Sepelio de los cadetes caídos el 2 de agosto de 1954

Por Úrsula Pop

El 27 de junio de 1954 por la noche, el presidente democráticamente electo Jacobo Árbenz Guzmán se dirigió a la población guatemalteca a través de la radio gubernamental anunciando su renuncia. Árbenz asumió la presidencia en marzo de 1951 con un programa nacionalista que pretendía librar al país del control que ejercían las compañías estadounidenses sobre los principales ejes de la economía, construyendo obras que compitieran con las mismas; el plan se completaba con el impulso de una reforma agraria que expropiaría las tierras incultas con una indemnización, para entregarlas al campesinado pobre. El propósito general del programa era modernizar Guatemala, impulsando el desarrollo capitalista mediante el impulso de la industria vía la creación de un mercado nacional.

El decreto de la reforma agraria fue aprobado en junio de 1952, y de inmediato generó animadversión entre la oligarquía, pero en especial en la compañía bananera estadounidense United Fruit Company (Ufco), cuyas tierras iban a ser en parte afectadas por la reforma. Los dirigentes de la Ufco, que contaban con gran influencia en el gobierno de D. Eisenhower, organizaron la caída del gobierno de Árbenz en coordinación con la CIA y el embajador de los Estados Unidos en Guatemala John Peurifoy. El 18 de junio de 1954 un pequeño ejército de mercenarios y exiliados bajo el mando del coronel Carlos Castillo Armas, respaldado por el gobierno hondureño, entraron en territorio guatemalteco. Pero la parte principal del ataque estuvo a cargo de aviones conducidos por pilotos estadounidenses, con bases en Honduras y Nicaragua, que arrojaban volantes, panfletos y posteriormente bombas y metralla en diferentes partes del país, sembrando el caos y terror; aunado las incursiones aéreas, la CIA organizó una campaña de desinformación que agigantó la invasión del ejército mercenario (Ejército de la Liberación), que en realidad permaneció cómodamente cerca de la frontera con Honduras.

El ejército guatemalteco prácticamente no combatió la invasión y sus principales comandantes se plegaron, por las buenas o por las malas, a las presiones de Peurifoy y la CIA. Luego de un periodo de negociaciones, Castillo Armas ingresó a Guatemala el 3 de julio por vía aérea procedente de San Salvador en compañía del embajador gringo, como héroe y nuevo jefe de gobierno.

Descontento en el ejército guatemalteco

Después del arribo de Castillo Armas, 1,500 hombres del ejército liberacionista se instalaron en el edificio en construcción del Hospital Roosevelt. La presencia de los mercenarios, que se pavoneaban por la capital alardeando de su triunfo sobre el ejército nacional, provocó rechazo en las filas del ejército guatemalteco, que se sentía humillado y deseaba expulsar a los liberacionistas. Este sentimiento era compartido por los cadetes de la Escuela Politécnica, adolescentes de 15 o 17 años.

Se dieron tres incidentes que en especial afectaron los ánimos de los cadetes. El primero fue que el día de la llegada de Castillo Armas al Aeropuerto La Aurora, los cadetes de la Politécnica tuvieron que rendirle honores, obligados por sus superiores, que recién habían tomado el mando de la Escuela y eran partidarios del nuevo jefe de gobierno. La Compañía de cadetes formó una doble fila para que el personaje pasara en medio, rindiéndole honores. Primero bajó el embajador Peurifoy, y luego varios jóvenes liberacionistas que en actitud belicosa apuntaron sus metralletas en todas direcciones en forma amenazante. Cuando Castillo Armas bajó del avión una avalancha de sus seguidores rompió la formación de cadetes, separando al abanderado del resto de la compañía. Bajo la orden de su comandante los jóvenes lograron recomponer la formación y recuperar al abanderado y la bandera. Este hecho fue sentido como un bochorno y una humillación, sobre todo porque fueron obligados a rendir honores a quien días antes era calificado por el ejército como traidor.

El segundo incidente fue que el director de la Escuela Politécnica, coronel Jorge Medina Coronado, decidió dar un castigo ejemplar a los cadetes por haber recibido una ofensa en el acto público del Aeropuerto, y los obligó a regresar corriendo del aeródromo a la sede de la Escuela; no contento con eso, los hizo que continuaran corriendo en el interior de las instalaciones hasta medianoche, con el fusil y uniformados de gala. Los jóvenes cumplieron el castigo y varios cayeron desmayados.

El tercer incidente se dio el 31 de julio en un prostíbulo donde coincidieron miembros del ejército de liberación de origen salvadoreño u hondureño, y cadetes que estaban de franco. Hay varias versiones del hecho, pero los mercenarios pretendieron sacar a los cadetes de local, los desarmaron, se dio una riña y los cadetes fueron obligados bajo amenazas a “realizar actos de insoportable vergüenza” (Juan Fernando Cifuentes, Los Cadetes del 2 de Agosto). Al regresar a la Politécnica el director ordenó el arresto de los cadetes por haberse dejado vencer.

El ataque contra el ejército liberacionista

El deseo de expulsar a los invasores estaba presente en todos los niveles del Ejército Nacional. El 1 de agosto un grupo de oficiales de la Base Militar La Aurora estaban preparando un levantamiento militar contra el gobierno impuesto por los Estados Unidos. Entre ellos estaba el mayor Manuel Francisco Sosa Ávila. Los oficiales se oponían a la entrega del poder a Castillo Armas. Se les hizo a un lado mientras se condecoraba al ejército liberacionista. Sentían que el ejército guatemalteco había sido humillado y que se reconocía la existencia de otro ejército que triunfó sobre ellos. Castillo Armas pretendía unir los dos ejércitos, pero se celebraba la victoria ¿de quién? Del Ejército de Liberación que había vencido al ejército nacional de Guatemala. La insolencia y la falsedad de estos actos enardecían a parte de la oficialidad del ejército.

Pero los estudiantes de la Politécnica se adelantaron a los oficiales. En la madrugada del 2 de agosto fueron encendidas las luces de la Escuela y sonó la consigna de atacar a los liberacionistas acantonados en el Hospital Roosevelt. Ya algunos compañeros habían recorrido la zona del hospital y se empezó a planificar el ataque, dándose cuenta de que los mercenarios eran unos 1,500 y los cadetes un poco más de 100. Lo primero que hicieron fue despertar al director, mayor Medina y ponerlo bajo arresto, haciéndole saber la intención de atacar a los liberacionistas. Lo mismo se hizo con el subdirector, coronel Chinchilla.

