Por: Ezequiel Batista        

La seguridad social en Panamá se encuentra en una encrucijada donde solo tiene dos alternativas: volver nuevamente al sistema solidario, por el cual se creó la Caja de Seguro Social, o a un sistema de cuentas individuales el cual fue un experimento fracasado, recomendado por el F.M.I.

A pesar de las múltiples propuestas presentados por el pueblo panameño, por expertos economistas y profesionales e incluso estudios realizados por la O.I.T., la Universidad de Panamá donde expresan claramente que el modelo de cuentas individuales ha sido una estafa a los cotizantes, el presidente José Raúl Mulino y su equipo de asesores insisten en que este sistema de pensiones de capitalización individual se apruebe con la complicidad de los diputados de la asamblea.

Debemos tener claro, que el proyecto 163 es una receta del Fondo Monetario Internacional y no tiene la mínima intensión de beneficiar a los cotizantes de la CSS. Luego de escuchar todas las propuestas por expertos, queda demostrado que no está en crisis. La situación que tenemos en la CSS es administrativa, provocada por diferentes gobiernos y el sector privado para desequilibrar el sistema de pensiones.

Lo que pretende realmente al ejecutivo es descapitalizar los fondos de pensiones de la Caja de Seguro Social para especular en la bolsa de valores estadounidense o depositarlo en la Reserva Federal de EE.UU. o en algún banco privado. Según el artículo 65 establece, claramente, que la CSS podrá delegar la gestión de sus inversiones a personas jurídicas con licencia de administrador de inversiones.

De acuerdo a este articulo 65 se destinara hasta un 75% a activos en títulos de deuda y un 15% en instrumentos de crédito emitidos o totalmente garantizados por estados extranjeros, hasta un 10%en instrumentos de capital emitidos por personas jurídicas (empresa privada), instrumentos de crédito emitidos o totalmente garantizados por instituciones financieras multilaterales de crédito hasta un 20%.

Pero el peligro va más allá, debido a que en el acápite 7 de este artículo se establece lo siguiente: “no podrá hacer inversiones en minería ilegal”. Esto quiere decir que están considerando retomar el tema minero, y legalizar la reapertura de la mina, proyecto que fue declarado inconstitucional, en una lucha sangrienta en el año 2023.

Existe un conflicto de interés por parte de los que defienden la privatización de las pensiones, donde el director de la CSS, Dino Mon, guarda vínculos con el Grupo Mundial y Mapfre donde fue director ejecutivo de ambas empresas. Felipe Chapman quien es ministro de Economía tiene conflicto de intereses debido a que su esposa Mónica García de Paredes De Chapman forma parte de la directiva de Global Bank y la AFP -Progreso. Su hermano Guillermo Chapman III es de la directiva de Banco General, de Profuturo y del Siacap. El hijo del ministro de salud Fernando Boyd Galindo, Federico Boyd Alfaro, forma parte de la firma Morgan y Morgan quien es defensora del proyecto minero.

El premio nobel de economía Joseph Stitgliz manifiesta lo siguiente:” El sistema de AFP genera poca cobertura, mala seguridad en la jubilación y valores mínimos de pensiones. A pesar de que toda la sociedad está pagando este enorme costo. Aquí el que gana, ciertamente es el sector financiero.” Paul Krugman, también premio nobel de economía, en su obra “EL GRAN ENGAÑO”, hace referencia a los 30 años del sistema AFP. Explica que “cuando una población envejece y se tenga que acoger las justificadas quejas destinando cuantiosos fondos públicos para ello ¿cuántos recursos ya se habrán repartido los dueños de las AFP y las compañías de seguros? ¿Por qué permitir que se lucre con una necesidad evidente?”

Tenemos que defender nuestra única institución de seguridad social y en la cual generaciones anteriores la han defendido y han aportado por lo que la solidaridad intergeneracional se ha mantenido. Si se pierde o se rompe esa cadena solidaria ya no podríamos llamarla “CAJA DE SEGURO SOCIAL” porque perdería su esencia solidaria y se convertiría en la “CAJA DE SEGURO EMPRESARIAL”, y nuestros aportes pasarían a ser los subsidios financieros de la CONEP, APEDE, el sistema bancario y campañas políticas de la mafiocracia. Tenemos que luchar en unidad por el bienestar y futuro del pueblo.

