Martires del jute

A Doña Nanda, La esposa de Aquileo Izaguirre y a sus hijas todavía se les llenan de lágrimas los ojos cuando recuerdan la mañana del 30 de abril de 1965: la horrible masacre de Aquileo y seis hombres en su casa de la montaña de El Jute. Cuentan lo que vivieron como si sucedió la semana pasada.

Con Doña Nanda, dos de sus hijas, una nieta, un bisnieto, otros parientes y don Chema Gómez regresamos el 21 de marzo pasado al sitio donde el ejército de Honduras cometió aquella barbarie. Ángela, una de las hijas nos contó en su Casa en San Pedro Sula pero no quiso volver al lugar porque la impactan mucho los recuerdos.

No regresaban allí desde que huyeron del lugar hace cuarenta años. Pudieron recordar donde se levantaba su casa, el camino para el pozo, los palos de manzanitas amarillas que había en el patio y desde luego La sangrienta mañana que vivieron en ese lugar.

La plática con la familia de Aquileo ha permitido aclarar cómo sucedieron los hechos.

El ejército tenla información desde hacía muchos meses que un grupo de hombres se ocultaban en la montaña y habían lanzado fuertes operativos con cientos de soldados.

En septiembre del 64 fueron capturados Aquileo y otros productores de la zona, junto con sus trabajadores, y amarrados los anduvieron recorriendo la montaña. Un mes antes de la masacre apareció muerto el joven Pedro Izaguirre, sobrino de Aquileo. Supuesta mente lo asesino Pedro Calderón, quien vivía en Agua Blanca Norte, camino a El Jute y que el ejército lo tenía para vigilar los movimientos de los que se refugiaban en la montaña.

Viernes 30

La noche anterior se acostaron temprano en La casa de Aquileo. Veinticinco soldados at mando del teniente Carios Aguilar, de El Progreso, ya andaban por el lugar desde un día antes. La esposa de Aquileo se levantó a las cuatro de la mañana, preparar café y desayuno. Al rato entraron Benito Díaz. Lorenzo Zelaya. Hermelindo Villalobos, Benedicto Cartagena y Rufino López que era sobrino de Aquileo. Ellos hablan Llegado días antes al campamento que tenían como a un kilómetro de la casa. En ese momento venían de desenterrar unas armas que todavía amarradas, dejaron escondidas en unos matorrales cercanos.

La Señora les sirvió café. Ya los tenían comiendo a todos cuando por la ventana vio cruzar una sombra que se quedó en un palo de naranjo que había ahí.

- Dios mío!, dijo Nanda.

- Que fue?, pregunto Aquileo

- Un hombre que vi pasar ahí.

- Cállense no hagan bulla.

Pero ya tenían rodeada la casa e inmediatamente entraron los soldados. Arriba!, dijo a tropa. Nadie pudo hacer nada.

Entre el grupo de soldados iba Aquilino lnestroza, un ex miembro del grupo expulsado en Mezapita que reconoció a sus ex compañeros. “Uno por uno los iban sacando a La fuerza de la manito como quien saca un niño, y pas, pas, al que iban sacando lo iban matando”, dice doña Nanda.

Ángela recuerda que el finado Rufino le dijo “Mica negra, solo este es el pisto que me acompaña, estos diez pesos, te los voy a dar para que te vayas para San Pedro”. A quien sacaban lo golpeaban y le hacían preguntas. A Aquileo fue el primero que mataron. Le quitaron los testículos y le cortaron la lengua. Con José María hicieron lo mismo.

Las mujeres cuentan que a Rufino casi lo trozaron de la cintura con la ametralladora y se fue de espalda. Ay, me mataron, grito Se quiso como sentar quedo de rodillas. Denme agua, pidió.

- Denle agua, dijo un soldado. Y trajeron en una paila, pero a la vez le preguntaban de dónde venían, donde habían estado y cuántos eran los que estaban ahí.

-Mira papaíto, te vamos a llevar a curar, pero decinos donde están, le hablaban amablemente.

“Como él nunca les dijo nada, un hombrecito así bajito, algo trabadito que le decían Olancho le hundió un puñal en la garganta y después se hinco y le chupó la sangre.”

A los demás los mataron igual, en el patio, torturándoles y haciéndoles cosas horribles. Después siguieron buscando gente”, relata doña Nanda.

Su hija Ángela cuenta que “Ya muertos ellos, nos sacaron de la Casa y nos pusieron en fila. Yo estaba chineando mi hijo de 40 días. A mí me golpeaban porque querían que les dijera quien era el papá del niño. Que dónde estaba. Yo no sabía, porque ignoraba todo eso, el se había ido’.

- Ponelo ahí en el suelo!, me decían.

- Como se pone a creer que voy aponer el niño ahí?, les respondía.

-Y seguían golpeándome con un machete y con la mano, me dejaron hinchada.

A mi hermana Alba también la golpearon, pero no se acuerda porque le agarraron los nervios, le preguntaban dónde estaba su hermano Victoriano. El se había quedado escondido en el tabanco y después salió. A mi hermano no lo mataron porque ellos pensaron que él sabía dónde estaban las armas”, dice Ángela.

- Mátenme, y que están haciendo?, les decía doña Nanda, con un niño en los brazos y los otros que se agarraban de su vestido.

