Por Arturo González

El 1 de diciembre de 1909 se puso fin a 17 años de gobierno liberal en Nicaragua, cuando se entregó la nota Knox al encargado de negocios de Nicaragua en Washington, Felipe Rodríguez Mayorga. La llamada nota Knox tendría una influencia nefasta en la historia de Nicaragua y Centroamérica; significaría más de 15 años de intervención imperialista que concluiría con la gesta antiimperialista del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Formalmente el documento de la administración de  Teodoro Roosevelt “condena” la inestabilidad de las estructuras socio-políticas internas atribuidas a la gestión del presidente José Santos Zelaya y se le acusa de ser el principal responsable de la desestabilización diplomática y económica acaecida en Centroamérica en los años de su gobierno.

Sin embargo, el componente esencial del golpe de Estado al general Zelaya, esconde los intereses económicos del emergente imperialismo estadounidense, que distinguía en la figura del caudillo Nicaragüense un obstáculo para el completo dominio, geopolítico de Centroamérica. Gracias a los poderes atribuidos por el tratado de Washington de 1907,  Estados Unidos se abrogó la potestad de ser juez en los conflictos políticos que definían las turbulentas relaciones de los países centroamericanos, fragmentados por desavenencias territoriales, partidarias, comerciales; e intervenir según sus conveniencias imperialistas.

La revolución liberal de Zelaya

Con la revolución liberal de 1893 Nicaragua rompió con la herencia cultural, jurídica y social legada por 30 años de conservadurismo tradicionalista, heredero de la influencia colonial. El país estaba en manos de los oligarcas que basaban su propia estabilidad económica en la explotación de ganado y cereales. Sin embargo el país centroamericano se encontraba en una situación socio – política convulsa, que evidenciaba el surgimiento de una nueva clase social que reclamaba la conquista “progresista” en las relaciones sociales, para afianzar su presencia en las estructuras políticas y consecuentemente conquistar el poder: la burguesía.

Estos eran los objetivos del Partido Liberal Nicaragüense, que obtenía apoyo de los dueños de las exportaciones de café de Sierra del Pacifico y de la Meseta Central, así como de otros sectores comerciales que se interesaban en formar parte de la vida política.

Básicamente, como en los procesos revolucionarios liberales – burgueses de los regímenes sociales del viejo mundo, el gobierno de Zelaya intentó plasmar las ideas políticas del liberalismo de su época, viéndose en una situación similar a la de sus homólogos europeos al luchar acérrimamente contra un viejo modelo que no se acoplaba a los modelos de industrialización imperantes. El desarrollo del liberalismo se cristalizó políticamente con la formación de la “Libérrima”, en 1893, constitución que direccionó a Nicaragua en los conceptos de “modernidad – progresista”, al crear instituciones que no existían, eliminando atavismos y rémoras que detenían el desarrollo y el progreso. Otorgó derechos a hombres, mujeres y trabajadores. Es decir, se establecieron libertades que representaban los intereses de la burguesía comercial exportadora.

Centroamérica bajo la estela divisoria de los intereses burgueses

Consolidado en el poder tanto a nivel político como militar, el general Zelaya hizo de Nicaragua el país más importante de Centroamérica, pendiente de la evolución del mercado extranjero y de la inyección de capital de inversionistas o negociantes estadounidenses. El autócrata liberal buscaba diversos elementos que hicieran  la economía burguesa menos dependiente del coloso emergente norteamericano.

A finales del siglo XIX la burguesía criolla necesitaba consolidar una dictadura que le proporcionara fuerzas productivas capaces de consolidarse en los mercados interno y externo. Se habían logrado unir pequeños y medianos productores bajo la tutela de terratenientes y grandes comerciantes, que vieron la oportunidad de extender las ideas liberales por la región, lo que conformó la política exterior planteada por el régimen del general José Santos Zelaya: unificar bajo su égida a los países centroamericanos.

Desde que el liberalismo llegó al poder,  Nicaragua se vio en pugnas con los países vecinos. En 1894 con honduras para destituir al presidente conservador Domingo Vázquez. El país catracho vio rápidamente el auge y caída del liberalismo en sus tierras. En el año 1898, el 27 de agosto fue avalada la constitución de los Estados Unidos de Centroamérica, pero el 13 de noviembre de ese año se truncó la posibilidad de ver confeccionada una federación, por obra del general salvadoreño Tomas Regalado. En 1905 se precipitó un conflicto con el gobierno de Guatemala precedido por Estrada Cabrera, el cual batallaba con Nicaragua por el dominio regional.  Evidentemente las excusas que justificaban las tensiones bélicas y el deterioro de las relaciones diplomáticas, fueron producidas  por las diferencias entre las eminentes figuras burgueses que luchaban por la supremacía del poder en el área. El único beneficiado de esta situación fue Estados Unidos, que supo sacar provecho de las diferencias partidarias entre los dirigentes de las sociedades centroamericanas, para dictaminar el camino que tomaría la zona.

Tratado de Washington y nota Knox

Representantes de las cinco repúblicas centroamericanas firmaron un tratado de paz en 1907 por invitación del gobierno de Estados Unidos, que necesitaba estabilidad en la región para poder aplicar sus  propias políticas imperialistas. Sin embargo el documento firmado, en términos de paz, no aseguró nada. Las convulsiones seguían vigentes en Centroamérica: enfrentamientos entre fracciones políticas que podían llevar a conflictos militares, tensiones entre conservadores y liberales y dentro de las mismas fracciones liberales, levantamientos, presos políticos. Por otro lado, la política Zelayista de corte unionista entre los países centroamericanos. Pero el punto de inflexión fue la perspectiva de construir un canal interoceánico, aun cuando Nicaragua fue relegada del proyecto por el imperialismo norteamericano, junto a Alemania y Japón. Zelaya comenzó a  incomodar a Estados Unidos, que ya tenía más presencia en la región, desde el inútil tratado de Washington y evaluaba tomar acciones directas. En 1907 el partido conservador encabezado por Emiliano Chamorro recibió ayuda económica y logística para derrocar el gobierno liberal instaurado en Nicaragua.

En 1909 seis cruceros norteamericanos patrullaron las costas nicaragüenses, bajo la tesis de, “pacificar la región y caldear los ánimos de los intereses divergentes entre los políticos”. Sin embargo la verdadera razón de su presencia era apoyar a los conservadores en Nicaragua, los cuales se  identificaban como fieles serviles de los dictámenes de Estados Unidos. En medio de lo tenso de la situación fue encontrada la excusa necesaria para intervenir directamente en Nicaragua, cuando el presidente Zelaya ordenó el fusilamiento de un puñado de mercenarios estadounidenses, acción que fue interpretada como una provocación por Estados Unidos. Ese mismo año, el 1 de diciembre fue enviada la nota Knox,  de parte  de Philander Knox, en donde se acusa al general liberal de ser el máximo responsable de los conflictos en el istmo centroamericano, lo cual ponía fin, de forma ilegal, a su gobierno.

América para los “americanos”

Detrás de la nota hay un trasfondo evidente de intervención, ilegalidad e injerencia contra la soberanía del pueblo de Nicaragua. Reflejaba las intenciones de Estados Unidos de ocupar geoestratégicamente no solo Centroamérica, sino una gran parte del territorio latinoamericano, antes que lo hicieran otras potencias emergentes de carácter coloniales trasatlánticos, tales como: Alemania, Inglaterra, Japón y Francia, países que tuvieron contactos con el general Zelaya. El autócrata liberal no se sometió a los intereses de los Estados Unidos. Sin estas diferencias entre Zelaya y los USA, jamás hubieran tenido apoyo los rebeldes de Bluefields y del conservador Chamorro, ni se hubiera redactado la funesta nota Knox que permitió desplegar en Nicaragua y en el resto de Centroamérica, las directrices políticas de Estados Unidos. Militares norteamericanos ocuparon el país, fueron impuestos gobernantes serviles, el Gran Garrote era una realidad. América para los americanos, de la doctrina Monroe comenzó a aplicarse ejerciendo su verdadera naturaleza, América para los estadounidenses.

Pero el derrocamiento del General Zelaya no solo tiene sus cimientos en el apoyo imperial, sino en un fenómeno de desgaste y degeneración de la misma revolución liberal. El hito de la famosa libérrima se ve oscurecido por reformas constitucionales que el gobierno del general Zelaya realizó a principios del siglo XX. Estas reformas otorgaron supra poderes al general Zelaya y crearon condiciones para futuras represiones que el régimen haría en contra de la población. Fueron estas condiciones de represión y contrarrevolución ideológica las que crearon las bases internas en que luego se apoyaría el imperialismo para derrocar a Zelaya. Fue Nicaragua y la patria centroamericana las que pagaron la las consecuencias de la intervención directa de los marines norteamericanos. Pasados más de 100 años de la infame nota Knox, la tarea histórica es la misma, unificar la patria centroamericana y liberarnos de los modernos filibusteros.

 

Por Carlos A. Abarca Vásquez

 I.- INTRODUCCIÓN

La historiografía del movimiento obrero y sindical costarricense ha recuperado, ante todo, las luchas sociales, conflictos laborales y las protestas cívicas y nacionalistas que precedieron la fundación del Partido Comunista en 1931. La memoria popular estima como eventos de envergadura, la huelga general de 1920 por la jornada de 8 horas y la huelga bananera del Atlántico, de agosto-setiembre de 1934. Otro proceso bastante indagado se refiere a la transformación social y política que configuró la alianza del Partido Republicano y el Partido Vanguardia Popular apoyada por el Arzobispo Víctor Sanabria y un sector del clero para reformar la Constitución de 1871 e institucionalizar la Caja Costarricense del Seguro Social y el Código de Trabajo. Este artículo se inscribe en ese contexto con los siguientes objetivos:   

1. Sistematizar información inédita sobre la historia de los trabajadores del calzado entre 1930 y 1948 para dar un aporte al Proyecto de Ley, expediente No. 18620 del 25 de octubre del presente año que propone declarar el 25 de octubre, Día Nacional de los Zapateros.     

2. Ofrecer una descripción cronológica para recrear la beligerancia sindical y cívica de los obreros y artesanos zapateros, movimiento que estuvo en el centro de las confrontaciones obrero patronales desde la fundación del Partido Comunista en junio de 1931.

3. Mostrar el origen y desarrollo de los sindicatos de zapateros, gestores de las bases modernas del movimiento sindical costarricense.

II.- ANTECEDENTES

La producción artesanal costarricense despuntó en Cartago a finales del siglo XVII, según la historiadora Elizeth Payne http://www.avizora.com/historiadepaises/0079historiadecostarica Los españoles alquilaban indígenas para trabajar por jornal, como artesanos. El castigo corporal era parte de las condiciones de trabajo y algunos de etnia negroide eran esclavos. En 1690 había 35 artesanos en Cartago, entre ellos seis zapateros: 4 españoles y 2 indígenas. 

