Por Olmedo Beluche

(Tomado del libro “La verdad sobre la invasión”, publicado en diciembre de 1990, a un año de los acontecimientos. Nos parece que hay testimonios que no han sido tomados en cuenta por la actual Comisión 20 de Diciembre).

Las pérdidas de vidas humanas y el número de heridos constituye el aspecto en que más disparidades de criterios existe entre los diversos organismos involucrados en la responsabilidad de dar cifras oficiales. Sobre este tema existe el deseo, por parte de algunos sectores, de confundir o de ocultar las cifras reales respecto al número de víctimas civiles o militares. Pese a que varios organismos relacionados con los derechos humanos en Panamá pidieron al gobierno nacional que se aprovechara el censo de mayo de 1990 para conocer con exactitud el número de víctimas, éste denegó la petición.

Según un cable de la agencia de prensa France Press, fechado el 4 de enero de 1990, el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos informó oficialmente que, en los primeros tres días, murieron 314 militares panameños y 124 resultaron heridos. Este parte del comando Sur no menciona a víctimas civiles. El mismo reconoce la muerte de 23 soldados norteamericanos y 323 heridos en sus filas. Además, se menciona que durante la invasión se realizaron 5,683 arrestos, de los cuales, a esa fecha, ya habían sido liberados 4 mil personas.

Respecto a la situación de esos miles de detenidos en campos de concentración, un médico panameño, cuyo testimonio es reproducido en el boletín Hable Ahora No.7, señala que el día 23 de diciembre fue trasladado al campo se concentración de Emperador para atender unos 30 heridos de bala y quemaduras que estaban allí recluidos. Al pernoctar en el campo de concentración, el personal paramédico del Ejército norteamericano le confesó que en el cementerio de Corozal existe una fosa común en la que fue echado un furgón repleto de cadáveres. El testigo señala que algunas versiones hablaban de tres furgones y no de uno. Supuestamente en cada furgón cabrían hasta 400 cuerpos.

La Cruz Roja panameña, en un comunicado del 21 de febrero de 1990, señaló que sus voluntarios atendieron un total de 1,017 heridos comunes y llevaron a la morgue un total de 129 cadáveres. Respecto a los casos de desaparecidos, la Cruz Roja informa haber recibido con posterioridad a la invasión 1,513 solicitudes de búsqueda. Se le dio respuesta, encontrando a la persona buscada, viva o en las listas de muertos o prisioneros, a un total de 1,462. Sin embargo, hay que señalar que los 129 cadáveres recogidos por las ambulancias de esta institución fueron rescatados en distintas áreas de la ciudad de Panamá, con excepción de El Chorrillo, el lugar más afectado. El Ejército norteamericano les impidió realizar esta labor durante los primeros días. Algunos funcionarios de la Cruz Roja dicen que el 22 los autorizaron para entrar, pero un cable de France Press señala que fue hasta el 24 de diciembre.

Por su parte, Minerva Gómez del Comité Panameño de Derechos Humanos, dice: que nuestra labor comenzó el 21 ó 22 de diciembre, cuando Raúl Scoferi y mi persona visitamos las morgues y hospitales de Panamá a fin de confeccionar un listado de los muertos durante la invasión y tratar de construir un listado de heridos.. Cuando fuimos a la morgue (del Hospital Santo Tomás) no cabían los cadáveres. Había demasiados cadáveres. En cada cuartito congelado habían 3 o 4 cuerpos.. Minerva Gómez explica que la confección de las listas fue muy difícil al principio, ya que el Santo Tomás no tenía listas completas de heridos y muertos, que había personas que aparecían primero como muertos y luego iban a verificar y aparecían como heridos. Ella señala que el propio Scoferi ayudó a compaginar el listado del Hospital.

Minerva Gómez señala que las listas del Comité Panameño de Derechos Humanos fueron recabadas de los hospitales Gorgas, Santo Tomás y del complejo hospitalario del Seguro Social. Aunque en el complejo nos dijeron que no tenían listados de los muertos, ya que los enviaban al Santo Tomás. Además, ellos recibían llamadas de familiares de personas desaparecidas. En total este comité recibió 248 llamadas para reportar personas desaparecidas. Pero muchas de esas personas aparecieron posteriormente, ya fuera porque estaban prisioneras, escondidas o muertas. En la actualidad (octubre 90) tenemos un listado de 93 desaparecidos, los cuales, sumados a la lista de muertos que posee este comité totaliza la cifra de 556 personas. Sin embargo, tanto Gómez como otros miembros del Comité Panameño de Derechos Humanos, se negaron a proporcionar los nombres de su lista, e inclusive a dar generales como: cuántos eran civiles o militares, cuántos eran hombre o mujeres; cuántos eran niños, etc.

Amalia Rodríguez, médico, designada por el gobierno de Guillermo Endara para dirigir el Hospital Santo Tomás, en declaraciones a la prensa concedidas el 26 de diciembre, señalaba que en ese hospital habían registrado 61 civiles muertos en los combates. Según esta misma fuente, en el hospital de la Caja de Seguro Social hubo una cifra “similar” de cadáveres y entre 70 y 80 cuer­pos habrían sido trasladados a hospitales militares bajo control nor­tea­me­ri­cano.

En cuanto a los hospitales de Colón y La Chorrera, la Coordinadora Popular de Derechos Humanos de Panamá (COPODEHUPA), posee fotocopias de los informes de los hospitales Manuel A. Guerrero y Nicolás Solano, respectivamente. El Hospital Manuel A. Guerrero registró un total de 136 personas con heridas cortantes el día 20, 49 heridos el 21, 20 heridos de este tipo el 22; 14 el día 23 y 19 el día 24 de diciembre. En lo que respecta a heridos de bala o perdigones el registro allí fue 19, 20, 31, 3 y 1 cada uno de esos cinco días mencionados respectivamente. Heridos “poli­trau­ma­ti­za­dos” aparecen 2, 17, 10, 2 y 3 respectivamente. El in­for­me aparece re­fren­da­do con la firma del doctor Salomón Morales, director médico de dicho cen­tro hospitalario.

 En lo referente a muertes en la ciudad de Colón, el Instituto de Medicina Legal de Cristóbal posee un registro en el que aparecen un total de 20 muertos por arma de fuego entre los días 20 al 23 de diciembre, correspondiendo 13 muertos al día 20, 4 muertes al día 21 y 2 al día 23. A los 20 fallecimientos por arma de fuego se le suman 4 fallecimientos por “politraumatismo”.

En La Chorrera, el Hospital Nicolás Solano presenta un registro en el que aparecen los nombres de los que ingresaron en la madrugada del 20 y los días 21, 13 y 25 de diciembre, sin especificar el tipo de lesión. El 20 de diciembre ingresaron a este hospital 11 heridos y 2 fallecidos, correspondientes estos últimos a las personas de la representante de corregimiento Jobina García y a José Espinosa. Ambos murieron producto de las esquirlas de un obús lanzado por un tanque contra el auto en que viajaban en el distrito de Arraiján. El día 21 se registraron 12 heridos y 7 heridos más entre el 23 y el 25 de diciembre.