- No los maten, dejen esos niños, dijo un soldado.

Los militares mataron a un soldado

Las mujeres cuentan que los mismos soldados mataron a otro porque lo confundieron. Lo miraron qua venia de reculada para atrás, ahí nomás le pagan el tiro. Cayó casi a mis pies, con los sesos de fuera y quedo con los ojos abiertos como viéndome, en el mero umbral de la puerta de la casa. Nosotros ya estábamos en fila y todos los demás estaban muertos”, recuerda Alba, la otra hija de doña Nanda.

- Ay, mira que matarnos al compañero, dijo un soldado.

- Que barbaridad, lo matamos, se lamentó otro.

Al soldado lo levantaron y se lo llevaron.

La casa la saquearon, se llevaron la ropa y zapatos buenos, radios y una alcancía llena de monedas de veinte centavos que tenía la familia. A las niñas les quitaron los aritos y cadenas que andaban. En una cobija juntaron las cosas e hicieron una sola maleta. Después quemaron La Casa que era de madera y manaca. Aquileo tenía más de 20 cargas de maíz, café y frijoles. Habla madera aserrada como para hacer dos casas. Adentro de la casa había perros y unas gallinas echadas. Se escuchaban los aullidos de los animales.

Los cuerpos de tres asesinados que quedaron a orilla de la casa se quemaron porque les cayeron maderas encendidas; aunque no recuerdan bien creen que fueron los cuerpos de Lorenzo Zelaya. Benedicto y otro. Pero Doña Nanda aclara que no fue mucho, solo que les alcanzo las llamas.

La señora se quedó hasta el mediodía esperando que llegaran a enterrarlos. Para ello subieron varios hombres de Guaymitas y otras comunidades que los cito el cantonal Fabián Andrade. Por órdenes de los militares. Los asesinados fueron enterrados en el mismo lugar donde murieron.

Tumbas desconocidas

Donde fueron enterrados los mártires no existe ninguna seña ni cruz. Fuimos al lugar con Chema Gómez y Víctor uno de los que participo en el entierro y que está casado precisamente con Verónica, una hija de doña Nanda.

Víctor nos mostró el lugar donde le dieron sepultura a Aquileo y a José María, que quedaron juntos.

En otra fosa a unos ocho metros. Sepultaron a los otros cinco, donde en aquel tiempo era el patio de la casa y pasaba un caminito.

En años recientes por ahí se abrió una carretera que pasa sobre la tumba. Víctor estuvo presente cuando trabajaba la máquina y estaba pendiente. Al romper la tierra aparecieron algunos restos de calcetines, palo y unos huesos. Víctor los recogió y los enterró aparte. Luego se tuvo el cuidado para no seguir afectando la sepultura desconocida.

Ahí están en esas tumbas anónimas los restos de siete hombres que luchaban por construir una patria diferente. Ellos fueron acecinados para el Estado de Honduras y aunque han pasado cuarenta años, un crimen tan terrible no deberla quedar en la impunidad y por lo menos debería de hacerse justicia en la memoria histórica.

Fuente; Revista Vida Laboral No. 19

Edición Mayo 2005

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Por Marcial Rivera

El 6 de Agosto, de 1919, Santa Tecla veía nacer a uno de los más insignes líderes revolucionarios que ha conocido la Historia Salvadoreña: Salvador Cayetano Carpio, conocido como Comandante Marcial, no es propósito de este artículo ensalzar la vida de Cayetano Carpio como símbolo de idolatría, sino destacar su legado revolucionario, como ejemplo para las actuales y futuras generaciones.

Con un nivel muy bajo de escolaridad, pero como todo un proletario, Marcial crece y se desarrolla en el oficio de la Panadería, en donde funda un sindicato, al tiempo en que ejercía este oficio para ganarse la vida, de forma honrada y digna, luego de haber permanecido en Guatemala, durante algún tiempo. Es en esta etapa de panadero donde Marcial adopta su sentido de clase, el sentido proletario. En 1950, al ser detenido y exiliado en México, escribe la obra Secuestro y Capucha, narrando las técnicas de tortura a las cuales fue sometido durante su detención, por demás ilegal. Para entonces Marcial había ya adoptado un gran liderazgo no solo entre el Gremio de Panificadores, sino al frente de la lucha revolucionaria.

Para los años 50´s ingresa al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), del cual llegó a Ser Secretario General. Años después abandona el mismo, pues el núcleo del PCS, califica de aventurera la idea de impulsar la lucha armada, como vanguardia del Movimiento Revolucionario y le da prioridad a la lucha legal y electoral. Marcial se había caracterizado por impulsar la movilización directa de los obreros y los explotados, con métodos de acción directa, fueran legales o ilegales. El 1 de Abril de 1970 funda las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) “Farabundo Martí”, que llegó a ser la Fuerza Político-Militar, más importante del FMLN. Marcial estaba plenamente convencido de la necesidad de la lucha armada. Frente a las ideas que plantean que no es viable esta estrategia, debido a las condiciones políticas y geográficas, Marcial responde con el libro Nuestras Montañas son las Masas, en la que recoge experiencias de la lucha social, y de la efervescencia revolucionaria.