Por Félix E. Villarreal V.

El pasado 7 de enero de 2025, a tan solo dos días de conmemorarse los 61 años de la gloriosa gesta patriótica de aquel 9 de enero de 1964, en ciudad capital, surge y se da a conocer a nivel nacional e internacional el Movimiento Panamá Solidario (MPS), como una nueva expresión del movimiento social panameño., definiéndose como un espacio autónomo y articulado por diversos sectores activos y participativos del movimiento social panameño; entre ellos centrales obreras, sindicatos, gremios profesionales, de profesores, ambientalistas, intelectuales orgánicos y progresistas, mujeres, jóvenes, estudiantes, jubilados y pensionados, grupos originarios, afrodescendientes, trabajadores informales, entre muchos otros, realmente comprometidos en la defensa real de la Caja del Seguro Social (CSS).

El Movimiento Panamá Solidario MPS, además, dejó claro que asume con mucha responsabilidad la defensa de la Soberanía Nacional, de la Biodiversidad Eco Ambiental, los Recursos naturales, metálicos y minerales del país; defiende los recursos hídricos y afluentes del país; sumado a estas luchas actuar y aportar a la soluciones frente a los distintos temas económicos, políticos, sociales y culturales que hoy son parte de la coyuntura nacional y que demandan del MPS, una activa participación, acción, solución y solidaridad.

El Movimiento Panamá Solidario MPS, Se constituye como un Instrumento de lucha comprometido por la defensa de los principios democráticos, entendiendo la necesidad de avanzar hacia una democracia de carácter participativa, deliberativa y protagónica, en lo político, social, económico, ambiental y cultural.

Nace con un conjunto de Principios que lo definen como un Movimiento Progresista, Democrático y Antineoliberal, Patriótico, Popular, No Alineado y Pacifista, que además lucha por la Autonomía de los pueblos originarios, es Ecologista, Humanista, Pluralista, Feminista, Ético y Transparente, Latinoamericano y caribeño, Solidario e Internacionalista, Pro-Juventud, y siempre estará dirigido en la búsqueda del Bien Común de nuestra población, entendiendo la importancia de la UNIDAD en la Diversidad y que Otro Panamá es posible.

Para el Movimiento Panamá Solidario MPS, el nuevo estilo de desarrollo tiene su fundamento ético en el principio de que el fin primordial del desarrollo es la construcción de un país en que cada uno de los hombres y mujeres que lo habitan puedan desarrollar, en la armonía de la convivencia social y el respeto a la naturaleza, todas sus potencialidades y capacidades creativas como seres humanos.

Esto conlleva un proyecto de desarrollo que asegure todas las necesidades básicas de la población, así como la plena inclusión y participación de todos en la construcción de la nueva sociedad.

Para el Movimiento Panamá Solidario MPS, es necesario mantener vigente la lucha y denuncia permanente contra los diversos escándalos de corrupción, de políticos vinculados en temas de narcotráfico, las “mafiocrácias” empresariales, los monopolios y negociados con los recursos del Estado, entre otros casos y escándalos que continúan siendo muy sonados en los medios de comunicación y que se mantienen en la impunidad en nuestro país.

Es importante señalar que el Movimiento Panamá Solidario MPS, hasta este momento está conformado por: la Central Nacional de Trabajadores de Panamá (CNTP) y sus diferentes gremios que la conforman a nivel nacional, la Federación Unitaria de la Clase Trabajadora (FUCLAT), y todas las expresiones articuladas que tiene a nivel nacional, la Federación Auténtica de Trabajadores (FAT) y sus diversas expresiones a nivel nacional, la Asociación de Educadores Veragüenses (AEVE), la Asociación de Profesores de la Universidad de Panamá (APUDEP), el Movimiento de Jubilados y Pensionados Victoriano Lorenzo y Fuerzas Aliadas, el Polo Ciudadano, la Coalición de la Unidad por Colón (CUCO), el Movimiento Vigilia Nueva Soberanía, Fundación Panamá Sostenible, Frente Amplio por Colón, Juventudes Revolucionarias, Movimiento Al Socialismo (MAS), entre otras que de hecho formarán parte de este nuevo e importante referente del movimiento social panameño.