Humberto Mas, director del Instituto de Medicina Legal de Panamá, de la Procuraduría de la Nación, ente encargado de proporcionar los informes oficiales, dice que de diferentes lugares hemos recibido cuestionamientos en cuanto al manejo de estas cifras. Parece que el común denominador es que las cifras no coinciden... Paradójicamente es el Instituto de Medicina Legal el encargado de este tipo de manejos en cuanto a las muertes y es el que da las cifras menores de todas las que se han manejado. El doctor Mas resume las cifras que proporcionan los distintos organismos: El Comando Sur da alrededor de 500 y tanto, el Comité de Derechos Humanos algo más de 500, el Comité de los Caídos el 20, que preside lsabel Corro, sostiene que son más de mil, otras cifras que se dieron en el exterior por el ex procurador de Estados Unidos, Ramsey Clark, se refieren a 7 mil y así sucesivamente.

El doctor Mas agrega ...nosotros, que verificamos en el terreno, en la práctica estamos dando cifras de 365 a 370 muertos, incluyendo civiles, militares y desaparecidos. No quiero ser contundente de que ésta es la cifra absoluta porque es la oficial - dice el Dr. Mas- la magnitud de un hecho como éste que sucedió nos hace pensar que debe haber más muertos. Sin embargo, nuestros basamentos son específicamente lo palpable... 

El doctor Mas señala que el cuerpo médico forense del Instituto estuvo practicando reconocimientos y contando cadáveres, porque era imposible practicar una autopsia de rigor médico - legal, desde el día 21 de diciembre. respecto a la disparidad de las cifras, el doctor Mas dice que por ejemplo, con el Comité Panameño de Derechos Humanos la diferencia principal residía en la cantidad de desaparecidos. Aunque le propuso al licenciado Roberto Troncoso, del Comité, la comparación y compaginación de los listados, esto “no se ha cumplido”. El doctor Mas termina señalando que ha recibido informes de fosas comunes en El Chorrillo, Coco Solo y Pacora y que él está dispuesto a realizar las exhumaciones tan pronto se ordenen.

Pese a que en su declaración el doctor Mas habla de 365 a 370 muertos y desaparecidos registrados por la institución a su cargo, el listado oficial que este Instituto proporciona registra 255 muertos y 93 desaparecidos. De los 93 desaparecidos de este listado, 39 corresponden a militares y el resto son civiles. 

                                               Total      Militares                Civiles

Sto. Tomás                          87            14                          73

Seguro Social                      22              4                        18

Albrook                                43           16                         27

Howard                                35            13                       22

   Por otra parte, el periódico Istmo No.11, de septiembre de 1990, reproduce el informe de una entidad independiente norteamericana llamada “Médicos por los Derechos Humanos”. La misma efectuó una misión en Panamá con posterioridad a la invasión. Según el Istmo, el informe de estos médicos norteamericanos estima que la invasión a Panamá causó daños sustanciales a la sociedad panameña tanto en lo físico como en lo sicológico. Según dicho informe, esta comisión médica pudo constatar que durante la invasión y los días subsiguientes se produjeron, por lo menos, 3,000 heridos y que pidieron constatar que al menos 100 muertos no fueron incluidos en los listados oficiales.

El periódico Istmo también señala que, en el caso de los muertos de la ciudad de Colón, el director de la Cruz Roja de esa ciudad dijo a esa comisión de “Médicos por los derechos Humanos”, que allí hubo 62 muertos, 38 más de lo que señala el informe oficial. Sin embargo - dice Istmo-, afirman (los Médicos por los derechos Humanos) que no encontraron evidencias de que, como afirman muchos en Panamá y Estados Unidos, hubo miles de muertos.

Consultada sobre este tema Ivette González, de la Coordinadora Popular de Derechos Humanos de Panamá, dice que aquí se dio una violación fun­da­men­tal que es el derecho a la vida. En cuanto a la cantidad de muertos, recién la invasión COPODEHUPA se tomó la tarea de buscar o tratar de precisar cifras sobre la cantidad de víctimas que hubo. Pero las fuentes se nos cerraban: hospitales, medicatura forense, autoridades, etc. No recibíamos cooperación. Parece que antes de la invasión se habían puesto de acuerdo para no dar dicha información.

Nosotros tenemos testimonios - continúa Ivette González- que no coinciden con la cantidad que el gobierno ha estado dando. Conversamos con miembros de los Batallones de la Dignidad, presentes en el Cuartel Central, que dicen que la invasión fue tan repentina que no les dio tiempo ni para rendirse, que casi todos murieron. También tenemos testimonios de gente de El Chorrillo que dicen que para salir pasaban por encima de muchísimos cadáveres. Aparte de que hay testigos que dicen que muchos cadáveres fueron retirados a tempranas horas del día 20 por el Comando Sur y fueron incinerados.

Ivette González aclara que COPODEHUPA no desea especular con las cifras de muertos, por lo que no dan ninguna oficialmente. Y finaliza diciendo que si nos preguntan a COPODEHUPA cómo estamos en materia de Derechos Humanos, decimos ¡Estamos muy mal! Las consecuencias de la invasión repercuten directamente sobre las clases populares y el gobierno actual no ha puesto interés serio en resolver los problemas.

Isabel Corro, presidenta de la Asociación de Familiares de los Caídos el 20 de diciembre de 1989, dice: que la evaluación nuestra, en relación al gobierno, es muy pobre, porque después de tantos meses de invasión no han hecho ni dicho nada. Apenas se empieza a escuchar por ciertas personalidades del gobierno actual sobre lo que es invasión, lo que antes se decía una liberación. Pero en relación al mismo presidente (Guillermo Endara), te das cuenta que no aprovechó la Asamblea de la ONU para decir siquiera algo de la invasión a Panamá. En cambio, aprovechó para criticar la invasión a Kuwait. Por lo tanto, es muy pobre lo que se puede hablar con respecto a este gobierno, que subió a la Presidencia montado en una tanqueta. Ese es el por qué de no pronunciarse ellos. No ayudan con las fosas comunes porque eso sería involucrarse con los muertos, los muertos significan la invasión, la invasión sería reconocer que no fue una liberación. Por lo que hay que entender el modo en que proceden.

Respecto a la labor realizada por la asociación que preside, Isabel Corro deja sentado que estamos ... exhumando muertos de las fosas comunes, pero lo importante no es exhumar los cadáveres, sino exhumar la conciencia del pueblo. ¿Qué es lo que nos pasó un 20 de diciembre? Ya hemos estado exhumando conciencias y, gracias a Dios, hoy día se oye hablar en todas partes de que en Panamá hubo una invasión, un 20 negro, y ya ves a la gente saliendo a las marchas con menos temor que antes. Ya la gente habla de la invasión y de sus muertos.