La concepción de Marcial fue la de Guerra Popular Prolongada (GPP), que aunque toma en cuenta a las organizaciones de masas en la lucha armada (a diferencia de la estrategia del foco guerrillero), supedita las acciones de las masas oprimidas a un segundo plano respecto al grupo armado. Formado en el marxismo ortodoxo soviético, Carpio no logró superar la contradicción de la concepción GPP, que pretende el armamento del pueblo, pero a partir de un núcleo armado inicial, al cual se termina supeditando el movimiento de lucha popular. Esta contradicción ser manifestó una y otra vez en el esfuerzo de Cayetano por dar una dirección proletaria a las FPL, por eliminar la influencia de elementos pequeño burgueses.

Marcial, es el ejemplo del Revolucionario Incorruptible, que desde los mediados del Siglo pasado, entregó su vida y su juventud, puesta en función de las necesidades del pueblo. Supo conjugar el salto de calidad en el tiempo y momento precisos, acompañó la lucha social, por medios “permitidos” por la ley, pero cuando no fue viable, supo proponer la lucha armada como medio alternativo.

Después de 1981 la burocracia soviética impone al movimiento guerrillero un cambio de línea, hacia la negociación y el diálogo, en consonancia con el entendimiento del Kremlin con el gobierno de Reagan. Marcial se opone firmemente, pero se inicia una lucha interna no sólo en el FMLN, sino en las propias FPL, donde los puestos de dirección son copados por elementos afines al nuevo lineamiento.

El 6 de abril de 1983 es asesinada en Managua la Comandante Ana María de las FPL, y Marcial es acusado de ser el autor intelectual. El 12 Marcial se suicida, según unos; según otros, fue asesinado u obligado a suicidarse por elementos de la seguridad sandinista. Murió un hombre y nació una leyenda, alguien que por su herencia de vida coherente merece respeto, cariño y admiración.

La muerte de Cayetano dejó el paso libre para la degeneración política de la guerrilla salvadoreña. Hoy el FMLN ha pasado a formar parte del sistema democrático burgués bipartidista. La dirigencia de dicho partido continúa con resabios stalinistas, sectarios, dogmáticos, complacientes, y con visión electorera. Se cree que con “humanizar” el capitalismo se arreglan las cosas, queridos gobernantes de la “izquierda” Salvadoreña, mientras exista propiedad privada, mientras se mercantilicen los servicios básicos, mientras exista población sin acceso a servicios básicos, mientras no haya formas de subsistencia dignas en las zonas rurales, mientras no exista soberanía nuestro país no será el que algunos y algunas anhelamos.

 

Juan Lindo, Presidente de Honduras proclama la solidaridad con el México invadido en 1847

Raúl Jiménez Lescas

Historiador mexicano

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1847. México invadido por el ejército de conquista de los Estados Unidos de América. En esa guerra, el país perdió más de la mitad de su territorio. Fue una Guerra de Conquista, así lo dijo el entonces presidente Polk en sus Memorias. Los territorios ocupados fueron anexados a la Unión Americana y hoy en día son estados como California, Nuevo México y Arizona, además de Texas. Los mexicanos pelearon solos (además de estar divididos). La invasión inició en 1846 y, en 1848, tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (2 de febrero), las tropas yanquis empezaron a desalojar el país. En septiembre de 1847, tras la derrota de los mexicanos en el Castillo de Chapultepec, las tropas del General Scott ocuparon la capital de la República, izaron la bandera de las barras y las estrellas, tomaron el Palacio Nacional, y el gobierno mexicano se trasladó a la ciudad de Querétaro para reorganizarse.

En esos momentos trágicos y amargos, el entonces presidente de Honduras, Don Juan Lindo emitió una proclama histórica digna de recordarse de solidaridad con México invadido. Lindo se pronunció contra la invasión y ofreció ayuda contra el ejército de los invasores. De haberse concretado a tiempo la correspondencia entre los ministros de Relaciones Exteriores de Honduras y México y, el gobierno de éste último país hubiese aceptado el ofrecimiento hondureño, quizá la historia hubiese registrado el primer caso de brigadas internacionales en solidaridad con una Nación invadida por una potencia en la primera mitad del siglo XIX. Pero la correspondencia llegó tarde y el gobierno mexicano no aceptó el ofrecimiento, solo agradeció el gesto solidario.

Desafortunadamente, por el cruce la correspondencia entre ambos gobiernos, se puede desprender que la solidaridad y ayuda ofrecida por los hondureños llegó tarde, pues la respuesta del gobierno mexicano está fechada el 15 de octubre de 1847 en Querétaro.

La Proclama de Don Juan Lindo, motivó que militares de alto rango y funcionarios del supremo gobierno del Estado de Honduras, se sumaran entusiastamente por la causa mexicana y completaran el cuadro de la solidaridad centroamericana con el país invadido. Tanto la Proclama del Presidente como la Circular a los Gobiernos Centroamericanos fueron publicadas en el periódico oficial hondureño Taquígrafo de la Dieta Nacional (número 2, Comayagua, julio 1º de 1847. Imprenta del Estado). Ambos documentos históricos circularon en aquel país y otros lugares de Centroamérica y, al menos, en Chiapas y Querétaro en territorio mexicano. Asimismo, se conservan las cartas enviadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Honduras a su homólogo mexicano y al gobierno del Estado de Chiapas.