Al llegar al hospital los cadetes tomaron sus posiciones, a campo abierto, y empezaron a disparar cuando aún era de madrugada. A medida que el sol iluminaba, los jóvenes quedaban expuestos en el pasto, mientras que los liberacionistas estaban atrincherados en el edificio de concreto. Pronto los jóvenes empezaron a necesitar apoyo. En el cielo apareció un avión P-47 piloteado por el mercenario tejano Jerry DeLarm, quien disparó hiriendo a varios. Cuando DeLarm regresó a la base militar La Aurora para abastecerse de gasolina, fue apresado por oficiales del ejército. Los futuros presidentes Kjell Leugerud y Romeo Lucas decidieron apoyar a los jóvenes cadetes, supliéndoles de armas, municiones y morteros.

La tregua que puso fin a la batalla

Entre las dos y las cinco de la tarde fue acordada una tregua. Los cadetes eligieron al arzobispo Mariano Rossel y Arellano como mediador entre ambos bandos, y entregaron una carta de peticiones a Castillo Armas. Pedían la destitución del mayor Mérida como director de la Escuela Politécnica, que no se tomaran represalias contra los estudiantes y que el ejército liberacionista fuera expulsado del país. Castillo Armas aceptó las condiciones pero no las respetó, traicionando el acuerdo.

Los liberacionistas se rindieron a las 17:30 horas. Salieron del hospital y entregaron sus armas. Los cadetes escoltaron a los mercenarios hasta la estación del ferrocarril, ovacionados por la población, y enviaron a los prisioneros por tren a Zacapa. Los cadetes fallecidos en la batalla fueron Jorge Luis Araneda Castillo, Luis Antonio Bosh Castro, Carlos Hurtarte y Lázaro Anselmo Yucute Taquez.

La traición de Castillo Armas

A pesar de la victoria de los cadetes, Castillo Armas siguió al frente del gobierno, y una semana después traicionó los términos del acuerdo. El cura Rossel esquivó su responsabilidad de testigo de honor y los estudiantes fueron arrestados acusados de sedición, delito que según el Código Penal Militar amerita la pena de muerte. Pero como la mayoría era menor de edad, no procedía el juicio. Algunos fueron puestos en libertad cuatro meses después, otros luego de un año. Los cadetes que no se sumaron al levantamiento fueron premiados con becas para estudiar en el extranjero. Muchos de los rebeldes fueron condenados al ostracismo y nunca pudieron regresar al ejército, salvo en puestos de poca importancia.

Conclusión

 
 

La rebelión de los cadetes es reivindicada por una gran diversidad de sectores, incluyendo la ultraderechista Asociación de Veteranos Militares de Guatemala. El 26 de diciembre de 1997, durante el gobierno neoliberal de Álvaro Arzú, el Congreso de la República emitió el decreto 134-97, designando el día 2 de agosto Día de la Dignidad Nacional en honor a la acción de los cadetes. La izquierda reformista también se identifica con el alzamiento de los cadetes.

La motivación de los cadetes, al igual que la de oficiales inconformes, fue más el orgullo y dignidad heridos al sentirse humillados por un ejército de mercenarios que hacía alarde de haberlos vencido, sin que hubieran acciones militares reales de por medio. No fue una reivindicación del gobierno democrático revolucionario de Árbenz ni de sus conquistas, no pretendieron derrocar a Castillo Armas y continuar con el proceso iniciado en 1944. Algunos de estos oficiales y cadetes, como Kjell Laugerud, Romeo Lucas y su hermano Benedicto Lucas, Manuel Sosa o Jaime Hernández, dirigieron o hicieron parte de gobiernos represivos de derecha.

Sin duda en algunos de los cadetes evolucionó la conciencia política. Tal fue el caso de los cadetes Alejandro de León y Francisco Franco Armendáriz, quienes fueron líderes del Movimiento 13 de Noviembre, y cayeron en combate como guerrilleros durante la primera etapa del enfrentamiento armado interno. Lo que deja ver este episodio histórico es la saña, el espíritu de traición y deslealtad del gobierno que impuso Estados Unidos tras el derrocamiento de Jacobo Árbenz, características necesarias para llevar a cabo la agenda contrarrevolucionaria que tenían en mente.

General José Santos Zelaya

Por Maximiliano Cavalera

Para entender la revolución liberal de 1893 es necesario regresar a la década del 50 del siglo XIX, cuando las fuerzas liberales de León llevan a Nicaragua a los filibusteros norteamericanos al mando de William Walker. Esta decisión les costó a los liberales el alejamiento del poder por 30 años (1858-1893), fueron los conservadores los que gobernaron en ese periodo. Los 30 años conservadores se terminan cuando el Presidente Erasmo Carazo muere de causas naturales y por sorteo salió electo el conservador nacido en Chinandega, Roberto Sacasa Sarria.

Éste toma posesión del cargo, pero al finalizar su período decide reelegirse atizando el debate nacional sobre la reelección. Bajo la República conservadora no hubo reelección, salvo en un solo caso: el general Tomás Martínez. Este debate no duraría mucho, ya que los conservadores granadinos se alzan en armas con la colaboración de los liberales. El resultado fue que el 11 de junio renuncia Roberto Sacasa y es nombrado presidente interino Salvador Machado, partidario del conservadurismo, solo que nato de la ciudad de León.

Cambios económicos bajo la República Conservadora

Muchos cambios económicos habían ocurrido bajo la llamada República Conservadora. El café se había convertido en el principal producto de exportación en Centroamérica, y por supuesto en Nicaragua también. Ya se había producido el recambio de los gobiernos conservadores y la puesta en marcha de lo que se ha denominado la revolución liberal, pero que en realidad fue la reforma liberal de los Estados en Centroamérica.

Por ello, la revolución liberal de 1893 en Nicaragua no fue propiamente una revolución social, sino una revolución política en la que la burguesía cafetalera, que se había desarrollado bajo la República Conservadora, termina de instaurarse en el poder. En esta burguesía cafetalera había conservadores y liberales, pero adquirieron mucho peso los caficultores de Managua, que estaban representados por José Santos Zelaya, un oficial que peleó junto a Justo Rufino Barrios

El acuerdo entre estas fracciones de la burguesía era la modernización capitalista del Estado, y la instauración de una burguesía nacionalista ligada al café que intenta mantener la influencia política y económica en Centroamérica en beneficio de sus propios intereses materiales.

