Por José Rene Tamariz

Plumíferos, analistas, políticos burgueses y demás jauría burguesa, tanto internacional como nacional, se encuentran alarmados y horrorizado por el candidato, Donald Trump, a la presidencia de los Estados Unidos de América (EUA), por parte del Partido Republicano y de sus posibilidades de triunfo para llegar a ser Presidente de la principal potencia imperialista del planeta. Están asustados porque el país más “democrático” del mundo podría quedar en manos y control de un millonario totalmente ignorante, simpatizante de los regímenes dictatoriales, como el de Putin en Rusia, y demás epítetos que se pueda imaginar.

Los lacayos costarricenses del imperialismo yanqui, casi sollozando en un editorial del diario La Nación, se lamentan de ese hecho escribiendo que “El pasado jueves quedó consumado formal y ceremonialmente lo que hace poco meses parecía impensable: uno de los grandes partidos de la mayor y más indispensable potencia global coronó como candidato presidencial a alguien que contradice tanto los valores democráticos y liberales en que se asienta su país, como las responsabilidades que le corresponden con sus ciudadanos y el resto del mundo. Estamos, simple y llanamente, ante una tragedia política”. (La Nación, 24 de julio del 2016).

Lean lo rastrero de ese editorialista que plantea que el imperialismo yanqui es la “más indispensable potencia global”. ¿Indispensable para qué? Para invadir otros países, para bombardear y matar sin discriminación a las poblaciones en otras naciones, para explotar a los países subdesarrollados, en fin, para imponer sus leyes, su bota militar y sujeción internacional de las naciones pobres y subdesarrolladas.

Donald Trump, es un engendro legítimo y puro de la sociedad imperialista de los Estados Unidos de América (EUA). Refleja la verdadera naturaleza del régimen imperialista yanqui, al cual no se le puede definir ni caracterizar solo por los “valores democráticos y liberales en que se asienta su país”, sino por su verdadero carácter de régimen internacional. En ese sentido consideramos que “… Al imperialismo norteamericano no se lo puede definir por el régimen interno (el existente en Estados Unidos), sino por el régimen de conjunto, mundial, de dominio, del cual el régimen interno americano es sólo su parte privilegiada…”. (Moreno, 2003: 76).

Donald Trump, refleja lo peor de la sociedad estadounidense, el racismo, la cual es una relación estructural de dicha sociedad, así como otras manifestaciones dañinas, como la xenofobia y otras lacras sociales. Por otro lado, el verdadero carácter totalitario y represor del imperialismo yanqui, que lo aplicó con las dictaduras sanguinarias de los Somoza en Nicaragua, el Sah en Irán o Pinochet en Chile, en cierto modo, lo intenta Trump, llevar al régimen interno del propio imperio yanqui, mediante todas las manifestaciones de racismo, xenofobia, misoginia y otras barbaridades.

Por otra parte, Donald Trump, refleja no solo la decadencia del partido de Abraham Lincoln, el partido republicano, sino también de la clase política y capitalista-imperialista de los Estados Unidos de América (EUA). El imperialismo yanqui, vive actualmente, un proceso de lenta, pero sostenida decadencia relativa mundial como imperialismo hegemónico. Internamente vive un proceso de agotamiento que se manifiesta en la profunda desigualdad a que ha sometido a su sociedad. Según Joseph Stiglitz “… EE.UU. se está convirtiendo en una sociedad más dividida, no solo entre blancos y afroamericanos, sino que también entre el 1% del estrato más alto y el resto, y entre los altamente educados y los menos educados, sin importar la raza. Y la brecha ahora se puede medir no solo mediante los salarios, sino también a través de las muertes tempranas. Los estadounidenses blancos, de igual forma, mueren más temprano a medida que sus ingresos disminuyen”. (La Nación, 13 de diciembre del 2015).

Más adelante, Stiglitz señala que “… el ingreso medio de un empleado de sexo masculino a tiempo completo es más bajo hoy, comparación a lo que fue hace 40 años. Los salarios de los graduados de secundaria de sexo masculino se han desplomado en alrededor de un 19% en el periodo estudiado por Case y Deaton”. (Ídem). El ascenso vertiginoso de Donald Trump, en cierto modo, se monta de la explotación de estos y otros males sociales que experimentan los estadounidenses, principalmente, para su caso de los menos educados que les está yendo peor. De ahí, en cierto modo, parte de su énfasis y explotación del “americanismo”.

