“Rescate global e integración regional” (parte V)

(El asunto de la Transición)

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador. Escritor. Edita la revista virtual Raf-Tulum/

Introducción:

El objetivo central de esta quinta parte del ensayo en curso, consiste en sopesar la importancia de considerar con seriedad, la posibilidad de redefinir el estudio de los procesos de integración regional, como parte de la teoría de la transición, y a su vez, reflexionar acerca de las posibilidades reales de trabajar estos dos ámbitos, dentro de un esfuerzo de articulación más amplio o general, que nos conduzca hacia la construcción de nuevas teorías de alcance intermedio.

En una perspectiva puramente personal, sostengo que lo anterior se justifica, al menos en parte, por la evidente etapa transicional en la que actualmente se encuentran los más importantes núcleos del centro hegemónico del capitalismo mundial (reflejada en su actual crisis global), y a su vez, por la experimentación de un estado equivalente, en el que al parecer también estarían transitando ciertas naciones de Suramérica, en particular, Venezuela, Bolivia y Ecuador, y respecto del cual, al parecer, a última hora han impedido que ingresara también Honduras.

Y es que en efecto, existen ciertas razones de peso para considerar que estamos ante la presencia de dos tipos de transiciones igualmente sistémicas, pero con sentido y naturaleza distinta. Por un lado, la crisis económica mundial que afecta particularmente a los centros hegemónicos del sistema-mundo capitalista (SMC), afanado en estos momentos en la búsqueda de su acelerada recuperación.

Ese es precisamente el principal objetivo que persiguen con la puesta en marcha de los llamados planes de rescate global, lo cual indica, por una parte, que subyace en tales esfuerzos, la lógica de recuperar sus tradicionales tasas de ganancia, y por otro lado, la necesidad de mantener las acostumbradas posiciones de predominio sobre “sus” zonas periféricas, algo indispensable para garantizar la supervivencia de los mecanismos básicos de reproducción, acumulación y concentración de los grandes capitales.

Por el otro lado, nosotros, desde “nuestra” posición periférica, buscamos la manera de lograr “el desenganche” de tan perniciosa y endémica dependencia a los centros mundiales ahora en crisis. Y eso indica, que en al menos las tres naciones latinoamericanas arriba mencionadas, existen al menos ciertos indicios de que en estos momentos, puede en efecto estarse transitando por una verdadera y auténtica etapa de transición, aunque, al menos para el caso venezolano (véanse los trabajos de Edgar Lander y Margarita López), todavía no está claro la naturaleza, profundidad y alcances de los mismos. Creo que en relación a Bolivia y Ecuador (en cuanto a esfuerzo interpretativo), también hay importantes nebulosas por despejar.

Sin entrar por este momento en detalles acerca de lo que se entiende aquí por “transición”, basta con adelantarnos a observar el hecho palpable de que está naciendo en importantes zonas de ALC, una renovada noción acerca de la integración regional como vía real para acceder a mayores espacios de autonomía política y económica, es decir, como alternativa anti-hegemónica, o de “desenganche parcial” si se quiere.

Dado que históricamente las principales dinámicas económicas, políticas y sociales de ALC han estado dominadas e influidas grandemente por factores externos (en esto consiste nuestra “eterna maldición”), ello indica que, al menos en lo tocante a la búsqueda de la formulación, diseño, implantación, ejecución y desarrollo exitoso de nuevos procesos de integración regional autonómicos (IRA), la tarea será harto compleja, difícil y hasta peligrosa, como lo refleja el caso hondureño (se ha hablado incluso acerca de la probable lesión de intereses financieros de algunas transnacionales farmacéuticas norteamericanas, producto de la reciente incorporación de Honduras al Alba: aporrea.org/Observatorio Social Centroamericano: separata de prensa del instituto IDEAR-Congcoop: 05 de julio, 2009).

Al igual que lo sucedido en tiempos de la experiencia del Mercado Común Centroamericano (MCC), según Alfredo Guerra-Borges, el primer proyecto de integración económica y comercial implementado a nivel mundial, las actuales experiencias de integración como el Alba y el Mercosur (mencionadas ahora por su carácter autonómico), se están desenvolviendo en una atmósfera igualmente turbulenta e inestable, algo que a muchos hace recordar la atmósfera prevalente en tiempos del MCC a fines de los años 50 y en casi toda la década de los 60s.

En esa época, los factores exógenos jugaron un papel trágicamente nefasto para la experiencia centroamericana del MCC (sin obviar, por supuesto, el rol de la inestabilidad de origen estructural y endógena), entre los cuales se tuvieron, la inaudita elevación de las tasas de interés para los prestamos en el mercado financiero internacional, el alza espectacular en los precios de los hidrocarburos, el descenso dramático en los precios de los principales productos de exportación, y la profundización de la incidencia sobre la región de factores político-militares originados en la extensión hemisférica de la Guerra Fría (“Trade, Liberalization and Economic Integration in Central América”; World Bank, 1989, p. 11).

De la misma manera, hoy en día, cuatro décadas después, los procesos de integración regional de tipo autonómico se enfrentan a un sinnúmero de factores adversos provenientes del ámbito externo.

No es una mera coincidencia que en los tres países suramericanos citados actualmente aquí como en probable fase de transición, se hayan producido en los últimos años una serie de intentos de desestabilización política (frustrado golpe de estado en Venezuela en el 2002; atentados y sublevación política regional en Bolivia en el 2007; y, últimamente, campañas mediáticas de desprestigio internacional en contra del gobierno Ecuatoriano durante casi todo el 2009).

En ese contexto, se produce un golpe de estado al estilo de los tiempos dictatoriales del pasado reciente en Honduras, país de reciente ingreso al Alba, y se recrudecen las amenazas militares made in USA en contra de Caracas. De acuerdo con Heriberto Galindo, en la actualidad son un total de 9 bases militares norteamericanas –incluidas las de Aruba y Curazao- las que rodean a Venezuela (“América Latina: sigue el garrote”; H. Galindo, Jornada, 13 agosto, 2009).

Todo lo anterior se relaciona con el objetivo central de este artículo, que va expresado en el sentido de hacer ver la necesidad de llevar a cabo una “reconstrucción teórica” en torno a los nuevos procesos de integración regional.

Cuando algo se complejiza y dinamiza a niveles superlativos, hay al menos dos formas de enfrentarlo con éxito; una, simplificándolo hasta el límite de la irresponsabilidad, o intentando abarcarlo y comprenderlo en toda su dinamicidad, extensión, profundidad y complejidad (en su sentido “dialéctico” dirían los neo-marxistas).  Y eso, lo segundo, solamente puede lograrse mediante el replanteamiento teórico, serio y sostenido, partiendo del supuesto de que nadie en sus cinco sentidos optaría por la primera opción ante algo tan importante.

Teorización sobre la transición: ¿ociosa necedad o herramienta analítica estratégica?

Al hacer una rápida revisión historiográfica de la teoría de la transición, de inmediato uno se percata de la enorme inversión de trabajo intelectual (horas/hombre y publicaciones individuales y colectivas), que desde hace más de cien años han invertido en ella las mentes más lúcidas en las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales.

Desde los fundadores del socialismo científico en el último tercio del siglo XIX e inicios del XX, hasta Wallernstein a principios del siglo XXI, pasando por analistas de la talla de Preobrazhensky, Prebisch, Sweezy Althusser, y Coraggio, por mencionar apenas algunos de ellos, ha estado latente un debate que en forma intermitente y cíclica se abre y cierra, se estanca y con el tiempo se vuelve a retomar.

Por otra parte, casi de manera paralela al grupo anterior y con un humor muy diferente, han tomado posición antagónica no pocos científicos sociales, para quienes la teorización sobre la transición resulta redundante, por no decir ociosa.

Esta diferenciación tan marcada de criterios sobre un mismo asunto, asumida al menos por una parte de la comunidad científica de las disciplinas sociales, está relacionada, según mi opinión, con una diferenciación casi histórica entre dos grandes grupos de teóricos sociales; los que de alguna manera (algo burda) podríamos denominar como “generalistas” y los “empiristas”.

De alguna manera, los “generalistas”, han estado más interesados en teorías sociológicas de gran alcance (los llamados “meta-relatos” o grandes paradigmas teóricos con notorias ambiciones de interpretación universalista), mientras los “empiristas” (en el sentido epistemológico y positivista por supuesto), muy ajenos a esos “desvaríos”, se han preocupado más por la certeza de los descubrimientos de sus investigaciones empíricas, por cierto, menos presuntuosas pero más concretas.

En palabras de Merton, quien en los años sesenta se metió en y agitó estos debates, para el primer grupo su lema parece ser; “No sabemos si lo que decimos es verdad, pero por lo menos es importante”.  Mientras que el lema del segundo grupo sería; “Esto que decimos es demostrable, pero no podemos señalar su importancia” (“Teoría y Estructuras Sociales”; Robert K. Merton, México, Fondo de Cultura Económica, 1964).

Un poco más atrás (cronológicamente hablando), Sweezy argumentaba con fuerza en contra de quienes (científicos sociales o no), defendían tácita o explícitamente el aparente carácter inmutable del capitalismo, y decía: “La mayoría de las gentes dan por supuesto el capitalismo, exactamente como dan por supuesto el sistema solar. La desaparición eventual del capitalismo, que a menudo se acepta en nuestros días, se considera en mucho del mismo modo que el eventual enfriamiento del sol, es decir, se niega su relación con los hechos contemporáneos” (“Teoría del desarrollo capitalista”: Paul Sweezy, Fondo de Cultura Económica, 1945, pp. 13).

En otras palabras, el citado autor no hacía otra cosa más que refrendar uno de los postulados básicos del marxismo clásico, respecto al carácter transitorio del capitalismo, y por ende, la importancia de estudiarlo continuamente en sus leyes fundamentales de movimiento (es decir, en su tránsito histórico de un modo a otro de producción, el cual, dicho sea de paso, representa el sentido original con el cual los promotores iniciales dieron vida y usaron este término).

Continúa Sweezy; “Para el marxista, por otra parte, el específico carácter histórico – esto es, transitorio-, del capitalismo, es una premisa mayor. Es en virtud de este hecho como el marxista puede, por así decirlo, permanecer fuera del sistema y criticarlo en su conjunto. Además, puesto que la acción humana misma es responsable de los cambios que el sistema sufre y sufrirá, una actitud crítica es no sólo intelectualmente posible, sino también moralmente significativa…” (Op cit).

A finales de los años sesenta, Sweezy continuaba hablando de la importancia de la teorización sobre la transición, pero ya no solamente en relación al cambio de un modo de producción a otro, sino también, para abarcar el estudio de cambios estructurales y políticos trascendentales en la vida misma de los países de la periferia (revoluciones nacionalistas, descolonización, derrocamiento de dictaduras y otros casos históricos especiales en la biografía contemporánea de los pueblos en el siglo XX).

En tal sentido, indicaba que “cada transición constituye un proceso histórico único que debe ser analizado y explicado en sus términos propios…”, así como recapacitaba al reconocer la “diversidad con que un mismo proceso de transición se presenta en los diversos países y en circunstancias históricas diferentes…” (“Teoría del proceso de transición”: Sweezy, Chitarin, et al,; Cuadernos de Pasado y Presente, Buenos Aires, 1973).

Althusser, por su lado, en un planteamiento bastante cuestionado por muchos de sus colegas contemporáneos, sostenía en los años setenta la necesidad de construir una teoría general de la transición, ahora ya no sólo para estudiar y conocer las condiciones del cambio de un modo de producción a otro, sino, en el caso específico de los países de la periferia capitalista, para poder resolver los problemas planteados por lo que se llama “subdesarrollo” (op cit, p. viii).

Prebisch, por su lado, a inicios de los años ochenta, durante la última etapa de su fecunda vida, realizó importantes esfuerzos intelectuales relativos a la cuestión de la transición en las sociedades latinoamericanas, desde la particular óptica de la perversa dependencia de la periferia hacia los centros hegemónicos del capitalismo mundial, fiel a su enfoque conceptual del cual él habría sido el indiscutible progenitor desde la mediados del siglo XX.

En tal sentido, planteó que la gran tarea histórica pendiente en nuestra región, era el tránsito desde el liberalismo político hacia el liberalismo económico, y para ello, proponía lo que denominó como la “teoría de la transformación”, en la cual, dicho muy esquemáticamente, proponía cambios estructurales a partir del accionar radical sobre la esfera re-distributiva (un poco al estilo de lo que hoy Lula y Bachelet realizan en sus respectivos países), en vez de concentrarse en la eterna pugna por el control de los medios de producción, asunto que para Prebisch era la causa de la perenne y pendular situación de guerras intestinas e inestabilidad política en América Latina (La Periferia Latinoamericana en el Sistema Global del Capitalismo”: Raúl Prebisch, Revista de la CEPAL, No. 13, Santiago de Chile, abril de 1981).

Coraggio, por su parte, a mediados de los años ochenta, junto a un importante grupo de científicos sociales preocupados por el desarrollo de la teoría sobre la transición en los pequeños países periféricos (PPP), coordinó en la Nicaragua revolucionaria, en pleno proceso sandinista en ebullición, un interesante debate mediante un seminario internacional en el cual participaron destacados intelectuales de distintas partes del mundo, entre quienes puede mencionarse a C. Diana Deere, Hinkelammert, E. Baumeister,  O. Neira, O. Nuñez Soto, P. Marchetti, José Aricó, M. Löwy, Bengelsdorf, FitzGerald, Mattelart y muchos otros del mismo nivel.

Esos eran los tiempos en los que la revolución sandinista atrajo la atención de numerosos intelectuales de gran prestigio mundial, en un amplísimo abanico que iba desde Chomsky hasta Cortazar, pasando por Galeano y Susan Sontag.

En el citado seminario de Nicaragua (tanto los que participaron de manera personal como los que lo hicieron por otras vías), se debatió acerca de los aspectos y factores centrales que intervenían en los procesos de cambio y transformación política, social y económica de un vasto conjunto de países periféricos en fase transicional, entre los cuales se encontraba la experiencia de la propia Nicaragua sandinista, Cuba, Chile en tiempos de Allende, Guatemala en época de Arbenz, Etiopía, Guinea-Bissau, Mozambique, Somalia y Tanzania. También sobre los procesos de Argelia, Angola, la República Democrática de Yemen, y los casos de Vietnam y Zimbabwe entre otros.

Desbordaría con creces los límites y propósitos propios de este documento el tan siquiera hacer una apretada síntesis de los importantes planteamientos que emanaron de ese debate, los cuales, dicho sea de paso, releyéndolos dos décadas después de su realización, en su inmensa mayoría permanecen con una asombrosa actualidad y frescura, tal y como si se hubiesen planteado esta misma mañana.

En vista de lo anterior, me limito por ahora a señalar que entre los principales factores de la “ecuación transicional”, que de una manera casi transversal se presentaron en lo que bien podríamos denominar como “conceptos operativos transicionales” (COT), en la gran mayoría de procesos sociales analizados, los participantes encontraron los siguientes denominadores comunes;

La cuestión de la autonomía política (en particular, en relación a los poderes imperiales y las oligarquías criollas); la crisis del “socialismo real” en el Este y la crisis de la “democracia real” en Occidente, ambas reflejo del derrumbe de los paradigmas dominantes del siglo XX; el asunto del “tamaño pequeño” (en relación a territorios, población, mercados, recursos naturales, influencia internacional, fuerza militar etc.); la posición periférica (en relación a los centros hegemónicos del gran capital); la condición de atraso (en términos de rezago tecnológico y general); la cuestión de la teorización -“con cabeza propia”- desde (y en) la periferia; la cuestión étnica y las demandas históricas por la construcción de Estados pluri-nacionales; las complejas dinámicas de clase, Estado y partido que se generan en todo proceso de transformación; la construcción del “sujeto revolucionario” de los cambios; el asunto del “modelo” a seguir, a construir y/o a desechar; y el inevitable factor de la agresión externa e interna, como respuesta cuasi automática por parte de los sectores reaccionarios en todo proceso de cambio estructural de naturaleza progresista (“Las condiciones de la transición en los pequeños países periféricos”; José Luis Coraggio y Diana D. Deere, co-editores: Siglo XXI Editores, México, 1986).

La integración regional autonómica como proceso transicional

Una rápida y superficial revisión de los factores de la ecuación transicional arriba citados (abreviados aquí como COT), permiten constatar que igualmente, en la actualidad muchos de ellos se encuentran presentes en los procesos de la IRA en marcha, particularmente en los tres mencionados de la región suramericana.

Basta con recordar que en el caso del Mercado Común Centroamericano (MCC), a mediados de los años cincuenta e inicios de los sesenta, existía la búsqueda de cierta autonomía política como propósito subyacente, aunque esto no se pusiera en evidencia de una manera explícita.

Es curioso observar que al igual que en la presente experiencia de integración regional conocida como el ALBA, el proceso integrador del MCC fue igualmente saboteado de muchas maneras, curiosamente, por los mismos que ahora le ponen tropiezos a esta iniciativa continental de carácter autonómico. En aquel entonces, incluso, dicho proceso fue saboteado a través de ridículos pretextos militares (la “guerra del futbol” por ejemplo), coincidentemente, con el apoyo de Honduras, el mismo país que ahora vuelve a hacer lo mismo en contra de uno de los eslabones de otra importante iniciativa integradora.

Autonomía y agresión, al igual que en los procesos “ortodoxos y heterodoxos” de la transición, también están presentes en los procesos de la IRA. Veamos rápidamente otros dos conceptos operacionales transicionales; “tamaño pequeño” y “atraso” que también están presentes en la actual experiencia integradora.

En la denominada Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC), el antecedente inmediato al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA), ideado y promovido por Washington, prevalece una cierta noción de “países cluster” (o “países-despensa”, como satíricamente le han denominado algunos economistas), en la cual EEUU juega -y se aprovecha- con el tamaño y el rezago tecnológico e industrial de los reducidos mercados de las pequeñas repúblicas bananeras de Centroamérica y del Caribe, sacando el máximo provecho de las evidentes asimetrías existentes con relación a sus contrapartes.

En este caso, la ICC sería el ejemplo clásico del germen de un proyecto de integración sub-regional No-autonómico, pero igualmente, encontramos de nuevo involucrados de manera completamente directa estos otros dos factores transicionales, que es lo que ahora me interesa resaltar.

