Por Armando Tezucún

El período de diez años que abrió revolución del 20 de octubre de 1944 es el principal punto de referencia histórico de la izquierda guatemalteca, en especial el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán (marzo 1951-junio 1954). Por esta razón es importante discutir sobre la naturaleza, logros y errores del período.

Las transformaciones sociales a partir de la revolución del 44

Cuando el gobierno despótico de Jorge Ubico y el de su sucesor Ponce Vaidés fueron derrocados en 1944, la economía guatemalteca se encontraba estancada y su base la constituían las plantaciones de café destinado a la exportación, pertenecientes a la oligarquía terrateniente. Esta oligarquía usaba formas semiserviles de explotación de la mano de obra campesina, predominantemente indígena.

La industria y la clase obrera eran casi inexistentes. Una fábrica de cerveza, otra de cemento, algunas empresas textiles conformaban la escasa industria nacional, junto con pequeños talleres artesanales. La principal fuente de trabajo asalariado se centraba en las empresas pertenecientes a la United Fruit Company, como los ferrocarriles, las plantaciones bananeras y la empresa de energía eléctrica, junto con los servicios públicos.

Esto cambió después de octubre del 44. La vanguardia de la revolución la constituyeron elementos de la pequeña burguesía: estudiantes, maestros, profesionales, algunos oficiales jóvenes del ejército, etc. que arrastraron tras de sí a las amplias masas ansiosas de un cambio democrático.

Elementos de estos sectores, al amparo de las nuevas condiciones de libertad y democracia que trajo la revolución y de las nuevas reglas de la economía (abolición de las formas monopolísticas de producción, abandono de las prácticas conservadoras de Ubico para mantener la estabilidad monetaria, abolición de sistemas semiserviles de explotación, nuevas políticas salariales y de distribución del ingreso que ampliaron el mercado interno, etc.), empezaron a convertirse en una nueva burguesía comercial e industrial al amparo de las posiciones de poder político de que gozaban. En 1948 de instalaron 14 nuevas industrias y se concedieron 23 licencias para explotación minera; en 1949 fueron 36 las nuevas industrias y en 1950, 56, todas surgidas bajo el auspicio de la Ley de Fomento Industrial.

Ascenso de las luchas obreras y campesinas

A la par de esta nueva burguesía surgió una nueva clase obrera que aprovechó las libertades otorgadas por la revolución y posteriormente los derechos conferidos por el recién estrenado código del trabajo (promulgado durante el primer gobierno de la revolución, de Juan José Arévalo, en 1947). Pronto surgieron los primeros sindicatos y las primeras huelgas por reivindicaciones salariales. Doce días antes de la toma de posesión de Arévalo se desató la primera huelga de obreros agrícolas. En el mismo período se da una huelga de trabajadores del calzado y otra de obreros de las panaderías. Incluso una huelga de trabajadores de artes gráficas paralizó la elaboración de propaganda impresa de los partidos políticos en vísperas de las elecciones presidenciales de diciembre de 1944. Todas estas huelgas exitosas fueron por mejoras salariales.

Después de la caída de Ubico y antes de octubre del 44 una gran variedad de trabajadores se empezaron a organizar para luchar por mejoras salariales: pilotos automovilistas, empleados de cine, trabajadores de los muelles, empleados de comercio, obreros de fábricas de calzado, panaderos, trabajadores de aserraderos, de fábricas de muebles, tipógrafos, trabajadores de hilados y tejidos, obreros de los ingenios azucareros y de las plantaciones bananeras de la UFCO.

En el campo, a inicios de 1945 se realizó la huelga de trabajadores de la compañía agrícola en Tiquisate, Escuintla, en la que los obreros pidieron aumento salarial hasta de un 100%, mejoras en salubridad, vivienda, etc. Los trabajadores fueron reprimidos, intervino el ejército y 14 trabajadores fueron detenidos.

La organización paulatina de los trabajadores y sectores populares dio como resultado el surgimiento de la Confederación de Trabajadores de Guatemala y su aliada Confederación Nacional Campesina. En 1949 fue fundado el Partido Guatemalteco del Trabajo, de orientación estalinista, en el cual militaban los principales dirigentes sindicales.

Polarización de intereses en el seno de la revolución  

Durante el período de gobierno de Arévalo se dio una paulatina diferenciación de intereses dentro de las fuerzas que realizaron la revolución. Como sucede en toda revolución democrático burguesa, la base popular del movimiento revolucionario al inicio sigue a los líderes burgueses o pequeño burgueses, pero en el curso de los acontecimientos va adquiriendo poco a poco consciencia de sus intereses y cada vez con más fuerza empieza a enarbolar sus propias reivindicaciones, que chocan con los límites que la dirigencia burguesa o pequeño burguesa quiere imponer a la revolución.

La oligarquía terrateniente fue la primera en oponerse a las medidas de la Junta Revolucionaria de Gobierno y luego a las del gobierno de Arévalo, pues sus intereses fueron gravemente afectados, junto a los de la imperialista UFCO.

La naciente burguesía que crecía al amparo de las transformaciones revolucionarias, pronto empezó a tornarse asustadiza y temerosa ante el auge organizativo del movimiento obrero-campesino. Los antiguos revolucionarios que invirtieron en negocios empezaron a identificarse cada vez más con la burguesía incipiente de los últimos años del régimen de Ubico e incluso con la vieja clase terrateniente derrotada.

La polarización se agudizó con la llegada de Árbenz al gobierno. La campaña orquestada por el imperialismo y la oligarquía terrateniente contra Árbenz, basada en el temor al “comunismo", encontró fuerte eco en estos nuevos empresarios, que al final terminaron apoyando la contrarrevolución.

El gobierno de Arbenz

El objetivo del programa de gobierno de Árbenz era modernizar la economía de Guatemala dentro de los marcos del régimen capitalista. Para ello la primera medida sería erradicar los restos de relaciones semiserviles que quedaban en el agro y por medio de una reforma agraria, aumentar los ingresos de la población del campo; esto formaría un mercado interno que nutriría el surgimiento de una industria nacional fuerte.

Para romper con el dominio que tenía el capital imperialista sobre los puertos, el ferrocarril y la energía eléctrica, Árbenz se propuso crear un puerto nacional en el Atlántico, la construcción de una carretera al Atlántico, y la construcción de la planta hidroeléctrica nacional Jurún Marinalá.

La base de apoyo del gobierno de Árbenz eran los partidos de la pequeña burguesía radicalizada y de empresarios progresistas. Tuvo el apoyo incondicional del PGT y las centrales sindicales dirigidas por éste.

El PGT consideraba que la revolución guatemalteca debía consistir en la eliminación de las trabas que imponían las relaciones simifeudales del campo y las compañías imperialistas al desarrollo de una economía capitalista moderna. El PGT debía luchar por un gobierno amplio integrado por la clase obrera, los campesinos, el sector patriótico de la burguesía nacional y la pequeña burguesía, en el cual el proletariado paulatinamente conquistaría la hegemonía en virtud de su mayor organización y consciencia política.

Esta visión de la toma del poder como un proceso evolutivo fomentó en los obreros y campesinos guatemaltecos la fe en las instituciones de la democracia burguesa, en primer lugar, en el ejército.

La polarización iniciada a finales del gobierno de Arévalo se agudizó con las primeras medidas tomadas por el de Árbenz, en especial por la implementación de la reforma agraria en 1952. La oligarquía terrateniente y la imperialista UFCO, principales afectadas, extremaron la campaña de desprestigio nacional e internacional contra el gobierno.

La caída de Árbenz

El ascenso del movimiento popular y el apoyo a las reivindicaciones campesinas por parte del movimiento obrero organizado dieron a la reforma agraria, pensada para estimular el desarrollo capitalista, un contenido que amenazaba rebasar los límites deseados por la burguesía nacional. La nueva burguesía, a medida que el proyecto revolucionario se radicalizaba empezó a renegar de su propio proyecto y buscó alianza con los terratenientes y el imperialismo, temerosa de que las fuerzas populares desatadas se volvieran contra el capitalismo y la dominación burguesa.

El hecho de que el proletariado y el campesinado guatemaltecos eran jóvenes y sin experiencia, aunado a que sus líderes no fomentaban su independencia como clase, sino más bien promovían la confianza en las instituciones, partidos y líderes burgueses, permitió que el enfrentamiento se diera en condiciones desfavorables a la revolución.

La alianza burguesía, terratenientes e imperialismo compró las voluntades de los mandos del ejército. Cuando el grupo armado contrarrevolucionario de Castillo Armas invadió el territorio nacional, el “ejército de la revolución” no opuso resistencia, salvo escasas excepciones. Las organizaciones campesinas y obreras, educadas en la confianza en el ejército y no en la creación de sus propias milicias armadas, escasamente pudieron enfrentarse a los reaccionarios y en los casos en que lograron hacerlo, magramente armados, fueron masacrados.

La derrota de la revolución democrática en 1954 dio paso a un período de gobiernos autoritarios y militares, y al surgimiento de la lucha armada guerrillera, que condujeron a 36 años de enfrentamiento armado interno.

Por Carlos A. Abarca V

INTRODUCCIÒN

Los Estados nacionales configurados después de la Federación Centroamericana, compartieron una matriz histórica común de la que emergió el capitalismo agroexportador a mediados del siglo XIX. Cualesquiera hayan sido las diferencias y similitudes regionales, el período colonial legó las estructuras económicas y sociales que fueron subordinadas a un nuevo “pacto” internacional de producción y comercio exterior sustentado en la acumulación y reparto de la plusvalía para la reproducción privada y pública del capital.

En consecuencia, estas sociedades evolucionaron hacia el predominio de relaciones de producción capitalistas y el antagonismo histórico entre el proletariado y fracciones de la burguesía. Pero, además, sus sistemas productivos progresaron, arrastrando las contradicciones de origen colonial entre las clases dominantes locales y los intereses transnacionales de las monarquías colonialistas que se transformaron en el siglo XIX, en regímenes de dominación burguesa con economías de mercado.    

Las decisiones de los gobiernos para impulsar la agricultura de exportación y explorar o habilitar sus territorios, el desarrollo de las inversiones de capital extranjero y los cambios demográficos, trastrocaron los modos de tenencia de la tierra en perjuicio de la propiedad de indígenas, campesinos y agricultores. El intercambio internacional de productos agrícolas por manufacturas y bienes de capital supeditó los cultivos tradicionales de consumo familiar y comercio interno a la agricultura para exportación. Después de 1860 ya era perceptible el empobrecimiento de diversos sectores de la población y el abandono de los campos por numerosas familias de labradores.

En las villas y ciudades decayó la elaboración y comercio de textiles, medio de trabajo de miles de indígenas y mestizos. Los gremios por oficios se desintegraron porque se anularon las ordenanzas que protegían a las corporaciones y debido a la importación de mercancías. En las ciudades más pobladas, buen número de oficiales y aprendices de oficios se convirtió en obreros asalariados de talleres. Estos obrajes pasaron a ser propiedad de maestros de oficios o de inmigrantes europeos que traían experiencia comercial y dinero para comprar fuerza de trabajo, maquinaria liviana y herramientas.  

Hubo, pues, alguna similitud con el “esquema clásico” de transición de la economía del “antiguo régimen” al modo de producción capitalista. Aunque en Centroamérica estos cambios no condujeron a la fase industrial, sí fueron imprescindibles para la acumulación interna de capital y la formación de los primeros empresarios que, solos o asociados con comerciantes y prestamistas, organizaron la producción y exportación de los cultivos agrícolas que articularon estos países al capitalismo occidental.        

Entre 1880 y 1914 surgieron otros procesos. El auge de las agriculturas de exportación quedó condicionado por la expansión de Estados Unidos en el Istmo y el Caribe, una vez resuelta “la regionalización del mercado internacional y la competencia con las potencias comerciales. El paso de las economías de subsistencia a “economías tropicales de exportación” reforzó el comercio exterior y creó un grupo empresarial con alianzas políticas locales y nexos con comerciantes extranjeros que abrieron camino a una nueva participación en el mercado mundial”. Tal fue la importancia estratégica del capital norteamericano, pues condujo al sometimiento de la región al imperialismo “geopolítico” que se configuró dos décadas antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. (Quesada, M. 2002: 64-66).

En ese contexto, este artículo propone los siguientes objetivos:

1.       Conocer los procesos de constitución del proletariado centroamericano en el marco del legado colonial, la formación de economías de exportación y el surgimiento del imperialismo.

2.       Ubicar algunas manifestaciones de conflicto y protesta laboral del proletariado centroamericano como experiencias de lucha de clase frente a la explotación salarial y la pobreza.

3.       Relacionar las luchas proletarias y las primeras uniones de trabajadores como procesos que incidieron en la irrupción del movimiento obrero centroamericano.

II.   FORMACIÓN HISTÓRICA DEL PROLETARIADO

Existe bastante consenso entre historiadores, en que el desarrollo del proletariado en Centroamérica devino de causas como la expulsión de los indígenas y campesinos de sus tierras, la concentración de población en las ciudades, la ruina de los artesanos debido al libre comercio de manufacturas con Europa, la expansión de la agricultura comercial y el auge de las inversiones extranjeras en la época del imperialismo.

Para Costa Rica, en 1940 Rodrigo Facio estimó que la proletarización comenzó con la introducción del sistema de beneficio húmedo del café, a finales de 1830. En 1966, Moretzohn de Andrade consideró que el fenómeno tomó perfiles claros, entre 1820 y 1830 con el inicio de la conversión de la tierra en mercancía. Carlos Meléndez sugirió que el trabajo por jornal comenzó en el siglo XVIII con la formación forzada de las villas del Valle Central. (Churnside, R. 1985: 233 y 275). Los tres autores consideran que la proletarización de los trabajadores y el despegue de economías de exportación formaron parte de un mismo proceso histórico y estructural.    

La apropiación privada de la tierra afectó a los indígenas y en menor grado a la Iglesia. En Costa Rica se desencadenó entre 1833 y 1849. En el Salvador, en el lapso 1878-1882 se lanzó al mercado el 25% de la superficie. En 1881 se abolieron las comunas indígenas y hubo revueltas en Izalco y Atiquizaya en 1884; y en Santa Ana en 1885, 1889 y 1898. En Guatemala, en 1887 Justo R. Barrios abolió el censo enfitéutico y remató las tierras arrendadas a los indígenas y forasteros. En Nicaragua, el gobierno de Pedro Joaquín Chamorro legisló en perjuicio de ejidatarios, comuneros e inquilinos de tierras públicas. En 1881 hubo insurrecciones indígenas en Matagalpa. En 1906, otra ley similar generó nuevas rebeliones en las cuales hubo destrucción de casas, quema de cosechas y plantaciones.    