Los liberales copan todo el poder

En esta revuelta libero-conservadora participa el general José Santos Zelaya. El 11 de julio de 1893 los liberales capturan en la ciudad de León al recién nombrado presidente Salvador Machado y su ministro Fernando Sánchez; este sería el hito que marcaría el inicio de la revolución liberal. Los conservadores partidarios de Sacasa no esperarían mucho, comienzan a preparar la defensa de Managua y nombran a Joaquín Zavala como encargado del poder ejecutivo.

Mientras el gobierno conservador mantenía la defensa de Mateare, las fuerzas liberales atacan esta posición sin gran éxito. Sin embargo, esas tropas del Gobierno se movieron de Mateare a la Cuesta del Plomo (Managua), donde instalaron su defensa, pero el 11 de julio fueron derrotadas por los liberales, permitiéndole a las fuerzas liberales la toma de Managua. A pesar de que los conservadores tienen más tropas en la ciudad de Granada, estaban divididos y deciden firmar la paz con las tropas liberales en la ciudad de Masaya el 30 de julio de 1893.

Se instaura una Asamblea Nacional Constituyente y el gobierno queda en manos de una junta liberal presidida por el mismo Zelaya e integrada por los generales Anastasio Ortiz, Pedro Balladares y Francisco Baca. Esta asamblea elige a Zelaya como presidente de república y crea una constitución que en Nicaragua es conocida como la Libérrima, esta constitución: “supuso un salto cualitativo con relación a la conservadora de 1858. Los conceptos democráticos, republicanos, liberales, entonces en boga, quedaron sellados en sus artículos. Era una constitución moderna, con proyección de futuro y sin reminiscencias estamentales. Los liberales, conocedores de las nuevas ideas, se sentían orgullosos del logro obtenido. Por el reconocimiento a las libertades y garantías del Hombre y del Ciudadano, se la llamó "La Libérrima” o “la muy libre” (Antonio Esgueva, lo que dice la nota Knox)

Esta Constitución entró en vigencia el 4 de julio de 1894, retomó todos los postulados de los gobiernos liberales del primero periodo posterior a la independencia de 1821, especialmente de la Constitución de 1838, pero ampliándolos aún más. Lamentablemente sus derechos y garantías no durarían mucho. El 25 de abril el general José Santos Zelaya decreta el Estado de Sitio, producto de la ocupación inglesa del puerto de Corinto, en la costa del Pacífico. Desde entonces, el Estado de Sitio seria casi permanente. Zelaya utilizó las medidas de excepción para sostenerse en el poder, al mismo tiempo que estas medidas favorecían a la burguesía cafetalera que lo apoyaba, aún en detrimento de la burguesía liberal de León. El Estado de sitio se levantó el 8 de febrero de 1896, pero el 24 de ese mismo mes fue restablecido. En 1896 Zelaya realizó una reforma constitucional que mandó al basurero a la Libérrima, instaurando un fuerte régimen presidencialista. En el año 1905, hubo otra reforma constitucional que le dio amplísimos poderes al presidente. Zelaya solamente legalizó lo que ha había conquistado en los hechos. Zelaya gobernó bajo un régimen presidencialista muy fuerte, que sus enemigos conservadores llamaban “dictadura”.

La nueva burguesía

La revolución liberal instaura en el poder a una burguesía ligada al café, especialmente del sector de Managua, en detrimento de leoneses y granadinos. Para poder desarrollar esta burguesía, Zelaya se da a la tarea de crear ciertas reformas que tendrían una gran influencia en el Estado. Mejora la red ferroviaria para optimizar el transporte de materias primas y la exportación del café, lleva electricidad a las principales ciudades, trabaja en el mejoramiento de las redes viales como caminos, carreteras, puentes y puertos; asimismo, crea incentivos que favorecen la creación de una burguesía textil, separa la Iglesia Católica del Estado, crea un ejército profesional adaptado a la época. Todas estas medidas tenían un solo fin: aumentar las exportaciones de café.

Pero el proyecto económico más importante de la burguesía vinculada a Zelaya es la construcción del canal interoceánico, que llevaría a Nicaragua un mayor desarrollo económico; por ende, Zelaya nunca renunció a tener control sobre el proyecto, osadía que pagaría muy cara.

Las rebeliones internas

Poco tiempo después de tomar el poder, Zelaya se alzaría sobre iguales y sobre enemigos. Su gobierno significó la persecución sistemática de las fuerzas conservadoras y liberales que le eran adversas. Para mantenerse en el poder logró construir uno de los mejores ejércitos en la historia de Nicaragua; éste fue educado por militares alemanes y caudillos liberales que huían de toda Latinoamérica. Este ejército fue tan importante para Zelaya que no solo logró sofocar cualquier insurrección interna, sino que le permitió ahogar económicamente a sus enemigos políticos: “El régimen liberal siguió golpeando la economía de las élites conservadoras: agentes del gobierno se hicieron con los hatos ganaderos de varias familias granadinas de los Cuadra, Chamorro, Argüello, Lacayo, del general Montiel y otros, y las vendieron en la plaza pública de Juigalpa. Saquearon almacenes y farmacias de los opositores en Granada y Managua. Obligaron a pagar multas y más multas y otro empréstito de 300.000.00 pesos” (Ídem). Zelaya no solo sofocó a las élites conservadoras, sino a los demócratas liberales que miraban en sus reelecciones una dictadura que había que combatir, entre ellos el liberal José Madriz, que fue derrotado en una insurrección que promovió entre los liberales de occidente.

Influencias y problemas internacionales

Desde su llegada al poder, Zelaya apoyó a fracciones liberales por toda Centroamérica. De hecho, antes de ser electo presidente apoyó una insurrección liberal en Choluteca Honduras, deponiendo al presidente cachureco Domingo Vásquez e instaurando el gobierno liberal de Policarpo Bonilla. Esa sería la primera incursión entre muchas, pero el proyecto político más ambicioso de Zelaya sería el de fundar la Republica Mayor de Centroamérica (1896-1898), proyecto que fundó con los gobiernos de El Salvador, Honduras y Nicaragua, cuya capital era Managua. Este proyecto de reconstrucción de la unidad de Centroamérica no duraría mucho: al caer el gobierno liberal en El Salvador caería la Patria Mayor. El gran problema del general Zelaya consiste en que siempre avanzó en estos proyectos impulsando su caudillismo, siempre se apoyó en su ejército para lograr sus cometidos personales, y no en la movilización de las masas obreras y campesinas de la época. En cierta medida, Zelaya era una réplica del general Justo Rufino Barrios, en los métodos utilizados para impulsar la unidad de Centroamérica

El sueño del canal

Pero el gran proyecto de Zelaya fue el canal interoceánico. Éste llevaría al país y su burguesía al desarrollo. Por ende no cedió a los intereses del imperialismo norteamericano. Aun cuando el proyecto norteamericano del canal ya estaba concretizándose en Panamá, el imperialismo norteamericano intentó cerrar la posibilidad de que el canal interoceánico fuera construido por el imperialismo alemán y japonés. Esta decisión de Zelaya, en víspera de la primera guerra mundial, fue su sentencia de muerte

El imperialismo norteamericano fue contundente. Armó y financió una insurrección conservadora y liberal para enviar la tristemente célebre nota Knox, en la que exige la salida de Zelaya de Nicaragua. A partir de entonces Nicaragua sufrió la intervención del imperialismo norteamericano hasta que el general Augusto Calderón Sandino vuelve a defender la soberanía nacional con las armas en la mano.