Por otro lado, Bernie Sanders, reflejó, principalmente a los jóvenes que no tienen futuro y a un gran sector de la gente educada en los Estados Unidos. En otro artículo Stiglitz señala que “Los jóvenes graduados universitarios de hoy están cargados con deudas –y los que son más pobres son los que tienen más deudas-. Por lo tanto, no se preguntan cuál es el trabajo que les gustaría, sino, simplemente, cuál sería el trabajo que les permitiría pagar sus préstamos universitarios, que a menudo serán una carga financiera para dichos jóvenes durante 20 o más años. Del mismo modo, la compra de una casa es un sueño lejano”. (La Nación, 27 de marzo del 2016). Al final, Sanders fue derrotado por Hillary Clinton, según las últimas filtraciones, con muchas mañas y triquiñuelas por parte de la cúpula del partido demócrata.

La situación social, política y económica es compleja en el corazón del imperialismo yanqui. Los dados están echándose y todavía no se puede adivinar el desenlace de la contienda electoral en las elecciones de noviembre. Sin embargo, podemos decir, grosso modo, que este proceso de candidaturas y elecciones en el imperio yanqui constituye un punto de inflexión para el futuro del dominio mundial de los EE.UU.


Por Nassar Echeverría

Las elecciones primarias en Estados Unidos tienen en vilo al resto de la humanidad. No es para menos. Lo que ocurra en Estados Unidos tiene repercusiones en América Latina y resto del mundo.

La crisis del anacrónico sistema de elección indirecta

En los últimos 20 años el proceso electoral de Estados Unidos ha roto con la monotonía. Primero fue la crisis del anacrónico sistema de elección indirecta creado con la fundación de Estados Unidos, hecho que quedó reflejado en el apretado resultado de las elecciones del año 2000: George W. Bush obtuvo 271 votos de los colegios electorales contra 266 de Al Gore.

Se produjo por primera vez en la historia de Estados Unidos un recuento de votos, y Bush fue declarado presidente a pesar que a Al Gore había obtenido 543.895 votos populares más que el ganador.

El populismo imperialista de Obama

Después, en las elecciones del año 2008, en medio del estallido de la burbuja financiera en Estados Unidos, el enorme descontento social fue canalizado por un desconocido senador, Barack Obama (2009-2017), quien llegó a ser el primer presidente negro de Estados Unidos.

Obama no fue el primer fenómeno populista en la historia de los Estados Unidos. El mismo Ronald Reagan (1981-1989) fue en la encarnación de un populismo derechista, siendo uno de los presidentes más populares de Estados Unidos. En el siglo XX, el caso más emblemático fue el de Franklin Delano Roosevelt (1932-1945), presidente demócrata, quien planteó el New Deal (Nuevo Trato) que le permitió ganar sucesivamente las elecciones por cuatro periodos en un contexto de debacle del capitalismo en Estados Unidos, cuando la sociedad literalmente se desintegraba como consecuencia del “crack” económico de 1929. El fenómeno Roosevelt obligó a reformar la Constitución e impedir que un presidente se reelegirá más de dos periodos.

Las similitudes entre Obama y Roosevelt son impresionantes, aunque en realidad tienen muchas diferencias. La más importante es que el New Deal, la aplicación de medidas Keynesianas, le permitió a Estados Unidos salir de la crisis, y prepararse para la inevitable segunda guerra mundial, de la que salió como la principal potencia imperialista del mundo.

Una crisis a fuego lento

Obama logró montarse en las ilusiones democráticas de las masas, desarmó las incipientes protestas sociales, y a costa de un mayor endeudamiento rescató a los grupos financieros e inició la recuperación económica, a costa de disminuir los históricos altos niveles de vida del pueblo norteamericano.

Mientras la principal economía del mundo salía a flote, se hundían los trabajadores y la clase media reducía su tamaño y niveles de vida. A pesar que el desempleo ha disminuido, para enero del año 2016 el promedio anual de ingresos para la clase alta es de 174.800 dólares, 73.400 dólares para la clase media y 28.074 dólares para la baja, es decir, para los trabajadores menos calificados y los inmigrantes.

Según un estudio del Centro Pew, en 1971 la clase media representaba el 61 por ciento de la población estadounidense, con unos 80 millones de integrantes. La clase baja (pobres) y los estratos altos (ricos) sumaban en conjunto el restante 39 por ciento (51,6 millones).

Entre 1983 y el 2013 las familias de clase alta duplicaron sus activos, pero en el mismo periodo los estadounidenses de menores ingresos, redujeron su patrimonio en un 18 por ciento. Un fenómeno inversamente proporcional. Uno de los sectores más golpeados con la crisis iniciada en 2008 fueron los hispanos, llegando a ser el 49% de la clase baja o pobre.

Según el Brookings Institution los ingresos del 20% más pobre de Estados Unidos han caído en las grandes urbes como Nueva York, New Orleans, Cincinnati, Washington y St. Louis. Observamos el mismo fenómeno: la clase media pierde nivel de vida y los trabajadores se empobrecen mas. Esto es más dramático en Estados Unidos si tomamos en cuenta el nivel de vida que tenían desde la postguerra hasta el año 2008, cuando comenzó la crisis que se mantiene a fuego lento consumiendo el otrora buen nivel de vida.

