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Por Olga Rodríguez (Periodismo Humano)

Desde la caída de Mubarak el pasado viernes hasta hoy miles de empleados públicos -transportistas, empleados de compañías petroleras, de fábricas textiles y de armas, médicos, abogados, periodistas, artistas, profesores universitarios, ferroviarios, incluso policías- están secundando huelgas y protestas en diversos puntos de Egipto.

Piden mejoras laborales, una vida y salarios dignos y atacan la corrupción existente tanto en la dirección de las empresas como en los sindicatos oficiales.

El movimiento 25 de enero, impulsor de la revolución, integrado por grupos que llevan años organizando protestas prohibidas y al mismo tiempo por ciudadanos que por primera vez participaban de forma activa contra el régimen, ha redactado una serie de demandas para el consejo militar que ostenta el poder:

1.- La salida del poder de todos los elementos del régimen y sus símbolos

2.-La creación de una Asamblea Popular y de consejos locales

3.-La formación de un gobierno civil de transición hasta la celebración de elecciones, la creación de un comité para el desarrollo de una Constitución que garantice las libertades políticas y sindicatos independientes en base a los principios de justicia social y desarrollo económico

4.- La cancelación de la Ley de Emergencia y del resto de leyes que restringen las libertades;

5.-La aprobación de partidos políticos y asociaciones sin restricciones

6.-El fin del estado policial y la puesta en libertad inmediata de todos los prisioneros políticos.

De momento los militares se han comprometido a cumplir una de estas peticiones: la creación de un comité para determinar en los próximos días las reformas constitucionales.

El prólogo de la revolución

La revolución egipcia no ha surgido por generación espontánea.

La reacción a la II Intifada primero y el no a la guerra contra Irak después marcaron un punto de partida y sirvieron para crear una red social movilizada en Egipto que se consolidó con la creación en 2004 del movimiento Kefaya y el inicio de las protestas y huelgas organizadas por los obreros del sector estatal.

El epicentro de las movilizaciones fue la fábrica textil Misr Hilados y Tejidos de Mahalla, con 27.000 empleados. Allí los trabajadores -hombres y mujeres- protagonizaron importantes huelgas desde el año 2006. Muchos fueron arrestados y sufrieron torturas, pero no por ello abandonaron su lucha.

En 2008 el precio del pan en Egipto aumentó un 50%, a causa, entre razones, de la especulación financiera mundial. La gente tenía hambre, literalmente.

Estuve en aquella época trabajando en El Cairo: en cada calle, en cada barrio, se formaban largas colas de personas desesperadas por obtener una ración de pan subvencionado.

Las aglomeraciones y disputas provocaron 15 muertos en tan solo dos semanas y fueron titulares en la prensa internacional.

En medio de aquél clima de necesidad y tensión los obreros de algunas fábricas estatales y diversos movimientos sociales decidieron redoblar sus protestas.

Se registraron manifestaciones espontáneas en diversos puntos del país y se convocó una nueva huelga general para el 6 de abril, la fecha que iba a dar nombre al movimiento 6 de abril, fundado por líderes de Kefaya e impulsor de las protestas actuales.

Mahalla fue de nuevo protagonista aquél 6 de abril de 2008. La huelga tuvo un importante seguimiento. Cientos de activistas fueron encarcelados y algunos sufrieron torturas, como el periodista Kareem El-Beherey.

La repercusión de la huelga fue tal, que la embajada estadounidense en Egipto redactó un informe -publicado hace unos días por wikileaks- titulado: “Revueltas en Mahalla, ¿incidente aislado o punta del iceberg?”

Punta del iceberg

En ese informe se lee:

“Lo ocurrido en Mahalla es significativo (…) Ha irrumpido una nueva fuerza orgánica de oposición que desafía etiquetas políticas y aparentemente no está relacionada con los Hermanos Musulmanes. Esto puede forzar al Gobierno a cambiar su guión.”

Más adelante señala:

“Otro resultado de Mahalla es que Mubarak podrá resistirse con más fuerza a las reformas económicas y políticas. (…) Estamos oyendo que el aumento de los precios ha fortalecido las posiciones del gabinete de ministros, que se resiste a privatizar y a realizar otros esfuerzos dirigidos a la liberalización económica.”

A tenor de estas palabras, se deduce que Washington conocía el mensaje de los trabajadores egipcios.