Por Juan Castel

El Perdón

…No vengo a tu sepulcro a escarnecerte,

no llega mi palabra vengadora

ni a la viuda, ni al huérfano que llora,

ni a los fríos despojos de la muerte.

Ya no puedes herir ni defenderte,

ya tu saña pasó, pasó tu hora;

solamente la historia tiene ahora

derecho a condenarte o absolverte.

Yo que de tu implacable tiranía

una víctima fui, yo que en mi encono

quisiera maldecirte todavía,

no olvido que un instante en tu abandono

quisiste engrandecer la Patria mía.

Y en nombre de esa Patria te perdono.

(Ismael Cerna 03/07/1856 – 08/04/1901; “Nueve poemas”).

De un tono menos lírico al del poeta chiquimulteco Ismael Cerna es el desarrollo histórico de un movimiento avasallador como lo fue la revuelta de los generales disidentes, la posterior fundación y encuadre del ejército rebelde, y su ulterior victoria sobre las tropas gubernamentales del entonces presidente conservador Vicente Cerna Sandoval. En la voz viva de Ismael –“el sobrino del presidente que era poeta y un intelectual adelantado a su época” – se podría describir a la “Reforma Liberal de 1871” como un cataclismo de los que suelen sumergir la historia en luces y sombras, en las fronteras difícilmente delineadas del antes y el después. Eso es sin duda el asalto al poder de mano de los liberales, padres de una patria que aún no ha dejado de sufrirlos.

El Insecto y el Fruto: Antecedentes de la rebeldía burguesa

La revuelta inaugurada por los generales disidentes Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios correspondía a la evolución armada de una lucha inter-burguesa entre los grandes terratenientes conservadores y la nueva burguesía agraria. La oligarquía conservadora hacia mediados de la década 1850 se había fracturado internamente debido al quiebre comercial en el mercado internacional de la grana de cochinilla (Dactylopius coccus) y del Añil, utilizados hasta ese momento para teñir la ropa de reyes, aristócratas, de alto y bajo clero de color rojo y del nombrado por Newton “Indigo”, respectivamente –más comúnmente: Azul–. Este insecto parasitario y los frutos de donde se extraía el Añil y su producción se deprimirán bajo el descubrimiento de los tintes artificiales demandados por los grandes telares de la revolución industrial europea, marcando el crecimiento de la demanda y la oferta ofrecida ya no solo a reyes y clero, sino a toda la generalidad de las damas de la burguesía europea, que en París y en Berlín podían costearse un nuevo vestido azul.

La casta naciente a la cual pertenecía Justo Rufino Barrios –hombre de su tiempo– era un complejo entramado de poseedores de tierras en los altiplanos guatemaltecos, medianos y grandes productores de café, producto cuyo valor era explosivo para la época y se encontraba bajo una buena tasa en el mercado internacional. “Las exportaciones de café, en pesos, variaron entre 1859 y 1871, de representar el 0.3% de las exportaciones totales a representar el 50% de las mismas. En cambio, las exportaciones de cochinilla lo hicieron en el mismo periodo, de un 80% a un 33%”. Cfr. Ralph Lee Woodward, Privilegio y clase y desarrollo económico, Guatemala, 1793-1871; Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), San José de Costa Rica, 1981, pp. 87-89. Es esta burguesía agraria es amedrentada por los impuestos que el Estado los obliga a pagar para poder hacer uso de los puertos que llevan al exterior una mercancía que no se encuentra bajo el monopolio gubernamental.

Al frente del gobierno se encontraba el conservador, mariscal Vicente Cerna, continuador de las dictaduras conservadoras inauguradas por el “dictador vitalicio y caudillo militar” Rafael Carrera,quien fuera el más fiero opositor y representante del movimiento conservador centroamericano, que junto con las oligarquías-fragmentarias centroamericanas acabara por fusilar al presidente liberal del “Pacto Federal: conformado por Guatemala, Comayagua (actualmente Honduras), El Salvador, Nicaragua y Costa Rica” el liberal Francisco Morazán y de arrojar al gobernador del estado federal guatemalteco el también liberal Mariano Gálvez. Con la derrota de Gálvez se inauguró una época de represión y persecución a los sediciosos liberales y su expulsión del país por haber osado en despojar a Carrera del poder en Guatemala después de derrotarlo un 14 de abril de 1838 y su posterior encarcelamiento a las serranías de Mita. Durante la restauración del régimen conservador se ilegalizó al Partido Liberal, se persiguió toda señal de desorden y la Asamblea Nacional fue perdiendo poder.

La idea y el Arma

Cargados de la revolución francesa y de los idearios de la ilustración, los apologistas liberales empezaron a promover la organización en tertulias “de españoles y criollos liberales” de ahí surgiría el primer periódico de tono liberal: “El Editor Constitucional” dirigido por el Dr. Pedro Molina. El Editor estaba asistido por un grupo de colegas que solía reunirse en la casa del sacerdote José María Castilla y que incluía a José Francisco Barrundia, Domingo Diéguez, Marcial Zebadúa, Vicente García Granados y Manuel Montúfar. Este bando formó el primer partido político de Guatemala conocido con el nombre de Cacos (Ladrones). Este suceso no cambiaría el itinerario de la revuelta, pero vendría forjar a uno de los caudillos, el posterior dirigente y exiliado Miguel García Granados, el señorito.