De manera muy personal me parece que visualizar y estudiar los actuales procesos de la I.R.A., como una forma derivada u homologable a los procesos de transición, tal y como se llegaron a entender y estudiar en el pasado reciente de los PPP, constituye una decisión de suma importancia no sólo para la academia, sino también para quienes realizan el complejo trabajo del diseño técnico y la implementación política de los diversos proyectos de la IRA (UNASUR, MERCOSUR, ALBA etc.).

Algunas implicaciones prácticas sobre las ventajas de vincular la teoría de la transición al estudio de los actuales procesos de integración regional autonómicos.

(A modo de recomendaciones)

  1. Nos permitiría diferenciar entre dos tipos básicos de integración regional; una de carácter progresiva (autonómica, como el ALBA, MERCOSUR, UNASUR), y otra de tipo regresiva (anexionistas como la ICC, NAFTA, el DR-CAFTA, el ALCA y otras de su tipo).
  2. Como ejercicio de abstracción científica, nos permitiría ahondar en el conocimiento las especificidades de las distintas formaciones sociales latinoamericanas (un trabajo ya iniciado anteriormente por científicos sociales como Celso Furtado, Theotonio Dos Santos, G. Frank, O. Sunkel, entre otros), e intentar determinar de esa manera, que tienen de común (y de diferente), las actuales dinámicas dominantes que ejercen el papel rector del capitalismo en el Perú, en México, Panamá, Argentina y así consecutivamente.
  3. Permitiría conocer con mayor exactitud, qué sociedades latinoamericanas se encuentran realmente en transición (en el sentido “clásico y en el heterodoxo del término, y no en el sentido ordinario o común, ya que, aunque parezca paradójico, en realidad toda sociedad está siempre en tránsito pero no en transformación).
  4. Permitiría ampliar, mediante la aplicación de los aquí llamados “Conceptos Operacionales de la Transición” (COT), la noción de los procesos de integración regional a horizontes y concepciones integrales, que van mucho más allá de simples acuerdos de asociación económica, comercial, arancelaria y/o fiduciaria.
  5. Permitiría abrir un poco más la “cancha” de los procesos y estudios de la integración regional a un enfoque multi-disciplinario, donde la economía política, la sociología general, la antropología, la psicología social, el etno-desarrollo y otras ramas de las ciencias sociales tendrían algo que decir.
  6. En íntima conexión (y/o consecuencia directa de lo anterior), permitiría ampliar los actuales marcos de interpretación analítica que se utilizan en los estudios de la integración regional, al incorporar nuevos “actores interpretativos” (en atención a la sutil advertencia de Rossanda, al sostener, palabras más palabras menos que “la pureza y neutralidad técnica no existe…todo tiene connotaciones políticas…” (“Poder y Democracia en la sociedad de transición”: Rosana Rossanda; en “Teoría del Proceso de Transición”; autores y editorial citadas).
  7. Permitiría evidenciar nuevas formas de potenciar las ventajas estratégicas subyacentes en todo proceso de integración regional (en la perspectiva mencionada por A. Guerra-Borges en varios de sus estudios, y que él identifica básicamente, entre otros aspectos, con la virtud de redimensionar la capacidad de negociación internacional de los países participantes; permite la incorporación de tecnologías que elevan la productividad y la competitividad e incrementa la capacidad exportadora de las naciones involucradas; y amplía y dinamiza el potencial de intercambio comercial intra-regional).
  8. Permitiría por otra parte, conocer mejor las asimetrías existentes entre las distintas economías involucradas en los procesos de integración regional, a fin de reducir sus efectos perniciosos y realizar diagnósticos y prognosis sobre diferente tipo de limitaciones (o ventajas) inherentes a los procesos socio-económicos y políticos de las sociedades en vías de integración formal.
  9. Permitiría proporcionar un marco de referencia general al ya extenso y complejo enjambre de acuerdos bilaterales (intra y extra-regionales), que en los últimos años (y meses) se han generado en distintas zonas de ALC, en una dinámica particularmente intensa por parte de países específicos como Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Perú, Colombia y un poco más rezagado, México.
  10. Y adicionalmente, permitiría la incorporación y vinculación más directa por parte de la academia, los centros de investigación especializados o no en la temática, los movimientos sociales latinoamericanos y gremios, a la discusión, reflexión y a la formulación de propuestas técnica y socialmente sustentadas, de frente a las instancias gubernamentales de regímenes progresistas latinoamericanos, cuyos equipos especializados tradicionalmente han manejado con cierto celo semi-feudal y burocrático “su” campo tecnocrático.  En suma, permitiría democratizar el debate y la formulación de propuestas en torno a los procesos de la I.R.A.

Algunas consideraciones finales y conclusiones globales provisionales

En primer lugar, en relación al nuevo contexto transicional que actualmente estamos viviendo, de elevadísima complejidad en ambos extremos de la polaridad sistémica del sistema-mundo capitalista (en el centro “avanzado” y en la periferia “rezagada”), no se puede dejar de señalar el inevitable impacto directo que tal tipo de coyunturas históricas conllevan para el desarrollo de la teoría socio-económica en ambas “zonas” del mundo.

A manera de ilustración, resulta oportuno recordar como los catastróficos acontecimientos experimentados en el centro del capitalismo mundial, durante la Gran Depresión de los años 20s en el siglo pasado, impactó profundamente en las perspectivas teóricas de importantes teóricos, entre ellos, Keynes.

Al mismo tiempo, aquí en ALC, los mismos acontecimientos telúricos impactaron directamente en el quehacer reflexivo de toda una generación de científicos sociales. En tal sentido, Prebisch es quizá uno de los casos más emblemáticos. Tal y como lo menciona Sergio Layas., en su escrito “Vigencia actual del Pensamiento de Raúl Prebisch”, el descalabro financiero de esa época traería al suelo también algunas de las románticas nociones que el economista argentino tenía sobre ciertos supuestos “sagrados” de la economía liberal, tales como la famosa y pretendida “eficiencia del mercado como asignador y re-distribuidor de la riqueza social y otros mitos…”

De hecho, fue tan decisiva la influencia de tales acontecimientos ocurridos en el corazón del capitalismo mundial, que a raíz de ellos el economista argentino desarrolló una serie importante de enfoques, tesis y conceptos de nuevo tipo (“centro y periferia”, “desarrollo desigual”, “sustitución de importaciones” etc.), que poco tiempo después habrían de influir decisivamente en la generación de toda una nueva corriente teórica en las Ciencias Sociales latinoamericanas y mucho más allá.

De ahí que valga la pena recordar que los cataclismos económicos también tienen un impacto directo en la reflexión teórica, produciendo igualmente determinadas “rupturas de nivel” en las perspectivas y puntos de vista dominantes en ciertos ámbitos de la comunidad científica.  Como sostenía Alberto Rocha, poco antes de la explosión de la actual hecatombe económica; “el pragmatismo neoliberal” ha entrado plenamente en crisis (“Un dilema político en la encrucijada histórica del proceso de integración económica de América Latina y el Caribe”: Alberto Rocha; Dossier de Sociología; Porto Alegre, año 6, No. 11, junio del 2004).

En segundo lugar, relacionado con el importante asunto de las posibilidades de desarrollar una “teoría general de la transición”, un tema bastante viejo que viene desde antes del triunfo de la revolución soviética, cuya posibilidad siempre fue rechazada por Lenin, y que décadas más tarde (en los años 70s), Althusser volvió a plantear de nuevo como una posibilidad real y factible, en particular, en una posible e hipotética aplicación ya no del tránsito de un modo de producción a otro (es decir, del capitalismo al socialismo), sino del pasaje del sub-desarrollo hacia el desarrollo en los PPP, convendría puntualizar un par de cosas al respecto, pues aunque pareciera lo contrario, la tentación de analizar la realidad socio-económica latinoamericana como un todo, aún sigue latente hoy en día entre mucha gente.

Cabe al respecto utilizar el caso de la naciente URSS a principios del siglo XX como “modelo metafórico” (y nada más como eso), a fin de ilustrar una situación que igualmente se repite en todos los rincones de ALC, en otras partes del mundo y en distintos períodos históricos.

Desde los primeros días del triunfo de la revolución en un país tan enorme y complejo, Lenin se percató de la imposibilidad de construir y aplicar exitosamente una teoría general de la transición para tan vasta porción del planeta. Su argumento principal (como incontrastable), fue que en cada forma concreta de sociedad (un país cualquiera), confluyen de manera simultánea diferentes formaciones sociales, entendiendo como tales, a distintos modos de producción, los cuales, de ordinario se hayan en constante y cambiante interrelación orgánica o sistémica.

El dirigente ruso rápidamente se dio cuenta de que en tan gigantesco y complejo país, convivían al mismo tiempo formas de economía patriarcal, pequeña producción mercantil, expresiones avanzadas de capitalismo privado industrial y semi-industrial, capitalismo de estado, e incluso, ciertos gérmenes de relaciones de producción socialistas.

De esa cuenta, fue que muy pronto se percató de que era totalmente impractico e inefectivo el construir una “teoría general de la transición” (para esa ni para ninguna otra sociedad), pues a lo interno de cada formación social, cada modo de producción imbricado en múltiples y complejas interrelaciones tenía su propia lógica y dinámica de reproducción, de acumulación y articulación.

De allí que este dirigente revolucionario haya dejado de lado esa idea “generalista” y a cambio, propugnara por algo mucho más modesto pero realista, como lo fue, la construcción de una estrategia de la transición, con el fin de que tal perspectiva teórica-reflexiva diera cuenta de la complejidad resultante de una amalgama entreverada de diversos modos de producción semi-feudales, precapitalistas y capitalistas, pero (y un pero bastante importante), separando con absoluta claridad dos ámbitos distintos de interpretación; los procesos históricos abstractos y los procesos históricos concretos.

Basado en las argumentaciones anteriores, Gerratana argumenta que tales razonamientos también tienen vigencia para el caso latinoamericano, oponiéndose por ello, a las propuestas ya señaladas líneas arriba, y que fueran externadas por Althusser en los años setenta, y que dicho sea de paso, también fueron sacadas a relucir y discutidas en el mencionado seminario de Nicaragua en los años ochenta (“Formación económica-social y proceso de transición”: V. Gerratana; en “Teoría del proceso de transición”; autores y editorial citados).

Toda esta discusión de alguna manera nos hace recordar los planteamientos casi proféticos de Merton, cuando entre otras cosas sostenía al respecto de la imposibilidad en ese entonces (mitad de los años 60), de construir teorías generales de largo alcance;

“Quizá la sociología no está aún lista para su Einstein porque todavía no tuvo su Kepler.  Hasta el incomparable Newton reconoció en su día la aportación indispensable de la investigación cumulativa cuando dijo: “Si vi a mayor distancia, es porque me elevé sobre los hombros de gigantes…”

Y cerró su idea con esta otra frase;

“Creo, y las creencias están desde luego notoriamente expuestas a error, que durante algún tiempo futuro son las teorías intermedias (énfasis mío) las que más prometen, siempre que, en la base de esa modesta búsqueda de uniformidades sociales, haya un interés duradero y penetrante en unificar las teorías especiales en un conjunto más general de conceptos y de proposiciones mutuamente congruentes” (“Teorías generales, teorías especiales y teorías intermedias”: Robert K. Merton, en; “Teoría y estructuras sociales”; México: Fondo de Cultura Económica, 1964, pp. 15-20; incluido (y citado) en; “Teoría del Método en las Ciencias Sociales”; C. Gutiérrez y A. Brenes; Editorial Educa, San José, Costa Rica, 1977).

Cincuenta años después, fácilmente puede apreciarse que las profecías de Merton tenían fundamento. Los grandes paradigmas del capitalismo y el socialismo real están hoy en quiebra, y ante ello, resulta más que evidente que las Ciencias Sociales del siglo XXI deben replantearse muchas cosas, sin esperar a la llegada de “su Einstein”.

Todo mi alegato en el presente artículo (ahora sí), se resume en lo siguiente; debemos de considerar con seriedad la posibilidad de redefinir el estudio de los procesos de integración regional, como parte de la teoría de la transición, y a su vez, articular ambos campos cognitivos (o procesos sociales), dentro de la estructuración de nuevas teorías de alcance intermedio. La ausencia de grandes y nuevos paradigmas no nos debe quitar el sueño.

Rescate global e integración regional (VI)

(La cuestión del intercambio desigual)

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador. Escritor. Edita la revista virtual Raf-Tulum.

Introducción:

El principal objetivo analítico de este artículo (el capítulo sexto de este ensayo), es realizar un estudio radiográfico sobre los distintos mecanismos y dinámicas a través de las cuales, los principales factores estructurales del intercambio desigual, llevan a cabo la transferencia del excedente de las economías periféricas latinoamericanas hacia el centro capitalista.

Además, mediante el análisis de un considerable conjunto de información empírica (estadística), relativa al desempeño de las economías del centro y de la periferia durante las décadas pasadas y primeros años del siglo XXI, se demuestra la falacia e inexactitud de algunos postulados tenidos por básicos para la teoría neoclásica (y neoliberal) del comercio internacional.

Noticias ambivalentes sobre el curso de la economía mundial y latinoamericana

Los planes de rescate global que vienen siendo preparados y parcialmente implementados, desde que los centros hegemónicos del capitalismo mundial (CHCM), entraron al clímax de su actual crisis, empiezan ahora a entrar en una fase crucial, obligados a ir pasando gradualmente de la retórica a la acción y, a retomar de nuevo las viejas tareas en sus tradicionales campos de influencia económica internacional.

En consonancia con ello, el recientemente (el viernes 4 y sábado 5 de septiembre del presente año 2009), se llevó a cabo en Londres una importante reunión de ministros de finanzas del G-20, que entre otras resoluciones de orden preparatorio, a fin de afinar lo necesario para lo que será la próxima cumbre de ese conglomerado hegemónico, a realizarse la última semana de este mismo mes, destacó el asunto para ellos prioritario de la reactivación del comercio mundial, que como se sabe, ha sido severamente impactado en toda la zona del capitalismo central.

Si habremos de dar crédito al respectivo cable de agencia AFP, en dicha reunión el primer ministro inglés, Gordon Brown, propuso a los miembros del G-20 empezar el relanzamiento del comercio mundial, ello a través de la implementación de las principales conclusiones de la ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio –OMC- (Diario La Hora, Guatemala, 05/09/09, p. 20).

De acuerdo con la misma fuente informativa arriba señalada, el señor Brown da entre otras razones para sustentar su propuesta, la supuesta capacidad que tal agenda tendría al facilitar la inyección de la nada despreciable cantidad de 150 mil millones de fondos (¿dólares? ¿Euros?), hacia la economía global (AFP; fuente citada).

Surge aquí una primera pregunta; ¿A qué obedece en realidad esta propuesta del Sr. Brown? ¿Qué es lo que realmente hay detrás de ello?  Sobre eso volveremos más adelante.

Por otra parte, casi al mismo tiempo (o con muy pocos días de diferencia), J. Sachs publicó un balance sintético sobre los efectos e impactos reales de los programas de rescate económico actualmente impulsados por la administración encabezada por Obama en los EEUU (“La crisis financiera un año después”; J. Sachs; Prensa Mundial, 30/08/09).

Resumido en una línea, el reputado economista dice que el estimulo de tales paquetes de rescate todavía influye demasiado débilmente sobre los niveles de consumo de las familias norteamericanas (malas noticias para los exportadores de la periferia capitalista), mientras que alaba los rápidos efectos de reactivación del programa de recuperación implementado por el gobierno de China, al invertir y ejecutar aceleradamente, enormes sumas de dinero en proyectos de infraestructura (construcción principalmente), en las ciudades más grandes de ese país (buenas noticias para los exportadores de materias primas de la periferia) (J. Sachs; artículo citado).

De manera simultánea y conectado a lo anterior, siguen llegando malas noticias sobre el incremento de las tasas de desempleo en los EEUU, el cual según fuentes oficiales, a fines de agosto recién pasado rondaría el 9.7 %, mientras que economistas independientes hablan de que la tasa real es del 17 %, afectando particularmente al empleo entre los jóvenes, quienes estarían sufriendo una tasa de desempleo cercano al 25 %, la tasa más alta desde 1,948 (Democracy-Now: Emisión del 08/09/09).

Si a ello le agregamos el drástico descenso de las remesas provenientes de EEUU hacia las familias latinoamericanas desde mediados del 2008, y las recientes apreciaciones de la ONU respecto a que a nuestra región latinoamericana le tomará al menos 10 años para superar la situación de hambre en el sub-continente, y retornar al nivel en el que ya estábamos antes de iniciar la presente crisis mundial (Jornada Online; 04/09/09), entonces resulta más que evidente la imperiosa necesidad de abrir e intensificar el debate continental, respecto a la urgente tarea de construir nuestras propias alternativas autonómicas, desde (y en) la periferia latinoamericana.

Pese a las perspectivas sombrías que anuncia la ONU para el año próximo (Argenpress; 09/09/09); a las evaluaciones recientes de la CEPAL respecto al aumento dramático de un 13 % del hambre en ALC en lo que va del 2009 (Jornada, 17/09/09); pese a ello, el Informe Anuario Latinoamericano 2009, elaborado por CESLA, de la Universidad Complutense de Madrid (para cuya elaboración anual analizan un total de 475 variables y más de 40 mil datos de 11 países latinoamericanos), anuncia que América Latina crecerá el doble que Europa en el 2010.

En todo caso, aunque los anuncios optimistas de CESLA para ALC estén bien fundados, se verá a lo largo de este documento como el problema central de las economías de nuestra región no radica en la falta de dinamismo. De hecho, como se verá más adelante, América Latina en ciertos períodos ha crecido incluso a ritmos más acelerados que los de otras zonas o regiones del centro capitalista.

Por lo demás, en medio de ese balanceo de erráticos desempeños económicos que desde el centro capitalista amenazan a veces con aplastar a las modestas economías de los pequeños países periféricos (PPP), retomar la cuestión del comercio y del intercambio resulta ahora más que nunca un asunto crucial para las economías de los países del Sur, no sólo porque esa es una de las principales vías para impulsar la reactivación económica,   sino además, por el hecho mismo de que la actual coyuntura histórica por la que atraviesa la economía mundial, realza nuevamente la tarea prioritaria de que regiones como América Latina y el Caribe (ALC), encuentren respuestas a preguntas urgentes tales como; ¿Qué producir?  ¿A quién vender? ¿Cómo hacerlo?