Aunque en público esgrimía la amenaza del islamismo para justificar su realpolitik, en privado era consciente de que el orden establecido que tanto defendía podía verse amenazado por los pobres, las víctimas de políticas capitalistas voraces y los jóvenes hartos de la injerencia extranjera y la corrupción.

El cable muestra cómo existía en la diplomacia estadounidense preocupación ante la posibilidad de que las protestas pusieran freno al modelo neoliberal que Washington -junto con el FMI y el Banco mundial- fomentaba en Egipto.

Mahalla fue la punta del iceberg. Lo que allí comenzó se extendió a otros sectores.

Estudiantes, médicos, abogados y obreros de otras fábricas protagonizaron manifestaciones y huelgas en contra de la corrupción, la impunidad policial, las privatizaciones de industrias estatales, las políticas económicas neoliberales de Mubarak y la complicidad de El Cairo con Tel Aviv.

Y así llegamos a la revolución actual.

Estados Unidos aporta anualmente 1.500 millones de dólares de ayuda a las Fuerzas Armadas egipcias.

Mientras este apoyo continúe, ¿estarán dispuestos los militares egipcios a dar la espalda al modelo económico ultracapitalista exigido por los organismos internacionales?

¿Se verán satisfechas las demandas de quienes han protagonizado la revolución egipcia? Son preguntas que muchos activistas se formulan a puerta cerrada estos días.

El consejo supremo militar está pidiendo a los egipcios que regresen a sus trabajos para “volver a la estabilidad” e impedir pérdidas económicas mayores.

El título con el que el movimiento 25 de enero ha presentado sus demandas deja clara su postura: “La revolución continúa hasta que alcancemos nuestros objetivos”. Ya hay convocadas nuevas protestas para este viernes.

Puede que para algunos la revolución haya terminado, pero no ha hecho más que empezar para los trabajadores que llevan años reivindicando sueldos dignos y derechos laborales en un país en el que el 40% de la población vive con menos de un euro al día.

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Economista franco-egipcio de renombre internacional, miembro del Consejo Internacional del Fórum Mundial y presidente del Fórum Mundial de las Alternativas, Samir Amin analiza en esta entrevista –realizada por Rosa Mussaui (enviada especial de L'Humanité al Foro Social Mundial realizado en Dákar la semana pasada)— la encrucijada política y económica en que se halla ahora mismo Egipto.

En los acontecimientos que se desarrollan estos días en Túnez y en Egipto, ¿se trata de simples "revueltas populares", o significan la entrada de esos países en procesos revolucionarios?

Se trata de revueltas sociales potencialmente portadoras de la cristalización de alternativas que podrían llegar a inscribirse a largo plazo en una perspectiva socialista. Por eso el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de esos movimientos. Movilizará todos los medios de desestabilización posibles, presiones económicas y financieras, hasta la amenaza militar. Apoyará, según las circunstancias, ya falsas alternativas o fascistizantes, ya la implantación de dictaduras militares. No hay que creer una sola palabra de lo que dice Obama. Obama es Bush, con otro lenguaje. Hay en él una duplicidad permanente. De hecho, en el caso egipcio, los EEUU sostienen al régimen. Pueden terminar juzgando más útil el sacrificio de Mubarak; pero no renunciarán a salvar lo esencial: el sistema militar y policíaco. Pueden vislumbrar su salvación en una alianza con los Hermanos Musulmanes. De hecho, los dirigentes de los EEUU tienen en mente el modelo paquistaní, que no es un modelo democrático, sino una combinación entre un poder diz-que-islámico y una dictadura militar. Con todo, en el caso de Egipto, una buena parte de las fuerzas populares movilizadas son perfectamente conscientes de todo eso. El pueblo egipcio está muy politizado. La historia de Egipto es la de un país que trata de emerger desde comienzo del siglo XIX, que ha sido derrotado por sus propias insuficiencias, pero, sobre todo, por las agresiones exteriores repetidamente sufridas.

Estos alzamientos, ¿son sobre todo cosa de jóvenes precarizados, de licenciados en paro? ¿Cómo lo explica usted?