Las relaciones sociales heredadas de la colonia se transformaron con la introducción de nuevos reclutamientos de fuerza de trabajo. En todos los países, excepto honduras, las haciendas de café generalizaron el trabajo asalariado. Peones, jornaleros y cosecheros provenían de minifundios familiares, de la población desprovista de tierra en las villas y de pueblos de indios. El trabajo asalariado se impuso con celeridad en El Salvador y Costa Rica. Los pobladores salvadoreños sin tierras se empleaban como obreros estacionales. En Nicaragua y Guatemala funcionó, además, el colonato o el usufructo de un pedazo de tierra por salario.

Para los sectores proletarizados, no siempre hubo libertad de contratación pues se utilizó el reparto de brazos entre hacendados, conocido como “los mandamientos” y ejecutados por la policía del Estado; las “habilitaciones” o adelantos de salario; el pago de deudas con trabajo; el trabajo como castigo para indígenas rebeldes, prisioneros, huérfanos, prostitutas y “vagos”. Estos métodos estuvieron activos en Guatemala y Nicaragua, hasta la primera década del siglo XX. (Samper, M. 1993: 54-92).

La proletarización de la mano de obra se desarrolló en otros ámbitos productivos y comerciales. Desde la colonia, las gentes que no tenían tierra, ni medios económicos y gozaban de libertad individual eran empleadas por patronos, cofradías o instituciones y recibían algún dinero como salario. Pero la inversión en salarios en la producción, comercio y prestación de servicios fue más excepción que la costumbre. Los maestros dueños de talleres y tiendas de artesanías sí tenían que pagar a los oficiales y reconocían salarios menores a los aprendices después de cierto tiempo de enseñanza y experiencia.

En ese estrato de población se gestó también la proletarización o la dependencia de un salario como único medio de subsistencia en una economía mercantil. Sobre todo, en tiempos de escasez o por la falta de materias primas, despidos, desocupación a causa de reducción de la demanda o por el cierre de los talleres ante la importación de manufacturas. Desde 1775 el libre comercio arruinaba a muchos tejedores.

“En el seno de esa capa social (de artesanos) se formaron los primeros obreros guatemaltecos. Ciertos talleres o pequeñas fábricas no artesanales que empleaban mano de obra asalariada para producir mercancías como lo fueron los molinos, las panaderías y los telares grandes, explotaron a los primeros obreros en unas relaciones de producción semejantes a las de los talleres manufactureros de las ciudades europeas de la baja Edad Media, salvadas las diferencias (…) Pero no configuraron todavía un embrión de proletariado” (Martínez P. 1983: 299).

La estructuración del proletariado latinoamericano como clase social, comenzó a perfilarse claramente a fines del siglo XIX. “La formación de los primeros y grandes conglomerados de obreros solamente fue posible gracias a las necesidades de fuerza de trabajo que produjeron las construcciones de líneas ferroviarias, apertura de las comunicaciones, transporte mecánico, las explotaciones mineras, frigoríficos, puertos y el avance de industrias como la textil”. (Guerra y Prieto.1979:3-4).

De ahí la importancia de otro cambio estructural. “El período de la inserción real al mercado mundial, en términos de economía-mundo, para el caso centroamericano presenta tres aspectos esenciales. Entre ellos: La inversión privada indirecta cede ante la inversión privada directa; lo que significa que los empresarios extranjeros deciden contratar la fuerza de trabajo local para expandir sus inversiones. La fuerza de trabajo centroamericana pasa así a formar parte del proceso de internacionalización de la ley del valor-trabajo, y por supuesto de la extracción de plusvalía a escala mundial (…) Esta es la época también del despegue del movimiento obrero en nuestros países (…) y de su preparación para las luchas antiimperialistas. (Quesada M. 2002: 129-130).

III. EJES DE EXPLOTACIÒN MASIVA DEL PROLETARIADO

  1. MINERÍA Y FERROCARRILES

Las concentraciones masivas de trabajadores asalariados surgieron con la minería y los tendidos ferroviarios al Atlántico y el Pacífico. Hacia este litoral, porque el cambio de las actividades comerciales centroamericanas se debió, en parte, a la construcción del Ferrocarril de Panamá entre 1850 y 1855. (Quesada M. 2002:100). La “fiebre del oro” impulsó la construcción del ferrocarril para abaratar el transporte de maquinaria, hombres y mineral entre California y el este de Estados Unidos. Para ello contrataron 7.000 inmigrantes provenientes de Europa, el Caribe y Asia; entre estos, más de 1.000 obreros chinos de los cuales muchos se suicidaron. (Navas L. 1979:60).

En Honduras, el mismo año 1850 se trazó otro ferrocarril de Puerto Cortés al Golfo de Fonseca para activar la extracción de oro y plata. El gobierno firmó el contrato en 1853 con el representante de USA para Centroamérica, Ephrain Squiere y los trabajos se iniciaron en 1866. Entre 1867 y 1870 se negociaron cuatro empréstitos británicos por 6 millones de libras. En 1869 operaban 91 km. de vía entre Puerto Cortés y San Pedro Sula. Ese año se inauguró el ferrocarril transcontinental en Estados Unidos y en 1873 se suspendió la obra en Honduras. Entre 1870 y 1892 el gobierno extendió las líneas, hasta Pimienta. http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php//article//435

El 2 de diciembre de 1879 se fundó la New York and Honduras Rosario Mining Co. para explotar las minas de San Juancito y Valle de los Ángeles. Entre los accionistas figuran el Presidente hondureño Marco A. Soto, y W. Valentine. En 1880 se aprobó el Código de Minería, se designó a Tegucigalpa como capital y la carretera al Puerto de Amapala se convirtió en gran arteria vial. A fines de ese año la plata representaba el el 50% de las exportaciones. (Taracena A. 1993:192). Pero el transporte entre la capital y las minas se hacía a lomo de mulas hasta Tegucigalpa y ahí se cargaba el mineral en carretas para llevarlo al Golfo de Fonseca. En 1903 y entre 1912 y 1920, el gobierno asumió el control de 96 Km. del Ferrocarril Nacional de Honduras, ante el fracaso de negociaciones con financistas norteamericanos.

Las economías de Centroamérica disfrutaron bonanza comercial y financiera en los años 1857, 66, 73, 82, 90 y 93. En Nicaragua, la crisis de 1866 favoreció el cultivo de algodón, por el repliegue de los Estados Unidos. Con la revolución industrial, los tintes naturales se sustituyeron en el comercio exterior por productos agrícolas. El cambio originó un sector empresarial aliado a la expansión de capitales británicos en finanzas, seguros, ferrocarriles, transporte marítimo, minería, agricultura y urbanismo. Estados Unidos se expandió en la región, después de 1870. (Quesada M. 2002:131-133). Las potencias europeas quedaron fuera del mapa caribeño y centroamericano después del Tratado Hay-Pauncefote, firmado en 1871.

El siguiente ciclo minero aparece con el ingreso de compañías extranjeras, extractivas y especulativas. En Costa Rica se ubicaron tres, entre 1872 y 1889, en los Montes del Aguacate y la Cordillera Tilarán-Abangares. En Honduras cinco empresas, entre 1883-1912. En Nicaragua nueve, entre 1875 y 1911, y otra en 1921. En el Salvador una, en 1899. Entre 1872 y 1912 operaban en la región 17 empresas mineras. En la rama eléctrica se establecieron dos compañías en Costa Rica. En banca y finanzas, seis; en inversiones agrícolas seis, de origen inglés y alemán, en Guatemala. (Quesada M .2002:185). La inversión extranjera en El Salvador fue la menor, después de Nicaragua y no hubo enclaves mineros, ni bananeros. (Menjívar, R. 1982:30).

Inglaterra tuvo el control ferroviario entre 1860 y 1890. En 1857 se fundó la empresa Honduras Interoceanic Railway Co. Ltd. “Entre 1867 y 1870 el gobierno contrató cuatro empréstitos por 6 millones de libras. Se levantaron 50 millas y hubo que renegociar la deuda. En Costa Rica, el gobierno firmó cuatro contratos ferroviarios entre 1884 y 1900; en Honduras seis, entre 1902 y 1920. (García B. 1997:44-50). En esos años se formaron la Costa Rica Railway Co., en 1886, la northern Railway Co., la Interoceanic Railroad of Guatemala en 1878, La Pacific Railway of Nicaragua en 1882 y la Salvador Railway Co., en 1886. (Quesada M. 2002:141)

Costa Rica inició en 1871 la construcción del ferrocarril a Limón, en el Atlántico. En 1876 se levantó un tramo entre San Salvador y Santa Tecla, y en 1882 se inauguró el Ferrocarril Nacional. En Nicaragua, en 1878 se construyeron las líneas al Pacífico. Las obras ferroviarias iniciaron en Guatemala en 1880 y al cabo de ocho años concluyó el trazado de 219 Km. que unía los litorales, hasta unos 89 km. de la capital. Otra línea comunicó la capital con el puerto de San José, en el Pacífico. (Ellis F. 1983-37).

En Nicaragua y El Salvador los ferrocarriles unían zonas cafetaleras del Pacífico con los puertos occidentales. En Honduras, Costa Rica y Guatemala se trazaron muchos ramales clandestinos entre distritos o divisiones bananeras y las líneas centrales a los muelles y puertos. Se levantaron ferrocarriles a través del Istmo por la necesidad de unir regiones agroexportadoras con puertos y ramales. Y líneas internacionales entre El Salvador y Guatemala, y, entre este país y México. (Samper M., 1993: 45-47).

Los gobiernos centroamericanos entregaron a capitalistas ingleses, norteamericanos y alemanes el manejo casi total de los fondos de inversión. Cedieron la administración y fiscalía de servicios públicos; renunciaron a sus derechos al exonerar a las bananeras, incluso de los impuestos por establecer; los intereses económicos se ventilaban en el mercado con intervención del Estado; las finanzas gubernamentales dependieron de empréstitos con las empresas y las injerencias de gobiernos norteamericanos. Las presiones de las corporaciones adquirieron autonomía, facilitada por las alianzas con grupos económicos y políticos de cada uno de los países. (García B. 1997: 19-27).

  1. LOS ENCLAVES BANANEROS

El siguiente eje de explotación del proletariado surgió con los enclaves bananeros. “El comercio mundial de la fruta se inició en Jamaica, en junio de 1870 cuando algunos productores vendieron al Capitán Barker los primeros racimos cuya colocación en New Jersey produjo una utilidad del 100% por racimo y el negocio atrajo inversionistas”. Pero en Centroamérica, los cultivos y exportaciones originales fueron emprendidos por inmigrantes del Caribe y unos pocos productores locales.

En Honduras, desde 1860 las cosechas y el embarque se ubicaban en Roatán y la fruta era vendida en Nueva Orleans. En Costa Rica, el cultivo comercial surgió en la década 1880-1890. Ese año había 780 plantaciones de productores. En Guatemala, el cultivo tuvo un comienzo similar, a partir de 1893.En Nicaragua, se iniciaron en Bluefields, en 1885. En Panamá había doce productores en 1896, dueños de fincas en Bocas del Toro. (Torres R. 1973:99-105; Posas M. 1993:111-117; Ellis F., 1983:35-39).

Veinte años atrás, Minor Cooper Keith probaba con ojo mercantil el cultivo de cepas de bananos en fincas ubicadas en Colombia y Panamá. En Costa Rica sembró semilla a ambos lados del ferrocarril y en 1873 invirtió en plantaciones en Zent y Matina. Casado con la hija del Expresidente Castro Madriz, en 1882 arrendó la Costa Rica Railway Co. y dos años después firmó el Contrato Soto-Keith.

Con dominio del ferrocarril, procedió a asociarse con tres empresas norteamericanas productoras y comercializadoras de banano y en marzo de 1899 fundaron en Boston la United Fruit Co. (UFCo.) El comercio no era entonces un monopolio, pues en Estados Unidos había entre 1870 y 1899 unas 114 compañías distribuidoras de fruta. En 1890 se desató la concentración y centralización de capital. En 1900 solo quedaban 22 comercializadoras y las dos mayores se fusionaron con la UFCo. (Ellis F. 1983:40)

La constitución de la UFCo., delimita la fase 1900-1930 de la historia de la económica del banano en Centroamérica. La propiedad de tierra en poder de la compañía en los cinco países, alcanzó la cifra cercana a un millón y medio de hectáreas, en 1930. El dominio equivale al 28% del área de Costa Rica y el 19% de Panamá. Ese año era dueña o arrendaba 2.500 km. de líneas ferroviarias y poseía 90 barcos para un control casi exclusivo del transporte marítimo de fruta. (Ellis F. 1983:46-48).

En 1900 la UFCo vendió el 75% del volumen total de racimos importados por Europa y Estados Unidos. En abril 1899 había comprado siete compañías comerciales de fruta en Honduras y Panamá. En este país se había instalado en Bocas del Toro y desde 1910 contrató en la zona a gran número de obreros nicaragüenses, hondureños y costarricenses. Clausuró operaciones en 1926.

En enero de 1901 se instaló en el atlántico de Guatemala. En 1902 obtuvo el 60% de las acciones de la Hubbard-Zemurray y arrendó varios miles de hectáreas en la frontera entre Honduras y Guatemala. Entre 1903 y 1912, mediante compra de acciones y competencias aviesas, sacó del mercado costarricense a la Cìa. Atlantic Fruit. En 1906 compró el 50% de las acciones de la Vaccaro Brothers, en Honduras, firma que se reorganizó en 1924 con el nombre Standard Fruit Co.

En 1913 dos subsidiarias de la UFCo abrieron otras plantaciones en los márgenes del río Ulúa y en Puerto Castilla, al norte. En 1924 compró la California-Guatemala Fruit Corporation para cultivar banano en Tiquisate y exportarla al oeste de Estados Unidos. En 1927 inició plantaciones en Chiriquí, costa pacífica panameña, y al año siguiente se desplazó al Valle de Coto, en Costa Rica. En 1929 compró acciones a Cuyamel Fruit Co. y a partir de 1930 solo quedaba la Standard Fruit and Steamship Corporation como su única competidora. (Ellis F. 1983:42-45)

Panamá, tierra codiciada desde el siglo XVI por su cintura afeminada, al comenzar el siglo XX vivió el acoso feroz del gobierno de Teodoro Roosevelt y una camarilla de corredores de bolsa gringos e inversionistas franceses en bancarrota que la raptaron a la República de Colombia.