A tono con lo anterior, y para dar continuidad a las secuencias presentadas en los cinco capítulos anteriores, todos ellos relacionados con estos dos grandes ejes íntimamente relacionados (rescate global del centro y respuestas autónomas de la periferia), se aborda ahora en esta sexta entrega, el importante aspecto del comercio y el intercambio y las principales formas en que se expresa bajo el patrón dominante de la relación desigual entre las economías del centro y las de la periferia.

Este capítulo está compuesto de tres partes; en la primera se realiza un análisis sintético (necesariamente breve y de conjunto), acerca del contexto histórico y general en el cual se han venido manifestando los principales mecanismos y lógicas de funcionamiento de las dinámicas, patrones y procesos de intercambio comercial, especialmente, entre las periferias latinoamericanas y los llamados países desarrollados del Norte, en particular, desenmarañando de manera sencilla, y a muy grandes rasgos, lo que ello a significado para la región a lo largo de la mayor parte del siglo XX e inicios del XXI.

En la segunda parte, se hace una análisis de lo  que en este texto el autor ha denominado como “Factores Estructurales del Intercambio Desigual” (FEID), revisados aquí a la luz de la rigurosidad científica y conceptual de una parte del instrumental analítico de la economía política marxista, y para ello, he retomado algunos “tramos” de la ruta metodológica propuesta y aplicada por Janina Fernández, particularmente, en lo tocante a la aplicación creativa y no rígida de la ley del valor, partiendo de la formulación general y necesariamente abstracta en la que inicialmente Marx la planteara y desarrollara, especialmente en distintas secciones de los tomos I (sobre la esfera de la producción), el II (la de la circulación) y el III (la esfera de distribución), de su obra cumbre El Capital (“Ley del Valor e Intercambio Desigual”; J. Fernández; Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, Costa Rica, 1983).

A mi entender, lo interesante de la rigurosidad científica y metodológica con la cual Fernández aplica el citado instrumental teórico del marxismo clásico (y por ende, menos vulgarizado y caricaturizado),  se debe en parte, a que ella desde un inicio advierte las predecibles y lógicas insuficiencias que naturalmente muestran algunas de las herramientas abstractas y conceptuales formuladas inicialmente por Marx, al tener ellas un carácter universal muy común y normal en el nivel de las formulaciones axiomáticas de cualquier ciencia.

En consecuencia, al desarrollar ella su análisis de las dinámicas del comercio centroamericano y latinoamericano, y particularmente, en relación a la articulación comercial de ALC con sus respectivas contrapartes (los países industrializados del norte), no tiene mayor problema en reconocer (y compensar), con otros aportes teóricos puntuales y complementarios elaborados en su momento por teóricos como Sweezy, Emmanuel, Bortkiewicz, Dos Santos y otros, conscientes todos ellos, de la necesidad de ir refinando gradualmente estos valiosos instrumentos y categorías analíticas del pensamiento marxista clásico (se trata de hacer ciencia y no de hacer acólitos).

Tal y como se ha sostenido en diversos ámbitos que anteriormente se han ocupado de este asunto;

“Sería absurdo aplicar las descripciones y conclusiones de Marx relativas al capitalismo europeo del siglo XIX a los problemas de los países que hoy llamamos subdesarrollados. Y sería igualmente absurdo culpar a Marx por la esterilidad de tal empresa” (“La teoría del desarrollo en transición”: Magnus Blomström y Björn Hettne; Fondo de Cultura Económica; México, 1990, p. 42).

En parte, un ángulo de estas insuficiencias tienen que ver el hecho de que cuando Marx elaboró su teoría sobre la formación del valor, precio, salarios y tasa de ganancia (antes de 1873), todavía no se había consolidado plenamente el surgimiento de los carteles y trusts, y por ende, el capitalismo todavía no se había transformado en imperialismo.

Después de esa fecha (1873), ello parcialmente afectó la aplicación general de la conocida teoría del valor de Marx, en parte (hay varias razones de peso y esta es sólo una de ellas), por cuanto las nuevas condiciones en las cuales ahora el capitalismo, en especial, a partir de fines del siglo XIX y principios del XX, crea el valor y los precios (que a la postre, tasan o valúan con magnitud unitaria concreta todas las mercancías, incluyendo la mercancía “fuerza de trabajo”, que en el capitalismo adquiere la forma de salario), cambian sustancial y cualitativamente, pues a partir de entonces, la formación e incidencia de esos importantes factores estructurales de la producción y el intercambio capitalista, se lleva a cabo bajo condiciones de monopolio.

Siempre en relación a esta segunda parte del artículo, de manera sintética presento una serie de análisis y críticas realizados por la autora citada, en relación a conocidos planteamientos de la teoría neoclásica, los cuales somete a contraste directo con la evidencia empírica proporcionada por las estadísticas que ella emplea. Ese importante ejercicio lo complemento con el análisis comparativo de algunas macro-magnitudes de ciertas economías del centro y su relación con algunas de la periferia, siempre con el sentido de reforzar los planteamientos y conclusiones a los que Fernández llega en sus análisis.

Dado que el estudio citado de Fernández fue realizado a inicios de los años ochenta, los insumos estadísticos empleados por ella datan fundamentalmente del desempeño económico de ALC en los años 50s, 60s y 70, y provienen de fuentes oficiales de la CEPAL, Naciones Unidas, la OIT y la UNCTAD entre otras, y el sentido de presentarlos ahora aquí es para demostrar, como pese a las décadas transcurridas, con algunas variantes ciertos patrones de intercambio mantienen su pervivencia.

En mi caso, he utilizado cifras de un sólo año específico (2006), provenientes principalmente de la recopilación estadística presentada por The Economist en su edición anual del 2008, y con datos provenientes del “Anuario Latinoamericano 2009”, informe que anualmente elabora el Centro de Estudios Latinoamericanos (CESLA), adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid, y el cual estudia el grado de integración de los mercados globales de un total de 11 países latinoamericanos, en base al análisis de 457 variables y más de 40 mil datos.

Finalmente, en la tercera parte, presento una serie de esquemas elaborados a modo de síntesis global, acompañados de varias conclusiones generales con carácter provisional.

Todo el artículo está atravesado por una interrogante que nos cuestiona permanentemente; ¿Existen actualmente condiciones mínimas objetivas para el desenganche parcial de ALC?  ¿Estamos los latinoamericanos listos para pasar de la dependencia hacia la desconexión?

Ayudar a encontrar respuestas a tal tipo de interrogantes constituye el objetivo más general y abstracto de este artículo. No tenemos al momento mayores certezas de donde asirnos. Pero como usualmente sucede en los períodos iniciales de cualquier empresa de investigación científica, es probable que en estos momentos las preguntas sean más importes que las respuestas.

Por lo demás, el enfoque analítico empleado en este texto es necesariamente global, de conjunto. Aunque en diversas ocasiones se analizan casos de países específicos, no es posible aquí ahondar demasiado en ellos, ni siquiera en un pequeño grupo de ellos, pues ello desbordaría con creces los límites propios que la lógica y el sentido común recomiendan para un texto dirigido a un público amplio, y además, nos tomaría todavía mucho más espacio abusando sobremanera de la paciencia del lector.

Tampoco me he permitido incluir y reproducir aquí en su forma original, los cuadros estadísticos utilizados por Fernández, y en cuanto a los míos, opté por extraer datos selectivos de las tablas de los anuarios citados, a fin de poder hacer cruces interesantes entre diversidad de macro-magnitudes, variables e indicadores, y reforzar así los argumentos que sustentan la perspectiva de nuestro planteamiento central, en el sentido de la existencia (y pervivencia), de una dinámica y de un patrón de intercambio desigual claramente desventajoso para las economías de las llamadas áreas periféricas.

A manera de no resultar cansino en cuanto al uso de algunos términos y frases empleadas aquí con particular reiteración, el autor recurre al auxilio de diversas siglas, entre las cuales se encuentran las siguientes; sistema-mundo capitalista o sistema mundial capitalista (SMC), centros hegemónicos del capitalismo mundial (CHCM), América Latina y el Caribe (ALC), mercado mundial capitalista (MMC), formación de valor y precios (FVP), factores estructurales del intercambio desigual (FEID), nuevo orden económico internacional (NOEI), entre otras.

Parte primera:

Desarrollo desigual: una historia que se niega a capitular.

Durante varias décadas algunas personas bienpensantes (y otras no tan pensantes ni tan buenas), han sostenido que las demandas latinoamericanas por el establecimiento de un nuevo orden económico internacional (NOEI), son pura retórica.

Hoy, la presente crisis global del capitalismo mundial hace ver con gran facilidad lo urgente y necesario de tal demanda, a tal grado que hasta las propias potencias occidentales aliadas tradicionales de EEUU (la cabeza más visible y emblemática del SMC), hablan sin tapujos del “desenganche”.

Pero para el caso de ALC, las históricas demandas de “desenganche” son cosa de hace bastante tiempo atrás, y lo que actualmente está sucediendo con el capitalismo anglosajón, no hace sino reforzar la justificación por alcanzar un NOEI sobre la base de una mayor autonomía económica, comercial y financiera.

Por ello, es importante resaltar que en términos históricos, la evolución de las economías de ALC ha estado en gran medida supeditada a la evolución de las economías centrales, y aunque si bien es cierto que centro y periferia constituyen las dos caras de una misma e inseparable moneda, denominada mercado mundial capitalista (MMC), también es cierto que es posible (bajo ciertas condiciones específicas y especiales), alcanzar ciertos grados de desenganche parcial.

En tal sentido, y para decirlo metafóricamente, visto el MMC como si fuese una naranja, solamente la división horizontal hace dos pedazos o porciones con real distinción (centro y periferia), por cuanto es una división económica innegable, derivada de la posición de cada país en la división internacional del trabajo.

Como nos recuerda Fernández, el mercado mundial siempre ha sido uno, y por cierto, uno muy integrado, ha despecho de lo que sostenía Stalin (y algunos de sus seguidores), en el sentido de que la economía mundial estaba dividida en dos grandes mercados sin conexión alguna entre sí, citando para reforzar su argumento, una cita de Brezhnev:

“Dados los amplios vínculos económicos entre los países capitalistas y socialistas, los efectos nocivos de la crisis actual de Occidente también han repercutido en el mundo socialista…”  (Fernández: 1983, p. 121).

Ahora que desapareció esa división horizontal (Este-Oeste), es mucho más fácil observar esta otra, de tipo vertical (Norte-Sur). Si el llamado MMC está dividido en dos grandes zonas económicas, es únicamente por razones históricas y sistémicas, y no representa ninguna invención “ideológica”, en el sentido peyorativo del término. Conviene recordar esto, precisamente hoy, que a raíz de la presente crisis planetaria, hablamos nuevamente con insistencia acerca de un NOEI y de un mayor “desenganche” para las economías de ALC (ver en la tercera parte, un esquema sobre la actual estructura global del mercado mundial, de donde se genera una polarización y lucha de clases a escala planetaria).

Resulta obvio entonces, que tanto el llamado “centro” de este sistema mundial (predominantemente industrializado y con elevados niveles de vida e ingresos), como la vasta región llamada periferia, forman dos polos de un mismo ente sistémico, que entran en plena interacción a través del mercado mundial.

La subalternidad que se le achaca a la periferia no deviene en absoluto de una supuesta inferioridad moral, racial o intelectual (sino más bien, deviene a partir de una situación sistémica de expolio y dependencia crónica), y se deriva del tipo de relación que históricamente se ha configurado entre estas dos regiones, forjada al calor de un par de siglos en los cuales los países centrales realizaron su acumulación primitiva (capitalización inicial en base a las riquezas y recursos expropiados a las poblaciones sometidas al colonizaje), y sobre la base de campañas mundiales de conquistas y colonizaciones en África, Asia y el continente americano.

Esas zonas que a raíz de tales hechos se “ensamblaron” e incorporaron en el SMC en condiciones de clara desventaja, convirtiéndose en virtud de ello en periferia, es decir, en zonas económicas y grupos de países que estructuralmente están articulados al mercado mundial de manera tal, que su función asignada les impide adquirir procesos y mecanismos autónomos de acumulación y reproducción autocentrada, eso en gran medida por participar dentro de un juego en cuyas reglas ellos no han sido tomados en cuenta.

A partir de ello, una de las características principales que dominan la dinámica y la lógica bajo la cual funciona y se despliega el SMC y el MMC, está constituida por lo que los teóricos de la dependencia desde hace mucho han denominado como “desarrollo desigual” (o “desarrollo desigual y combinado”), que no sólo impide que la periferia realice su acumulación autocentrada, sino además, le impone una situación de desfinanciación permanente, que obliga a estos países, muy a pesar a sus enormes riquezas, ha vivir del fiado y del endeudamiento constante y creciente.

En eso consiste el ciclo vicioso del subdesarrollo y que, de alguna manera, a nivel micro lo viven hoy en día muchas familias y personas en crisis; prestar para seguir endeudándose y viceversa.

Y si ahora estamos hablando de comercio e intercambio, es porque una de las formas más importantes por las cuales fluye, se funcionaliza, refuerza y reactualiza permanentemente tal dinámica perversa de desarrollo, es por que precisamente a través del comercio es que se establece uno de los principales mecanismos por medio de los cuales los PPP llevan a cabo la sostenida financiación de las economías del centro, a costa de su propia des-financiación.

Tal y como sostiene Fernández, al citar la definición elaborada por Jagdish Saigal, respecto al intercambio desigual, se expresa la idea de que los países periféricos inscritos al SMC están obligados a vender el producto de su trabajo (y su propio trabajo), en condiciones de desventaja, de desigualdad con el centro.

Y lo cita textualmente de la siguiente manera;

“…por intercambio desigual, queremos significar que las economías del centro están en condiciones de comprar los productos provenientes de los países menos desarrollados a precios bajos y venderles a estos últimos sus propios productos a precios elevados…resultando una transferencia oculta de una cantidad considerable de excedente de la periferia hacia las economías del centro por el canal del comercio internacional.  El comercio entre las economías del centro y de la periferia es desigual, especialmente porque las relaciones de producción y de comercio en la economía mundial están dirigidas o dominadas por el modo de producción capitalista, y los niveles de salario real existentes en la periferia son comparativamente muy bajos” (Ibid, p. 58).

Por otra parte, la lógica, la dinamicidad y las consecuencias bajo las cuales se expresa el desarrollo desigual entre el centro y la periferia, no pueden comprenderse a cabalidad sin antes entender como operan los principales factores estructurales del intercambio desigual (FEID), elementos todos ellos que determinan en gran medida los mecanismos bajo los cuales este grave problema histórico y estructural gira, se sustenta y reproduce.

Antes de citar cuales son esos factores particulares primordiales que determinan el intercambio y el crecimiento desigual, es necesario atender a la enunciación de una premisa que a todas luces parece ser fundamental, y que se relaciona con lo que Emmanuel denomina como “la preeminencia de los valores mundiales”, y dado que estoy de acuerdo con la interpretación que al respecto proporciona Fernández, la cito aquí textualmente;

“Nuestra opinión es que el punto necesario de partida es el aporte de Emmanuel sobre la preeminencia de los valores mundiales, lo que significa que el capital no se desarrolla únicamente al interior de los estados nacionales, concebidos como espacios autónomos que mantienen relaciones comerciales y políticas entre sí, lo cual no permitiría hacer más la teoría del comercio exterior, sino comprender que en la época actual con la transnacionalización del capital monopolista, el Estado Nacional está realmente subordinado a los intereses de ese capital. Lo que debiera conducir a la exploración científica del nuevo carácter del Estado que se ha ido conformando y su correspondencia o no con las fracciones de capital local funcionales a la reproducción del capital internacional” (Ibid, p. 176-7).

Pasemos ahora a revisar rápidamente cuáles son estos factores estructurales que intervienen decisivamente en la dinámica del intercambio desigual (FEID), y algunas de las formas y mecanismos a través de las cuales operan, se expresan y reproducen.

Los factores estructurales del intercambio desigual (FEID)

Incidencia y principales formas de expresión

¿Qué son los FEID? ¿Cuáles son?, y además, ¿Por qué es importante hablar de ellos en relación al comercio internacional de ALC? La primera interrogante se justifica en la medida en la que permite aclarar que el término es una invención puramente convencional que me he permitido utilizar, el cual refleja ante todo la intención de agrupar en un mismo conglomerado de conceptos, a una serie de factores plenamente identificados por su elevada incidencia en la generación, despliegue y completamiento del circuito económico fundamental, a través del cual el sistema capitalista lleva a cabo sus procesos de reproducción y acumulación simple y ampliada.

En otras palabras, los FEID representan un cuerpo de elementos sistémicos y esenciales (o categorías analíticas y económicas para usar el argot clásico), a partir de los cuales se articula y genera la dinamicidad que da vida a la totalidad del circuito económico fundamental del capitalismo, por medio del cual este materializa sus fases principales de realización orgánica, a saber; la transformación del capital-mercancía en capital-dinero y, la transformación del capital-dinero en capital-financiero.

Son estas tres fases fundamentales del circuito orgánico del funcionamiento y reproducción del sistema capitalista, las que Marx analiza en su obra El Capital (un abultado conjunto mayor a los 60 capítulos distribuidos en tres volúmenes), en el cual se analizan los principales factores que intervienen en la producción de mercancías (tomo I), las características y mecanismos que determinan el fenómeno de la circulación (tomo II), y el estudio de las particularidades del intercambio en el ámbito de la distribución y del consumo (tomo III).

Como se sabe, el eje conceptual central a partir del cual el análisis marxista estudia a profundidad estas tres grandes fases de reproducción orgánica, a través de las cuales el capital lleva a cabo sus procesos esenciales de acumulación y reproducción simple y ampliada, está constituido por la llamada Teoría o Ley del Valor, la cual articula, entre otras, a las siguientes categorías analíticas; a) Formación de valor, precio y salario, b) intensidad y productividad del trabajo, c) cuota de plusvalía –absoluta y relativa-, d) tasa de ganancia, y, e) transferencia de la renta entre otras.

Como ya se mencionó anteriormente, estos conceptos y categorías fueron formuladas inicialmente por Marx en una forma bastante general y abstracta, y estructuradas por él con el propósito inicial de proporcionar un criterio de costo real, aplicable a todas las sociedades, y en segundo lugar, para establecer un teorema (la ley del valor), aplicable sólo a las sociedades productoras de mercancías (“Crítica de la democracia capitalista”; Stanley Moore; Siglo XXI, Argentina Editores, Buenos Aires, 1971, p. 70).