La solidaridad, el ofrecimiento de apoyo por parte del gobierno y del ejército hondureño contra el invasor es uno de los acontecimientos externos más sorprendentes de los Centroamericanos con la causa mexicana y, curiosamente, el más olvidado por nuestra Historia oficial.

Los documentos reflejan un sentimiento de hermandad. Don Juan Lindo habla de la fatalidad que a México golpea y considera al país como hermano. Propone “ayudarles de alguna manera en su honrosa lucha” y denuncia el bombardeo del puerto de Veracruz. Y, dice que todo el mundo debe saber que los hondureños “… estan prontos á cumplir sus deberes de cualquier naturaleza que sean.”.

El entonces presidente hondureño sabía muy bien de lo que hablaba, pues sus estudios de abogacía los había realizado en la entonces Nueva España, ejercido como abogado y fue diputado al congreso convocado por el Emperador Iturbide. Pero, por otra parte, quizá conciente de las repercusiones que significaban la “aniquilación” de México para Centroamérica, se pronunció contra el entonces llamado Gobierno Norteamericano. Sea cual fueren las razones de Don Juan Lindo para apoyar a México contra Estados Unidos de América, resulta profético los temores del presidente, pues más tarde, los militares estadunidenses habrían de invadir Nicaragua, dominar el Canal de Panamá y ejercer su control político-militar sobre el Istmo de Centroamérica.

Los militares de alto rango del Ejército Hondureño, respaldaron al don Juan Lindo. Entre ellos los Generales de División Ferrera, Guardiola y Quijano, señalan con claridad en sus proclamas que es “… evidente la obligación que tenemos de cooperar á la defensa de aquel pueblo. Sus hijos son nuestros hermanos, y la causa que sostienen, es también la nuestra, la de la Libertad contra la conquista.”.

La Proclama de Dn. Juan Lindo de 1847, dice así:

“COMPATRIOTAS.

La fatalidad rige actualmente los destinos de Méjico y amenaza á sus hijos con la desolación y exterminio. Los Norte-americanos han destruido la hermosa población de Veracruz, se han posesionado de sus escombros y marchan sobre la Capital; en el día no sabemos que otras desgracias pesarán sobre aquella Nación…

Son nuestros hermanos, sus riesgos son nuestros y su suerte es la que nos espera, no debemos guardar silencio y sí ayudarles de alguna manera en su honrosa lucha.

Sepa el mundo todo que los Hondureños están prontos á cumplir sus deberes de cualquier naturaleza que sean.

A todo trance sostendré en el Estado una paz honrosa; pero no lo haré con sacrificio del honor Hondureño porque un pueblo envilecido solo sirve para arrastrar cadenas y para sufrir humillado las amenazas y las injurias que le haga el más fuerte.

Hoy me dirijo á los Gobiernos de la república haciéndoles las observaciones convenientes para que si lo tuviesen á bien procuremos auxiliarlos como sea posible, ó por lo menos manifestarles nuestra buena disposición por su causa y libertad.

La división y los partidos interiores han arruinado á nuestros hermanos mejicanos –Ocho millones de habitantes de que se compone aquella Nación no han podido defenderse de un puñadito de hombres que han mandado á tomarse sus tierras, sus propiedades, y anular sus derechos. ¿Cuál sería la suerte de los Centro-Americanos si continuásemos divididos?

Los Hondureños siempre se presentan extraordinariamente grandes, se ha trabajado por dividirlos moviendo los resortes más convenientes, pero nada ha sido bastante para estraviarlos, el respeto al Gobierno y la sumisión á la ley lo consideran como su poder, su gloria, y su honor... ¡¡¡Que placer esperimenta el que rije los destinos de un pueblo adornado con estas virtudes….!

Comayagua, junio 1º de 1847.

Juan Lindo”.

Nota.- AHGE-SRE. 1847. Proclama del presidente de la República de Honduras, Juan Lindo y circular del secretario de Relaciones del mismo país, Carlos Gutiérrez protestando por la invasión norteamericana de 1847 y ofreciendo ayuda. LINDO, Juan, El Presidente del Estado de Honduras a los Centro-americanos, publicada en el Taquígrafo de la Dieta Nacional, núm. 2, Comayagua, julio 1º de 1847. Imprenta del Estado. p. 3-4. Copia original. LE-1090-C-02-V-02. 4 fs (6-9). Se respeta la ortografía original del periódico.

Por Jorge Eduardo Arellano

El Nuevo Diario de Nicaragua

Jamás desistió de apoderarse de Nicaragua y Centroamérica para la expansión esclavista del sur de EU * Su última aventura fue recurrente en asalto y saqueo, y murió de diez disparos de una tropa andrajosa * Se convirtió al catolicismo por oportunismo con la Constitución de 1858 de Nicaragua y murió asistido por un cura nicaragüense de apellido Zapata

 

Al menos, seis importantes fusilamientos políticos se ejecutaron en Centroamérica en el siglo antepasado. A saber: el del primer jefe de Estado de Nicaragua, Manuel Antonio de la Cerda, en Rivas, el 27 de noviembre de 1828; el del paladín del unionismo centroamericano, general Francisco Morazán, en San José, Costa Rica, el 15 de septiembre de 1842; el del “Gran Mariscal” Casto Fonseca, en León, el 9 de abril de 1845; el del “rey de los filibusteros” William Walker, en Trujillo, Honduras, el 12 de septiembre de 1860; el del ex presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, en Puntarenas, el 30 de septiembre de 1860 y el del presidente de El Salvador, Gerardo Barrios, en San Salvador, el 29 de agosto de 1865.