Por Olmedo Beluche

Desde el 21 de diciembre de 2024, en el marco de la conmemoración de los 35 años de la última invasión militar de Estados Unidos contra Panamá (20/12/1989), el presidente norteamericano Donald Trump, antes de haber asumido su cargo, comenzó una serie de declaraciones reiteradas en las que amenaza con apoderarse por la fuerza del Canal de Panamá.

Los argumentos utilizados por Trump para justificar estas pretensiones contra Panamá son variados, pero todos falsos, y van desde la queja de que supuestamente se estarían cobrando tarifas altas a los barcos de Estado Unidos que atraviesan el canal, hasta que el canal está controlado por los chinos.

Una actualización de la Doctrina Monroe

Las declaraciones de Donald Trump contra el canal panameño están asociadas a otras igualmente controversiales en las que pretende sumar a Canadá como el estado número 51 de los Estados Unidos de América, la idea de que debe adquirir Groenlandia para el control de su país, territorio que está bajo administración de Dinamarca, o la pretensión de renombrar el Golfo de México como “Golfo de América”.

Las propuestas sobre Panamá, Canadá, Groenlandia y el Golfo de México hacen parte de una especie de actualización de la vieja “Doctrina Monroe” al siglo XXI por parte de Trump. El presidente James Monroe, en 1823, emitió una declaración de política exterior norteamericana que se ha conocido con el eslogan “América para los americanos”, que en ese momento fue una advertencia a las monarquías europeas que habían constituido un bloque militar denominado la “Santa Alianza”, en el sentido de que no permitiría que reconquistaran los territorios recién independizados de Hispanoamérica. Por supuesto, desde entonces se entendió que los “americanos” de Monroe eran ellos, Estados Unidos, no los hispanoamericanos o latinoamericanos.

Siguiendo la Doctrina Monroe, desde el siglo XIX hasta el presente, Estados Unidos ha actuado bajo la convicción de que América Latina y el Caribe son su “patio trasero” y zona exclusiva de saqueo económico y neocolonialismo político. Reiteradas invasiones, golpes de estado, sanciones económicas contra los estados que intentan zafarse (Cuba, Venezuela) así lo demuestran, especialmente durante la Guerra Fría con la Unión Soviética.  Instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la Escuela de las Américas han sido instrumentos de esa política exterior norteamericana.

No importa si los gobiernos norteamericanos actuaron con descarados modales imperialistas, como lo fue bajo Teodoro Roosevelt la política del “gran garrote”, o con la hipocresía refinada de Franklin D. Roosevelt y su “política del buen vecino”, o la llamada “doctrina de la seguridad nacional” de la guerra fría, republicanos o demócratas, todos los gobiernos de ese país se han guiado por la Doctrina Monroe frente a América Latina y el Caribe.

Trump una respuesta agresiva a la decadencia norteamericana y al fantasma chino

Donald Trump sabe que miente, pero no puede dejar de expresar su mayor temor cuando afirma: “El Canal de Panamá está siendo operado por China. ¡China!... Nosotros no se lo dimos a China. Y ellos (Panamá) han abusado. Ellos han abusado de este regalo” (La Prensa, 13/1/25).

En esas palabras está expresado el meollo del problema. La política de Trump, exterior y comercial, intenta ser una respuesta a un proceso objetivo de decadencia económica y política de Estados Unidos que cada vez más le cuesta competir con la influencia de los capitales chinos. Blandir ahora el garrote contra Panamá, hace parte de su proyecto de cerrar el mercado norteamericano, y por extensión latinoamericano, a productos chinos que compitan con empresas norteamericanas. La intención es cortar donde pueda el avance de capitales chinos. Estamos ante una competencia que parece evolucionar hacia una confrontación de bloques económicos parecida a las que dieron origen a la Primera y Segunda Guerra Mundiales.