Hemos realizado dos exhumaciones que se han convertido en tres. Hicimos una el 28 de abril, otra el 5 de mayo y la última el 28 de julio (de 1990). Sacamos de una fosa 27 cadáveres, en otra 96 y en la última 15. Esto suma 138... En las fosas comunes el Jardín de Paz no es desconocido para los panameños, ni a nivel internacional, que encontramos cadáveres esposados, enyesados, aplastados por tanquetas, con documentos en sus bolsillos y dados como no identificados... ¿A esto podríamos decirle Causa Justa? ¿Causa Justa para quién? Esa es la pregunta. ¿Para los que están en el poder, o para los que están en las fosas comunes? Como el caso que encontramos en Colón, por ejemplo, de un niño de 6 años con el cráneo totalmente destrozado.

Respecto al número global de víctimas, Isabel Corro señala que no hemos conseguido mucho. Las cifras, hoy por hoy, son especulativas. Aquí la Iglesia católica habla de no menos de 500 muertos. El Comando Sur habló de 300. El gobierno nacional dice menos de 500. El Comité Panameño de Derechos Humanos dice 556 muertos, específicamente, uno por uno los contó. No se dónde los contaría, pero yo alabo las matemáticas de ese comité, porque yo que he abierto fosas comunes no puedo decir cuántos muertos hubo en Panamá. Y agrega Isabel Corro ellos hablan de 500. ¿Por qué el Comité Panameño de Derechos Humanos, la Iglesia católica, el gobierno nacional y el Comando Sur hablan de más o menos las mismas cifras? Porque estos cuatro grupos fueron cómplices de este genocidio. Nosotros no queremos hacernos cómplices, porque sabemos que hubo más muertos que eso. ¿Cuántos más? Calculamos que debe haber alrededor de 4 mil muertos en este país. Calculamos que debe haber más de mil militares y dos mil y tantos civiles, porque la población civil fue la que más pereció. Definitivamente son especulaciones. Mientras no tengamos una cifra bien contundente no la vamos a dar a conocer, porque queremos demostrarle al mundo que estos cuatro grupos mienten tremendamente.

 Una pregunta frecuente, y razonable, a quienes hablan de miles de muertos es ¿dónde están los familiares? Hecha esta pregunta a Rafael Oli­var­día, del Comité de Refugiados de El Chorrillo, nos responde: Los familiares que se sinceran con nosotros nos piden que no digamos sus nombres. Sienten terror hacia este gobierno, a la venganza, que los boten de los tra­bajos, que los persigan o que los metan presos o los acusen de “batalloneros”.   


Por Olmedo Beluche

El Istmo de Panamá se sumó tarde al movimiento de Independencia de Hispanoamérica. Aquí no hubo rastros de un movimiento autonomista sino hasta 1820, y la primera declaratoria de independencia no llegó sino hasta noviembre de 1821, cuando ya el proceso estaba consolidado en esta parte del continente. Las razones del independentismo tardío panameño son varias y pueden ser encontradas en la obra Apuntamientos Históricos (1801 – 1840), de Mariano Arosemena.

La familia Arosemena pertenecía a la élite criolla del Istmo de Panamá, dedicada al comercio. Mariano jugó un papel primordial, como editor del primer periódico local, de inclinaciones liberales, fue uno de los actores clave de la proclama del 28 de Noviembre de 1821, pagando a las tropas españolas para que se retiraran hasta La Habana.

¿Por qué el Istmo fue una de las últimas regiones en sumarse al proceso independentista?

Por varios factores: crisis demográfica en el Istmo, de la cual se deduce la ausencia de producción agrícola o artesanal, con la consecuente debilidad de los actores sociales que fueron decisivos en otras regiones (artesanos, esclavos y masas de campesinos indígenas); su situación geopolítica que la convirtió en fortín español; y un criollismo dedicado al comercio, con la capacidad de adaptación oportunista que es característica de esta clase social.

Un cúmulo de circunstancias convencieron a los criollos panameños de pasarse al bando de la Independencia: el 28 de enero Maracaibo proclamó su independencia; el 6 de mayo, se crea la Gran Colombia; en julio, Sucre lucha victoriosamente por la liberación del Ecuador; ese mismo mes, San Martín concreta la independencia de Chile; el 6 de agosto se produjo la batalla de Carabobo, que selló la independencia de Venezuela; el 15 de septiembre Guatemala se declara independiente; el 27 de septiembre la ciudad de México cae en manos de Iturbide; Cartagena fue liberada el 1 de octubre.

Como consecuencia de la lógica militar, ya Simón Bolívar había ordenado que se preparara una fuerza invasora sobre el Istmo panameño organizada desde Cartagena, con 5,000 hombres y un centenar de buques que debía caer sobre Portobelo.

Al respecto dice Mariano Arosemena (“Apuntamientos históricos”): “… por manera que si no nos hubiésemos lanzado audaces los istmeños a los peligros inherentes a la proclamación de la independencia por nosotros mismos, esa gloria que supimos ganar no fuera hoi el laurel honroso que nos ennoblece”.

Para completar la dicha de nuestros comerciantes, evitándoles algún sacrificio, el virrey Sámano muere en Panamá el 3 de agosto; y el 22 de octubre, el general Murgeon se vio obligado a zarpar con el grueso de sus tropas para combatir en Ecuador, dejando el mando militar en manos del general José de Fábrega, realista, panameño y uno de los mayores terratenientes de la provincia de Veraguas, quien antes había combatido contra los patriotas de la Nueva Granda y que acabaría como “prócer” de la Independencia panameña.

Pese a todas esas buenas noticias, la élite criolla istmeña, asumía la siguiente actitud: “Sin embargo, encubríamos nuestras aspiraciones cordiales para que el capitán general (Murgeon) continuara iluso en su pretensión de que fuéramos súbditos de la monarquía, ya regenerada”.

A esas alturas (octubre) la prudencia seguía siendo la norma política: “Sobre todo, no era prudente exponer a un fracaso nuestro plan de libertad… Era el cuidado de los corifeos de la independencia istmeña prevenir todo acto inconsulto i precipitado. Teníanse, pues, reuniones secretas, dirijidas a ir madurando el gran proyecto de salvación”.

La Villa de Los Santos obligó a los comerciantes a decidirse por la independencia


Hasta que un levantamiento popular en la Villa de Los Santos, compuesta por pequeños campesinos, vino a acabar con tanta prudencia, y el 10 de noviembre de 1821, es la primera población panameña que tuvo el valor de proclamarse independiente de España.

Décadas después, cuando Mariano escribe sus Apuntamientos, todavía conserva una crítica contra los “novicios” santeños, que realizaron un movimiento revolucionario “irregular i deficiente”, según él, puesto que se contentaron simplemente con proclamarse “independientes”, sin definir qué tipo de gobierno se daban, “ni cosa alguna sobre los negocios de la transformación política”.