El Egipto de Nasser disponía de un sistema económico y social ciertamente criticable, pero coherente. Nasser apostó por la industrialización para salir de la especialización internacional colonial, que confinaba al país en la tarea de exportar algodón. Ese sistema logró asegurar una buena distribución de los ingresos a favor de las clases medias, pero sin pauperizar a las calases populares. Esta página de la historia egipcia pasó como consecuencia de las agresiones militares de 1956 y 1967, que movilizaron a Israel. Sadat y más aún Mubarak han trabajado para el desmantelamiento del sistema productivo egipcio, substituyéndolo por un sistema de todo punto incoherente, fundado exclusivamente en la búsqueda de rentabilidad. Las tasas de crecimiento egipcias, supuestamente altas e invariablemente celebradas desde hace 30 años por el Banco Mundial, carecen totalmente de significado. Es polvo en los ojos. El crecimiento egipcio es muy vulnerable, dependiente del mercado exterior y del flujo de capitales petroleros procedentes de los países rentistas del Golfo. Con la crisis del sistema mundial, esa vulnerabilidad se ha manifestado con un brutal estancamiento. Aquel crecimiento vino acompañado de un increíble incremento de las desigualdades y de un desempleo espantoso que castiga a la mayoría de los jóvenes. Una situación verdaderamente explosiva, que ha terminado por estallar. Lo que a partir de ahora, y más allá de las iniciales reivindicaciones de finalización del régimen e instauración de las libertades públicas, va a significar una batalla política.

¿Por qué los Hermanos Musulmanes buscan ahora presentarse como "moderados"?

Porque ese el juego que se les pide ahora. Los Hermanos Musulmanes nunca han sido moderados. No se trata de un movimiento religioso, sino de un movimiento político que se sirve de la religión. Desde su fundación, en 1920, por los británicos y por la monarquía, ese movimiento ha desempeñado un papel activo de agente anticomunista, antiprogresista, antidemocrático. Es la razón de ser de los Hermanos Musulmanes, y la reivindican. Declaran abiertamente: si ganan unas elecciones, serán las últimas, porque el régimen electoral sería un régimen occidental importado, contrario a la naturaleza islámica. En ese aspecto, no han cambiado nada. En realidad, el Islam político ha sido siempre sostenido por los EEUU. Durante la guerra contra la Unión Soviética, los EEUU presentaban a los talibanes afganos como a héroes de la libertad. Cuando los talibanes cerraron las escuelas para chicas que habían creado los comunistas afganos, ¡no faltaron en los EEUU movimientos feministas que explicaban que había que respetar las "tradiciones" de ese país! Eso revela un doble juego: por un lado, el apoyo; por el otro, la instrumentalización de los excesos característicos de los fundamentalistas para alimentar el rechazo de los inmigrados y justificar las agresiones militares. Conformado a esa estrategia, el régimen de Mubarak jamás luchó contra el Islam político. Al contrario: lo que hizo fue integrarlo a su sistema político.

¿Podría decirse que Mubarak ha subcontratado la sociedad egipcia a los Hermanos Musulmanes?

¡Absolutamente! Les ha confiado tres instituciones fundamentales: la justicia, la educación y la televisión. Pero el régimen militar quiere conservar para sí mismo la dirección, reivindicada asimismo por los Hermanos Musulmanes. Los EEUU utilizan ese conflicto menor en el seno de la alianza entre militares e islamistas para asegurarse la docilidad de unos y otros. Lo esencial es que todos aceptan el capitalismo tal cual es. Los Hermanos Musulmanes jamás han pensado seriamente en cambiar las cosas. Por lo demás, durante las grandes huelgas obreras de 2007-2008, sus parlamentarios votaron con el gobierno contra los huelguistas. Frente a las luchas de los campesinos expulsados de sus tierras por los grandes propietarios rentistas, los Hermanos Musulmanes toman partido contra el movimiento campesino. Para ellos, la propiedad privada, la libre empresa y el beneficio son cosas sagradas.

¿Y qué perspectivas tienen para el conjunto del Oriente Medio?

Unas perspectivas harto dóciles. Los Hermanos Musulmanes, como los militares, aceptan la hegemonía de los EEUU en la región y la paz con Israel en los términos actuales. Unos y otros hacen gala de esta complacencia que permite a Israel proseguir la colonización de lo que resta de Palestina.

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Por Nicolas Le Brun

Los recientes hechos han demostrado una verdad de hierro: la voluntad de las masas es más fuerte que la de las direcciones que tienen al frente. Durante más de 15 días, las masas egipcias no han cesado de movilizarse, colmando la plaza Tahir en El Cairo y las principales ciudades del resto del país.