Siendo Panamá un lugar relevante en la geopolítica mundial, a Estados Unidos le viene preocupando la presencia china en el istmo, al menos desde 2017, cuando se normalizaron las relaciones diplomáticas entre ambos países. Antes de eso, Panamá era parte de los gobiernos centroamericanos sobornados por Taipei para bloquear a China. Pero hace décadas que China es el segundo usuario del canal, después de los Estados Unidos, por lo que las relaciones diplomáticas eran una necesidad lógica.

Le preocupa a Trump especialmente que las relaciones diplomáticas vinieron acompañadas por varias propuestas, como la construcción de un ferrocarril hasta la frontera con Costa Rica, proyecto que no se ha concretado, pero que enseguida fue objetado por los sectores leales a Estados Unidos en Panamá. El ferrocarril no procedió pero empresas chinas participan en la construcción del cuarto puente sobre el canal de Panamá y en otras obras. La hongkonesa Hutchinson Whampoa administra los puertos junto al canal, Balboa y Cristóbal. Incluso hay capitales chinos involucrados con canadienses en la mina Cobre Panamá, cuyo contrato fue declarado inconstitucional luego de importantes movilizaciones populares en 2023. Chinas son la mayoría de las mercancías que se reexportan a Sudamérica desde la Zona Libre de Colón.

Estos hechos económicos son parte de la tendencia del mercado mundial producto de la globalización neoliberal impuesta desde Estados Unidos hace 40 años. Pero eso no ha convertido a Panamá en “neocolonia” del “imperialismo chino”, por el contrario, los gobiernos panameños y la burguesía local siguen siendo títeres del imperialismo norteamericano. Lo cual queda  demostrado en su alineamiento internacional en la ONU, en la OEA y recientemente en el caso de Venezuela.

Panamá, una historia de lucha contra la Doctrina Monroe

El Istmo de Panamá ha sido una víctima particular de la Doctrina Monroe por ser una región estratégica para el paso entre los océanos Pacífico y Atlántico. La primera ocupación del territorio istmeño ocurrió poco después de que Estados Unidos le robara a México la mitad de su territorio, incluida California, en 1846. Los norteamericanos construyeron un ferrocarril interoceánico en Panamá y de hecho la ocuparon militarmente.

A fines del siglo XIX, concluida la “Guerra del 98”, por la que EE UU le arrebató a España sus últimas colonias en América y Asia (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam) ese país se decidió a construir un canal que permitiera a sus fuerzas navales custodiar sus intereses imperialistas en ambos océanos. Para lo cual procedió a separar a Panamá de Colombia, mediante una invasión simulada, e imponer un Tratado firmado el 18 de noviembre de 1903, por el cual se le entregaba a Estados Unidos el “derecho” de construcción, administración y defensa del canal y un área adyacente (Zona del Canal) que sería controlada como si fuera parte de ese país.

Una de las falacias dichas por Donald Trump es que supuestamente habrían muerto en la construcción del canal miles de norteamericanos. Falso. Si bien los ingenieros que construyeron el canal fueron parte ejército estadounidense, la fuerza de trabajo estuvo constituida principalmente por obreros procedentes del Caribe, entre ellos jamaicanos, guadalupanos, etc.

Ellos trabajaron bajo un régimen racista estilo “apartheid”, que separaba física y socialmente a los anglosajones blancos de las “razas de color”, incluso salarialmente. Según reportes de la propia Isthmian Canal Comission, durante la construcción del canal (1903-1914) fallecieron 5,611 trabajadores, de los cuales solo 350 eran ciudadanos de Estados Unidos, el equivalente al 6% del total (La Prensa 16/1/25).

El pueblo panameño luchó durante el siglo XX contra el enclave colonial de la Zona del Canal, y por revertir la administración del canal a Panamá. A lo largo de la centuria, cada generación istmeña protagonizó diversas revueltas populares y enfrentamientos con la soldadesca norteamericana. El reclamo sobre la nacionalización del Canal de Panamá cobró fuerza a partir de 1956, cuando en Egipto el presidente Nasser nacionalizó el Canal de Suez.