Pal Krugman, premio nobel de economía en 2008 (precisamente por haber previsto la crisis) y columnista del New York Times, es quien más ha descrito la reducción repentina de la clase media en Estados Unidos

El fenómeno de Donald Trump

Desde el 2008, existe un fenómeno de creciente descontento social en Estados Unidos, en el contexto de la crisis económica que está produciendo la reducción de la clase media y el empobrecimiento general de los trabajadores, especialmente de las minorías (negros, latinos y otras nacionalidades). Este descontento social tiene diferentes expresiones políticas, tanto por la derecha como por la izquierda.

La candidatura del multimillonario Donald Trump refleja el enorme descontento social de esa clase media, que siente que está perdiendo todo. La demagogia y las bravuconadas de Trump son el reflejo de esta clase media empobrecida, que anhela recuperar la grandeza de los Estados Unidos, vivida en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial.

Es el sentimiento humillado, vengativo, de una clase media imperialista, que no tiene la menor idea de que el mundo está concatenado, y que considera que Estados Unidos está predestinado para dominar el planeta. Por eso le encanta los ataques de Trump contra las minorías raciales, especialmente contra los mexicanos, y aplaude y cree a ciegas las estupideces de Trump.

El descontento social en Estados Unidos se manifiesta como repudio hacia los políticos, contra el statu quo de los grupos de poder. El ascenso vertiginoso de Trump, refleja un descontento por la extrema derecha. El fenómeno de Trump es bastante parecido al de Ronald Reagan, es decir, de un liderazgo político que surge por fuera y en contra del establishment, y que termina conquistado la simpatía de las masas y asciende al poder político. La diferencia entre Trump y Reagan es que este era mucho más serio en sus planteamientos, tenía un programa contrarrevolucionario mucho más claro, pero en el fondo es el mismo fenómeno, mucho más intenso, de devolver la grandeza imperial a Estados Unidos y a sus ciudadanos.

Este descontento ya había producido un fenómeno profundamente conservador y reaccionario conocido como Tea Party, que era una fracción del Partido Republicano, empecinada en boicotear a la administración Obama. En determinado momento, el Tea Party llegó tener el control del Senado y de una buena parte de la Cámara de Representantes.

Pero el empobrecimiento de la clase media imperialista ha producido la radicalización de esta, y el Tea Party ha dejado de ser atractivo, para centrar sus aspiraciones en la figura de Trump. Por esta razón, las candidaturas del establishment republicano como Jeb Bush (miembro de un poderoso clan republicano), Ted Cruz y Marcos Rubio, a pesar de ganar las primarias en algunos Estados, están en desventaja en relación al avasallador Donald Trump, quien ha metido en crisis al Partido Republicano.

Dirigentes como Mit Ronney, ex candidato presidencial en 2012, ha declarado que "Donald Trump es un embustero, un fraude (…) Si los republicanos elegimos a Donald Trump como nuestro nominado, las perspectivas de un futuro próspero y seguro serán mucho menores"(BBC Mundo).

Todavía no está claro si el fenómeno de Trump terminará imponiéndose a la maquinaria del Partido Republicano, y si esta podrá reabsorber a Trump y convertirlo en una pieza más del establishment, como ocurrió, por ejemplo, con Ronald Reagan.

Sanders: descontento por la izquierda

Barack Obama llego a la presidencia de Estados Unidos en 2009 como una consecuencia directa de la crisis económica y financiera. Su discurso populista atrajo a millones de jóvenes y trabajadores que se sentían identificado con su vibrante discurso contra los banqueros. Como era de esperarse, Obama en la presidencia abandonó su discurso y navegó en las turbias agua del sistema imperialista.

Pero la crisis ha continuado a fuego lento, produciendo desplazamientos de conciencia hacia la izquierda. Obama se acabó, pero surgió un nuevo líder, con un discurso similar, incluso más radical: Bernie Sanders. Este ha sido un luchador por los derechos democráticos, comenzó su carrera política siendo alcalde, representante independiente, y después senador por el Estado de Vermont. Posteriormente ingreso al Partido Demócrata.

La misma base social que apoyó a Obama es la que hoy se moviliza a favor de Sanders, quien maneja un discurso implacable contra los banqueros, que enfatiza en le necesidad de volver a un gobierno del pueblo, recogiendo la tradición de los fundadores de Estados Unidos.