Ahora bien, como respuesta a la tercera pregunta (¿Por qué es importante hablar de ellos en relación al comercio internacional de ALC?), es dable mencionar que para el caso de las economías de nuestra región, la importancia del estudio de estos FEIDs o categorías económicas, radica precisamente en el hecho de que nos ayudan a comprender de una forma mas precisa, los mecanismos a través de los cuales se produce y amplía constantemente el pernicioso fenómeno del “deterioro de los términos de intercambio”, que como se sabe, constituye una de las principales vías a través de las cuales se expresa el intercambio desigual entre el centro y la periferia capitalista.

Fernández lo explica de la siguiente manera;

“Fundamentalmente el deterioro secular de la relación de intercambio es uno más de los mecanismos de acumulación internacional de capital. Efectivamente, es por el canal del comercio exterior que las economías periféricas transfieren a las economías del centro la riqueza que generan socialmente.  Esto no significa percibir los fenómenos propios de la circulación como divorciados de las realidades de la producción, sino inquirir científicamente en qué medida y por que medios la economía de la periferia está subordinada y penetrada por el capital monopolista… Según datos de las Naciones Unidas, América Latina ha perdido entre 1960 y 1974: [la cantidad de] 25, 558 millones de dólares en términos de intercambio…” (Fernández, 1983, p. 12).

Como vemos, hay una succión de importantes recursos desde la periferia hacia el centro, y resulta de gran interés e importancia, analizar cuales son los roles, procesos y mecanismos que la interrelación de tales elementos sistémicos (FEIDs), ponen en marcha para que se produzca ese continuo drenaje.

Con pocas variantes y alteraciones sustanciales, estos patrones dominantes de intercambio desigual se han generado, mantenido, reproducido y consolidado en ALC a lo largo de todo el siglo XX e inicios del XXI, y su desmontaje analítico y sistemático a profundidad comenzó en nuestro medio desde hace más de cinco décadas (1953), con las críticas de varios científicos sociales latinoamericanos hacia la teoría neoclásica del comercio, críticas que fueron tomando forma y confluyendo en lo que se ha conocido como escuela de los dependentistas.

Como se sabe, el enfoque neoclásico del comercio sostenía como uno de sus argumentos centrales, que tanto los países del centro como los de la periferia capitalista se beneficiaban por igual del intercambio entre ellos producido dentro de la división internacional del trabajo, en la cual, los países avanzados producen e intercambian con la periferia productos y bienes industriales, mientras la periferia se dedica a la producción e intercambio de productos preponderantemente agrícolas, materias primas y otras mercancías con base valor agregado (Blömstrom y Hettne; 1990, p. 60).

Desde el punto de vista crítico que al respecto desplegaron tanto los dependentistas, marxistas y estructuralistas, uno de los efectos y resultados más perniciosos de tal tipo de división internacional del trabajo ha sido el deterioro creciente en los términos de intercambio, entendido este como la tendencia al alza constante en los precios de los productos industriales exportados por el centro hacia la periferia, mientras que, simultáneamente, en los países de reducida industrialización (PPP), se presentaba una tendencia opuesta, caracterizada por una tendencia a la baja constante en los precios de los productos (primarios, agrícolas) por ellos exportados (Ibid, pp. 60-61).

Para los críticos pertenecientes a las corrientes económicas arriba citadas, este hecho comprobado empíricamente está en abierta contradicción con el supuesto o premisa de la teoría neoclásica del comercio, según la cual, el incremento constante de la productividad lleva [ría] hacia un continuo descenso en los precios, y supuestamente una tendencia opuesta con el descenso de la productividad (Ibid, p. 60).

Según datos de Naciones Unidas, para el caso de ALC y demás naciones de la periferia, este mecanismo de intercambio, determinado por el deterioro en sus precios de exportación, representó solamente entre 1960 y 1974, un drenaje (pérdida) de US $ 25,558 millones de dólares (Fernández, 1983, p. 12).

Para la citada analista, tal fenómeno sólo es posible gracias al hecho de que en gran medida los países del centro establecen los precios de sus productos de exportación en condiciones de monopolio, razonamiento que hoy en día esgrimen a su favor los teóricos que pugnan por una mayor desconexión de las economías periféricas hacia los CHCM.

Ya en la década de los años sesenta, Oswaldo Sunkel, uno de los teóricos del ala más radical de los dependentistas que laboraban para la CEPAL en Chile, sostenía que el problema del análisis del desarrollo en Latinoamérica empezaba por emplear teorías convencionales de crecimiento y modernización, en donde las condiciones alcanzadas por los países del centro eran la meta (y el espejo), al cual debían enfilar sus objetivos de copia y repetición los países periféricos (Blömstrom y Hettne; 1990, p. 72).

En sentido opuesto a tal enfoque por él criticado, Sunkel argumentaba que el desarrollo, con todas sus características estructurales (bajo ingreso, tasa lenta de crecimiento, desequilibrio regional, desigualdad, desempleo, dependencia, monocultivo, marginación cultural, social, económica, política etc.), no eran otra cosa más que el resultado normal de una determinada y específica forma de inserción y articulación de los países de la periferia con (al) centro capitalista (Ibid, p. 72).

Revisado el subdesarrollo desde esta perspectiva, como una mera parte de un proceso histórico global de desarrollo del capitalismo, Sunkel completaba su idea con críticas dirigidas también hacia el análisis marxista y hacia las teorías de los estructuralistas, en particular, en contra de los llamados “efectos residuales del comercio internacional”.

Consideraba él que tanto la tesis marxista de la subordinación al imperialismo (bajo la forma de capitalismo monopólico transnacional), como las tesis de Gunnard Myrdal sobre el comercio internacional, eran correctas pero insuficientes, por cuanto realizaban un excesivo énfasis en los factores externos, y dejaba de lado el análisis de importantes aspectos estructurales al interior de las naciones periféricas (Ibid, p. 82).

Dicho en forma resumida y en una sola línea, el principal planteamiento de Sunkel en ese nivel específico de la problemática, era que existe una dinámica que determina la función total del sistema, y para él, la institución clave en esa dinámica global del SMC es la empresa transnacional, en un contexto dinámico dicotómico en el cual, la integración de esta al ámbito nacional produce una creciente desintegración a lo interno de las zonas periféricas donde penetra…desintegración tanto en términos de pérdida de autonomía económica, política, social y cultural (Ibid, p. 93).

Los FEDIs en condiciones de monopolio

De acuerdo con Fernández, el problema del intercambio desigual esta íntimamente ligado al proceso de expansión del capital transnacional sobre ALC, el cual, según ella, cuya en los últimos cien años se ha producido en tres grandes oleadas o momentos cruciales.

Fernández lo expresa de la siguiente manera;

“Nos referimos a la exportación de capitales desde sus orígenes hasta los años treinta, que corresponde a la inversión de capital monopolista motivado por la ganancia con énfasis en el control de recursos naturales agrícolas o minerales. Su carácter se ejemplifica en la United Fruit Co. en el banano, la Anaconda y la Kennecott en el cobre y la Cuban Suggar Co. en el azúcar .

Un segundo momento corresponde al desarrollo de la industria mediante el proceso de sustitución de importaciones. Para el caso, los monopolios estuvieron presentes desde el inicio, pero es durante las décadas del 50 al 60 que se insertan en gran escala captando los beneficios de los mercados integrados (el MCCA por ejemplo*], y absorbiendo en forma disolvente la incipiente industria local.

El tercer momento se inicia a mediados de la década de los sesenta con la empresa transnacional a través de la implantación de la modalidad matriz-filiales, y tiene como principal ventaja la apropiación de plusvalía relativa basada en la explotación de fuerza de trabajo altamente productiva y de bajo costo en relación con los centros, concomitantemente al uso de maquinaria tecnológicamente sofisticada o con algún grado de sofisticación. La producción en estas condiciones permite la elevación de la cuota de ganancia. Los productos así obtenidos se destinan preferentemente a la sustitución de exportaciones tradicionales o a la ampliación de la oferta exportable…” (Fernández, 1983, p. 39-40).

En base a este esquema histórico-contextual y marco específico de interpretación, la autora arriba citada lleva a cabo el riguroso análisis de un importante conjunto de FEIDs, entre los cuales podemos citar los siguientes; valor, precios, salarios, productividad, cuota de plusvalía, tasa de ganancia, formación de precios en mercados alternos (para el caso especial del comercio exterior de Cuba), y la transferencia de la renta (Ibid, Op cit).

El comercio exterior de Centroamérica y América Latina y el Caribe (1950-1977)

Algunos hallazgos generales:

Al analizar y comparar el crecimiento económico del PIB global de EEUU con el de ALC (Cuadro 1), se advierte de inmediato que entre 1950 y 1977, prácticamente Latinoamérica cuadruplicó su PIB, pasando de 60 millardos de dólares en 1950 a 255 en 1977, mientras que EEUU en ese mismo lapso alcanzó un PIB de 467 millardos de dólares en 1950, hasta alcanzar un rendimiento económico global de 1,221 millardos en 1977 (una triplicación de su PIB en referencia al año base de 1950).

Al comparar el PIB Per cápita de ambas regiones durante ese mismo período de diecisiete años, ambas zonas tuvieron un crecimiento muy similar, al estar muy cerca de la duplicación de sus respectivas tasas (EEUU pasó de US$ 3,073 dólares en 1950 a US$ a 5,649 dólares en 1977, mientras que ALC pasó de US $ 398 dólares en 1950 a US $ 798 dólares.

Pese a los anteriores ritmos de crecimiento económico latinoamericano, en términos absolutos el PIB Per cápita de esta región está más cerca al de los niveles africanos que al de EEUU. En palabras de Fernández, pese al indiscutible dinamismo que refleja el crecimiento económico de ALC, su desempeño está lejos de ser ubicado como capitalismo desarrollado (Ibid, p. 24).

En cuanto a la Inversión Extranjera Directa (IED), por parte de EEUU hacia ALC, puede apreciarse que los flujos de inversiones directas del país del norte hacia Latinoamérica (Cuadro 2), alcanzaron en el período entre 1950 y 1965 un monto total de 3.8 millardos, mientras que los ingresos que EEUU obtuvo como compensación reditual sobre esos mismos fondos que invirtió en nuestra región en ese mismo período, alcanzaron la suma de 11.3 millardos (Ibid, p. 27).

A esta cruda realidad Fernández le llama “cuantum de la expoliación”. Los números se encargan de derribar el necio mito de las inversiones extranjeras de las naciones del centro como supuesta palanca de apoyo a los países pobres. En este caso analizado, el saldo neto de ganancias que EEUU obtuvo en ese período con la inversión de sus 3.8 millardos fue de 7.5 millardos, es decir, prácticamente por cada dólar invertido en ALC los EEUU obtuvieron 3.

En relación a los cambios operados en la estructura del PIB de los países centroamericanos (se exceptúa aquí a Panamá y Belice), durante 1950 – 1977, se observa que de manera casi general y con la sola excepción de Honduras (Cuadro 3), en Centroamérica se produce una sensible disminución de la importancia del sector agropecuario (Ibid, p. 32).

En contraste con ello, y siempre durante el mismo lapso (e igualmente con la excepción de Honduras), se incrementó en todos cuatro países del área la importancia del sector de la industria manufacturera, siendo Costa Rica (que pasó del 10.4 % del PIB en 1950 al 18.4 % en 1977 y Nicaragua con el 10.6 % en 1950 al 19.1 % en 1977), los países en los cuales este sector obtuvo su mayores incrementos (Ibid, p. 32).

Por otro lado, y siempre en relación a las inversiones estadounidense en Centroamérica, la investigadora citada encontró que al menos en el período 1950 – 1968 (Cuadro 4), los mayores porcentajes de IED se concentraron en la ya mencionada industria manufacturera y en la exploración y explotación de petróleo (de una inversión de US $ 307 millardos en 1950 pasó a US $ 593 millardos en 1968) (Ibid, p. 33).

Los datos arriba citados son muy reveladores. Muestran en primer lugar, el inicio en Centroamérica de un acelerado proceso de “descampenización” y abandono de la pequeña y mediana agricultura de subsistencia y auto-consumo local, que durante mucho tiempo dio relativa seguridad alimentaria a miles de familias en la región.

Prueba de lo anterior (Cuadro 13), es que el monto total de las importaciones centroamericanas en materia de granos básicos (maíz, frijol y arroz), ascendieron de 4.1 millones de pesos centroamericanos en (y de) 1970, a un total de 26.9 millones (de PC) ya en el año 1978 (Ibid, p. 73).

Por otra parte, al observar esos datos de la composición del PIB de esos años, se constata lo que muchos analistas han señalado respecto al preponderante carácter industrializador del Mercado Común Centroamericano (MCCA), en detrimento del sector agrícola (ver por ejemplo; “La inversión extranjera en Centroamérica”; Xavier Gorostiaga et al; Educa, 1976; “Globalización y Comercio: Memoria del II Seminario de Relaciones Económicas México-Centroamérica”; CIDECA, Guatemala, 1999).

Se constata además, que durante ese período se produce con intensidad en estos países un fenómeno que Fernández y otros investigadores han denominado “redespliegue industrial”, cuya característica principal es la incorporación y participación de la industria norteamericana y europea al proceso centroamericano de sustitución de importaciones de esa época, re-localizando industrias del centro capitalista por la vía de casas matrices y filiales en C.A.

El inevitable resultado, según la autora citada, no es otro más que la captura de los beneficios de los mercados integrados de Centroamérica (aprovechando las ventajas del MCCA), y la “absorción en forma disolvente de la incipiente industria local (Ibid, p. 40).

Si lo vemos por el lado de las exportaciones a nivel de toda la región latinoamericana y el Caribe, durante el lapso de dos décadas completas (1955-1975), se observa el mismo fenómeno de “re-despliegue industrial” (Cuadro 6), con el cual, en ALC la participación del sector industrial en las exportaciones totales de la región pasó de un 3.1 % en 1955 a un 13.6 % en 1975, mostrando, prácticamente una cuadruplicación del crecimiento del sector industrial “latinoamericano” (Ibid, p. 41).

De alguna manera, este giro en el esquema productivo en ALC siguió los pasos recomendados por la corriente de los “dependentistas” de la CEPAL a lo largo de casi dos décadas completas (mediados de los cincuentas hasta fines de los sesentas). Empero, en la práctica, quien tomó el mayor control y beneficios del proceso industrializador fue el gran capital transnacional.

Emitiendo opinión al respecto, O. Martínez, citado por Fernández apunta lo siguiente;

“La re-localización de una parte de su producción [de las corporaciones transnacionales –N. del E.-], manteniendo las corrientes de productos dentro de su red de control internacional. Para el país receptor significa creación de filiales o sucursales, la realización de cierto volumen de inversión extranjera directa y la expansión de algunas exportaciones manufactureras, además del establecimiento de un sector de producción que se integra precariamente con el resto de la economía nacional –cuando existe subcontratación local de alguna parte de los insumos-, o que se aísla completamente de ella, actuando como un virtual enclave, cuando todos los insumos se importan” (Ibid, p. 42).

Dicho sea de paso, años después, según la perspectiva de Guerra-Borges, habría de cambiar la composición de la inversión extranjera directa hacia Latinoamérica (desde mediados de 1975 hasta fines de los años noventa), cuando el tipo de capital externo que llegó fue preponderantemente de tipo especulativo (sin ningún interés en la inversión directa), orientados principalmente al crédito con elevados intereses y con altísima rotación de corto plazo (“Guatemala; 60 años de historia económica”; Alfredo Guerra-Borges, PNUD, 2006).

Prosiguiendo con los hallazgos del estudio de Fernández, en relación a los indicadores de endeudamiento externo y el saldo del balance comercial, los resultados para Centroamérica en ese período fueron igualmente desalentadores (Cuadros 7 y 8). Durante los años de 1975 a 1980, casi todos los países centroamericanos duplicaron su deuda externa, siendo Honduras el caso más dramático, cuya deuda ascendió de US $ 347 millones de dólares en 1975 a la astronómica cifra de US $ 1,170 millones de dólares en 1980 (Ibid, p. 48).

Mientras el saldo negativo del balance comercial experimentó igualmente un ascenso en todos los países centroamericanos sin excepción alguna (lapso de 1974-1978), representando Costa Rica el caso más relevante, país cuyo saldo negativo  pasó de -67 millones de dólares en 1970 a -252 en 1978, cuadruplicando su déficit en menos de una década (Ibid, p.44).

Ante estos datos puede hacerse una rápida lectura en términos de impacto social. Producto del abandono de la pequeña economía campesina centroamericana, se produce en esas décadas un creciente flujo migratorio de numerosas zonas rurales hacia las ciudades, provocando con ello una rápida urbanización sin industrialización, ya que la pequeña y mediana industria manufacturera también resulta afectada y no pudo absorber la nueva y creciente oferta laboral.

Ello a su vez se tradujo en un incremento del desempleo, aumento del déficit de vivienda, aumento de la presión sobre la demanda de servicios públicos básicos, y al llegar a mediados de los años setenta, se experimenta en casi toda el área centroamericana un intenso agitamiento social en torno a la lucha por incrementos salariales en la ciudad y en el campo.

En términos generales, la erupción de la crisis general del capitalismo focalizada en el vertiginoso auge de los precios del petróleo en los setentas, aunado a la desfinanciación y des-acumulación de las economías centroamericanas según lo muestran los datos ya citados, junto al cierre del “chorro” de crédito público fácil y barato en los mercados financieros, pavimenta las condiciones para que toda el área y el resto de naciones latinoamericanas acudan en auxilio (usurero) del FMI y el Banco Mundial, dinero que en efecto habría hacia de fluir hacia ALC pero bajo nuevas (y des-capitalizadoras) condiciones, “empaquetadas” en lo que durante los ochentas y noventas se conoció como “Programas de Ajuste Estructural” (PAE) o “re-estructuración neoliberal”.

Análisis de los FEIDs

Algunos hallazgos específicos en el estudio de Fernández;

A la luz de la presente crisis global del capitalismo mundial, resulta de gran importancia analizar algunos aspectos centrales del rol que juegan los factores estructurales del intercambio desigual, debido, en parte, al hecho de que es a través de su operación mediante el comercio internacional, la vía mediante la cual las economías de centro “succionan” el excedente producido por la periferia en desmedro de esta última.