El sueño norteamericano del canal interoceánico pasó de la fantasía a la viabilidad luego de la Guerra contra España de 1898. Entre 1880 y 1914 los inversionistas franceses contrataron cerca de 23.000 obreros para la apertura del Canal. Después de la segregación de Panamá, entre 1903 y 1913 llegaron 31.000 obreros de 12 de las Antillas; 12.000 de Europa, entre 1906 y 1908; 6.175 de Estados Unidos y 2.113 de Centroamérica. En 1913, unos 10.000 antillanos quedaron cesantes y se engancharon con la UFCo. en Bocas del Toro, Panamá. (Navas L. 61 y 117-126).

Otros cambios de mediano plazo fueron provocados por la estrechez del mercado interno desfavorable a la diversificación económica. El libre comercio, las migraciones internacionales y el crecimiento institucional transformaron a pocos artesanos en fabricantes y a bastantes de ellos, en obreros. Desde 1880 se delinearon los rasgos de los sectores producción de manufacturas y prestación de servicios públicos con base en el empleo asalariado.    

C. ARTESANOS Y OBREROS FABRILES

Los historiadores coinciden en que la producción artesanal en Centroamérica decayó desde 1850. El cura Bernardo Dávila observó en Guatemala que el número de telares bajó de 278 en 1833, a 33 en 1846. (Gudmundson L.1993:241). En 1870 la importación de textiles en la región sumaba casi el 60% y los bienes de capital, entre el 10% y 20% (Samper M. 1993: 33). En Costa Rica, el sector secundario se redujo del 27.5% en 1883 al 14.6% en 1892. (Abarca et. al. 2011:108). En 1883 se censaron 704 talleres artesanales y en 1892, 694. El 51.2% se situaban en San José y Alajuela. (Oliva M. 1985:41, 45 y 49). Creció la cifra de artesanos ocupados en servicios; pero, entre 1890 y 1905 decayó la artesanía de carretas cuando se abrió el ferrocarril al Pacífico. (Chrunside R. 1985: 238 y 244).

En Honduras, el censo de población de 1887 incluyó más de 500 ocupados en oficios como albañiles, sastres, talabarteros, zapateros, carpinteros, curtidores, sombrereros, fabricantes de jarcias, petates y tejas. Muchas mujeres se dedicaban a la alfarería, costura, hilandería y bordado, elaboración de sombreros, cigarros, puros y dulces. http://books.google/Sociedades%20artesanas.%20siglo%20xix&f=false

En Nicaragua había en 1883 había varias fábricas de cigarros, hielo, aceite, jabón, fósforos, muebles, textiles, destilerías y chocolates. “Una fábrica de velas establecida en 1908 en Managua, movida por seis máquinas eléctricas, reducía 6 mil velas por día de diferentes tamaños. Cada hora y media producían 780 velas, 1.200 cajas al mes y emplean 26 obreros. Había ladrilleras y minas de cal y cemento.

http://books.google=Mario%20A.%20Trujillo%20Bolio&f=false

Se modificó también las categorías de empleo, la artesanía doméstica y el obraje fabril. En el censo de 1908 en San José había más de 50 ocupaciones. A principios del siglo XX aparecen manufacturas, como dos fábricas de calzado que empleaban un promedio de 107 obreros. Una cervecería ocupaba 60. Dos fábricas de gaseosas con 27 obreros cada una Diez imprentas empleaban en promedio 15 asalariados. Seis panaderías y ocho talleres mecánicos ocupaban 9 obreros en ambas ramas.

En Guatemala, a inicios del siglo XX había fábricas donde las relaciones de trabajo eran claramente capitalistas, como la Cervecería Centroamericana y la fábrica de tejidos de manta, Cantel. En 1918 un vecino de la capital tenía casi terminada una fábrica de telas impermeables y artículos finos de caucho, terminados con maquinaria moderna. Durante la lucha contra la dictadura de Estrada Cabrera, los dueños de talleres fueron eslabón y vínculo entre los artesanos de las ciudades y las fracciones oligárquicas excluidas del poder. Al final, se formó una fuerza heterogénea de clase media, artesanos y obreros, y la oligarquía opositora. (Balcárcel, José Luis. 1985:16)

En El Salvador “una investigación de 1858 sobre “el estado de sus habitantes y las profesiones en que se ocupan”, la cual cubrió 5 de los 15 departamentos, demostró la concentración en las villas y pueblos de artesanos pintores, carpinteros, zapateros, sastres, plateros, albañiles y otros… Ya en 1860 estos trabajadores apoyaban las promesas de controlar el mercado, del candidato Gerardo Barrios. Entre 1860-1870 proliferaron y se expandieron organizaciones del artesanado libre”. (Menjívar R. 1982: 34-35)

En suma, la producción fabril tuvo escaso desarrolló en Centroamérica, hasta 1890. “Eran fábricas pequeñas de bienes de consumo como textiles, ropa, calzado, fósforos, candelas, cigarros y puros, licores. En el Salvador y Costa Rica era alta la demanda de sacos de yute para el mercado cafetalero. El sistema productivo apenas comenzaba a mecanizarse, empleaba poco número de obreros y el capital era familiar, local o de pocos inmigrantes. En Honduras hubo fabricantes árabes. (Samper, M. 1993: 38).

Asimismo, el productor artesano era más numeroso que el obrero de manufacturas. En costa Rica, todavía en 1879 el decreto No. 35 del 15 de mayo reguló los requisitos para maestro artesano en mecánica, fundición, herrería, carrocería y ebanistería. En 1906 se abrió la Escuela Tipográfica para mujeres y en 1912 más de 500 damas trabajaban en zapaterías. Pero todavía en 1907 artesanos y obreros eran arrestados por vagancia. Hacia 1905 tomaron forma los barrios obreros en la capital y cabeceras de provincia, y la oferta de vivienda para esas familias apareció en la agenda electoral desde 1913. (Oliva M. 1985: 51-67).

IV. REBELDÍAS OBRERAS Y CONCERTACIONES ARTESANAS

El conflicto social y el antagonismo de clases, tomaron otras dimensiones a partir de 1880. “Las reformas liberales significaron violencia, despojo y proletarización para indígenas y campesinos”. En Guatemala las sublevaciones más álgidas fueron: la guerra de los indígenas de Momostenango, la rebelión de los quichés en 1877 y la de San Juan Ixcoy de Chuchumatanes, en 1898. En El Salvador, el levantamiento de Anastasio Aquino y los caciques nonualcas en 1832-1833. Otras siete revueltas ocurrieron entre 1872 y 1889, y una en 1885, de los vendedores ambulantes de San Migue. En Matagalpa, en 1881 estalló la Guerra de las Comunidades como resistencia al trabajo forzado en obras públicas. (Acuña, V. 1993:309- 310).

La huelga y la suspensión de los trabajos irrumpen en la construcción de ferrocarriles, puertos y muelles, fincas bananeras, zonas mineras, comercios, servicios estatales, talleres y en las primeras fábricas. Las más tempranas, en Costa Rica y Panamá. El historiador Mario Oliva afirma que entre 1874 y 1914, en Costa Rica hubo 23 huelgas: 2 mineras en 1906 y 1907, 9 ferroviarias, 2 en muelles, 4 en plantaciones agrícolas; 4 de obreros manufactureros, panaderías e imprenta; 1 de trabajadores de telégrafos y 1 de obreros municipales, en Puntarenas. (Oliva, M. 1985:109)

En 1907 paralizaron 200 obreros de la mina Tres Amigos y enviaron a 50 delegados a la gobernación de Liberia. Lograron un alza de salarios. En 1909 un grupo de mineros liberó a tres obreros que eran conducidos a la prisión de las Juntas de Abangares. En 1910 destruyeron el telégrafo que uniría la Sierra Minera y Las Juntas. El mismo año, obreros y vecinos desviaron el cauce de agua que abastecía la mina en Quebrada Honda, Sierra del Machuca. A raíz de la represión y prisión destruyeron cercas y quemaron cultivos de la empresa.

Los mineros de la Unión, en Miramar, se rebelaron el 12 de abril de 1911 contra los polizontes de la mina, casi todos hondureños. El 20 de diciembre de ese año, en la mina Tres Hermanos de la Abangares Gold Field estalló la huelga y se sublevaron 400 mineros al mando de la fondera Mercedes Panza y de los obreros Carmen Serrano y Rafael Arguello. Mataron al policía hondureño Pedro Rubio y a otros negros, vigilantes traídos de la Zona del Canal; dinamitaron la cárcel, el telégrafo, incendiaron las casas de los jerarcas, asaltaron y saquearon el comisariato.

En 1912 hubo un paro en las Juntas, seguido de una marcha funeraria. En el sepelio de un compañero fallecido en el paro participaron más de 150 mineros vestidos de blanco. El hecho tenía un alto significado de solidaridad de clase y estaba prohibido por la empresa excavadora realizar ritos con los obreros muertos. En 1919 otra rebelión fue sofocada, apenas al comenzar. (Castillo A. 2009: 213-224).  

En Panamá, el contrato Stephen Paredes de 1850 autorizó el ingreso de obreros chinos y negros para construir el ferrocarril. Llegaron 7.000 trabajadores. Entre 1881 y 1888 otra oleada de inmigrantes trabajó en el canal francés. Las huelgas fueron intermitentes entre 1880 y 1886.

La primera se produjo en el ferrocarril el 6 de febrero de 1880 y duró una semana. En julio-agosto de ese año, hubo otra protesta similar en los ferrocarriles y muelles, en los extremos de la línea Panamá-Colón. En marzo de 1881 pararon los excavadores del canal francés. En noviembre de 1883, los obreros del ferrocarril y el muelle. En julio de 1886, de nuevo suspendieron labores durante 15 días los obreros del ferrocarril. A raíz del “crack” de la empresa en 1889, hubo 14.000 desocupados. En abril de 1895 se produjo la huelga general de los obreros del Canal. El 1 de Abril de 1904, hubo otro paro de los obreros ferroviarios que duró 10 días.

En la fase norteamericana de construcción del canal la siguiente huelga por parte de obreros antillanos sucedió en abril de 1905. A comienzos de 1907 los españoles de la “Sección Corte de Culebra” fueron al paro acompañado de seis disturbios. En Mayo de 1907 los obreros norteamericanos pagados por la “planilla de oro” suspendieron por casi un mes los trabajos, liderados por los choferes de grúas a vapor y maquinistas. De estos conflictos nacieron la Colour Progressieve Association en 1907, la central Panama Canal Metal Trades Council y la West Indies Protective League, en 1910. Estaban integradas en un 75% por trabajadores antillanos e editaban el boletín The Workman (Navas L. 1979: 71-152).

En Costa Rica, además de las huelgas y disturbios de inmigrantes orientales, italianos y jamaicanos ocurridos entre 1874 y 1888, en las fincas bananeras y el ferrocarril tomó forma un ciclo de protestas desde 1904. Hasta 1914 hubo 19 huelgas en el atlántico: 5 de obreros de muelles, 4 de obreros ferroviarios y 10 paros que involucraron a obreros de fincas y muelles. Desde 1910 se configuró un patrón de concertación con criterios de dirección, unidad laboral y solidaridad de clase. (Hernández R., 1995:99)

En febrero de 1905 más de 300 obreros jamaicanos de las fincas de Zent se negaron a trabajar a causa de una reducción salarial. Ese año hubo otra huelga de obreros caribeños. La empresa los sustituyó por esquiroles traídos de Colón. Dos paros más, en 1908 y 1910 fueron promovidos por maquinistas y 22 conductores de la Norhern Raiway Co. En marzo de 1910 fueron a huelga los obreros de la Philadelphia South, dirigidos por el comité local de la Artisans and Labourers Union of Costa Rica, creada dos meses atrás.

El 3 de agosto del mismo año organizaron otra huelga en finca Banano por despido de dirigentes de la asociación. El movimiento se extendió a finca Beberly. (Hernández R. 1991: 193 y 213). La huelga más sangrienta ocurrió en marzo de 1913 en Sixaola y Talamanca, División de Bocas del Toro. La UFco. trajo como rompehuelgas a unos 200 nicaragüenses Además, desde 1910 surgió el Movimiento Asociación Universal para la Superaciòn del Negro, dirigido por Marcus Garvey (Bourgois P. 1994: 97; 150 y 244).

En el Salvador fue reducido el núcleo de obreros en los ferrocarriles y minas. (Menjívar R. 1982:33). Después de la Primera Guerra Mundial las compañías fruteras ocuparon en Honduras unos 20.000 obreros y empleados, el 3% de la PEA (Torres R.1973:106), bastante número reclutados en El Salvador. El 10 de marzo de 1909 irrumpió una protesta de mineros a causa de los bajos salarios y acordaron ir a huelga sino se aumentaban. (Meza, V. 1985:133). Un grupo de productores bananeros de Nicaragua paralizó la corta de fruta en 1909 en demanda a la naviera Blue Fields Co. para que pagara los racimos sacados por el Río Escondido a igual precio que en los muelles. http://books.google=Mario%20A.%20Trujillo%20Bolio&f=false

En contraste con las actitudes rebeldes y de lucha del proletariado minero, ferroviario, portuario y bananero, en general, los artesanos y obreros de manufacturas y fábricas formaron uniones y asociaciones sin un interés de clase homogéneo pues los objetivos de sus acciones colectivas eran defenderse de los perjuicios del avance capitalista y el libre cambio por medio de asociaciones de ayuda mutua (Menjívar 1982:35). De ahí sus adhesiones a los partidos oligárquicos en pugna, sostenes de la burguesía agraria; la casi ausencia de protestas colectivas y los móviles de las convocatorias a la unidad Centroamericana en 1882 y 1911.            

En 1872, el gobierno salvadoreño del mariscal Santiago González fundó la Sociedad de Artesanos “La Concordia” y en 1873 se creó la Sociedad de Artesanos de El Salvador. El asociacionismo mutualista avanzaba hacia el cooperativismo para el ahorro y consumo privado. Eran muy inestables y con prácticas políticas defensivas, de integración social y disciplina laboral. Editaron boletines y periódicos, propiciaron la escolaridad y el adiestramiento en los oficios o actuaron como grupo de presión dentro de los núcleos partidistas burgueses. Las integraban obreros, artesanos y patronos; se dividían por oficios y en ellas participaban comerciantes, empleados, educadores y patronos fabricantes. La dirección recaía por lo general en intelectuales, educadores, oficiales y maestros, dueños de talleres. (Menjívar 1982:36-38).

