Por Olmedo Beluche

La invasión norteamericana a Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de 1989, fue la culminación y desenlace de un proceso de crisis política, económica y social que se originó varios años antes. La década de 1980 estuvo marcada, en Panamá, por las crecientes luchas obreras y populares que se enfrentaron a los distintos gobiernos del régimen militar, a sus planes económicos, a su origen antidemocrático y a sus medidas represivas.

Las movilizaciones populares arreciaron y terminaron por liquidar la base social de susten­tación del régimen militar, que en 1984, mediante un pacto entre la embajada de Estados Unidos y la cúpula militar, impuso en la Presidencia de la República al ex vicepresidente del Banco Mundial, Nicolás Ardito Barletta. La intención de imponer el gobierno de Ardito Barletta era la de llevar a cabo un plan de “democratización” controlado para aplicar las medidas económicas fondomonetaristas dictadas por los intereses financieros del imperialismo norteamericano.

Sin embargo, los trabajadores y las masas populares panameñas destrozaron con sus luchas este pacto (Reagan - Noriega). Entre 1984 y 1987 se produjeron múltiples huelgas y movilizaciones contra los planes fondomonetaristas de Ardito Barletta y su sucesor Eric A. Delvalle.

En ese período los trabajadores del sector privado, dirigidos por el Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), realizaron dos huelgas generales, la última de diez días de duración. Los trabajadores del sector público realizaron siete paros nacionales dirigidos por la FENASEP. Los gremios médicos y magisteriales llevaron a cabo al menos dos paros nacionales dirigidos por la Coordinadora Civilista Nacional (COCINA), uno de los cuales infringió la primera derrota al plan fondomonetarista al lograr la derogación de la Ley 46 en octubre de 1984. Esto sin contar con las huelgas sectoriales o por empresas e instituciones por motivos específicos, las protestas barriales y las movilizaciones directamente políticas como las que se produjeron a raíz del asesinato de Hugo Spadafora.

Este fue el clima de luchas sociales reinante durante el régimen encabezado por el general Manuel A. Noriega. A estas protestas populares se sumaron las contradicciones por el poder a lo interno del sector civil militar del régimen y las maquinaciones de la Alianza Democrática de Oposición. La combinación de todos estos factores estuvo presente en el momento del estallido popular que siguió a las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera en junio de 1987.

Las movilizaciones populares de junio, julio y agosto de ese año marcan el punto más bajo de credibilidad para el régimen político imperante. Credibilidad que Noriega y su régimen no volverían a recobrar. El régimen había hecho crisis y el imperialismo, la burguesía panameña y los militares divergían sobre quién debía pagar los platos rotos. Era necesario un recambio para estabilizar la situación y evitar que una verdadera e incontrolable revolución popular barriera el régimen. La clase dominante panameña, así como cada vez más el gobierno nortea­mericano, exigían la salida de Noriega para salvar la situación. Noriega no estaba de acuerdo.

La Cruzada Civilista organizada por los sectores empresariales pro imperialistas al calor de esas movilizaciones buscaba, y lo logró, constituirse en la dirección política del descontento de las masas que era en gran medida espontáneo, o dirigido por sindicatos y gremios que se quedaban en los reclamos económicos sin plantearse la organización de una alternativa política de carácter popular en oposición al régimen militar.

La Cruzada Civilista y después la ADO - Civilista, se constituyeron en las fichas de recambio que el imperialismo quería para el desgastado régimen de Noriega. La Cruzada se propuso erigirse en dirección política de las masas para luego impregnarlas de sus métodos de “lucha” inocuos (rezos, pañuelos, caravanas y paros empresariales), y finalmente llevarlas a la des­movilización bajo la convicción de que de afuera vendría la “solución” a los problemas del pueblo panameño. Que los principales dirigentes sindicales y populares del país aparecieran respaldando al impopular régimen de Noriega, así como el hecho de que no surgiera una oposición masiva al régimen desde la izquierda, ayudó a los propósitos de la Cruzada Civilista y al impe­rialismo norteamericano.

El régimen de Noriega respondió a las presiones políticas del imperia­lismo, a sus sanciones económicas y a sus amenazas militares arreciando la represión a las libertades democráticas internas, haciendo recaer sobre los trabajadores el peso de la crisis económica y no tocando ni un centavo a las transnacionales yanquis y a sus socios panameños que aupaban la intervención norteamericana. Todo esto llevó a que, por primera vez desde 1903, un sector importante de las capas medias y altas apoyaron abiertamente la intervención militar norteamericana. De esta manera se resquebrajó la tradición de décadas de rechazo rotundo de la mayoría de los panameños a la presencia norteamericana en nuestro país.