Al igual que la crisis de la Gran Depresión de los años treinta, esta otra, la primera del siglo XXI, es igualmente una crisis de sobre-acumulación y de sobre-producción. En tales condiciones, las economías dominantes del capitalismo mundial sufren una drástica caída en sus tasas de ganancia, expresada en la trayectoria descendente en los promedios de crecimiento global registradas en las últimas décadas (3.5 % en los sesenta; 2.4 % en los setenta; 1.4 % en los ochenta; 1.1 % en los años noventa) (“La crisis capitalista y la respuesta política de la izquierda”; Walden Bello; Revista Sin Permiso; 2009).

No es casual entonces, tal y como mencionamos al inicio de este texto, que el primer ministro británico haya declarado la urgencia de reactivar cuanto antes el comercio internacional (según las pautas de la última Ronda de Doha), dado que es a través del intercambio externo (y por sobre todo, en condiciones de gran desigualdad para la periferia), como las economías del centro capitalista logran recuperar más rápidamente sus tasas de ganancia.

Por ello, resulta de particular importancia analizar algunos aspectos relativos a la forma como operan y se dinamizan estos FEIDs.

En el estudio de Fernández que hemos venido siguiendo como eje analítico a lo largo de este artículo, vemos que ella toma como guía metodológica para analizar estos factores o categorías económicas estructurales, la conocida ley del valor, que es el punto de partida metodológico del marxismo clásico para analizar el intercambio desigual.

Dicho en una forma muy breve y sencilla, en la teoría marxista del valor, “el precio de una mercancía está determinado por el mercado: un intercambio entre dos mercancías siempre se hace sobre la base de estos precios equivalentes. Por otra parte, una mercancía es también un valor “objetivo”. Con el fin de determinar este valor objetivo, Marx utilizó como sistema de referencia el número de horas trabajadas por la mano de obra. Ya que “precio” y “valor” tienen diferentes sistemas de referencia, no es necesario que coincidan. Por lo tanto, un intercambio de mercancías podía ser desigual en términos de valor, a pesar de que las mercancías tuviesen precios iguales, con lo cual se da lugar a una transferencia de valor” (M. Blomström y B. Hettne; 1990, p. 107).

Debido a que desde inicios del siglo XX hasta la fecha actual, el sistema capitalista está dominado por el capital monopolista transnacional, la primera tarea del investigador es analizar la forma preponderante en la cual este tipo de capitalismo obtiene los mayores beneficios.

De entrada sabemos que ello lo logran a través del incremento constante de sus niveles de competitividad. En tal sentido, Fernández identifica tres herramientas estratégicas con las que cuentan las economías centrales para alcanzar esa meta; 1) una mayor tasa de acumulación, 2) una elevación más rápida de la productividad, y 3) un desarrollo tecnológico y científico considerablemente mayor que en los países subdesarrollados (Ibid, p. 27).

En tal sentido, una preocupación constante que se manifiesta a lo largo del estudio de la autora citada, consiste en demostrar la inexactitud de la teoría neo-clásica del comercio internacional, en particular, respecto a la productividad, una de las herramientas más importantes que el capitalismo monopólico transnacional emplea constantemente.

La economía neoclásica estipula que los precios deben de moverse de manera inversa a las variaciones de la productividad. Es decir, mientras la trayectoria de la productividad sea ascendente, la de los precios (incluyendo el de los salarios, que en el capitalismo también son mercancía), debería ser descendente, y viceversa.

Pero como bien señala Fernández al respecto;

“…y resulta, a la luz de los intercambios reales, que las mercancías que se producen en el centro capitalista experimentan un encarecimiento relativo, pese al desarrollo más rápido de la productividad en esas áreas, y las mercancías producidas en la periferia experimentan un abaratamiento relativo, a pesar de que en ella la productividad se eleva más lentamente que en los países del centro. Este abaratamiento incluye a la fuerza de trabajo…”

Y concluye su argumento;

“Los bajos salarios son la clave para la elevación de la cuota de ganancia que crece a expensas del aumento de la cuota de plusvalía. Esto es particularmente cierto en la época actual para las mercancías producidas en la periferia por el capital transnacional” (Ibid, p. 59).

Este mecanismo totalmente contrario a lo que debería suceder, según las argumentaciones de la teoría económica neo-clásica, explica en gran parte, las causas subyacentes detrás del fenómeno del deterioro permanente y creciente en los términos de intercambio entre el centro y la periferia, en desmedro, por supuesto, de la segunda.

Pero además de la ampliación de la cuota de plusvalía (absoluta y relativa), por medio del descenso drástico de los salarios, hay otras vías por las cuales las economías del centro logran el aumento de la productividad y por ende, de sus cuotas de ganancia.

La deflactación de los costos de producción, de los procesos de circulación y de distribución de mercancías, bienes y servicios es otro recurso importante utilizado por el capital monopólico transnacional.

A continuación se presentan de manera esquemática algunos de estos mecanismos:

FEID ó

Categoría económica

Mecanismos empleados para su operacionalización en condiciones de ventaja para el capital monopólico transnacional y de primacía del mercado capitalista

Valor y Precios

-Manipulación de la estructura de costos de producción por la vía de;

a) Deslocalización industrial: traslado de una parte de la infraestructura productiva y operativa hacia zonas de la periferia (en forma de subsidiarias o filiales).

b) Utilización de materias primas de bajo costo.

c) Empleo de materias primas e insumos sintéticos.

d) Aprovechamiento de las ventajas de las zonas francas.

e) Aprobación y aplicación de cláusulas ventajosas específicas logradas en acuerdos y tratados comerciales (TLCs etc.).

f) Medidas proteccionistas disfrazadas o abiertas.

g) Establecimiento de cuotas de exportación restrictivas.

h) Subsidios abiertos o encubiertos a sus empresas.

i) Otros.

Elaboración propia con base en argumentos de Fernández (Op cit.).

FEID ó

Categoría económica

Mecanismos empleados para su operacionalización en condiciones de ventaja para el capital monopólico transnacional y de primacía del mercado capitalista

Salarios

a) Desconocimiento de tablas salariales oficiales en la periferia.

b) Desconocimiento de leyes laborales nacionales (derecho a sindicalización, prestaciones laborales básicas, etc.).

c) Flexibilización laboral.

d) Sub-contratación.

e) Intensificación y/o extensión de la jornada laboral.

f) Pago a destajo y otras medidas.

Elaboración propia con base en argumentos de Fernández (Op cit.).

FEID ó

Categoría económica

Mecanismos empleados para su operacionalización en condiciones de ventaja para el capital monopólico transnacional y de primacía del mercado capitalista

Transferencia

De la

Renta

a) Negación o pagos mínimos de la renta absoluta (Diferencial I y II), por el uso de recursos naturales pertenecientes al Estado nacional (o comunidades indígenas), tales como tierras, minerales, bosques, fuentes hídricas etc.

b) Ahorro sustancial de costos de operación por parte de las corporaciones transnacionales con el uso de empresas de transportes y de seguros de su propiedad (Fletes terrestres, compañías navieras etc.). Estas a su vez son utilizadas para extraer recursos adicionales de los exportadores locales, encareciendo los costos de estos y por ende, haciéndolos menos competitivos.

c) Puesta en marcha (en el centro y en los países periféricos donde operan), de procesos productivos con uso intensivo en tecnología, baja participación de fuerza de trabajo no calificada, y elaboración y comercialización de productos con elevado valor agregado.

d) Innovación tecnológica constante.

e) Elevada participación en registro de patentes.

f) Constantes descubrimientos científicos y técnicos.

g) Alta inversión en investigación científica en alianzas con universidades públicas y privadas.

h) Reciclaje cada vez más intenso y extenso de materiales e insumos utilizados en partes y piezas de autos, maquinaria y diverso tipo de aparatos electrónicos.

i) Otros.

Elaboración propia con base en argumentos de Fernández (Op cit.).

Si acordamos que V refleja valor; P los precios; S los salarios; y TR la transferencia de la renta; CP la cuota de plusvalía y CG tasa de ganancia, entonces podríamos representar la competitividad (C), con la siguiente fórmula básica;

C= V+P+S+TR+CP+TG

O de esta otra forma simplificada: TG= C

Por otro lado, además de los hallazgos particulares encontrados por Fernández en su  estudio, descubrió el caso específico de Cuba dentro del CAME en los años sesenta y setenta, tiempo en el cual pudo gozar de cierto tratamiento especial para el establecimiento de precios en algunos de sus productos de intercambio a lo interior del mercado regional socialista.

En ese sentido, encontró que la economía dominante en el CAME acordó junto con la isla la estructuración de una tabla especial de precios deslizantes, en general, orientado a mejorar los precios y condiciones bajo las cuales Cuba vendía su azúcar.

De alguna manera la ex Unión Soviética subsidiaba una parte de esos precios del producto mencionado, pero eso en mi opinión era totalmente válido, dado que la formación de los precios (incluyendo los salarios) no es una variable independiente ni del mercado ni de factores geo-políticos y/o geo-estratégicos.

Lo mismo han venido haciendo la mayoría de gobiernos de economías del centro capitalista (principalmente Europa y EEUU), al subsidiar desde hace mucho tiempo a sus agricultores. Y lo mismo han hecho durante mucho tiempo muchos gobiernos latinoamericanos dando subsidios al azúcar de los empresarios criollos, al punto de que en ciertas épocas el precio de la libra de ese producto en el mercado local está por encima de lo que vale ese mismo producto y en esa misma cantidad en el extranjero.

Esa es una de las razones además, por las cuales se detuvieron en agosto del 2007 las discusiones sobre la llamada “Ronda de Doha”, al interior de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pues los gobiernos de las economías hegemónicas que dominan dicha entidad no ceden en sus inclinaciones políticas de sobre-proteger con subsidios, cuotas, tratamientos especiales, barreras proteccionistas y cuotas límites, a su agricultura, industria y a su gigantesco sector terciario (servicios) (“OMC: la parálisis pude ser creativa”: Humberto Mazzei; Este País; Guatemala, septiembre 2006, pp. 39-40).

No en vano el primer ministro británico acaba de pedir con carácter de urgencia, durante la más reciente reunión ministerial del G-20 en Londres, cita llevada a cabo a inicios de este mes de septiembre como mencioné al inicio, que se reactive de inmediato el alicaído comercio internacional en base a los acuerdos alcanzados al momento de interrumpirse las negociaciones.

En ese sentido, la mayoría de analistas coincide en que fue un error el iniciar con las negociaciones comerciales al interior de Doha en la OMC, cuando habían quedado muchas cosas pendientes de negociar (y sobre todo desequilibrios pendientes de revisar y enmendar a favor de las pequeñas economías periféricas), de anteriores e inconclusas negociaciones de la Ronda de Uruguay al interior del GATT en los 90s (“La resolución de la Ronda de Doha: su significado político y la especialización productiva de América del Sur”; Rafael Padula; Sociedad Global; htt://eumed.net/rev/sg/ol/rp.htm).

Otros analistas sostienen que tal y como quedaron las negociaciones de Doha al interrumpirse hace un par de años, se reafirmaba el esquema tradicional de división internacional del trabajo, donde la periferia es obligada a llevar a cabo el comercio e intercambio en condiciones de desigualdad y desventaja.

Análisis de Macro-magnitudes de dos casos específicos (datos año 2006)

CENTRO

Finlandia

PERIFERIA

México

Extensión territorial: 338,145 Kms.2

Extensión territorial: 1,972,545 Kms.2

Población: 5.2 millones de H.

Población: 107 millones de H.

PIB= 193 billones (miles de millones)

PIB: 768 billones (miles de millones)

PIB Per cápita= 37,150 (US$)

PIB Per cápita: 7,180 (US$)

Índice de Desarrollo Humano (IDH)= 94.7

Puesto No. 9

Índice de Desarrollo Humano (IDH)=82.1

Puesto No. 51

% de la Población incorporada a la PEA=

50.0 (Puesto 24 en Ranking global)

% de la Población incorporada a la PEA=

No aparece en lista de primeros 40 países.

Competitividad (Ranking)= 11

Competitividad (Ranking)= No figura en

Lista de primeros 44 países.

Participación de la Agricultura en el PIB

3.0 %

(US $ 5.3 billones aprox.)

Participación de la Agricultura en el PIB

3.8 %

(US $ 24 billones aprox.)

% de la PEA (Fuerza de trabajo) involucra-

da en la agricultura = 5 %

(125,000 personas aprox.)

% de la PEA (Fuerza de trabajo) involucra-

da en la agricultura = 5 %

(10 millones de personas aprox.)

Puesto en Listado países menos dependien-

tes de Agricultura (% del PIB)=

No figura.

Puesto en Listado países menos dependien-

tes de Agricultura (% del PIB)= 3.8

Puesto No. 32

Costo del empleo = 33.14 (US$) por hora.

(Uno de los más altos a nivel mundial).

Costo del empleo (X)= 1.5 (US$) por hora

(Maquila); el más bajo a nivel mundial.

Rendimiento Exportador- Ranking= 36

(0.66 % del PIB mundial)

Rendimiento Exportador- Ranking= 17

(1.6 % del PIB mundial)

País de destino al cual se dirigen mayores

Exportaciones= Rusia (11.0%)

País de destino al cual se dirigen mayores

Exportaciones = EEUU (85.7 %)

País de destino al cual se dirigen mayores

Importaciones = Alemania (14.9%)

País de destino al cual se dirigen mayores

Importaciones = EEUU (59.5%)

Remesas = No aparece en lista de 44 países

(No es relevante).

Remesas =  Primer Receptor Mundial

(25 mil 38 millones dólares)

Gini= 31.8

Gini= 51.8

Elaboración propia en base a datos del Anuario Estadístico de The Economist (2008); la mayor parte de estas cifras pertenecen al año 2006.

*Los datos relativos a la PEA involucrada en la Agricultura son aproximativos en base a cálculos propios del autor, por lo que tienen carácter estimativo.

**Los datos referentes al costo del empleo por Hora tiene vigencia exclusiva como promedio en el sector de la Maquila mexicana, provienen de la investigadora mexicana de la UNAM Josefina Morales, y dado que tienen 6 años de antigüedad, es posible que hoy hayan cambiado (¡ojala hacia arriba!); Ver; “En maquiladoras de México y China, los salarios más bajos del mundo”; La jornada, 08 sept., 2002.

*** Los datos del Gini constituyen el promedio continental, por lo que es muy posible que en el caso de Finlandia este sea menor, y en el de México mayor. La fuente proviene de Narcís Serra, en; “Apuntes para la agenda de desarrollo en América Latina”; Fundación CIDOB, España, 2006.

Algunas observaciones puntuales:

La razón de comparar algunas de las macro-variables vitales de dos países tan distintos como Finlandia y México, obedece no tanto a la búsqueda de algún tipo de relación dependiente (de hecho, tienen muy poca interrelación), sino más bien, en primer lugar, a resaltar uno de los puntos centrales que a lo largo de este artículo se han venido desarrollando, como es, la crítica a la teoría neoclásica sobre la supuesta relación inversa entre competitividad y bajos precios (incluyendo el de los salarios).

En segundo lugar, decidí comparar a ambos países por ser cada uno de ellos un fiel reflejo y vitrina del resto de países componentes de su respectivo campo (Finlandia para Europa y México como botón de muestra de todos nuestros malestares latinoamericanos).

En los datos arriba presentados queda claramente de manifiesto que en un país perteneciente al centro del capitalismo, con una de las economías más competitivas del mundo, tiene igualmente uno de los costos salariales y PIB Per cápita igualmente más elevados del planeta.

De acuerdo a la teoría neoclásica (incluyendo su variante neo-liberal), México por ser un país de más baja competitividad que Finlandia, tendría que tener precios de sus mercancías (incluyendo la mercancía salario) muy altos, y en realidad ocurre todo lo contrario.

De hecho, a pesar de que México está muy por encima de Finlandia en cuanto rendimiento exportador (ostenta nada menos que el puesto mundial No. 17 mientras que Finlandia está muy lejos en el puesto 36), pese a ese dato impresionante, su PIB Per Cápita es tres veces menor que el de Finlandia, y el costo de sus salarios (al menos en el sector extremo de la maquila) es 36 veces menor que los sueldos promedios finlandeses.

Ello indica, entre otras cosas, que México es un país con un elevado crecimiento económico y baja productividad, es decir, ilustra perfectamente la situación de la mayoría de países latinoamericanos, en el sentido de que muestra como la economía nacional es altamente extrovertida, al extremo de que no se dinamiza y orienta en función de las necesidad de desarrollo interno, endógeno.

Lo dicho líneas arriba se comprueba fácilmente al ver todo esto por el lado del Gini. Como se sabe, ese importante indicador refleja el grado de desigualdad en la distribución de la riqueza que hay en un país. Se interpreta de tal forma que mientras más se acerca a O se está más cerca de la igualdad absoluta, y mientras más se eleva y acerca a 100 refleja la desigualdad absoluta.

Por ello, al ver el Gini de Finlandia no resulta extraño que este se acompañe con un ranking elevado en su Indice de Desarrollo Humano (94.7), muy por encima del de México.

Ello indica, entre otras cosas, que pese a que la economía finlandesa es tres veces más reducida que la mexicana (el PIB global del primero es de 193 billones y el del segundo es de 768), Finlandia invierte mucho dinero en educación, salud y en ingresos salariales, lo cual se ajusta precisamente a lo que indica su Gini.

Volviendo a la productividad, la enorme diferencia de sus niveles entre ambos países queda también manifiesta cuando se observan los rendimientos del sector exportador y la fuerza de trabajo en el involucrada.

Mientras que en México se involucran en la agricultura una fuerza de trabajo en un número aproximado a los 10 millones de personas para producir un total de 24 billones de dólares, en el caso finlandés únicamente 125 mil personas logran producir prácticamente una quinta parte de ese total (5.3 billones), lo que indica las enormes diferencias en la productividad en general y en la productividad agrícola en particular, diferenciación que tiene mucho que ver con el uso intensivo de tecnología e innovación.

Un par de observaciones finales sobre la agricultura y la maquila mexicana. De acuerdo con los datos respectivos, México a pasado a engrosar la lista de los países con menos dependencia agrícola, esto es, en términos de producción para la exportación, y al mismo tiempo, en los últimos años EEUU se ha convertido en un gran productor, que para el caso de los vegetales, ostenta el puesto No. 3 del ranking global (produjo 35,984 millones de toneladas en el 2006), solamente por debajo de China y la India.

Ello indica que a México el tratado de libre comercio (NAFTA) con EEUU lo ha convertido de antiguo productor y exportador de productos agrícolas a productor y exportador de ropa. A deja de ser el granero de EEUU para convertirse ahora en su “ropero”.