El 1 de abril de 1902 se fundó la Sociedad de Artesanos de Santa Tecla a instancias del alcalde municipal y el gobernador del Departamento La Libertad. Se designó Sociedad de Artesanos “Gerardo Barrios” y después de junio de ese año, Sociedad de Artesanos “El Porvenir” http://ri.ues.edu.sv/id/eprint/2654 En 1917 en el Salvador había 45 asociaciones y uniones distribuidas así: 16 en San Salvador, 6 en Ahuachapán, 4 en Santa Ana, 3 en Santa Tecla, 3 en San Miguel, 2 en Sonsonate y 10 en aldeas varias. Ocho eran sociedades por oficios, 14 mutuales, 5 cooperativas, 3 de artesanos en general y otras con nombres que apelaban al porvenir y el progreso, en abstracto. (Menjívar 1982:37). En Honduras y Panamá también hubo varias de estas sociedades que usaban la prensa, fundaron escuelas y eran cortejadas por los partidos políticos. http://books.google/Sociedades%20artesanas.%20siglo%20xix&f=false

El 13 de diciembre de 1881, El Mensajero, editado en Costa Rica por Mauro Jirón, cedió espacio a una Sociedad de Artesanos de Guatemala para divulgar los objetivos, estatutos e invitar a constituir organismos similares. Se había fundado en 1877 y tenía 1.000 afiliados (El Mensajero 1881). Otras mutualidades fueron la Maternidad Obrera y la Sociedad Joaquina, nombre de la madre de Estrada Cabrera. “El Señor Presidente” convirtió los clubes liberales en centros populares y de funcionarios públicos. Entre 1898 y 1902 fueron creados 168 clubes y en 1916 superó la cifra de 500. (Taracena A. 1993:213). El dictador afrontó el conflicto obrero patronal mediante la represión de la agitación laboral urbana y la legislación salarial.

Telegrafistas, carteros y correos de postas recibieron alzas de salarios y aguinaldos en 1902, 1903 y 1908. En 1906 se aprobó la Ley Protectora de Obreros que contempló indemnizaciones por accidentes; se emitió la Ley de Cooperativas y se crearon las Cajas de Socorros integradas por patronos y trabajadores. A principios de 1910 se aprobó la jornada de 8 horas para los empleados públicos. En 1912 se fundó la Federación de Sociedades Obreras con organismos que funcionaban desde 1908 como el Gremio de Albañiles, la sociedad de Tipógrafos Gutemberg, la Central de Artesanos y Albañiles, y la Fraternal de Barberos. (Balcárcel, J. 1985:12-17) En 1912 se organizaron en una Federación de Sociedades Obreras.

En Panamá, las primeras uniones también fueron de tipo mutual. Eran asociaciones de obreros y artesanos necesitados que constituían fondos comunes para enfermedad, accidentes, funerales, cesantía, etc. Las primeras asociaciones de obreros fueron las de Panaderos y Dulceros fundadas en 1906 y la Unión de Choferes, creada en 1912. (Turner J. 1985:282).

En Nicaragua, el Presidente Zelaya estimuló la formación de organizaciones como la sociedad El Recreo fundada en 1904 por artesanos, obreros, burócratas, profesionales e intelectuales. En 1906 se constituyeron otras cinco. Fueron reprimidas en noviembre de 1910 por los liberales enemigos de Zelaya. En 1912 se crean en León las primeras centrales y las ligas de trabajadores, con proyección regional. En 1912 se funda la Central de Obreros y Artesanos de Managua y la Central Obrera de León. En 1913, la Sociedad La Unión, en León y en Chinandega la Sociedad La Libertad. Sentaron las bases del sindicalismo http://books.google=Mario%20A.%20Trujillo%20Bolio&f=false

En Costa Rica, entre 1874 y 1901 se formaron 22 organismos de artesanos y obreros fabriles: 7 sociedades cooperativas; 5 uniones de gremios por oficios; 1 asociación obrera; 1 liga de obreros; 4 clubes políticos de trabajadores; 2 cajas de ahorro, 1 círculo de artesanos y la Sociedad de Economías de los Maestros. En el nivel del conflicto, hubo 4 huelgas: una de telegrafistas en 1883; 2 de panaderos en 1901 y 1903 y otra de tipógrafos, en 1901. El grupo de artesanos predominó entre 1880 y 1909. Entre 1909-1914 “los proletarios imponen su propio carácter al movimiento”. (Oliva M 1985: 83 y 109). Las huelgas de principios de siglo repercutieron en el origen de la primera Federación de Trabajadores de la capital, creada en 1905.

Un Boletín Electoral del 7 de febrero de 1886 publicó que el Comité de Artesanos estaba integrado por oficiales de gremios. Más de 400 artesanos desfilaron por la capital en apoyo al candidato Bernardo Soto. Otro periódico citó 55 carpinteros, 17 sastres, 16 zapateros, 10 barberos, 9 herreros, 7 albañiles y 44 relojeros y plateros no concurrieron. El 19 de octubre de 1889 nació la Sociedad Constructora de San José y el 19 de marzo de 1890 la sociedad anónima “Gremio de Carpinteros”. Por aparte, el 24 de mayo de 1903 se fundó el Gremio de Carpinteros de Costa Rica para enfrentar a una Compañía Constructora Inglesa, contratista del gobierno. En noviembre de 1912, 180 albañiles y carpinteros formaron otra sociedad constructora. Http//centroamerica.fcs.ucr.ac.cr/Contenidos/hca/cong/mesas/.../frojas.doc

El 10 de julio de 1903 los panaderos de San José fueron a huelga, liderados por la Sociedad El Ejemplo. Entre el 11 y el 17 de julio los dueños de empresas, el cónsul de Francia, policías y autoridades públicas se unieron para disolver la Sociedad, dispersar a los dirigentes, detener al Presidente del gremio Francisco Pérez, capturar y expatriar al anarquista español, Juan Vera Córdoba, inmigrante de Islas Canarias, en 1889. En 1901 la Sociedad El Ejemplo había protagonizado otra huelga de panaderos. “Era una organización con carácter de cooperativa y llevaba la impronta artesanal en proceso de proletarización”. Esta huelga puso de relieve la diferencia de intereses de clase entre los dueños de talleres y los asalariados. (Oliva, M. 1985:114-123).        

Una iniciativa de envergadura que germinó en el seno de estas organizaciones fue la convocatoria para reunirse en un Congreso Obrero Centroamericano que se celebraría el 5 de noviembre de 1911 en El Salvador, al cual fue invitado el Presidente Araujo. En Costa Rica al menos 450 representantes de organizaciones fueron y votaron en la asamblea que designó los delegados. Hubo participación de todos los países del área, excepto Nicaragua y Panamá. Se discutieron siete propuestas enmarcadas en el carácter mixto, obrero patronal de las sociedades de artesanos y la creación de un Consejo Federal de Trabajadores Centroamericanos, el cual se constituyó en San José, en 1912.(Oliva M. 1985:160-168)

No era la primera ocasión que se aspiraba a unir los intereses de estos sectores importantes de las clases inferiores de la región. “La Sociedad de Artesanos de San José, creada el 9 de diciembre de 1888, mantuvo amplia relación con otras similares. Tenía correspondencia con la Sociedad de Artesanos de Managua, la Sociedad de Artesanos de León, San Salvador y Sonsonate; la Sociedad de Artesanos de Guatemala y la Sociedad de Artesanos de Tegucigalpa. De ese intercambio surgió la idea de realizar un Congreso Centroamericano de Obreros. Para ello, el costarricense Alejo Marín viajó a El Salvador y a Managua en enero de 1890. En el San Salvador fue recibido por el directorio de la Sociedad La Concordia”. (Fallas M. 1983:170-171).

V.  CONCLUSIONES

En la historiografía del movimiento obrero la formación del proletariado se ha relacionado en general, con el origen de la clase obrera urbana. Sin embargo, la proletarización, percibida como la dependencia de un salario en tanto único medio de subsistencia en una economía mercantil y capitalista es un fenómeno multisectorial, de carácter histórico, estructural y sistémico.

El empobrecimiento de los indígenas y los estratos sociales campesinos y artesanos configuró desde 1870 una masa de trabajadores directos que devino fuerza productiva creadora de plusvalía para la reproducción del capitalismo agroexportador y el capital imperialista de los enclaves mineros y agrícolas que operaban en Centroamérica. Por ello, al menos como enunciado teórico, el origen y desarrollo del movimiento obrero coincide sólo en parte con el “esquema clásico” de transición al capitalismo industrial,  tal como se desarrolló en los países europeos.

En Centroamérica las “reformas liberales” acentuaron el proceso de proletarización y de la explotación de los trabajadores, incluso con medidas extra económicas. Y contra esas nuevas relaciones sociales, articuladas en el nivel mundial por el imperialismo del siglo XIX, surgieron diversas reacciones de los trabajadores directos como clase social potencial que fue descubriendo en la propia lucha su propia identidad en el conjunto de las sociedades.      

Por lo tanto, las luchas contra la proletarización y sus adversidades fueron anteriores y con alcances derivados de una historia de colonialismo en bancarrota e intervención imperialista. Por ello, las luchas sociales del período 1870-1914 son, en sí mismas significativas, en relación con el origen del sindicalismo “clásico” y los partidos políticos inspirados en las revoluciones burguesas del siglo XIX. Fueron, en síntesis, expresión de la continuidad de las resistencias indígenas y mestizas contra la colonización, la pobreza y la expoliación; en la cual, las rebeldías y protestas obreras imprimieron sello propio a la lucha de clases en Centroamérica.

VI. BIBLIOGRAFIA CITADA

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http://ri.ues.edu.sv/id/eprint/2654

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Por Carlos A. Abarca Vásquez

  1. INTRODUCCION

El conocimiento de las ocupaciones de los trabajadores directos, las condiciones en que producen sus medios de subsistencia, el empleo, salarios y las relaciones de trabajo, los niveles de vida y sus ambientes culturales constituyen temas sustantivos para explicar las desigualdades sociales y luchas laborales, las ideologías y formas de organización política en las sociedades capitalistas.    

Lo confirman la mayoría de las obras de economía política, la filosofía de la Ilustración y el liberalismo, y buena parte del pensamiento que se sustenta en los tratados de las llamadas doctrinas político-económicas. Basta referir a las preocupaciones humanistas, sociales y políticas de “los socialistas utópicos” del siglo XVIII. O bien, a los estudios la Situación de la Clase Obrera en Inglaterra y La Contribución al Problema de la Vivienda, de Federico Engels; así como la encuesta que elaboró Carlos Marx para constatar el perfil laboral y social de los trabajadores alemanes.

En América Latina, el acercamiento a esos tópicos desde la historiografía del movimiento obrero y sindical ha privilegiado el examen de las luchas sociales y de las protestas de las primeras concentraciones del proletariado en la segunda mitad del siglo XIX, en un afán por delinear la fisonomía de la clase obrera moderna y sus luchas contemporáneas. En esa dirección, el conocimiento del sector de los artesanos por oficios, carece de suficiente indagación.    

Este artículo sintetiza alguna bibliografía histórica elaborada sobre ese tema, para satisfacer objetivos como los siguientes:

  1. Comprender el reordenamiento de las actividades productivas de las culturas originarias y de los inmigrantes españoles a raíz de la conquista y colonización en relación con el desarrollo del capitalismo a partir del siglo XVI.
  2. Conocer la evolución de los oficios de los artesanos en las diferentes provincias de Centroamérica entre 1560 y 1850 para apreciar el legado de sus luchas.
  3. Explicar la decadencia de la producción artesanal en Centroamérica en el contexto del liberalismo económico, la independencia de España y la inserción de la región en la división internacional del trabajo creada por las revoluciones industriales.
  4. LEGADOS DEL MERCANTILISMO COLONIAL

En América Latina, el capitalismo mercantil se gestó con la invasión de las milicias privadas de los conquistadores españoles, la despoblación y devastación de la vida comunal indígena, el saqueo y destrozo de sus modos de producción y subsistencia. En la nueva geografía económica se implantó una división del trabajo, organizada con base en la propiedad individual de la tierra y el usufructo privado de los recursos naturales y excedentes económicos. En las actividades que ocupaban numerosos brazos, como en los obrajes o la construcción de templos y obras públicas, se utilizó la coacción policial y autoritarismos jerárquicos y patriarcales justificados en dogmas religiosos o en la manipulación de las creencias autóctonas ancestrales.

Los conquistadores y colonizadores impusieron nuevas relaciones interpersonales, familiares y sociales, desarraigadas de las culturas originarias. Esclavizaron tribus y cacicazgos o trajeron esclavos africanos y los explotaron en combinación con el trabajo servil y el empleo a cambio de víveres o de monedas. En América Central diseñaron sistemas extractivos agropecuarios y en menor grado mineros, en función con objetivos de lucro individual, acumulación de riqueza mediante el comercio y la elaboración de artesanías para reproducir la cultura y pagar tributos a la monarquía.

Durante trescientos años tomó forma una economía mercantil capitalista subordinada a la evolución del transporte marítimo y los intercambios con Europa. Un comercio exterior, constantemente trastornado por las guerras entre las dinastías monárquicas en decadencia, e internamente atrofiado en exceso pues no generó inversiones, oferta y demanda de trabajadores libres, retrasó la tecnificación agrícola y no consolidó la elaboración y comercio de manufacturas. En 1775 España tuvo que reconocer el predominio marítimo de las flotas piratas inglesas u holandesas y se insertó en los flujos del mercado internacional como deudora y consumidora, aún durante el período de reformas liberales de los Borbones.

El ascenso social y político de la burguesía europea después de la revolución inglesa de 1649 y del derrumbe del absolutismo francés, entre 1789 y 1792, no tuvo paralelo en España y Portugal. En los señoríos de “los reyes católicos” prevaleció el “antiguo régimen” de sociedades campesinas, étnicamente diferenciadas y gobernadas por un bloque social constituido por aristócratas terratenientes y mercaderes, usureros y funcionarios incrustados en unas instituciones jurídicas, miliares y político-religiosas ostentosas y segregacionistas.

El 5 de mayo de 1808 la corona española abdicó ante los ejércitos de Napoleón Bonaparte. Entre 1810 y 1821 perdió el control político y militar sobre sus territorios occidentales tras las cruentas guerras que estallaron desde las sierras mexicanas, hasta la cordillera andina y los llanos argentinos. En ese desenlace adquirió fisonomía política la burguesía mercantil y terrateniente centroamericana: una fuerza social heterogénea que tomó el poder político entre 1821 y 1824 con el apoyo del imperio inglés, y vigiladas de cerca con celo y codicia por la Doctrina Monroe norteamericana.