El régimen ha intentado aplacar las protestas de diferentes formas, utilizando la táctica de la zanahoria y el garrote. Por un lado lanza a los escuadrones de esbirros para que golpeen y tiren sobre los manifestantes como el fin de semana pasado. Pero también saca de la manga las ofertas de diálogo con la oposición burguesa representada por una amplia gama de sectores. Aparte de esto, ha prometido un aumento salarial del 15% para los funcionarios públicos y los pensionados con el mismo fin, desactivar las protestas.

Sin embargo todas estas maniobras no han logrado detener y el régimen egipcio ha tenido que ceder: la cabeza visible de Mubarack ha caído. Esto es una verdadera lección que han dado las masas, que al igual que en Túnez, no han cedido hasta lograr un triunfo importante pero definitivo.

Egipto devorado por la corrupción y el imperialismo

Ha sido clara la forma en las que los negocios de todos estos gobiernos ha llevado a inflar los bolsillos familiares y de sus allegados. El clan Mubarack, se ha embolsado cerca de 70 mil millones de dólares, los cuales han sido invertidos en diferentes negocios que pasan desde el inmobiliario hasta la hotelería en lugares de lujo.

Pero esto no es sólo una “debilidad personal” de Mubarack y su clan. Es una forma en la que el sistema hace sus negocios. Cuando uno de los socios por decir así “sale del canasto”, o bien ya no puede cumplir con su rol, sus adversarios le sacan los trapos sucios. Dentro de las democracias y de las tiranías, la corrupción es parte consustancial del sistema. Así pues, las transnacionales igual aprovechan de las ventajas que le da el sistema autoritario y negocian con sus representantes.

Pero el caso de Egipto reviste de una mayor importancia para el imperialismo, razones que se han expuesto en el artículo de la edición anterior. El rol fundamental del régimen egipcio es el de contener la movilización de las masas dentro de su territorio y dentro del Estado Sionista de Israel. Así fue que se dio en el año 1979, el tratado de Camp David, en el mismo año que la revolución iraní depuso a uno de las más viejas dictaduras y dinastías de la época, la del Sha de Irán.

Ese hecho de la lucha de clases, catapultó a Egipto como segundo socio en importancia en la zona, después de Israel. Esto se refleja con la “ayuda” que provee el gobierno de los Estados Unidos al gobierno, que en volumen representa la segunda en importancia a nivel mundial, después de la que recibe Israel. Sólo el presupuesto destinado para la ayuda militar es de 1,3 mil millones de dólares para el 2011, suma similar a la recibida en el 2010.

Pero Egipto asume un rol de policía de fronteras en para facilitar el bloqueo que impone el estado sionista a la franja de Gaza. Esto también implica que una buena cantidad de dólares llegan para la vigilancia de la frontera e impedir el arribo de víveres, medicamentos y pertrechos para los resistentes palestinos. Cerca de 55 millones de dólares para combatir los túneles de aprovisionamiento en el 2010.

Aparte de eso, Egipto es una de los proveedores principales de gas de Israel. El 40% de este combustible que consumen en Israel es egipcio. Ahora, los Estados Unidos, mayor potencia militar y económica del orbe, considera que el caso egipcio no puede ser dejado a la ligera, porque amenaza los intereses estadounidenses. La inversión yanqui es la segunda en importancia en el terreno del gas y el petróleo. Además Egipto es un gran importador de maíz y trigo estadounidense. Luego de firmar un Tratado de Libre Comercio, las zonas industriales calificadas (QIZ en inglés) se encargan de exportar a los Estados unidos bienes manufacturados en estas maquilas. Las exportaciones de este tipo son un tercio del total.

La dependencia de los mercados occidentales hace que la economía del conjunto de los países del norte de África no despegue. El imperialismo juega con los mercados de manera que pueda obtener la mayor parte de los beneficios del intercambio comercial. Por ejemplo con sólo ajustar los precios del petróleo y de los precios de los productos de consumo básico hace que las economías de los países dependientes se desestabilicen. Si a esto le sumamos el precio que se debe de pagar por los productos manufacturados y el porcentaje que representan estos en el intercambio comercial, el desequilibrio aumenta en mayor porcentaje.

Así pues, las necesidades del imperialismo y de la burguesía egipcia, subordinada a los intereses de los primeros, hacen que las condiciones de vida de las masas sean atroces, como en todos los países semi coloniales. El 32 millones de los 80 millones de egipcios viven con menos de 3 dólares por día y el salario promedio alcanza los 130 dólares mensuales. Esas sumas favorecen las enormes ganancias que obtienen los inversores extranjeros y sus aliados nativos.