Este preámbulo histórico, cuyos elementos centrales deben ser materia de un análisis más detenido en futuras investigaciones, ha sido necesario para que se comprenda el clima político reinante en diciembre de 1989 que posibilita la sangrienta invasión norteamericana y se entienda por qué algunos sectores del país, lejos de combatir al ejército invasor, lo reciben con los brazos abiertos.

Este preámbulo también sirve para comprender el comportamiento in­consecuente de la cú­pula militar norieguista. La dirección de las FDP no alertó a la población. Por el contrario, escondió desde días antes armas de alto calibre, únicas capaces de enfrentar exitosamente a la aviación y a los tanques enemigos (como los llamados “RPG”). Se negó a entregar armas a muchos miembros de los Batallones de la Dignidad y civiles que se acercaron a los cuarteles. Finalmente, salvo honrosas excepciones, acabó entregándose sin disparar un solo tiro.

Pero esta dramática situación política y militar, que presagiaba la vic­toria de la invasión norteamericana, engrandece la figura de aquellos cientos y miles de hombres y mujeres panameños que esa madrugada y los días subsiguientes empuñaron un arma para defender la patria agredida. Estas circunstancias otorgan el carácter de héroes nacionales a aquellos soldados y suboficiales de las Fuerzas de Defensa, a aquellos combatientes de los Batallones de la Dignidad y a aquellos civiles que murieron defendiendo nuestro inalienable derecho a ser un país soberano e independiente.

El año de 1989 estuvo completamente marcado por la agudización de la crisis política interna y por el aumento descarado de las maniobras militares norteamericanas en áreas no designadas para ese efecto por los tratados Torrijos-Carter.

Estos acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa: La anulación de las elecciones del 7 de mayo; el envío de dos mil nuevos soldados norteamericanos a las bases acantonadas en Panamá; el fallido intento de mediación de la OEA; la instalación del gobierno provisional del presidente Francisco Rodríguez; el no re­conocimiento diplomático de Estados Unidos; el intento golpista del 3 de octubre, con su saldo de muertos; el Senado otorgó plenos poderes a George Bush para actuar en Pa­namá; nuevas san­ciones contra el gobierno y empresas privadas panameñas anunciadas el 19 de octubre por Was­hington; la aprobación de las llamadas “leyes de guerra”; el aumento de las maniobras militares norteamericanas en áreas civiles panameñas y los primeros enfrentamientos “verbales” de los Batallones de la Dignidad con los marines; el anuncio de mayores sanciones a partir de 1990 con el no reconocimiento del nuevo administrador del Canal propuesto por Panamá y la prohibición de arribo de buques de bandera panameña a puertos norteamericanos.

Los cinco días anteriores a la invasión los hechos se suceden con mayor velocidad aún: El día 15 de diciembre la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos designan al general Manuel A. Noriega como jefe de Gobierno para "conducir al país mientras persista el estado de guerra que sufre la República de Panamá, como consecuencia de la constante y despiadada agresión desarrollada por Estados Unidos de Norteamérica”. Otra resolución “declara a la Re­pública de Panamá en estado de guerra, mientras dure la agresión desatada contra el pueblo panameño por el gobierno de Estados Unidos de América...(Los acuerdos de la Asamblea de Representantes no tenían fuerza de ley. Más bien reflejaban el sentir de un sector cercano al gobierno de turno).

Al día siguiente, sábado 16, a las 9 de la noche, un vehículo conducido por soldados nortea­mericanos vestidos de civil rompe las barreras de los retenes ubicados frente al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá y abren fuego. Los soldados panameños apostados en el lugar, devuelven el fuego hiriendo de muerte al teniente Robert Paz Fisher. El domingo 18, a las 11:30 a.m., un infante de marina dispara contra el cabo César Tejada en el área de Curundú frente a las oficinas del MIVI, hiriéndolo en el brazo izquierdo.

El día 19 transcurrió bajo una calma aparente. La población se dedicó a sus actividades normales, comentando los incidentes ocurridos y sin saber lo que les esperaba. Pese a que a algunos funcionarios, especialmente de las Fuerzas de Defensa, como en Sanidad Militar, se les había recomendado acumular comida y no hacer los gastos suntuarios acostumbrados para Navidad, lo cierto es que la mayoría de los panameños dudaba que una invasión se fuera a producir. Al caer la noche los noticieros televisivos estadounidenses, que se reciben por cable en Panamá, reportaban un inusual movimiento de aviones hacia Panamá.