La prensa burguesa lo ha llamado “socialista”, aunque el propio Sanders se ha autodenominado “socialdemócrata”, y en realidad eso es, es decir, mantiene una crítica democrática a las desigualdades del sistema imperialista, pero no rompe con el, sino que pretende reformarlo, coincidiendo con un amplio sector de masas, especialmente aquellos golpeados por la crisis económica, pero que viven en una sociedad imperialista.

La candidatura de Hilary Clinton

Esta es la candidata del estabilishment demócrata que trata de explotar los logros de la administración Obama, como es cierta recuperación de la economía. No obstante, se ha encontrado con el fenómeno de Sanders que le resta votos y que pone en peligro la candidatura de Hilary Clinton Aunque al final puede imponerse sobre Sanders, el fenómeno que esta representa no desaparecerá tan fácilmente

Crisis capitalista e ilusiones democráticas

Si algo ponen en evidencia las elecciones primarias en Estados Unidos es un clásico fenómeno político, que hemos visto innumerables ocasiones en la historia. Ante la agudización de la crisis económica mundial, en los países imperialistas, comienza a producirse cambios en la conciencia de las masas, las que se inclinan por alternativas socialdemócratas que mantienen un discurso moderado, pero criticando las desigualdades del sistema.

Las masas no rompen todavía con el capitalismo, sino que quieren a través de los traicioneros mecanismos de la democracia burguesa, corregir las desigualdades impuestas por los monopolios y los banqueros. Por eso en la conservadora Inglaterra, una rebelión dentro del archi reformista Partido Laborista colocó a Jeremy Corbin como el principal líder de ese partido, desplazando a la cúpula y evidenciando un giro hacia la izquierda.

En Grecia, en medio de grandes luchas, las masas impusieron Siryza en el gobierno, a pesar que su dirección traicionó las expectativas. En España, una agrupación recién formada, PODEMOS, que surgió al calor de la crisis capitalista, es ahora una de las fuerzas políticas más importantes, al mismo nivel que el antiquísimo y anquilosado PSOE.

Obviamente, el giro hacia la izquierda, hacia planteamientos clásicamente socialdemócratas, también tiene su contra fenómeno: Donald Trump, y los grupos de ultra derecha en Europa. Estamos ante el comienzo de grandes cambios en la conciencia de las masas.


Por Leonardo Ixim

En los últimos días la ciudad de Baltimore, en el estado de Maryland, cercano a la capital de los Estados Unidos, Washington DC, fue noticia debido a la movilización constante de la población afro descendiente, mayoría en esa ciudad, alcanzando importantes niveles de violencia pocas veces visto en la historia reciente de ese país.

Este es un fenómeno que se repite por lo menos en los últimos dos años, desde los incidentes de Ferguson, Misuri. Se evidencia una práctica cada vez más común de parte de los cuerpos de policía locales, dándose una serie de hechos donde elementos de estas policías golpean salvajemente, en muchos casos ocasionando la muerte a personas afro descendientes.

Los incidentes de Baltimore, donde la comunidad negra salió a las calles manifestándose con furia, generando que la policía reaccionara violentamente y con ello la respuesta de los manifestantes que quemaron vehículos e inmuebles de la ciudad. Situación que fue respondida por el gobernador de ese pequeño estado, el republicano Lary Hogand con el envío de elementos de la Guardia Nacional y el toque de queda de parte de la alcaldesa demócrata la afro descendiente Rawling-Black por casi una semana.

Racismo estructural

Este país se jacta de ser la mayor democracia del mundo y formalmente tiene un régimen político con esas características, argumento que usa para intervenir constantemente en función de los intereses de la oligarquía financiera y del complejo militar-industrial en varias partes del mundo. Es reconocido en su historia (pese a los intentos de parte de las élites norteamericanas de negarlo), el racismo estructural que opera en el ethos del sistema y la cultura política de tales élites.

Sin ánimo de pasar revista a la historia de ese país, solo mencionaremos que desde el mismo momento de su independencia las oligárquicas que la dirigen ya planteaban el sentido de dominio y de singularidad de parte de éstas con el destino manifiesto. La guerra de secesión marcó el fin de la lógicas productivas de los estados del Sur que desde la colonia se diferenciaron de las del Norte por instalar una economía de plantación con mano de obra esclava procedente de África, a diferencia del Norte caracterizado por una economía de granja con mayores rendimientos e incipiente industrialización; Abraham Lincoln, un verdadero demócrata liberal que le puso fin al esclavismo en el Sur, le dio paso al vertiginoso proceso de acumulación capitalista y de conformación de los grandes monopolios, ahora con la disponibilidad de una gran cantidad de mano de obra ex esclava, que pobló las grandes ciudades del norte como Baltimore, Boston, Nueva York, Chicago, etc.