Otro historiador, Carlos L. Fallas M. cifra en 358 los zapateros activos en 1883. Ese año se reorganizó la Sociedad de Artesanos de San José y los zapateros eran representados por José Hidalgo. (Fallas, 1983:87 y 165). A raíz de la rebelión popular por el respeto al sufragio, ocurrida el 7 de noviembre de 1889, nació el Club Constitucional de Artesanos. Su periódico El Demócrata, edición del 12 de enero de 1890, da cuenta de que el gremio zapatero estaba  representado por José Hidalgo C., Emilio Artavia, Francisco Aguirre y Juan B. Romero Escobar. (Fallas, 1983-263). Durante la crisis 1897-1907 más de 400 artesanos fueron a huelga, según el periódico El Progreso del 29 de mayo de 1901. Otro medio, el Fígaro, publicó que en 1899 había 230 zapateros desocupados y en varias ocasiones desfilaron a la Casa Presidencial, demandando rebajas a los impuestos de sus materiales de trabajo. (Fallas, 1983-241).

Esas experiencias y sus necesidades los impulsaron a la actividad política por medio de la Liga de Obreros de Costa Rica, fundada el 25 de setiembre de 1900. La Liga tuvo intensa actividad electoral en 15 cantones, presidida por Gerardo Matamoros. Es considerada la primera organización partidista de artesanos, campesinos y pequeños comerciantes. Apoyaron al Lic. Ascensión Esquivel y llevaron a Víctor J. Gólcher a la Asamblea Legislativa. (Fallas, 1983-280-293). Asimismo, Gerardo Matamoros fue nombrado diputado en las elecciones de 1920.

La lucha contra la dictadura de Federico Tinoco amalgamó a los educadores y al movimiento artesano obrero aglutinado en la Unión General de Trabajadores. En junio de 1918 los obreros promovieron importantes huelgas, incluyendo a los bananeros de Sixaola y Talamanca y esas protestas debilitaron a la dictadura. Esta fase culmina con la huelga general por la jornada de 8 horas, ocurrida en febrero 1920. Pero entre 1923 y 1926 el Partido Reformista, fundado por el exsacerdote Jorge Volio, anuló la autonomía de los sindicatos por oficios y los acercó a las tiendas electorales de los liberales.  

En el censo de 1927 figuran 2.089 zapateros como parte de la fuerza laboral, empleados en 130 talleres y empresas. (Asamblea Legislativa. Expediente No. 18620).En la década del treinta surgen las luchas de mayor lucidez sindical y política de los zapateros, con alguna vinculación orgánica  con el partido Bloque de Obreros y Campesinos creado 1929 y con el Partido Comunista, fundado en 1931. En 1934 dos dirigentes sindicales zapateros fueron electos en  los municipios de San José y Heredia, y, otro salió electo diputado a la Asamblea Legislativa. 

III.- LA HUELGA GENERAL DE ZAPÁTEROS DE 1934 

En la tercera semana de enero de 1934 los zapateros de cinco empresas de la  capital iniciaron una huelga. La mayoría trabajaban jornadas hasta de 14 horas: de 6 a 11 a.m. y de 12 a 9 de la noche. Podían retirarse al terminar la tarea, luego de 10 u 11 horas de labor. Sus herramientas eran la pinza, el martillo, cortadoras, lijadoras, la lezna del cocedor, agujas y la horma. Trabajaban en mesas bajitas y banquillos de cuero pegado en cuatro pulgadas para airear el asiento. Casi todos tenían jorobas porque el banco no estaba a la altura del cuerpo.

El proceso de trabajo requería varias ocupaciones. El alistador que hace las costuras. El cortador, parte los cortes de acuerdo con la horma y hace las suelas. El alistador elabora el par de zapatos. El montador pega la horma. El contramaestre es el que tiene conocimiento del proceso laboral y domina todos los oficios. Cuando el zapatero termina, recibe la aprobación o el rechazo de éste. Ganaba más porque debía también, enseñar. Luego, el aprendiz: el que estudia cómo hacer los zapatos. Algunos  no daban la talla como alistadores, pero eran hábiles montadores. Unos sabían hacer el zapato para hombre, pero no el de mujeres. Cuando el zapatero era aceptado y demostraba que conocía el oficio recibía el bautizo. Lo bañaban con baldes de agua de suela con muchos días de descomposición; a tal grado que soltaba todo el color del mangle que le da el color al cuero y quedaba con olor a teja. Pero el mismo día, en la noche, se le hacía la fiesta de bienvenida en medio de compañerismo y alegría. (Morales, 2000: 28-31)

La huelga de enero-febrero de 1934 comenzó en la zapatería La Renaciente. Los operarios pidieron que no les rebajaran el salario y el patrón les rompió el documento. En respuesta los zapateros “sacaron a la calle todos sus fierros, mesas y enseres de trabajo y pararon labores”. En el taller El Record, Efraín Jiménez Guerrero llamó a los alistadores a respaldar a estos obreros y les propuso  ir  la huelga. Al llamado se sumaron los operarios de 30 empresas y ocho días después algunos propietarios accedieron a la demanda salarial.

La actitud de esos patronos se debió, en parte, al efecto de la huelga en la reducción de la producción y las ganancias. El descenso de las ventas,  previa la temporada comercial de Navidad, alertó a los industriales quienes experimentaban las secuelas de la crisis de 1929-1933. Los dueños de talleres rebajaban los salarios y amenazaban con despidos. En La Renaciente, los montadores sufrieron una reducción de 1.50 y tal fue la causa que llevó también a 37 alistadores a la huelga, con lo cual se paralizó el conjunto de labores. Los huelguistas pedían entre un 20 y 25% de alza. Pero tomaban en cuenta si los zapatos  eran de primera, o más baratos; los cortes en el alistado, los convenios con el consumidor al hacer montaduras y las reparaciones que solicitaban los clientes.  

La rapidez de las negociaciones se explica también porque los huelguistas, asesorados por el Partido Bloque de Obreros y Campesinos,  impulsaron un alza de salarios y creaban sindicatos para enfrentar no solo los rebajos, sino otras irregularidades, arbitrariedades y malos tratos. (Trabajo 25-1-1934: 3-4 y 28-1-1934: 3-4). El 25 de enero de 1934 más de 200 zapateros reunidos en Asamblea, eligieron un Comité Central de Huelga y un Subcomité. Acordaron desfilar al Congreso para demandar un alza general de salarios y la movilización remató en un mitin, al que asistieron 500 trabajadores. En ese acto se aprobó ir a la huelga general. Se ratificaron los comités de huelga, elaboraron el pliego de peticiones, discutieron las bases para constituir sindicatos en los talleres involucrados en la protesta, diseñaron un plan de concentración para impedir el trabajo con rompehuelgas y levantaron listas de los compañeros vulnerables a volver a los talleres, debido a su pobreza.

En la segunda semana de febrero, se paralizaron los talleres que hacían zapatos de primera clase. Los obreros de varias empresas de Cartago se sumaron al paro, luego de una Asamblea realizada en el Teatro Apolo. En la tercera semana del mismo mes, el plante se extendió a la mayoría de talleres de Alajuela y otros centros de trabajo de Limón. (Trabajo 10-2-1934: 3 y 18-3-1934:4). 

El lunes 29 de febrero, los huelguistas realizaron la segunda y tercera Asamblea General y deliberaron un tema de táctica sindical. Algunos patronos reconocieron la petición y surgieron dos propuestas. Se acordó “no entrar a trabajar, hasta que el último de los patronos no firmara el pliego de condiciones” (Morales, 2000:49). Sin embargo, en la asamblea siguiente el dirigente Efraín Jiménez propuso revocar el acuerdo que impedía negociar por separado.

Expuso que no se podía plantear el arreglo en todos los talleres porque no había fondos para alimentar por muchos días a tantos huelguistas. Aclaró, que una huelga prolongada sólo podría subsistir hasta obligar a todos los patronos a capitular, si hubiera un sindicato sólido y fuerte. Analizó la diferencia entre los talleres y empresas, así como la actitud de los consumidores. “A estas alturas muchos patronos viven al día con el trabajo de zapatos a las medidas y son pequeños patronos... Pero los grandes patronos sí tienen existencia de calzado y pueden resistir por más tiempo… El público de San José está acostumbrado a calzarse a la medida, y si hay talleres trabajando con este sistema serán preferidos, lo cual constituye una presión que obligará a los patronos más poderosos a aceptar los pliegos de condiciones”.

Los asambleístas aceptaron la negociación en talleres por separado “y que el aumento de salarios lo aporten a la Caja del Comité de Huelga para ir resolviendo las necesidades del resto de huelguistas”. (Morales, 2000:50). Al cabo de cinco semanas, gran parte de los dueños de zapaterías de San José aceptaron aumentar entre el 25 y 30% del salario. Los dueños de empresas más fuertes continuaron reacios.  

Gran cantidad de zapateros concurrieron a la cuarta Asamblea General del 8 de febrero, en la cual se nombró una comisión para redactar los estatutos y crear el Sindicato de Zapateros de San José. El día 10 otros cuatro patronos aceptaron la demanda salarial. Poco después las empresas El Récord y La Renaciente y con estos arreglos concluyó la huelga, pues “los salarios que establecían esas zapaterías eran el barómetro de los salarios pagados en el país”. (Morales: 2000:45). En otra Asamblea celebrada el 12 de marzo, se constituyó el Sindicato de Zapateros de San José.

Según Juan Rafael Morales Alfaro, Secretario General del Sindicato de Zapateros de Grecia, la huelga cumplió los objetivos económicos; enseñó lo que es la lucha social, pues “ignorantes de lo que es la organización sindical nos limitábamos hasta entonces a aceptar o rechazar todo planteamiento, de acuerdo únicamente con el calor de las ideas, mientras que las asambleas de huelguistas fueron una escuela de sindicalismo”. (Morales, 2000-51)  

Los zapateros exhibieron identidad e independencia de clase como asalariados. El 2 de febrero el Comité de Huelga expresó: “Los huelguistas somos obreros conscientes de que no íbamos a tener la candidez de pensar que el gobierno pudiera intervenir en nuestro favor. El gobierno no es, dentro del régimen capitalista, sino un administrador de los intereses de los patronos y un fiel lacayo suyo…Lo que sí esperábamos es que procediera a enviar sus policías a proteger a los rompehuelgas. (Pero) en las filas de los huelguistas no reclutarán traidores al movimiento; y si los van a buscar en otro sitios, advertimos que estamos dispuestos a impedir que esos rompehuelgas saquen oficio. Midan los patronos y su lacayo el gobierno la trascendencia de esta declaración que hacemos, interpretando la voluntad de lucha de los zapateros en huelga”. En otro comunicado aprobado en el 29 de febrero, exhortaron a los zapateros a la organización sindical, porque “es vieja táctica patronal ceder a las peticiones de los huelguistas mientras los ven unidos… pero a reserva de ir reduciendo de nuevo, poco a poco los salarios, una vez que los trabajadores se entregan a ese aislamiento suicida que caracteriza a los trabajadores de Costa Rica”. (Trabajo 17-2-1934: 3-4).

La huelga tuvo solidaridad de los zapateros de Limón y Grecia, la Federación de Artes Gráficas, de los ebanistas y carpinteros y de la Sociedad de Obreros de Panaderos. Asimismo, de los militantes del Partido Comunista, el cual les prodigó espacio, horas trabajo, asesoría parlamentaria, dinero y camaradería.  (Trabajo 29-4-1934: 3) Otro resultado de la huelga fue la edición de dos periódicos: El Gráfico y El Obrero Zapatero.

