista que tuvo a sus principales dirigentes en Emilio Quintana y Maravilla Almendárez, y la otra independiente que, pese a su visión nacionalista, siempre trató de desarrollar la independencia política de los trabajadores. Entre esta última corriente estaban el poeta Manolo Cuadra, Carlos Pérez Bermúdez, Augusto Lorío, etc.

Ya hemos explicado cómo el programa del PTN fue una mezcla de reivindicaciones democráticas mínimas con concepciones verdaderamente socialistas. La influencia del PTN en la vida política nacional fue creciendo después del asesinato de Sandino, al grado tal que Somoza García, ya en el poder, se dio una táctica para ganarse a este pujante partido para su proyecto político personal; se apropió del programa mínimo democrático del PTN, haciendo la promesa de promulgar un Código del trabajo y un capítulo de garantías sociales en la Constitución, siempre y cuando el PTN lo apoyara

Somoza García se apropió de las reivindicaciones mínimas

En 1936 se dio el primer intento por parte de Somoza para utilizar al PTN en sus contradicciones con el Presidente Juan Bautista Sacasa, al apoyar y promover la huelga de choferes en protesta por el aumento de precios de la gasolina. Onofre Guevara nos dice que la dirección del PTN se negó participar en la maniobra. Sin embargo, Gustavo Gutiérrez cita las declaraciones del dirigente del PTN, Augusto Lorío, que nos dice "(...) entonces el PTN se lanzó a la calle a dirigir la huelga, pero los petenistas eran inocentes de que se trataba de una maniobra política de Somoza (...) sus consignas eran divertidas, se hablaba del establecimiento del soviet de Managua, de todo el poder soviético. Ellos creían que era el primer paso para la insurrección armada de la clase obrera, pero el dirigente de la huelga era Somoza".

Poco a poco, debido a la inconsistencia política del programa del PTN, a su visión nacionalista, Somoza García fue abriendo una brecha dentro del PTN, a través de sus agentes a sueldo. Hubo un período en que el periódico del PTN se editó en el diario Novedades, propiedad de la familia Somoza.

El 3 de julio de 1938, oficialmente la dirección del PTN -con la oposición del sector independiente- apoyó la convocatoria a una Constituyente mediante la cual Somoza García podía relegirse como Presidente de la República.

Producto de este coqueteo entre Somoza y la dirección del PTN, el primer congreso del PTN se realizó en el Palacio del Ayuntamiento de Managua, en plena legalidad. Aunque los elementos prosomocistas no lograron copar totalmente la dirección, la elección de Eduardo Narváez como Secretario General del PTN, fue la derrota práctica del sector independiente. En febrero de 1939, Narváez disolvió al PTN.

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