Los estados del Sur siempre mantuvieron las estructuras manifiestas de racismo, como la segregación racial en cosas tan infames como buses o baños separados para blancos y negros, la exclusión de personas afro descendientes en la administración pública y en cargos de elección, el mantenimiento de extremos niveles de pobreza y la existencia de grupos parapoliciales como el Ku Klux Klan, que aterrorizaban a la población negra que osaba cuestionar tales estructuras.

De esa cuenta, en la década de los 60s del siglo pasado, en el marco de las movilizaciones obreras y proletarias contra la guerra de Vietnam, en un flujo de luchas que clausura la época dorada de paz social de la pos guerra y anuncia la crisis capitalista de los 70s, emergen figuras que cuestionan el mantenimiento de las estructuras de racismo, tales como el reverendo presbiteriano Martin Luther King, la organización musulmana Islam Nation u otros más radicales como Malcolm X y el Black Panther Party for Defense que abraza el maoísmo. El reverendo y Malcolm X serían asesinados, las Panteras Negras combatidas y el movimiento obrero y de los derechos de afro descendientes cooptados y mediados por la maquinaria del Partido Demócrata. Esto permitirá el ascenso de la mayoría silenciosa y la reacción conservadora de Reagan en los 80s, y con ello la ofensiva neoliberal, en un Estado que de por sí nunca logra crear condiciones de bienestar como sus pares europeos. Después, toda la oposición política y cultural que se manifestaba en los barrios negros, donde las Panteras Negras tenían su base, fue combatida con la introducción del crack y otras drogas y fenómenos como el Hip-Hop se fue mercantilizando tal como la pasó con el Rock, Jazz, Blues, etc.

De Ferguson a Baltimore

La crisis del capitalismo estadounidense se manifiesta también en la movilización cada vez más constante de la clase obrera y de sectores del proletariado y de las capas medias empobrecidas; primero fue Ferguson, ciudad de la periferia de St. Luis con el asesinato de Mick Brown. Después el asfixiamiento de parte de la policía de Nueva York de Erick Garner, en State Island, el asesinato por un balazo del niño de 12 años Tamir Race en Cleveland. Ahora es Freddy Gray, a quien la policía de Baltimore le quebrara la columna y lo matara a golpes.

La diferencia entre Baltimore y Ferguson pareciera aparente, pues mientras en la primera los afro descendientes están excluidos de la administración pública, en la segunda muchos de ellos son parte de la misma; además que la policía -varios de los agentes que asesinaron Garner- son afro descendientes. Después de Ferguson se mencionó que una salida para evitar estos hechos podría ser, que más agentes policiales fueran negros y que hubiera más control comunitario de la policía, pero como menciona la revista de izquierda Jacobism, en muchas ciudades el movimiento reivindicativo negro y sindical ha sido mediatizado desde el Partido Demócrata. Ello posibilita el mantenimiento de estructuras racistas que encubren las claras diferencias socioeconómicas, pese a la existencia de una pequeña burguesía y sectores medios afro descendientes que son agentes reproductores del sistema.

En ese sentido, la rabia de los manifestantes tras la muerte de Gray alcanzó, como es habitual en EU, la forma de saqueo y destrucción de bienes inmuebles, sobre todo de grandes empresas. A raíz de eso, la alcaldesa acusó a las pandillas locales de orquestar un plan de caos en la ciudad que fue acompañado por la acción de jóvenes y adolescentes. A raíz de eso se impone el toque de queda de 22 a 6 horas, lo cual fue constantemente cuestionado pese, a la presencia del elementos de la Guardia Nacional por manifestaciones pacíficas que provocaron una cantidad de arrestos. La presión social significó que la fiscal distrital, también afro descendiente, imputara a los policías por cargos de asesinato y abuso policial y un jurado iniciara un proceso penal además de que la alcaldesa levantar a días después el toque de queda.

Pero las particularidades de Baltimore y de las condiciones de vida de la población negra en las grandes ciudades del Norte, son además otro elemento de rabia. Esta ciudad fue conocida por su gran industria de aceros, donde la clase obrera (blancos y negros) logró importantes derechos desde la gran huelga de 1941. Pese a esto, todo el proceso de desindustrialización desde el gobierno de Reagan provocó la pérdida de empleos en la industria.

Con eso la situación de la población negra empeoró, manteniendo los empleos peor pagados. Ahora sin fuentes estables de ingreso, los niveles de pobreza han aumentado al grado de que, reportes de instituciones como el Brookings Institute, cercano a los demócratas, menciona que los niveles de pobreza en algunas comunidades negras se acercan a la de países empobrecidos.

Los socialistas centroamericanos saludamos la movilización negra en EU y denunciamos que los llamados “de paz” de parte de líderes demócratas negros y autoridades gubernamentales esconden simplemente el sentir de la clase dominante de mantener a la población afro como un gran ejército de reserva dispuesto aceptar los peores empleos.