Las agencias de prensa empezaron a pedir confirmación a sus reporteros en Panamá. Aproximadamente a las 9:00 p.m. el poblado de Veracruz empieza a notar el arribo constante y masivo de aviones a la base de Howard. Ya a esa hora se encontraban apostados a lo largo de la Avenida de los Mártires soldados panameños, conocidos como los “Macho de Monte”. Poco antes de la medianoche era atacada la estación de las Fuerzas de Defensa de Balboa (frente al YMCA) y las patrullas de la policía canalera eran neutralizadas, luego fueron atacadas las oficinas del DENI y de la Dirección de Tránsito. A las 12:45 a.m. empezaba el bombardeo aéreo al Cuartel Central y en el barrio de El Chorrillo.

 Diputados del PRD y el Panameñismo negociaron el Acuerdo de Gobernabilidad

Por Emilio Young

Juan Carlos Varela, candidato ganador de la alianza “El Pueblo es Primero”, conformado por el Partido Panameñista y el Partido Popular, asumió el pasado 1 de Julio la presidencia de Panamá, en medio de grandes expectativas de cambio. Atrás quedó la pretensión continuista de Ricardo Martinelli.

El electorado, cansado del autoritarismo y la corrupción campante bajo el gobierno de Martinelli, terminó volcándose levemente a favor de la oposición de derecha que representaba Varela. El 39% votó por Varela, el 31% por el candidato del entonces oficialista Cambio Democrático (CD) y el 28% a favor del candidato del Partido Revolucionario Democrático (PRD).

¿De donde viene?

Juan Carlos Varela pertenece a una nueva generación de líderes del Panameñismo, corriente burguesa conservadora.En el año 2009 formó parte de la alianza CD que ganó las elecciones, llevando a Ricardo Martinelli como candidato a Presidente y al propio Varela como Vicepresidente. En ese momento, el enemigo a derrotar por parte de esta alianza burguesa era el PRD, heredero del Torrijismo, y que bajo la presidencia de Martín Torrijos (2004-2009), amenazaba con mantener la continuidad en el poder.

Bajo el manto protector de la invasión norteamericana en 1989 y aprovechando la crisis del Torrijismo, producto del derrocamiento del gobierno del general Manuel Antonio Noriega, el Partido Panameñista o Arnulfista logró imponer dos presidentes: Guillermo Endara Galimany (1989-1994) y Mireya Moscoso (1999-2004)

El fracaso del proyecto bonapartista de Martinelli

En 2011 se produjo una ruptura política entre el presidente Ricardo Martinelli y su vicepresidente Juan Carlos Varela, la que terminó en una abierta lucha por el poder. Apoyándose en el crecimiento económico, Martinelli amplió la base social clientelista de su partido Cambio Democrático (CD) con el objetivo de instaurar un régimen bonapartista, con mayor centralización del poder (sobre la Asamblea Legislativa y sobre la Corte Suprema de Justicia) y, por supuesto, con el absoluto monopolio de los negocios turbios que se hacen desde el aparato del Estado.

Al pisarle los callos a las otras fracciones de la burguesía, Martinelli ayudó a crear una alianza en su contra, dirigida por el panameñismo. Bajo el gobierno de Martinelli no solo se exacerbaron las contradicciones interburguesas, sino que se produjeron grandes luchas de maestros, médicos y trabajadores hospitalarios, campesinos e indígenas, incluido el histórico paro de la industria de la construcción.

El rechazo al proyecto bonapartista de Martinelli se expresó activamente en las calles, aunque el cambio de gobierno se produjo por la vía electoral, saliendo relativamente fortalecida la corriente burguesa del panameñismo.

Por ello, no es gratuito que en su discurso de toma de posesión, Varela se haya referido varias veces a la democracia: “le devolveremos la fortaleza y credibilidad a nuestra democracia y sus instituciones (…) el proceso de reparación de nuestra democracia comienza hoy (...) “a partir de hoy en nuestro país nadie está por encima de la ley.” (La Prensa, 2/7/204).

Acuerdo de gobernabilidad Panameñismo-PRD

Pero Juan Carlos Varela, aunque ganó las elecciones, no tiene mayoría en la Asamblea Legislativa, por lo tanto no tiene capacidad de aprobar leyes, y con ello se debilitaría su gobierno.

La alianza “El Pueblo es Primero” obtuvo apenas 13 diputados, mientras que Cambio Democrático y sus aliados obtuvieron 32 diputados.

Para poder gobernar de manera estable, el presidente Varela ha tenido que girar hacia su enemigo histórico, el torrijismo, representado en el PRD, el que obtuvo 25 diputados. La alianza de ambas fuerzas permitió elegir al diputado panameñista, Adolfo Valderrama, como presidente de la Asamblea Legislativa, aun con una parte de los votos de CD.