Este mes se cumple, pues, el sesquicentenario del fusilamiento del “último y más grande de los filibusteros”, según su biógrafo norteamericano Frederick Rosengarten, Jr. La obsesión de Walker —observa Rosengarten— era más de poder que de riqueza. Creía estar destinado a una misión: formar un imperio esclavista en la región centroamericana para incorporarlo al Sur de los Estados Unidos. Pero fue expulsado en cruenta lucha por los ejércitos aliados de Centroamérica que movilizaron contra él 17,800 hombres, de los cuales 5,800 murieron peleando. Es posible que dos o tres mil soldados centroamericanos más muriesen a causa de enfermedades, especialmente del cólera. Por su lado, quienes sirvieron en las filas de Walker fueron aproximadamente unos 5,000 y por lo menos la mitad de ellos pereció en el curso de la guerra. Indudablemente fueron muchísimos más los norteamericanos fallecidos en Nicaragua entre 1855 y 1857 combatiendo al lado de Walker que los muertos en batalla durante la guerra entre España y los Estados Unidos en 1898: 385.

Tres intentos más de Walker por apoderarse de Nicaragua

Tras su capitulación el 1º de mayo de 1857 en Rivas, y su inmediato rescate por Charles Henry Davis, Comandante de la corbeta de guerra norteamericana St. Mary’s, William Walker y sus hombres intentaron invadir Nicaragua tres veces más.

El 14 de noviembre del mismo año —1857— partió de Mobile en el Fashion con 185 flibusteros, una decena de “civiles” y especuladores, un lote de 1,000 armas y provisiones suficientes para alimentar 400 hombres durante tres meses. Sin embargo, el Comodoro —también norteamericano— Hiram Paulding le obligó a rendirse el 8 de diciembre en San Juan del Norte. El 7 de enero de 1858, en un mensaje especial al Congreso, el presidente James Buchanan afirmó que esa segunda expedición militar de Walker a Nicaragua era “una usurpación de la autoridad para librar una guerra, decisión que le pertenece sólo al Congreso”.

Absuelto en Nueva York y apoyado de nuevo en el Sur, Walker reincidió. En folleto publicado en Nueva Orleáns (abril, 1858) sostuvo su obstinada determinación de retornar a Nicaragua en plan bélico. Pero el Susan —barco que había contratado y que transportaba 112 filibusteros— se estrelló en un arrecife caribeño. Sus náufragos fueron repatriados gratis a los Estados Unidos en la corbeta británica Basilisk, que fondeaba en Belice.

Se hace católico por razones políticas

Mientras Walker planeaba una cuarta expedición que sería la última, la Asamblea Nacional Constituyente de Nicaragua había promulgado una nueva Carta Magna el 19 de agosto de 1858, y en octubre la prensa norteamericana difundió su contenido. Los artículos más importantes para Walker fueron el 6 y el 9; si uno declaraba oficial la religión católica, el otro que sólo quienes profesaran la religión de la República podían ser ciudadanos y, en consecuencia, ejercer cargos públicos. Por esta razón, William Walker se hizo católico el 31 de enero de 1859 abjurando de su fe presbiteriana, en ceremonia solemne de la catedral de Mobile. Su padre, el escocés James Walker, resintió esta decisión, ya que ambos estaban obligados por un pacto a guardar fidelidad a su iglesia.

A principios de 1860 el converso oportunista se hallaba en Nueva Orleáns con su compañero Callender Irving Fayssoux cuando éste le informó que Mr. Elwyn, comerciante inglés, vecino de las Islas de la Bahía —frente a las costas de Honduras— requería del auxilio de Walker para evitar que Honduras tomara posesión de las islas: Roatán, Guanaja y Utila. Las islas serían devueltas por Inglaterra, en virtud del convenio celebrado entre ambas naciones el 28 de noviembre de 1859. Tan pronto se arriara la bandera inglesa y se izara la hondureña, sus súbditos ingleses declararían su independencia y se enfrentarían a Honduras con la cooperación mercenaria de Walker; posteriormente, colaborarían con Walker en su empresa de Nicaragua.

Última expedición

El filibustero se entregó por completo a organizar la nueva expedición. Con el nombre supuesto de “Mr. Williams” y acompañado del coronel Thomas Henry —filibustero de casta— y de otros tres cofrades, se embarcó en la John A. Taylor a Roatán, donde el 16 de junio se enteró que sus habitantes, negros en su mayoría, eran hostiles: creían que los recién llegados intentaban esclavizarlos. Las autoridades inglesas detectaron la presencia de los filibusteros, averiguaron las actividades de Elwyn y reaccionaron de acuerdo. Walker partió en la Taylor a Cozumel, Yucatán, para esperar 49 filibusteros que desembarcaron el 23 de junio. Dos contingentes se le sumaron luego, de manera que el 5 de julio su fuerza era de 101 hombres (incluido él mismo).