Estos reclamos tuvieron su momento culminante el 9 de enero de 1964, cuando un grupo de estudiantes panameños que fueron a la Zona del Canal a exigir que se izara la bandera nacional junto a la norteamericana, como símbolo de soberanía sobre ese territorio. Los estudiantes fueron agredidos por la policía y los habitantes norteamericanos de la Zona del Canal. Ante esos hechos el pueblo empezó a acudir en masa a la cerca que dividía la ciudad panameña de la norteamericana para plantar banderas, lo que fue respondido por disparos del ejército de Estados Unidos.

Los hechos se transformaron en una pequeña revolución anticolonial que duró tres días, que causó más de 20 muertos y 500 heridos del lado panameño, y la destrucción de propiedades norteamericanas. A partir de entonces fue evidente que había que negociar un nuevo tratado sobre el canal que resolviera las “causas del conflicto”: fin del enclave canalero, administración panameña del canal y eliminación de las bases militares yanquis. Esto condujo a la firma de los Tratados de 1977, entre el general Omar Torrijos y el presidente James Carter.

Un canal administrado por Panamá desde el año 2000

En la década de 1980, ya en proceso de reversión del canal a manos panameñas, se produjo una grave crisis política y económica, entre cuya complejidad estaba la discusión de cómo Panamá iba a administrar el canal y cómo se deberían utilizar los recursos adyacentes, principalmente puertos. Aunque la promesa de Omar Torrijos había sido darle “el mayor uso colectivo posible”, el sector burgués en torno al general Manuel Noriega pretendía convertirlo en una gran base militar sustituyendo los cuarteles norteamericanos por panameños. Pero otro sector de la burguesía panameña discrepaba y planeaba la privatización de las áreas revertidas.

La invasión de 1989 le permitió a Estados Unidos reconfigurar el país a su beneficio con la complicidad de la burguesía panameña. En 1994 se impuso una reforma constitucional que dio al canal una Junta Directiva controlada por la oligarquía financiera y comercial panameña que excluyó cualquier participación popular en las decisiones, aunque se definió a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) como una entidad pública.

Se transfirieron instalaciones y desmantelaron las bases militares a partir del año 2000 pero, en vez de “entrar al canal” como Torrijos había prometido, el pueblo panameño fue testigo pasivo del proceso de apropiación y privatizaciones de las áreas adyacentes y los puertos. Los dos principales puertos, Balboa y Cristóbal, fueron entregados a la empresa Hutchinson Whampoa, con sede en Hong Kong. Otros puertos han sido entregados a otras empresas con capitales extranjeros y panameños.

Durante estos años ha habido un reclamo permanente de las organizaciones sociales y populares panameñas respecto a la forma cómo se administra el canal, se asignan sus recursos y la privatización de lo que fuera la Zona del Canal. Estos reclamos fueron especialmente fuertes en 2007 cuando se aprobó una costosa ampliación de las esclusas para permitir el paso de enormes barcos de contenedores.

Pese a ello, el canal está manejado por unos 8,500 trabajadores panameños y representa entre el 6 y el 8 % del producto interno bruto del país. En términos absolutos, el canal de Panamá ha entregado al tesoro público en 24 años de administración panameña 28,232 millones de dólares  que, comparados con los escasos 1,879 millones que recibió el país desde 1914 a 1999, cuando estuvo bajo administración norteamericana, demuestran que la lucha por la soberanía sí produjo réditos concretos.

Por eso, pese a las diferencias internas sobre la administración del canal, las declaraciones de Donald Trump produjeron una casi unánime respuesta por parte de la nación panameña, de rechazo y defensa del canal panameño. Tuvo que condenar las palabras de Trump hasta el presidente José R. Mulino, tradicional aliado derechista de los intereses norteamericanos, quien fue vicecanciller del gobierno impuesto por la invasión del 20 de diciembre de 1989.