En ese sentido, se han dado logros como el aumento del salario mínimo de empleados de McDonald y Wall Mart, en su mayoría latinos y negros, aumentos salariales en puertos y de refinerías, luchas estudiantiles en varias universidades contra los recortes, el paro de la filial del sindicato de puertos de Oakland en solidaridad con las movilizaciones de Baltimore, las luchas de los inmigrantes contra las reformas truchas, las de empleados públicos en Wisconsin o los maestros en Illinois, movimientos que se generan a pesar de las burocracias pro patronales de la AFL-CIO. También se dio la reelección de Kshama Sawant , militante de la organización marxista Socialist Alternative, para el consejo municipal de Seattle, por la utilización esa trinchera para apoyar las luchas obreras de esa ciudad. Consideramos importante que todas estas expresiones sievan de asidero para convocar un congreso de izquierdas en función de coordinación de todas estas luchas.

 Manifestación del Tea Party frente a la Casa Blanca, portando la bandera de la Confederacion esclavista

Por Nassar Echeverría

El cierre parcial del gobierno federal en Estados Unidos, por falta de acuerdo entre los partidos Demócrata y Republicano, es un hecho cada vez más común en Estados Unidos. Desde 1977 hasta el 2013, el gobierno federal ha sido cerrado parcialmente en 17 ocasiones.

Las actividades del gobierno de Estados Unidos fueron cerradas parcialmente a partir del 1 de Octubre, cuando comienza el nuevo año fiscal, por falta de acuerdos en el Congreso que permitiera aprobar el presupuesto del año 2014.

El Shutdown

A diferencia de los cierres parciales anteriores, el último “shutdown” mostró con mayor nitidez la bancarrota económica de Estados Unidos, y una creciente parálisis política que amenaza terminar con 200 años de democracia burguesa.

Las diferencias entre republicamos y demócratas, los dos pilares del sistema imperialista, están centradas en torno al mejor método para enfrentar la crisis económica y la bancarrota fiscal. Los republicanos, cuya base social es la clase media privilegiada, insisten en reducir el endeudamiento a través de recortes al presupuesto.

Los demócratas, que ha aplicado serios recortes al presupuesto, reduciendo los gastos sociales, consideran que en este periodo de crisis capitalista, los recortes pueden tener un efecto recesivo, perjudicando la débil recuperación económica.

Las diferencias son sustanciales. Excesivos recortes significarían mayor reducción del nivel de vida, bastante golpeado por la actual crisis. Sin conquistas materiales que ofrecer, el imperialismo perdería su base de apoyo social. Contradictoriamente, sin beneficios sociales a sus privilegiados ciudadanos, estos tendrían que pasar a luchar por las cosas más elementales, iniciando la temida revolución social. En su época de esplendor, el imperio romano ofrecía pan y circo a sus ciudadanos. En la actualidad, el imperialismo norteamericano comienza a tener serios problemas para ofrecer pan y circo. La crisis es más que evidente

Endeudamiento y crisis imperialista

La enorme deuda de Estados Unidos no es un fenómeno nuevo. Casi desde su fundación, el Estado federal siempre ha tenido que recurrir a altos nieles de endeudamiento para financiar sus proyectos de desarrollo como imperialismo. No se puede comprender la transformación de Estados Unidos en la principal potencia imperialista durante el siglo XX, sin tomar en cuenta esa gigantesca y creciente deuda.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, la deuda pública de Estados Unidos alcanzó su nivel más elevado cuando llegó a representar el 120% del PIB. Sin ese escandaloso nivel de endeudamiento, Estados Unidos no podría haber logrado la superioridad militar sobre las potencias fascistas del Eje (Alemania, Italia y Japón).

Bajo el efecto del boom económico de la postguerra, la deuda pública de Estados Unidos disminuyó progresivamente hasta situarse en el 34% del PIB en 1980. Pero a finales de los años 70 del siglo XX, cuando se produjeron los primeros grandes crujidos de la crisis del capitalismo mundial, se produjo un retroceso y la deuda de Estados Unidos comenzó a crecer nuevamente a un ritmo acelerado.

Bajo la administración Reagan se puso en boga la teoría de que el endeudamiento ayudaba al crecimiento económico. Al recortar los impuestos a los más ricos, disminuyeron los ingresos tributarios y los gastos del Estado federal se financiaron con más deuda.

Actualmente, la deuda de Estados Unidos iguala al PIB del país (14,3 billones de dólares), con la diferencia de que los intereses crecen mucho más rápido que la producción y la recaudación tributaria. Por eso esta deuda se encuentra en un punto de no retorno, complicando la recuperación de toda la economía mundial.