A principios de febrero, el Comité de Huelga hizo una declaración ante las opiniones que veían en la protesta las huellas de los comunistas. “Esta huelga surgió espontáneamente y el Partido Comunista  se limitó a prestarnos su fervoroso y eficaz apoyo. Si es cierto que los dirigentes del movimiento en su mayoría son zapateros comunistas, eso solo indica que en nuestro gremio la ideología marxista-leninista cuenta con numerosos adeptos… Hay zapateros que no militan en el Partido (demostrando con ello) que no es necesario ser miembro del Partido para defender los intereses de su clase… Los zapateros comunistas integran la  masa mayor de los huelguistas. (Trabajo 4-2-1934: 3) 

Efraín Jiménez Guerrero ocupó la Secretaría Sindical del Comité Central del PCCR. Declara que hay tradiciones que frenan el crecimiento del sindicalismo. En 1939, expresó con respecto a las relaciones entre los sindicatos y el partido. “Los sindicatos más fuertes deben colaborar en la organización del resto de la clase obrera para que la política no se meta en los sindicatos… El sindicato no debe ser un instrumento del Partido. Debe esforzarse por agrupar a los trabajadores de todas las ideas para llevarlos a luchar por sus propios intereses de clase”. (Trabajo 4-2-1939: 5). 

IV.- OTRAS HUELGAS Y LUCHAS CÍVICAS DE LOS ZAPATEROS: 1935-1948

Entre 1935 y 1942 el Sindicato Nacional de Trabajadores del Calzado fue el frente laboral más activo en la defensa del salario y las condiciones de vida de los obreros de la manufactura. En 1932 el PCCR propuso crear un Consejo de Obreros y Campesinos encargado de fijar el salario mínimo. Ese proyecto se discutió en el Congreso en 1934 en medio de una gran movilización y se fijó por ley en 1935; pero los patronos la desacataron. (Samper 1978:205). Tal fue móvil de dos huelgas ocurridas en ese año.

El 11 de diciembre de 1936 el Poder Ejecutivo decretó salario mínimo para los zapateros y se hicieron nuevas fijaciones; pero en la Asamblea Legislativa se corrigieron y ello condujo a otra huelga en enero de 1937. El diputado Ismael Murillo, dueño del Taller La Lucha, se declaró contra la fijación. Los zapateros acordaron ir a la huelga a partir del 21 de enero de 1937. Entonces los patronos iniciaron una campaña contra el salario mínimo y se generó el desacato en cadena. Por ello surgió la huelga en la que participaron más de 400 obreros. El 18 de enero se firmó el arreglo. (Trabajo 16-1-1937:1; Morales, 2000-76). Otra huelga se produjo en junio de 1939 en el taller La Costarricense. (Trabajo 24-6-1939:4).

Al mes siguiente los zapateros celebraron la Primera Conferencia Nacional convocada para unificar a los trabajadores del ramo. La presidió Víctor Cordero, Secretario General del SNTC de San José. Se planteó la organización de los obreros de terceras categorías; el efecto de la inmigración de obreros extranjeros y el ingreso a la Confederación de Trabajadores de América Latina. Se conoció la cifra de afiliación: Había en total 1.350 trabajadores del calzado de los cuales 906 (67.1%) eran afiliados a sindicatos. (Trabajo 29-7-1939: 4). El dato, en relación con el censo de 1927, muestra la contracción de la producción manufacturera del calzado en el contexto de la crisis del 29-33.        

A partir de octubre de 1939, los zapateros iniciaron reuniones provinciales con la meta de fundar el Sindicato Nacional de Trabajadores del Calzado. Se discutió: a) La situación económica y social del país al inicio de la Segunda Guerra Mundial; b) ¿Debe mantenerse por más tiempo el apoliticismo del movimiento obrero?; c) crear la Federación de Trabajadores de Costa Rica. (Trabajo 28-10-1939: 2)

En la tercera Conferencia Sindical Nacional, en mayo de 1942, se divulgó la siguiente reseña. La fundación del sindicato de zapateros de la capital “fue el primer acontecimiento de unificación obrera en el país…La lucha contra la elaboración del calzado a máquina tuvo un carácter retrógrado, pero  hubiera traído desocupación y la formación de empresas monopólicas…Se  planteó entonces aplicar un alto impuesto a la elaboración del calzado a máquina y el gobierno lo aprobó mediante decreto del Poder Ejecutivo.   

El Sindicato aprobó dar 3 meses de plazo a los patronos para que adquirieran maquinaria, porque los alistadores tenían que poseer máquina propia para trabajar, a un costo de 800 colones. Se logró elevar los salarios en todas las zapaterías de Heredia.  (Trabajo 15-3-1941: 1-4). Ese año organizaron a los trabajadores por categorías y lograron que un número de zapateros que laboraban en sus casas, fueran cotizantes: en siete meses han ingresado 200 nuevos afiliados… Otra lucha fue obligar a los patronos a eliminar las tarjetas de identificación expedidas por ellos para admitir operarios en los talleres. Esta demanda se logró mediante huelga general en San José, recordada como “la huelga de las tarjetas”.

También consiguieron que los patronos reconocieran a los comités sindicales de taller, sin los  cuales “la organización no podía tener bases sólidas”. Se desarrolló otra huelga por el reconocimiento de esos comités con libertad de acción sindical dentro del taller”. Otro logro fue la abolición del pago del trabajo por obra a los alistadores: se planteó el pago por día a 6 colones con 8 horas de labor y 2 colones el corte en horas extras. Además, se obligó a los patronos a poner las máquinas, hilos y repuestos que suplían los operarios…

Este Sindicato fue el primero que, “rompiendo la prevención y el prejuicio de la clase obrera, planteó burocratizar el aparato de dirección. Tal escuela ha sido reconocida por otras organizaciones que sienten la necesidad del pagar funcionarios. Crearon una estructura orgánica que fusiona los distintos oficios de la elaboración del calzado, como las ligas de alistadores y de cortadores. El Sindicato logró rebajas en los precios de los materiales de trabajo recurriendo a paros parciales y ha contribuido a organizar los Comités de Enlace Sindical. (Trabajo 1-5-1942: 2-7.)

Entre marzo y diciembre de 1940 los zapateros declararon dos huelgas: una en Turrialba y otra en Limón. La primera debido a los atropellos del contramaestre. La protesta duró 70 días y tuvo como novedad exigir buen trato del patrono. Logró el reconocimiento del sindicato: ningún operario sería despedido sin el aval del comité sindical y se retiró al contramaestre. (Trabajo 30-3-1940: 2; 6-4-1940: 2; 11-5-1940: 2). En junio de 1940 hubo otra huelga en Limón que duró mes y medio. Se produjo por el despido de un obrero y las indolencias del contramaestre y el patrono. (Trabajo 28-8-1940: 2).

Ese año los zapateros celebraron por primera vez el Día Internacional del Trabajo en Turrialba y Puntarenas (Trabajo 13.-4-1940:2); lograron que la Secretaría de Salud interviniera en los talleres; aumentos de 0.50 en la elaboración de zapatos con entre suela para señoras, en talleres de primera y segunda categorías; obligaron a los patronos a solicitar al sindicato operarios para distribuir el calzado y que los dueños no emplearan a los obreros atrasados en el pago de la cuota sindical. Otro logro fue abolir transitoriamente el aprendizaje debido a la desocupación, descenso de los salarios y el debilitamiento de la organización. Asimismo los afiliados aceptaron un aumento del 50% en la cuota sindical gracias a las alzas conseguidas. (Trabajo 2-3-1940: 3).

En 1941 reorganizaron el Sindicato de Zapateros de Heredia  presentaron pliegos de peticiones en 9 talleres. Hubo una huelga de mes y medio en el Taller Guadalupe, con 36 operarios; otra de igual duración en el Taller Garita, en Turrialba; y una más, de un mes, en el Taller Ingiana, en Limón y su sucursal de San José. (Trabajo 17-12-1940: 2). De nuevo movilizaron a los afiliados con el objetivo de que el Congreso prorrogara el gravamen al calzado hecho a máquina. (Trabajo 21-6-1941:2) En 1942 los zapateros del taller Rubén Arce, de Alajuela, promovieron otra huelga por rebajas de salarios y amenazas de despidos. (Trabajo 23-5-1942: 4)

Desde mayo de 1942 los zapateros se involucraron en la constitución de un Comité Nacional de Enlace, promovido por el Partido Comunista con el objetivo de “sentar las bases para crear la Confederación de Trabajadores de Costa Rica”. (Trabajo 23-5-1942:4). Organizaron delegaciones para el Congreso Obrero Nacional celebrado del 1 al 4 de noviembre de ese año. En asambleas parciales previas, acordaron editar el periódico “Orientación”; demandar un ajuste del 30% en salarios y solicitar al gobierno que fijara los precios, les aprobara representación en las Juntas de Emergencia y creara un fondo de ayuda a los desocupados. (Trabajo 5-9-1942: 1-4)

En 1942 surgió un cambio en las estrategias y tácticas del movimiento sindical debido a las nuevas tesis del Partido Comunista acerca de la conciliación de clases y la colaboración con las potencias imperialistas en guerra contra el eje Nazi, Fascista y Falangista. Asimismo, desde 1941 El Centro de Estudios para los Problemas Nacionales, el Partido Socialdemócrata y la Iglesia Católica habían iniciado la ofensiva sindical en franca disputa con el liderazgo del Partido Comunista. El gobierno del Dr. Calderón Guardia, por su parte, aprobó en 1941 la creación de la Caja del Seguro Social y ya se habían iniciado las conversaciones entre el Lic. Manuel Mora, Secretario General del PCCR y el Presidente de la República, para contrarrestar la oposición a la reforma social. En consecuencia, en la Segunda Conferencia Nacional de Sindicatos del 18 de octubre, el Comité de Enlace Sindical de San José, tomó las resoluciones que lo insertaron a partir de entonces en el reformismo de izquierda. 

Acordaron renunciar a la huelga durante la Guerra Mundial, a cambio de que una Junta de Conciliación y arbitraje resolviera los conflictos entre obreros y patronos…Centralizar la dirección del movimiento obrero en el Comité de Enlace Sindical. Condenar (sic) el divisionismo sindical  promovido por los socialdemócratas entre los trabajadores ferrocarrileros. Integrar el Tribunal de Conciliación y Arbitraje por un representante de los sindicatos, uno de los patronos y otro del Estado. Los acuerdos los firmaron 17  organizaciones obreras de San José, 8 de Puntarenas, 3  de Alajuela, 4 de Cartago, 5 de Limón, 4 de Turrialba, 9 de Heredia, 5 de Siquirres, 1 del Pacífico Sur, 1 unión campesina, 6 comités  sindicales  de enlace. En Total 63 sindicatos.  (Trabajo 24-10-1942: 2-4) 

Enmarcado en esas resoluciones, el 1 de febrero el CNSE emplazó a los trabajadores ante la oferta electoral de los candidatos a los poderes públicos; en particular en relación con  las reformas sociales. “….La clase trabajadora de la ciudad y el campo está en la obligación de defenderlas porque constituyen la consagración constitucional de nuestros derechos de sindicalización, huelga, salario y jornada mínima, contratación y vacaciones… Ellas constituyen el eje de la actual campaña electoral y están en peligro de  ser mutiladas por un sector capitalista del país…

El Comité Sindical llama a defender la CCSS porque resuelve las consecuencias económicas de la enfermedad en el hogar del pobre. Exhorta: “El movimiento obrero siente que es imposible ya limitarse solamente a las luchas económicas, desligadas de la suerte política del país y de los pensamientos y procedimientos de los hombres de gobierno”. Lanzó la siguiente consigna: “Ni una sola adhesión a los partidos y candidatos…que no garanticen la defensa de las garantías sociales”. (Trabajo 6-2-1943: 2).