  1. DESPEGUE DE LAS ECONOMÌAS LOCALES

A causa de la independencia, las Juntas de Gobierno o los poderes de los nacientes Estados se involucraron durante más de medio siglo en disputas promovidas por grupos sociales y económicos regionales. La ausencia de un poder central y su inestabilidad fue reemplazada por intereses privados orientados a controlar territorios aptos para la agricultura comercial, minería, cultivos de exportación o para preservar la hegemonía administrativa en las antiguas provincias coloniales, ciudades y puertos. Esa dispersión y enfrentamientos se reforzaron con el auge del mercantilismo desde mediados del siglo XVIII y al final del período colonial interactuaron solapadamente con el expansionismo comercial, marítimo y financiero de capitales privados y los gobiernos de Francia e Inglaterra.

Entre 1824 y 1842 el ejército de Guatemala participó en 51 batallas, el de El Salvador en 40, el de Honduras en 278 y el de Costa Rica, en 5. (Lindo F. Héctor. 1991:157). En esos antagonismos entre individuos, ascendencias y liderazgos de una misma clase dominante, tomaron forma las instituciones militares y sus caudillos: la fuerza primaria que, por encima la legitimidad de la historia de las naciones, el derecho y los fines del Estado, sostuvieron u obstruyeron gobiernos transitorios expuestos a golpes militares, segregación territorial y el acoso de potencias europeas y de los Estados Unidos.

l entramado jurídico e institucional de la división de poderes que floreció con las revoluciones burguesas europeas, la independencia de las colonias inglesas del norte de América y las teorías del liberalismo económico, fue apostillado en cada uno de los países; formalmente, como Estados unitarios o Repúblicas Federales. Las economías locales dieron frutos tardíos de alcance y algún sentido de cohesión nacional, a ritmo de los ciclos y crisis capitalistas y de los avances técnicos, industriales y financieros exteriores. A partir de 1850 creció el volumen de mercancías y bienes de capital comercializados por agencias intermediarias en el contexto de la revolución industrial de 1830-1890 y de las inversiones de capitales extranjeros.

Por lo tanto, en Centroamérica, las economías nacionales y sus Estados no se derivaron de transformaciones estructurales legitimadas en idearios revolucionarios. El capitalismo agroexportador emergió con “malformaciones” de latifundios, campos mineros en abandono, haciendas y plantaciones de fibras, cueros y pulpas dulzonas. Esas materias primas, sinónimo de “productos finales”, se vendían bajo condiciones de libre competencia, acogidas desde 1781. Más tarde, impulsadas por el financiamiento, trasiego marítimo y la tutela militar de Inglaterra, en abierta disputa con Estados Unidos desde la década 1850-1860.

El mercado de trabajo con rasgos capitalistas se consolidó en Centroamérica entre 1860 y el fin del siglo. Adquirió nitidez una vez que fue abolida la esclavitud, liberadas las poblaciones campesinas de añosas servidumbres, eliminados los ejidos y tierras comunales de las cofradías religiosas y de los pueblos de indios, suprimidas las corporaciones de artesanos por oficios y reapropiadas las tierras interiores en beneficio de clases sociales que heredaron la tradición de despojo y depredación colonial. Las ideas políticas, filosóficas y económicas de la Ilustración, el enciclopedismo y la ciencia positiva del capitalismo maduro, fueron ejecutadas en el istmo con retardo, desfases y ritmos desiguales entre las naciones.

  1. LA PRODUCCIÒN ARTESANAL

La elaboración de artesanías surgió como un campo de trabajo para hombres y mujeres de diferentes etnias, edades y condición social que durante el período colonial no poseían medios de producción, no trabajaban en labores agrícolas, mineras o pecuarias y, en apariencia, se ocupaban en condiciones más favorables para sobrevivir.

Las autoridades españolas reorganizaron la producción artesanal con la formación de asentamientos y reducciones indígenas. Las primeras ordenanzas del Ayuntamiento de Guatemala se emitieron en 1559 con referencia al trabajo de zapateros y curtidores. Proponían crear un gremio bajo control de un alcalde y de un veedor. Éste otorgaba licencias para vender los cueros y el primero, las reglas de elaboración del calzado y la enseñanza del oficio. http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf En la zapatería concurrían las tareas de curtido, zurrado y manejo de las pieles. En 1566 una Cédula Real ordenó que el Ayuntamiento asumiera la función de examinar a los artesanos. (Martínez, P. 1985:707)

En 1573 Alonso Anguciana de Gamboa se propuso traer a Costa Rica un "carpintero de lo blanco", dos tejedores, un jaquimero y un cordonero, así como labradores y "carpinteros de ribera". Por su parte, Diego de Artieda y Chirinos informó en 1581 que traería 70 u 80 hombres, labradores, casados y oficiales de oficios.

En Cartago los barrios de indígenas y pardos se localizaban fuera de la ciudad. San Juan de Herrera de los Naboríos, fundado en 1590, proveía mano de obra a los españoles para servicios domésticos o artesanos, lo mismo que la Puebla de los Pardos, fundada a finales del siglo XVII. No se ha constatado la existencia de gremios; aunque se menciona la jerarquía de maestros, oficiales y aprendices. En 1626 el monarca solicitó informe al gobernador Fray Juan de Echauz sobre el costo de la construcción de los edificios públicos, pues estaba enterado que el cabildo y la cárcel tenía techos de paja y estaban en mal estado. Se le sugirió que las estancias se construyeran con adobes, ladrillos, tejas, cal y maderas. http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/maestro2.htm

En Guatemala, a fines del siglo XVI Quezaltenango, Totonicapán, Huehuetenango, Chiapas y Verapaz destacaron en la producción de hilados, telas de lana de ovejas y de algodón. En las alcaldías de Sonsonate y San Salvador las comunidades indígenas pagaban tributo con telas de algodón; y, en Subtiava y Masaya, Nicaragua, había bastantes telares. (Solórzano J. 1993:36).

También en Nicaragua, “Vázquez de Espinosa menciona objetos elaborados con algodón, cueros o plantas como tejidos, zapatos, sogas, jarcia, lonas, cordeles y tintes, los cuales se fabricaban en El Realejo, Chinandega y El Viejo. La hechura de tejidos en El Realejo estaba a cargo de mujeres y los hombres trabajaban la “carpintería de ribera”. La mayoría de los productos se trabajaban manualmente. Los tintes de color azul y morado se preparaban en El Viejo y en la Isla del Cardón con el zumo extraído del caracol. Mediante la infusión de las hojas del arbusto “masato” los indios obtenían el color rojo y del árbol “ojo de buey”, un bello tinte negro. El maíz proveía pan y bizcocho. http://www.ihnca.edu.ni/files/doc/TallerHistoria10.pdf

La división del trabajo adquirió rasgos precisos en el siglo XVII, con el aumento de la población. “Los pueblos y aldeas se especializaban: unos eran agricultores, otros sirvientes. Los indios de Santamaría de Jesús proporcionaban madera a la ciudad. Los del barrio de Santo Domingo de los Hortelanos, sembraban y vendían hortalizas. Jocotenango proveía artesanos. Los indígenas de las tierras cálidas del pacifico, en Escuintla o el altiplano de Amatitlán y las cercanías a la ciudad eran abastecedores de sal, pescado, carne, trigo, hilo y algodón, cal y maderas (…) o construían obras públicas. (Wortman M.1991: 82)

Las Leyes Nuevas de 1542 prohibieron la esclavitud de los indios, pero introdujeron los repartimientos o trabajos forzados y activaron la importación de negros. Los criollos ricos poseían esclavos que eran sirvientes y a veces artesanos como herreros, carpinteros y albañiles. En algunas ciudades, villas, costas y puertos del Atlántico los esclavos negros trabajaban en oficios domésticos, manualidades y el comercio ambulante. Muleros y artesanos compraban su libertad sirviendo como carpinteros, albañiles, cargadores o vendedores callejeros. Guardaban dinero para pagar el derecho a ser hombres y mujeres libres, incluso en épocas que el precio de la libertad era alto. (Wortman M.1991:87 y 90). También las cofradías suministraban trabajadores libres, productos agrícolas, pecuarios o artesanales y financiaban a los maestros dueños de talleres.      

Después de 1650 la construcción de iglesias, fortificaciones, presidios y casas de gobierno sustituyeron no solo las pirámides, montículos y campos ceremoniales indígenas, sino también las obras públicas hechas con madera y paja. La mano de obra indígena o mestiza era reclutada por los curas y los mismos frailes se ocupaban como maestros de obras o arquitectos empíricos. Llegó a identificarse un estilo de arquitectura Centroamericana, llamado el “barroco sísmico”. Los clérigos imponían los temas y diseños de los objetos de arte, cuadros y retablos. (Webre, S. 1993:203-204).    

Los ayuntamientos ejercían mucho control sobre los artesanos y su producción, en particular en las ciudades. “Era una política adoptada frente a un sector emergente (de trabajadores). Consistía en cerrarle a los mestizos el acceso al plano económico y político de los grupos dominantes, situarlos por sobre los indios y por debajo de los españoles, canalizar su fuerza de trabajo hacia el nivel medio de las ocupaciones libres, y ejercer sobre dicha actividad un control para que asumieran tareas productivas y no productivas de las que estaban exentos españoles y criollos…Se generó una relación de dominación y hasta de opresión de clase”.

De ahí la obligación de que se agremiaran, igual que otros proveedores no artesanales como los salitreros, boticarios, molineros, curtidores, taberneros y roperos. Pero la agremiación no respondía a los intereses de los artesanos, sino a su función de proveedores. Además, los gremios no tenían representación en el Ayuntamiento. (Martínez P. 1985: 306-307).

Las autoridades tomaron también disposiciones para cultivar destrezas y experiencias de los artesanos. Desde 1678 se obligó a los artesanos a practicar un solo oficio, a especializarse por medio del aprendizaje, a no abandonar las faenas y abrir tienda, obraje o taller para atender al público. Ese año había en Cartago 35 artesanos de un total de 575 habitantes.

El reclutamiento y aprendizaje de los oficios eran controlados y conservados como parte de una orientación de política pública, pues se pretendía ir más allá de la simple preservación de conocimientos. Se procuraba evitar el vagabundeo y el abandono de menores de edad, de manera que había objetivos de control social y apaciguamiento de los descontentos de los pobladores más pobres. En 1607 muchos menores de edad de pueblos indígenas como Ujarráz, Curridabat, Pacaca, Quircot, Cot y Guicasí fueron compelidos a trabajar en Cartago como aprendices. El reclutamiento se regulaba en un contrato de "asiento" y "obligación", y era común que el maestro tuviera entre dos y cuatro jóvenes a su cargo durante 4 o 5 años. Los artesanos provenían de todos sectores étnicos de la población; pero después de 1670, aumentó entre ellos, el número de blancos, españoles.

Esos trabajadores desempeñaban oficios tanto para el servicio público como el privado. Los “carpinteros de ribera" se encargaban de las construcciones y reparaciones de las embarcaciones. Los "carpinteros de obra blanca" se dedicaban a elaborar menajes de casa como mesas, camas, sillas, bancos, armarios, etc. En otras referencias documentales se menciona con menor frecuencia a los cerrajeros, silleros, curtidores, canteros y albañiles.

Sastres, zapateros y tejedores eran oficios para satisfacer las necesidades de las élites españolas. Por eso ciertos artesanos eran personas de prestigio en el medio social. Los zapateros tenían buen reconocimiento pues muy pocos usaban calzado. Las actividades religiosas demandaban la elaboración de imágenes y hubo especialistas en el arte de tallar madera y pintar las figuras. Al primero se le denomina "maestro ensamblador y arquitecto".

Algunos oficios requerían materia prima especial. Para los herreros, el artículo más preciado era el "fierro" para fabricar sólidos instrumentos de trabajo agrícola, pecuario o para la vida cotidiana. El metal lo proveían comerciantes locales que lo adquirían en el exterior. Una libra de hierro valía cuatro reales a principios del siglo XVIII. La escasez del metal estimuló la especulación y el comercio de contrabando con los zambos, mosquitos e ingleses. Para trabajarlo el herrero requería de la fragua, especie de fogón o estufa a altas temperaturas. También el carbón que se obtenía de la quema de árboles en alrededores de las ciudades.

Asimismo, los sastres dependían del comercio de telas e hilos, o de las importaciones de encajes, agujas y dedales. Los zapateros obtenían cueros en las tenerías. Hubo años que escasearon las materias primas. En 1681, no se halla "... por ningún dinero un cuero para zapatos”. Los artesanos recibían ingresos de labores agrícolas, pecuarias o del comercio. http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/maestro2.htm Aunque los gremios eran organismos ligados al ayuntamiento, la iglesia y la corona. Poseían algunos bienes comunes y contaban con la beneficencia y el socorro de los miembros de las cofradías. (Menjívar R., 1982: 33).

La participación de los artesanos en la dinámica de la sociedad colonial muestra gran falta de cohesión y unidad. Sí tenían rasgos comunes como trabajadores o productores: talleres pequeños, relaciones jerárquicas, empleo de instrumentos simples, predominio de la fuerza humana. Pero no actuaban como una entidad social, ni siquiera esbozada. No hacían gestiones como conjunto, ni movimientos, ni solidaridades gremiales debido a la rigidez de la jerarquía entre maestros, oficiales y aprendices. El joven aprendiz trabajaba por el alimento, albergue y vestido; sin salario. Permanecía con el maestro varios años y sólo cuando tenía dominio del oficio ocupaba el grado de oficial. Este era asalariado, pero no podía trabajar por cuenta propia, hasta ser maestro. Para eso debía aprobar exámenes, desembolsar dinero para abrir el taller, pagar salarios a oficiales y mantener aprendices. La mayoría seguía siendo oficial, hasta por 20 años o 30 años.

El empleo no era muy estable. Los artesanos estaban presionados por el aumento del mestizaje y por consiguiente de la oferta de artesanos, el crecimiento lento de las ciudades y el desempleo. No tenían mayor margen de movilidad ascendente, salvo hacia abajo: hacia la plebe urbana y los ladinos rurales. Entre ellos había, además, diferencias horizontales. Unos mejor calificados como plateros, relojeros, impresores. Otros dedicados a oficios rudos de canteros o herreros.