Por que hablando de la ropa y textiles, Fabiola Martínez reporta que México ha pasado a convertirse en el principal proveedor hacia Estados Unidos, exportando la astronómica suma de 9 mil millones únicamente en el año 2000 (“En maquiladoras de México y China, los salarios más bajos del mundo”; Jornada, 08 sept. 2009).

Según la misma fuente, las zonas francas de textiles (legales y un montón clandestinas que operan en diversas regiones empobrecidas de México), proveen de todo tipo de piezas y prendas de vestir y con excesivamente bajos costos totales de producción, a corporaciones internacionales tales como Nike, JC Penny, Tomy Hilfigger, Polo, Calvin Klein, Gap y otras (Ibid), con lo cual, se ilustra a la perfección, la forma de operar de una de las principales vías de transferencia del excedente desde la periferia hacia el centro del sistema, por intermediación del capital monopolista transnacional en contubernio con el Estado supuestamente nacional.

Para finalizar, en el siguiente cuadro ilustro de manera esquemática la participación de algunos FEIDs en el esquema global y dicotómico centro-periferia, previo a sacar algunas conclusiones provisionales y así dar por terminado este artículo.

Diferenciaciones y polarizaciones fundamentales

CENTRO

PERIFERIA

Dominio del Mercado Mundial

-Tamaño del PIB Global= 44,688 $ Bns.

-Tamaño del PIB G-7=    40.4 %

-Tamaño Ventas de las 41 Corporaciones

Más grandes del mundo= 5,479.6 billones $

(el doble del PIB de América Latina)

Tamaño del PIB de ALC=  4.5 %

(2,539bns. $)

Producción Agrícola

Elevada Participación en Productos Agrícolas y Pecuarios esenciales (trigo, cereales, carne, vegetales) =

EEUU/Canadá/Francia/Italia/Alemania

Tendencia a bajar su participación

(con excepción de Arroz, Cacao, Azúcar y Café).

Mayor Endeudamiento Externo

Hay varios países centrales.

Mayor Endeudamiento Externo –MEE-

Todos lo integrantes del BRIC están entre los ocho más endeudados de la periferia mundial (juntos en total deben

821.7 billones $).

Hay 10 países latinoamericanos en la lista de las cincuenta naciones con MEE (Brasil, México, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Uruguay y Cuba)

Recepción de Inversión Extranjera

Directa (IED)

-Dominan 9 de los 10 primeros lugares.

No aparece ningún país de esta esfera.

Investigación, Ciencia y Tecnología

-Dominan los 15 primeros lugares en uso y pertenencia de computadoras (por c/100ps).

-Dominan junto a economías emergentes los 30 primeros lugares por nivel de inversión anual en % a su PIB (2004).

Investigación, Ciencia y Tecnología

No aparece ningún país latinoamericano.

Brasil asoma en el puesto 31 con una inversión anual promedio equivalente a un 0.93 de su PIB (2004).

Patentes

-Dominan los 16 primeros lugares.

Patentes

-No aparece ningún país latinoamericano en los 19 primeros lugares.

Fuga de Cerebros

No aparece ningún país central en primeros lugares.

Fuga de Cerebros

Dominan los primeros 15 lugares los países periféricos.

Fuente: Elaboración propia con base a datos de The Economist (Anuario 2008).

Algunas consideraciones finales (a modo de conclusiones globales y provisionales):

En primer lugar, puede apreciarse que la aplicación dinámica de las principales categorías analíticas (FEIDs en este documento), que forman la ley marxista del valor, utilizadas en el contexto específico que se deriva de las condiciones imperantes en el mercado mundial bajo el dominio del capital monopolista internacional (bajo la forma de gran corporación), permite dilucidar las múltiples formas y mecanismos bajos los cuales se lleva a cabo la transferencia de excedente desde la periferia hacia el centro.

En segundo término, se puede comprobar de manera empírica la falacia e inexactitud de la teoría neo-clásica sobre la productividad y la formación tendencial de los precios.

En tercer lugar, el intercambio desigual es una condición sine quanon para que las economías del centro puedan aumentar sus tasas de ganancia y salir de esa manera, de sus crisis cíclicas.

En cuarto lugar, se hace evidente de que ante la ausencia de una teoría sobre el intercambio entre economías asimétricas, resulta de gran importancia analizar a profundidad los viejos y nuevos mecanismos a través de los cuales operan estos factores estructurales del intercambio desigual, con el fin de buscar la reducción de su impacto negativo sobre las economías periféricas.

En quinto lugar, relacionado con lo anterior, es importante continuar estudiando las posibilidades reales de construir mercados paralelos (como el de las tablas de precios deslizantes del caso cubano al interior del CAME), que permitan a los países latinoamericanos estructurar novedosos procesos de integración regional, con miras a lograr un mayor “desenganche” de las economías del centro.

En sexto lugar, se advierte además la profundización del carácter extrovertido de las pequeñas economías latinoamericanas, proceso en el cual se está acelerando la virtual des-agrarización y des-industrialización de región.  Si se pudiera usar el caso mexicano para evaluar lo que está sucediendo en otras zonas de ALC, diríamos que quizás estas economías están en tránsito de concentrarse exclusivamente en el sector de servicios, un área en la cual también el gran capital transnacional ha penetrado bastante, con salarios y con condiciones de flexibilidad laboral cada vez más perniciosos.

Finalmente, pese a que por razones de método el énfasis llevado a cabo en este análisis está dado sobre el ámbito externo de las economías latinoamericanas, eso no significa que debamos minimizar o menos aún, invisibilizar el papel de los factores y estructuras internas. Detrás del intercambio desigual que padecemos hay en la mayoría de países latinoamericanos una triple alianza entre oligarquía criolla, Estados “nacionales” y corporaciones transnacionales, que permite que este tipo desventajoso de intercambio se lleve a cabo. Ese es el aspecto político del comercio exterior que no se debe descuidar.

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Los hombres hacen la historia sobre la base de condiciones reales anteriores, pero son ellos los que la hacen, y no las condiciones anteriores…” (F. Engels).

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e investigador. Escritor. Editor de la Raf-Tulum

Introducción:

Mientras el mundo siga siendo mundo y esté movido por intereses materiales concretos, la conocida premisa de Engels sobre las macro-tendencias seguirá siendo cierta; “En última instancia, son las tendencias económicas las que determinan los procesos históricos…”.

De allí se deriva la enorme importancia para los países latinoamericanos y caribeños, que su gran mayoría aspiran a la independencia real, a través de la integración regional autonómica (IRA), a tomar en consideración los cambios y giros mundiales que ahora mismo se están gestando, habida cuenta de que son esos procesos (junto a sus líderes), los que en gran medida hacen posible la emergencia de estos nuevos cambios globales.

El “problema” no reside entonces (como así lo miran las derechas criollas y algunas izquierdas latinoamericanas despistadas), no tanto en la agitación de las aguas que producen los “Chávez”, “Evos”, “Correas”, “Ortegas”, “los Castro” o últimamente, los “Mel”. El devenir histórico es algo que, hasta cierto punto, existe con ellos, sin ellos o a pesar de ellos.

Resulta por ello, una visión muy simplista pretender dar explicaciones sencillas a problemas complejos, como si los dirigentes pudieran inventarse a sí mismos, y “zarandear” (sacudir) los acontecimientos a capricho y voluntad. Son las condiciones históricas (ellas y solamente ellas), las que permiten la existencia de los liderazgos en cada época o etapa de la humanidad.

Son ellas las que abren o cierran los márgenes de maniobra en los que cada dirigencia debe (o puede) moverse, lo cual tampoco invalida la influencia real que bajo ciertos límites, pueden siempre ejercer las cualidades personales de los hombres en posición de liderazgo y/o de subordinación.

G-B, UE y BRIC: los principales proyectos geopolíticos de alcance mundial.

En cambio, mucho más complicado resulta explicar los giros en las tendencias históricas mundiales, a partir de la continua configuración y reconfiguración de proyectos políticos de gran alcance geográfico e histórico.

En tal sentido, resulta de particular importancia prestarle atención a tres agendas políticas de alcance global, pues aunque no son las únicas, estas tienen y tendrán en los próximos años, un peso y rol decisivo para el futuro de la implementación exitosa (o el fracaso) del proceso de la IRA en América Latina y el Caribe (ALC).

Las tres agendas globales tienen como denominador común su preocupación por llevar a cabo el rescate del capitalismo como sistema económico mundial, o en su defecto, lograr su reconfiguración. Los gobiernos y pueblos progresistas de ALC tenemos entonces la ardua tarea de descifrar, en diversas claves de interpretación, en que medida y momentos tales proyectos nos ayudarán y/o perjudicaran para la implementación de nuestro proceso económico y político autonómico.

La primera de estas agendas políticas globales está constituida por el denominado Grupo Bilderberg (G-B), muy probablemente la red informal con mayor incidencia económica y política a nivel mundial, pues representa a la élite más acaudalada de Occidente. Está conformada por un reducido y exclusivo núcleo de personajes relevantes del mundo de los negocios, las finanzas internacionales y de la política mundial. Funcionan a la sombra de gobiernos, tienen gran incidencia planetaria desde hace varias décadas y no rinden cuentas ante nadie.

Según informaciones periodísticas de algunos reporteros que lograron vencer la extrema secretividad de la reciente reunión del GB (en especial, por parte de valientes periodistas del periódico británico The Guardian), esta agrupación tuvo una importante reunión en Grecia, entre el 14 y el 17 de mayo recién pasado, en la que debatieron los puntos principales de la agenda a desarrollar para enfrentar la actual crisis mundial del capitalismo (“El Plan Bilderberg para 2009”: Global Research; 21 mayo, 2009).

Según reportes del periodista investigativo Daniel Estulin, en la citada reunión del GB se discutió, entre otras cosas, la disyuntiva en torno a una salida larga y dolorosa para superar la actual crisis económica mundial a través de décadas de depresión económica y pobreza extensiva, o el rescate del sistema mundial capitalista (SMC), mediante “una depresión intensa pero más breve, que prepare el camino para un nuevo orden económico mundial sostenible, con menos soberanía pero más eficiencia…” (Art. Cit.).

Entre las principales decisiones que habrían sido puestas a debate estarían las siguientes; preparar la defunción del dólar de EEUU; inyectar más fondos y convertir al FMI en una especie de Departamento Mundial del Tesoro (una Autoridad Monetaria Global); transformar la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un Departamento Mundial de Salud; y expandir a todo el hemisferio occidental el Acuerdo de Libre Comercio del Norte de América (NAFTA por sus siglas en inglés), empleando el esquema de la Unión Europea (Art. Cit.).

Es importante señalar además, que en esta ocasión, a la reunión de Grecia del GB (que no superó en número a 130 selectas personas), fueron invitados por vez primera representantes de una de las redes virtuales y sociales más influyentes en este momento en la Internet, el Facebook, esto, al parecer, en consonancia con preocupaciones por parte del G-B en atender cuestiones relativas con el presente y futuro control de las actividades ciudadanas en la red (Art. Cit.).

Es importante señalar que a tan sólo unos días de haber finalizado esta reunión secreta del G-B, el gobierno de Obama haya anunciado algunas de las medidas que “casualmente” fueron discutidas en esos debates. Para que vean la rapidez con la cual marchan varios de estos asuntos, se citan a continuación algunas de ellas;

La inyección de fondos adicionales al FMI (108 mil millones más, según Interpress Service: DemocracyNow: 02 junio, 2009), y la puesta en circulación por vez primera en la historia de esta entidad, de una especie de bonos sustitutivos al dólar (SDR) (“Yuan, small step; China and the dollar; The Economist; July 9 th. 2009). Sobre los SDR volveremos más adelante.

Adicional y “casualmente”, a inicios de la segunda semana de julio recién pasado, mientras se celebraba la Cumbre del G-8 en L´Aquila, Italia, el papa Benedicto XVI hacía un “vehemente llamado” a las potencias económicas, abogando por la creación de una “autoridad política mundial” para que maneje el control de las finanzas…” (Aporrea.org/11 de julio, 2009), algo que va en consonancia directa con lo decidido en la citada reunión del G-B.

Y lo que vimos casi inmediatamente al finalizar el evento secreto del G-B, el anuncio oficial por parte del gobierno de EEUU, de la creación de un Comando Especial del Pentágono para librar lo que ellos denominan “La guerra Cibernética” (DemocracyNow; 31/05/09).

Falta todavía por verse, si la intención del G-B respecto a convertir la OMS en una especie de “Ministerio Mundial de Salud”, tiene alguna relación con la actual emergencia de la gripe tipo AH1N1 (en torno a la cual la comunidad científica y médica tiene muchas interrogantes), y a su vez, si ambas cosas se relacionan de alguna forma, con la marcada preocupación durante la reunión de Grecia, respecto a la explosión demográfica en el “tercer mundo”, algo que allí se debatió con especial intensidad, y que al parecer, es un asunto que no deja dormir con tranquilidad a los mega-multibillonarios del G-B.

Con respecto a la agenda política de la Unión Europea (UE), la principal agencia que constituye su “materia gris”, como es la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OECD), a transparentando recientemente (aunque de manera no estrictamente oficial), algunos de los lineamientos generales que la UE implementará como parte de sus planes de rescate del capitalismo en el viejo continente (ver: “Strategies for Aligning Stimulus Measures with Long Term Growth”; OECD, may, 2009).

Algunos de estos lineamientos tienen que ver con el impulso de importantes paquetes de estímulo financiero a los distintos gobiernos que conforman la UE, el establecimiento de políticas de fortalecimiento de la capacidad competitiva, medidas concretas de saneamiento fiscal y exenciones fiscales (a las grandes corporaciones ahora en problemas es de suponer), así como medidas de amortiguamiento ante la crisis (doc. Cit).

La OECD habla igualmente de realizar inversiones en infraestructura y en apoyo a la mediana y pequeña empresa. En sus aspectos sociales, resalta su interés en aprobar esquemas de subsidios de expansión a la demanda laboral para grupos sociales vulnerables, seguros temporales contra el desempleo y el afinamiento de las políticas administrativas de la inmigración laboral en el continente europeo (doc. Cit).

En todos estos aspectos y desde la perspectiva que a nosotros (los latinoamericanos) nos interesa, hay varios acertijos que resolver. Por ejemplo, en todos estos paquetes de estímulo y rescate económico de la UE, cuál será el lugar que ocupará la cooperación al desarrollo en el “tercer mundo”. ¿Se cumplirán finalmente los compromisos asumidos hace muchos años por varios de los Estados de la UE en cuanto a los montos mínimos?

Y en cuanto a las citadas políticas de fortalecimiento de la capacidad competitiva, también es un acertijo para nosotros. ¿Significará eso algún cambio sustancial en las tradicionales y agresivas actitudes empresariales de las grandes corporaciones europeas operando en América Latina?

Igualmente, resulta un acertijo el saber si en las intenciones de la UE por regularizar la administración de las políticas laborales inmigratorias dentro de su territorio, hay planes para coordinar junto a los gobiernos latinoamericanos, políticas de respeto a los derechos laborales y sociales de decenas de miles de trabajadores latinoamericanos indocumentados, y cuyos envíos en remesas resultan cruciales para millones de familias en ALC.

¿Cuál va a ser el impacto que tales paquetes y políticas de rescate financiero y soporte social e institucional europeo, tendrán sobre el contenido de los diversos procesos de negociación de acuerdos de asociación económica y comercial con la región andina, Colombia, Centro América y otras zonas de ALC?

El BRIC

Finalmente, tenemos la agenda política del conjunto de países llamados “emergentes”, compuestos por Brasil, Rusia, India y China (BRIC), el cual, evidentemente, está liderado por China, potencia intermedia por ahora, y que en estos momentos está desesperado por deshacerse de las montañas de devaluados dólares que posee, objetivo sobre el cual, al igual que Rusia, ha empezado ya a dar pasos concretos (The Economist; art. Cit).

Del total de las reservas internacionales para el intercambio externo existentes en el mundo, el 65 % son dólares (6.5 trillones). De ese total China posee alrededor de un tercio (2.2 trillones), y de esa cuenta, el Banco Central de China (PBOC) ha empezado ya ha tomar medidas concretas para empezar a convertir el yuan en una moneda de intercambio global (art.Cit).

No es cosa sencilla ni rápida pero esta voluntad ha dejado ya de ser mera retórica, indistintamente del fuerte escepticismo de numerosos analistas con respecto a este asunto. Concretamente, el gobernador del PBOC, Zhou Xiaochuan, ha propuesto dos vías específicas para ello.

La primera propuesta se relaciona con el reemplazo del dólar con los denominados “Derechos Especiales de Giro” (SDR en inglés), haciendo de ellos una “moneda” de reserva global. En esta lógica, el FMI debería de incrementar enormemente la emisión de SDRs, y ampliar la canasta de monedas intercambiables, incluyendo por supuesto, al yuan (Art. Cit.).

La segunda propuesta, tiene que ver con la posibilidad de cambiar grandes cantidades de reservas en dólares por SDRs (emitidos siempre por el FMI), de tal manera que todos aquellos países que tienen reservas en moneda norteamericana, puedan ir cambiándola gradualmente sin exponerla a su colapso súbito (Art. Cit.).

Lo que no queda claro en esta propuesta, es quien se quedará al final con todas las enormes montañas de dólares devaluados. ¿Quién pagará los platos rotos?

Pero lo cierto es que señales de que los miembros del BRIC han empezado a pasar de la retórica a la acción sobran. De hecho, Rusia, Brasil y la India han dado ya su respaldo a estas propuestas concretas de China. Rusia misma hoy en día está dando un fuerte impulso al desarrollo de sus sistemas científico y tecnológico, fortaleciendo la capacidad productiva de sus empresas estatales más importantes, como la Gazprom, por ejemplo (“Lecciones”; J. Blanco; Jornada, 02 junio, 2009).

De igual manera, adicionalmente a la reciente reunión especial que acaban de tener los miembros del BRIC en una localidad histórica y simbólica de Rusia (la misma donde fueron fusilados los miembros de la familia del último zar, al triunfo de la revolución bolchevique), también se acaban de reunir Rusia y China en junio último, junto a otros miembros relevantes de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), y tomaron la decisión de emplear exclusivamente sus propias monedas nacionales como medio de intercambio, para beneficiarse y fortalecerse internamente con la aprobación de sus créditos mutuos (¿“Un mundo tripolar”?: Juan Gelman; Sin Permiso; 21 junio, 2009).