El acuerdo de renuncia a la huelga no tuvo efectos inmediatos. En febrero de 1943 y principios de marzo, el Sindicato Nacional Sindical del Calzado aprobó ir a una huelga general por incumplimiento de los patronos de un alza de salarios decretada por el gobierno. El paro duró 22 días y afectó a más de 20 talleres. Como reacción, los patronos levantaron otro movimiento para consultar a la OIT si podían eliminar los Comités de Taller. (Trabajo 20-2-1943:2 y 27-2-1943: 2-4).

El capítulo constitucional de las Garantías Sociales se aprobó el 10-6-1943 mediante la reforma a los artículos 29, 51 y 65 de la Constitución de 1871. El Código de Trabajo, el 26 de agosto de 1943. Ese día hubo un paro sindical en San José para asistir al Congreso, con presencia de 5 mil personas.  Otro paro sindical se convocó cuando el Código se aprobó en tercer debate, con más de 10 mil participantes. En los meses previos, el Dr. Calderón Guardia fue ovacionado en Turrialba, Limón, Alajuela y Grecia, lugar en donde fue asesinado Baltasar Hidalgo simpatizante del Partido Vanguardia Popular. El 5 de setiembre se le hizo otro homenaje en Puntarenas. Asistieron unas 15 mil personas. El 15 del mismo mes, al entrar en vigencia el Código, hubo una manifestación en el Templo de la Música, con más de 100 mil asistentes. En Heredia se realizaron otros actos a los que asistieron   unos 15 mil ciudadanos. Esos eventos se constatan también en el periódico de la iglesia Católica, El Luchador, del 14 de agosto y noviembre de ese año. (Trabajo 21-8-1943: 1-4).

En el clímax de la Segunda Guerra Mundial, los sindicatos de zapateros fueron activos organizadores y asistentes a mítines y movilizaciones contra la especulación, el desempleo, por la paz mundial vulnerada por la alianza de Fascistas, Nazis y Falangistas. Fue corporación adalid en las jornadas de apoyo popular a la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social y el Código de Trabajo. Participaron en masivas manifestaciones contra las empresas monopolistas, por la solidaridad con el régimen republicano de España, por la promulgación de leyes contra la especulación y el alza en los precios, la congelación de alquileres, la construcción de casas baratas para pobladores de suburbios de la capital y las provincias, por la nacionalización del servicio eléctrico, la rebaja en los esquilmes y la ley agraria de 1942 que daba propiedad a los colonos de baldíos, mal llamados “parásitos”.

En particular, los zapateros fueron columna vertebral para la constitución de la Confederación de Trabajadores de Costa Rica, fundada en 1943 e inscrita en el libro de organizaciones sindicales del Ministerio de  Trabajo el 20 de setiembre de 1946. La composición ocupacional de los delegados indica la representación de 9 zapateros, 4 sastres, 2 ebanistas, 3 tipógrafos, 2 estibadores y un representante de cada uno de los oficios de oficinistas, obreros bananeros, marinos y misceláneos. En la clausura del Congreso, en setiembre de 1943, el Secretario General, Rodolfo Guzmán, hizo la siguiente síntesis. “….Con nosotros están los viejos luchadores de la antigua Sociedad de Ebanistas y Carpinteros de 1910 que enfrentaron a la tiranía tinoquista y condujeron la huelga general de 1920 por la jornada de 8 horas; los más honrados y leales dirigentes del reformismo, liquidado en 1925; los que condujeron la jornada antiimperialista de la huelga de la zona atlántica en 1934 y los que asentaron en la huelga general de los obreros del calzado el movimiento sindical de Costa Rica sobre bases sólidas y científicas”. (Trabajo 18-9-1943: 1-2)

Al final de la Segunda Guerra Mundial, con la reapertura del comercio mundial y el inicio de un ciclo ascendente del capitalismo que se prolongó hasta la crisis de 1973-1975, los zapateros y pequeños empresarios enfrentaron los problemas derivados de la entrada masiva del calzado mecanizado, fabricado en serie. Ya en 1946, “Los patronos reducen la producción y despiden a los zapateros. Hay atrasos en el pago y se introducen otros métodos de producción. La desocupación se debe a introducción de una modalidad en las ventas: los tenderos financian a los zapateros para que produzcan en sus casas y amorticen las deudas con producto. Han bajado los precios de los pequeños patronos  que venden a esos comerciantes. Hay una competencia desigual,  porque éstos no tienen que pagar los seguros sociales, ni el salario mínimo. Se agrava el fenómeno por el ingreso al país de de muchos extranjeros que producen calzado en igual forma. (Trabajo 31-8-1946: 1-4.)

El golpe de gracia a los trabajadores, sus familias y al movimiento sindical, vino con la Guerra Civil de 1948. Según el Acta de Disolución de la CTCR suscrita por el Pbro. Benjamín Núñez Vargas, Ministro de Trabajo,  el juicio se realizó con base en el Decreto Ley No. 105 del 17 de 7 de 1948 de la Junta de Gobierno. El zapatero Víctor Cordero Segura reclamó la representación legal y en el folio 19620,  declaró lo siguiente.

“Desde que entró el ejército llamado de Liberación Nacional acompañado de la llamada Legión Caribe, los atropellos han sido continuos contra la CTCR y los sindicatos afiliados a ella; el ejército  procedió de inmediato a incautarse el local donde en otra época había  funcionado la Central, y de los bienes de la CTCR… Posteriormente allanaron los centros de los sindicatos de panaderos, zapateros…La totalidad de dirigentes de la CTCR guardábamos arresto en la Penitenciaría Central; así como gran parte  de los militantes de los  sindicatos afiliados a la CTCR…Los libros de Actas de la CTCR y de varios sindicatos fueron incautados por la policía”.

La sentencia del Juez  Primero de Trabajo emitida el 24 de abril de 1949 declaró disuelta  la CTCR, no así los sindicatos ni a la Confederación de Trabajadores “Rerum Novarum” brazo sindical de los vencedores en la Guerra Civil.  El Lic. C. L. Solórzano, responsable del Ministerio de Trabajo, objetó la no disolución de los sindicatos. Lo apeló al Tribunal Superior de Trabajo el 6 de mayo de 1950, instancia que confirmó la sentencia. El Lic. Solórzano llevó el litigio a la Sala de Casación y en ese nivel se resolvió que “estos procedimientos deben enderezarse directamente contra todos y cada uno de los organismos afiliados a la CTCR”. 

El siguiente golpe vino con el ingreso de Costa Rica al libre comercio impulsado por los Estados Unidos con el Mercado Común Centroamericano, a partir de 1966.

V.-  A MODO DE CONCLUSIÒN

La historia del movimiento obrero y popular costarricense entre 1920 y 1948 transcurre en un contexto nacional de profundos cambios. La sociedad era cada vez menos dependiente de dictados eclesiales; cada más vez más laica y mejor ilustrada. La inmigración de familias campesinas a las cabeceras de provincia modificaban poblados, surgían ciudadelas, nuevos  ocupaciones. La clase obrera tomó realce en las fábricas de manufacturas, levantadas entre viejos talleres artesanales. La radio, los periódicos y el cine mudo o parlante anunciaban los bienes y modas del mercado norteamericano. En esas fuentes de inspiración anclaron los nuevos liceístas y la primera generación de la Escuela Normal, y diversificaron el temario de la identidad popular.

La prosa costumbrista se mezcló con creaciones de identidad elaboradas al alero del Ministerio de Educación. El ingenio magisterial recreó otros cuadros de cultura mediante obras literarias, gráficas, sonoras y estéticas. Cultivó la pictografía y el gravado; la pintura paisajista, la caricatura y la composición musical. Se incorporó a la memoria nacional las costumbres de las regiones, el mundo del trabajador directo, el ensueño de la niñez, las diversiones y alegrías festivas. Guanacaste trascendió la pampa y la bajura al son de la marimba, “el zapateado”, “el Punto Guanacasteco” y el grito del güi-pi-pía. El gusto por el jazz y el blues limó los bordes groseros de la exclusión racial. El fútbol destrabó la frontera entre campos y villas. El noticiero y la novela radial quitaron a curas y maestros el monopolio de la audiencia popular. Se investigó las relaciones entre la riqueza nacional y las ciencias de la geografía, historia, arqueología, antropología, botánica y biología.    

La inspiración adquirió estatura legal e institucional y formó parte de la educación ciudadana. Maestros y profesores de ambos sexos exploraron habilidades individuales de los alumnos  para la música, artes plásticas, pintura, oratoria y composición literaria. Se definió una agenda de efemérides alusivas a la naturaleza, las ideas de patria y nación. El calendario escolar cifró nuevas fechas festivas. Al 11 de abril y el 15 de setiembre se agregó la Semana Cívica, el Día del Niño, el Día del Árbol, el Día de la Bandera, y el 12 de octubre fue declarado Día de la Cultura Americana. Se estableció el Juramento a la Bandera y se prohibió el uso comercial de los símbolos del Estado. La “Patriótica Costarricense” devino segundo Himno Nacional.

Por ello cobra particular relevancia la beligerancia y el sentido de identidad clasista que los zapateros y otros artesanos y asalariados directos organizados en sindicatos, supieron imprimir a la clase trabajadora costarricense. Con ellos la sociedad civil puso en relieve y alto contraste no sólo los ribetes de desigualdades, exclusiones e injusticias sociales, sino además el carácter oligárquico del ejercicio del poder que hacía toda clase de malabarismos para contrarrestar el ascenso del movimiento popular en santa alianza con la Iglesia Católica.    

Después de 1945 el oscurantismo de la Guerra Fría cercenó manos y neuronas. Los imperios coloniales y neocoloniales que vencieron en la Segunda Gran Guerra crearon el marco institucional e internacional que fijó las pautas de reproducción del arquetipo de los oficios, profesiones, la cultura y civilización occidental, cristiana y anticomunista. El financiamiento y la conducción técnica de las Agencias Internacionales y culturales, rompió el cordón umbilical entre la república liberal y los gobiernos que surgieron de la Guerra Civil del 48. El libre mercado y la Alianza para el Progreso, impulsaron la transición a la industria de ensamble y sucursales de los monopolios, la cual hizo aguas también, en la gran crisis de 1979 y 1983 reeditada desde la recesión financiera del año 2008.

 

VI.  BIBLIOGRAFÍA

Abarca V., Carlos A.   Los movimientos sociales en el desarrollo reciente de Costa Rica.

Nuestra Historia No. 18. Segunda edición. UNA-EUNED. San José. 1992

Abarca V., Carlos et al. Forjadores de Costa Rica. Editorial Forjadores. Heredia. 2009.  