La trampa del diálogo: cambiar la apariencia del régimen

El imperialismo estadounidense y europeo ha hecho llamados reiterativos para que se dé “una transición ordenada”. Las masas salieron con una fuerza intempestiva que puso a correr a todos los agentes contrarrevolucionarios para mantener el statu quo lo más pronto posible.

El dictador Mubarack nombró después de 30 años sin hacerlo a un vicepresidente salido de los servicios de inteligencia y seguridad del régimen. Omar Suleiman ha sido señalado por investigaciones independientes como el hombre clave para los vuelos de la muerte organizados por la CIA, en el contexto de la lucha contra “el terrorismo de AL Qaeda”. Estos vuelos permitían secuestrar sospechosos de pertenecer a organizaciones terroristas y llevarlos a cárceles de varios países, algunos en Europa y otros como Egipto. En estos países se les propinaban torturas para obtener información, también permitía desaparecerlos.  El flamante vicepresidente ha sido uno de los principales torturadores.

Pero estos tratamientos no han sido solo aplicados en contra de los supuestos terroristas, también se han llevado a cabo en contra de los diferentes grupos que reclaman derechos democráticos.

Dentro de los grupos que se han puesto a la cabeza de las manifestaciones, están los Hermanos Musulmanes. Esta organización aparecida en 1928, fue prohibida en el año 1954 y ha sido clave para el sostenimiento de los manifestantes en la plaza Tahir. Esta plaza ocupada por gente de todos lados, ha sido abastecida con los recursos de esta organización. Pero esta organización que tiene diferentes fracciones. Las más radicales dentro del islamismo, apoyan a Hamas en la franja de Gaza y Hezbollah en Líbano, además de apoyar a Al Qaeda. Pero existe también un ala pragmática, “moderados” que buscan conciliar el islam y la democracia.

Pero para efectos del caso, los Hermanos ya han entrado en el diálogo propuesto por el régimen. Para justificarse han expuesto” sondear las intenciones de los nuevos responsables políticos y asegurarse de su sinceridad”. Salvo escasas excepciones, toda la oposición se ha sentado en la mesa. Como lo define Mohamed Al Baradei, ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica y premio Nobel de la Paz, “mi país debe sin duda esperar un período de inestabilidad. La libertad tiene ese precio. Pero todo el mundo de los marxistas hasta los Hermanos Musulmanes tienen por objetivo la estabilidad del país”. Más claro no puede estar. Cambiar algo para que todo siga igual.

La trampa del islamismo

Los sectores empobrecidos de la población, que han enfrentado al régimen durante años, ven al islamismo como alternativa política. Los países occidentales atizan el miedo del regreso de los islamistas al poder como el caso de Irán.

Pero las masas no ganan su liberación con ninguno de los regímenes, ni la “democracia” formal de la burguesía ni con la sharia de los burgueses islamistas. En ambos casos, las libertades básicas se ven amenazadas, la sindicalización prescrita, los partidos políticos de los trabajadores perseguidos. Las cárceles tienen numerosos prisioneros políticos defensores de los derechos de los trabajadores.

Las masas egipcias no han cesado de luchar y eso es un gran avance, a pesar de los numerosos intentos de acabar con las movilizaciones. Las masas movilizadas toman conciencia rápidamente y pueden pasar rápidamente a cuestionar y proponer otro tipo de sociedad.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) creemos que la primera tarea democrática es la realización de una constituyente que remplace al régimen desahuciado. Esto permitirá a las masas debatir sobre el tipo de sociedad que aspiran sin verdugos ni hambreadores.

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Por Nicolás Brum

Durante los últimos días, luego de las violentas manifestaciones en Túnez, Argelia, Yémen y Argelia, la ola símica ha llegado a Egipto.

Un país que ha sido catalogado como aliado por las potencias imperialistas, es sacudido por movilizaciones que reclaman derechos democráticos ante un régimen que se ha impuesto por la fuerza, negando derechos fundamentales.

Pero estos tiranos no han sido producto de las casualidades históricas o de la “ignorancia” de los pueblos, como algunos quisieran creer.

Como parte de la reacción en contra de las movilizaciones que han cobrado ya decenas de vidas por parte de los manifestantes, el régimen ha cortado el acceso a internet, algo inédito en la historia reciente, como medida para evitar cualquier parecido a lo que ocurrió con la revolución democrática tunecina. En este último caso hubo muchos internautas que lograron organizar a la disidencia.