Pero los criollos del Cabildo de Panamá prefirieron optar por “medidas suaves”, y no se suman a la proclama. Los comerciantes panameños no estaban dispuestos a arriesgar sus vidas, así que se decidieron por el plan más incruento: sobornar poco a poco a la tropa realista para que desertara.

En una fecha entre el 10 y el 28 de noviembre, Mariano Arosemena hace alusión, por primera vez, a otros actores sociales distintos a la élite criolla. Según él, se crean dos o tres sociedades patrióticas conformadas por “maestros de arte (artesanos) de más influjo en el pueblo, a saber: Basilio Roa, Felipe Delgado, Abad Montecer, Juan Antonio Noriega, Manuel Luna, Fernando Guillén, Bruno Agüero, Juan Berroa, Manuel Aranzasugoitía, Salvador Berrío, José María Rodríguez, Alejandro Méndez, Guillermo Brinios, Manuel Llorent, José Manuel Escartin: estos incorporaron a las sociedades mencionadas a los discípulos suyo de confianza”.

Levantamos la hipótesis altamente probable de que este sector popular fue el que aportó el brío del que carecían los comerciantes criollos, acabando con las dudas y las prudencias.

La noche del 27 de noviembre hubo una deserción masiva de soldados que constituían “casi todas” las fuerzas militares que quedaban en la ciudad. De manera que, el 28 de noviembre, “el vecindario pidió que se reuniera el Cabildo… y se reúnen en la casa consistorial… Un inmenso gentío se apoderó de la barra, mientras que la plaza de la Catedral estaba llena de habitantes de las dos parroquias… La primera proposición, sometida al debate, fue si se proclamaría la independencia de este Istmo del Gobierno de España”.

Siempre precavidos los comerciantes, dejaron en boca del presbítero Martínez hacer la propuesta de votar por la afirmativa ante la primera proposición, pero “a reserva de lo que resolvieran las Cortes del reino”.

Por suerte, cundió la razón y fue rechazada la consideración del presbítero, y entonces fue que, con once años de retraso: “Panamá, espontáneamente, i conforme al voto general de los pueblos de su comprensión. Se declara libre e independiente del Gobierno español”.


Una comprensión cabal de la realidad panameña no es posible sin analizar la situación internacional.

Una crisis capitalista que amenaza la vida en el planeta

El mundo capitalista de 2019 está marcado por una crisis crónica que dura décadas y que este año se expresa como estancamiento económico, y una muy probable recesión para 2020. Los años de reactivación moderada de algunas economías imperialistas, luego de la crisis de 2007-08, se han caracterizado por el “crecimiento sin empleo”. Lo cual ha significado un deterioro de la calidad de vida de la mayor parte de la humanidad y una mayor concentración de la riqueza en manos del 1% más rico del planeta.

La voracidad capitalista por mayores ganancias no solo empobrece a la clase trabadora y a la masa de desempleados, sino que está dispuesta a arrasar el militarmente países y regiones por controlar los recursos naturales, como el petróleo del Medio Oriente, quemar la Amazonia para convertirla en campos de soja, o ser indiferente ante el calentamiento global y sus consecuencias catastróficas.

En lo político, podríamos resumir la situación diciendo que hay una feroz ofensiva de la burguesía contra los derechos económicos y sociales de la clase trabajadora mundial, ofensiva que se estrella contra la resistencia popular y muchas formas de lucha en todos los países. El problema es que, al no haber una dirigencia política creíble que encamine las luchas y resistencias hacia una alternativa anticapitalista, es decir, socialista, se produce un estancamiento en el que todo se deteriora, pero no se avizora una salida. Cundiendo en muchos sectores el escepticismo, que los revolucionarios debemos combatir con el optimismo que da la solidaridad humana.

Ofensiva derechista y crisis del progresismo, la disputa por la renta nacional

Esta situación se ha expresado de manera negativa contra los países dependientes, en particular América Latina, mediante una caída significativa de los precios de las exportaciones de materias primas, una crisis presupuestaria y fiscal generalizada, y una pauperización de los pueblos.

Un derivado político de esto ha sido la crisis de los llamados gobiernos “progresistas” de la región, a partir de 2015, los cuales han perdido buena parte de la renta de las exportaciones de materias primas, como petróleo, lo que ha llevado a la crisis los presupuestos nacionales con los que se financiaban los programas sociales (“Transferencias Condicionadas”). Los buenos precios de las exportaciones permitieron al progresismo sustentar programas sociales sin tocar los intereses de la burguesía nacional.

Hoy las burguesías, aupadas por el imperialismo yanqui se lanzan a una ofensiva derechista por controlar los gobiernos, expulsar a los partidos progresistas por cualquier medio (golpes blandos, judicialización de la política, fraudes electorales) para controlar el presupuesto y la “renta nacional” a su favor.

La crisis latinoamericana y del “progresismo” tiene su punto más álgido en Venezuela. En ese país se combinan: el más burdo intervencionismo  imperialista tratando de forzar un golpe de estado o una invasión extranjera apelando al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), con el boicot político de la derecha y el sabotaje económico descarado de  la burguesía; junto con la dramática incapacidad del gobierno para superar la crisis derrotando a la derecha, en parte porque le ata las manos a la llamada “boliburguesía” corrupta, que ha medrado del proceso bolivariano estos años, y porque teme apelar a verdaderas medidas socialistas.

El resultado es una caída catastrófica del nivel de vida de la clase trabajadora venezolana y sus derechos económicos y sociales. En ese país todas las opciones están abiertas, desde una agresión militar hasta una salida negociada, que ya de hecho ha empezado. Pero desde el movimiento popular y obrero hay que bregar por la salida revolucionaria, que recupere los ideales bolivarianos para imponer una salida verdaderamente socialista.

Centroamérica, el final de la etapa de los “acuerdos de paz”

En América Central, donde lo más “progresivo” que hubo fue el gobierno burgués del FSLN- Daniel Ortega, ha terminado el largo periodo de estabilidad marcado por los Acuerdos De Paz de los años 90, que pusieron fin a las guerras civiles y convirtió los grupos guerrilleros en partidos electorales, pero sin resolver las profundas causas sociales de la guerra.

La crisis ha escalado al punto de que, por un lado, los gobiernos solo logran funcionar a cambio de un endeudamiento continuo; por otro, un deterioro social enorme, cuya expresión más visible han sido las decenas de miles de migrantes que componían las enormes caravanas que marchaban a inicios de año hasta la frontera con Estados Unidos.  Además, la violencia política, sin dejar de existir, ha catapultado la violencia social de las maras y las mafias, estrechamente relacionadas con los estamentos políticos y militares.