El traspaso de las Islas de la Bahía a Honduras había quedado fijado para el 30 de julio. Pero el 7 del mismo mes el cónsul inglés en Comayagua, Edward Hall, informó al Gobierno hondureño de la presencia cercana de Walker. Por ello el Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Santos Guardiola pidió al gobernador de Jamaica que dichas islas siguieran en posesión de Inglaterra hasta que desapareciera el peligro filibustero. Al no ocurrir el traspaso, el 3 de agosto Walker decidió invadir Honduras.

Walker se toma Trujillo

El 6 de agosto Walker desembarcó a cinco kilómetros del puerto de Trujillo, cuya guarnición de su vetusto fuerte —cuarenta soldados al mando del comandante Norberto Martínez— no pudieron impedir su toma. En la acción, los invasores tuvieron 6 muertos y 3 heridos graves, mientras los locales 2 muertos y 4 heridos. Inmediatamente, la caja fuerte de la fortaleza fue forzada y saqueada, y de parte de la soldadesca filibustera hubo otros robos habituales.

Al día siguiente, Walker lanzó una “Proclama al pueblo de Honduras”, afirmando que su presencia en Trujillo constituía apenas un paso preliminar para volver a posesionarse de Nicaragua; primero, se proponía botar a Guardiola en beneficio de los pobres isleños de las Islas de la Bahía; y segundo, en su propio beneficio y en el de sus filibusteros, ansiosos de “retornar a su patria adoptiva”. Pero carecía de amigos en Centroamérica. “Es universalmente odiado y aborrecido, y si lo capturan de nuevo, le llegó su fin” —expresaba un norteamericano residente en Honduras en una carta al editor del Nueva York Herald.

El capitán inglés Norvell Salmon y el Icarus

El Icarus —vapor de guerra inglés— arribó a Trujillo el 20 de agosto. Lo comandaba el capitán Norvell Salmon, quien bajó a tierra para evaluar la situación. Encontró a Walker con unos noventa hombres del fuerte y la ciudad desierta, excepto el cónsul inglés. Este le informó a Salmon que de las rentas de la aduana del puerto, hipotecadas por Honduras al Gobierno británico, los filibusteros habían extraído 3,855 pesos. Salmon, al día siguiente, exigió a Walker rendirse; pero la mañana del 22 comprobó que el filibustero se había marchado con su gente. Perseguidos por las fuerzas hondureñas —unos 200 soldados llegados del interior al mando del general Mariano Álvarez—, los walkeristas y sus fieles fueron capturados, con la ayuda del Icarus, a las 3 pm. del 3 de septiembre de 1860.

El 4 ya estaban en Trujillo y el 5 Salmon —a quien Walker se había rendido— firmó un convenio en el que consentía entregar a los filibusteros al general Mariano Álvarez. A Walker y al coronel A. F. Rudler, jefe del Estado Mayor filibustero, se los entregaba “incondicionalmente, para que sean tratados conforme a derecho”; a los demás, “sujetos a las condiciones de que sean permitidos volver a los Estados Unidos, al dar su juramento que no servirán en ninguna expedición futura contra ninguno de los Estados de Centro-América”.

El proceso

El jueves 6 de septiembre el coronel Norberto Martínez y con el escribano José María Sevilla comenzaron el proceso, pasando a la cárcel de la fortaleza a interrogar a los reos. Walker declaró en español y sin intérprete. Dijo ser de 36 años, soltero, natural de Nashville y católico, y que se hallaba preso por infracción de las leyes de Honduras. Cuando la esposa de Martínez, doña Adela Prudot —hermana o familiar del agente consular norteamericano Eduardo Prudot— supo que Walker era católico, le envió una estatuita de la virgen de Dolores que él veneró en su celda durante los últimos trances de su vida. Añadió —contestando varias preguntas de Álvarez— que “como ciudadano y general de Nicaragua”, creía tener derecho a pasar a esa República; apoyado por estadounidenses de un partido creado en los Estados del Sur que coincida en sus fines con la constitución de la Gran Logia “Red Star” (“Estrella Roja”), cuya copia la había encontrado entre sus papeles capturados.

El viernes 7, por medio del intérprete Joseph M. White, súbdito inglés, fue interrogado Antonio Francisco Rudler, de 38 años, soltero, nacido en Georgia, comerciante y católico; y “que en la guerra de los Estados Unidos en México obtuvo el grado de capitán”. Negó haber sido el segundo jefe de la falange invasora, pero reconoció haber atacado el puerto con el grado de ayudante general de Walker, sin motivo alguno, sólo obedeciendo orden de Walker.

Ambos fueron interrogados dos veces más. Walker fue acusado de haber cometido un acto de piratería “o filibusterismo” que negaría, incluso en su defensa escrita. Martínez le recordó a Walker algunos de sus actos más graves perpetrados en Nicaragua, y el reo explicó que consideraba esos actos legales. Fue entonces condenado a “ser pasado por las armas ejecutivamente”. A Rudler se le condenó a cuatro años de prisión, pero luego fue indultado. A los demás 68 walkeristas se les permitió regresar a los Estados Unidos.