Por otra parte, su condición dependía de que fueran proveedores de bienes o de servicios. Los primeros estaban expuestos a la falta de materiales como fibras, cueros, metales. Unas materias primas se adquirían en el mercado interno, otras se importaban a altos precios. “Solo una fracción del sector artesanal, integrada por algunos maestros y quizás unos pocos oficiales poseedores de modesto bienestar puede considerarse una capa social media urbana. La mayoría era parte de la plebe de las ciudades. (Martínez, P. 1985: 306).

El tejido e hilado lo hacían los indígenas. En Boruca, los clérigos forzaban a los indios a teñir hilos con el caracol de múrice y a las mujeres a tejerlo. Con esos productos se pagaban las misas y servicios eclesiales. El ganado era una fuente regular de ingresos por la venta de cueros, zurrones, cebos, candelas y quesos. (Fonseca E. 1993:114-115). Al final del siglo XVII “la producción indígena competía con los productos que traían los españoles pues la economía europea pasaba una crisis de larga duración. “Fuentes y Guzmán se quejaba de que los cinco talleres textiles de Guatemala habían sido manejados por vagabundos, ladrones y esclavos fugitivos “desaparecidos de nuestros ojos” a causa de la “libertad perjudicial” que el gobierno dio a los indios en la producción textil.” (Wortman M.1991: 89)

Por esos años el Ayuntamiento de Guatemala propuso otras reglamentaciones al trabajo de los artesanos. El 14 de noviembre de 1737 la Audiencia creó el gremio de los coheteros. Otra norma de 1792 señala en el Art. 9 que solo serían admitidos “españoles limpios” en el gremio de los polvoreros; es decir que había artesanos mestizos, mulatos, negros e indios. En 1776 se dictaron ordenanzas para plateros y batihojas indicando la inoperancia de otras regulaciones de 1745. El oficio de carpintería fue regulado en 1776 y 1782. El pensamiento ilustrado y el liberalismo influyeron en esos reglamentos.

A causa del terremoto de 1773 y el traslado de la capital, Santiago de los Caballeros, al Valle de la Ermita, se produjo “un golpe definitivo para muchos talleres y hasta gremios enteros que venían arruinándose con la creciente importación de artículos industriales europeos”. La construcción de la nueva ciudad absorbió gran cantidad de trabajadores de oficios que luego quedaron desocupados, desorganizados y fueron a engrosar las filas de los menesterosos de la ciudad o plebe capitalina, una masa de empobrecidos que no llegó a compactar como clase social por motivo de la gran disparidad de funciones económicas y sociales de sus componentes. (Martínez S., 1985:296 y 300).

La demanda de albañiles, carpinteros, herreros, ladrilleros, tapieros y peones aumentó después de 1773 y esos trabajos se regularon tres años después en cuanto a horarios, salarios y tipo de tareas. En 1798 se contempló por primera vez con carácter general el trabajo de los artesanos. Esa normativa restringió a las corporaciones el ejercicio de diversos oficios. Algunos proponían eliminar los gremios, pero regular y conservar las asociaciones ya que perfeccionaran el arte y la ayuda mutua. Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, propuso unificar las artes, incluir a las mujeres, prohibir las asociaciones de oficiales y las cofradías gremiales, establecer juegos, diversiones y crear una policía gremial.

En oposición, Gaspar Melchor de Jovellanos se pronunció por la eliminación de los gremios debido a que propiciaban concentración del trabajo en pocas manos, frenaban el aprendizaje y excluían artesanos de otros oficios. Era partidario del libre trabajo en los oficios. A fines del XVIII se formó la Real Sociedad Económica de Amigos de la Patria. La asociación propuso una reforma a la actividad de los gremios y contempló reglamentar la vida pública de los artesanos para morigerar sus costumbres. http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

Desde fines del siglo XVII, Hispanoamérica vivió un período de diversificación económica regional con un auge minero en Brasil y Perú que creó un mercado interior transitorio con alta demanda de textiles, derivados de la ganadería, alimentos, productos de madera y otras actividades subsidiarias. (Cardoso F.C 1979:225).

La confección de telas con lana de oveja fue muy productiva. En Huehetenango, en 1712 una población indígena de 20.000 habitantes rodeaba grandes fincas dedicadas a la crianza de ovejas y parte de la leche se usaba para elaborar quesos”. (Wortman 1991:98). En 1770, de 26.761 habitantes de la antigua Guatemala “gran número eran ladinos ejercían diversos oficios”. Momostenango, Chichicastenango y Quezaltenango progresaron con los tejidos de lana de ovejas; igual que en los pueblos de Cobán y Rabinal, en la Alta Verapaz, con el suministro de algodón. (Solórzano, J. 1993:31).

“Una vez recogida la cosecha, el algodón en rama se distribuía entre mujeres de los pueblos de indios, quienes debían hilarlo. El hilo era luego recolectado por los alcaldes mayores y los clérigos lo enviaban a otros poblados de para convertirlos en telas… En 1795 había un millar de telares en Antigua Guatemala”. Las telas y ropas se intercambiaban por añil o ganado en Comayagua, San Salvador, León o Costa Rica. Había haciendas que usaba la ropa como medio de pago. (Solórzano F. 1993:36).

En la costa del Pacífico de Nicaragua se construyeron astilleros para fabricar los barcos. Trabajaban maderas de pino de altura o cortezas duras como el cedro, caoba o el guácimo, y usaban brea y resinas. Las telas para las velas eran suministradas como tributo por los indígenas quienes proveían, además, mantas y la cordelería hecha de maguey o de cabuya. La brea de pino se usaba para calafatear y los cortes del mismo árbol en la fabricación de toneles, útiles para conservar los vinos que se enviaban a Perú. (Fonseca E. 1993:132).

En las ferias semanales, anuales y por regiones era considerable el tráfico de artesanías: rebozos multicolores procedentes de Guatemala, jícaras labradas para beber agua y chocolate, sombreros y esteras de paja o petates, arreos y cohetes (…) los rebozos de algodón, ponchos y hamacas venían de El Salvador. Los indígenas hondureños trabajaban todo el año produciendo confites y jabón que vendían en las ferias (...) En los mercados de Guatemala se encontraban los sombreros de palma hechos por los indios salvadoreños de Tenancingo (…) Tres almacenes de Sonsonate daban salida en 1858 a las sillas de cuero, canastillos de vena de palma y cedazos de fibras. (Lindo F. Héctor. 1991:191-195). En 1820, en plena decadencia del mercado para artesanías, subsistían en Antigua Guatemala 637 telares que abastecían a San Salvador, Comayagua y León. (Solórzano F., 1993:37).

La producción artesanal siguió activa a pesar de su notorio declive desde principios del XIX. En 1811, el presidente de la Audiencia de Guatemala, José Bustamante y Guerra, propuso otro reglamento general para los gremios. La reforma refleja el espíritu burgués de la época, pues estima que el “benemérito” cuerpo de artesanos es parte del Estado y por lo tanto, requiere la protección de los gobiernos. Según esa concepción, los trabajadores por oficios deben corresponder con la sociedad, sujetándose a principios de convivencia en orden, templanza moral, laboriosidad y buena aplicación.

Los gremios, dependientes de los Ayuntamientos, cada mes eran convocados a un cabildo. Se eliminaron castigos corporales y se creó un departamento policial separado para recluir a los artesanos que delinquieran. Todo oficio con 12 maestros, tienda y taller formaría un gremio y si no los tenían debían agregarse a otros gremios. Se propuso la creación de la Cofradía Gremial consagrada a la Virgen del Socorro: todos los artesanos serían cofrades y celebrarían fiesta en la primera semana de noviembre.

http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

En Costa Rica, antes de 1820, las artesanías y manualidades estaban separadas de la agricultura, sólo en las ciudades. En pueblos y aldeas, antiguas reducciones de indios, una cuarta parte de hombres, cabezas de hogares, declaraban oficios de sombreros, canasteros, hilanderos, tejedores o carpinteros. Hubo especialización en ramas como la herrería, la fabricación de pólvora y cigarros, el hilado y la costura. En 1813 se menciona en Alajuela la urgencia de entrenar a los maestros plateros, herreros, zapateros y sastres. El municipio ordenó que los pocos maestros u oficiales entrenasen cada uno a dos o tres jóvenes.  

En el censo de 1824 no se reportaron talleres, solo oficios. Pero en Cartago, Manuel Escalante poseía 2 de los 8 telares. El trabajo de hilar había alcanzado importancia extra-doméstica. En San José había 110 locales dedicados a tejer o hilar que ocupaban 142 personas. El sur de la capital era un barrio artesanal que empleaba muchas mujeres jefas de familia como hilanderas; aunque declaraban que su oficio era la industria. Los barrios de El Carmen y Guadalupe tenían un sector artesanal bien definido.  

En Cartago, la elaboración de tejas originó el poblado El Tejar. Desde la colonia trabajadores negros y mulatos de la Puebla de los Ángeles se dedicaban a herrería y la pólvora. En 1844 trabajaban 16 herreros y hacían labores diferenciadas, como el oficial mayor y el fornidor, encargados de fundir y elaborar herramientas. En las fábricas de pólvora había tres oficios: el maestro, el polvorero y el labrador de pólvora. En los archivos de las series Congreso y Gobernación se constata que entre 1843 y 1844 había en las tres ciudades principales del país al menos 480 artesanos, jefes de familia, de un registro total de 1867 personas. (Gudmundson L. 1990: 58-80).

  1. DECADENCIA DE LOS OFICIOS ARTESANALES

Los cambios estructurales que condujeron en Inglaterra a la producción fabril en gran escala, se aceleraron en la segunda mitad del siglo XVIII en detrimento, principalmente, de la producción artesanal y manufactura de los países colonizados. Las mercancías de la era industrial invadieron Centroamérica a través del comercio ilegal y la piratería desde los bastiones ingleses de Jamaica y Belice. Después de la Independencia, a consecuencia del libre comercio capitalista.    

La obsolescencia del mercantilismo económico y del régimen monárquico era irreversible y la reacción restauradora culminó en España con las Reformas Borbónicas. Se suprimieron prohibiciones a la libre explotación de fuerza de trabajo, se exigieron nuevos impuestos y restricciones fiscales, se reorganizó la administración y gobierno en el nivel regional y se amplió el marco legal para el libre comercio. Esas medidas acentuaron las contradicciones políticas entre la metrópoli y las clases dominantes en las colonias, las cuales culminaron en las rebeliones y levantamientos populares precursores de las Guerras de Independencia.

En 1765 el gobierno colonial estableció un impuesto sobre las ventas, gravó importaciones europeas y se transfirieron de México a Centroamérica los monopolios de tabaco y pólvora. “Todos los artesanos tenían quejas. En noviembre de 1766 los productores de Guatemala enviaron una petición al alférez real, Manuel de Batres, en protesta por los monopolios, los altos derechos aduanales y los impuestos.

La ciudad estaba a punto de rebelión (…) Fueron arrestados los autores de las peticiones de los artesanos (…) El “humor de la multitud” llegó a su punto más bajo el 31 de diciembre (…) Había temores de un “levantamiento popular”. Por ello se suspendió el cobro de impuestos sobre todas las reventas y se procedió a distribuir granos a los grupos más pobres de la ciudad”. Las medidas sofocaron el descontento. (Wortman M.1991: 178-179).

No obstante, continuó favoreciéndose el libre comercio. Entre 1760 y 1808 la monarquía derogó impuestos de importación, autorizó a compañías privadas para que comerciaran con exclusividad en regiones específicas, suprimió el sistema de flotas y rebajó tarifas para aumentar el número de navíos en tránsito y el volumen de las ventas.

A fines del siglo XVIII las crónicas ya no se refieren a la población designándola por sus rasgos étnicos, sino por su importancia numérica y los rasgos como fuerzas productoras rurales o de las ciudades. En el trance 1808-1823 se acentuó la fisonomía de las clases y capas de la sociedad colonial guatemalteca. (Martínez P. 1985: 232 y 279). “Burócratas, comerciantes y hacendados vinculados con casas comerciales peninsulares; clérigos y artesanos amenazados por las importaciones y los grupos medios afectados por el alza de los precios y el desempleo, todos se oponían al liberalismo aunque compartieran algunas ideas de la Ilustración”. (Wortman M.1991: 255)

Las contrariedades por la aplicación de libertades económicas sin control, se incrementaron a comienzos del siglo XIX. “Desde 1800, cuando los funcionarios liberales permitieron la entrada de textiles ingleses, hubo un aumento en el comercio en manos de españoles debido a que garantizaba utilidades mayores que las ventas y compras de las telas locales (…) Pero el intercambio destruía a los artesanos locales y drenaba las reservas de plata de la colonia”. (Wortman M.1991: 261)

El libre comercio expandió las relaciones mercantiles y la explotación capitalista. Pero beneficiaba solo a una pequeña parte de la clase dominante de la colonia: a aquellos que tenían nexos con el mercado inglés. Al mismo tiempo, destruyó a quienes estaban involucrados en la producción textil. “Para los artesanos, cuyos instrumentos importados de España tenían que ser adquiridos a precios muy elevados, el peso de la colonia era irresistible, más aún, cuando en lo interno eran explotados por la clase adinerada de las ciudades. (Wheelock J. 1976:71)

No todos los artesanos veían un peligro en la libertad de comercio. Los carpinteros se beneficiaban con la entrada de herramientas más baratas que en el mercado negro. Los herreros se perjudicaban con el ingreso de productos de la metalurgia, pero les interesaba liberar las importaciones de hierro y los monopolios. Plateros y coheteros no tenían interés en el libre comercio porque disfrutaban de concesiones. Solo los tejedores se manifestaron en contra de la importación de telas. “En el número No. 4 del periódico El Amigo de la Patria se publicó una petición de 210 tejedores de Antigua Guatemala solicitando protección mediante el cese de la importación de telas”. El caso fue discutido en la sesión de la diputación provincial del 5 de noviembre de 1820. (Martínez P. 1985:709) La mayoría de artesanos que formaba la plebe urbana sí apoyaron el proteccionismo de algunos criollos. (Martínez, P. 1985: 312-315).