El deterioro económico y social ha tenido su correlato en una creciente crisis política y movilización social. Las dos caras opuestas y complementarias de esa crisis son Honduras y Nicaragua.

Desde 2009, luego del golpe de estado contra Manuel Zelaya dirigido por EE UU, Honduras se ha convertido en la vanguardia de la lucha popular. Lucha que ha tenido un nuevo salto de calidad contra el fraude electoral por el cual se impuso a Juan Orlando Hernández en la presidencia (2017); lucha que ha costado la vida a decenas de activistas, la más conocida, la compañera Berta Cáceres.

La otra cara de la moneda lo es Nicaragua, donde la juventud universitaria y popular se sublevó, en 2018, contra las medidas neoliberales contra las jubilaciones del gobierno FSLN-Ortega-Murillo. La lucha popular alcanzó ribetes que no se veían desde la Revolución Sandinista de 1979. La forma que tuvo el gobierno de aplastar la revuelta fue una dura represión con una matanza de entre 300 y 500 jóvenes, con centenares de presos políticos y miles de refugiados en el extranjero.

Guatemala, El Salvador y Costa Rica, aunque en menor media, también han visto un despertar de las luchas populares. En Guatemala, la movilización encabezada por los estudiantes de la Universidad de San Carlos ha tenido como eje la denuncia de la corrupción, que ha llevado a la cárcel a las autoridades del anterior gobierno. En El Salvador, diez años de gobierno del FMLN no produjeron ningún cambio favorable para el pueblo, ni siquiera en los derechos de las mujeres salvadoreñas, lo cual condujo a repudio electoral contra ese partido y en el nacimiento de la figura presidencial de Nayib Bukele, un “bolsonaro”, salido de las propias filas del FMLN.

En Costa Rica, la que llamaban la “Suiza de Centroamérica”, la vieja prosperidad se ha ido al traste, lanzando en este último año el gobierno “progresista” del PAC un duro ataque contra los derechos a la organización, la huelga y los salarios de los trabajadores del sector público, que ha tenido como respuesta huelgas de funcionarios, docentes y estudiantes de secundaria.

Panamá, ajuste fiscal contra los pobres

Panamá no escapa ni a la realidad mundial, ni a la centroamericana. Aunque hubo 15 años de extraordinario crecimiento económico, basado en el aprovechamiento capitalista de cada rincón de la zona de tránsito y del canal, las disparidades sociales no se redujeron, sino todo lo contrario: Panamá es uno de los 10 países más desiguales del mundo.

Para exprimirnos al máximo, la burguesía añadió al crecimiento un fuerte endeudamiento nacional que ha hipotecado a futuro al propio Canal de Panamá, elevando la deuda externa de poco más de 10 mil a unos 30 mil millones de dólares en la actualidad. De modo que al asumir el gobierno de Laurentino Cortizo alegando una crisis presupuestaria, dice una verdad a medias. Porque para tapar el agujero fiscal hace recortes sociales por más de 1,500 millones (en salud y educación), pero no obliga a pagar impuestos al considerable “club de los exonerados”, constituidos por empresas y capitalistas que controlan los negocios más rentables del llamado “hub logístico”.

De manera que la clase trabajadora panameña no se benefició de los años del boom, pero ahora tiene que pagar la crisis. El ajuste presupuestario es apenas la punta del iceberg respecto al conjunto de medidas antipopulares que se proyectan: reforma a la Caja de Seguro Social, aumento de la edad de jubilación, recortes a los programas sociales, privatizaciones vía Asociación Público Privada, etc.

La ACP y el canal “ampliado” amenazan las tierras de humildes campesinos

El otro ataque que se viene es la expropiación de tierras de humildes familias campesinas en Coclé del Norte, Panamá Oeste y Colón para la creación de embalses, ahora mal llamados “reservorios”, que lleven agua del Río Indio hacia el lago Gatún.  Ahora se demuestran las mentiras de la directiva empresarial de la ACP, y los gobiernos de Torrijos, Martinelli, Varela y Cortizo. Las nuevas esclusas ampliadas se están consumiendo rápidamente el agua del lago Gatún, lo que demuestra que fue una obra mal planificada.

La solución de la oligarquía es la que siempre tuvieron y contra la que se luchó hace más de diez años, y que hipócritamente retiraron para imponerla “ampliación”: arrebatar a los habitantes las tierras de la llamada cuenca occidental del canal, sacarlos y construir grandes lagos. Un proyecto que sigilosamente se ha venido implementando, sin consulta con las comunidades.

Más de 60 comunidades y unos 20,000 habitantes están amenazados de desalojo por la ACP y el gobierno. Ellos se han reorganizado en la Coordinadora Campesina por la Vida, han empezado a luchar y movilizarse. Cuentan con el apoyo de Polo Ciudadano y de todo el pueblo panameño.

Ante las reformas antidemocráticas a la Constitución, Frente Por Asamblea Constituyente originaria

Como sucede en todos lados, también en Panamá crece el descrédito del sistema político, sus partidos y figuras. La gente al ver el deterioro creciente de sus niveles de vida y la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas más elementales (salud, educación, recolección de basura, suministro de agua, etc.) cada vez confía menos de los políticos tradicionales, a los que considera corruptos. El periodo de “luna de miel” al inicio de cada gobierno es cada vez menor. El gobierno del PRD-Cortizo no ha cumplido los tres meses en el cargo y ya la gente dice que “pasamos del tortugón al cangrejo”.

Una de las maniobras adoptadas por el gobierno de Cortizo-PRD para escamotear el deseo popular de un cambio político que barra al régimen corrupto, nacido de la invasión yanqui de hace treinta años, es la imposición de una reforma constitucional antidemocrática. Se ha tomado una propuesta hecha por un organismo nombrado de a dedo, la Concertación, sin legitimidad para reformar la constitución, y se pretende pasar su contenido por la Asamblea Legislativa desprestigiada.

El Polo Ciudadano, junta a diversos sectores gremiales, hemos apoyado la convocatoria de la Central Nacional de Trabajadores (CNTP) para crear un Frente Nacional por la Constituyente originaria. Organismo que debe agrupar a un amplio espectro popular, con criterios inclusivos y democráticos, para luchar por la Constituyente y por las otras demandas del campo popular.

Se requiere un organismo popular unitario que guíe las luchas

La aplicación de las políticas neoliberales también encuentra fuerte resistencia en Panamá, con decenas de luchas semanales descoordinadas y fragmentadas, lamentablemente. Las comunidades luchan por el agua o el arreglo de las calles, los padres de familia y los docentes por las escuelas, los pacientes y personal de salud por la atención en clínicas y hospitales. Los indígenas han luchado contra las hidroeléctricas y mineras, y la clase trabajadora por los salarios.