EL Acuerdo de Gobernabilidad entre el panameñismo y el PRD, a pesar de su crisis interna, le da un reducido margen de maniobra al gobierno de Juan Carlos Varela, al menos por algún tiempo, hasta que estallen las pugnas nuevamente. Esta alianza implica repartición de puestos y prebendas en las Comisiones de la Asamblea Legislativa y en otros altos cargos.

El fallido control de precios

Una de las promesas de campaña del ahora presidente Varela fue que establecería el control de precios. En el periodo 2009-2014, bajo el gobierno de Martinelli la inflación inició con el 2,4% y termino con el 4%. En julio de 2009, la canasta de alimentos costaba $268.44. Hoy, cuesta $339.88, una diferencia de más de 70 dólares.

En Panamá circula el dólar, y la inflación internacional se refleja en los bolsillos de los trabajadores, por eso hubo tanta lucha por aumento de salarios en el último periodo.

Varela ha pretendido dar un caramelo a sus votantes imponiendo un control de precios por 6 meses sobre 22 productos de la canasta familiar, mediante el Decreto Ejecutivo No. 165 de 2014, amparándose en la Ley 45 del año 2007. Este control de precios impulsado desde el gobierno será un rotundo fracaso.

Los gremios empresariales ya comienzan a manifestar su inconformidad. Euclides Díaz, secretario ejecutivo de la Asociación Nacional de Ganaderos (Anagan), ha declarado sin tapujos que “la lista de 22 productos incluyen siete subproductos de la vaca, lo que nos resta ganancias directamente.” (La Prensa 7/7/2014).

El único camino que queda a los trabajadores es luchar por aumento de salarios cada vez que suba el costo de la vida.


Por Eugenio Young

El magisterio panameño acaba de protagonizar otra exitosa jornada de lucha. Año con año los maestros desarrollan duras huelgas, casi siempre para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo.

En Mayo del 2012 hubo un paro nacional del magisterio, demandando aumento de salarios. Un año después, en julio del 2013, se desarrolló un movimiento contra la privatización parcial del sistema educativo.

El Decreto No 155

Producto de estas luchas del magisterio, a inicios del año lectivo 2014,el presidente Ricardo Martinelli y Lucy Molinar, ministra de educación, anunciaron pomposamente un plan de mejoras educativas que contemplaba un aumento de 900 dólares en un periodo de 9 años, divididos en segmentos. Los aumentos serian de 300 dólares cada 3 años.

La noticia fue alentadora para el magisterio, era una especie de justicia tardía. El crecimiento económico de Panamá en el último periodo, hace posible y necesaria una mayor inversión en la educación pública, lo que implica mejorar las condiciones de vida y trabajo de los docentes.

Muchos creyeron, con justa razón, que era una maniobra electoral del presidente Martinelli, para garantizar la victoria de José Domingo Arias, candidato del gobernante Partido Cambio Democrático (CD), en las elecciones del 4 de Mayo.

No obstante, el 27 de Marzo del año en curso, el presidente Martinelli sacó a relucir las verdaderas intenciones, al emitir el Decreto No 155, publicado en La Gaceta Oficial No 27502, por medio del cual creaba el Sistema de Evaluación de los Centros Educativos (SECE). Este Decreto era aparentemente inofensivo, pero con la cobertura del lenguaje técnico imponía un régimen disciplinario extraordinario sobre el magisterio, llegando a condicionar el aumento de salarios de 300 dólares cada 3 años a una evaluación que debían hacer las autoridades del Ministerio de Educación (MEDUCA).

Estalla la huelga nacional del magisterio

El 21 de abril del presente año, el magisterio panameño volvió a luchar en las calles, contra la pretensión de condicionar el aumento de 300 dólares al salario ordinario, a una evaluación del gobierno de Martinelli.

La huelga nacional fue convocada por la unidad en la acción de casi todas las organizaciones gremiales del magisterio, entre las cuales destacan la Asociación de Profesores de Panamá (ASOPROF), Frente Nacional de Educadores Independientes (FRENEI Magisterio Panameño Unido (MPU), Asociación de Educadores Democráticos de Panamá (AEDPA).