En Verapaz, el altiplano de Guatemala y alrededores de la ciudad, “miles de mujeres pobres se ocupaban en hilandería.” Pero a medida que el producto inglés inundaba el mercado, el precio de la tela disminuyó un 75%: de doce a tres reales la vara. Antes de 1810 se decía que el altiplano vendía a México entre 35.000 y 40.000 pesos en artículos de algodón y lana, a precio entre 30 y 35 pesos la docena de piezas. Con el libre comercio ya no había esa interacción, aunque se ofrecían los artículos entre 12 y 30 pesos…

José Cecilio del Valle fue vocero del sentimiento proteccionista y abogó por apoyar a los artesanos: “Existe mortalidad en el taller: existe en la forja y en el telar. (Si estuviese aquí) (Álvarez de) Cienfuegos conocería artesanos que son aptos para sus cantos y Séneca vería virtud en manos diestras en el trabajo”. Para defender la industria propuso abolir el comercio de telas inglesas (…) tratar de extinguir su uso en ropas de algodón (…) quemar las reservas (…) y si es posible devolvérselas a sus productores (…) Entonces veremos la necesidad de vestirnos con nuestros propios textiles nacionales (…) La agricultura prosperará y el número de artesanos aumentará”. (Wortman M.1991: 278)

La oposición al libre comercio sí fue un motivo de las movilizaciones de artesanos durante las rebeliones de 1811- 1812 en San Salvador, León, Granada, Segovia, Rivas, Tegucigalpa, Nicoya y Cartago. Los algodoneros y otros artesanos del altiplano se unieron con los comerciantes españoles y el clero para abogar por un retorno a la autoridad centralizada y proteccionista del gobierno español y poner fin a los nexos comerciales con los británicos (…) Los comerciantes nicaragüenses y otros del interior se aliaron con estos grupos porque el comercio se les escapaba de la región hacia Guatemala y los productos iban a parar a Belice, en vez de Granada”. (Wortman M.1991: 279)

La disputa entre partidarios del libre comercio y quienes abogaban por proteger el mercado interno, “se reflejó en las diferencias entre las clases económicas y sociales que después de 1820 fueron la base para que se formaran las facciones que disputaban el poder político. “En la madrugada del 4 de junio de 1822 un grupo de artesanos indígenas de Subtiava, junto a varios estudiantes, se apoderaron del cuartel de la Compañía Provincial en León con el apoyo de militares del interior para ejercer las atribuciones del poder y elegir una Junta de once individuos que asumieran el mando”. El 31 de mayo habían concurrido autoridades indígenas de Subtiava y otros barrios, casi todos de oficios artesanales, como el herrero Justo Altamirano y otros. (Wheelock J. 1976: 89-90).

“Las agitaciones urbanas protagonizadas por artesanos, constituyen uno de los ingredientes más dinámicos de la vida política de mediados del siglo pasado. Halpering Donghi señala que los artesanos irrumpen en la escena continental en la década de los cuarenta y comenta que fue uno de los signos del fin del período, e hicieron sentir la presencia política de los grupos plebeyos ajenos a (los intereses) de las élites, aunque no fue suficiente para quebrar el cerrado predominio de éstas”. (Cueva A. 1980: 54)                                  

“Los productos manufacturados ingleses reducían la producción a domicilio de los artesanos que vendían a pequeños tenderos. La producción de telas y ropas en alguna escala decayó desde 1850 y solo se mantuvo en Guatemala, Chiapas y Nicaragua. “Las economías del interior en Guatemala, León, Granada, Tegucigalpa quedaron sin monedas. Disminuyó la demanda y la riqueza continuó fugándose a las manos de los ingleses, hasta el período de la federación”. (Wortman M. 1991:280). Los colorantes sintéticos comenzaron a utilizarse en Gran Bretaña desde 1858 (Cardoso y Pérez H. 1977: 174.), y con el aumento de las importaciones y la apertura de bodegas en los puertos y ciudades declinaron las ferias. Los artesanos que laboraban libremente irrumpieron en las luchas electorales a partir de 1860.

El libre comercio fue el precio que se pagó a Inglaterra, Francia y Estados Unidos por sus apoyos indirectos a la independencia de Centroamérica. En 1825 pocos se quejaban de interferencias del gobierno, alta tributación, disminución del comercio o estancamiento económico como lo habían hecho veinte años atrás… En toda casa de comerciante se usaban artículos de plata “para los propósitos domésticos más bajos” y cada dama de la casa tenía “por lo menos media docena de costureras, floristas y bordadoras, lo cual por el momento daba a sus apartamentos la apariencia del barco de un millonario”. (Worman M. 1991:311).

Un decreto sobre la libertad de industria con fecha 13 de junio 1833, no abolió los gremios. Las corporaciones mantuvieron funciones económicas, sociales y morales durante al menos tres décadas. Ese año se creó en Guatemala la Sociedad para el Fomento de la Industria. Proponía crear escuelas mecánicas, abrlr fábricas de papel, traducir e imprimir manuales prácticos sobre los oficios de tejidos, curtiembre, loza, jabón, sombrerería, construcción, fundición, aserrío, tintorería y ebanistería; introducir modelos y muestras de máquinas y reunir una biblioteca de arte. Sin embargo, no acogió la solicitud de tejedores que desde 1820 proponían la prohibición de las importaciones. La Sociedad se inspiró en los conceptos liberales de educación, fomento e industria. http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

Las reformas liberales del último cuarto del siglo XIX situaron a los artesanos en un nuevo universo económico y social. La mayoría se benefició con la ruptura de las reglamentaciones coloniales y algunos encontraron condiciones para instalar sus propios talleres y tiendas. Todos quedaron desorganizados e indefensos frente a la competencia fabril; perdieron las protecciones y socorros que disfrutaban. Se insertaron en una división del trabajo que se regía por las condiciones competitivas del mercado, alejados del trabajo doméstico y la agricultura de subsistencia, y sujetos al movimiento ondulante de los precios de las materias primas y mercancías. Ese es el punto de partida de “un importante movimiento social configurado por el artesanado libre” desde la segunda mitad del siglo XIX.

“Una investigación realizada en 1858 sobre “el estado de sus habitantes y profesiones en que se ocupan”, la que cubrió solo a 5 de los 15 departamentos, muestra la concentración de los artesanos en pequeñas villas y pueblos: ante todo pintores, plateros, carpinteros, sastres, albañiles, zapateros y otros”. Ya en 1860 los artesanos apoyaban las promesas y medidas “proteccionistas” del gobierno de Gerardo Barrios en Guatemala. En los años sesenta y setenta se expandieron las formas organizativas del artesanado libre”. (Menjívar, R. 1982: 35).

  1. CONCLUSIONES

Desde el siglo XVI el oficio de los trabajadores artesanos, hombres y mujeres de la población autóctona o inmigrantes, quedó subordinado a los objetivos de lucro y ganancia comercial. Primero regulado por la monarquía española y su concepción mercantilista de la economía; más tarde por el avance de las relaciones de producción capitalistas a escala mundial.

En numerosos estudios de historia social centroamericana del siglo XIX. se ha enfatizado el examen de los artesanos por oficios: Su importancia en la producción mercantil, las demandas reivindicativas, sus formas de organización, ideologías compartidas sobre las relaciones entre el pasado histórico, sociedad y economía; su participación o rechazo a los procesos electorales liberales y otros rasgos de sus identidades culturales.

Pero el objeto de estudio se ha observado en conexión directa con la historia del movimiento obrero y, con frecuencia, como su precedente inmediato. De esa forma, la historia de los artesanos no sólo preludia “en línea directa” la del movimiento obrero, sino que éste, a la vez, hereda sus influencias y algunas “desviaciones” en las actitudes de clase que delimitan históricamente antagonismos, intereses sociales y necesidades políticas entre la clase obrera y los empleadores capitalistas.

Las investigaciones recientes de los historiadores, evidencian las diferencias entre una y otra modalidad de inserción de los trabajadores directos en los procesos de producción no agrícolas. La producción de bienes materiales y culturales derivada de los oficios artesanales “modernos” ocupó lugar significativo entre los valores de uso y mercantil de los bienes y servicios que se consumían en los campos y aldeas de aquellas sociedades.

Los productores artesanos fueron parte de la mano de obra especializada que, junto con trabajadores indígenas y negros esclavizados levantaron templos, edificios públicos, caminos empedrados, canales de agua potable y viviendas “palaciegas” de obispos, colonizadores y hacendados encomenderos. Suplieron en buena parte las necesidades del comercio centroamericano de artesanías, hasta la segunda mitad del siglo XIX.    

  1. BIBLIOGRAFIA

Cardoso S. F. Ciro y Héctor Pérez. Centroamérica y la economía occidental (1520-1930). EUCR. San José. 1977.

Cueva Agustín. El desarrollo del capitalismo en América Latina. Siglo XXI. Editores S. A. Cuarta edición. México. 1980. P. 238.

Fonseca C. Elizabeth. “Economía y Sociedad”. En: Historia General de Centroamérica. Tomo III. FLACSO. CEE. Madrid.1993.

Gudmundson Lowell. Costa Rica antes del café. ECR. San José 1990

Lindo F. Héctor. “Economía y Sociedad (1810-1870)”. En: Historia General de Centroamérica. Tomo III. Flacso. CEE. Madrid. Pp. 141-202.

Martínez Peláez Severo. La Patria del Criollo. 10ª. Edición. EDUCA. San José. 1985.

Menjívar, Rafael. Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño. Segunda edición. EDUCA. Centroamérica. 1982.

Solórzano, F. Juan Carlos. En: Historia General de Centroamérica. Tomo III. FLACSO. CEE. Madrid 1993.

Webre, Stephen. “Poder e Ideología”. En: Historia General de Centroamérica. Tomo II. FLACSO, CEE. Madrid. 1993    

Wheelock R., Jaime. Raíces indígenas de la lucha anticolonialista en Nicaragua. Siglo XXI Editores S.A. 2 edición. Buenos Aires. 1976.

Wortman Miles, L. Gobierno y sociedad en Centroamérica 1680-1840. BCIE. EDUCA. San José. 1991.  

http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/maestro2.htm

http://www.ihnca.edu.ni/files/doc/TallerHistoria10.pdf

 

Por Juan del Llano

Con un territorio de 419.000 km2 habitado en 1820 por 1.227.000 personas, hace 192 años que Centroamérica vivió el proceso de insumisión y rebeldías continentales para independizarse del decadente imperio español. Durante tres siglos sufrió la dominación militar, política y religiosa de la Capitanía General, la Audiencia y la Arquidiócesis de Guatemala, brazos autoritarios y expoliadores del Virreinato de la Nueva España.

Las provincias más pobladas eran Guatemala y El Salvador. Los habitantes de Nicaragua se concentraban en el área de los lagos y litoral del Pacífico. El este de Honduras era un espacio natural vacío y en el centro y el oeste habitaban dispersos algunos pueblos de indios. La mayoría de las gentes de Costa Rica vivían entre montañas, en el Valle Central. En 1800 el Virreinato de Nueva España perdió el territorio de Luisiana occidental que fue vendido por Napoleón I a Estados Unidos en 1803; y los gringos compraron La Florida a la corona española, en 1819.

De 103.000 personas inscritas en el censo de tributantes de 1778, casi el 70% eran indígenas guatemaltecos. En Costa Rica sólo el 1% eran contribuyentes. La población originaria era menor en Nicaragua, Honduras y Costa Rica. La fuerza de trabajo estaba compuesta por esclavos, indígenas sujetos a las encomiendas y a servía las familias aristócratas, la iglesia y los funcionarios militares y políticos. En menor grado, como jornaleros y trabajadores, mestizos, mulatos y ladinos mal pagados con especies, fichas o monedas.

Las normas fiscales introducidas en 1747, ataron a los pueblos de indios a los intercambios mercantiles, y las ordenanzas reales de 1785 crearon las intendencias de Chiapas, Salvador, Honduras y Nicaragua -incluida Costa Rica-. La monarquía pretendía satisfacer los apetitos de tierras, riquezas y dinero de los hacendados, funcionarios, clérigos y comerciantes locales, en consonancia con los privilegios de las clases dominantes de Guatemala.

En adelante alcaldes, corregidores e intendentes, comerciantes, especuladores de tierras y el alto clero, aumentaron la explotación y el hostigamiento sobre los pueblos de indios. Entre 1805 y 1809 el 80% de los ingresos de la corona provenían de los estancos y alcabalas. Un siglo atrás, los tributos indígenas proveían ese mismo porcentaje. De ahí que al final del período colonial renacieron los motines de indios motivados por los abusos de los funcionarios de gobierno, la rigurosidad en los tributos y las arbitrariedades en las cobranzas.

Otros rasgos constriñeron el crecimiento económico, agudizaron los conflictos, sociales, acentuaron el desigual sistema de enriquecimiento y el modo de vivir, y revivieron las disputas por el poder político: El carácter monopólico mercantil de la economía, la poca diversidad de la agricultura de exportación afectada, además, por la revolución industrial de 1760-1815, las exacciones de los gobiernos y el clero, la ausencia de libertades para desarrollar otros cultivos, los asaltos y saqueos de los piratas ingleses y zambos mosquitos en el Atlántico, y el difícil acceso al comercio con Europa y América del Sur a través del mar oriental. Las zonas de agricultura más productiva estaban en las tierras del Pacífico.

El movimiento anticolonial

Las posiciones anticoloniales de fuerzas sociales diversas y heterogéneas emergen con claridad diez años antes de la Independencia. En América del Sur, el proceso transcurrió con diferentes rasgos de lucha política entre 1810 y 1824. Las fuerzas populares irrumpen en los enfrentamientos militares a partir de 1812. Al principio, al lado de los monárquicos; después de 1814 alineadas en guerrillas regionales con los bandos en pugna. En 1817 el general Bolívar logró unificarlas y encauzarlas a la guerra anticolonial continental, mediante la incorporación de reivindicaciones e intereses populares a los objetivos de descolonización. El proceso culminó con la derrota del General Morillo y la liberación de Venezuela.

Esos alineamientos de las fuerzas económicas y sociales dominantes durante la colonia, adobados con las intenciones de suprimir la esclavitud y de apaciguar con reformas la situación de los indígenas, las clases trabajadoras y otros estratos medios, se expresaron con altibajos y acentos discordantes en las contiendas militares desatadas en los virreinatos de La Plata, Perú y Nueva España.

La guerra entre Francia y España de 1808-1814 y su desenlace en provecho de la burguesía liberal -manifiesto en las Cortes de Cádiz de 1810- abrieron entre las autoridades de los cabildos y de las audiencias de la Nueva España, el debate en torno a la titularidad de la soberanía ante la abdicación de Fernando VII. En México, las reformas de 1808 y el golpe reaccionario de1809, propiciaron la rebelión del cura Miguel A. Rojas Hidalgo y Castilla, el 16 de setiembre de 1810. El acontecimiento abrió la fase de transición a la guerra civil, a las proclamas de independencia de España y a la constitución de la monarquía de Agustín de Iturbide.