Lamentablemente el país carece de un organismo asambleario que unifique, coordine y dirija las luchas, lo cual explica que no haya movilizaciones contundentes, como las de 2005 en defensa de la Caja de Seguro Social. Esta debilidad orgánica haya su correlato político en la ausencia de una propuesta política de izquierdas en el país, así como explica en parte los fracasos de 2014 y 2019 del FAD.

El Polo Ciudadano: una voz comprometida en defensa de las demandas populares hacia un proyecto político alternativo popular y socialista

En esta situación, el reto del Polo Ciudadano es ser el movimiento más consecuente en la defensa de los intereses de la clase trabajadora y por ello de la construcción de una alternativa política que exprese los intereses de los explotados, los oprimidos, los discriminados y los descartados por el capitalismo decadente.

El  Polo Ciudadano se compromete a luchar por la defensa: de los derechos económicos y sociales; de la salud y la educación públicas; de los derechos sexuales y reproductivos; de los derechos humanos de las mujeres y las niñas; de los derechos nacionales de los pueblos originarios; de la democracia y sus libertades para todos/as, donde se permita a todos y todas expresar libremente su opinión, en particular la voz de la juventud; de la naturaleza como un bien perteneciente a toda la humanidad presente y futura.

Frente a la austeridad antipopular de Nito, exigimos reforma fiscal progresiva, que los ricos paguen impuestos. Defensa de la Caja de Seguro Social, no a su fragmentación. No al aumento de las cuotas y de la edad de jubilación. Solidaridad con la Coordinadora Campesina por la Vida, contra la ACP y sus “reservorios” inconsultos. En este 30 aniversario de la Invasión Norteamericana de 1989, exigimos más que nunca: Ni olvido, ni perdón, exigimos investigación de la verdad y 20 DE DICIMBRE, DUELO NACIONAL!

Lucha que solo podrá ser victoriosa apelando al método de la “unidad en la diversidad” con democracia popular.

POLO CIUDADANO

Acto Conmemorativo del V Aniversario de Fundación

Septiembre de 2019


Por Olmedo Beluche

En menos de un mes de gobierno, Cortizo y su equipo económico tomaron dos drásticas medidas que parecen contradictorias: vendieron bonos soberanos por más de B/. 2000 millones, que se suman a la deuda pública que sobrepasa los 25,000 millones; decretaron la llamada Austeridad con Eficiencia, por la cual le cortaron al presupuesto estatal de 2019, B/. 1,483.7 millones.

Pese a que anunciaron con bombos y platillos la emisión de bonos, que pronto les daría la liquidez que dicen que faltaba, el recorte presupuestario fue drástico en dos rubros que ya vienen muy deteriorados, y que son los que más afectan a las familias pobres: salud y educación públicas.

Al presupuesto de la Caja de Seguro Social le recortaron nada menos que B/. 279.7 millones, y al MINSA B/ 127.9 millones.  En un momento de quejas generalizadas por falta de insumos, medicinas y mora quirúrgica. Al MEDUCA le tumbaron de un golpe B/. 85 millones de balboas, 50 millones en servicios personales y el resto en inversión. Cuando cada día hay protestas de padres por escuelas en mal estado. A las universidades públicas también les afectó la tijera.

Aquí es donde cualquiera con sentido común se pregunta si, ante una crisis fiscal, lo primero que hay que hacer es afectar los servicios públicos que reciben los sectores más pobres de la sociedad. Máxime que ya se anuncian “revisiones” y recortes a otros programas sociales, como la beca universal.

Si se conoce algo de este país, se sabe que aquí hay sectores empresariales que históricamente han hecho parte del llamado “Club de los Exonerados”. Por ejemplo, la industria marítima, que representa el 33.5% del producto interno bruto (PIB), unos 25 mil 780 millones de dólares anuales, su tributación totaliza $603.4 millones, apenas un 2.3% de todo el capital que mueven.

Por el contrario, un docente universitario paga en promedio de impuesto sobre la renta el 7.35% de su salario y el 8.6% si se incluye el seguro educativo.

En 2015, el gobierno de Varela alegó un déficit, según el cual el “impuesto sobre la renta de las empresas” había bajado 27.3% de lo presupuestado y 15.3% respecto al año anterior, la suma total que se debió recaudar era B/. 884.2 millones, esto significa que, respecto a una economía estimada en B/. 76 mil 925 millones para ese año, las empresas solo pagan de impuesto sobre la renta empresarial apenas el 1.1% del PIB.

Un experto como el Sr. Publio Cortés afirma que “ciertos contribuyentes de alto nivel económico, se benefician de la opacidad de los refugios fiscales…”, además que utilizan gastos ficticios para declarar mucho menos de lo que se debe pagar en impuestos (La Estrella, 3/5/16). Donde quiera que se mire, los mejores negocios del país, o están exonerados o tributan muy poco.

Así que debemos exigir que el gobierno deje de atacar fiscalmente, con recortes o impuestos, a los asalariados y a los más pobres, que se deje de recortar los servicios y programas sociales. A quienes hay que dejar de subsidiar son a las grandes empresas extranjeras y nacionales que se benefician de nuestra posición geográfica. Exijamos una reforma fiscal progresiva en la que los que más ganan paguen más, y no al revés, que es lo que está pasando en Panamá.


Por Olmedo Beluche

Te miro a veces, Patria,
como un túnel
de cruces y burdeles,
como un golpeado muro de cantina.
Espectros insaciables,
cual brujas mitológicas,
chupan tu sangre pura,
cortan tu sangre humilde,
tus manos temblorosas como pétalos.
José Franco

La ciudad de Panamá cumple 500 años de fundación, que bien pueden ser más, porque este aniversario pasa por alto que, mucho antes que llegara Pedrarias Dávila, ya existía allí una protociudad o aldea indígena, de cuyos habitantes no sabemos casi nada por esa “colonialidad del ser”, como diría Aníbal Quijano, por la cual se pretende borrar todo aquello que no sea la cultura que impusieron los colonialistas europeos.

Como si antes de Pedrarias, y del 15 de agosto de 1519, no hubiera nada allí. La verdad histórica es que pocas veces se fundan ciudades o se hacen caminos que las experiencias de generaciones pretéritas no hayan probado como buenos. Las ciudades que se fundan y perduran nunca son completamente nuevas, sino que ya antes ha habido gente ahí.

En la Historia General de Panamá, el propio Alfredo Castillero C. ha dicho: “Los orígenes de la ciudad de Panamá están oscurecidos por una nube de incertidumbres, ambigüedades e imprecisiones. Suele aceptarse como fecha de la fundación de Panamá el 15 de agosto de 1519. Sin embargo, de todas las crónicas y textos de la conquista, la única fuente que respalda esta fecha es la de Pascual de Andagoya”.

¿Por qué los españoles eligieron este lugar? La versión que ha prevalecido, dada por nuestro principal historiador del período colonial, Alfredo Castillero Calvo, es que era una pequeña aldea de pescadores, y que fue el hambre la que impuso el lugar, ya que aquí se “cosechaban” abundantes almejas.