En 1979 la deuda pública de Estados Unidos era de 826.519 millones de dólares. En 30 años esa deuda se multiplicó 17 veces hasta llegar a los 16.699 billones de dólares actuales. En 2013 esta deuda representa el 103% del PIB de Estados Unidos. En pocas palabras, lo que Estados Unidos produce en un año equivale a la deuda pública.

El 70% de esta deuda proviene principalmente de los fondos de pensiones y la seguridad social. El restante 30% se debe a naciones o empresas extranjeras que colocan su dinero en la compra de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Entre ellos podemos mencionar a China, Japón, Inglaterra, Brasil, países de la OPEP (Ecuador, Venezuela, Indonesia, Bahrein, Irán, Irak, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Gabón, Libia y Nigeria), etc.

El papel del dólar

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la potencia económica dominante a nivel mundial y el dólar se convirtió en la gran divisa internacional. Pero a inicios de 1970 el boom económico de la postguerra había llegado a su fin. Ante la crisis y la falta de respaldo en oro de la divisa norteamericana, la administración de Richard Nixon, en 1971, decidió terminar con el patrón oro que había sido definido en la conferencia de Bretton Woods en 1944, dejando flotar la moneda, pero con una descomunal ventaja: las imprentas donde se imprimen los dólares están en Estados Unidos.

Este proceso de endeudamiento de Estados Unidos ha sido facilitado por la utilización del dólar como moneda que solo tiene respaldo en el poderío de la locomotora norteamericana.

El Tea Party

El surgimiento del “Tea Party” dentro del Partido Republicano no es una casualidad. Este movimiento representa el ala más derechista y reaccionaria que ha cobrado auge a partir de la crisis del capitalismo iniciada en 2008.

El Tea Party representa al naciente fascismo dentro de Estados Unidos. Los movimientos fascistas evolucionan y crecen en el contexto de la crisis del capitalismo. Si hasta el momento no han utilizado métodos violentos contra la clase obrera y los sindicatos, es porque estos no han pasado a la lucha generalizada en Estados Unidos. La batalla la libran todavía dentro de las desgastadas instituciones como el Congreso.

La paralización del gobierno federal es un síntoma de que los mecanismos de la democracia burguesa en Estados Unidos se están agotando. La bancarrota económica hará colapsar tarde o temprano a la democracia burguesa.

Las negociaciones en el Senado: respiro temporal

Una de las grandes tradiciones políticas en Estados Unidos es que los problemas del imperialismo se resuelven por medio del “consenso bipartidista”. No se debe entender por consenso la unión monolítica de los partidos Republicano y Demócrata, que comúnmente aparecen dándose golpes bajos ante el público, sino la alianza que se produce entre sectores o fracciones de ambos partidos. Estos reagrupamientos logran establecer acuerdos temporales o estratégicos, según las circunstancias, a través de concesiones mutuas, para mantener el statu quo a lo interno, y la hegemonía del imperialismo norteamericano en el mundo.

La crisis fiscal de Estados Unidos produjo intensas negociaciones en el Senado, organismo constituido por una aristocracia política de 100 miembros (dos senadores por cada Estado), que posibilita negociaciones menos ruidosas y más efectivas. Harry Reid, líder de la mayoría demócrata, y Mitch McConnell, líder de la minoría republicana, encabezaron la propuesta conciliadora: aumentar el límite de endeudamiento de Estados Unidos de manera temporal hasta el 7 de Febrero del 2014, fecha en que probablemente se producirá una nueva crisis política.

Triunfo pírrico de Obama, la crisis continúa

Obama mantuvo una posición firme ante los republicanos, exigiendo que terminara el cierre del gobierno federal y hasta después negociar. John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos en el Congreso, se quejaba amargamente: “Lo que ha dicho el presidente es que o hay una rendición incondicional de los republicanos o no hay negociación (…) Eso es inadmisible, así no es como se gobierna (…) Inevitablemente vamos a tener que sentarnos a negociar (…) “Ningún presidente se había negado nunca a negociar un presupuesto que evite la parálisis de la función pública, ninguno, hasta este”.

Esta posición aparentemente dura de Obama, que desconcertó a los republicanos, tenía un frío cálculo político: en el año 2014 se deben realizar las elecciones para la Cámara de Representantes. La preocupación generalizada por el cierre del gobierno, y por el peligro real de caer nuevamente en la recesión, acentuó el rechazo de la mayoría del pueblo norteamericano a los “políticos de Washington”. Este era un factor que Obama y el Partido Demócrata explotaron al máximo, con los riesgos que implicaba.