Acuña O. Víctor Hugo. Vida cotidiana, condiciones de trabajo y organización sindical. El caso de los zapateros de Costa Rica. (1934-1955). Revista de Historia. Número especial 1988. EUNA. Heredia. PP. 223-244.

Aguilar H., Marielos. Algunos problemas teórico-metodológicos de la historia sindical. En:http://163.178.170.74/wp-content/revistas/49-50/aguilar.pdf.
Archivo Judicial 1949. R.467, A 416, E 186, S 5. Folios Nos. 20560 F, 20561F, 21228F, 17403F, 17405 F y 26422 F.   

Asamblea Legislativa. Proyecto de Ley No. 18620 presentado por el diputado Claudio Monge Pereira para declarar el 25 de octubre, Día Nacional del Zapatero. San José,  Octubre, 2012. 

Fallas M., Carlos Luis. El movimiento obrero de Costa Rica 1830-1902. EUNED. San José. 1983.

Morales A. Juan Rafael. Escribo para Recordar. AEPROLA.-EUNA. San José 2000.

Elizeth Payne  El impacto de la conquista española en las sociedades indígenas. (1502-1569). En: http://www.avizora.com/historiadepaises/0079historiadecostarica

Samper K., Mario. Los productores directos en el siglo del café. En Revista de Historia. Julio-diciembre de 1978. EUNA-EUCR. San José, 1979. P. 190. 

Trabajo. Periódico del Partido Comunista de Costa Rica. Colección completa: 1934-1948. San José.  

Por Olmedo Beluche

(Extracto del libro La verdadera historia de la separación de 1903)

Amador Guerrero llega a Panamá el 27 de octubre. Esa misma noche se organiza una cena en casa de Federico Boyd. Como bien hace notar el análisis de Díaz Espino, “El había ido a Nueva York para obtener dinero y apoyo militar norteamericano, pero volvía sin nada”[1]. Así  que la reunión fue un poco tensa. Al parecer, tuvo que alegar que Bunau Varilla era un agente secreto y que sus promesas se respaldaban en reuniones con Hay y Roosevelt.

Según la versión de Díaz Espino, Arango tuvo que imponerse para que se continuara el plan previsto. Allí se rechazó la bandera propuesta por Bunau Varilla, y se resolvió que María Ossa hiciera otra. J. G. Duque puso a disposición del movimiento los 287 voluntarios del cuerpo de bomberos, y se tomaron otras providencias.  Otra parte del debate giró en torno a la fecha del alzamiento, pues aquí se había sugerido el 28 de Noviembre, para que coincidiera con la fecha de la Independencia de España. Amador tuvo que insistir para forzar su adelanto al 3 ó 4 de Noviembre, según lo acordado con el francés.

El siguiente paso fue asegurar el soborno de la tropa y su máximo oficial, el general Esteban Huertas, el cual fue muy esquivo hasta el final, pero fue el que decidió la suerte de la conspiración, cuando se detuvo a los oficiales colombianos encabezado por Tobar la tarde del 3 de Noviembre.  En sus Memorias, Huertas fecha su encuentro con Amador Guerrero el 1 de Noviembre, y lo describe en los siguientes términos:

“Como a las nueve de la mañana del 1 de Noviembre (nos dice hablando siempre en tercera persona) encontrándose el general Huertas en su Cuartel, se presentó allí el señor Pastor Jiménez, manifestándole que iba de parte del Dr. Manuel Amador Guerrero para decirle que deseaba tener una conferencia con él en el Gran Hotel Central, donde en efecto lo esperaba. Huertas acudió y al entrar, encontró al Dr. Amador sentado en el zaguán del hotel, y éste, al verlo, púsose de pie, tembloroso, y poniéndole la mano sobre el hombro, le insinuó que subiera las escaleras. Llegados al primer piso, penetraron a una pieza, e instalados en ella, el Dr. Amador le dijo que tenía que comunicarle una cosa interesante; pero parecía indeciso, pues temblaba y palidecía, produciendo varios sonidos guturales incomprensibles, por cuanto la voz se ahogaba. Por fin, haciendo un esfuerzo, pudo expresarse con claridad y le dijo: “Dígame General, sin vacilación de ninguna especie, si se tratara de proponerle un crimen, me guardaría usted el secreto?” Huertas hizo un ademán de asentimiento y Amador continuó: “se trata de la Independencia del Istmo, todos están de acuerdo, los Arosemena, los Boyd, los Arias, y hasta los extranjeros están dispuestos a ayudarme. Sólo, pues, esperamos su decisión, sin la cual la independencia es imposible”. A la vez, el Dr. Amador se deshizo en ofertas que se traducían en tesoros…”[2].

Puede especularse que las palabras de Huertas estén cargadas de resentimiento, ya que un año después el gobierno de Amador lo destituiría de su cargo al frente del ejército panameño y disolvería esta institución, obedeciendo a criterios norteamericanos. Pero la lógica indica que el diálogo tuvo que tener ribetes semejantes, lo cual está corroborado por otros testimonios.

Según Huertas, él respondió indignado, pero pidió tiempo para pensarlo. Como bien razona Lemaitre, si Huertas no estuviera ya picado por “las ofertas que se traducían en tesoros”, y fuera tan honesto como quiere aparentar en sus Memorias, debió arrestar inmediatamente a quien le propuso cometer “un crimen”. En lugar de ello, pidió tiempo para pensarlo. Respuesta que repitió el 2 de Noviembre, cuando Carlos Zachrison volvió a hacerle la oferta de parte de Amador.

Amador repitiría su oferta por tercera vez diciendo: “No vacile general… mire que habrá disfraces y muchas diversiones, y podremos llevar a efecto nuestros deseos…”. Respondiendo Huertas: “Tenemos mucho tiempo para pensar todavía…”. Según el testimonio de un soldado de Huertas, en la mañana del 3 de Noviembre se produjo la última conversación entre Amador y Huertas sobre el tema, en el siguiente tenor: “Si usted quiere ayudarnos, alcanzaremos la inmortalidad en la historia de la nueva república. Un barco norteamericano ha llegado y otros se encuentran en camino, -añadió Amador-. Usted y su batallón no pueden hacer nada contra la fuerza superior de los cruceros, que tienen sus órdenes. Elija aquí, gloria y riqueza; en Bogotá, miseria e ingratitud”. Se dice que Huertas permaneció “impasible” por un momento, luego extendió su mano –Acepto”[3].

En sus Memorias, Huertas intenta cubrir su decisión, aseverando que no aceptó el soborno, aduciendo que se decidió cuando interpretó los actos del general Tobar, la tarde del 3 de Noviembre, como un intento de arresto y asesinato:

“No sólo se trata de mi defensa personal, sino también de las de ustedes. Hoy los generales en la segunda visita que me hicieron me manifestaron sus deseos de mudarse para la pieza que yo ocupo en el cuartel y creo que se trata de asesinarme. ¿Están ustedes dispuestos a seguirme y a cumplir mis órdenes, a pesar de todos los sacrificios que haya que hacer? Me contestaron: “que sí”. Sin embargo, para estar seguro les ordené: El que de ustedes no quiera acompañarme o no esté de acuerdo, que se ponga de pies. Todos permanecieron sentados dentro del más profundo silencio. Váyanse entonces a almorzar –les dije- porque ya es tarde, pero eso sí, regresen pronto porque pueden presentarse serios acontecimientos. Les pido la mayor reserva y no conversen nada de esto, ni con sus familias”[4].

Para tener una idea precisa de los sucesos en Panamá, es recomendable leer La jornada del día 3 de Noviembre de 1903 y sus antecedentes[5], del panameño Ismael Ortega. La obra es una apología del acontecimiento, pero la narración minuciosa permite ver algunos detalles que suelen pasarse por alto. No vamos a reproducir en detalle los acontecimientos, muchos de ellos bien conocidos, sino que nos centraremos en algunos aspectos interesantes que retratan la falta de “unanimidad” panameña en la secesión, y el papel decisivo de las tropas norteamericanas, sin el cual la acción de los conspiradores panameños no se habría llevado a cabo.

Amador escribe a Bunau Varilla, el 29 de octubre, al enterarse de que se aproximaba a Colón un barco con tropas colombianas de refuerzo: “Fate news bad powerfull tiger urge vapor Colón”. Este le responde en clave que en dos días llegaría el buque de guerra (“Pizaldo Panamá: Allright will reach ton and half obscure”).  A Colón llegaron el Nashville primero, y el Dixie después, para asegurar la separación.

Pese a las seguridades que les enviaba Bunau Varilla, la mañana del 3 de Noviembre, al saberse el arribo del buque Cartagena, al mando de los generales Juan B. Tobar (Ortega escribe “Tovar”) y Ramón Amaya, los conspiradores cayeron en pánico y estaban virtualmente paralizados. Dicen que Tomás Arias lanzó a la cara de Amador esta histórica expresión: “Tú eres un viejo, Arango es un viejo, y a ustedes no les importa si los ahorcan. Yo no quiero ser ahorcado”[6].

Diversas versiones aseguran que Amador, después de deambular abatido por las calles de Panamá, y habiendo constatado que los conspiradores se amedrentaban, volvió a su casa, donde fue su esposa, María Ossa, la que le infundió valor para seguir adelante. Pero lo más probable es que contribuyera a infundirle ánimo no sólo las palabras de su aguerrida y joven esposa, sino la confirmación del arribo de un crucero norteamericano a Colón, y la maniobra de los gerentes de la Compañía del Ferrocarril, dirigidos por el coronel J. R. Shaler, de hacer pasar a la ciudad de Panamá, a los generales colombianos pero sin sus tropas, alegando que no disponían en el momento de vagones para su transporte.

El error decisivo de los generales colombianos estuvo en aceptar la propuesta de Shaler. “No hubo nada que no demostrara la mayor cordialidad y no me diera la seguridad más completa de que la paz reinaba en todo el departamento”[7]. Aunque, al parecer el general Amaya intuía algo anormal, y pidió a Tobar permanecer en Colón con sus tropas, a lo cual éste se negó: “No, ud. no debe dejarme completamente solo”.[8] A regañadientes éste ocupó su lugar en el tren.

Otro elemento interesante es la actitud ambivalente de José de Obaldía, nombrado gobernador de Panamá en agosto. Lemaitre dice que era separatista desde el inicio, pero en la narración de Ortega aparece en la mañana del 3 de Noviembre diciéndole a los conspiradores que cometían una locura, y luego es apresado a la brava, aunque se le envió a casa de su amigo Amador Guerrero.

“Inmediatamente se regresó el General de Obarrio dirigiéndose, entonces, a la Gobernación del Departemento, y al ver al Gobernador, señor de Obaldía, le dijo, estando presente don Nicolás Victoria J.: “Lo he venido acompañando como Prefecto mientras no se trataba de la independencia de Panamá, pero desde este momento no lo soy más porque el golpe se dará esta tarde”; a lo que el señor Obaldía contestó: “Déjate de esas cosas Obarrito. Esas son tontería de Uds., qué independencia hijo, ni qué independencia! Lo que va a pasar es que van a meterse en una aventura sin solución posible”. [9]

No tenemos por qué dudar de la existencia de este diálogo, pues proviene de un historiador apologista de la separación como Ismael Ortega. Con lo que queda demostrado que, lejos de un movimiento “nacional”, “unánimente” respaldado por los panameños, se trataba de una conspiración de la que gente conspicua como Obarrio y Obaldía no participa de lleno, incluso no están de acuerdo, como se desprende de las palabras del gobernador.