El gobierno egipcio: aliado del imperialismo

Egipto ha sido un país clave para el proceso de reacción democrática establecido por el imperialismo en la coyuntura actual.

Desde 1979, al firmar los acuerdos de paz con Israel de Camp David, que implicó el reconocimiento del estado sionista, Egipto ha sido fundamental para el desarrollo de este plan. Luego de este hecho, el gobierno Egipcio se ha hecho de la vista gorda ante las invasiones del estado Sionista al Líbano y la franja de Gaza, la intifada, etc. Es decir que se ha convertido en un aliado de las potencias occidentales e Israel.

El acuerdo de paz produjo que el presidente Sadat fuera asesinado y en lugar de este asumiera el poder Mubarak.

Pero no sólo en el campo político Egipto es de suma importancia. En el plano del trasiego de petróleo, el canal de Suez es la ruta privilegiada para este fin. Esto representa ingresos por cerca de 3300 millones de dólares. Además recibe de los Estados Unidos como donativos, cerca de 2200 millones de dólares por año y 150 millones de la Unión Europea.

Además de esto, el gobierno recibe ingresos por la venta de petróleo, 4000 millones anuales y las remesas de los egipcios en el exterior por cerca de 7 mil millones anuales.

Evidentemente estas “ayudas” no son gratuitas. El objetivo claro es el de asegurar la permanencia de un régimen que niega las libertades civiles y la continuidad de  sus políticas colaboracionistas.

Sin embargo esta riqueza que llega por miles de millones de dólares al año se queda en la burguesía egipcia. El salario promedio de un trabajador es de 75 dólares mensuales y una cuarta parte de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Además de esto, el desempleo ronda el 20% de la población económicamente activa.

Mubarack: enquistado en el poder

Como una calca de los demás regímenes vecinos, Mubarack organizó elecciones donde fue reelecto por porcentajes escandalosamente grandes, con cerca del 90% de los votos. Así de esta manera se ha podido legitimar antes las potencias occidentales que no cuestionan los procesos electorales ni al régimen por los favores que les proporciona.

Sin embargo la fuerza de Mubarack es mayor y por lo tanto las masas tendrán que tener mayor fortaleza para poder hacer caer al dictador. Esto también porque los aliados tal y como se menciona anteriormente son más celosos por la suerte de su aliado.

En el gobierno sionista de Netanyahu, creen que el gobierno egipcio tiene la capacidad de salir airoso. Es decir en lenguaje no diplomático, que pueda aplastar las movilizaciones con el apoyo de las fuerzas armadas.

Pero no todo está escrito en piedra

Sin embargo, la fuerza revolucionaria de las masas ha superado muchas veces en la historia regímenes más fuertes.

Las movilizaciones continúan y se anuncian mayores. Desde el PSOCA saludamos las heroicas masas del Medio Oriente y estamos al lado de ellas para derrotar a estos regímenes totalitarios, parasitarios y antiobreros, socios incontestables del imperialismo

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Por Orson Mojica

Desde agosto del 2002, la administración Bush había tomado la firme decisión de derrocar al régimen de Sadam Hussein. Para invadir Irak, Bush necesitaba una justificación “creíble” ante el mundo y por eso ordenó a las agencias de inteligencia exagerar los informes sobre el arsenal de armas químicas y de destrucción masiva que el propio Estados Unidos había proporcionado, en los años anteriores, al ejército iraquí.

De esta manera el imperialismo norteamericano  e inglés pusieron en marcha la maquinaria de guerra más poderosa de la historia de la humanidad, en contra de Irak, una nación debilitada no solo por los efectos de la guerra contra Irán (1980-1990), el posterior bloqueo imperialista impuesto durante más de una década por la ONU, sino también por la propia dictadura de Sadam Hussein, que reprimía violentamente a los chiítas y a las otras minorías nacionales, colocando a la nación iraquí en un callejón sin salida.

Fisuras en el frente imperialista antes de la invasión

A diferencia de las invasiones a Yugoslavia, Somalia y Afganistán, por primera vez se produjo una grieta significativa en el frente de naciones imperialistas. Francia y Alemania -- con el apoyo de Rusia-- manifestaron su oposición a la acción “unilateral” de Estados Unidos e Inglaterra --apoyados por España e Italia-- de invadir Irak sin el consentimiento de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

A pesar de que Sadam Hussein hizo todas las concesiones políticas y diplomáticas posibles e inimaginables para evitar la invasión, la suerte estaba echada: la invasión comenzó el 5 de mayo del 2003.