También convocaron y participaron las organizaciones afiliadas a la Coordinadora de Unidad Magisterial (CUM): la Asociación Panameña de Educadores y Educadoras de Educación Inicial (APEEDEI), Frente Reformista de Educadores Panameños (FREP), , Unidad Magisterial Libre (UMALI), Asociación de Educadores Colonenses (ASOEDUC), Asociación de Educadores Chiricanos (AECHI), Asociación Movimiento Gremialista de Educadores de la República de Panamá (ASOMEGRERP), AECO, , APROCIFADECOP

De igual manera, convocaron y participaron la Federación de los Trabajadores de la Educación de Panamá, integrada por la Asociación de Educadores Veragüenses (AEVE),  Asociación Educadores Herreranos (AEHE), la Asociación de Maestros Santeños y la ), La Asociación de Educadores Especializados del Instituto Panameño de Habilitación Especial (ASEE-IPHE).

Martinelli recula y firma acuerdos

Después de duras jornadas, que incluyeron grupos de maestros en huelga de hambre, el gobierno de Martinelli, que está en su etapa final, cedió ante la presión de los maestros.

El 23 de Mayo se firmaron los acuerdos que pusieron fin a la huelga, teniendo a la Defensoría del Pueblo como garante. El gobierno cedió y el primer aumento de 150 dólares se otorgará en el mes de Julio y los restantes 150 dólares cuando se entregue un plan de mejora de los centros educativos, el que estará a cargo del MEDUCA comprometiéndose a asumir “los costos de la implementación de los planes de mejoras elaborados por los centros educativos

El Plan de Mejora comprende una autoevaluación. Los maestros nunca se opusieron, a ser evaluados, a lo que se opusieron tajantemente era que se condicionara el aumento de salarios a la evaluación. La demanda general fue que el aumento se incorporara al salario base. El MEDUCA se obligó a modificar el Decreto Ejecutivo 155, “a fin de que su texto exprese que concede el aumento al salario base”.

El MEDUCA se comprometió a no tomar represalias, a no aplicar descuentos contra los docentes que participaron en la huelga. Incluso, se comprometió a devolver inmediatamente los dineros descontados a los docentes durante la huelga del año 2013.

Es una victoria completa, no solo por el aumento de salarios de 300 dólares, sino porque los sindicatos magisteriales han salido fortalecidos de estas luchas. Los maestros de Centroamérica, debemos tomar el ejemplo y la experiencia de los docentes de Panamá.

 Genaro López, dirigente obrero y candidato presidencial del FAD, durante el cierre de campaña electoral

Por Eugenio Young

Panamá, ese disputado territorio que es parte indisoluble de la nación centroamericana, sigue siendo la excepción de la regla. Así lo demuestra el resultado de las elecciones del 4 de mayo del año en curso. Mientras el conjunto de América Latina en la última década con altibajos giró hacia la instauración de gobiernos de centro izquierda, que manejan un balbuceante discurso contra el neoliberalismo, Panamá permanece como enclave de la reacción en la región centroamericana, superando incluso a Costa Rica.

En Centroamérica se sintió ese busco giro hacia la izquierda de América Latina. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua recuperó el gobierno en el año 2007. El socialdemócrata Álvaro Colom ganó las elecciones en el año 2008, reflejando un giro hacia la izquierda de las masas en un país como Guatemala, donde el terror contrarrevolucionario durante la guerra civil diezmó a las organizaciones obreras, campesinas, populares e indígenas. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ascendió por primera vez al gobierno en El Salvador en el año 2009. Ese mismo año, el gobierno de Manuel Zelaya giró a la izquierda, provocando el temor de la oligarquía la cual organizó un golpe de Estado. En 2012 el FSLN logró imponer la reelección, pero Guatemala retrocedió a un gobierno de derecha, que reprime selectivamente a los sectores en lucha pero maneja con extremo cuidado su relación con las direcciones del movimiento de masas, especialmente con el campesinado y los indigenas. La excepción de esta situación fueron los gobiernos derechistas de Costa Rica, Panamá y en menor medida Guatemala.

Pero nuevamente la crisis económica se ha encargado de que las masas giren un poco más hacia la izquierda en El Salvador, Honduras y Costa Rica, situación expresada en los procesos electorales. El FMLN acaba de lograr la reelección por escaso margen. En Honduras el partido LIBRE, que agrupa a la mayoría de la izquierda, fue derrotado por escaso margen por el derechista Partido Nacional, pero su crecimiento fue espectacular. En Costa Rica se produjo el inesperado fenómeno del crecimiento del Frente Amplio (FA) y el ascenso al gobierno del socialdemócrata Partido Acción Ciudadana (PAC), poniendo fin al régimen bipartidista.

¿Panamá es la excepción?