Sigue la narración de Ortega: “Al bajar del palacio de la Gobernación el General de Obarrio, encontró al General Leonidas Pretelt a quien comunicó lo que iba a suceder. Al recibir el General Pretelt la noticia quedó sorprendido, y hasta calificó de locura lo que se le decía, pues, cualquiera que no hubiera estado en el secreto de la revolución no podía aceptar la posibilidad de la independencia”[10].

Resaltemos la última frase, la cual confirma que estamos ante una conspiración de una élite minoritaria y no ante un movimiento genuinamente nacional, como falsamente pinta la historia oficial panameña. El general Pretelt sería arrestado más tarde por orden de Ricardo Arias. Agreguemos que Panamá estaba plagada de “generales” y de muy pocas tropas. El arresto del gobernador Obaldía ocurrió cuando se dirigía al cuartel a conferenciar con el recién llegado general Tobar.

“Al verlo el Croronel Antonio Alberto Valdés, revólver en mano detuvo el carruaje; y le preguntó: “A dónde va Ud., señor Obaldía?”, contestando el Gobernador del departamento: “Al cuartel”. Entonces el Coronel Valdés, sin guardar el arma, intimó arresto al último representante del Gobierno colombiano en el Istmo de Panamá, y ordenó al áuriga que regresara.

“En viaje hacia el Cuartel Central de Policía un oficial colombiano (?) iba corriendo en dirección contraria, y al reconocer al señor Obaldía, le dijo a gritos: “Revolución, señor Gobernador”, a lo que replicó el Coronel Valdés, siempre revólver en mano: “también Ud. viene preso”, y lo apresó en efecto.

“Al llegar a la callejuela que conduce de la Avenida Central a la Plazuela de Arango una gran muchedumbre detuvo el carruaje rodeando al ilustre prisionero, por lo que el ex Gobernador de Obaldía se vio obligado a bajar en ese sitio. Se discutía en el grupo si se le llevaría prisionero al Cuartel de Policía, o se le daría por cárcel una casa particular, triunfando los que querían lo último; y así, bajo la responsabilidad de don José Agustín Arango, fue conducido a la casa del doctor Manuel Amador Guerrero, jefe supremo de la revolución y gran amigo suyo…” [11]

A nuestro juicio, esta narración confirma que Obaldía no participaba en ese momento de la conspiración y no la avalaba. Pero algunos historiadores aseveran que por la intimidad entre Obaldía y Amador, lo que en realidad había sucedido era una trama para que, en caso de fracasar el movimiento Obaldía pudiése actuar como máxima autoridad y ser magnánimo con su amigo.

De paso hacemos notar que en la versión de Ortega, cada vez que una persona o grupo de ellas, aparece oponiéndose al movimiento separatista la llama “colombiano”. La intención maniquea  de este adjetivo es presentar al movimiento como acuerpado por todos los panameños, y opuesto por todos los colombianos. Sin embargo, eran prominentes colombianos los que estaban al frente del movimiento, como el propio cartagenero Manuel A. Guerrero y, como ya se ha visto, ni estaban informados, ni participaban todos los istmeños.

Pese a los sobornos, y estar detenidos ya los generales colombianos, a las seis de la tarde del 3 de Noviembre, aún había dudas en parte de las tropas, pues el vapor Bogotá se había sublevado, amenazando con bombardear la ciudad, “si no se restablece el Gobierno Departamental”. Mientras que el general Rubén Varón, uno de los primeros sobornados, no se decidía a atacarlo con el vapor Padilla bajo su mando.

Ortega consigna que Huertas, a través de Juan Brin “una vez terminadas sus labores en las oficinas de la Pacific Steam Navigation Company”, empresa norteamericana obviamente, envió a Varón un ultimátum para que cumpliera su parte[12].  El Bogotá sólo hizo un tiro de cañón, haciendo blanco en las inmediaciones del mercado, donde mató a un emigrante chino, única víctima mortal de la separación. Finalmente, su capitán lo retiró de la bahía sin mayor resistencia.

Ortega también refiere que, para pagar a las tropas y sumarlas al movimiento Amador ordenó al señor Andreve que pidiera a Enrique Lewis, administrador de hacienda del Departamento, los fondos que estaban a su disposición. Entregándose primero 2,000 pesos, y posteriormente otros 1,000, que fueron repartidos a razón de 5 pesos por soldado, 10 pesos las clases y  20 pesos los oficiales[13]

Miles P. Duval asegura que el general Rubén Varón recibió 35,000 pesos en plata, Huertas otros 30,000 pesos, y los oficiales menores de 6,000 a 10,000 cada uno. El 4 de Noviembre:“La multitud honró al General Huertas llevándolo en una gran silla; mientras a su lado caminaba el Cónsul Erhman, con la bandera de Estados Unidos, y en el otro lado estaba Amador, con la bandera de la nueva República”[14].

En ese acto, se atribuyen a Amador las siguientes palabras, seguidas de las exclamaciones de Huertas: “El mundo está asombrado de nuestro heroísmo. Ayer éramos los esclavos de Colombia, hoy somos libres… el Presidente Roosevelt ha cumplido su promesa… ¡Viva el Presidente Roosevelt! ¡Viva el Gobierno norteamericano!” “Tenemos el dinero. Somos libres”, exclamó Huertas[15].

Pero la “batalla” decisiva se libró en Colón, donde las tropas colombianas recién llegadas quedaron al mando del coronel Eliseo Torres. En un principio, este oficial y sus tropas ocuparon la ciudad exigiendo a la Compañía del Ferrocarril transporte para la ciudad de Panamá para liberar a sus generales presos y sofocar la sublevación. A lo cual la Compañía se negó. Torres movió sus fuerzas para tomar la terminal y los trenes, pero intervinieron las tropas norteamericanas que se atrincheraon en la estación del ferrocarril.

Todo el día 4 y parte del 5 de Noviembre se sucedieron escaramuzas, sin pegar un sólo tiro, entre las topas al mando de Eliseo Torres y las norteamericanas del Nashville, a cargo del comandante Hubbard. Este había recibido las siguientes órdenes impartidas por el Departamento de Estado el 2 de Noviembre:

“Mantenga el tránsito libre e ininterrumpido. Si la fuerza armada amenaza, ocupe la línea del ferrocarril. Evite el desembarco de cualquier fuerza armada con intentos hostiles, sea del gobierno o insurgente, sea en Colón, Porto Bello, u otro punto. Envíe copia de instrucciones al oficial mayor presente en Panamá al arribo del Boston. He enviado copia de instrucciones y telegrafiado al Dixie seguir adelante con todos los despachos posibles desde Kingston a Colón. Se anuncian fuerzas del Gobierno que se acercan al Istmo por mar. Eviten su desembarco si a su juicio esto pueda precipitar un conflicto”[16]

Este telegrama, que Duval toma de documentos oficiales del gobierno norteamericano (Foreign Relations, 1903) es la prueba palpable de la intervención norteamericana en Noviembre de 1903, y un mentís a quienes pretenden presentar esta intervención como “aséptica”, neutral y casual.

Duval narra cómo, en la mañana del 4 de Noviembre, cuando Eliseo Torres se entera de los acontecimientos en Panamá la noche anterior, y del arresto de sus jefes, envía un mensaje al cónsul norteamericano en Colón, Oscar Malmros, amenazándole con pasar por las armas a todos los ciudadanos norteamericanos presentes en esa ciudad si no se liberaba a sus generales. El cónsul notificó a Hubbard, bajando sus tropas a la estación del ferrocarril, atrincherando a todos los varones en uno de sus edificios, y poniendo las mujeres y niños norteamericanos en dos barcos fondeados en el puerto de Cristóbal.

“El Comandante Hubbard partió con el Nashville y patrulló frente al área crítica, listo para usar los cañones del barco. El cañonero colombiano Cartagena se había ido antes de la amenaza de Torres, y por esta razón no resultó ningún obstáculo… los colombianos trataron de provocar un ataque…, pero, por suerte éstas permanecieron tranquilas; ninguno de los dos lados disparó…”[17].

El 5 de Noviembre en la mañana hubo conversaciones entre el alcalde de Colón, Porfirio Meléndez y Eliseo Torres. A Torres se le hizo una advertencia y una propuesta. La advertencia fue que se dirigían hacia Colón miles de soldados estadounidenses, elemento que sintió corroborado cuando se reportó la llegada del Dixie en el horizonte. La propuesta consistió en un ofrecimiento de 8,000 (dólares según Ortega[18], pesos según Duval[19]) para racionar sus tropas y retirarse pacíficamente de Colón. Soborno que fue aceptado por Torres y fue “sacada de la caja de la Panama Rail Road Company”, y entregada por José E. Lefevre, asistente de cajero de esa empresa. En ausencia del Cartagena, que había zarpado el día anterior, Torres aceptó embarcar sus tropas en el buque civil Orinoco, propiedad de la empresa Royal Mail, que salía esa noche para Cartagena.

Pueden haber influido en esta actitud de Eliseo Torres una combinación de factores: precedente de los incidentes de 1885, cuando Pedro Prestán tuvo el valor de enfrentar a los norteamericanos y terminó ahorcado; la ausencia de sus generales y la falta de claridad en sus órdenes por parte del gobierno colombiano, que fue completamente sorprendido; la venalidad de militares y funcionarios, tanto panameños como colombianos, mal que todavía heredamos.

Lo más interesante del retiro de las tropas colombianas es un incidente narrado casi por casualidad por Ismael Ortega: “En esos momentos llegaron algunos colombianos vecinos de la ciudad (?!) y trataron al Coronel Torres, y a su gente, de traidores y vendidos, insulto éste que indignó al Coronel Torres de tal manera que –junto a algunos soldados- salió del muelle, pero entonces intervino el general Orondaste L. Martínez, y en presencia de varias personas –entre ellas el General Pompilio Gutiérrez- explicó, en alta voz, que el dinero recibido por Torres había servido para racionar al batallón, y no para comprar su complicidad; y todo quedó arreglado”[20] .

Aquí el hecho significativo es la indignación de los “vecinos de Colón” que, Ortega llama “colombianos”, que imprecan a Torres por retirarse sin enfrentar a los norteamericanos y encima recibir un soborno. La única interpretación racional que admite el hecho es un sentimiento de repudio a la intervención norteamericana y lo que estaba pasando con la supuesta “independencia”. Repudio por parte de panameños, pues eran residentes de la ciudad. Cae, otra vez, el mito de la unanimidad en torno al movimiento de los istmeños.

Chiriquí fue una de las últimas regiones en adherirse. El coronel Alvarado fue enviado para sumar la provincia, pero allá encontró la oposición del capitán Guardado, jefe de la tropa, y del gobernador Ramón de la Lastra, el cual fue finalmente destituido. Alvarado, intentando influir en el gobernador habla con su hermano, José María, pero éste creía que se trataba de una maniobra de los liberales. Alvarado le respondió: “Don Pepe, Ud. está equivocado. No es esta obra de los liberales, pues, precisamente, son los conservadores los que están a la cabeza de este movimiento. Ahí están don José A. Arango, Amador, Nini Obarrio, Espinoza, Tomás Arias”. A lo que el viejo le replicó: “El equivocado es Ud. que es muy joven, y lo han engañado”[21].