Después que Fernando VII fue reinstalado en el trono monárquico, las situaciones conflictivas y los forcejeos por el poder entre élites civiles, militares y religiosas locales, o entre estas con la burguesía y la aristocracia metropolitanas, crearon un vacío de poder. La efervescencia social urbana se acentuó debido a la crisis de la producción y comercio del añil y el desempleo de los jornaleros salvadoreños y nicaragüenses. El paro forzoso desplazó a la población de los campos, a las villas y ciudades.

Entre 1811 y 1814 el descontento social tomó un alto potencial insurreccional. Los levantamientos, a veces sin relación con el ideario separatista, se acompañaron con reivindicaciones económicas, jurídicas y sociales de beneficio popular. Exigían la destitución de los funcionarios y fiscales corruptos y represivos; demandaban la supresión o reducción de las alcabalas y el papel sellado. Plantearon la abolición del tributo indígena, la repartición de tierras, libertad para cultivar y comercializar tabaco, cacao y azúcar, o la reducción de sus precios.

En la evolución de estas rebeldías, los sectores populares se comportaron en forma más radical. Trataron de ajusticiar a esbirros de la monarquía y a altos funcionarios.   Al grito de “mueran los chapetones”, tomaron haciendas, saquearon tiendas, casas y almacenes, destruyeron garitas recaudadoras, hurtaron víveres, alimentos, ropas y herramientas de trabajo.

El quinquenio 1810-1815 fue el lapso de mayor violencia social, política y delictiva. Hubo cuatro enfrentamientos entre populares con las tropas de la monarquía. El primero en noviembre de 1811 en San Salvador, cuando se solicitó un obispado independiente de Guatemala. El segundo en diciembre de 1811 en Granada, debido al malestar por las ventajas políticas de León y la mala gestión del Intendente. La tercera de nuevo en San Salvador, en enero de 1814, inspirada por la insurrección de Morelos. La lucha más importante ocurrió en Guatemala en diciembre de 1813, organizada en los pasillos y la iglesia del convento de la orden de los Bethlemitas. Estos movimientos fueron disueltos y reprimidos en 1814 y 1815.

Pero lentamente fue configurándose una alianza de fuerzas revolucionarias entre los dirigentes de las familias criollas, los letrados pobres aspirantes a un empleo público y los miembros de las profesiones liberales a quienes se les negaba o regateaba el ejercicio profesional por razones de ideología política, a causa de sus lugares de nacimiento. Algunos pueblos de indios se sumaron a los rebeldes, recelosos o por medios coactivos.

En setiembre de 1820 las Cortes suprimieron las órdenes monásticas; restringieron la actividad de los mendicantes; prohibieron la propiedad a instituciones civiles y eclesiásticas; abolieron las exenciones de impuesto y otros privilegios de los obispos y sacerdotes, y el fuero militar para los oficiales de milicias. Tanto el clero como los soldados se enemistaron con el poder público por esas medidas liberales. El descontento amplió las simpatías por la alianza social que anhelaba y lideraba la independencia de Guatemala.

En 1820 entró de nuevo en vigencia la Constitución de Cádiz de 1812 y el clima legal propició la formación de facciones políticas. El grupo más intransigente lo formaba la oligarquía de hacendados y comerciantes exportadores, y elementos de clase media propagandistas de las ideas monárquico constitucionales o representantes liberales de la burguesía europea y Estados Unidos. Los periódicos El Editor Constitucional dirigido por Pedro Molina, y El Amigo de la Patria, de tendencia más moderada, editado por José Cecilio del Valle, atizaron los debates en torno al libre comercio y el constitucionalismo republicano. También avivaron el regionalismo.  

Guatemala fue epicentro de las confrontaciones y desenlaces. Las provincias de la periferia decidieron a tono con los sucesos que ocurrían en la Capitanía General y la sede del Virreinato. Las actas separatistas se proclamaron después que Yucatán declaró la independencia de España y reconoció el poder de Iturbide, en el Plan de Iguala, el 15 de setiembre de 1821. La separación se consumó en la Intendencia de El Salvador el 29 de setiembre; al día siguiente lo hizo la diputación de León, y en misma fecha, Nicaragua. Los cabildos de Costa Rica sesionaron aparte de los delegados de Nicaragua y el 1 de noviembre del mismo año depusieron al gobernador español. En Honduras, desde el principio Tegucigalpa se anexó a Guatemala y Comayagua al imperio mexicano.

BIBLIOGRAFIA

DieterichHeins. Relaciones de producción en América Latina. Ediciones de Cultura Popular. Segunda edición. México 1985.

Cardoso F. S. Ciro y Héctor Pérez B. Centroamérica y la economía occidental (1520-1930). EUCR. San José, 1977.

Lindo Fuentes, Héctor. “Economía y Sociedad (1810-1870)”. En: Historia General de Centroamérica. Tomo III. Flacso. CEE. Madrid. Pp. 141-202

Pinto Soria, Julio César. “La Independencia y la Federación”. En: Historia General de Centroamérica. Tomo III. Flacso. CEE. Madrid. Pp. 75-140

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/57338

http://www.ihnca.edu.ni/files/doc/TallerHistoria10.pdf

http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Anna_MexicoyAmCentral.pdf


Por Emilio Young Barría

La historia de Panamá es la historia de la separación de Colombia y de la construcción del canal de Panamá. El día 3 de Noviembre de 1903, el gobierno de Estados Unidos promovió la separación o “independencia” de la provincia de Panamá del Estado de Colombia, utilizando diez acorazados para garantizar la separación.

Este 15 de agosto de 2013 se cumplen 99 años de la inauguración del Canal de Panamá, considerado la octava maravilla del mundo. Se ha creado un mito en torno a la idea de que el nacionalismo panameño fue el precursor de la separación, y en ese proceso encontraron el apoyo “desinteresado” de Estados Unidos.

Estados Unidos desechó la vía por Nicaragua

La historia de la construcción del canal interoceánico en Centroamérica tuvo idas y venidas. A finales de 1901, varias comisiones del Senado de Estados Unidos dieron su consentimiento para que el Canal se construyese en Nicaragua, utilizando el río San Juan.

Pero el aventurero francés Philippe Bunau-Varilla, que tenía intereses en la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique, que había quebrado en el primer intento de construir el canal por Panamá, realizó un intenso cabildeo ante congresistas norteamericano para convencerlos de que la mejor opción era Panamá, no Nicaragua. El argumento central utilizado en ese momento contra Nicaragua fue la supuesta e intensa actividad volcánica, pero el verdadero motivo fue el interés de los grupos de poder imperialistas, que decidieron que era más barato y beneficioso negociar con un nuevo país, desmembrado de Colombia, que con el gobierno nacionalista del general José Santos Zelaya en Nicaragua.

Finalmente, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Spooner, que facultaba al presidente Teodoro Roosevelt para negociar con el gobierno colombiano el traspaso del canal, reconociendo un pago de 40 millones de dólares en concepto de indemnización a favor de la Compañía Francesa del Canal. Pero dicha ley fijaba un plazo para llegar a acuerdos con Colombia, de lo contrario el Canal se construiría en Nicaragua.

El Congreso Colombiano rechazó el Tratado Herrán-Hay

El 22 de Enero de 1903, en Washington, fue suscrito el Tratado Herrán-Hay, entre John M. Hay, Secretario de Estado de los Estados Unidos, y Tomás Herrán, ministro colombiano de relaciones exteriores, con el objetivo de construir el canal interoceánico en el departamento de Panamá, perteneciente a la República de Colombia.

A pesar de la intensa actividad diplomática realizada por H. Grudger, cónsul norteamericano en Colombia, el 12 de agosto de ese mismo año el Senado de Colombia resolvió dejar en suspenso la aprobación del Tratado Herrán-Hay hasta el año 1904, complicando los planes imperialistas.

La posición del gobierno de Colombia no era antiimperialista, sino basada en la defensa de sus propios intereses. La oligarquía colombiana estaba interesada en que venciese el contrato, en el año 1904, con la Compañía Nueva del Canal, de origen francés, para no tener que indemnizarla por la cantidad de 40 millones de dólares, pero al mismo tiempo insistía ante el gobierno de Estados Unidos que subiese a 25 millones la cantidad que sería entregada a Colombia (el Tratado Herrán-Hay proponía solo 10 millones).

El 31 de Octubre de 1903, el Senado de Colombia, como un mecanismo de autodefensa ante las presiones de Estados Unidos, cerró sus sesiones suspendiendo indefinidamente el tema de la ratificación del Tratado Herrán-Hay. La repuesta del presidente Roosevelt fue montar el plan de separar el istmo de Panamá de Colombia, para crear una republiqueta directamente controlada por Estados Unidos.

Estados Unidos impulsó la separación de Colombia

Se ha discutido mucho sobre el ancestral sentimiento de separación de Panamá, por parte de la población autóctona, desde la época colonial hasta la fatídica fecha del 3 de Noviembre de 1903.

Pero, en realidad, en 1903 no hubo un movimiento de masas autóctono a favor de la separación. El movimiento separatista de última hora fue apoyado por comerciantes panameños que ansiaban tener más poder.Las tropas colombianas acantonadas en el istmo fueron sobornadas para que no presentaran resistencia o sencillamente se replegaran a Colombia.

El desembarco de miles de soldados atemorizó a la población autóctona. En los días inmediatos de la separación, de 60 concejos municipales existentes en el departamento de Panamá, 48 no se habían pronunciado, estaban atónitos. La Junta de Gobierno impuesta por Estados Unidos dictó, entre otros, el Decreto No. 12, del 12 de Noviembre de 1903, que obligaba a empleados públicos, a firmar una “declaración de fidelidad a la República”, bajo la amenaza de perder sus empleos. También dictó el Decreto No. 17, del 11 de Noviembre de 1903, por medio del cual amenazó con desterrar de Panamá a cualquier persona “no satisfecha con el movimiento separatista verificado últimamente”.

Firma y Ratificación del Tratado Hay-Bunau Varilla

El 3 de noviembre el Concejo Municipal de Panamá en una sesión extraordinaria aprobó una proposición en la que se afirmaba que en "vista del movimiento espontáneo de los pueblos del Istmo (…) declarando su independencia de la metrópoli colombiana y deseando establecer un gobierno propio, independiente y libre, acepta y sostiene dicho movimiento".

Al día siguiente, se congregó una multitud, asustada y curiosa, en la Plaza de la Catedral de Panamá, donde fue proclamada solemnemente la independencia en relación a Colombia y se constituyó un Gobierno Provisional compuesto por: Agustín Arango, Federico Boyd y Tomás Arias, todos dirigentes activos en la conspiración dirigida desde Washington.

Toda la población debió firmar el acta de independencia, de lo contrario serían desterrados de la nueva república.

El 6 de noviembre de 1903, la Junta de Gobierno nombró al aventurero francés Philippe Bunau-Varilla como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de los Estados Unidos, facultándolo para negociar cualquier asunto político o fiscal.

Ese mismo día, el gobierno de Estados Unidos mandó una nota amenazante al gobierno de Colombia, que en sus partes medulares decía:

“Habiendo el pueblo de Panamá, mediante un movimiento aparentemente unánime, roto sus vínculos políticos con la República de Colombia y reasumido su independencia, y habiendo adoptado el gobierno propio bajo forma republicana, con el cual ha entrado en relaciones el gobierno de los Estados Unidos (…) El gobierno de los Estados Unidos sostiene que está obligado no sólo por las estipulaciones de los tratados sino también por el interés de la civilización a velar por que el tráfico pacífico del mundo a través del istmo de Panamá no se vuelva a perturbar, como lo ha sido hasta hoy, por una sucesión constante de guerras civiles” (Bunau-Varilla, 1913).

Estados Unidos realizó maniobras militares en Colón para evitar que Colombia enviara tropas en contra de la separación. El 16 de noviembre de 1903, en menos de quince días, Estados Unidos y todos sus aliados reconocieron a la nueva República de Panamá

A los dos días, el 18 de Noviembre, el aventurero Philippe Bunau-Varilla firmó el Tratado Hay-Bunau Varilla con el Secretario de Estado, John M. Hay. Por la firma de este infame Tratado, Estados Unidos otorgó a las nuevas autoridades “independientes” la suma de 10 millones de dólares, los cuales se gastaron de la siguiente manera: 6 millones quedaron invertidos en Estados Unidos y fueron administrados por el agente fiscal y cónsul de Panamá en Nueva York, el Sr. William N. Cromwell, accionista de la Compañía del Ferrocarril de Panamá, 3 millones se utilizaron para financiar los gastos del nuevo Estado y un millón se gastaron en sobornos de las antiguas autoridades colombianas.

Era el mismo Tratado que el Senado de Colombia se rehusó a ratificar, pero con algunas cláusulas más favorables a Estados Unidos: el territorio del canal será cedido a perpetuidad y la República de Panamá no podrá ejercer ningún acto de soberanía. El 2 de diciembre de 1903 fue ratificado por las autoridades títeres de Panamá el tratado Hay-Bunau-Varilla.

Cínicas Palabras de Roosevelt

El presidente Teodoro Roosevelt reconoció años después, que Panamá fue una creación suya: “(…) El pueblo de Panamá estaba unido en el deseo de tener el canal y de expulsar al gobierno de Colombia. Si no se hubiera sublevado, yo me proponía recomendar al Congreso la toma de posesión del istmo por la fuerza de las armas. Había escrito ya el mensaje de un borrador a ese efecto. Cuando los panameños se sublevaron, hice uso inmediato de la Marina para impedir que los bandidos que habían tratado de detenernos, emplearan meses de fútil derramamiento de sangre en la conquista del istmo o en el intento de realizarla, en perjuicio, en último término, del Istmo, de nosotros y del mundo. No consulté a Hay, ni a Root ni a nadie, sobre lo que yo hacía, porque un Consejo de Guerra no pelea, e intenté resolver el asunto de una vez por todas”.

La lucha por la recuperación de la soberanía

La Zona del Canal se convirtió en un enclave de los Estados Unidos, sujeto a sus propias leyes, a su control militar y vedado por completo a los panameños. La lucha por la recuperación de la soberanía nacional duró casi un siglo.

Producto de estas luchas, donde se derramó la sangre, el 7 de septiembre de 1977, producto también de cambios en la situación mundial, Estados Unidos firmó los Tratados Torrijos-Carter que permitieron una transferencia gradual de la soberanía al gobierno de Panamá. Hoy el Canal pertenece formalmente a Panamá, pero sigue siendo controlado en el fondo por las transnacionales imperialistas y continúa aún bajo tutela de Estados Unidos.

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