Como dice el prestigiado poeta y escritor argentino; “Rusia no quiere seguir subsidiando el presupuesto de EEUU que, entre otras cosas, alimenta el cerco militar de Eurasia, las guerras en Medio Oriente y un escudo antimisiles a dos pasos de Moscú” (Gelman, Art. Cit).

Demás está decir que India y Brasil también están haciendo lo suyo por irse desenganchando gradualmente del tiránico control del dólar. Tal y como se verá en entregas venideras, este segundo país (Brasil), viene desde hace un tiempo incrementando ostensiblemente su peso económico, político y militar en América Latina, habiendo ya prácticamente desplazado a México de su tradicional rol de “hermano mayor” regional.

Algunas conclusiones provisionales

En primer lugar, se resalta lo más obvio. Se percibe un claro debilitamiento del eje EEUU-Europa-Japón, en su tradicional papel de polo hegemónico del capitalismo mundial.

En segundo lugar, resulta claro que el sistema-mundo capitalista ha entrado de lleno a una fase de transición histórica y estructural, en la cual, se transita desde un capitalismo hegemónico de tipo anglosajón, hacia un capitalismo hegemónico de tipo euro-asiático (más tirando a asiático que a ruso).

En tercer lugar, es evidente que nos encontramos en el principio del final del control tiránico del dólar sobre la economía mundial, monopolio planetario del cual había gozado EEUU por un lapso de alrededor de doscientos años.

En cuarto lugar, se resalta el final de una etapa de dominio unipolar del mundo (que comenzó con el colapso de la URSS en 1989), y en consecuencia, la apertura de una nueva fase, esta vez, de tipo multipolar, en la cual se integran “nuevas piezas” al ajedrez de la geopolítica mundial, en particular, los países del BRIC. De este grupo se ha dicho, y no sin razón, que será el bloque que dominará la economía mundial en los próximos cincuenta años.

En quinto lugar, se constata la creciente configuración de China como el líder natural dentro del BRIC, en independencia de los temporales traspiés que este país está sufriendo actualmente (relativa recuperación ligada a la especulación con los paquetes estatales de ayuda) (ver: “China, una burbuja disfrazada de recuperación”; A. Nadal; Alainet; 05 julio, 2009).

En sexto lugar, para los pequeños países periféricos de ALC (PPP-ALC), entre quienes se puede mencionar, Centroamérica, El Caribe, Colombia, Región Andina, Venezuela, Argentina (¿dónde metemos a México y a Chile?), la integración regional autonómica ya no es una simple opción, sino en realidad, su única opción.

Es en este esquema realista en el que hay que apreciar y valorar al ALBA y al MERCOSUR. No son meros caprichos de “líderes napoleónicos” como los enemigos de la soberanía de América Latina han querido hacer ver a los despistados. Solitos, cada uno por su lado, librados a su suerte, los PPP-ALC no tienen ninguna posibilidad de salir adelante en este escenario de re-alineamiento de la economía mundial capitalista.

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador, Escritor, Editor de la RAF-Tulum.

(La cuestión del Estado, Consideraciones políticas esenciales)


“…A estas alturas, es erróneo asumir que por definición los pueblos indígenas estamos en contra del Estado, pero sí estamos en contra de continuar al margen de los procesos políticos y administrativos que busquen la redefinición de los tres poderes del Estado.

…. Reconocemos que nuestra fortaleza y continuidad colectiva se ha basado en no haber tirado a la basura los principios ancestrales de nuestras abuelas, de los ancianos y de los principales de nuestras comunidades…

Kina`oj n` Nabèy Tag Amaq`

(Posicionamiento de los Pueblos Indígenas ante la situación nacional)

Comunicado de Prensa: Guatemala, 14 de junio, 2009.

Debido al enorme impacto y profundidad de la actual crisis económica mundial, la importancia cardinal del Estado ha retornado de nuevo al centro de la atención internacional.

Y en particular, relativo al proceso de integración regional autonómica (IRA), la centralidad del Estado en cualquier esquema exitoso de implementación también está fuera de toda discusión. Lo discutible ahora es bajo qué luces discursivas debe ahora replantearse el análisis y el debate conceptualmente estructurado sobre esta tarea histórica de pendiente implementación en América Latina y el Caribe.

En este breve texto (parte III de la serie), propongo cuatro ejes básicos para profundizar y reactualizar esa discusión: primero, discutir acerca del carácter ontológico de los Estados Latinoamericanos; segundo, elevar el nivel heurístico de su marco de análisis interpretativo; tercero, reconocer los desafíos concretos y prioridades de la integración regional autonómica (IRA), y cuarto, debatir respecto al tipo de Estado que requiere la exitosa implementación de la IRA en América Latina y el Caribe.

El carácter ontológico de los Estados latinoamericanos

Para comenzar, conviene señalar la importancia de reactualizar la interpretación sobre la génesis real de los Estados latinoamericanos. Consensuar al menos tres “hipótesis supremas” respecto a su origen común (por muy amplia y general que éstas sean), ahorra desgaste analítico y ayuda a sortear ciertas trampas interpretativas derivadas de la innegable heterogeneidad de las sociedades latinoamericanas.

Si nos apoyamos en una óptica wallernsteniana, podemos construir una primera premisa: esta nos permite explicar la existencia de los Estados latinoamericanos como parte del proceso histórico derivado de la expansión del sistema-mundo capitalista (SMC) en ésta zona del mundo, es decir, en nuestro sub-continente.

La segunda “hipótesis suprema” sería una derivación lógica de la anterior: indistintamente de sus características socio-histórico particulares, los Estados latinoamericanos son el producto de la alianza de casi dos siglos entre las élites del gran capital transnacional y las oligarquías criollas, herederas estas últimas del control hegemónico local, tanto en las etapas colonial como neo-colonial.

La tercera premisa se relaciona con la marcada naturaleza dependiente del Estado latinoamericano (en lo financiero, político, económico, tecnológico y cultural), cualidad negativa que se deriva del hecho histórico de ser un producto concreto del subdesarrollo, es decir, de la subordinación periférica de largo plazo a centros hegemónicos muy concretos.

A diferencia de lo sucedido en las sociedades del Norte, cuyos Estados son el producto de naciones que ciertamente pasaron por la etapa del atraso, pero estas nunca atravesaron por la condición del sub-desarrollo.

La diferencia fundamental entre atraso y sub-desarrollo no podría ser más abismal. Lo primero denota una fase apenas transitoria de insipiencia en el desenvolvimiento de las fuerzas productivas, mientras lo segundo (subdesarrollo), denota una tara congénita relativa a la falta de mecanismos endógenos que garantizan la acumulación y reproducción de capital basado en el despliegue de las propias fuerzas productivas. Deficiencia estructural que a su vez, perpetúa la condición dependiente.

La importancia de discutir sobre estas premisas fundamentales acerca del origen de los Estados latinoamericanos, radica en que ello nos permite dilucidar en pleno siglo XXI, cuánto sigue pesando la influencia de estos factores histórico-estructurales en las dinámicas de los Estados-Nación latinoamericanos (quien dude de la importancia de eso, que voltee su mirada hacia ese nuevo colonialismo que en estos tiempos se está reeditando en Perú y otros sitios de ALC).

El Marco de análisis interpretativo.

Si intentáramos elevar el proceso de la integración regional autonómica al rango de paradigma (el nivel en el cual durante mucho tiempo se colocó en ALC a los procesos de desarrollo, de dependencia y de sub-desarrollo), podríamos entonces perfectamente apertrecharlo con sus respectivos axiomas, teoremas, teorías y conceptos, de la misma forma como cotidianamente se construyen los “pisos” en la formalización de cualquier “edificio teórico-científico”, en cualesquiera rama de la ciencia.

En este sentido, una rápida relectura de Henrique Cardoso y Enzo Faletto, quienes a fines de los años sesenta presentaron una interesante metodología para el análisis del fenómeno de la dependencia y el desarrollo en Latinoamérica (“Dependencia y desarrollo en América Latina; F.H. Cardoso y E. Faletto; Editorial Siglo XXI, México, 1971), permite descubrir un interesante enfoque metodológico por ellos usado en dicho texto, y aunque hoy en día una buena parte del contenido del ensayo esté ya rezagado, sus principales líneas de análisis y enfoque siguen siendo del todo válidas, en particular, por la audacia que presentan los ambiciosos objetivos interpretativos que utilizaron en dicho ejercicio analítico.

Una de las principales conclusiones a las que llegaron sus autores en el citado ensayo, fue que indistintamente de las vicisitudes y fracasos de la experiencia latinoamericana, en sus intentos por formar economías industriales desde la periferia del sistema-mundo capitalista (SMC), era importante reflexionar acerca de la pertinencia o no de sustituir el planteamiento de la dependencia por el de la interdependencia (algo que hoy en día se menciona para el caso de la IRA.

En dicho texto (que en realidad es la expresión sintetizada de una serie de debates interdisciplinarios realizado por los autores con mucha gente), Cardoso y Faletto analizaron la especificidad de la situación estructural de las naciones latinoamericanas conjuntamente con su situación política, y demostraron como los intereses de poder y las alianzas para garantizar la hegemonía de grupos y facciones de clase, internos y externos, han de ser considerados para explicar situaciones de dominación, pues como ambos analistas sostienen en su libro, éstas no son un simple resultado ineludible del grado de diferenciación alcanzado por el sistema económico.

Para llegar a ésta como a otras interesantes conclusiones que siguen estando vigentes hoy en día y, que perfectamente son de igual aplicabilidad para la IRA, Cardoso y Faletto se auxiliaron de un enfoque metodológico compuesto por dos líneas básicas de interpretación; la primera, consistió en considerar los problemas del desarrollo económico a partir de la perspectiva de interpretación que insiste en la naturaleza política de los procesos de transformación económica.

Para lograr lo anterior, los autores explican las múltiples relaciones existentes entre los procesos económicos, las condiciones estructurales y la situación histórica, partiendo de la base de que para llegar a comprender la naturaleza verdadera de las transformaciones económicas, se requiere dilucidar las diversas situaciones históricas en las cuales éstas se desarrollan y contextualizan (op cit, p. 161).

La segunda línea básica de interpretación consistió en explicar la compleja y dinámica relación que se establece entre Estado, clase y producción, ello a nivel nacional como internacional, basados en el supuesto de que estas relaciones se hacen posibles mediante una red de intereses y de coacciones que ligan a unos Estados con otros, a unos grupos sociales con otros y a unas clases con otras (op cit, p. 162)

En suma, la virtud notoria que se aprecia en este enfoque metodológico (indistintamente del momento histórico en el que lo aplicaron), es el rol de centralidad que le proporcionan al Estado (y no sólo a los del mercado), visto éste como categoría analítica, que subsume no sólo la dimensión política que subyace detrás de los procesos de transformación económica, sino además, embrida igualmente otras dimensiones analíticas esenciales como las relaciones entre Estados, clases y entre factores endógenos y exógenos de la producción.

En consecuencia, es oportuno señalar que al realizar un análisis serio sobre el proceso de integración regional, dejando de lado la cuestión de la naturaleza y el carácter de clase que comporta el Estado (cualquier Estado latinoamericano), no sólo refleja una notoria deficiencia interpretativa y metodológica, sino además, refleja un gravísimo error de tipo político.

Por lo demás, según mi parecer, la relectura de la metodología empleada por Cardoso y Faletto en el texto citado, permite no sólo identificar la conexión sistémica existente entre los distintos factores que conforman la ecuación del subdesarrollo y la dependencia latinoamericana, sino, además, proponen una audaz forma de realizar la interpretación de esa conexión sistémica.

El uso de esa misma propuesta metodológica podría igualmente ser explorado para el caso de la compleja ecuación formada por la integración regional autonómica.

Breve inventario de los desafíos y prioridades de la IRA a inicios del siglo XXI.

Hoy en día nadie discute el hecho de que en ALC el proceso de integración regional autonómico requiere de un Estado con ciertas adaptaciones o transformaciones, sino es que de un tipo especial de Estado.

Pero ante la necesidad de dar respuesta a la respectiva pregunta: ¿Qué tipo de Estado se requiere para la efectiva implementación de la IRA?, primero se debe establecer con claridad cuáles son los principales desafíos y prioridades de tal proceso integrador.

Toussaint, quien considera que América Latina debería aprovechar la actual crisis económica mundial para impulsar una integración favorable a los pueblos, y para desligarse parcialmente del sistema capitalista (“Latinoamérica: en pro de una integración regional y una desvinculación parcial del mercado capitalista mundial”; E. Toussaint; Alainet, 10/10/08), ha hecho recientemente una especie de inventario de ello.

Me permito extraer del mismo algunos de los aspectos más relevantes, los cuales cito ahora aquí sin ningún orden especial;

-Unificar en un solo proceso los diversos proyectos de integración (Alba, Unasur, Mercosur, Comunidad Andina de Naciones), bajo la éjida de la justicia social.

-Replicar en otras naciones (y con sus propias características) el ejemplo de las Asambleas Constituyentes de Venezuela (1999), Bolivia (2007) y Ecuador (2007-2008).

-Dotar de una dimensión política a la IRA, construyendo un Parlamento Latinoamericano (evitando los errores de la Comisión Europea frente al Parlamento de la euro-zona).

-Retiro del Banco Mundial, el FMI y la OMC.

-Avanzar hacia una moneda común latinoamericana.

-Establecer (o restablecer) un control estricto de los movimientos de capitales y del cambio, a fin de evitar la fuga de capitales y los ataques especulativos contra las monedas de la región.

-Seguir el ejemplo de Bolivia y retirarse del Centro Internacional de Resolución de Diferendos en materia de Inversiones (CIADI), que al estar dominado por el BM, en los litigios entre los Estados latinoamericanos y las grandes empresas siempre favorecen a las segundas.

-Los Estados latinoamericanos deben ajustarse a la doctrina Calvo, y negarse a renunciar a su jurisdicción en casos de litigio con otro Estado o con empresas privadas.

-Evitar que el Estado sea llevado a nacionalizar las pérdidas de los bancos.

-Seguir el ejemplo de Ecuador, que estableció una comisión de auditoría integral de la deuda pública externa e interna, a fin de determinar la parte ilegítima, ilícita o ilegal de la misma (evitar casos como los de la deuda pública interna de países como Brasil, Colombia, Argentina, Nicaragua y Guatemala, cuyos montos son absurda y desproporcionadamente desmesurados, de tal forma que desvía hacia el capital financiero parasitario una parte considerable del presupuesto del Estado).

El tipo de Estado que se necesita en la integración regional autonómica (IRA) en América Latina y el Caribe.

Finalmente, pero de absoluta primerísima importancia, resulta vital observar el hecho innegable de que la exitosa implementación de la IRA en nuestra región, requiere entre otras cosas, el replanteo bajo nuevas luces de un conjunto de aspectos esenciales en torno al Estado, que según el criterio de Miliband, son concomitantes a su esencia (“El Estado en la sociedad capitalista”: R. Miliband, Siglo XXI Editores, México, 1976).

Entre ellos tenemos los siguientes;

Su naturaleza (el Estado no es una “cosa”, tampoco es el gobierno, ni lo son las instituciones que lo conforman, ni siquiera es el régimen político por si mismo…conviene pues, analizarlo como estructura y como proceso); su carácter de clase (Miliband enfatiza la necesidad de dilucidar las relaciones -y el tipo de las mismas- que se producen entre las èlites del Estado y las èlites económicas, entre otras cosas, para comprender cómo se produce lo que él denomina la “colonización administrativa” de los estratos superiores del Estado).

La tecnocratizaciòn (el autor cita a Karl Mannheim, quien señalaba que “la tendencia fundamental de todo pensamiento burocrático es la de trocar los problemas políticos en problemas de administración…un peligro real también existente para el caso del proceso de la IRA); otro factor lo constituye el rol de las unidades del gobierno sub-central (las municipalidades o gobiernos locales obviamente juegan un papel clave en el proceso latinoamericano de la IRA); el rol de los aparatos administrativos de la violencia (el ejército, las fuerzas paramilitares de seguridad y policiales, todo ello requiere y consume presupuestos, adelantan o frenan procesos políticos, económicos, etc.).

Por último, y quizá uno de los aspectos más cruciales, se refiere a las recientes experiencias de reformas constitucionales emprendidas por Venezuela, Bolivia y Ecuador. Resulta m evidente la importancia de incorporar este otro factor a la ecuación de la IRA.

A raíz de tales procesos de reforma constitucional, surge la discusión acerca de su justificación histórica, el sujeto social (o fuerzas motrices) de las mismas, los mecanismos y procedimientos políticos de su diseño, preparación, consulta, aprobación e implementación, el carácter sistémico de tales cambios etc.

En suma, el proceso de integración regional autonómica es una ecuación con múltiples y complejos factores. Los arriba citados (y los enfoques interpretativos propuestos), son apenas algunos de los cuales resulta imprescindible tomar en consideración.

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(El rol y desafíos de los sectores populares)

Por Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador. Escritor. Editor de la RAF-Tulum.

En el fondo de todas las diferentes crisis que enfrentamos yace una enorme crisis moral, una gran crisis de valores y principios éticos. En una u otra forma o medida, todos hemos traicionado los valores emanados de nuestras respectivas tradiciones religiosas o ético filosóficas. Nos hemos traicionado a nosotros mismos al caer en la tentación capitalista, y al asumir sus valores anti-vida, de odio y egoísmo, nos hemos convertido en los peores depredadores, enemigos de nuestra Madre Tierra, nos hemos deshumanizado al olvidar nuestra vocación de mayordomos”.

Intervención de Miguel D’Escoto Brockmann, Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas a la Reunión Ministerial del Movimiento de Países No Alineados. La Habana 29 de abril 2009

Introducción:

Con justificada razón se ha dicho que lo importante es transformar la realidad, más que interpretarla. Sin embargo, para ello se requiere de forma ineludible, conocer y reconocer a fondo la naturaleza, esencia, mecanismos, lógicas de funcionamiento, alcances, limitaciones y tendencias generales de los fenómenos o aspectos sobre los que se pretende incidir.

Y nada de lo anterior se logra sin el auxilio del análisis abstracto sobre la realidad concreta. Dado que no existen respuestas sencillas (e inmediatas) a problemas complejos (y de larga duración), el simple y rutinario “análisis concreto de la realidad concreta” no sirve de mucho en ciertos casos, pues la exclusiva observancia de dos o tres “arbolitos” (por muy exhaustivo que sea su estudio), no permite ver la densa e intrincada realidad interna del inmenso bosque.