Los liberales, al encontrar vedado cualquier camino pacífico al poder, se forjaron en la intelectualidad oposicionista. Se empezó a leer al filósofo francés Augusto Comte y al inglés Herbert Spencer, y al padre de la moral positivista-liberal John Stuart Mill. Armados ideológicamente se prepararon, tal cual Robespierre, a enfrentar el discurso del régimen conservador, basado en la enseñanza de la escolástica-religiosa como escuela moral y científica de un mundo varado en su punto más alto, en una cultura falta de movimiento y que ya ha alcanzado su mayor expresión de civilización. Al encuadre “civilizatorio” conservador los liberales le opusieron la modernidad, propia de los países que habían sido sacudidos por la ilustración y su posterior modernización industrial y material.

De la Revolución a la Reforma

Las últimas acciones tomadas en vida por Serapio Cruz fueron los levantamientos que tuvieron lugar contra el gobierno de Vicente Cerna, heredero del régimen de Carrera. El primero de ellos, en febrero de 1867 y el segundo en los primeros meses de 1869 y que finalizaría con su muerte en enero de 1870, a manos de un antiguo rival y compañero de armas, Antonino Solares. En la campaña militar final, fue de suma importancia su asociación con Justo Rufino Barrios, ya para entonces un destacado partidario liberal, en acciones conjuntas como la quema de la cabecera de Huehuetenango. La muerte de Cruz en Palencia significaría la convergencia de sectores liberales de la Ciudad de Guatemala con sus contrapartes en los Altos, de la cual surgiría la base de apoyo de Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios.

Granados se encontraba en México desterrado por el régimen conservador, donde hizo uso de sus habilidades de diplomático para conseguir el equipamiento militar para la campaña contra las fuerzas gubernamentales. “El lote de armamento constaba de 200 fusiles Remington, 15 Winchester, 1 obús, el parque indispensable para esas armas, espadas, uniformes, etc.” (Los Fusiles de Octubre, La Campaña de 1871, pág. 114). En Septiembre de 1870Granados se entrevistó con Barrios, quien se encontraba en la zona de San Cristóbal las Casas, después de varios intentos infructuosos de penetrar el territorio nacional. La estrategia militar desarrollada por Barrios era simple; el 28 de marzo de 1871, una fuerza de ejército irregular integrada por 14 oficiales y 14 soldados se internó en el territorio guatemalteco, por el departamento de San Marcos. La campaña consistía en iniciar un enfrentamiento y contar con amplio movimiento de una inicial fuerza militar que se basaba en un poder de fuego 20 veces mayor al del régimen. Aprovechando las victorias y la sorpresa dadas por el movimiento, harían uso de la propaganda y la creciente simpatía de la población para integrar bajo el mando del núcleo de oficiales un rápido crecimiento de las tropas.

A Justo Rufino Barrios le tomó poco más de tres meses derrotar moralmente al ejército gubernamental de Cerna; encontrándose y entablando batalla en cinco ocasiones y derrotándolos en todas gracias al superior poder de fuego –aun después de encontrarse casi siempre en desventaja numérica– y descomponiendo las filas del enemigo con lo que hoy se llama lucha psicológica. El 23 se entabló una batalla en las cercanías de Coxó, cercano a Totonicapán, donde ambas fuerzas quedaron debilitadas, pero Barrios había logrado reordenar las suyas y emprender la persecución de las fuerzas gubernamentales al mando de Cerna; este último, esperando que el ejército rebelde se encontrara en desorden, se detuvo en Antigua Guatemala y emprendió la retirada a la capital el día 29 de junio. Sabidos de ello, los dos ejércitos liberales, el diezmado de Barrios y el de refuerzo de Gregorio Solares emprendieron la persecución… El ejército de Cerna fue sorprendido camino a la ciudad en el paso de Santa Lucia Milpas Altas, donde sería destruido completamente y Cerna moriría en combate. Al siguiente día las tropas rebeldes entrarían triunfalmente a la ciudad de Guatemala imponiendo el régimen liberal y a Miguel García Granados como primer presidente de la reforma.

 Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía, rodeado de sus hijos, altos oficiales de la G.N.

Por Melchor Benavente

La historia de la dictadura somocista (1937-1979) es también la historia de la Guardia Nacional (GN). Como un personaje ignoto llego a controlar de manera férrea el poder político en Nicaragua, por un largo periodo, obedeció a causas muy particulares, las cuales vale la pena repasar.

La creación de la Guardia Nacional

El derrocamiento del gobierno nacionalista del general José Santos Zelaya en 1909, dio paso a la posterior intervención militar norteamericana, que se mantuvo casi de manera interrumpida hasta el año 1933.

La guerra constitucionalista iniciada en 1926, terminó el 4 de Mayo de 1927 con el pacto del Espino Negro, con la única oposición del general Augusto C. Sandino. En esa reunión se acordaron las bases para la creación de la Guardia Nacional.

Posteriormente, el “Convenio sobre la Guardia Nacional de Nicaragua”, fue negociado por Carlos Cuadra Pasos, ministro de relaciones exteriores del gobierno conservador, y Mr. Dana G. Munro, embajador norteamericano en Managua, y finalmente firmado el día 22 de Diciembre de 1927. Ese mismo día el presidente Adolfo Díaz, lo refrendó y lo envió de urgencia al Congreso, el cual lo aprobó mediante el Decreto del día 21 de Febrero de 1929, siendo publicado en La Gaceta del jueves 4 de abril de ese mismo año.

Esta fue la partida de nacimiento de la Guardia Nacional, producto directo de la intervención norteamericana. El Convenio contemplaba que “la Guardia Nacional da Nicaragua se considerará como la única fuerza militar y de Policía de la Republica, y la que dispondrá el Comandante General para garantizar la paz interior y seguridad de los derechos individuales

En la parte final, dicho Convenio contemplaba que el gobierno de Estados Unidos “se compromete a destacar oficiales y hombres alistados de la marina y cuerpo de marina de los Estados Unidos para que cooperen con el Gobierno de Nicaragua en la organización y ejercicio de una Constabularia (…) Los oficiales (norteamericanos) no serán juzgados por los tribunales civiles y consejos de guerra nicaragüenses, sino que estarán sujetos a juicio por consejo de guerra bajo las leyes orgánicas de la marina de los Estados Unidos”.

El primer nicaragüense Jefe-Director de la Guardia Nacional fue Anastasio Somoza García, un personaje sin trayectoria militar, sin conexiones con la oligarquía libero-conservadora. Somoza García es ampliamente conocido por ser el principal organizador del asesinato del general Augusto C. Sandino, el 21 de febrero de 1934.