Pese a lo dicho por Castillero, intriga una cita del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, aparentemente refiriendo palabras del propio Pedrarias: "el cacique que agora es de Panamá se dice Cori. Este e todos sus antepasados son grandes fundidores de oro e maestros en labrarlo e hacen allí muy gentiles piezas; y como todos cuantos caciques hay en su contorno y de lejos de su provincia cuando quieren labrar algunas piezas de oro e facer algunas cosas sutiles van allí, tienen ya por costumbre de gran tiempo decir que el oro que tienen lo traen de Panamá; y así preguntando a cualquier cacique que el oro que tiene de donde lo trae, responde que de Panamá. Toda la fama es de Panamá, aunque cójenlo ellos en sus mismas tierras, porque en Panamá no se coje ningún oro ni lo hay".

Si creemos esta versión, no se trataría de una simple aldea de pescadores, sino un pueblo de orfebres, que trabajaban artísticamente el oro de otras regiones porque aquí no había minas. Por ende, el “hambre” que atrajo a los españoles no sería simplemente fisiológica, sino el ansia de riquezas.

Voracidad por el oro que nació desde que Cristóbal Colón y sus huestes, durante su cuarto viaje, en la costa caribeña del Istmo de Panamá, se percataron de la abundancia de oro con que se adornaban sus habitantes originarios.

El rey Fernando, “el católico”, al ordenar el viaje de Pedrarias y la construcción de una ciudad a orillas del Mar del Sur, lo hizo motivado por dos objetivos que dan cuenta del carácter del sistema mundo capitalista (Wallerstein) que estaba naciendo: la búsqueda de un paso de un mar a otro, para sostener la expansión comercial hacia el oriente; y la búsqueda del oro, del que el Rey recibiría su “quinto”, agente primordial de la acumulación originaria capitalista europea (Marx).

La “conquista” del Istmo de Panamá constituyó un paso definitivo en el proceso de concreción de esa primera globalización, de ese sistema mundo capitalista que, con algunas transformaciones persiste hasta el día de hoy. El asentamiento de Santa María La Antigua del Darién, el “descubrimiento” para los europeos del Mar del Sur, y luego la fundación de la ciudad de Panamá, constituyeron el puente necesario del comercio mundial y de las relaciones de dominación imperialistas, que perduran hasta hoy.

Ese año de 1519 fue decisivo en el parto del nuevo “sistema mundo capitalista” (Wallerstein): comenzó la conquista del imperio azteca por parte del sanguinario Hernán Cortes; Magallanes inició su vuelta al mundo, en la que murió ajusticiado por indígenas del Pacífico Sur, pero que concluyó Elcano; un año antes el Rey Carlos I autorizó la “importación” masiva de esclavos africanos al “Nuevo Mundo”; y se fundó a orillas del Pacífico la ciudad de Panamá, como punta de lanza para la conquista del imperio incaico y las tierras de Centroamérica. El mundo se hizo redondo y más chico desde entonces.

Pero no fue una unidad global basada en la equidad, la fraternidad y la concordia, sino todo lo contrario, nació un mundo partido en dos, entre conquistadores y conquistados; entre colonizadores y colonizados; entre dominadores y dominados; entre explotadores y explotados.

El drama que padecieron los habitantes de aquella aldea, de orfebres o pescadores, los habitantes primigenios de Panamá, que fueron primero esclavizados, saqueados, anulados demográficamente y conducidos a la “zona del no-ser”, fue el mismo destino que tocó a decenas de millones en todo el mundo, gracias a ese “gigante de barro y sangre” (Marx) cuyo parto pasó por aquí, el sistema capitalista mundial.

Así tenemos que la ciudad colonial fundada por Pedrarias fue la ciudad “tansitista”, no solo porque por aquí pasaron mercaderías, personas, oro y plata, sino porque da cuenta de un modelo social que se impuso, por el cual los múltiples caminos que unían el Caribe y el Pacífico fueron sustituidos por un solo eje, Panamá – Nombre de Dios, o Panamá – Portobelo, o Panamá – Colón, controlado y al servicio de una potencia extranjera, al cual se supeditó la vida y la economía de todos sus habitantes (Guillermo Castro).

Los primeros 150 años de la ciudad, llamada La Vieja, hasta que muriera calcinada a consecuencia de una mala decisión tomada por el pavor ante la inminente llegada del pirata Henry Morgan, no fueron como lo cuenta la leyenda oficial, todo lleno de oro refulgente, ferias y prosperidad. No. También la ciudad padeció hambrunas reiteradas producto de ese determinismo “transitista” por el cual aquí no se producía casi nada y todo lo que se comía se importaba.

Desabastecimiento que se elevaba a verdaderas crisis y “hambrunas” cuando la amenaza de la piratería forzaba a los barcos a quedarse en sus puertos. Castillero marca los siguientes años como críticos en la provisión de alimentos: 1570-71, 1615, 1625 y esporádicamente en las décadas de 1640, 1650 y 1660.

Destruida Panamá “La Vieja”, con el incendio y la toma de Morgan en 1671, su hija, Panamá “La Nueva”, fundada el 21 de enero de 1673, tuvo mejor suerte con los abastecimientos y no pudo nunca ser tomada nuevamente por los piratas. Sin embargo, fue una ciudad que nació dividida por las murallas, separando a sus clases sociales: los criollos y gachupines, con sus esclavos domésticos dentro de ella; las llamadas castas, libertos, indígenas, negros, fueron excluidos de la ciudad y condenados a vivir en su entorno extra muros.

Además del “apartheid” social, la nueva ciudad tuvo un inicio difícil. Durante cien años languideció agotada por los nuevos incendios y por la desaparición de las Ferias de Portobelo, la crisis del “transitismo”, y el cambio de la ruta del oro y la plata hacia Buenos Aires, hoy capital de la Argentina.

La ciudad se vació hasta tener menos de 4,000 habitantes. Los que no se fueron a otras partes más prósperas del imperio español emigraron al "interior" del Istmo. Las clases altas fundaron haciendas autárquicas, porque no había mercados a los cuales vender. Muchos de sus habitantes fundaron los pueblos que hoy constituyen nuestras provincias, y se mudaron a ellos. La crisis de la ciudad de Panamá y del transitismo duró un siglo, entre 1740 y 1850 aproximadamente.

Durante todo el período colonial, y buena parte del período colombiano, los habitantes del resto del Istmo no siempre se sintieron identificados con la ciudad de Panamá. Tal es el caso que, durante este tiempo, “panameños” solo lo eran los habitantes de la ciudad. El resto eran, en todo caso “istmeños”.

La ciudad nueva viene a recuperarse a mediados del siglo XIX, cuando el proceso de surgimiento de Estados Unidos como potencia capitalista nos colocó en su mapa, gracias a la necesidad que tenía de colonizar rápidamente la California que le había arrebatado por la fuerza a México en 1847. De manera que resurgió el transitismo, esta vez controlado por los norteamericanos, colocando la ciudad en el eje del “Gold Rush”.