La característica esencial de este giro a la izquierda de las masas en Centroamérica es que no refleja una radicalización, producto de las movilizaciones, sino fenómenos electorales que no cuestionan la existencia del sistema capitalista, y que constituyen desahogos de las masas que son canalizados a través de la institucionalidad burguesa, en donde participan las ex guerrillas y la izquierda reformista.

Contradictoriamente, mientras la marea electoral anega Centroamérica, en los dos países que han sido tradicionales bastiones de la reacción, Costa Rica y Panamá, es donde más luchas de los empleados públicos se han producido. En Costa Rica el descontento social ha ocasionado que el PAC ascienda al gobierno, con enorme crecimiento del FA.

Pero en Panamá y Guatemala parece confirmarse la teoría de la excepción de la regla. En Panamá vivimos una situación muy particular. Desde el año 2008, los empleados públicos vienen protagonizando importantes y periódicas luchas contra la ofensiva neoliberal. En momentos en que Panamá crecía económicamente, los maestros, trabajadores hospitalarios, médicos, enfermeras, hasta sectores del campesinado y los indígenas, han efectuado heroicas luchas reivindicativas, por la defensa de los servicios públicos y de sus territorios comunales. En el marco de este ascenso de las luchas de los trabajadores en Panamá, las elecciones del 4 de mayo auguraban un posible crecimiento electoral de la izquierda, pero no fue así. Por ello es necesario el debate entre la izquierda panameña y centroamericana, para descubrir las causas de esta derrota electoral.

Fortalezas y debilidades del FAD

La creación del Frente Amplio por la Democracia (FAD), un pequeño pero pujante partido obrero, asentado en los sindicatos y apoyado por varios grupos de izquierda --siendo el más importante de estos el Movimiento de Liberación 29 de Noviembre (MLN-29)-- fue producto de un enorme esfuerzo militante (obtener 80,000 firmas), que permitió vencer los obstáculos del antidemocrático Código Electoral.

En Panamá hay muchos grupos de izquierda, que manejan diferentes concepciones, pero que juntos representarían una fuerza temible. Aunque la inscripción legal del FAD representó una gran conquista de los trabajadores panameños, muchos grupos y fuerza quedaron por fuera. En la baja votación incidió, sin lugar a dudas, la ausencia de una consulta abierta a todos los sindicatos y centrales obreras de Panamá, para promover y escoger a los líderes obreros más representativos. Y no nos referimos a las elecciones internas dentro del FAD, que si se realizaron, sino que éste tenía que abrirse a todas las corrientes del movimiento obrero, para utilizar esa enorme conquista que era el registro electoral, y convertir al FAD en una opción política de masas, en un verdadero partido obrero. En cierta medida, alentados por la victoria de la inscripción legal del FAD, prevaleció el sectarismo y la autoproclamación, debilitando una opción electoral de masas.

El hecho de que Genaro López, histórico dirigente del SUNTRACS, y candidato presidencial del FAD, obtuviera solamente 10,966 votos (0,59%) nos obliga a una profunda reflexión. ¿Qué fue lo que falló?

Genaro López fue, hasta hace poco, el Secretario General del SUNTRACS, el mismo sindicato que organizó una histórica huelga de obreros de la construcción, sector que aglutina a 150,000 trabajadores. ¿Por qué los obreros de la construcción en huelga no votaron por su antiguo dirigente?

El fracaso electoral ha dado lugar a simplistas teorías, que tratan de justificar la baja votación por efectos del boom económico, así como por el corrupto y clientelista sistema electoral panameño. Es probable que estos elementos hayan incidido, pero no creemos que hayan sido los determinantes.

Lo decisivo en la baja votación ha sido el programa, la política y el discurso de la campaña electoral que manejó el FAD. Como criticamos en su oportunidad, el programa era esencialmente democrático, y por ello se diferenciaba muy poco de los partidos patronales, como el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y el Partido Panameñista. Aunque el FAD levantó en su programa las reivindicaciones obreras, están quedaron diluidas en el discurso esencialmente democrático. Un error estratégico en la campaña electoral fue el hecho de no querer aparecer como “radicales” para no perder votos. Teniendo como contexto la huelga del magisterio y la huelga de la construcción, el eje central de la campaña electoral tenía que haber sido convertirse en tribuna de las luchas que se producían. Y aunque en determinados momentos Genaro López y otros candidatos del FAD se refirieron a las luchas, prevaleció el temor de perder votos y en realidad lo que ocurrió es que se perdió una magnífica oportunidad.