 

Crisis y descontento popular

El poder de Somoza García y de la Guardia Nacional creció enormemente después del asesinato de Sandino y del aplastamiento militar de las guerrillas campesinas sandinistas en las montañas del norte y centro de Nicaragua. Ya no había dualidad de poderes, el único poder de las armas se concentraba en la GN. El plan del imperialismo norteamericano dio resultados: ya no era necesario intervenir militarmente a Nicaragua para imponer el orden, la GN ocupaba el mismo rol de las tropas norteamericanas pero con soldados nicaragüenses.

La retirada de las tropas norteamericanas produjo un vacío de poder, y un forcejeo entre las cúpulas de los partidos Liberal y Conservador, quienes peleaban por controlar a la GN. Al terminar el periodo presidencial de José María Moncada (1929-1933), le sucedió el gobierno del liberal Juan Bautista Sacasa (1933-1936), pero este nació prácticamente en la orfandad, sin la protección directa de las tropas norteamericanas y con el incontrolable y creciente poder de la GN, en una sociedad atrasada económicamente y duramente golpeada por el crack de la económica mundial: desplome de los precios del café y de los productos agrícolas de exportación, causando un desempleo masivo, y con ello un enorme malestar social.

Las masas desesperadas buscaban soluciones que los partidos Liberal y Conservador, las paralelas históricas, no podían dar. Somoza García, un hábil oportunista, comprendió perfectamente la oportunidad que se abría con la crisis del gobierno de Juan Bautista Sacasa, y por ello preparó las condiciones para su derrocamiento.

La lucha abierta por el poder se intensificó cuando Somoza García anunció su pretensión de correr como candidato presidencial, en abierta violación a la prohibición constitucional que impedía que el jefe de la GN participara en política, además que también era sobrino político del presidente Sacasa. El enfrentamiento de Somoza García contra su tío, fue cada vez más abierto y despiadado.

El 18 de Mayo de 1936, Somoza García propuso al caudillo conservador, Emiliano Chamorro, y al influyente Carlos Cuadra Pasos, la formación de un gobierno de coalición, como un anzuelo para disipar la resistencia de las paralelas históricas. Un gran sector del liberalismo también se oponía a sus pretensiones de llegar a la presidencia.

Dentro del Congreso, se formó una alianza libero-conservadora que se oponía a la incursión de Somoza García en la política. La situación no era fácil para Somoza.

Los “Camisas Azules”

Producto de la crisis económica mundial de los años 30 del siglo XX, se produjo un fenómeno mundial de crecimiento del fascismo. Nicaragua no fue la excepción. El Partido Conservador se dividió en 1934 y del cisma surgió un ala fascista. En la ciudad de Granada, cuna del conservatismo, un grupo de jóvenes intelectuales conservadores iniciaron el movimiento fascista conocido como “camisas azules”, nombre copiado de la Falange Española, que a su vez imitaba a las “camisas negras” de Mussolini. Entre los más destacados estuvieron el poeta Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho (al final de su vida apoyó la lucha guerrillera del FSLN contra Anastasio Somoza Debayle).

Para imponer sus planes, Somoza García utilizó a los “camisas azules”, pero también se montó sobre justas luchas populares, como la huelga de choferes por el alza de la gasolina, para crear un escenario de caos social que ameritara la necesidad del surgimiento de un salvador supremo.

El 26 de abril de 1936, en la ciudad de Granada, los “camisas azules” proclamaron a Somoza García, como candidato presidencial. Este se esforzaba por aparecer por encima de los tradicionales partidos Liberal y Conservador, como un candidato unificador de la nación en momentos de aguda crisis.

Los “camisas azules” no eran un movimiento de masas, tenían apenas unos 250 seguidores que salían a marchar a las calles, proclamando la necesidad de destruir el sistema imperante. No eran las clásicas bandas fascistas armadas, aunque Somoza García les proveyó dinero y armas a los principales dirigentes, con el objetivo de contar con una fuerza paramilitar de choque que atemorizara a quienes se oponían al creciente liderazgo político de Somoza García

Se inicia el levantamiento de la GN

En ese contexto de enfrentamientos callejeros e inestabilidad politica, se produjo una huelga de choferes que protestaban por la escasez de gasolina. El gobierno de Sacasa ordenó a la GN que impusiera el orden en las calles. Somoza García no reprimió al movimiento, sino que se mostró conciliador, atrayéndolos a sus planes, prometiendo una solución justa

Todas las piezas estaban en orden. El 27 de mayo de 1936, la Guardia Nacional bajo el mando de Somoza García, inició una rebelión militar contra el débil gobierno de Sacasa. Para justificar el levantamiento militar Somoza García necesitaba profundizar la crisis y poner al país al borde del abismo.

Pero no toda la GN estaba a favor de Somoza, había sectores de la oficialidad que le eran fieles al presidente Sacasa, en los cuarteles de Corinto, Rivas y Managua. Entonces, con el golpe de Estado, Somoza García quería no solo derrocar al gobierno sino también ejercer el control total sobre la GN.

Ese día los “camisas azules” atacaron y destruyeron las imprentas del periódico liberal “El Pueblo”. Somoza salió a defender el orden, distanciándose de los “camisas azules”, pero sin reprimirlos. Conforme el plan maestro, el 29 de Mayo los “camisas azules” atacaron el “Diario Nicaragüense” en Granada.

El 27 de Mayo en Bluefields, en la costa Caribe, la Guardia Nacional destituyó a las autoridades civiles, cobijada en un levantamiento popular que protestaba porque no dejaban correr a Somoza García como candidato. Algo similar ocurrió al mismo tiempo en las ciudades de Chinandega, Estelí, León Masaya, Matagalpa y Granada.

El 29 de mayo Somoza García viajó a León con un contingente de 600 hombres para aplastar la resistencia del Fortín de Acosasco, al mando del mayor Sacasa, primo del Presidente, quien al tercer día se rindió. Somoza García fue aclamado como un héroe en León, bastión del liberalismo.

El 1 de Junio se inició la batalla por el control de Managua. Las tropas somocistas rodearon la Casa Presidencial, ubicada en la loma de Tiscapa, y asaltaron militarmente los cercanos cuarteles de El Hormiguero y El Campo de Marte. El 3 de Junio Somoza García se dirigió en tren hacia Managua, siendo recibido al día siguiente por más de 3,000 personas que lo ovacionaban.