Fragilidad del imperialismo norteamericano

Pero el enfrentamiento entre republicanos y demócratas mostró la enorme fragilidad del imperialismo norteamericano. Obama reconoció con amargura que “Esta crisis ha envalentonado a los enemigos y deprimido a los amigos (…) nada ha dañado más la credibilidad de EEUU que el espectáculo ofrecido en las pasadas semanas (…) La buena noticia es que nos hemos levantado, como hacemos siempre (…) debemos concentrarnos en la tarea que nos encomendaron los estadounidenses, crear mejores puestos de trabajo con mejores pagas".

Y como tratando de espantar al fantasma del fascismo, Obama recomendó utilizar siempre los mecanismos de la democracia burguesa: "los fundadores de este país no nos dieron el autogobierno para atacar a la Administración (…) Si no les gusta el presidente, cámbienlo en las elecciones, pero no destruyan lo que tardó dos siglos en construirse”

Y no deja de tener razón: la crisis económica, el descomunal endeudamiento y la bancarrota del Estado federal, el surgimiento de corrientes fascistoides como el Tea Party, muestran el declive del imperialismo norteamericano y las primeras grandes grietas de su democracia burguesa.

 

Editorial de Workers World-Mundo Obrero

Incapaces o reacios a llegar a un acuerdo para ampliar el gasto del gobierno, el Congreso estadounidense ha provocado un cierre del gobierno. Rápidamente despedirá temporalmente a 800.000 trabajadores/as gubernamentales, mantendrá a otros/as empleados/as trabajando sin paga y amenazará recortar algunos programas sociales esenciales como el de asistencia para mujeres, infantes y niños (WIC por las siglas en inglés) e instituciones como el Centro para el Control de Enfermedades, ya disminuido por el secuestro.

El conflicto en el Congreso enfrenta a los/as republicanos del Partido del Té contra la administración de Obama, mientras los/as otros/as republicanos/as--hasta ahora—se han alineado con su ala más intransigente y reaccionaria. La escoria del Partido del Té en el Congreso parece no preocuparse de que podría pagar un precio político si su obstruccionismo retarda el crecimiento de la ya frágil economía capitalista—lo que ocurriría si hay un cierre extendido.

Esta agrupación, financiada por multimillonarios ultraderechistas como los hermanos Koch, sobre todo se ha centrado en la nueva ley de salud, Obamacare. Ésta tiene muchos defectos y complicaciones que se crearon cuando los demócratas permitieron que las industrias farmacéutica, médica y de seguros la diseñaran. Si el nuevo plan simplemente hubiera extendido el Medicare a toda la población, habría despertado la oposición de la industria médica pero habría sido extremadamente popular entre la clase obrera, como lo son el Medicare y el Seguro Social.

El gobierno ha tomado medidas para mantener la maquinaria represiva del estado trabajando. Obama firmó un proyecto de ley antes del cierre para continuar pagando a todos los militares activos. Los drones que disparan cohetes en Pakistán y Yemen seguirán siendo financiados, así como los misiles apuntados hacia Damasco en Siria. Los/as veteranos por el contrario, van a experimentar demoras en recibir sus beneficios, y 400.000 empleados/as civiles del Pentágono serán enviados/as a casa con vacaciones sin paga.

Aunque el foco del ataque republicano está en Obamacare, la verdadera cuestión es sobre el presupuesto y cómo se financia. Aunque están en desacuerdo acerca de si se deben aumentar algunos impuestos, quiénes deberían ser gravados o cuán rápido deben cortarse los programas, el Partido del Té, los/as republicanos/as y los/as mismos/as demócratas comparten un programa básico. Están de acuerdo en principio que debe reducirse el déficit del presupuesto y que la prioridad del gobierno debe ser continuar pagando los intereses sobre préstamos bancarios mientras continúan la financiación de la máquina militar.

Como resultado, cortan el déficit atacando a todos los programas existentes que, o bien proporcionan beneficios a los/as trabajadores/as y a los/as pobres – como los cupones de alimentos, el WIC, los almuerzos escolares - o que monitorean los crímenes de los patronos - como la inspección de alimentos y la vigilancia del medio ambiente - o que proporcionan servicios esenciales, como la oficina de correos y el Centro para el Control de Enfermedades. Si ocurren estos recortes, el gobierno, incluso más que ahora, se convierte en una herramienta exclusivamente de los bancos y de los súper ricos.

Estos ataques hacen del Partido del Té y los/as republicanos/as, enemigos evidentes de los/as pobres y los/as trabajadores/as. Sin embargo, el Partido Demócrata, tal y como descartó las mejores partes de un plan universal de salud, puede esperarse que conceda partes de los programas que ayudan a los/as trabajadores/as, incluso el Seguro Social y el Medicare.

La lección del cierre entonces, es la necesidad de que los/as trabajadores/as, las comunidades y todas las personas pobres se organicen independientemente de los grandes partidos políticos capitalistas para defender sus intereses de clase, como por ejemplo mediante la organización de asambleas populares y de trabajadores/as.

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