Por ello es que, en relación a la incorporación efectiva de los sectores populares al proceso de integración regional autonómico, soberano, latinoamericano y latinoamericanista, soy de la opinión que deben atenderse previamente al menos cuatro condicionantes básicas, las cuales serían las siguientes: la condicionante macro-histórica; la socio-política; la medioambiental; y la ideológica-moral.

El acometimiento y resolución de estas cuatro condicionantes no es un asunto meramente teórico o académico. Abarca mucho más, hasta penetrar los ámbitos de la concepción y práctica política cotidiana, colectiva e individual.

Esbozar brevemente algunos rasgos sobresalientes de éstas condicionantes, referidas en particular, al proceso de inserción efectiva de los sectores populares al proyecto histórico de la integración regional latinoamericana, es el principal objetivo del presente artículo.

Primera condicionante: el proceso macro-histórico.

Como se sabe, los grandes sistemas económicos y políticos son ríos que se desenvuelven en una corriente más amplia, compuesta por el devenir histórico, el cual, a su vez, discurre a través de largos períodos o etapas más o menos diferenciadas y diferenciables.

El primer desafío que impone el proceso macro-histórico, es encontrar el lugar exacto de los acontecimientos particulares dentro de su devenir general. Resulta crucial encontrar su período o fase exacta, pues si se parte del principio del carácter cíclico de los procesos históricos (ciclos que siempre retornan a su punto de partida pero con tendencia espiral, es decir, con cierto grado de variación), aceptaremos entonces que los grandes sistemas económicos y políticos también están sujetos a ciertos ritmos homologables a la gestación, crecimiento, expansión, maduración y fenecimiento.

Si la anterior premisa fuese un craso error (o un simple “reduccionismo biologista”), habría que aceptar el desplazamiento lineal del devenir histórico (algo propio de la visión cartesiana y positivista ahora en crisis), y resultaría entonces sumamente difícil explicar las razones del por qué en Rusia y China (por ejemplo), el socialismo fue una experiencia anterior al capitalismo industrial avanzado, o en otra ilustración más reciente, no habría forma de explicar el paso regresivo (cronológicamente hablando), desde el liberalismo monetario a ultranza (en su versión neoliberal del siglo XXI), hacia el neo-keynesianismo propio de mediados del siglo XX, impulsado ahora por el presidente Obama y otros mandatarios de la euro-zona.

Dicho lo anterior, cabe argumentar que si el sistema-mundo capitalista representa todo un ciclo macro-histórico, que cronológicamente iría desde fines del siglo XV hasta inicios del XXI, y acordamos que su trayectoria cíclica marca actualmente un indudable tránsito por una aguda fase de transición sistémica, reconoceríamos entonces que la naturaleza de la presente crisis general del capitalismo tiene un doble carácter; es histórica y a la vez estructural.

Lo histórico devendría por el hecho de que gran parte de su crisis se explica por el insoluble fallo esencial que este sistema arrastra desde su génesis cual si fuera pecado original, es decir, la irresoluble contradicción entre la naturaleza social de sus relaciones de producción y el carácter privado de la apropiación de los frutos (rentas o ganancias) de tales relaciones económicas.

Y la naturaleza estructural de la actual crisis del sistema-mundo capitalista (SMC), devendría por la reiteración crónica y periódica de una de sus fallas cardinales, como lo es, la recurrencia inevitable de sus crisis de sobre-producción o sobre-cumulación (1,666, 1,789, 1,840, 1878, 1929-30, 1973, 1981, 1997, 2001), factor causal que se haya detrás de la presente y previas situaciones de estancamiento.

Si recordamos, una típica crisis de sobre-producción representa “la tendencia del capitalismo a generar, en el contexto de una aguda competición inter-capitalista, una tremenda capacidad productiva, la cual rebasa holgadamente la capacidad de consumo de la población debido a las desigualdades de ingreso que limitan el poder adquisitivo popular. Lo que trae consigo una erosión de la rentabilidad y conduce a una espiral económica bajista” (“La crisis capitalista y la respuesta política de la izquierda”: Walden Bello: Sin Permiso, marzo, 2009).

Según el autor citado, para tener una cabal comprensión del presente colapso mundial del capitalismo, se debe partir de la llamada “Edad de Oro” del capitalismo (1945-1973), período de gran crecimiento económico, gracias al repunte provocado por la reconstrucción de Europa y del Este asiático luego de la II Guerra Mundial, a las oleadas de creación, difusión y aplicación de tecnologías de punta orientadas hacia nuevos y antiguos procesos productivos, y a la incorporación de Brasil, China, Taiwán, Corea del Sur y otras regiones periféricas del mundo a la gran competición dentro de los mercados mundiales (W. Bello, art. C.).

Según esta línea de interpretación, todo este rápido crecimiento de nueva capacidad productiva incrementó la presión competitiva global, pero simultáneamente incrementó las desigualdades y limitaciones de consumo para enormes regiones del mundo, erosionando la rentabilidad global del capitalismo, y sumiéndolo en un estancamiento económico del cual el SCM no se ha podido recuperar desde entonces.

El autor citado observa el hecho de que el crecimiento promedio global en los 60s fue de 3.5 %; en los 70s de 2.4 %; en los 80s de 1.4 %; y en los 90s de 1.1 % (W. Bello, art. C.). Esto en varios aspectos está vinculado a cierta tendencia decreciente en el rendimiento de las tasas de ganancia dentro del sistema capitalista.

Cabe aquí entonces preguntarse, por una parte, acerca de las limitaciones y condiciones concretas que tal estancamiento económico del SMC conllevan e imponen, tanto para el proceso de integración regional latinoamericano en general, como para la incorporación de los sectores económicos populares en particular.

Por otra parte, una segunda interrogante al respecto, se relaciona con las posibilidades reales de “desenganche”, que el proceso de integración regional pueda ofrecer a las naciones y pueblos latinoamericanos, y en particular, frente al problema del estancamiento crónico, crisis y colapso del SMC, de tal forma que éstos puedan buscar y crear nuevos circuitos de comercio e intercambio intra y extra regional.

En esto no existe aún consenso previo y en el nivel de acceso a los mercados financieros y de préstamos también se producen ciertas contradicciones. Por ejemplo, hay interés al interior de varias naciones que conforman el Alba, por crear y operacionalizar una nueva moneda común alterna al dólar y al euro, pero al mismo tiempo, algunas de éstas mismas naciones buscan como “amarrarse” a nuevos créditos con los tradicionales y criticados entes de préstamos internacionales (FMI y BID entre otros).

Esta situación ambigua y un tanto esquizoide, también afecta a su modo a numerosas expresiones organizadas del llamado “campo popular”. Por un lado, sueñan con alternativas y nuevas relaciones productivas y políticas no-capitalistas, y por otro, buscan “aferrarse” al sistema inter-estatal (fundamentalmente pro-capitalista), por la vía de la demanda de atención a sus reivindicaciones sociales.

En lo personal no tengo la respuesta a esta situación, pero dejo aquí planteada la contradicción, para que podamos entre todos debatir al respecto.

Segunda condicionante: la realidad socio-política.

Uno de los aspectos relevantes de la realidad socio-política latinoamericana es la profunda fragmentación interna de sus sociedades.

La hiper-estratificación se impone casi hasta lo infinito, en una multiplicidad de ámbitos y niveles que van desde lo económico hasta lo étnico y cultural.

Ello se acentúa aún más con la elevada heterogeneidad estructural de las economías latinoamericanas, que genera fenómenos sociales y económicos altamente complejos y polarizantes, tales como las enormes desigualdades entre lo urbano y lo rural, el desacople interno y asimétrico de los subsistemas económicos a nivel nacional y subnacional (así como entre las economías locales-populares y las transnacionales), la inexistencia o insuficiencia de mecanismos propios de generación de procesos de acumulación y reproducción de capital, la enorme dependencia externa en el ámbito tecnológico y financiero, y la excesiva apertura, desprotección y debilidad de sus economías, etc.

Siempre en relación a la incorporación y articulación efectiva de los sectores populares al proceso de integración regional latinoamericano, el desafío específico de ésta segunda condicionante se expresa en la siguiente interrogante: ¿es posible el desarrollo endógeno de la pequeña y mediana economía popular, al margen de los absorbentes mecanismos de la gran empresa oligárquica nacional y transnacional?

Y si la respuesta a la anterior pregunta fuese positiva, habría que derivar un segundo cuestionamiento: ¿cuáles serían las formas y mecanismos de eslabonamiento de las economías populares locales dentro del contexto de una integración regional continental y autonómica? ¿Podría, por ejemplo, un pequeño agricultor de hortalizas de Chimaltenango (Guatemala), vincularse comercial y provechosamente con un consumidor de la región del Putumayo?

Tercera condicionante: la emergencia medioambiental.

En general, tal y como ya es ampliamente conocido, dentro del curso de desarrollo de cinco siglos de explotación continua de los recursos naturales, en especial, bajo la lógica depredadora del sistema-mundo capitalista, los principales mecanismos de protección y regeneración de la biósfera y atmósfera del globo terrestre han sido colocados a nivel de tensión extrema.

Ello ha colocado al SMC al borde de otra limitación objetiva y adicional a sus fallas histórico-estructurales arriba citadas. En tal sentido, la incorporación y articulación de las pequeñas y medianas economías populares al proceso latinoamericano de integración regional, debe de resolver la forma a partir de la cual se pueda evitar cargar más estrés sobre el medio ambiente y sus recursos naturales, los cuales ahora están en peligro de agotamiento irreversible.

Cuarta condicionante: la alienación ideológica y la degradación moral.

Tal y como se sabe (y se experimenta a diario en todos los rincones de América Latina y naciones del Caribe), este macro-ciclo histórico compuesto por cinco siglos de dominación colonial y neo-colonial encabezado por el SMC, ha significado un período de profunda alienación ideológica y cultural, del cual no se ha escapado prácticamente ningún estrato social de nuestra región.

En relación a los sectores populares, millones de hombres y mujeres latinoamericanos se encuentran atrapados en la alienación ideológica (expresada básicamente en la identificación y defensa de intereses completamente ajenos - y a veces diametralmente opuestos- a los de sus raíces sociales y/o culturales), y por otra parte, vastas porciones de seres humanos participan también de manera activa en extensos y profundos procesos de descomposición social y moral (ver por ejemplo:“La crisis nuestra de cada día”: Raúl Zibechi: La Jornada: 08 Mayo, 2009).

De tal manera que, en América Latina como en otras regiones del mundo, los fenómenos de la corrupción y la descomposición general abarcan no sólo a las élites económicas y políticas (nuevas y tradicionales), sino también, a muchos segmentos poblacionales pertenecientes a la base piramidal de tales sociedades (hoy en día, se sabe de muchos lugares de Latinoamérica donde comunidades campesinas hacen alianzas con carteles de la droga).

En tal sentido, el desafío específico de ésta cuarta condicionante es el siguiente: la incorporación real y efectiva de amplios sectores populares al proceso latinoamericano y autonómico de integración regional (pequeño y mediano campesinado, artesanos, obreros fabriles y rurales, micros y pequeños comerciantes del sector informal, cuenta-propistas, trabajadores asalariados, estudiantes pobres, pobladores marginales etc.), requiere ineludiblemente de un enorme salto cualitativo en los niveles de conciencia social y política de estos millones de ciudadanos, lo que conlleva no otra cosa (y desafío) de crear un nuevo sujeto social, desde la perspectiva gramsciana de la llamada “reforma moral”.

“Para Gramsci o Pasolini, es la nueva cultura forjada por los individuos de abajo, en continuidad con las culturas anteriores, no las culturas manipuladas por los medios de comunicación y la industria de bienes de consumo, la que crea sujeto nuevo…” (“Las formas de vida como praxis política”: Joaquín Miras (Sin Permiso; mayo 2009).

El articulista citado continúa profundizando en el mismo orden de ideas de la siguiente manera:

“Esas ideas de alternativa, desarraigadas de las bases culturales que las elaboran y dan sentido, son imaginaciones de individuo inmaduro. Thompson, George Rudé, al estudiar en sus obras de la historia de las luchas de clase en el siglo XVIII, se refieren a la “multitud”. Hablan de “autonomía moral”, pero nada que ver con el “autonomismo” de nuestros días. Estos términos que proceden del pasado y se usaban para referirse a los “de abajo” y a sus culturas, hablan de comunidad solidaria, de valores compartidos, de respeto entre iguales, de no robar, de cumplir. Esta es la cultura que se denomina de la “multitud” en el siglo XVIII. Nada que ver con el individualismo ciego de la multitud autonomista, metropolitana, el egoísmo, el cínico desprecio de los principios morales como “trampa” para débiles mentales tendida por los poderosos y como hipocresía de los poderosos. Todo ello está en otro horizonte: el nietzscheanismo…” (J. Miras: art. Cit.).

Las condicionantes y el papel de las hipótesis predictivas.

Desde una perspectiva autonómica, soberana e independiente, concebir, edificar y desarrollar con éxito las bases del proceso de integración regional latinoamericano, es una tarea histórica de enorme importancia y complejidad, que rebasa las posibilidades y capacidades de equipos tecnocráticos y burocráticos especializados.

En tal sentido, se requiere indiscutiblemente del diseño de “hojas de ruta” para poder construir los distintos escenarios posibles a enfrentar, y ello difícilmente se puede realizar sin el auxilio de hipótesis predictivas, lo cual le otorga sentido al ejercicio previo realizado con relación a las cuatro condicionantes básicas que ya hemos citado en el presente artículo.

Porque sencillamente la resolución de éstas condicionantes ayudan, entre otras cosas, a la clarificación de las probables tendencias generales previsibles para el sistema mundial capitalista en el futuro inmediato y mediato.

Hipótesis predictiva A:

Como estrategia de sobrevivencia y recuperación, el capitalismo se orientará hacia un nuevo pacto (“neokeynesiano verde” o ambientalista), con “armonización” entre el trabajo y el capital, algo que ha sido acuñado por W. Bello como “Socialdemocracia Global” -SDG- (W. Bello: art. Cit).

Bello argumenta que al centro hegemónico del SMC le han fallado sus tres más importantes estrategias de escape a la grave y prolongada crisis de sobreproducción (la reestructuración neoliberal, la globalización y la financiarización o “securitización”).

Ante ello, sostiene que está ya en marcha una respuesta de oxigenación o refundación del capitalismo global, proyecto que según su opinión, está actualmente siendo impulsado por gente como Gordon Brown, George Soros, Jeffrey Sachs, Kofi Annan, David Held, Joseph Stiglitz y Bill Gates, entre otras figuras prominentes (W. Bello: art. Cit.).

Este “capitalismo de consenso” (especie de “tercera Vía” conceptualmente ampliada), sostendría, según el mismo autor, una actitud más “amable” hacia la clase trabajadora y hacia el medioambiente, siempre dentro de un contexto de economía de mercado relativamente regulado y cierto énfasis en el accionar del Estado como redistribuidor de la riqueza y reductor de las desigualdades sociales (W. Bello: art. Cit.).

La principal crítica de Bello respecto a la SDG, es la pervivencia de su visión sobre la globalización de los mercados como eje central de los mecanismos de producción, distribución y consumo, aduciendo que la argumentación sobre una hipotética mayor regulación eficaz de tal proceso (junto a una supuesta mayor “integración social global”), no neutraliza el carácter destructor y desvertebrador (social y ecológicamente hablando), de la globalización capitalista (W. Bello: art. Cit.).

Por ello, es importante decir y advertir, que si la SDG como virtual nuevo proyecto global entrara efectivamente en marcha, los principales actores y fuerzas motrices de la integración regional latinoamericana, tendrán que dilucidar hasta dónde pueden apoyarse o no en las relativas virtudes que emanen de su puesta en práctica en América Latina.

En esta misma línea predictiva como tendencia general del sistema-mundo capitalista en el corto y mediano plazo, se encuentra también E. Hobsbawm (“Si el socialismo fracasó y el capitalismo está ahora en bancarrota: ¿qué viene después?”), y ciertos analistas de The Economist (“Birth Pains: A new economic system is coming into existence”: May 14 th, 2009).

Ellos prevén la emergencia de un híbrido sistémico, mitad economía de mercado combinado con políticas públicas keynesianas, ambas normadas por un Estado que retorna a sus viejas funciones reguladoras y redistributivas.

Hipótesis predictiva B:

La profundización de la crisis del sistema-mundo capitalista es de tal magnitud, que éste sistema únicamente puede ser sostenido en base a la instauración de la represión policial-militar y del fascismo global (“Globafascistización: un concepto nuevo para un problema viejo”: S. Barrios: Alainet); (“El riesgo creciente de un apartheid mundial”: S. Ferrari), y también, el mismo W. Bello (art. Cit.). Dichos autores prevén tal posibilidad, en caso fracase el proyecto de la SDG y el vacío sea llenado por la derecha extrema populista, que subyace solapada y amenazante en varias partes del mundo.

Hipótesis predictiva C:

El proyecto de la SDG logra parcialmente oxigenar y reconfigurar el atribulado sistema mundial capitalista, esto en al menos ciertas zonas y regiones del mundo, mientras el fascismo se extiende a otras áreas donde la SDG no pudo implantarse ni triunfar.

Respecto a esta tercera posibilidad, aún no he encontrado ningún analista que sostenga ésta hipotética combinación de A y B, pero pienso que quizá podría ser un eventual escenario “mixto” en el cual desemboque la actual crisis del SMC.

Conclusión

Dentro del esquema de impulso efectivo al proyecto autonómico de integración regional latinoamericano, tanto los sectores populares progresistas y los gobiernos de igual cuño, necesitan ineludiblemente explorar las posibles tendencias generales por las que habrá de discurrir el sistema-mundo capitalista a partir de su presente crisis histórica y estructural.

Para ello, convendría atender las condicionantes aquí citadas en el sentido ya explicitado, en orden de poder crear los posibles escenarios a enfrentar en el corto y mediano plazo, empleando para ello un conjunto de hipótesis predictivas (algunas de ellas disyuntivas o excluyentes entre sí), para estar en condiciones de poder construir las respectivas “hojas de ruta”, que faciliten los caminos para la instauración exitosa de la compleja integración financiera-monetaria, económica, política, social y cultural de la gran patria latinoamericana y caribeña.

En todo caso, urge que los equipos tecnocráticos y burocráticos de la integración regional latinoamericana, cedan espacios de discusión y propuesta, para que las instancias más representativas de los sectores sociales puedan dar sus aportes, en especial, como fuerzas motrices y sujetos sociales de nuestro gran proyecto histórico.

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