Es discutible si el nivel de conciencia de los trabajadores panameños es sindicalista, es decir, si todavía no han logrado adquirir conciencia de clase para sí. Quizá este sea el aspecto más crucial: los trabajadores luchan por sus reivindicaciones pero no dan el salto político. Pero con el discurso electoral que mantuvieron los candidatos del FAD no se combatía ese nivel de conciencia, sino más bien se adaptaba al mismo. En cualquier caso, haber desarrollado una campaña electoral basado en los puntos más sentidos de la clase trabajadora, con una clara perspectiva del tipo de gobierno que necesitan los trabajadores, hubiese dado mejores resultados y hubiera convertido al FAD en la expresión política de esas enormes luchas del magisterio y de los obreros de la construcción. Y a lo mejor no se hubieran ganado las elecciones pero sí se habrían obtenido diputados, alcaldes y representantes de corregimientos.

La campaña de Jované.

Aunque el profesor Jované llevó como candidato a vicepresidente a Alberto Reyes, secretario general de la Federación Auténtica de Trabajadores (FAT), su campaña electoral estuvo centrada en ganar los votos de la clase media. Su discurso fue igualmente democrático pero mucho más moderado, y su votación fue ligeramente superior a la del FAD: 11,123 votos (0,6%).

Si sumamos los votos de Jované y Genaro López obtenemos 22,089 votos (1,19%), una votación significativamente baja en relación a 1,886,208 votos emitidos.

El hecho de que la izquierda haya asistido dividida a las elecciones del 4 de Mayo, ha dado lugar a teorías que convierten la necesaria unidad en un fetiche. Evidentemente que una candidatura unitaria es más atractiva, pero lo central sigue siendo el programa, la política y el discurso electoral. Entre Genaro López y Jované casi no había diferencias programáticas, al final el resultado hubiera sido el mismo aunque hubiesen marchado unidos. El problema central entonces no era la unidad sino el discurso político y electoral que manejaron los dos candidatos, que terminaron diluyéndose en el mare magnum democrático.

Los resultados electorales

Los resultados preliminares de la votación del 4 de Mayo confirman que, aunque Martinelli no logró la reelección de su partido Cambio Democrático (CD), el 98,63% de los votos fueron a favor de los partidos patronales. No se produjo una ruptura de sectores de masas con los partidos patronales. Se produjo un debilitamiento del PRD y un fortalecimiento del Partido Panameñista y su sombra aliada, el Partido Popular, pero Juan Carlos Varela, el presidente electo, no obtuvo mayoría dentro de la Asamblea Nacional. Para poder gobernar, Varela tendrá que aliarse indistintamente con CD o con el PRD.

Priscilla Vásquez, candidata a diputada por libre postulación, obtuvo 597 votos equivalente a un 0,57% de los votos del circuito 8-8. Una situación similar ocurrió con Alirio Prado, dirigente obrero que obtuvo 173 votos en el circuito 2-4, equivalente al 0,69% de los votos. Ambos obtuvieron una proporción casi igual a la de Genaro López y Jované, con la gran diferencia de que no tenían las bondades del financiamiento electoral.

El hecho de que todos los candidatos de izquierda obtuvieran proporcionalmente la misma votación pareciera confirmar la tesis de que el nivel de conciencia es sindicalista o gremialista, es decir, que los trabajadores luchan solo por sus reivindicaciones pero no logran dar el salto a la independencia política. Pero este es apenas un aspecto de la realidad. Lo determinante siempre es la política y el método de los socialistas para lograr que el programa revolucionario coincida con las aspiraciones de las masas. Esta es la gran lección de las elecciones del 4 de mayo en Panamá. No tenemos la verdad en nuestras manos, pero es nuestra obligación contribuir al debate con nuestro análisis y puntos de vista, para enriquecer la discusión.

Lo peor está por venir

Desde hace tiempo sectores de la burguesía panameña han querido cambiar la Constitución de 1972, herencia del Torrijismo. Uno de los lemas de Varela ha sido redactar una nueva Constitución. Es casi seguro que aprovechen la victoria electoral del Panameñismo en la elección presidencial, para impulsar este tipo de cambios institucionales.

Si nuestra percepción es correcta, todo indica que vamos a un proceso Constituyente, pactado en las alturas del poder, para readecuar el régimen político a las necesidades de la burguesía. Muchos de los ataques fallidos de Martinelli, como las privatizaciones, van a tratar de ser resueltos a través de cambios constitucionales, aprovechando la debacle electoral de la izquierda.

Por ello la izquierda panameña y centroamericana tenemos que debatir el balance de las elecciones del 4 de mayo, para prepararnos y luchar contra la ofensiva que Juan Carlos Varela iniciará apenas le coloquen la banda presidencial.