Hubo dudas sobre cómo responderían las tropas en Penonomé, al mando de Tascón, que habían sido sacadas de la ciudad por una falsa invasión liberal, para facilitar la ocupación norteamericana. Pero Tascón era amigo de Huertas. En Chitré, el general Correa procedente de Pesé con 75 policías, arrestó al Sr. Burgos, enviado por los separatistas, hasta que el pueblo se “convenció” y lo dejó libre.

Los historiadores Celestino Araúz y Patricia Pizzurno constatan que hubo también resistencia a aceptar la separación entre la población kuna, cuyo territorio quedaría partido: “… el Saila principal de San Blas se trasladó especialmente a Bogotá al enterarse de la separación y le manifestó al vicepresidente Marroquín que el archipiélago se mantenía unido a Colombia…”[22].

Estos mismos historiadores citan a Oscar Terán que, basado en datos demográficos afirmaba que “sólo tres décimos de la población de 381.000 habitantes se habían sumado al movimiento separatista  hasta el 6 de noviembre y únicamente seis décimos hasta el último día de dicho mes”[23]

Ortega menciona un foco de resistencia en Darién, “habían por allí colombianos con intenciones agresivas”, y la detención del comandante Domitilo Cabeza y otros que fueron conducidos a Panamá. En Bocas del Toro nadie, salvo el Dr. Rafael Neira, sabía de la trama, “lo que produjo una verdadera sorpresa en todos los bocatoreños, y residentes en esa provincia”[24].

En Colón, luego de retiradas las tropas de Torres, en la mañana del 6 de Noviembre, los separatistas, suponemos que henchidos de “patriotismo”, nombraron abanderado al Coronel norteamericano Shaler, quien cedió el honor de izar la bandera panameña al mayor William Murray Black, gringo también, entre gritos de “Viva la República de Panamá!” “Vivan los Estados Unidos de América!”[25].

Un siglo después no se puede dejar de sentir verguenza al leer esto. Pero quien vivió la invasión del 20 de diciembre de 1989, puede recordar el descaro con que muchos se echaban a los pies del ejército de ocupación.

Notas:

[1] Ibdidem, pág. 83.

[2] Lemaitre, E. Op. Cit. Págs. 522 – 523.

[3]  McCullough, David. Op. Cit. Pág. 401.

[4] Huertas, E.. “Vencer o Morir”. Revista Lotería No. 363. Panamá, noviembre – Diciembre 1986. Págs. 27 y 28.

[5] Ortega, Ismael. La jornada del 3 de Noviembre de 1903 y sus antecedentes. Imprenta Nacional. Panamá, 1931.

[6] Duval. Op. Cit. Pág. 380.

[7]  McCullough, David. Op. cit. Pág. 402.

[8] Ortega. Op. Cit.. Pág. 74.

[9] Ibidem, pág. 109.

[10] Loc. Cit.

[11] Ibid., págs. 137 – 138.

 

[12] Ibid., págs. 151 –152.

[13] Ibid., pág. 187.

[14] Duval, M.P. Op. Cit. Pág. 397.

[15] McCullough, David. Op. cit. Pág. 407.

[16] Duval. Op. Cit. pág. 393.

[17] Ibid., pág. 400.

[18] Ortega. Op. Cit. Pág. 226.

[19] Duval, Op. Cit. Pág. 401.

[20] Ortega. Op. Cit. Pág. 229.

[21] Ibidem. Págs. 248 – 249.

[22] Pizzurno, P. y Araúz, C. Estudios sobre el Panamá republicano (1903 – 1989). Manfer, S.A. 1996. Pág. 13.

[23] Ibidem. Pág. 14.

[24] Ortega. Op. Cit., pág. 232.

[25] Ibidem. Págs. 238 – 239.


Por Maximiliano Cavalera
Como hemos sostenido en varias ocasiones, Centroamérica es una nación que fue balcanizada por sus propias burguesías, incapaces de crear un Estado que articulase a toda una nación. No es fortuito que los procesos políticos que se desarrollan en un país se expandan con rapidez a otro.
Por esta razón, el triunfo de la revolución que lideró el sandinismo en julio de 1979 fortaleció en gran medida la revolución que se venía gestando en el Salvador. Este país se encontraba en una guerra civil entre la guerrilla, los grupos obreros, campesinos contra los grupos paramilitares liderados por el General Carlos Humberto Romero. Ante la inminente revolución y la preocupación del imperialismo, un sector del ejército dio un golpe de Estado preventivo para impedir que las masas tomaran el poder en sus manos.
Entre el fascismo y la revolución
El golpe de Estado de octubre de 1979 en el Salvador cortó con un dominio político de 17 años del Partido de Conciliación Nacional (PCN) y su último presidente fue el general Romero, que llegó al poder en 1977. En este período, y producto de la oleada revolucionaria que arrastraba a Centroamérica, se fueron gestando grandes movilizaciones de las masas obreras y campesinas que ocupando las calles, se enfrentaban en combates contra el ejército salvadoreño. Las organizaciones guerrilleras avanzaban en el campo y la ciudad cada vez con mayor fortaleza, al grado tal, que estaban derrotando a Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) que era una organización paramilitar creada en la década de los sesentas con el objetivo de liquidar a las organizaciones de izquierda.
Esta disyuntiva y la radicalización de las masas trabajadoras se podía sintetizar en: “Como componente de esta situación revolucionaria, el curso ascendente del movimiento obrero ha llevado a los sindicatos a jugar, en cierta medida, un papel de organismos embrionarios de poder, inclusive antes de la caída de Romero. Las huelgas se caracterizan por los métodos más radicales: la toma de instalaciones, de rehenes y de la autodefensa armada. La lucha tiene un peso eminentemente obrero, en un país con relativo desarrollo capitalista y urbano. Hoy las formas organizativas se han empezado a extender hasta la creación de los comités populares.” (Declaración del Comité Paritario por la Reorganización (reconstrucción) de la Cuarta Internacional Febrero de 1980)
El golpe preventivo
La dinámica de las masas preocupaba terriblemente a la burguesía salvadoreña y al mismo imperialismo, a tal grado que el tema de la violación de los derechos humanos sería discutido en una asamblea general de la OEA. Es así que un sector del ejército tomó el control del Estado el 15 de Octubre de 1979: “Las guarniciones militares de San Miguel, Sonsonate, San Vicente y otras del interior del país se rebelaron contra el régimen que había sometido el país (4,5 millones de habitantes y 21.000 kilómetros cuadrados) a una situación represiva que amenazaba con desembocar en una guerra civil. La situación de violencia e intentos de insurrección de la izquierda revolucionaria recordaban mucho a la de Nicaragua antes del asalto final de los sandinistas al poder.” (El País 16/10/1979)
Como podemos ver el imperialismo, la burguesía y el ejército habían tomado una experiencia valiosa para sus intereses. Es decir, la experiencia del derrocamiento de los Somoza, en el que el último gobernante de esa dictadura se resistió a abandonar el poder, aún presionado por el imperialismo, hasta que la insurrección se hizo inevitable.
Este era el verdadero motivo del golpe de Estado, y no la supuesta lucha contra la corrupción, la represión y la desigualdad social. Objetivamente la burguesía se dio cuenta de que si la dinámica de las masas seguía confrontándose con el gobierno del general Romero, la revolución era inevitable.
La Junta Militar
Según algunos medios de comunicación el golpe de Estado se dio en medio de una profunda calma: “Una emisora salvadoreña señaló que un total de catorce guarniciones participaron en el golpe. La fuente subrayó que los oficiales rebeldes capturaron a jefes y subjefes de las guarniciones por la mañana. Acto seguido establecieron retenes en las salidas de las ciudades e impidieron el servicio de transporte público. La emisora puntualizó, finalmente, que las actividades comerciales y bancarias se desarrollaron normalmente durante el día, pese a los intensos rumores sobre el golpe de Estado.” (El País 25/10/1979). Inmediatamente después del golpe Estado la junta militar fue integrada por el coronel Adolfo Arnaldo Majano que estudió en centros militares de Estados Unidos, el coronel Jaime Abdul Gutiérrez y algunos civiles como Román Mayorga Quiroz, José Simeón Cañas (quien era de los jesuitas), Mario Antonio Andino Gómez, representante de la burguesía y Guillermo Manuel Ungo, del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).
La junta disolvió el congreso de diputados y la Corte Suprema de Justicia estableciendo el Estado de Sitio. Para frenar el asenso de las masas intentaron tener una política hacia los problemas más sentidos por las masas trabajadoras y campesinas; se intentó dar la percepción de que era una junta cívico militar que resolvería los problemas de tierra, desigualdad social, promulgar una amnistía general para liberar a los presos políticos, otorgar libertad de organizaciones tanto gremiales como políticas, la nacionalización de la banca, el control inflacionario y otros. Además, se planteó como objetivo: “Entre las nuevas medidas destaca además la desarticulación del grupo parapolicial de extrema derecha ORDEN, al que se vinculaba al presidente derrocado y que protagonizó episodios de represión contra las fuerzas de oposición salvadoreña dentro y fuera del país.” (El País 17/10/1979)
En relación al movimiento de masas, la mayoría de las organizaciones le claudicaron al golpe militar. El que en aquel entonces se denominaba el Foro Popular que era un espacio donde se encontraban organizaciones que estaban en pie de lucha. Entre ellas la Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), la central más importante de El Salvador por aquel entonces, el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28) y hay que hacer una mención especial al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), que apoyó el golpe de estado a través de su brazo político llamado Unión Democrática Nacionalista (UDN). Este papel del PC demostraría una vez más, ser nefasto para los movimientos revolucionarios, sobre todo cuando las masas, a pesar de ser engañadas por su dirigencia, instintivamente se ponen a la cabeza de la lucha de clases: “Esta aguda polarización condujo a la crisis total de la junta cívico-militar, reflejada en disolución de su gabinete a principios de este año.
A pesar del apoyo del Partido Comunista Salvadoreño al golpe de estado, la burguesía no logró establecer un gobierno aunque fuese poco estable. El intento por contener la movilización de las masas con la participación de la Democracia Cristiana, del MNR y del PC en la Junta, fue un fracaso, frente a la radicalización del movimiento de masas y a la extremada polarización entre las clases. El PC, así como el MNR, optó por retirarse del gobierno. Hoy la junta cívico-militar solo cuenta con la DC sometida inclusive a importantes contradicciones internas.” (Ídem). En esos momentos una política consecuente debía pasar por la movilización permanente de los trabajadores y campesinos para preparar la caída de la junta militar: “La tarea inmediata y urgente de la clase obrera y las masas salvadoreñas es preparar las condiciones para que las luchas confluyan hacia una gran huelga general insurreccional que voltee a la Junta Cívico Militar.” (Ídem.)
Continuaron las movilizaciones
El descontento popular continuó, las masas, a pesar de las promesas de la Junta Militar continuaron movilizándose, a pesar del papel entreguista de la dirigencia del PC salvadoreño. A tal grado, que se estableció una Coordinadora Nacional que fue constituida por las organizaciones más importantes que estaban dando la lucha en las calles (BPR, FAPU, UDN, LP-28). Las constantes movilizaciones, los ataques a guarniciones del ejército y la presión de las masas llevaron al colapso de la primera Junta Militar, la cual se cimentaba en el poder más por la pasividad del PC y otras organizaciones populares que confiaban en la Junta, y creían que los problemas sociales se pueden resolver en el marco de la colaboración entre las clases sociales que son antagónicas. En cierto sentido, podemos decir, que las condiciones estaban maduras para la revolución en el Salvador, pero la falta de dirección dejó vivir a una Junta Militar que estaba dividida y tambaleante.
El 22 de enero se realizó una marcha en la que participaron alrededor de 200 mil personas; esta marcha fue reprimida fuertemente por la segunda Junta Militar. En adelante la Junta Militar logrará sobrevivir hasta 1982, año en que se realizan elecciones y la tercera Junta Militar es sustituida por un gobierno “civil”. Así fue como la revolución salvadoreña estuvo a punto de alumbrar, pero fue abortada por el papel entreguista del PC salvadoreño, y por qué no decirlo, el papel pasivo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que miró los toros desde la barrera y dejó a la revolución salvadoreña a su suerte, sin imaginar que en El Salvador se jugaba el futuro de la revolución centroamericana y de la misma revolución sandinista.