La silenciosa reconstrucción del ejército y fuerzas de seguridad iraquíes

Una vez que el ejército iraquí se rindió sin presentar combate al ejército norteamericano, comenzó la dispersión del mismo. Los ataques militares de la resistencia iraquí contra el ejército de ocupación, ocultó el verdadero objetivo de la intervención “unilateral” de los Estados Unidos: reconstruir las fuerzas armadas y de seguridad iraquíes bajo su control.

Mucha de la oficialidad del antiguo ejército fue reenganchada con el objetivo de reconvertir el aparato militar iraquí, el otrora cuatro ejército más poderoso del mundo.

¿Una situación contrarrevolucionaria “sui generis”?

Antes de la invasión imperialista, en Irak había una situación contrarrevolucionaria debido a que el régimen dictatorial de Sadam Hussein mantenía el terror, la persecución y violencia contra del movimiento de masas, especialmente contra la mayoría chiíta y las otras minorías nacionales. No había libertades democráticas, el partido Baat ejercía el control totalitario sobre todos los aspectos de la vida social

Sadam Hussein constituyó, sobre todo en el periodo posterior a la finalización de la guerra con Irán en 1990, un gobierno políticamente independiente del imperialismo norteamericano. Esta independencia política se asentaba, contradictoriamente, no en la movilización de las masas sino sobre un régimen represivo y contrarrevolucionario, que minaba y debilitaba desde adentro a la nación iraquí ante sus enemigos.

Este aspecto represivo del régimen de Sadam Hussein se acentuó con el bloqueo imperialista decretado por la ONU, después de finalizada la guerra del Golfo en 1991. En esa ocasión, el imperialismo norteamericano obligo al ejército iraquí a salir de Kuwait, pero no se atrevió a continuar la guerra hasta el derrocamiento de Sadam Hussein debido a que todavía estaba en pie, aunque tambaleándose, su principal aliado militar: la URSS.

Una vez completada la invasión en Mayo del 2003, el vacío dejado por el desplome del aparato represivo de Sadam Hussein fue ocupado rápidamente por las tropas de ocupación.

El Concejo de Gobierno impuesto por los Estados Unidos se esforzó por aparentar ser mucho más blando que el régimen dictatorial de Sadam Hussein. Las manifestaciones de chiítas por las calles de las principales ciudades iraquíes, marcaron la tónica en las semanas posteriores a la ocupación. En la mayoría de los casos había alegría por el fin del régimen de Sadam Hussein, pero también señalaban claramente que las tropas de ocupación debían irse inmediatamente. Las tropas imperialistas se esforzaron en parecer como “libertadoras” y no como “opresoras” del pueblo, aunque en realidad su verdadera misión fue la de establecer un gobierno semicolonial, controlado por los Estados Unidos, que garantice el petróleo a un precio barato a las potencias imperialistas.

A partir de la invasión imperialista en Irak se produjo una situación contrarrevolucionaria “sui generis”. El triunfo militar del imperialismo implicó la perdida de la independencia política de la nación iraquí, la dispersión de sus fuerzas armadas nacionalistas, la disolución de la soberanía nacional, la instauración de un gobierno títere dirigido por Paul Bremen, la persecución de los patriotas, la imposición del toque de queda, etc.

Los medios de comunicación nos indicaban que las manifestaciones se producían con un mínimo grado de libertad, no hay datos de fusilamientos públicos de los miembros de la resistencia, aunque si hay alarmantes reportes sobre las ejecuciones clandestinas de los principales cabecillas. En realidad, las tropas ocupantes realizaron una despiadada represión selectiva contra los miembros de la resistencia y su base social de apoyo. Hubo miles de presos, sin ningún tipo de derecho o garantía, por el simple hecho de ser “sospechosos” de colaborar con la resistencia. También hay miles de desaparecidos o asesinados, supuestamente en operaciones de combate

Debido a que las instituciones del estado burgués se desplomaron estrepitosamente con la invasión, se produjeron algunos resquicios por donde las masas expresaron su descontento y un interesante fragmentario proceso de creación de milicias  y sindicatos, que no altera la característica esencialmente contrarrevolucionaria de la situación que se vive en Irak. En la medida en se reconstruyen aceleradamente las fuerzas armadas y los aparatos de seguridad, tienden a desaparecer los organismos que surgieron del caos ocasionado por el derrumbe de la dictadura de Sadam Hussein.