Sus últimas palabras

Un sacerdote católico (por cierto un nicaragüense de 45 años, nacido en León y de apellido Zapata) asistió a Walker en sus últimos momentos. El filibustero se mantuvo erguido e impasible frente a los soldados andrajosos que iban a ejecutarlo frente al paredón de un ruinoso cuartel a un cuarto de milla de la población. Había marchado con paso seguro con un crucifijo en la mano izquierda y su sombrero en la derecha, sin ver a nadie, sólo oyendo los salmos penintenciales del cura Zapata.

Cuadrándose en el centro que formaba el pelotón de diez soldados en el patíbulo, dijo en voz baja, pidiéndole al sacerdote repetirlas: —Soy católico romano. Es injusta la guerra que he hecho a Honduras por sugestiones de algunos roataneños. Los que me han acompañado no tienen culpa, sino yo. Pido perdón al pueblo. Recibo con resignación la muerte. Quiera que sea un bien para la sociedad.

Diez balas atravesaron su cuerpo, y el oficial al mando le asestó en la sien el tiro de gracia. El cónsul de los Estados Unidos pagó diez dólares y con dos y medio reales por el rústico ataúd en que fueron introducidos sus despojos. Su entierro fue decoroso conforme el rito de la Iglesia.

Florencio xatruch

Por Maximiliano Cavalera

En el mes de Septiembre, se celebran por toda Centroamérica las fiestas de “independencia” del dominio Español. En el caso concreto de Nicaragua, a las celebraciones de las fiestas cívicas, se  suma la conmemoración de la “batalla de San Jacinto”, en la cual, el ejército nicaragüense logró derrotar a los mercenarios Norteamericanos comandados por Byron Cole, lugar teniente de William Walker. En Nicaragua esta celebración histórica se descontextualiza, obviando que la guerra en contra de los filibusteros, no solo fue una victoria de los ejércitos Nicaragüenses, sino la gran gesta heroica de las tropas Centroamericanas, quienes en los hechos derrotaron y expulsaron al primer intento serio del imperialismo de conquistar la patria Centroamericana.

La Federación Centroamericana

La federación de Estados Centroamericanos nace con la “independencia del Imperio español”, esa independencia fue solo en el papel, dado que en los hechos la nación centroamericana se sumó al proyecto imperial de Iturbide y su plan de iguala; La segunda Independencia se logra en 1924, cuando los Estados Centroamericanos proclaman su autonomía del poderío de Iturbide. La experiencia histórica del Estado federal fue muy corta y trágica, para 1938 las oligarquías Centroamericanas “disuelven” el Estado federal que en los hechos termina sepultada con la muerte del más gran defensor del proyecto Centroamericano, a saber: Morazán. Es así, que cada uno de los estados tomó su camino solitario hasta 1956.

El gran error

Desde la separación de los estados federales, el Estado de Nicaragua se vio envuelto en un sinnúmero de pugnas internas entre el partido Liberal y conservador. Para 1853 el Estado estaba al borde del colapso por las luchas intestinales de ambas fracciones, y la miseria que vivía la mayoría de la población, eso sin mencionar, que el voto y ciertos derechos que otorgaba el Estado eran consuetudinarios, es decir, solo tenían derechos los que poseían propiedades o eran estudiados. En 1853 la asamblea nacional de Nicaragua emitió un decreto en el que establecía las elecciones para una asamblea constituyente. El 27 de abril de ese mismo año, el entonces presidente Fruto Chamorro, emitió un decreto que le daba poderes especiales, no contemplados en la Constitución, a un Consejo de Guerra elegido por el propio Chamorro.

El presidente Fruto Chamorro no tardó en hacer uso de estos poderes especiales, ese mismo año, El 16 de noviembre de 1853 fueron encarcelados en León y llevados a Managua el doctor Máximo Jerez, los coroneles Francisco Díaz Zapata, el bachiller José María Cisneros y José María Valle, todos notables caudillos liberales. También resultaron implicados, pero no fueron capturados porque lograron escapar, el Lic. Francisco Castellón, el coronel Mateo Pineda y muchos otros diputados y dirigentes calandracas.

Todos los supuestos conspiradores fueron condenados al exilio en Honduras. Tal acción encendió nuevamente las chispa de la guerra civil, pues no solo rompió con el marco constitucional, sino que dejó acéfala y sin margen de acción a la oposición Liberal.

En 1854 estalla la guerra civil entre ambos bandos, los liberales conformaron un Gobierno Provisional encabezado por Francisco Castellón, desconociendo el gobierno de Fruto Chamorro. Fue el gobierno Liberal de la ciudad de León,  el que negocio con Bayron Cole la contratación de filibusteros para hacerle frente a los conservadores. La mañana del 16 de junio de 1855 desembarcó en el puerto del Realejo el velero Vesta, esta embarcación traía a Centroamérica mercenarios al mando del filibustero William Walker. Los liberales leoneses recibieron a los mercenarios como un contingente que los ayudaría a derrotar a sus enemigos los conservadores.