Por Maximiliano Cavalera.

Pocos personajes históricos están tan relacionados con la Historia de Centroamérica como José Francisco Morazán. Relatar su vida es contar la corta existencia política del Estado Federal Centroamericano. Su nacimiento, auge y caída coinciden con la gloria y derrota de Morazán, quien terminó siendo asesinado en San José de Costa Rica, el mismo día en que se celebraba la independencia de las cinco naciones centroamericanas. En este mes de septiembre, conmemoramos la memoria de uno de los personajes más importantes en la historia de Centroamérica, que hasta el día de hoy, es símbolo de la tan anhelada Unión de la Nación Centroamericana.

La independencia

Por esas ironías de la historia, Francisco Morazán fue fusilado el mismo día en que se dio la independencia de los Estados Centroamericanos. Un 15 de Septiembre de 1821 las autoridades criollas de Centroamérica, que pertenecían al mismo andamiaje por el que gobernaba la corona española, declararon la independencia. Este acto fue uno de los mas peculiares de la historia de las independencias y terminaría moldeando el futuro de la nación centroamericana, sobre todo porque nuestra independencia significó la continuidad de las autoridades que gobernaban junto a la corona Española: “las luchas por la independencia en esta Capitanía General fueron siempre brotes aislados de una élite intelectual, criolla o mestiza las que no lograron articular una insurgencia popular a largo plazo” (La anarquía en Centroamérica, Edelberto Torres Rivas). Las contradicciones fueron tan grandes, que al mismo tiempo que se declaraba la independencia, las autoridades coloniales, temiendo a las masas y presionadas por Iturbide se anexaron al plan de Iguala que intentaba instaurar una monarquía constitucional en México.

19 años antes, el 3 de Octubre de 1792 en la ciudad de Tegucigalpa, que en aquel entonces era parte de la intendencia de Comayagua supeditada políticamente a la Capitanía General de Guatemala, nació José Francisco Morazán. Proveniente de una familia criolla acaudalada dedicada a la agricultura y el comercio, su padre se llamaba Eusebio Morazán Alemán y su madre fue Guadalupe Quezada Borjas. El oscurantismo que dominaba aquella época fue vivido por la familia de Morazán; había pocas posibilidades de educarse, salvo con la instrucción de los frailes o sacerdotes. Algunos historiadores dicen que las ideas liberales de la ilustración fueron absorbidas por Morazán en la biblioteca de su tío político Dionisio Herrera. Lee textos de  Montesquieu, Rousseau, y fue cautivado por la gran Revolución Francesa.

En el período de la independencia, Morazán trabajaba en el ayuntamiento de Tegucigalpa como secretario de Narcio Mallol. Como ya mencionamos, este proceso fue tan singular que: “el tránsito de la colonia a la Republica se hiciese pacifica y sorpresivamente, a través de una virtual declaración formal que dejó intacta, incluso en la persona física del último Capitán General y primer jefe del Estado, la estructura administrativa de la colonia”. Es decir, el andamiaje político y las personas por las cuales la corona española gobernaba Centroamérica quedaron intactos.

La inmediata anexión a México despertó fuertes discusiones entre liberales y conservadores, y en los cinco Estados que componían la nación se enfrentaban las principales ciudades. En Honduras, las autoridades de Comayagua se pronunciaron a favor de la anexión en contra de Tegucigalpa que se opuso. Morazán luchó del bando de Tegucigalpa y así inició su carrera militar. La anexión se impuso por un corto período, y al ser derrotado en México el proyecto de monarquía constitucional, se proclamó en Centroamérica las Provincias Unidas del Centro de América. En Honduras, Morazán acompañó a su tío político, el jefe de Estado Dionisio Herrera, siendo nombrado presidente del Consejo Representativo.       

La guerra civil centroamericana

La segunda independencia de Centroamérica le ponía nuevamente a la oligarquía liberal y conservadora la tarea que había rechazado con la anexión a México, construir un Estado en que albergase a la nación centroamericana. El debate navegaba entre un Estado federal inspirado por la constitución norteamericana con una mescolanza extraña con las instituciones creadas por la constitución de Cádiz, alternativa que era promovida por las fuerzas liberales. Por el otro lado estaba la corriente centralista, que buscaba crear un gobierno que centralizara el actuar económico y político de la Unión con un poder centralizado. Las ideas liberales triunfaron en la constituyente y Manuel José Arce fue electo como presidente de la Federación.

A los pocos días Arce traicionó a los liberales y tomó partido por los conservadores, dejando a los conservadores con el control del poder federal. El debate entre el centralismo y la federación también sería vital para la vida de Centroamérica. En el aspecto político la constitución federal mezclada con las instituciones de la constitución de Cádiz haría imposible crear un andamiaje que permitiera la igualdad entre los Estados, teniendo en la realidad más poder los Estados con mayor cantidad de población, en este caso Guatemala y el Salvador. Por otra parte la población miraba con mucho recelo la centralización ya que veían en ésta el despotismo, los impuestos y la burocracia del tiempo de la corona.

El presidente del gobierno federal Manuel José Arce intentó disolver el Congreso Federal. Para realizar esto convocó una reunión en Cojutepeque el 10 de octubre de 1826, intentando elegir un nuevo Congreso. Dionisio de Herrera, jefe de Estado de Honduras se opuso a estas acciones. Arce envió a Justo Milla al mando de 200 soldados a tomar Comayagua. Logró capturar a Herrera para enviarlo prisionero a Guatemala. Al ser capturado Herrera, Francisco Morazán intentó tomar fuerzas en Tegucigalpa. Estas tropas fueron derrotadas y Morazán fue capturado y trasladado a Tegucigalpa. Logró escapar y huyó a El Salvador, donde intentó asilarse en México. En su estadía, Mariano Vidaurre lo convenció de trasladarse a Nicaragua, en donde el Jefe de Estado Cleto Ordoñez le podría dar apoyo militar. Estando en la ciudad de León, Cleto Ordoñez le proporcionó armas y 135 soldados que se unirían a las tropas salvadoreñas del coronel Zepeda y un grupo de voluntarios provenientes de Choluteca.

El coronel Justo Milla salió al encuentro de las tropas de Morazán y fue derrotado en la celebre batalla de la Trinidad para luego marchar a Comayagua en donde dejaría establecido a Miguel Eusebio Bustamante como jefe de Estado. El decreto en que se eligieron los nuevos senadores y autoridades del Estado Federal creó descontento en todo el liberalismo y Francisco Morazán fue llamado a El Salvador para combatir contra las fuerzas federales en manos conservadoras.

Marzo de 1827 fue la fecha en que el ejército de El Salvador envió tropas rumbo a Guatemala a derrocar al gobierno de Arce. El 23 de Marzo las tropas salvadoreñas fueron derrotadas por las fuerzas federales comandadas por el propio presidente Arce. Al derrotar a las fuerzas salvadoreñas, el presidente Arce ordenó al general Manuel Arzú marchar con 2,000 soldados a tomar El Salvador. En abril de 1828 Morazán junto a soldados nicaragüenses, hondureños y salvadoreños marcharon hacia El Salvador a combatir a las fuerzas federales. El 6 de julio, en la hacienda Gualcho, derrotó a las fuerzas federales del coronel Vicente Domínguez. El 23 de octubre las tropas de Morazán entraron en San Salvador habiendo derrotado a las fuerzas federales. Luego, preparó la invasión para tomar la capital de Centroamérica.

El 12 de abril de 1829 Mariano Aycinena capituló como jefe de Estado de Guatemala. Al año siguiente Morazán fue electo presidente de los Estados Centroamericanos tomando posesión el 16 de Septiembre de 1830. Desde esa época, Morazán gobiernó intentando hacer reformas, luchando por cambiar las estructuras del régimen político que consideraba atrasadas.

Luchó contra la iglesia y por instaurar la educación laica. Desgraciadamente, el período de reformas de Morazán no pudo cimentar el Estado Centroamericano; al final, para poder crear el Estado Centroamericano, Morazán debió chocar no solo con la oligarquía conservadora, sino a la misma oligarquía liberal, y desgraciadamente no pudo completar la tarea histórica.

Las burguesías de cada Estado decidieron regresar cada quien a su propio feudo dejando como arengas anuales la difunta patria centroamericana: “mas allá del enfrentamiento de tales banderías políticas y de la más aparente que real disyuntiva presentada entre criollos y mestizos, está presente la contradicción entre el latifundio religioso aliado a la burocracia colonial y a la aristocracia terrateniente frente a los intereses de un nuevo sector de propietarios de tierras, que pugnaban por un nuevo reparto y mayores oportunidades productivas, junto a los cuales estaba el grupo de profesionales e intelectuales ilustrados receptores de la influencia de la Revolución Francesa y del liberalismo inglés.” (Ídem) 

Exilio y fusilamiento en Costa Rica

Derrotado por el general Carrera, Morazán abandonó El Salvador y fue a refugiarse a la población panameña de David (Chiriquí), que en esa época era parte de Colombia. El 13 de abril de 1842, las fuerzas de Morazán entraron en la ciudad de San José, Costa Rica, estableciendo un gobierno. Posteriormente, el 11 de septiembre de 1842 estalló en Alajuela un movimiento contrarrevolucionario contra el gobierno de Morazán, logrando derrocarlo y capturarlo. Morazán fue finalmente fusilado el 15 de septiembre de 1842

En su testamento Francisco Morazán escribió: “que mi amor a Centroamérica muere conmigo”. Pero pasados 170 años del asesinato de Morazán, desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) declaramos que el amor por Centroamérica subsiste todavía en toda una camada de revolucionarios que consideramos que la lucha por la unidad en Centroamérica, pasa en nuestro tiempo por la lucha contra la burguesía e imperialismo que nos han dividido y separado por más de 150 años.

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