Por Emilio Young

El boom inmobiliario que ha experimentado Panamá en los últimos años, y el proyecto de ampliación del Canal, han fortalecido enormemente a los obreros de la construcción. En el año 2013 la industria de la construcción creció un 30%, representando el 12,2% del Producto Interno Bruto (PIB) de Panamá.

Actualmente en la industria de la construcción laboran 150.000 obreros. Este sector tiene una larga tradición de organización y lucha, agrupados en el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción y Similares (SUNTRACS).

El pequeño gigante se levanta

El crecimiento de la construcción ha fortalecido numéricamente a la clase trabajadora, y con ello han aumentado las reivindicaciones obreras. Hace dos años, el 6 de enero de 2012, el SUNTRACS encabezó la histórica huelga de 5,000 trabajadores que laboraban en la ampliación del Canal de Panamá, demandando un aumento de salarios.

El 23 de abril del 2014, se inició una huelga nacional de los obreros de la construcción, que ha paralizado 400 proyectos, incluidas las obras de ampliación del Canal. Nuevamente la lucha es por aumento de salarios (dependiendo de la ocupación, este aumento oscilaría entre el 50 y el 200% en relación a los salarios actuales). También demandan la unificación de salarios a nivel nacional, independientemente de la provincia, salarios mayores en las “mega obras”, uniformes, bono navideño, y otras reivindicaciones más en el forcejeo por firmar el convenio colectivo de 152 puntos para el periodo 2014-2018.

Estas reivindicaciones de los obreros de la construcción tienen horrorizada a la Alianza Intergremial de la Industria de la Construcción, conformada por la Capac, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP), el Consejo Nacional de Promotores de Vivienda (Convivienda), la Asociación Panameña de Corredores y Promotores de Bienes Raíces (Acobir) y el Instituto Panameño de Arquitectura y Urbanismo.

La CCIAP emitió un pronunciamiento mediante el cual expreso que los “mecanismos de presión utilizados recientemente por parte de sectores obreros y magisteriales ponen en peligro los bienes fundamentales y la convivencia pacífica de los ciudadanos; situación que se traduce en mayor riesgo para la estabilidad y tranquilidad que requiere la nación panameña a escasos días para que se desarrollen las elecciones generales del 4 de mayo” (La prensa 25/4/2014).

En pocas palabras, en un país que es enclave del sector servicios a nivel regional, la huelga de los obreros de la construcción enfrenta al Estado Mayor de la burguesía panameña, en momentos en que se aproximan las elecciones generales del próximo 4 de Mayo.

Demandas salariales

Los empresarios de la CAPAC ofrecen un miserable aumento del 5%, pero el SUNTRACS exige un 35% en un periodo de cuatro años que tendría de vigencia el nuevo Convenio Colectivo. Los obreros de la construcción pelean por un aumento de $ 5 dólares la hora para los trabajadores menos calificados, y salarios especiales para los obreros más calificados, o del personal que trabaja en las “mega obras”.

El debate por el aumento de salarios está en boca de todos los trabajadores panameños. Por ello, el presidente Ricardo Martinelli, en la recta final de la campaña electoral, se vio forzado a declarar: "Yo estoy de acuerdo en que los trabajadores deben ganar más, pero no creo que es justo ni conveniente que un electricista gane unos diez mil dólares... creo que deben llegar a un punto medio dialogando, sin perjudicar a nadie" (La Prensa 23/4/2013).

Obviamente, Martinelli defiende a los grandes grupos empresariales del sector construcción. Los sectores más calificados deben ganar más, pero los menos calificados tienen derecho a un salario que les permita vivir dignamente.

Firmes hasta la victoria

Por ello, el SUNTRACS se ha mantenido firme en la lucha. Erasmo Cerrud, jefe negociador por parte del SUNTRACS, dijo “no vamos a dejar todas nuestras aspiraciones en la mesa solamente porque ellos [empresarios] hayan dicho que no” (La prensa, 26/4/2014).

La importancia de la huelga nacional de la construcción es mayor, si se toma en consideración que los docentes también están peleando por aumento de salarios, y que no se les imponga un arbitrario sistema de evaluación como requisito para tener derecho al aumento de salarios.

Estas dos luchas, construcción y magisterio, deben unirse en un solo frente común, para obligar a la CAPAC y al gobierno, a respetar las reivindicaciones obreras.

Al momento del cierre de edición de este número de El Socialista Centroamericano, ambas luchas se mantenían firmes. De cara al 1 de Mayo estas luchan deben marchar no solo juntas, sino que deben convertirse en el catalizador del reagrupamiento de un polo clasista e independiente en el plano sindical.

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