Pero el renacimiento del Camino de Cruces, las recuas de mulas y los bongos duró poco, pues fue prontamente suplantado por la Panama RailRoad Company, la cual construyó sus propios rieles, estaciones y una nueva ciudad en el caribe que sustituyó a Portobelo, la ciudad de Colón, que pasó a ser el otro polo del tránsito. La ciudad se reanimó pero sus habitantes perdieron el control sobre el negocio transitista, pasando a ser espectadores al borde del camino por el que pasaba un comercio del que se beneficiaban poco. El Incidente de la Tajada de Sandía expresó en cierta forma ese descontento.

La construcción del Canal Francés (1880-88) y del Canal Norteamericano (1904-1914) mantuvo la importancia transitista de la ciudad, pero con la pérdida del control de la ruta y del comercio. Sólo beneficios a cuenta gotas se derramaban del vaso de la riqueza del capitalismo financiero naciente. Aunque uno de los principales beneficios que se obtuvo no fue muy apreciado al principio: el aporte cultural y humano de la masa de trabajadores migrantes que llegaron, que hicieron de la ciudad una metrópoli cosmopolita.

Panamá se convirtió de nuevo en una ciudad escindida. Esta vez estaba dividida por una cerca de ciclón, y no por un muro, que separó a los habitantes de la Zona del Canal, que vivían la prosperidad que el imperialismo yanqui les podía garantizar, lejos del resto de los panameños que habitaban “este lado de la cerca”. Pero a su vez, dentro de la propia “zona” se aplicaba un “apartheid” que separaba a los “zonians” blancos, de los “coloreds”, no solo salarialmente (gold roll y silver roll), sino también en barrios segregados (Pedro Miguel, Paraíso).

Fueron los descendientes de ese coctel genético producido por los migrantes afroantillanos, mezclados con las “castas” heredadas del colonialismo español, a los que las clases oligárquicas no querían al inicio de la república, y querían expulsar como “razas indeseables” (Constitución Política de 1941), quienes que lucharían incansable y generacionalmente contra el sistema excluyente de la Zona y por la soberanía en todo el territorio, bajo el grito de “Una sola bandera, un solo territorio”, cuyo clímax fue la gesta Heroica del 9 de Enero de 1964 (Patricia Pizzurno).

Ese acontecimiento marcó la historia de la ciudad y del país en dos épocas, iniciando el proceso que llevaría a la desaparición de la Zona del Canal y la recuperación de la soberanía, por intermedio de los Tratados Torrijos Carter de 1977. El último día del siglo XX marcaría ese final.

El siglo XX cuajó la identidad de la ciudad junto con la identidad nacional en un proceso complejo de lucha contra la aniquilación política, económica y cultural a que nos quería someter el colonialismo norteamericano. Una ciudad construida por migrantes, tanto del interior como del exterior. Miles de campesinos pauperizados y sin tierra migraron de las provincias. Los trabajadores provenientes de otros países de la región, aunque en menor medida que durante la construcción canalera, no pararon de llegar.

Decenas de miles harían aquí su morada viviendo sus vicisitudes, sus momentos de prosperidad y los de crisis; sus fiestas y sus duelos; sus traumas políticos y los dramas sangrientos, como la invasión del 20 de Diciembre de 1989, con sus centenares y miles de muertos y heridos.

Panamá La Vieja fue una de las víctimas de la invasión, ya que en el entorno de su plaza mayor se hallaba enclavado un cuartel de las Fuerzas de Defensa, lo que dice mucho de la indiferencia de nuestros gobiernos hacia el patrimonio histórico; así que el área fue bombardeada y abaleada por los helicópteros norteamericanos, antes de dejar caer allí un grupo de paracaidistas. Así que podemos afirmar que nuestra ciudad fundacional ha recibido la agresión militar de los piratas ingleses y de los piratas norteamericanos.

Quinientos años después, la ciudad ha cambiado, pero sigue siendo la misma. La reconocemos por sus marcas de nacimiento, como la torre de Panamá La Vieja, la bahía, el casco antiguo; pero ella también ha cambiado, ya no hay almejas en su entorno, por ejemplo. Su fisonomía cambió bastante, especialmente en el lapso de esta última generación.
Una parte de ella son sus enormes y vistosas edificaciones plantadas a lo largo de la Cinta Costera y su “skyline”, que es lo que solo quieren ver algunos.

Pero también son sus profundas arrugas en barrios populares que se extienden de este a oeste y hacia el norte, con sus calles sucias, sus ineficientes servicios de agua potable, alcantarillado y recolección de basura, con sus escuelas y hospitales en mal estado.

La ciudad, en últimas, no son sus edificios y sus calles, sino sus habitantes. Algunos de ellos pillos de temer, políticos corruptos y comerciantes ávidos; pero la mayoría aplastante de ese pueblo panameño se caracteriza por ser trabajador, abnegado, solidario, amistoso y feliz, a pesar de los pesares.

Bibliografía
Araúz, Celestino; Pizzurno, Patricia. El Panamá Hispano (1501-1821). Tercera Edición. Diario La Prensa. Panamá, 1997.
Beluche, Olmedo. Historia agraria y luchas sociales en el campo panameño. Colección de Estudios Interdisciplinarios. CIFHU, Universidad de Panamá, 2017.
Castillero, Alfredo. Conquista, Evangelización y Resistencia. Instituto Nacional de Cultura. Colección Ricardo Miró. Premio Ensayo 1994. Panamá, 1995.
Castillero, Alfredo. Historia General de Panamá. Comité Nacional del centenario. Panamá, 2004
Castro H., Guillermo. El agua entre los mares. La historia ambiental en la gestión del desarrollo sostenible. Editorial Ciudad del Saber. Panamá, octubre de 2007.
Cooke, Richard y Sánchez Herrera, Luis Alberto. “El Panamá prehispánico”. En: Historia General de Panamá. Volumen I, Tomo I. Comité Nacional del centenario. Panamá, 2004
Oviedo, Gonzalo Fernández de. Sumario de la Natural historia de las Indias. Colección “Fabio Lozano y Lozano”. Santafé de Bogotá, 1995. http://www.worldcat.org/title/sumario-de-la-natural-historia-de-las-indias/oclc/465694670.
Pizzurno, Patricia. El miedo a la modernidad en Panamá 1904 – 1930. Editorial Cultural Portobelo. Biblioteca de Autores Panameños. Panamá, 2016
Sibaja, Luis Fernando. 2006. El cuarto viaje de Cristóbal Colón y los orígenes de la provincia de Costa Rica. EUNED. San José, Costa Rica.
Wallerstein, Inmanuel. El Moderno Sistema Mundial I. Editorial Siglo XXI. México. 2010.

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