Walker y su ejército de filibusteros, junto a tropas liberales decidieron tomar la ciudad de Rivas en el sur del país, la incursión no logró su objetivo, pero dejó enormes bajas militares en el ejército conservador que defendía Rivas. La diferencia que marcaría una clara ventaja de los filibusteros sería el armamento moderno que poseían los mercenarios, quienes combatían con armas de repetición Colt y rifles modernos contra armas de mosquete desfasadas. Asimismo, la mayoría de los soldados nacionales eran reclutas campesinos sin experiencia militar, en contra de mercenarios que poseían una vaga experiencia, es más, habían combatido en incursiones militares en México.

La Guerra Centroamericana

Walker decidió tomar Bahía de la Virgen, en el Lago Nicaragua, importante punto estratégico, siendo enfrentados el 3 de septiembre de 1855 por 600 hombres del general José Santos Guardiola, que en ese momento actuaba de aliado del gobierno conservador de Granada. Sorpresivamente, el resultado fue una victoria para los filibusteros. El destino le otorgó un golpe de suerte a Walker y el caudillo liberal Castellón muere agobiado por el cólera. Este golpe de suerte, es acompañado por la incursión que decidiría su suerte, en Octubre decide atacar Granada y ocupa la plaza principal de la ciudad sin mayor oposición. Con la toma de Granada, Walker y sus filibusteros tenían el control de país, a los meses Walker se proclamaría presidente y establecería el esclavismo como sistema de explotación en Nicaragua, pero los filibusteros no solo se conformarían con la conquista de Nicaragua, en palabras de Walker, “o las cinco o ninguna”, refiriéndose a sus intenciones de conquistar la patria Centroamericana.

La guerra nacional había comenzado, los estados centroamericanos no se quedarían de brazos cruzados, por toda Centroamérica los gobiernos comienzan a tomar acciones en contra del invasor. José Santos Guardiola declararía en Julio de 1856: “Compatriotas: El pueblo nicaragüense y su Gobierno, oprimido por sus despojadores, y víctimas de toda clase de vejaciones, imploran en su conflicto nuestra cooperación y ayuda; la causa que sostienen es también nuestra, no solo por las simpatías que median entre ellos y nosotros, nacidas de la identidad del origen y de otras mil consideraciones, sino también porque una vez sometidos al yugo extranjero, no tardaremos nosotros en correr la misma suerte.” (ABC la guerra nacional antifilibusteros 1856-1857)

Es así, que el 18 de julio de 1856 se firma el tratado de la alianza entre Honduras, Guatemala y el Salvador. Dicho pacto reconocería a Patricio Rivas como presidente de Nicaragua y contemplaba mandar a Florencio Xatruch, José Victor Zavala y  Ramón Belloso para combatir a los filibusteros. A este ejército Centroamericano se le sumarían los generales costarricenses José Joaquín Mora y José María Cañas. El 12 de Septiembre las fuerzas liberales y conservadoras de Nicaragua firmarían la paz en la ciudad de León y se sumarian a los ejércitos Centroamericanos en la lucha contra los filibusteros.

Los días de Walker y su intento de conquista de la patria Centroamericana estaban contados, el 14 de septiembre las tropas de campesinos nicaragüenses junto a indígenas flecheros de Matagalpa, ganarían la batalla de San Jacinto, asesinando al lugarteniente de Walker, Bayron Cole. Poco a poco, los ejércitos centroamericanos fueron cercando a los filibusteros en la ciudad de Granada. Dicha defensa fue insostenible para los filibusteros y decidieron incendiar una de las ciudades más antiguas del Istmos Centroamericano y emprender la huida.

A los filibusteros no les quedó más que esconderse en la cuidad de Rivas donde fueron acosados por la tropas centroamericanas. Fue la intervención del capitán estadounidense Charles H. Davies, quien salvo a Walker, ya que medió con el presidente de Costa Rica José Mora y consiguió la rendición de las tropas invasoras a cambio de dejarlas salir ilesas de Nicaragua.

Los filibusteros no cederían en su intento de conquista de Centroamérica, William Walker realizó tres intentos más para incursionar en Nicaragua, hasta que en 1860 inició una nueva incursión a el puerto de Trujilllo en Honduras. Las tropas invasoras lograron tomar el puerto pero fueron acosados y perseguidos por las fuerzas hondureñas. Al final el mismo Walker decide entregarse al coronel británico Norvell Salmon, capitán del barco Ingles Icarus. El coronel Salmon lo entregaría al gobierno hondureño y el general José Santos Guardiola mandaría fusilarlo en la ciudad de Trujillo el 12 de Septiembre de 1860.

Por la derrota de los nuevos filibusteros.

La invasión de los filibusteros estaba enmarcada en la teoría expansionista llamada “el destino manifiesto”, la cual fue una de las primeras expresiones del imperialismo norteamericano, esta profesaba que el continente Americano debía ser conquistado por el imperialismo norteamericano. En nuestros tiempos, el imperialismo no necesita hacer incursiones militares directas en nuestras tierras, se han expandido con la conquista económica de nuestros pueblos ayudados por las burguesías nacionales que solo buscan el enriquecimiento personal. A más de 150 de años de la derrota de los filibusteros la tarea sigue siendo la misma, la unificación de la patria Centroamericana y la derrota de los modernos filibusteros, el imperialismo y sus agentes burgueses.

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