La renuncia de Sacasa

En esos días de levantamiento militar, el presidente Sacasa escribió a los presidentes centroamericanos: “Desde que el general Somoza comenzó a trabajar en favor de su candidatura, ha estado usurpando las funciones que me pertenecen como Comandante en Jefe del Ejército, desobedeciendo órdenes emanadas de mi autoridad. Probablemente en cualquier momento, la sangre será derramada, reinará la anarquía en el país, poniendo en peligro no sólo a esta nación, sino a las otras de Centroamérica. Como las instituciones y la sociedad, seriamente amenazadas, han sido dejadas a mi autoridad sin suficiente apoyo militar para defenderlas y como tengo certeza del interés que la paz de Nicaragua inspira al ilustre gobierno de los Estados Unidos no vacilé en pedirles una acción conjunta de cooperación amistosa".

El Presidente Sacasa, impotente, no tenía tropas ni aliados en el Congreso para defender su gobierno. Somoza García había calculado bien el momento, y contó con el respaldo popular necesario para legitimar el golpe de Estado. El 6 de Junio, el presidente Sacasa, acorralado, humillado, envió su formal renuncia al Congreso, depositando el poder en manos de Julián Irías, ministro de gobernación.

El 7 de Junio Somoza García entró triunfante a Casa Presidencial, pero no cometió el error de hacerse nombrar presidente, simplemente se limitó a liquidar al inepto e impopular gobierno de Sacasa, convirtiéndose en el centro del poder y despejando el camino para su candidatura presidencial.

Finalmente, el 9 de Junio, el Congreso legitimó al golpe de Estado y designó al títere a Carlos Jarquín Brenes como presidente provisional. El 16 de Junio Somoza García anunció su candidatura presidencial.

Somoza negocia con la oligarquía e impone su candidatura presidencial

 

El victorioso Somoza García desarrolló intensas negociaciones políticas para despejar el camino de su candidatura presidencial. Como no pudo juntar los votos para una reforma constitucional, logró que el Congreso pospusiera las elecciones un año, hasta diciembre de 1936, logrando el tiempo necesario para cumplir la disposición constitucional que lo obligaba a renunciar un año antes de presentarse como candidato presidencial. Para guardar las formalidades, Somoza García renunció simbólicamente a la Jefatura de la poderosa Guardia Nacional, en Noviembre de 1936, dejando a Rigoberto Reyes como títere sustituto.

Los conservadores, preocupados por el giro de los acontecimientos, pidieron al gobierno de Estados Unidos, al igual que en 1928, la super vigilancia de las elecciones, pero la solicitud no fue aceptada, dejando el camino libre para que la GN contara los votos. El 11 de Diciembre de 1936 la GN dio a conocer que Somoza había arrasado en las elecciones, obteniendo el 80% de los casi 110 mil votos emitidos. Somoza tomó posesión como presidente el 1 de enero de 1937. Las circunstancias de crisis económica y caos social, llevaron a Somoza García a la jefatura de la GN y después a la presidencia de la república, abriendo un nuevo periodo de dominación política. Así se inició la sangrienta dinastía somocista, que duraría 43 años en el poder. Por eso, bajo la dictadura somocista, el 27 de Mayo era celebrado como el día de la “gloriosa e invicta Guardia Nacional”.

Oleo sobre la rendición de William Walker y sus filibusteros, el 1 de Mayo de 1857, bajo el asedio de los ejércitos centroamericanos

Por Maximiliano Cavalera

En Centroamérica hay muchas fechas que conmemorar, sobre todo tomando en cuenta la historia común de los cinco estados centroamericanos. Desde la “independencia” hasta nuestros días, la burguesía ha intentado construir identidades nacionales por todo el istmo centroamericano, en aras de construir esos sentimientos, se han idealizado fechas efímeras sin mucha importancia histórica. Contradictoriamente, en todo el istmo no se conmemoran fechas importantes en la historia de la patria centroamericana, una de tantas es el glorioso primero de mayo de 1857, fecha en que los cinco ejércitos de Centroamérica expulsaron a William Walker y su ejército de filibusteros.

Casi 20 años después de la disolución del Estado federal, los cinco ejércitos de Centroamérica se reúnen en Nicaragua, luchan y derrotan a los filibusteros, en los hechos, las burguesías centroamericanas se unen por el temor que tenían a que los filibusteros les quitasen sus privilegios, pero al fin y al cabo se conformaron con seguir manteniendo el estatus quo imperante, todos se repliegan a sus propios estados nacionales y defienden sus intereses particulares, siendo incapaces de poder constituir el Estado federal centroamericano. Hoy en día, más de 150 años después, la tarea sigue siendo la misma, reconstituir el Estado Federal Centroamericano, claro está, teniendo en claro que son los obreros los únicos capaces de llevar a cabo esta magna tarea. Muchos recuerdan nombres pomposos de generales y de burgueses que participaron en la llamada guerra nacional, nosotros los revolucionarios, conmemoramos a los indígenas flecheros, campesinos y trabajadores que engrosaron el ejército de los Estados centroamericanos y que derrotaron al primer intento del imperialismo norteamericano de asentarse en nuestra patria centroamericana.

La Ruta del Tránsito y la Guerra civil.

En 1854 se realizan elecciones en Nicaragua, como era costumbre de los líderes conservadores amañan las elecciones y queda como presidente el caudillo conservador Fruto Chamorro. Inmediatamente las fuerzas liberales de León denuncian el fraude electoral, desatando una guerra civil que roería las entrañas de Nicaragua y de la misma patria centroamericana. La guerra civil que se desencadena es cruenta, y las fuerzas liberales deciden contratar las labores de mercenarios norteamericanos conocidos como filibusteros. En esa época, y sobre todo por la fiebre del oro en California, Nicaragua era importante para los intereses del imperialismo Norteamericano.

La llamada ruta del tránsito era una empresa millonaria en manos de Cornelius Vanderbilt. En esa época era lo más cercano a un canal interoceánico que permitía a los viajeros salir de Nueva York, pasar por el Rio San Juan, trasladarse a la cuidad de Granada, luego ir por rio Tipitapa para irse por tierra hasta el pacifico de Nicaragua y embarcarse de nuevo a los Estados Unidos. Es así que por intermediación de Cornelius Vanderbilt las fuerzas liberales buscan ayuda de mercenarios norteamericanos firmando el tratado Byron Cole-Castellón

William Walker

El tratado firmado entre los liberales y los filibusteros traería consecuencias terribles para Nicaragua, entre ellas fue el arribo de un mercenario llamado William Walker. Este mercenario nació en Tennesee el 8 de mayo de 1824. Desde su juventud participó como mercenario en incursiones en México intentando “independizar” un Estado en México. Para mediados de los años cincuenta decide embarcarse a Nicaragua para batallar del lado de los liberales en la guerra civil que corroía al el país centroamericano.