El gobierno y la burguesía panameños serán inconsecuentes en la defensa del canal

Pese a las declaraciones altisonantes de Mulino y otros políticos de la burguesía panameña frente a Donald Trump, el pueblo panameño debe desconfiar, pues históricamente la burguesía y sus políticos han actuado como lacayos del imperialismo yanqui. Así pasó en 1903, cuando traicionaron y avalaron el tratado que creó el enclave colonial, así actuaron durante el siglo XX en cada momento crítico de la historia nacional. Baste recordar la crisis de la década de 1980 y su colaboración con las tropas invasoras.

Mientras Trump no descartaba el uso de la fuerza militar para retomar el Canal de Panamá, el presidente Mulino se arrastraba ante los intereses imperialistas norteamericanos no solo dando legitimidad al candidato perdedor de las elecciones venezolanas, el ultraderechista Edmundo González, sino que hasta se propuso de custodio de las supuestas “actas”. Pésima jugada táctica divisionista que socava apoyo continental a nuestro país en el momento en que más lo necesita.

¿Cómo enfrentar a Trump? Unidad y movilización popular latinoamericana

Una cosa es lo que Donald Trump desea hacer y otra es lo que podrá hacer. El proyecto de la ultraderecha imperialista norteamericana pretende aumentar las cadenas y la explotación de los pueblos del mundo, en particular de este continente. Porque es la respuesta desesperada a la crisis del sistema capitalista global. Para ello están dispuestos a sumir al mundo en guerras, sangre y sufrimientos. Así lo han demostrado recientemente en el genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, en las guerras del medio Oriente y en Ucrania.

Pero el otro factor de la realidad son los pueblos, la clase trabajadora y los oprimidos, que no son actores pasivos, sino que luchan activamente por defender sus vidas frente a los embates del sistema. Así que el resultado final está por verse. Trump puede ser vencido. De hecho en su gobierno anterior fue vencido por el movimiento “las vidas negras importan”.

Cualquier intento de retomar el canal por la fuerza por parte de Estados Unidos será respondido por el pueblo panameño con firmeza cuyo ejemplo se ilumina en los mártires del 9 de enero de 1964. Con el apoyo de los pueblos del mundo y en especial de Latinoamérica y el Caribe.

En este continente nos toca reactualizar la doctrina de la unidad latinoamericana promovida por el Libertador Simón Bolívar frente a la reactualización de la Doctrina Monroe. En el año 2026 se cumplirán 200 años (1826), cuándo Bolívar convocó en Panamá un Congreso Anfictiónico para concretar la unidad de nuestros países frente a las amenazas de la Santa Alianza y de la Doctrina Monroe norteamericana. Es hora de volver a convocarnos.

 

Por Olmedo Beluche

Hay que preocuparse cuando se escucha a ciertos militantes de la izquierda hablar igual que CNN del “dictador Maduro” y exigir la “aparición de las actas” que supuestamente acreditarían el triunfo electoral de la extrema derecha venezolana, encabezada por la fórmula González-Machado, alegando que son lo mismo el candidato del imperialismo norteamericano que el oficialista Nicolás Maduro (por malo que éste sea).

Error inversamente proporcional al de quienes, desde la izquierda, siguen practicando los métodos estalinistas de adulación incondicional a los jefes, y que aún quieren creer que Nicolás Maduro representa una alternativa socialista y revolucionaria, después de tantas medidas antipopulares y favorables a la burguesía venezolana, a la “boli” y a la tradicional, como: la destrucción de las conquistas laborales (salario mínimo, derecho a huelga), la represión a dirigentes sindicales, el impedimento de partidos electorales a la izquierda del oficialista PSUV, lo que ha conducido al atolladero actual, en que un importante de la población ha apoyado electoralmente una fórmula de la ultraderecha.

Una parte de la izquierda parece haber caído en una variante actualizada y generalizada de lo que Engels y Marx llamaron “cretinismo parlamentario”, enfermedad que afectaba a los representantes de la clase trabajadora que, al encumbrarse a un puesto representativo perdían sus referencias de clase, abrazando una adoración hacia el formalismo político, como si lo jurídico parlamentario pudiera estar por encima de la lucha de clases concreta.