La estrategia errónea de la resistencia iraquí.

La resistencia iraquí está conformada por diferentes grupos, que representan de manera global los intereses de un sector de la burguesía iraquí y árabe que, utilizando métodos terroristas y ataques guerrilleros, se oponían furiosamente a la ocupación imperialista.

La sociedad iraquí continúa divida en quienes justifican la presencia de tropas extranjeras, porque quieren terminar con el clima de violencia e inestabilidad, y otros que rechazan la presencia de estas tropas pero las toleran como el “mal menor” para evitar que el partido Baath asuma nuevamente el gobierno, y finalmente los grupos de la resistencia que luchan armas en manos contra las tropas de ocupación.

Los grupos de la resistencia tienen una determinada base social, pero no lograron atraer a la mayoría de las masas iraquíes. La resistencia no tuvo una política revolucionaria para ganarse a las masas. No privilegió la movilización de las masas, sino que utilizó métodos guerrilleristas y terroristas para combatir al enemigo común.

El apoyo del clero chiita a la ocupación

El ayatola Al Sistani representó el ala mayoritaria del clero chiita que colaboró con la ocupación norteamericana y apoyo la realización de elecciones vigiladas por las tropas de ocupación. En su oportunidad, Paul Bremer declaró que sentía un "gran respeto" por el Gran Ayatola. Bremer dijo que "seguiremos animando a dirigentes, como el ayatolá Sistani, a desempeñar un papel mayor en su país como ya lo hizo en los últimos meses".(www.BBCmundo.com)

La estrategia imperialista

Parte de la nueva estrategia de contra insurgencia de Estados Unidos fue promover acercamientos entre líderes sunitas y chiitas moderados. Estados Unidos primero persiguió y aplastó al partido Baat pero después inicio un proceso de reconciliación, permitiendo que antiguos funcionarios formaran parte de las nuevas fuerzas armadas, los servicios de seguridad y defensa y los ministerios de información.

Al despedirse de Irak en el año 2004, el general Ricardo Sánchez, en una entrevista concedida al diario francés Le Figaro, reconoció que “ (..) para garantizar la seguridad, hace falta que sean los propios iraquíes los que luchen en primera fila (..) el objetivo final de las tropas estadounidenses es hacerse menos visibles (..) Nuestro proyecto es reclutar a 90.000 policías, bien formados y equipados. Esta policía deberá ser capaz de garantizar el mantenimiento del orden y, al mismo tiempo, luchar contra el terrorismo. Prevemos asimismo una fuerza de intervención civil, una guardia nacional de seis divisiones y un Ejército de tres divisiones motorizadas”. (ABC, 11 de julio 2004)

La estrategia era muy clara, y hasta cierto punto resultó exitosa: reconstruir el ejército iraquí, para que sean los propios iraquíes quienes persigan y maten a los miembros de la resistencia. Para ello, primero aplastaron al partido Baat, capturaron y ahorcaron a Sadam Hussein y su círculo cercano, después se inició el proceso de reconciliación bajo una alianza política de chiitas y kurdos, quienes impusieron su hegemonía a la rebelde minoría sunita.

Al mismo tiempo, Estados Unidos inicio un proceso de acercamiento con las burguesías árabes, en su mayoría pertenecientes al ala sunita del Islam, para que no brindasen apoyo logístico y militar a la resistencia. Esta estrategia combinada de negociación y de superioridad militar en el campo de batalla, dio resultados y al final lograron debilitar a la resistencia, la cual, como hemos explicado, no tuvo una estrategia de movilización de las masas, sino de desencadenar atentados terroristas que a la larga tuvieron el efecto contrario al esperado.

Las tropas norteamericanas aún no han salido de Irak, solo iniciaron un periodo de acuartelamiento, previo a su salida definitiva. Todo parece indicar que estamos ante un triunfo político y militar de los Estados Unidos, aunque algunos creen que esta retirada es un triunfo de la presión militar de la resistencia. La realidad es que los Estados Unidos han avanzado mucho en la reconstrucción y adiestramiento del nuevo ejército iraquí. Los socialistas centroamericanos tenemos que discutir lo que pasa en el lejano Irak, debemos aprender las trágicas lecciones que nos deja la intervención militar del imperialismo norteamericano en Irak.

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