La primera incursión que realiza Walker y sus filibusteros se da en la ciudad de Rivas, luego hace una incursión sorpresa en Granada y logra tomar la ciudad, que en ese momento era la capital conservadora de Nicaragua. Al tomar la cuidad acuerda con los caudillos conservadores que Patricio Rivas fuese presidente de Nicaragua. Walker se autoproclama jefe del ejército y Ponciano Corral ocuparía el cargo de Ministro de Guerra. Meses después Corral sería fusilado por enviar una carta que le envió a los generales hondureños Pedro Xatruch y José Santos Guardiola en las que solicitaba su intervención en el conflicto.

El triunfo de Walker en Nicaragua se explica por varios factores, entre ellos está el apoyo de mercenarios que habían batallado en México y tenían amplia experiencia militar, de la misma manera, las armas que utilizaban los filibusteros estaban en el pico de la tecnología, mientras las tropas nicaragüenses combatían con mosquetes, los filibusteros combatían con armas de repetición. Al consolidar su poder Walker traiciona a Patricio Rivas y se autoproclama presidente un Nicaragua: “El 12 de Julio de 1856, en la plaza de Granada, Walker prestó juramento Presidencial, después de haber “ganado” las Elecciones Presidenciales convocadas y organizadas por él mismo.” (Clemente Guido Martínez, La Rendición de William Walker) Dentro de sus primeras gestiones como “presidente” William Walker declara el inglés como idioma oficial y la legalización del esclavismo en Nicaragua: “Legalizó el uso del idioma inglés. Se estableció el sistema registral de la propiedad inmobiliaria. Se establecieron equivalentes monetarios y se modificó el sistema de impuestos aduanales. Estableció penas para el peón que abandonase sus tareas, durante el término de su contratación; y el 22 de Septiembre (…) legalizó la esclavitud en Nicaragua, abolida por aquél. Creó una nueva bandera: Estrella roja rodeada de cinco puntos” (Ídem)

¿Guerra nacional o centroamericana?

A diferencia de lo que enseñan en las escuelas de Nicaragua, la denominada guerra nacional tiene su origen en la participación de los 5 ejércitos de la extinta patria centroamericana, es guerra nacional porque la patria centroamericana se une y lucha en contra de los filibusteros. El 26 de febrero de 1856 Juan Rafael Mora, presidente de Costa Rica, le declaró la guerra a Walker, logrando llegar a Granada, pero siendo diezmado por una epidemia de cólera regresó a su país.

Contradictoriamente William Walker comprendió, más allá de nuestra burguesía, que Centroamérica es una solo nación. Proclamó a los cuatro vientos que gobernaría “o las cinco o ninguna” refiriéndose a las 5 naciones centroamericanas. Ante este planteamiento la oligarquía y burguesía centroamericana pegó el grito al cielo y decide intervenir defendiendo sus intereses y privilegios. La guerra contra los filibusteros solo pudo ser ganada por la intervención de los 5 ejércitos centroamericanos. Precisamente por eso en Nicaragua se conmemora la batalla de San Jacinto, única batalla en que las fuerzas nicaragüenses lograron ganar sin el apoyo de las tropas centroamericanas.

El 18 de julio de 1856 se firma un acuerdo en Guatemala en la que los ejércitos centroamericanos deciden marchar a Nicaragua bajo el mandato del general Ramón Belloso. De igual manera se reconoce a Patricio Rivas como presidente de Nicaragua. Inmediatamente después de la firma de la convención, tropas hondureñas, salvadoreñas y guatemaltecas reforzaron León para resguardar la ciudad del ataque filibustero.

Los ejércitos centroamericanos marchan sobre Managua y meses después hay una batalla importante en Masaya dejando abierta la ruta a Granada. Ambas batallas fueron cruentas, sobre todo tomando en cuenta las diferencias entre la tecnología del armamento de los filibusteros y las tropas centroamericanas. Las tropas centroamericanas eran tropas irregulares engrosadas con reclutamientos forzosos de campesinos.

El 14 de septiembre tropas nicaragüenses ganan la batalla de San Jacinto. Al conocer la victoria, el general Belloso abrió la guerra. Después de la batalla de Masaya marcha hacia Granada con tropas alternas de Honduras, Guatemala y Nicaragua. En ese momento: “que Belloso marchaba de León hacia Granada, el Congreso costarricense le autorizó el 10 de octubre al Presidente Mora el reanudar la guerra contra Walker, ahora en unión con los aliados centroamericanos.”(Guerra Nacional, Alejandro Bolaños).

La derrota militar de los filibusteros

Todo estaba contra Walker y se crea un cerco militar contra él: “Después las tropas de Walker quedarían diezmadas: “El hospital se atestó de enfermos y moribundos; las provisiones escaseaban cada vez más y los soldados apenas conseguían algo de comer” (Ídem). El 19 de Noviembre Walker ordenó la salida y quema de Granada. Desde esos días se apertrecharía en el sur del País y defendería la Ruta del Tránsito; esa era su única posibilidad de ganar la guerra. Ese es el momento clave en que se le tenía que dar la estocada, pero desavenencias hicieron que el general Belloso se retirara de los combates y no se le dio la estocada al ya herido Walker.

El general tico José Joaquín Mora tomó la comandancia, al apoderarse de los buques que utilizaban los filibusteros para traer mercenarios y aprovisionarse. La batalla de Rivas sería la última batalla que se dio en tierras nicaragüenses. El general Mora actuó erráticamente y fue repelido en muchas ocasiones, pero la suerte estaba echada, Walker estaba derrotado sin provisiones y acorralado, solo era cuestión de tiempo. La intervención del comodoro Charles Henry Davis, de la corbeta norteamericana St. Mary's, logró que Walker saliera vivo de Nicaragua.

En Nicaragua fue derrotada la primera intentona del imperialismo norteamericano de tomar militarmente nuestras tierras. Sin embargo, el sabor de la victoria es amargo debido a que los generales no solo no llevaron a cabo su misión de derrotar y fusilar a Walker, sino que lo dejaron huir como rata acorralada pero no derrotada. En este mayo celebramos la derrota de los filibusteros, pero la labor sigue siendo derrotar a los modernos filibusteros y sus partidos políticos que venden siempre a los trabajadores centroamericanos al imperialismo. La tarea es la misma, unificar a la patria Centroamericana, pero ahora bajo el socialismo.

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