Estos esclavos del formalismo político creen que hay que defender la “democracia” en general, en abstracto, obviando el resto de las circunstancias que la realidad plantea, en particular tirando por fuera del análisis la política del imperialismo yanqui, corazón y cerebro del capitalismo mundial, y de la reacción internacional. Es absurdo pretender que poniéndose del lado del planteamiento de Washington para Venezuela (que le den el gobierno a González) se defiende “la suerte” o los intereses de la clase obrera venezolana.

Para los formalistas, en el caso de Venezuela, todo se reduce a la competencia electoral entre las dos fracciones burguesas (Maduro vs González-Machado), por lo que hay que exigir  aparezcan las actas o se cuenten los votos, porque en su lógica “ambos son lo mismo”, obviando el “análisis concreto de la realidad concreta” (Lenin), como todo lo que implica la intervención del imperialismo norteamericano sobre ese proceso electoral y las consecuencias de que Estados Unidos se salga con la suya imponiendo un gobierno títere (lo cual Maduro no es, por más que sea un inconsecuente “nacionalista burgués”).

Es asombroso, por decir lo menos, que algunos conocidos trotskistas se han sumado al carro del presidente Lula de Brasil que, además de ser un “progre” de la misma calidad política que Maduro, propone una mediación para una “solución negociada” entre la facción gobernante de Nicolás Maduro con la ultraderecha de María Corina Machado y Humberto González, para un “gobierno de transición”.  ¡Salida que Lula negoció con el presidente de Estados Unidos Joseph Biden!

No puede haber ninguna propuesta seria desde la clase obrera que simplemente le claudique al imperialismo norteamericano, como tampoco la puede haber confiado en el gobierno “boliburgués” de Nicolás Maduro. Es de rigor proponer una salida de clase, aunque sea genérica (gobierno obrero y campesino), o más concreta, como que el gobierno de transición sea encabezado por la dirección de la Central Bolivariana de Trabajadores u otra variante. Pero jamás puede ser el simplismo de que le den el gobierno al candidato de Estados Unidos.  ¡Por favor!

Ese cretinismo o simplismo democratero también lo expresa buena parte de la izquierda mundial, especialmente europea, que condena la invasión rusa a Ucrania sin condenar la política expansionista de la OTAN hacia el este. Es más, sin exigir la disolución de la OTAN, ni la salida de sus países del pacto militar imperialista occidental. Mal se puede alegar que se cumple con los principios del “derecho a la autodeterminación de Ucrania” “contra el imperialismo ruso”, pasando por alto el detalle de la política del imperialismo norteamericano y las burguesías europeas.

Con ese mismo simplismo formalista e ingenuo recuerdo a algunos izquierdistas que, en 2011, apoyaron los ataques de la OTAN contra Libia para derrocar al general Kadafi, porque, según ellos, apoyaban “los derechos humanos” y la “democracia” en ese país. ¿Dónde está la democracia Libia? ¿Y los derechos humanos en Libia? Hoy en día el pueblo de Libia perdió por completo las conquistas democráticas, económicas y sociales que tuvo en la República Popular Libia encabezada por Kadafi y retrocedió a las cavernas en materia de democracia y derechos humanos. Igual que en Irak y en cualquier lado que el imperialismo norteamericano ha metido sus manos.

Así que es una soberana tontería hablar de que habrá un futuro mejor y más democrático para el pueblo venezolano cumpliendo el deseo del imperialismo yanqui de que gobierne la dupla González – Machado. El proyecto de futuro democrático y de derechos humanos del imperialismo norteamericano y de la Unión Europea podemos verlo en concreto en Palestina y la Franja de Gaza. Capitularle al imperialismo con cualquier excusa es traicionar a la clase trabajadora y a la humanidad.

Hoy, como siempre, hay que proponer una salida clasista a la crisis venezolana, por más utópica que parezca. Una propuesta que levante las aspiraciones sociales y de independencia nacional que inspiraron la Revolución Bolivariana pero bajo una dirección política verdaderamente consecuente y revolucionaria.

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